Un jubilado viaja a Argentina, vive la vida y no le importa nada más que divertirse, para el no es todo alegría, pero siempre se encuentra el lado bueno

 Este relato no sería posible sin la estimable colaboración de mi amigo Guilleos, un porteño auténtico.

 

 

Ya me iba ambientando, tanto en la ciudad como con sus habitantes, estaba encantado de la acogida que me dispensaban todos e iba haciendo amigos, me sentía eufórico y con ganas de comerme el mundo pero no todo eran alegrías.  Por la mañana decidí salir temprano por dos motivos, uno es que así desayunaría en algún sitio tranquilo y disfrutaría con el ir y venir de la gente y otro por no darles motivos para que me mandasen las mujeres ninguna tarea, me picaba la curiosidad del viejo del parque, admito que no tengo facilidad para entablar conversación con nadie pero me gusta escuchar a los demás sobre todo si tienen algo interesante que decir.

Como siempre tomé la ruta de la calle de Cuenca, era mi cordón umbilical para no perderme, crucé las vías del tren y ya estaba en el otro barrio o mejor dicho Villa, (Una Villa Devoto, otra Villa del Parque) la mañana era ideal y había mucho ambiente en la calle, estaba lleno de escaparates y todo me llamaba la atención sobre todo un anuncio en una fachada, debía ser una academia porque anunciaba en argentino como es lógico, “Terminá el secundario”, me hizo gracia el acento tan radical, no dejaba opción desde luego pero luego me di cuenta que la calle que cruzaba también se llamaba Nogoyá o sea que los acentos finales imperaban, decidí adaptarme a esta forma de hablar, no era tan exagerado como el francés que todo termina en acento final pero era lindo, (como dicen por acá), me desvié sin darme cuenta siguiendo la otra calle y seguí hacia abajo, en la esquina vi una cafetería, me senté en una silla en una de las mesas ubicadas en la vereda, pedí un café con una tostada, al sol de la mañana estuve mirando el ambiente, esta calle parecía ser más tranquila aunque las casas se alternaban igual altas y bajas, no me importó y luego seguí por ella, en una esquina vi el rótulo, se llamaba Helguera, tomé nota por si me perdía pero era paralela o sea que no había mucho problema, me crucé por la siguiente, me sonaba el nombre Baigorria… la del hotel, menos mal que me había avisado mi hijo, ¡mira si me planto allí y está cerrado!…

Continué por la calle pero me extrañaba el cambio pues no existía el ambiente comercial de la calle Cuenca, ésta era más tranquila sin apenas tiendas y temí haberme pasado o perdido, un poco más allá vi un lugar abierto al público, era una clínica médica con el nombre de la calle y me dirigí hacia allá para preguntar, un poco antes del patio de un edificio alto salió un hombre, tenía el aspecto de estar jubilado igual que yo y me decidí a preguntarle por el Parque Aristóbulo del Valle, justamente también iba a pasear y se ofreció a acompañarme, su ruta era tan poco precisa como la mía, éste caballero sí que era comunicativo, creo que le gustó hablar conmigo porque me contó muchas cosas que no sabía, era una enciclopedia andante, nos cruzamos con un joven con su mate en la mano y ese fue un tema que me aclaró hasta los más mínimos detalles…

  • El mate es una bebida que se comparte entre amigos, conocidos, con la pareja o no se comparte y se toma solo…  Además, el que toma mate tiene «SU» mate propio y cuando es de madera o calabaza se ha «curado» a gusto del que lo utiliza (según averigüé, éste es un proceso en que se deja un par de días adentro del mate yerba vieja ya utilizada y húmeda para que la madera o la calabaza absorba ese sabor)…  Hay tomadores de mate amargo que jamás permiten que en «SU» mate se ponga azúcar para endulzarlo porque lo «contamina»…  O colocar el agua tocando la bombilla para que quede yerba sin mojar, luego de varios mates, se cambia de lugar la bombilla y se sigue cebando en la yerba aún seca, los que saben muy bien de esto son los uruguayos, que salen con el mate en la mano y el termo debajo del brazo y una sola carga en el mate les dura todo el termo…  Es toda una filosofía «matera» a la que nunca le di bola…  Para mí, cuando en la yerba empiezan a flotar los palitos, cambio la yerba y punto…  Otro tema es jamás cebar el mate cuando el agua haya hervido porque quema la yerba y el gusto no es el mismo, amén de durar menos…  Hasta me dijo que me invitaría a probarlo en el primer sitio donde pudiera ser.

Al llegar al parque de una mirada localizó al viejo, también lo conocía de vista, era asiduo a sus charlas y fuimos hacia allí.  Rodeado de pajarillos comiendo de sus migas de pan, estaba como el día anterior que lo había visto, al vernos se alegró y comenzó su disertación, yo esperaba que hablara como en mi país que todo el mundo dice lo que piensa de cualquier tema pero el viejo, aunque sabe de Política y Políticos, de esto mucho no quiere hablar diciendo que:

  • “Esto es como con el Fútbol, cada cual tiene su “Librito de soluciones debajo del brazo” pero los Directores Técnicos y los que cobran por lo que hacen bien o mal, son otros” y opina que los Políticos, como ya está comprobado, “sólo buscan de llegar y luego permanecer por todos los medios”.

 

Yo me quedé mudo, no tenía más que reconocer su opinión pero intenté cambiarle el tema y acabamos escuchando también lo que  comentaba sobre las posturas ficticias de mucha gente.

 

  • “ Son esclavos de las modas, modismos e inculturas”, “Portadores de Conciencias acomodaticias”, “Caricaturistas de su propia existencia” o “Renegados” de sus Orígenes”

Como él les llama.  Otras veces el silencio lo llama o habla para sí y sus recuerdos u opta por caminar e irse para no conversar.  Estuve con la compañía del caballero que con el pelo y el bigote ya cano parecía que tenía algo de dificultad de respirar y no quise agobiarlo con mis preguntas pero quedamos en vernos pronto, el sitio y la compañía me agradaban mucho y parecía un aula de universidad pública.

Le pregunté qué podía ver por allí cerca pues ya no me daba tiempo para ir al museo y verlo tranquilamente y menos si iba con la esperanza de visitar a Carla pero me dio otra opción, no lejos de allí estaba el estadio de Diego Armando Maradona, aunque me confesó muy orgulloso que él era  seguidor del San Lorenzo de Almagro y que un día me enseñaría su estadio, se lo agradecí viendo cómo se le iluminaba los ojos aunque no soy muy forofo del futbol pero una cosa así no me lo debía perder.  De momento me encaminé hacia allí, pasaba por una calle donde había una gasolinera, también de una multinacional conocida y todo más o menos semejante, lo que no esperaba es que oyera mi nombre allí mismo.

  • ¡Pepe, hola Pepe!…
  • Hola ¿es a mí?…
  • Claro, ¿creés que hay muchos Pepes por aquí y como vos?

De atrás de un surtidor apareció Viviana, la madre de Corina como siempre iba vestida como si fuera a desfilar en una pasarela, maquillada y “entaconada”.

