Una agente de inmobiliaria caliente y un cliente dispuesto a todo

La agente inmobiliaria. Un cliente diferente.

Aquel día tenía una cita muy importante con un cliente extranjero para mostrarle unas propiedades, un cliente español al que debía enseñar 3 apartamentos. En las referencias decía que era Profesor; Pensé para mí misma – «Mmm… me encanta el acento español, y aun más si viene de un hombre culto e inteligente».

Me presenté a recogerlo al lobby del hotel donde se hospedaba, aquí en Santo Domingo, y en seguida lo divisé de lejos. Atractivo, alto, blanco, elegante, con un rostro dulce, pero a la vez autoritario.

Me saludó – «Buenos días, soy el Sr. Domine, su cliente durante el día de hoy»

Enseguida quedé fascinada con aquel acento, aquella voz, clara y varonil… Me erizó toda la piel.

– «Hola,» -conteste yo- «mi nombre es Cristal, y hoy veremos 3 propiedades distintas».

Nos montamos en mi vehículo y salimos a ver el 1er piso.

Yo llevaba un vestido corto, de falda un poco ancha y tacones, que dejaban a la vista mis buenas piernas y que marcaban mi lindo trasero. Arriba llevaba una blusa elegante, caribeña y ajustada, que marcara mis pechos. Me gusta ir elegante y sexy en mi trabajo, sobre todo cuando sé que el cliente es un hombre extranjero.

Desde el inicio, el Sr. Domine me impacto mucho, aún no entiendo el porqué. Su mirada era penetrante y su voz dulce pero sonaba poderosa. Se le veía un hombre seguro de si mismo, al que le encantaba el poder. De seguida tuve la impresión de que era él quien llevaba las riendas de la cita, era como si me controlara, y sentí que si él quería, tenía el poder de hacer conmigo lo que quisiera.

Llegamos al 1er departamento. Yo caminaba unos pasos delante del Sr. Domine, y durante un momento que me volteé me fijé en como miraba con morbo mi culo. Por instinto me mordí el labio inferior, haciéndole saber que me provocaba. La idea de tener un affaire con ese cliente me motivaba mucho. Los guiños y los juegos se repitieron durante la visita, en la cual noté que él tenía más interés en ver mi cuerpo que el piso.

Cuando íbamos hacia el segundo departamento, en el vehículo, yo acariciaba sutilmente mis muslos, en señal de nerviosismo. Era algo que no podía controlar, y me estaba calentando de manera extraña. Nunca me había ocurrido antes, pero el hecho de saber que ese hombre era de fuera, y que seguramente se marcharía en unos días, me ponía aún más tonta.

De reojo, miré su entrepierna por encima del pantalón, se notaba gruesa, hinchada, exquisita… Era obvio que él también estaba excitado. Cuando llegamos estaba tratando de entrar la llave en la puerta, cuando al inclinarme rocé sin querer mis nalgas con la polla del Sr. Domine; Era obvio que él se había acercado lo suficiente como para que ese roce fuera inevitable. Me puse muy nerviosa, excitada, pues pude sentir lo dura que estaba y yo deseaba tenerla en mi boca, quería mamársela a mi cliente español.

Entramos en el departamento y cerré la puerta. Era tal el control que ese hombre ejercía sobre mí que, aún con mis nervios, no pude evitar preguntarle:

– «No entiendo el porqué, Sr. Domine, pero tengo una necesidad enorme de chuparle su polla. Me lo permite usted ?»

El se me quedó mirando y contestó:

– «No te doy permiso, Cristal, te ordeno que te arrodilles y que me la chupes. Después te follare como a una zorra, que es lo que eres. No has dejado de provocarme desde que me viste, y cuando acabes tu faena, recibirás mi semen en tu boca. Deberás beberla toda, sin que se pierda una gota. Me entendiste ?».

Fue la mejor orden que había recibido en toda mi vida, y realmente me sentí una zorra, y me gustó.

Me arrodillé frente a él, como había ordenado. Abrí su pantalón y ahí estaba imponente esa verga… puse todo mi esmero en darle la mejor mamada que hubiera recibido. Comencé despacio, abriéndole camino en mi boca húmeda y caliente… poco a poco, comiéndola enterita, llenándola de saliva, entrándola y sacándola, despacito, para disfrutarla…

Le acariciaba las bolas sin dejar de mamar su verga. Su glande, tan suave y dulce, lo chupaba y succionaba, pasaba mi lengua por su alrededor, haciendo círculos desde la punta hasta la base del tronco. Baje hasta sus bolas, y las chupé largo rato, primero una, luego la otra, al tiempo que le hacia una rica paja. Subía y bajaba mi mano a lo largo de su miembro, y alternaba chupándole una bola, lamiéndole la polla, bajaba a la otra bola… mi mano nunca dejo de moverse y dar placer.

– «Eres una putita sucia, y las putitas sucias como tu deben tener siempre una rica polla en su boquita. Debes estar preparada para recibir mi semen.» – Me decía el muy cabrón mientras se la chupaba. Su voz sonaba cálida y varonil, lo cual aun me ponía mas excitada.

