Una hermosa compañera nueva llega a la escuela y todos quieren follarla

Soy tímido. Esa simple frase podría ser el resumen de mi vida, nunca he sido extrovertido, no es que no responda si me hablan, pero me cuesta mucho hablar con las personas, por lo cual casi no tengo amigos, últimamente incluso siento que ya no tengo ninguno. Mis mejores amigos (y los únicos, en realidad), Ana y Luis, con quienes estuve unido prácticamente desde que nacimos ya que nuestros padres y abuelos eran muy amigos, hace un par de meses están saliendo juntos. Al principio de nuestra adolescencia la situación se empezó a poner incomoda, ya no podíamos dormir todos juntos como hacíamos antes porque, cuando lo intentamos, Ana terminó escapando un poco traumatizada por las erecciones matutinas que tuvimos Luis y yo, aquella mañana y los días siguientes, de pervertidos no nos bajó y menos guapos, nos llamó de todo. Por mi habitual timidez, yo decidí callarme simplemente y esperar a que me perdonara por olvido, pero Luis me convenció de que habláramos con ella, como resultado tuvimos una de las conversaciones más incómodas que he tenido en toda mi vida, pero superamos el incidente y seguimos siendo amigos, pero con algunas restricciones. Hasta que, al final del curso pasado, entre mis amigos empezaron a surgir algunas miradas significativas, chistes locales y conversaciones que se cortaban en cuanto me les unía. Finalmente, a medio verano me confesaron que estaban juntos y que no por eso dejaban de ser mis amigos, que los dos me seguía queriendo pero que necesitaban tiempo para ellos… me sentí como cuando mis papás me comunicaron su divorcio. En fin, que les cuento esto porque esto me llevo a ser un poco el paria de mi grupo en la escuela.

Crecí en la pequeña ciudad donde vivo, es uno de esos lugares con tradición, donde las personas son siempre las mismas, pocos se van y pocos vienen, por ello, cualquier cambio se nota inmediatamente. Tal cual como pasó cuando nos enteramos de la llegada de una nueva familia a la ciudad. Todos hablaron de eso durante todo el verano, la casa a la que se mudaban era una que estaba vacía ya que el viudo que solía vivir ahí, murió hace un par de años. Era una casa vieja y tenebrosa, pero, al iniciar las vacaciones de verano, el letrero de «se vende» cambió a «vendido» y a partir de ahí fuimos viendo cómo se remodelaba la vieja casa, se instaló una piscina, se modernizó la estructura, llegaron muebles nuevos y, cuando finalmente todo estuvo listo, un par de semanas después de retomar las clases, todos tenían muchas expectativas sobre las personas que ocuparían el renovado inmueble.

Conforme pasaron los días comenzaron las teorías de que la casa solo había sido comprada para revenderse y que nadie llegaría a vivir en ella por el momento, de manera que toda la expectativa inicial, fue pasando a segundo término, reemplazada por nuestras rutinas. Por eso aquel miércoles fue una sorpresa para todos cuando el maestro de Química entró al laboratorio acompañado de una chica de cabello rojo intenso y un cuerpo de infarto, en cuanto cruzo la puerta llamó la atención de todos, no llevaba el uniforme del colegio, pero llevaba una falda corta de un color parecido al azul institucional y una blusa blanca que dejaba apreciar el sostén de encaje que llevaba de bajo. Si esta escena hubiera sido parte de uno de los animes que suelo ver, a todos los hombres (y algunas chicas) nos estaría saliendo sangre de la nariz de la calentura que provocaba con solo mirarla.

El profesor Villanueva la presentó con bastante mimo como Astrid Quintero. El profesor Villanueva era un hombre joven de quien muchas de mis compañeras estaban enamoradas, o encaprichadas, más bien, pero, por más que muchas lo habían intentado, él nunca había tenido una actitud poco ética con ninguna de ellas, al menos que yo supiera. Sin embargo, en cuanto Astrid entró al laboratorio, la tomó por los hombros de manera que sus dedos quedaron bastante cerca de sus pechos.

—Lo siento, Astrid, no podrás elegir a tu compañero para esta clase, todos trabajan en pareja y, como ya estamos un poco avanzados en el curso, es mejor que te unas a la única persona que no tiene pareja, Víctor, espero que puedas ayudar a Astrid a ponerse al corriente. Aunque, si tienes alguna duda, yo podría ayudarte después de clases. — Le dijo guiñándole un ojo al final de la frase.

—No se preocupe, estaré bien. — Respondió ella, sentándose a mi lado.

Ni uno solo de mis compañeros se perdió el andar de Astrid hacía nuestra mesa mientras que yo tenía la mirada distraía viendo hacía cualquier otro lado, no me gustaba ser el foco de atención y ella la atraía demasiado, cuando se sentó a mi lado y me sonrío, se me subió el color al rostro sin que lo pudiera evitar, odiaba eso, siempre me pasaba cuando una chica me ponía más atención de la normal (que era ninguna, usualmente).

