Volviendo a casa me detienen en un control y debo improvisar

Hola, me llamo Daniela, lo que voy a contar me pasó este verano. Llevo mucho tiempo intentando hablarlo con alguien, pero tengo miedo a que me juzguen mal. Lo cuento por aquí y así, cubro la necesidad de desahogarme.

Mis padres se van todos los veranos, en julio, de crucero. Así que yo me quedo sola en casa con alguna amiga, que me acompaña de vez en cuando y pasa unos días conmigo. Otras veces, soy yo la que se va a la casa de alguna amiga.

Uno de los viernes, me habló Alejandra, mi mejor amiga. Yo, la llamo Alex. Ella tiene una casa grande, con piscina, y tenía pensado montar una pequeña fiesta con barbacoa y también habría amigos. Me llama por teléfono para decirme que sería a las 22:00.

– Voy, me preparo mis cosas y cojo el coche de mi padre.

Mi padre tiene un coche que no usa nunca. Y por ello, ni tiene papeles, ni seguro, ni nada. Pero no importa, porque desde mi casa hasta la casa de Alex, hay un camino que cruza por el campo. Nunca pasa nadie por ahí, así que no habría problema, siempre que el coche arranque.

Me preparé las cosas: un par de bikinis, ropas varias, camisón, maquillaje, lo típico. Lo meto todo en el coche y con los dedos cruzados, pongo el contacto y arranco el motor. La noche estaba asegurada.

El camino es un poco angosto, con muchas imperfecciones y apenas visibilidad. Por el retrovisor veo la estela de polvo iluminada en rojo, por las luces traseras del coche. Y de frente, solo matorrales a cada lado, y muchos olivos. El camino no es muy largo, pero lo parece por lo lento que hay que ir. Cuando llevo unos dos kilómetros de camino, veo una silueta delante mía.

– ¡No me lo puedo creer NOOO!

Enciende una luz roja, parecía Darth Vader, era la policia. Cuando llego a su altura, veo que hay otro dentro del coche.

– Buenas noches señorita. Documentación, suya y del vehículo.

Yo me quería morir, no sabía qué hacer. Tenía mi carnet en el bolso, que estaba en el maletero. Paro el coche, y casi sin ver, me voy para la parte de atrás y cojo el carnet. Casi a punto de llorar le digo:

– No tengo papeles del coche, es de mi padre y no sabe que se lo he cogido porque está de vacaciones. Voy a la casa de una amiga.

Seguro que se percató de lo nerviosa que estaba. Me temblaba la voz y, el hecho de que no dejara de mirarme de arriba a abajo, no ayudaba.

El policía, me apunta con la linterna a la cara. Acto seguido, avisa a su otro compañero, y le cuenta lo que ha pasado. Éste dice que hay que dar parte y retirar el vehículo hasta demostrar la veracidad de mi historia. Yo me empecé a poner más nerviosa hasta que se me cayó la cartera al suelo. Cuando me agaché, al cogerla, vi la luz. Tenía una posible solución. Pensé: no tengo nada que perder. En décimas de segundos, se me pasaron por la cabeza las consecuencias de lo que había hecho y tenía que hacer algo para que no fuese a más. Mi padre me iba a matar.

Estando aún en cuclillas, y apuntando el policía con la linterna al suelo, le puse una mano a cada uno en la pierna y las subí lentamente hasta sus genitales. Uno de ellos, el más joven, dio un paso exaltado hacia atrás. El otro no se inmutó. Me levanté, sin quitar la mano de donde la tenía y me quedé apoyada con el culo en el maletero del coche. El policía que no se había quitado miró al otro y le hizo un gesto, como de aprobación, con la cabeza. Volvió a dar un paso adelante y apagó la linterna. Era de noche, pero con el cielo despejado y la luna llena, se veía medianamente bien.

Yo llevaba una falda corta vaquera, con una tira de botones en el lateral. Arriba tenía el bikini y una blusa, también de botones. Les bajé a los dos la cremallera y me los acerqué. El más joven se veía más tímido. El otro sabía de sobra de qué iba la historia. Me puso la mano en la cadera y empezó a quitarme los botones de la falda. Me acerqué al joven y comencé a besarlo a la vez que su compañero luchaba intentando desabrochar cada botón. Hice un cambio y comencé a besar al otro. El último botón me lo tuve que quitar yo misma. Ya solo me quedaba la blusa y el biquini.

Le saqué la polla al tímido, el otro ya se la había sacado solo. Mientras se las tocaba, ambos me besaban el cuello y el joven tímido, con gran destreza, me quitó todos los botones de la blusa. El bikini era de los de lazo, quitarlo no iba a ser complicado.

Me puse nuevamente en cuclillas. Girada hacia el policía más decidido, agarré su pene desde la base, rozando sus huevos, y me lo metí en la boca. Escuché un suspiro fuerte cuando lo hice. Empecé a chupársela y a metérmela todo lo que podía. Con la otra mano, acariciaba los genitales del otro. Con este, volví a apretar desde la base y me metí en la boca toda esa carne. Pude ver antes como se le marcaban las venas, estaba más dura que la primera.

El policía más mayor se agachó y tiró del lazo de mi bikini, acababa de quitarme la parte de abajo. No había pensado en llegar tan lejos, pero ya no podía dar marcha a atrás. Me levantó y me inclinó hacia adelante para que siguiera chupándosela a su compañero. No se cómo ni en qué momento, pero se había puesto un condón. Yo me apoyé con una mano en el maletero, abierta de piernas e inclinada para chupársela a uno mientras recibía de otro. No podía caer más bajo, ni negar que realmente me estaba gustando.

Pude escuchar como el policía que estaba detrás mía se echó saliva en la mano para pasarme los dedos por mi vagina. Sentí cómo casi me mete sus dedos dentro y no pude evitar soltar un pequeño gemido. Al policía al que se la estaba chupando se le aceleraba la respiración, lo escuchaba y se notaba lo caliente que estaba por cómo me agarraba la cabeza. El otro, detrás mía, me agarró de la cintura, se pegó a mi culo y me la metió. Se oía el ruido de lo mojada que estaba. Cada vez que me empujaba me metía hasta el fondo el pene que me estaba comiendo.

Uno de ellos, no se cuál, me tiró del lazo de la parte de arriba. Me acababa de quedar totalmente desnuda en medio del campo y entre dos policías. Para nada me había imaginado la noche así.

Al que le estaba haciendo la felación, empezó a acelerarse demasiado, me agarró de los pelos con una mano y me tocaba las tetas con la otra. Sin avisar, el hijo de puta se corrió dentro de mi boca. No me avisó. Solo noté una cascada espesa y caliente invadiendo mi boca hasta el punto de rebosar. Acto reflejo, lo retiré a él, y escupí lo que me quedaba dentro. No estaba malo, pero tampoco me lo quería tragar. Mientras tanto, el otro, se reía mientras me follaba. Empezó también a acelerarse y a darme cachetadas en el culo. Me agarró fuerte de las caderas y empezó a darme muy intenso. Tuve que poner las dos manos en el maletero. Hasta que llegó al éxtasis y se corrió. Se quitó el preservativo y lo tiró allí al lado el muy cerdo.

– Por esta vez, no vamos a dar parte, conduzca con precaución. Me dijeron entre risas, mientras se subían la cremallera.

Me sentí usada, pero tampoco quiero engañarme. Me gustó, me pongo muy caliente cuando me acuerdo. Mas no se lo puedo contar a nadie, pensarán que soy una puta.

Me fui a la fiesta como si no hubiese pasado nada y desde entonces, veo a la autoridad con otros ojos.