  • ¿Qué haces vos por aquí, que pareces un perro abandonado?
  • Mujer… un perro… precisamente iba a ver el estadio que se llama Maradona que no debe estar lejos.
  • No está lejos pero estará cerrado a estas horas, es mejor un domingo con partido, en la prensa podrás informarte.
  • ¿Y tú qué haces por aquí?
  • Estoy poniendo gasolina al auto, pensaba ir a comprar algo, me aburría en casa y he salido a despejarme, ¿por qué no me acompañas?
  • No sé… como igual cambias tan pronto de opinión y decides no ir a ninguna parte…
  • Mmm, ya sé por dónde vas, lo siento el otro día fui un poco brusca con vos, me di cuenta cuando llegué a casa, me acordé cuando me habías abrochado el vestido y sentí un escalofrío, no sé que me pasó, me dio miedo y huí de vos, perdoname por favor.
  • Sólo te perdonaré si me llevas a algún sitio bonito porque quiero invitarte a algo.
  • Bueno, eso no es difícil, iremos a una coctelera que conozco, te gustará, no está lejos de aquí.

El viaje fue corto, cuando me di cuenta estaba aparcado en la misma calle Cuenca, hacía un momento que había pasado por allí y cuando bajé esperé a Viviana, con sus tacones vertiginosos cruzó la acera y se colgó de mi brazo para entrar, a unos metros vi como venía en dirección a nosotros el caballero canoso que había compartido banco en el Parque, se quedó tan sorprendido como yo, seguro por diferentes motivos pero lo saludé y él me correspondió educadamente esbozando una sonrisa irónica.  En una mesa al fondo del local nos sentamos, no era la primera vez que Viviana iba allí pues la saludaron por su nombre y le sirvieron lo acostumbrado, un vermut blanco, yo pedí uno rojo, unas almendras para picar y algo más que pidió ella.  El camarero me preguntó, ¿almendras?, le dije que sí, cuando regresó con las almendras, me pidió disculpas y dijo que, menos mal que tenían porque es un pedido que no se estila…  Le conté que era español recién llegado y nos reímos ambos.

La conversación con Viviana, al principio, fue un poco tirante por mi parte, no me había gustado la acción del ascensor pero pronto Viviana desplegó sus armas de mujer y me hizo olvidar el enojo.

  • ¿Y?  ¿Cómo organizás la vida en Buenos Aires?
  • Pues voy preguntando y poco a poco voy recorriendo los sitios que me gustan, no tengo prisas y sí mucha curiosidad, voy haciendo fotos y las guardo, luego en España ya me haré un álbum con todas las mejores.
  • ¿A ver? -cogió mi móvil-… mmm… no están mal pero te falta una.

 

Con destreza buscó la cámara y abriéndose el escote se disparó varias fotos en ráfaga, luego me las enseñó.

Nunca le había agradecido tanto a mi hijo un regalo, éste teléfono tenía una cámara de una resolución fantástica, una serie de fotos del par de tetas de Viviana, todas enfocadas y sólo ribeteadas por el vestido que llevaba, en verdad que no usaba nunca sujetador ni falta que le hacía, en una de ellas asomaba la areola, tampoco había mentido en lo que era de piel y cabello moreno, porque el pezón debía de serlo igual.  Me tragué de un golpe el vermut que tenía recién puesto y pedí otro.  Estuve repasando las fotos una a una para ver si había alguna mal hecha pero no había ninguna para desechar, las guardé todas en la nube que me había explicado Javier.

  • ¿Qué tal, te gusta la colección?
  • No sabes cuánto, las voy a enmarcar.
  • Sí en la cabecera de tu cama, jajaja.
  • ¿Tengo esperanzas de comérmelas algún día?
  • No se puede decir “nunca jamás” o se puede decir “nunca digas nunca”, ¿no dicen eso?
  • Viviana, tienes la virtud de ponerme como un burro y luego enfriarme de golpe.
  • Lo siento, no lo hago adrede…

Se inclinó hacia mí y me besó en la comisura de los labios, cuando quise reaccionar y robarle un beso en la boca ya se había retirado lentamente.

  • ¿Tú ves?  Tengo la polla que voy a levantar la mesa y tú sólo me das un roce.
  • No te quejes que el otro día estuviste amasándome las tetas a tu gusto y no dije nada…
  • Sí y aún no me he lavado las manos desde entonces.
  • Jajaja, qué loco eres, algún otro día… si te portas bien…
  • El día que te pille me las pagarás todas juntas…
  • No es eso lo que dice Elena…
  • ¿Qué dice Elena?
  • Que no cogen desde hace mucho, mucho tiempo.
  • Eso… lo dice por… bueno dejémoslo estar, es mejor que me calle.
  • Mmm, que misterioso…
  • ¿Entonces tengo alguna esperanza?
  • Ya lo veremos pero también depende de vos.
  • No te veo con muchas ganas…
  • De eso no te preocupes, ya sabrás quien es Viviana.

Mi mano pasó por debajo de la mesa y le apretó una teta, la rodeé con toda la palma pellizcándole un pezón pero cuando iba a hacer lo mismo con la otra.

  • Un momento, por hoy ya está bien, sólo era una muestra, no te conviene acalorarte Pepe.
  • Me estás matando Viviana, sólo espero estar a la altura contigo, con mis años…
  • No te preocupes, mientras que “hay lengua hay amor”, Jajaja.

Indudablemente a Viviana le gustaba hablar con doble intención, a cualquier cosa le sacaba “punta” pero cuando yo me lanzaba más a fondo, la mujer se echaba hacia atrás, este juego el primer día me excitaba y me daba bastante morbo pero después de haberme demostrado que el tema iba por ahí ya

le cogí el tranquillo y era yo quien le hacía el mismo juego, estuvimos más de una hora tomando vermuts con hielo que a aquella hora entraban sin notarse.  Cuando por fin Viviana decidió que había “comprado” lo suficiente decidió volver a su casa, al verla tambalearse un poco sobre sus tacones de aguja preferí cogerla de la cintura y salir con cuidado hacia el coche, una vez en la calle el aire la despejó bastante pero no por eso la solté, ella tampoco hizo mención para que lo hiciera y paseando fuimos a buscar el auto que estaba aparcado más adelante.

De una librería salió el caballero que había conocido, era una casualidad el haberlo visto tres veces en un rato, ahora llevaba una bolsa de papel con unos libros, la sonrisa socarrona que me dedicó no me extrañó al verme reflejado en un escaparate abrazado a la cintura de una bella mujer, con unas tetas exuberantes y un culo que sin ser exagerado servía de apoyo a mi mano.

Le pregunté seriamente a ella si estaba en condiciones de conducir, me miró sorprendida de que lo dudara y se coló dentro del coche, yo eché a andar calle arriba hasta que su coche se detuvo a mi lado y bajó la ventanilla.

  • ¿Un caballero español dejaría irse a casa a una dama argentina sola y desvalida?

Cerré los puños en los bolsillos, presentía lo que me iba a pasar, con unos muchos años menos habría seguido mi camino, o no pero ahora me sabría muy mal tropezar en la misma piedra.  Cuando abrió la puerta del coche invitándome a subir, me flojeaban las piernas, a mí los Martini también me había afectado pero para bien, estaba decidido a todo y puse el brazo sobre su respaldo, con los dedos le hacía rizos en la nuca que ella intentaba evitar, recorría los dedos por el canto de las orejas para llegar al lóbulo hasta que notaba que perdía la concentración al volante, su casa no estaba lejos pero la fortuna me sonrió al tener un camión de reparto delante que apenas cabía por la calle y nos obligaba a detenernos a cada momento.