Yo ya estaba completamente mojada. Mi tanga estaba empapada de mis jugos, y me moría de ganas por que me cogiera. Entonces, sin avisar, él apartó su polla de mi boca, y así, arrodillada, me volteó. Subió mi vestido y echo la tanga a un lado… y en cuatro patitas, como las perritas, le ofrecí mi sexo, para su deleite, y yo para sentirme más zorra de lo que ya era.

Se agachó acariciando mi culito y mi coño, ya bien mojado a esas alturas. Al sentir la humedad me miró a la cara, sonrió y me propinó un azote bien fuerte que hizo temblar toda mi carne. Gemí, más por gusto que por dolor, mientras él volvía a acariciar. Dio otro azote, tan fuerte como el anterior en la otra nalga, y yo volví a gemir, sin protestar en ningún momento, porque aquello me estaba gustando tanto que no quería hacer ninguna objeción. Me sentía tan zorra así, con su mano recorriéndome, con el culo y el coño expuestos a su capricho, con los jugos empezando a bajar por mis piernas. Sentirme así me ponía más caliente todavía.

Siguió azotándome y tocándome hasta que sin previo aviso me penetró con fuerza, como si estuviera castigándome por lo zorra que estaba demostrando ser. Me embestía cuatro, cinco, seis veces, paraba y me pegaba unas nalgadas. Lo hacía fuerte, y me encantaba. Yo quería que dejara mis nalgas marcadas con sus manos, quería recordar esto por mucho tiempo. Repitió la jugada 4 o 5 veces, me follaba, me azotaba, y de vez en cuando, abría bien mi culo observándolo, como amenazando penetrarlo también.

En un determinado momento me abrió los botones de la blusa, dejando que mis pechos salieran de su prisión, y empezó a sobarlos, y a pellizcar mis pezones, ahora suave, ahora fuerte, mientras seguía penetrándome con fuerza con aquella verga que me estaba volviendo loca de placer.

– «Hay que ver qué puta eres, cómo te gusta que te clave la polla hasta el fondo. Sé que te gusta cómo te follo, zorrita mía, porque oigo tus gemidos y tus jadeos. ¡Cómo te gusta, perra!» – Su voz me ponía más enferma, más caliente.

Después de repetir varias veces la jugada, yo no pude aguantar y me corrí completamente, un orgasmo con todas las de la ley. Todo mi cuerpo tembló de placer y un inmenso torrente de flujos mojó al Sr. Domine hasta las bolas. Él se dio cuenta rápidamente de que había llegado al clímax, y tras agarrarme por el cuello, sacó su polla de mi chochito, y tras levantarme y ponerme otra vez de rodillas, me dijo:

– «Las niñas buenas, después de jugar con su papito, deben tomarse la leche antes de echarse la siesta».

Puso su dura y empapada verga en mi boquita para que yo recibiera su semen. La agarré, chupé con energía y succioné esa punta rosada deseosa de probar lo que venía. El sabor de mi coño estaba ahí, ácido y dulce, y yo lo degustaba mientras el Sr. Domine me sujetaba por el pelo y follaba mi boca con la misma energía que había usado antes en mi coño.

Me atraganté varias veces, al golpear su glande en mi garganta, y tuve que reprimir alguna nausea que provocó lágrimas en mis ojos. Pero él seguía follándome la boca, haciendo que mi saliva se escapara y fuera recorriendo su verga hasta mojar sus testículos. Hasta que, otra vez sin avisar, sabiendo que yo estaba allí solo para su placer, mi cliente me llenó con su leche espesa y caliente… Estaba divina.

– “No tragues, putita. Quiero que me la enseñes en tu boca antes de tomarla.” Mientras lo decía seguía embistiendo mis labios, derramándose sobre mi lengua, salpicándola una y otra vez.

Cuando acabó estiró de mi pelo separándome de él, y yo lo miré a los ojos con la boca abierta, mostrando mi premio y esperando su permiso para tragar. Él permaneció mirándome un ratito, secando mis lágrimas con su pulgar, hasta que decidió que ya podía tomarme mi lechecita.

– “Traga, putita, que te lo has ganado.” Y yo lo hice de inmediato.

Él volvió a meterme su verga, aún endurecida, en la boca, y me pidió que se la dejara bien limpita; no tenía tiempo para ducharse y tenía un compromiso a continuación. Yo lamí y limpié con mi lengua todos los restos, aún de rodillas, con la falda por la cintura y los pechos fuera de la blusa. Me gustaba tanto aquello que seguí y seguí chupando; tuvo que ser el Sr. Domine quien me dijera que ya estaba bien, que nunca la había tenido tan limpia.

A mi cliente se le hizo tarde para otro compromiso, por lo que debimos dejar la 3ra propiedad para verla al día siguiente. Antes de irse, me ordenó que el día siguiente viniera sin ropa interior, y que debía subir a su habitación a buscarlo, que había algo que quería enseñarme.

Desde ese momento me empezó a picar la curiosidad.

«Que será lo que quiere enseñarme el Profesor Domine?»