Un viaje por el metro se volvió algo muy cachondo

Hace tiempo que me encanta viajar en metro. La enorme variedad de gente que puedes observar en un viaje de apenas 10 minutos te invita a pensar acerca de lo diferentes que pueden llegar a ser nuestras vidas. En esta ocasión me gustaría compartir algo que me ocurrió hace tiempo.

Era viernes por la tarde y decicí dar una vuelta por el centro para desconectar de una dura semana de trabajo. Di un paseo hasta la boca de metro más cercana a mi casa mientras escuchabaa música, decidiendo adónde ir y qué hacer. Cuando llegué al andén levanté la mirada para comprobar en la pantalla cuánto tiempo faltaba para que llegara el siguiente tren, y al momento de percaté de que un chico me estaba mirando.

No soy excesivamente atractivo y suelo ir un poco encerrado en mi mundo, por eso no es habitual que la gente se fije en mí (algo que me gusta bastante, por cierto), así que me extrañó que el chico me mirara. Disimuladamente le devolví la mirada, aprovechando para mirarlo un poco más detenidamente. Era alto, moreno, con el pelo corto y muy buen cuerpo. La camiseta que llevaba marcaba sus brazos y sus pectorales, y se le adivinaba un buen paquete en sus calzonas ajustadas. Parece ser que me descubrió dándole ese repaso, porque cuando me quise dar cuenta me sonreía sin disimular.

Para mi alivio en ese momento el tren llegó al andén y nos subimos cada uno por una puerta, quedando sin embargo en el mismo vagón. Al cabo de tres paradas nos quedamos oslos en el vagón y me fijé en que seguía mirándome. Yo soy extremadamente tímido y no me atrevía a decirle nada, pero no podía apartar la mirada. Tras comprobar mi vacilación se acercó y se sentó enfrente de mí, sonriendo con mucha confianza. Estuvimos hablando durante unos 15 minutos hasta que lelgamos al centro. Tuve la gran suerte de que su plan era igual al mío, así que me lancé y le propuse tomar algo juntos. Enseguida él aceptó de buena gana.

Dimos una vuelta mientras seguíamos hablando hasta que llegamos a un bar pequeñito en una calle apartada, y tras dos horas de beber cerveza y seguir charlando fuimos subiendo la temperatura de la conversación. Antes de salir del bar para irnos otra vez para nuestra casa entramos los dos al baño, y mientras orinábamos uno junto al otro nos sorprendimos mirando la polla del otro, por lo que no dudamos más y nos besamos. nos separamos enseguida para que no nos descubrieran y nos llamaran la atención, pero ya nos costó meternosla otra vez en los pantalones. Salimos enseguida del bar y volvimos al metro, no sin aprovechar un par de veces para besarnos y magrearnos para mantener el calentón.

Tardamos unos 30 minutos en llegar a su casa, y para mi sorpresa en cuanto cerramos la puerta se desnudó completamente en un abrir y cerrar de ojos. Sus pectorales definidos y su vientre plano contrastaban con mi cuerpo con sobrepeso, pero no pareció importarle por el tamaño que había tomado su polla. Mediría unos 19 cm y era gruesa y curvada. Me apresuré en quitarme mi ropa y acompañarlo con mis 17 cm de polla, durísima del calentón que tenía.

Pasamos al salón, donde pusimos un poco de porno y nos sentamos en el sofá a tocarnos un poco mutuamente para ganar confianza. tras pocos minutos nos pajeábamos con intensidad mientras rozábamos nuestros capullos, que brillaban con las primeras gotas de precum. Tomé la iniciativa para evitar correrme antes de tiempo y fui bajando de su boca a su cuello, de su cuello a sus pezones, de los pezones a sus abdominales y… con una sonrisa pícara rocé su polla con mi lengua, provocando un escalofrío que lo recorrió por completo. Tras eso me dediqué a lamer sus pelotas mientras se la cascaba, notando de nuevo cómo sus músculos se contraían de placer con cada ataque de mi lengua a sus pelotas. Tras un par de minutos empecé a centrarme en su polla, llenándola de saliva mientras saboreaba su precum. Comencé subiendo y bajando por toda su polla con mi lengua, masajeando sus pelotas y volviéndolo loco de placer. Cuando iba a metérmela entera (o a intentarlo al menos) me apartó avisando de que si seguía se correría, por lo que cambiamos de posición y me tocó a mí recibir su mamada. Debo decir que no lo hacía tan bien como yo, pero sus constantes esfuerzos por tragarse toda mi polla me llevaban al éxtasis hasta quedarme al borde de la corrida varias veces.

Mi calentón iba en aumento, por lo que le propuse que pasáramos al 69, a lo que me respondió con un sonido gutural sin sacarse mi polla de la boca. Nos colocamos de lado en el sofá y comenzamos a follarnos las bocas mutuamente. Su polla me impedía respirar con sus embestidas, por lo que decidí poner mi mano en medio y marcar yo el ritmo. En ese momento su ritmo chupando mi polla también aumentó, por lo que dejamos de contenernos y dimos rienda suelta a nuestro calentón. Tras unos 5 minutos de intensa mamada mi polla no aguantó más y le avisé a duras penas de que me corría, a lo que él contestó tragándose toda mi polla y empujando su pollón contra mi garganta mientras su corrida me inundaba. Trallazos y trallazos de leche caliente llenaban y boca y mi garganta. Sorprendido y cachondo a partes iguales, tragué más y más leche mientras descargaba toda mi corrida en su garganta también. Caímos sobre el sofá sudorosos, excitados y agotados, pero con la sensación de haber hecho el mejor 69 de nuestras vidas.

Tras eso nos tomamos otra verceza mientras veíamos el resto de la película porno, a la que no habíamos hecho ni caso, comentando lo cerca que vivíamos uno del otro y las ganas que teníamos de repetir. Nos despedimos con un beso, nos vestimos y me marché a mi casa, donde me hice dos pajas inmensas rememorando el pollón que me acababa de comer, aprovechando hasta la última gota de leche que fui capaz de sacarme para bebérmela con gusto.

P.D.: espero que os haya gustado mi primer relato y os sugiero que hagáis todos los comentarios que os parezcan oportunos, si tiene buena acogida seguiré con la historia. Gracias por adelantado!