La mano recorría su cuello que ya presentaba un sudor evidente, el mentón lo levantaba para que yo paseara mis dedos por su garganta y cuando llegamos a su casa incluso la falda la llevaba más subida de lo normal intentando refrescarse.  Me hice de rogar a mi pesar, abrí la puerta con sus llaves y le cedí el paso para luego devolverle las llaves y darle la mano como despedida, ella me miró fijamente y no me soltó la mano, es más, tiró de ella haciéndome pasar adentro.

No dejó de mirarme cuando cerré la puerta tras de mí empotrándola contra la pared, mis manos acudieron directamente a sus tetas y ella me rodeó el cuello, con mi boca recorrí todos los sitios donde le había acariciado con los dedos en el coche, a estirones le subí la blusa por la cabeza y quedó sólo con la falda, las dos tetas estaban a mi vista, eran mucho mejor de lo que yo había imaginado y metí la cara entre ellas, no sabía cual elegir, las besaba y lamía sin ningún orden.  Viviana viendo mi ceguera por sus peras me las ofreció juntándolas para que las comiera a la vez, con las manos libres la cogí de las nalgas y la atraje hacia mí, odie mi cumpleaños, con sólo veinte años menos la habría podido sentar a la grupa en mi polla pero ahora tenía que concentrarme mucho más y esperar que ella me animara con dedicación, parecía que se contentaba con darme a comer sus tetas, estaba orgullosa de ellas no sin motivo, a muchas jóvenes les habría gustado tener aquellas dos maravillas, busqué debajo de su falda, ella evitaba abrir las piernas pero mi mano no estaba para remilgos y llegué a rozar las bragas.

Sólo rozar porque en ese momento el teléfono sonó, fue como si desde lo alto de la puerta de la casa me hubiera caído el cubo de agua de la típica broma.  Viviana con la excusa de responder se me escurrió como una anguila de las manos, con las tetas bamboleando llegó al teléfono y jadeando respondió…

  • ¿Hola?, ¡Ah! eres tú, dime Corina, si… acabo de entrar en casa, si… por eso estoy un poco sofocada… vale lo que quieras, esta tarde nos vemos, cuídate, besos al peque.
  • ¿…?
  • Era mi hija no sé que quería, ya no me acuerdo estaba muy nerviosa, parecía que me veía a través del teléfono con las tetas chupadas por ti.
  • Ya, me habría gustado seguir chupándotelas mientras hablabas con ella.
  • Calla serías capaz, se habría dado cuenta.
  • Bueno… podemos seguir donde lo dejamos pero por favor descuelga el teléfono.
  • Eeeeeh… mira Pepe, sé que estaba desatada y muy a gusto con tu compañía pero ahora no puedo, se me ha cortado, lo siento, tengo que estar inspirada, ¿lo dejamos para otro día?
  • Claro, qué remedio, inspirada… vaya con la inspiración, yo ya casi estaba “inspirado” también.

 

Salí de casa de Viviana resoplando como un toro de lidia, no le atendí cuando se ofreció a llevarme a casa y marché con paso rápido, ya era hora de comer y aún sin hambre tenía ganas de llegar a casa.  A gusto me habría quedado a comer con Viviana, luego una siesta hasta bien entrada la tarde y después otro polvo y luego despertar, claro, ¡que iluso soy!

Cuando entré en casa Javi estaba llorando, también era su hora de comer y Corina me pidió que se lo sostuviera mientras ella se preparaba, cuando se lo devolví mi mujer estaba en la cocina y Corina me dijo al oído.

  • Mmm, ¡qué bien hueles Pepe!, ¿a ver?  Si, te huele la cara muy bien también y ¿sabes una cosa? reconozco ese perfume, yo se lo regalé a mi madre y… algo más… se lo acostumbra a poner entre las tetas, dice que así huele más y con el sofocón que llevaba…
  • No sé, pasé a una tienda y me puse de una botella de demostración…
  • ¡Aaaah! claro, no lo había pensado pero con lo que vale ese perfume no lo venden en cualquier tienda peroooo podría ser, otra cosa… ¿porqué no te lavas antes de comer?  Elena tiene un olfato de  mastín.

Seguí el consejo de Corina y me vino bien, cuando me senté a la mesa Elena me dijo que olía muy bien, a fresa, le conté lo del probador y se quedó convencida.  Corina me miró y disimuladamente se apretó una teta, yo en agradecimiento me mordí el labio inferior.  Por la tarde salí otra vez con la esperanza de ver a alguno de mis nuevos amigos, ni uno ni otro estaban en el parque, supuse que el motivo sería el cambio del tiempo que se había vuelto desapacible, volví pronto a casa porque el cielo amenazaba lluvia y lo acerté ya que al momento de entrar empezó a tronar, comenzaron a caer gruesas gotas de agua y la tormenta no cesó hasta una hora después.  Pasé la tarde con mi nieto, cada vez se notaba cómo iba cogiendo fuerza y ya se tenía sentado, a las gracias que le hacía me premiaba con una sonrisa con sus encías rosadas, a Corina se la notaba contenta cuando el niño estaba conmigo, sabía que no iba a llorar, quizás por eso me premiaba de vez en cuando y, sabiendo mi debilidad secreta, se inclinaba de forma que me encandilaba con sus tetas a rebosar de leche.

Al día siguiente vino Carla pues era su día programado, en casa estaba toda la familia, Elena y Corina se ocupaban de lo más leve de limpieza mientras la chica seguía con sus labores, desde el primer momento advertí cierto cambio en su carácter, estaba más comunicativa y esperó a que las mujeres estuvieran juntas en la habitación arreglando los armarios para acercarse a mí en otra  estancia y entonces me dijo…

  • Pepe tengo una sorpresa para vos, quiero que veas que te he hecho caso.
  • ¿Para mí?, a saber qué se te habrá ocurrido.
  • ¡Mirá, fijate!

Se colocó detrás de la puerta y en un momento se abrió la camisa, se quedó quieta y me dejó admirar el sujetador nuevo que llevaba, quizás era de una talla más acorde a su necesidad por lo que abultaba menos pero al bajarse las copas vi que las tetas eran las suyas y además sin los pelillos que le afeaban los pezones, había comprendido que sin ellos estaba más natural y aunque con menos talla se sentía más a gusto, cuando volvió a subirse las copas sobre las menudas peras se bajó una manga y me enseñó la axila, ¡SE HABÍA DEPILADO!