Durante toda la clase estuvo callada prestando atención y tomando notas, pero, en una ocasión, vi como dejaba de escribir para ponerse la punta del bolígrafo en los labios mientras veía de una manera bastante lasciva al profesor, para mi mayor sorpresa, él la estaba viendo también y no hizo nada, siguió con la clase de manera normal, salvo por el hecho de sus constantes miradas hacía la chica nueva.

Ese día llevamos a cabo una práctica muy sencilla, en la que teníamos que calentar una solución a una temperatura determinada para separar el líquido de esta y sacar de ella pequeños cristales. Al terminar limpiamos todo y guardamos el material, como de costumbre, el profesor me pidió que terminara de guardar todo y cerrará la puerta del pequeño almacén, solo que esta vez me pidió que dejara la llave en su escritorio al terminar, después podría ir a almorzar como mis demás compañeros, él salió con prisa, pero no me molestó porque, después del almuerzo, tenía una hora libre por lo que tendría bastante tiempo para comer.

Así lo hice, pero, cuando estaba comiendo, solo como siempre, me di cuenta de que en mi mochila estaba uno de los termómetros eléctricos del laboratorio que probablemente cayó ahí cuando estaba acomodando el material en el almacén, afortunadamente no se rompió, así que me apresuré a comer y volví rápidamente para devolverlo. Cuando entré, no había nadie, el profesor aún no volvía así que tomé la llave y entré a dejar el termómetro en su lugar, tras de mi se cerró la puerta como siempre y, después de devolver el objeto, escuché movimiento afuera. Mi instinto me dijo que no me moviera, temí que me culparan de robar, así que solo me acerqué a la puerta sin hacer ruido, la puerta tenía una pequeña ventana con uno de esos vidrios que dejan ver de adentro hacía afuera pero no al revés. Astrid se sentó en una de las mesas del frente sonriendo con malicia.

—Entonces, ¿estoy castigada, profesor?

—No juegues conmigo, niña, no siempre me podré controlar—Respondió el profesor Villanueva recargándose en el borde de la mesa donde ella estaba sentada.

—Ya no soy una niña… y te lo puedo demostrar—Se acercó a él demasiado, sus pechos se pegaban al de él.

—Reconozco que eres hermosa, pero no sería ético, aunque seas mayor de edad, sigues siendo mi alumna.

—Si tú no dices nada, yo menos. —Ella le dio un beso de tornillo tan apasionado que ni yo podía respirar, sabía que estaba mal seguirlos viendo, pero no podía evitarlo, estaba como hipnotizado.

Astrid tomo las manos de nuestro profesor y las puso en sus monumentales pechos, él no desaprovechó y las amasó con firmeza, haciendo que los primeros gemidos salieran de sus sensuales labios. Él le quitó la blusa, sacó sus senos por encima del brasier y comenzó a lamer y succionar sus pezones con gula, mientras ella le sobaba la entrepierna por encima del pantalón y le quitaba el saco y la corbata. Ella le bajó el pantalón y el bóxer cuando el comenzó a acariciarle el trasero, sin más, él hizo que se diera vuelta y ella puso el culo en pompa apoyándose en la mesa. La penetró y ella gimió fuerte, él la amordazó con su corbata para que no gritará y empezó a bombear.

No pude más, saqué mi pene de su encierro y empecé a masturbarme como poseso, pensé que me correría en seguida viendo sus pechos bambolearse, pero no, continué masturbándome aun cuando él la cambió de posición, el profesor se tiro en el piso y ella lo montó, follándoselo aún con mayor intensidad que él, su cara era puro placer, ya casi no veía al profesor, solo a ella, lo cual era aun mejor.

Sus pechos rebotaban y se movía de una manera tan sensual que todo el tiempo me sentía a punto de correrme, el profesor pellizcaba sus pezones y los levantaba para que ella los chupara, hasta que ella se desesperó y le dijo que ella podía sola. Empezó a sobarse los pechos, dejando al profesor en calidad de consolador, siguió dando sentones rápidos y profundos hasta que se corrió echando su cabeza hacía atrás y exponiendo aún más sus pechos, el profesor se levando para chuparlos hasta que ella se repuso. Mi polla no podía más, necesitaba liberar, pero, por alguna razón no podía.

Cuando se recuperó del orgasmo, se abrazó a la cabeza del profesor que seguía siendo amamantado, ella volvió a moverse a una velocidad casi frenética, el profesor bufaba y le decía mil improperios de los que “zorra” era lo más leve. Empezó a mostrar señales de un nuevo orgasmo, cuando el profesor anunció que se corría. Cuando el se dejó caer hacía atrás y ella seguía moviéndose, presa del orgasmo, encontré su mirada fija en la mía, el rojo intenso de su cabello ahora estaba también en sus ojos que solían ser grises. Finalmente, viendo fijamente esos ojos color carmesí, me corrí.

*Nota: Este es el primer capítulo de una historia que se me ocurrió y es mi primer intento de escribir desde una perspectiva masculina. Por favor, sean amables con sus críticas.