  • ¿Qué te parece?  Me ha ayudado mi compañera de piso, me ha dicho que aunque a mí me gustara con vello, a vos te gustaría más así, lo he hecho pensando en vos.
  • ¡Oh!  Carla, me has sorprendido, no creí que lo hicieras, no te mentí cuando te dije que me gustaban todas las chicas con o sin pelo pero el detalle de quitártelo ha sido una muestra de afecto que no merezco pero … ¿te has depilado todo, todo?…
  • Noooo, eso te lo he dejado para ti, puedes hacerme lo que quieras, mi amiga me ha dicho que con la cantidad de pelo que tengo y tu imaginación se pueden hacer maravillas.
  • ¿Le has contado a tu amiga todo eso?
  • Sí, tengo mucha confianza con ella y… lo otro también.
  • ¿Lo otro… te refieres a tu virgo?
  • Claro, siempre me estaba diciendo que no comprendía que con los años que tengo todavía estuviera así, que parecía una niña tonta y le repliqué que ya me quedaba poco y tuve que contarle que ya tenía un hombre de verdad para hacerlo, tú.
  • ¿Y qué dijo ella?
  • Le encantó y está muy ilusionada, incluso me ha dicho que está deseando conocerte, le da mucho morbo y me ha dicho otra cosa…
  • A saber que te habrá dicho esa niña.
  • ¿Niña?, si tiene veinticinco años y más novios que pelos en el… bueno ahí ella no tiene, me ha dicho que nunca lo ha hecho con un hombre mayor…
  • Yo soy más que mayor Carla…

 

Eso le dije yo pero me aseguró que sabía cómo hacerte sentir joven otra vez.  Ante el rumor de pasos me puse a arreglar la escalera que casi provocó la caída de Carla, no tuve más que enderezar un soporte y volverlo a su sitio además de advertirle que no hiciera números circenses encima de la escalera.

Por la tarde sonó el telefonillo de la puerta, la voz de Viviana contestó cantarina desde la calle, parecía que venía muy contenta como si nada hubiera pasado, esperé a que llegara el ascensor al rellano y apenas le dejé la puerta abierta para que entrara y pasé al salón.  Corina saludo a su madre y Elena le correspondió a un beso fingido en la mejilla, como siempre iba maquillada como si fuera a un sarao nocturno, los labios impecables, lo mismo el vestuario.

  • Vaya mamá te veo espléndida parece que tienes una cita con algún caballero.
  • Qué más quisiera, a mi edad ya no me hacen caso los hombres y no es porque a mí no me gusten pero no tengo suerte, parece que les doy miedo.
  • ¡Qué dirá Pepe!, parece que él no opina lo mismo ¿verdad marido?
  • Pche!, no puedo negar que Viviana sea una mujer muy apetecible pero no todo es eso para un hombre, a veces se valora más otras cosas… no todo son tetas y culos.
  • En eso mi marido es un poco especial, cuando nos conocimos yo me ponía toda provocativa para conquistarlo, así estuve un tiempo hasta que un día no pude salir porque tenía trabajo en casa y cuando me vino a buscar estaba sólo con la cara lavada y una bata, me da vergüenza recordarlo pero me cogió en brazos y me llevó a mi cama, mis padres estaban en la habitación de al lado, estábamos pintando el comedor y me esperaban para subir a la escalera pero Pepe no me dejó y me tiró sobre la cama y me folló hasta volverme loca, nunca lo había visto tan salvaje, estaba desatado, me la metió por todos lados, no pude negarme, como la radio estaba fuerte en el comedor no oyeron los gritos y jadeos que daba cuando me corrí pero le dejé la espalda llena de arañazos, es una fiera cogiendo como decís vosotras pero cuando pierde el interés por alguien… mal, parece que se borra de su agenda.
  • Mmm, ya quisiera yo encontrar a un hombre así, que me tratara como su esclava a veces.
  • No creas, lo normal es que sea muy tierno, que te trate como a una reina, te dé lo que necesitas y en el momento justo, es un amor de hombre.
  • A mí también me gustaría un hombre así y no quiero decir que Javier mi marido no lo sea, pero Elena lo ha contado de una forma…

Corina se apretaba las tetas mientras entornaba los ojos, sin duda se estaba imaginando la escena y su madre no se quedaba atrás, sentada en una silla se llevaba las manos entre los mulos cruzando las piernas, mi mujer gozaba viéndolas suspirar.

Al momento sonó el teléfono de Viviana, parecía que lo estaba esperando pues lo abrió y contestó coqueta…

  • ¿Hola?, ¡Ah!… ¿Sos vos Javier?…que ¿llegas en un rato al aeropuerto? claro que puedo ir a buscarte, así Corina cuidará del niño… vale, chau.
  • No te preocupes, nosotros podemos quedarnos con Javi y Corina que vaya a por su marido.
  • No, no hace falta yo ya estoy arreglada y no me cuesta nada ir a recoger a mi yerno.

No llegué a asimilar la conversación pero algo dentro de mí no me cuadraba.  Viviana salió inmediatamente al aeropuerto y cuando volvió con Javier habían pasado casi cuatro horas, con una sonrisa bastante forzada justificaron la tardanza en un retraso en el avión y en el endiablado tráfico de la tarde, pude ver cómo Corina a la vez que besaba a su marido olía su cara, con la nariz husmeaba y me pareció que no le gustó lo que olió.

Por la noche en la cama mi mujer hizo algo que no acostumbraba desde hacía mucho, con el tiempo la monotonía había hecho mella entre nosotros, parecía que ya estaba todo dicho y vivíamos sin sobresaltos emocionales por eso me extrañó que al rato de acostarnos noté cómo su mano hurgaba dentro de mi pijama, yo estaba dormido pero me desperté al contacto, en otras ocasiones ya había pasado pero mi polla no había reaccionado, esta vez mi cabeza empezó a recordar… la mano de Malena obrando el milagro bajo la manta del avión, las tetas de Corina tan tiernas y llenas de leche, sabrosas y duras y su coño… qué coño más delicioso, lástima que estuviera todavía convaleciente y Viviana con sus vaivenes emocionales pero con aquellas peras que daba y quitaba a la vez… mi polla empezó a crecer como un caracol cuando le sale el gajo del caparazón, ésta vez Elena no desistió enseguida y siguió frotando el gusano dormido, sabía de mi debilidad y me retiró el prepucio hacia atrás y con las yemas de los dedos acarició el frenillo.

Ya no hubo vuelta atrás, poco a poco fue cogiendo consistencia hasta llenarle la mano, lo siguiente que noté fue la humedad de su boca, ya me había abierto el pijama y estaba con la sábana retirada, de rodillas a mi lado su cabeza subía y bajaba entre mis muslos, el ruido que hacía al chupar  demostraba el ardor que ponía, mi polla llegó a su punto culminante y Elena pasó una pierna sobre mi y se metió la polla entre los labios del coño, ya se había lubricado con saliva y casi no la noté entrar, sólo sus músculos me recibieron masajeándome dentro de ella, se quitó el camisón y se tumbó sobre mí dejando sus tetas paseándose sobre mi pecho, después de morderme en la oreja me dijo…

  • Mmm, parece que el agua de Buenos Aires te sienta bien, muy bien diría yo, parece que ha hecho efecto la historia que he contado ahí afuera, ¿qué te ha parecido, lo he hecho bien? pero no te emociones que no fue para tanto, creo que a Viviana y a lo mejor a Corina les hacía falta una lección de humildad y deben saber que todo no es lucir el palmito, es para que veas que no estoy ciega del todo.

Ya no hubieron más reproches, Elena saltaba sobre mí como en sus mejores tiempos, el colchón y la cama crujían y en el silencio de la noche se amplificaba el ruido, incluso gritó cuando le llegó el ansiado orgasmo, quiso dejarme el recuerdo de sus uñas en mi espalda y cuando me vacié dentro de ella se abrazó a mí demostrándome que me quería igual pese a mis devaneos, estaba segura de mi amor por ella aunque sabía de mi flojedad ante unas faldas.

Esta noche no sólo hubo ruido y movimiento en mi habitación, en la alcoba de Corina mi hijo también parecía que tenía ganas de sexo pero a diferencia de la mía parecía que no había mucho consenso, mi nuera no estaba muy receptiva después de la serie de detalles que venía observando en Javier, la actitud que tenía con su madre no era de su agrado, la conocía demasiado bien para confiar en que ella tuviera alguna reserva con él por ser su yerno pero lo que más le ofendía en que la prefiriera más que a ella siendo más joven y guapa, parece que tras una breve discusión mi hijo pudo capear el temporal y al poco rato el colchón de su cama chirriaba igual que el mío.

Mi hijo Javier nos había traído unos regalos del viaje que había hecho a la zona de Mendoza, a las mujeres unos detalles que les gustaron bastante, a mi una caja de botellas de vino, se lo agradecí como si fuera oro y aproveché la ocasión para insinuarle que debía tener cuidado con Viviana pues Corina se había dado cuenta de que algo pasaba y nosotros también, no queríamos entrometernos en la pareja pero era una pena que tuvieran problemas por la coquetería de Viviana, por lo menos pude hacerle reflexionar un poco.

Por la mañana salí como de costumbre, la calle Cuenca ya la tenía paseada pero fui al parque acostumbrado, ésta vez no tuve suerte el viejo filósofo no estaba o quizá ya se habría ido pues frente al banco habían unas palomas y unos gorriones picoteando unas migas.  El que no faltó fue mí nuevo amigo, nada más verme esbozó una sonrisa maliciosa, lo primero que hice fue saludarlo y agradecerle su consejos regalándole una botella de las que me había traído Javier, según me aseguró era de reserva y muy buena calidad, apreció el regalo ya que era buen aficionado al buen vino y a los cigarros puros, lástima de no haber traído unos cuantos que tengo en España, son habanos pero con las restricciones del tabaco ya no hay casi nadie que los fume.

Estuvimos hablando sobre los problemas de fumar pero se estuvo conteniendo hasta que muy diplomáticamente me dijo…

  • Le doy mi enhorabuena Pepe, tiene usted una señora muy hermosa, sabía que las españolas eran muy bellas pero la suya… ¿cómo me dijo que se llama?
  • Elena, se llama Elena, bueno no, se llama Concha pero como vosotros a la concha le dais otro sentido le hemos bautizado Elena pero no era mi mujer… era…
  • ¡Oh! perdón, no lo podía saber pero lo de hermosa no lo retiro, era toda una señora estupenda, ¿familia?
  • Sí, si familia… es mi consuegra, se llama Viviana y de verdad es muy guapa, se cuida mucho y es bastante joven, no piense mal estábamos…
  • No por favor no tiene que justificarse, yo la habría agarrado o sujetado igual… por si se caía. Jajaja.
  • El caso es que nos encontramos y la invité a tomar algo, lo cierto es que varios vermuts y conversamos… bueno quizá demasiado y la cosa casi se nos va de las manos.
  • Pues usted la tenía bien apretada…
  • Eso creía yo pero tiene un arte para escurrirse…
  • Si me permite un consejo de pescador, a veces para pescar a un pez gordo hay que darle hilo y después recuperarlo varias veces, si tira demasiado igual se rompe el sedal…

Me lo dijo con un tono misterioso, tenía un aspecto astuto, con ojos penetrantes, debía haber vivido mucho y tenía mucho de sicólogo pero me hizo pensar, la alegoría del pescador se me quedó grabada, el caballero dio por terminado el tema y preguntó si ya había probado el mate, le dije que no había tenido ocasión pues en mi casa no se acostumbraba y él de una bolsa de papel sacó dos calabazas, en el asiento del banco del parque improvisó la mesa y con toda ceremonia me fue explicando cómo se elaboraba el brebaje.  Cuando me lo dio a probar primero lo hizo con el suyo, la temperatura y todo lo demás parecía estar a su gusto y me dio luz verde, mientras chupaba de la “bombilla” miraba los gestos que hacía yo.  Esperaba un sabor parecido al té o al poleo o la menta, al tomillo, manzanilla, no sé cualquier infusión que había tomado anteriormente con la bolsita aséptica colgando del hilito pero aquello era hierba pura, amarga y fuerte pero… tenía algo que gustaba, después del primer trago ya era más llevadero, advertí que con la conversación cambiaba el sabor y mientras mi amigo me iba dando instrucciones para ver nuevas cosas acabé el liquido sin darme cuenta.

Me informó de los sitios típicos que aunque demasiado manidos para los turistas no debía perdérmelos e incluso me aconsejó los colectivos que debía tomar y que tuviera paciencia pues llegar me costaría casi dos horas y después me avisó del gentío que podría encontrar pues eran zonas eminentemente turísticas, no se equivocó y aunque según decía, hacía mucho tiempo que no bajaba al barrio viejo, todo parecía estar igual.  Cuando después de un rato largo de viajar en ómnibus y atravesar la ciudad llegué al barrio de La Boca y me dirigí a uno de sus sitios turísticos preferidos, “Caminito”…  Aquí el tiempo parecía detenido en una pausa como en una película, las casas de un colorido completamente anárquico hacía en conjunto una sensación de ambiente popular que junto al rumor de pisadas y conversaciones en distintos idiomas, con un suelo adoquinado y lleno de tiendas de recuerdos y locales con comidas y bebidas se unía el mercadillo que estaba montado de ropa y cualquier cosa que pudieras imaginar, apoyados a las paredes atriles con láminas de paisajes alegóricos y artistas que in situ ofrecían sus trabajos a cualquier curioso, los dibujantes hacían sus caricaturas y en puestos provisionales se vendían tickets para espectáculos de tangos con cena incluida.

Lo que más me llamó la atención eran las fachadas tan ornamentadas incluso en algunas tiendas habían muñecos vestidos de tangueros o incluso de futbolistas muy admirados, por doquier la bandera albiceleste, con cualquier motivo como es lógico.  Estaba absorto mirando los escaparates de una tienda de recuerdos cuando a mi espalda oí conversaciones en un idioma completamente incomprensible para mí, al ver los rasgos de sus ojos y sus cámaras en ristre delataron su procedencia, al frente de ellos una varilla con una banderita blanca con un círculo rojo, por pura curiosidad miré hacia abajo y vi que la portadora de la bandera era nada menos que Malena, la chica iba pendiente de que no se le extraviara ningún turista haciendo fotos a la vez que les contaba curiosidades e historias de “Caminito”,lugar turístico de apenas o casi 150 metros de longitud.

Disimulando me fui acercando sin querer hacerme notar, aunque no me habría servido de nada pues el japonés no es mi fuerte precisamente, hasta que desde atrás de un señor con gorrita de baseball me vio.  La expresión de su cara cambió tan radical que todo el grupo se volvió hacia donde yo estaba, se iluminó al reconocerme y con una parrafada les dijo a los turistas que les daba un rato libre para hacer fotos y comprar chucherías, las mismas caras aparentemente inexpresivas sonrieron y empezaron a aplaudir y saludar haciendo pequeñas reverencias cuando vieron a Malena venir hacia mí y abrazarme dándome un beso en la boca que hasta yo quedé pasmado, entre ellos comentaban el encuentro sobre todo los más grandes o mayores, sin despedirse de ellos se me colgó del brazo y tiró de mí alejándonos del grupo.

  • ¡Qué alegría me das Pepe!, no esperaba volver a verte y eso que siempre que salgo a trabajar me fijo por si acaso estuvieras entre la gente hasta hoy, ¿cómo estás y Concha?  Jajaja, perdona pero se me hace raro.
  • Yo también me alegro mucho de verte, de hecho he estado deseando venir por los sitios más emblemáticos por si acaso te veía, por cierto estás guapísima con ese atuendo casi oficial y esa placa de identificación, me gusta todo menos lo de la banderita, jajaja, mi mujer ahora se llama Elena, la han “bautizado” en mi familia por lo que tú ya sabes.
  • Jajaja, a mí tampoco me gusta llevar la banderita, antes llevábamos el número de grupo pero los turistas mayores se olvidaban y perdíamos más tiempo buscándolos que explicando monumentos.
  • ¿Y Fernando, tu marido, cómo está?
  • Muy bien, está trabajando en el club, están ensayando por la mañana para luego actuar por la tarde y la noche, es un club que sirven cenas a la vez que hacen un show de tangos, si quieres podemos acercarnos a verle, seguro que le gustará verte, muchas veces hablamos de vosotros, sobre todo de ti nos caísteis muy bien especialmente a mí, jajaja, ¿te acuerdas?… tuvimos un viaje movidito.
  • ¡Cómo voy a olvidarlo!  Ha sido el mejor viaje de mi vida.
  • ¡Mira!  Ahí trabaja Fernando, vamos a entrar, ahora está cerrado al público.

No había nadie en la entrada, ni portero ni nada, sólo una taquilla vacía y tras unos cortinajes de terciopelo rojo se pasaba a un salón con varias mesas, parecía que estaban montadas para que vinieran de un momento a otro los clientes, en un pequeño escenario poco iluminado habían cuatro sillas, en ellas estaban sentados los músicos, me costó reconocer a Fernando, lo hice al ver en su mano el bandoneón, los demás llevaban un violín y un contrabajo, el otro estaba sentado delante del teclado de un piano, sobre él varios vasos largos.

Ellos no nos vieron hasta llegar a los pies del escenario, sólo nos separaban unos pocos metros con el piso de madera desgastado seguramente por los zapatos de los bailarines, en la oscuridad del patio casi no se nos veía.

  • Hola Fernando, ¡mira a quien te traigo!
  • Hola Pepe, ¿cómo estás?  Parece que no te pierdes por la ciudad, me alegro de verte, ¿te gusta el sitio donde trabajo?  Bueno si se puede llamar trabajo, jajaja, con buenos amigos, música y divirtiendo a los demás.
  • Ya me gustaría mí este plan, lo preferiría a estar jubilado y estar paseando sin rumbo la mayoría de las veces.
  • Pues si quieres podemos tocar algo para ti, ¿verdad compañeros?

El corrillo de músicos se volvió mirándome con curiosidad, sonreían condescendientes, estaban hartos de tocar toda la mañana, siempre las mismas canciones y entre trago y trago fumando un cigarrillo, el humo creaba el ambiente propicio, no parecía que estaban animados por volver a tocar, ya era hora de comer y mi  visita era más un fastidio que otra cosa.  La cosa cambió cuando el hombre del piano empezó a teclear unos acordes aparentemente inconexos, poco a poco iba hilando una melodía, los demás músicos se fueron uniendo a la melodía, primero el contrabajo, ya había un ritmo, luego el violín y por último el bandoneón de Fernando, fue como una Jam Sessión versión tango, cuando Fernando se unió ya todos los compañeros empezaron a interpretar con rabia el tango “Por una cabeza”, parecía que me lo hubieran leído en la frente pues es una canción que me encanta.

Malena me hizo sentar en el suelo del escenario, parecíamos dos niños en el recreo de la clase mirando embobados a los músicos pero la guinda del pastel aún faltaba por llegar, entre las cortinas del fondo apareció una cabeza y al momento dos, salieron de golpe, una chica y un chico, debían estar cambiándose ya para salir a comer y sólo iban vestidos a medias, el chico con el pelo engominado y la pajarita desatada sobre la camisa blanca y el pantalón alto, la chica con un top y un short negro también ceñidos, los zapatos todavía no se los había quitado y habían estado mirando entre bambalinas desde que empezó a sonar el piano, sin decir nada nos saludaron inclinándose ante Malena y yo y se enlazaron bailando el tango con un placer que seguro no hacían en sus rutinarias actuaciones, se entregaron al baile con toda la pasión del momento.  Malena me miraba, yo estaba tan emocionado que no podía ni hablar, no podía mirar a otro lado que a la pareja que a un metro giraba de una manera que exhalaba sensualidad y emoción, cuando terminó se hizo el silencio, me había quedado maravillado y cuando Malena me tocó en el brazo me abracé a ella, con aquel abrazo hacía extensivo a todo el grupo de artistas, uno por uno me habían llevado a las nubes, estaba sumamente agradecido, era el mejor regalo que podían darme.

La bailarina vino hacia mí y cogiéndome de las manos me levantó, luego me abrazó y su compañero me estrechó la mano, luego desaparecieron por donde habían salido dando palmas de agradecimiento, los músicos me rodearon y estuvieron bromeando sobre la cara que ponía mientras tocaban el tango, el bajista escanció un trago en un vaso y me lo ofreció, brindamos por el encuentro, la garganta  se me bloqueó por la emoción y el alcohol que llevaba el vaso.

  • ¿Qué te ha parecido Pepe?
  • Uf, no podía soñar nada parecido, no sólo habéis tocado para mí solamente sino con la forma que habéis interpretado, uno a uno uniéndose al ritmo y para colofón vuestros bailarines, una delicia, gracias a todos, de verdad.

Salimos del club y fuimos a buscar al grupo de japonenses, Malena con la bandera en alto los iba atrayendo poco a poco hasta que los contó y estaban todos, eran gente muy ordenada y no se habían alejado demasiado, me dijo que los siguiera, no entendía nada de lo que les explicaba pero me vino muy bien pues vi cosas y detalles que se escapan a los turistas solitarios, pronto los llevó al autobús que los devolvería a su hotel y después de asegurarse que estaban todos se despidió de ellos.

  • Bien, ya he terminado por ahora si quieres te invito a comer, he quedado con Fernando en un pequeño restaurante donde comemos todos los días.
  • Mmm como quieras, no sabía que comieras con tu marido.
  • Jajaja, ¿qué te pensabas, que no nos veíamos en todo el día?, estamos casi siempre juntos.

Volvimos por nuestros pasos y en la puerta del club nos estaba esperando Fernando, ya había reservado una mesa en otro restaurante mejor, querían celebrar el encuentro y cuando nos sentamos pidió el menú de degustación, empezaron a traernos una cantidad de platos distintos, típicos todos ellos de Buenos Aires, no faltaba el asado y otros que normalmente no probaban los turistas pero que estaban tan ricos o más, después del postre estuvimos hablando de todo un poco, al poco rato Fernando tuvo que irse a preparar la tarde y Malena y yo todavía estuvimos tomando otro café.

  • Cuéntame Pepe ¿cómo te va la vida por acá?  ¿Te aburres o te vas ambientando?  Aunque conociéndote seguro que ya tendrás historias que contar, sobre todo femeninas.
  • Jajaja, no que va, no he tenido suerte, las mujeres argentinas me esquivan.
  • ¿Seguro?, yo creo que no es verdad porque antes de bajar del avión ya te habías corrido en la boca de una argentina y le habías palpado las tetas a tu gusto, si eso no es empezar bien…
  • Eso fue extraordinario pero no todas las chicas son como tú, fue una suerte conocerte, hasta ahora están jugando conmigo.
  • ¿Con un hombre hecho y derecho?  Bueno las mujeres argentinas a veces somos un poco tímidas al principio pero ya verás como si sabes conquistarlas te darán lo que quieras, ¿no has visto a los bailarines de tango?, es un juego de seducción y posesión.
  • Pues conmigo no es así, sólo me prometen pero no me dan nada.
  • Jajaja, qué impaciente, tranquilo a lo mejor le gustan los tipos duros…

Estábamos haciendo tiempo hasta que viniera el siguiente grupo de turistas, esta vez era norteamericanos, del bolso sacó la bandera y la preparaba cuando sonó su teléfono.

  • ¡Hola!  Si dime… ¡oh no!  ¿Cómo ha sido?  Y… ¿no llegarán a tiempo?, bueno… llámame cuando pueda ser.
  • ¿Algún problema?
  • Sí pero nada grave, el grupo que tenía que llevar ahora acaba de llegar al aeropuerto y no les dará tiempo a alojarse en el hotel, ya vendrán otro día.
  • ¿Entonces no trabajas hoy?
  • Pues hoy de momento no, si quieres te puedo dar una visita guiada, no vas a encontrar otra guía mejor.
  • De eso estoy seguro.

Intenté pagar pero ya Fernando lo había hecho, salimos a la calle, nos metimos por las calles con las casas pintadas con las fachadas de todos los colores, me llevó nuevamente hasta la famosa calle que todos buscan para hacerse la foto de recuerdo y cuando ya lo habíamos hecho se paró y me miró.

  • Ven conmigo, he tenido una idea y creo que te gustará.  Me llevó por varias calles hasta un portal, parecía un hotel pero no ponían cartel ni nada, habló con una señora que estaba en la conserjería y ésta le dio una llave.
  • Es un alojamiento por horas más o menos, si alguna vez estoy cansada me vengo aquí y descanso hasta el próximo trabajo, ¿te apetece una siesta conmigo?
  • ¿Me lo preguntas a mí? me encantaría no podrías tener mejor idea, no me atrevía a pedírtelo.
  • Lo suponía, no dejas de mirarme las tetas…

Al entrar en la habitación Malena me rodeó el cuello con sus brazos y fue besuqueándome la cara y el cuello mientras me iba empujando a la cama, cuando tropecé con ella me empujó dejándome tumbado mientras que ella se quitaba la credencial de guía y después se abría la camisa.

  • ¿Quieres ver lo que ya has tocado?  A lo mejor no te gustan.
  • Claro que quiero, he soñado muchas veces con ellas, seguro que son mejor de lo que me he imaginado.
  • Veremos si es verdad.

Se fue abriendo poco a poco los botones, a cada uno de ellos se abría las solapas y las volvía a cerrar con cada ojal hacia lo mismo hasta llegar a donde asomaba el sujetador, me dio un vuelco el corazón, estaba desesperado de impaciencia para ver las maravillas que me enseñaba tan lentamente pero Malena estaba decidida a hacerme sufrir, me daba la impresión que iba a tratarme como Viviana, fue abriendo la camisa y cuando ya tenía todos los botones abiertos se soltó el sujetador por detrás, se lo sacó por una de las mangas y abrió apenas la camisa para demostrarme que tenía ya las tetas sueltas, yo, apoyado en la cama con los codos, estaba desesperado y me incorporé para meter las manos entre la camisa pero Malena la cerró privándome de sus peras.

  • Shiiit, tranquilo aún no te las has ganado ¿quieres ver más?
  • Claro Malena, ¿no lo sabes?

Sin abrirse la camisa se soltó la falda, cayó al suelo y quedó con unas braguitas apenas del tamaño de su pubis, se acercó a mi separándome las piernas para poder estar más cerca, se dio la vuelta poniéndose de espalda y se inclinó como si fuera a coger la falda del suelo pero sólo consiguió que se abrieran las nalgas y la cinta estrecha que recorría su culo se le incrustara entre ellas separando en dos los labios de la vagina, eran labios carnosos, morenos y tan depilados como el culito de un bebé, cambió de postura y se descargó en una cadera y luego en otra provocando que los labios absorbieran la cinta haciéndola desaparecer dejando al descubierto hasta el clítoris, estaba hinchado y brillante, por la vagina rezumaba humedad y yo allí tumbado no pude aguantar más y me incorporé y la rodeé por la cintura y la arrastré a la cama sobre mí, no atendí a sus protestas la quité la camisa a estirones y las bragas las rompí en dos trozos, le mordí los pezones y busqué entre sus muslos el calor de sus labios.  Malena me había quitado los pantalones con sus piernas tirando hacia abajo y cuando pudo cogerme la polla la trató de una forma que tras varios movimientos la tenía lo suficientemente dura para metérsela.

  • Esto ya me gusta, te he hecho sufrir para que reaccionaras, ahora trátame como a una hembra.

Se la metí sin contemplaciones, Malena me facilitaba la entrada separándose los labios del coño y cuando me tuvo adentro suspiró profundamente, me incitaba a que se la metiera hasta el fondo sin parar, yo me quería vengar por el rato que me había hecho pasar y por lo de Viviana, estuve sobre ella hasta que levantó las piernas sobre su cabeza y me tumbé sobre ella, sus tetas a mi alcance y viendo su cara gozando advertí que no tardaría en correrse, le di la vuelta y pegando la cara sobre la sábana resistió los envites que le propiné gimiendo y jadeando, no dejaba de jalearme para que no parara, quería que le partiera el coño y lo intenté, creo que lo conseguí al oír su grito contenido por el bocado de tela, con los puños golpeaba el colchón y con los pies me sujetaba impidiéndome que me retirara de su trasero, gocé sobre ella mirando cómo se desparramaba bajo los espasmos que le sacudían y se quedó abierta de brazos y piernas, me incliné sobre ella y la besé en la nuca, fue un beso muy dulce que me extrañó por la fogosidad con que habíamos follado, cuando empecé a meterle otra vez la polla para seguir hasta correrme yo, me susurró al oído.

  • Pepe ahora trátame como a una dama.

Se giró quedándose de lado en posición fetal, me acoplé a ella por detrás la abracé y mientras le sujetaba las tetas le daba besos en el cuello y las orejas, notaba el efecto en su piel, alrededor de sus pezones se le erizaban las areolas y extendiendo el brazo hacia atrás buscó mi polla, la tenía pegada a sus nalgas, simplemente levantó una pierna y me acercó a su vagina abierta, cuando comprobó que estaba alineado movió su cadera hacia atrás y ella misma se metió la polla, no lo hizo de golpe, yo notaba cómo iba eligiendo la profundidad y la dirección del capullo, la presión de sus músculos en mi glande me hacía participar del placer que sentía, estuvimos abrazados simplemente, sólo movíamos la cintura lo suficiente para notar con deleite la sensación de estar unidos estrechamente.  Poco a poco fui resbalando hasta quedar a su lado, cruzando las piernas con las de Malena, se quedó boca arriba mientras que yo estaba de lado incrustado en ella que con una pierna sobre mi cintura me dejaba moverme con una cadencia lenta pero lo suficientemente profunda para que sus tetas se balancearan a mis empujones, con una mano acariciaba un pezón, con la otra presionaba el clítoris entre dos dedos y en el pubis notaba los pequeños espasmos que le producían mis caricias.  Malena se estiraba la teta que le dejaba libre a la vez que con la otra mano sujetaba mi pierna atrayéndola hacia ella marcando el ritmo.

Los orgasmos nos llegaron casi al mismo tiempo, la chica al notar que le llegaba como un torrente por su espalda hacia su coño siguió atrayéndome con sus manos, me vi irremediablemente abogado a eyacular y tuve la intención de salirme de ella, no había previsto la situación y no llevaba protección alguna, Malena volvió a tirar de mi haciendo que mi polla entrara tan profundamente que los huevos se pegaron entre los labios que rodeaban su vagina.

  • No te salgas Pepe, deja que disfrutemos del momento, tenía muchas ganas que llegáramos a esto.
  • Pero te puedes quedar preñada y lo peor de un viejo desconocido.
  • Siento decepcionarte pero no me voy a quedar embarazada aunque, si me quedara no me importaría que fuera de un joven conocido, muy deseado aún con unos años más que yo y que se llamara Pepe.

Ya no tenía ningún motivo para no dejarme llevar por los sentidos y me uní a los de Malena, nos cogimos de las manos dejando a nuestros sexos solos uno contra el otro, se entendieron perfectamente, el coño acogió con toda su ternura a mi polla que se derretía dentro de él, sentía cómo a los chorros de leche caliente me correspondía con unas contracciones que recibían el semen que le llenaba.

Cuando los corazones desbocados se calmaron me salí de ella y me tumbé a su lado, Malena me abrazó metiendo su cabeza bajo mi cuello y con voz apenas audible me dijo.

  • Gracias Pepe, me has hecho muy feliz, me he sentido mujer tanto con tu fogosidad como tu ternura, no sé si te habrá pasado a ti también pero no ha sido un polvo improvisado, desde que nos conocimos me he preguntado como serías dentro de mí y hoy lo he averiguado, siempre había soñado algo así pero no es fácil encontrarlo, te puedo asegurar que a todas las mujeres nos gustaría probarlo aunque fuera por lo menos una vez en la vida pero te aconsejo que si encuentras a alguien que valga la pena se lo hagas merecer.
  • Malena, no sabes lo que agradezco tus palabras, a mi edad significan mucho porque todo lo daba por perdido pero que una mujer me hable así… y una mujer como tú… que eres una dama de verdad… me haces volver a vivir, salir de esta existencia gris en lo personal.

La chica me estrechó pasando su brazo sobre mí, sus tetas presionaron mi pecho, la suavidad de su tacto y la dureza de sus pezones no podían rivalizar a la sensación de sentir el golpeteo de su corazón y la besé en la frente, fue apenas un roce que se extendió a los ojos y finalmente encontraron sus labios, no hizo falta buscar su lengua porque no hacía falta, el tacto rugoso de los labios era tan sensual e íntimo como su interior y con ello nos conformamos.

Aún estuvimos un buen rato abrazados, ya era bastante tarde cuando quitó su brazo de mi pecho, las tetas resbalaron sobre mí hasta liberarme y lentamente nos despejamos, tras una ducha rápida salimos de la habitación, el paisaje siendo el mismo había cambiado del todo para mí, el gentío que vagaba parecía gente que me felicitaban al verme salir acompañado de Malena, me convencí que me había transformado en aquella habitación de un alojamiento por horas y me propuse cambiar mi forma de pensar y sobre todo de actuar, cuando me despedí de Malena lo hice de la forma más leve que pude, sabía que volveríamos a vernos y no iba a ser muy tarde, pasé entre la marea de personas que miraban lo que yo había admirado un rato antes, las casas pintadas, los artistas, las tiendas de recuerdos y cuando me volví entre las cabezas de todos vi la melena de la chica que se resistía en volver a su vida, tan rutinaria como la mía.

Mientras volvía a mi casa parecía que no reconocía para nada la misma avenida por la que había venido por la mañana, cuando llegué me pareció que volvía a conocer a todos de nuevo, mi mujer me pareció diferente, aprecié los años que habíamos pasado y la dedicación y el amor que me había profesado, se lo agradecí y me di cuenta de que yo también la quería pero ahora la vida me daba otra visión, vi que también habían otras cosas además, parecía que la edad ya no me preocupaba tanto como antes y decidí no pensar más en ello, a partir de ahora iba a ser diferente.

Esta noche fui yo quien sorprendí a Elena, cuando se acostó fui yo quien se acercó a ella, estaba de lado y al pasarle la mano por encima y posarla en su teta se volvió lentamente intrigada y más que se quedó cuando abarqué las dos tetas, ella quiso averiguar a qué se debía aquella novedad por mi parte y deslizó su mano entre mis piernas, lo que se encontró le hizo abrir los ojos en la oscuridad, su mano se llenaba de mi polla al máximo de erección, no preguntó sólo deslizó la mano cerrada sobre ella descubriendo el prepucio, con un poco de dificultad se incorporó y se arrodilló a mi lado, sin soltar el tronco acercó la boca y succionó el glande, noté los dientes cómo me rozaban más cerca de lo que hubiera querido, ya había perdido la costumbre hacía mucho pero se aplicó para no dañarme, con buena voluntad y cogiéndome los huevos intentó tragarse todo el tronco, no lo consiguió pero le agradecí la intención, mi mano buscó entre sus muslos, la carne hacía años que no tenía la turgencia de nuestra juventud pero todo seguía donde siempre y sus labios se abrieron igualmente cuando los abrí con dos dedos, no estaban tan húmedos pero lo suplí con saliva y ataqué al clítoris que me demostró que seguía estando tan vivo como siempre.

Fue un acuerdo tácito pero mientras me hizo correrme en su boca yo le provoqué un orgasmo más que aceptable acariciándole el clítoris, no cruzamos ni una palabra, sólo cuando volvimos a tumbarnos uno al lado del otro me dijo…

  • Te quiero Pepe, igual que el primer día.
  • Yo también Concha.
  • Pero no quisiera que hicieras el ridículo, tú ya sabes por qué te lo digo.
  • No te preocupes, he aprendido mucho últimamente.
  • Eso espero, más vale tarde que nunca.
  • ¡Ah! Gracias por avisarme de las tetas de Corina.
  • Mmm, ya sabía que te iban a gustar pero ten cuidado con las de su madre, el otro día no te dije nada pero olías al perfume de Viviana y ella me había contado que sólo se lo pone entre las tetas, aunque te habías lavado no se fue el olor, no creas que soy tonta.
  • Mmm, gracias Concha eres un cielo, ya me conoces, soy muy curioso.
  • Si los dos, tú y ese que te cuelga, sabes que no soy celosa pero no hagas el tonto, ya no te pega.

 

Ya no hablamos más, nos volvimos de espalda, hacía muchos años que nos conocíamos y con pocas palabras nos entendíamos, yo me dormí pronto, los huevos los tenía exprimidos y la polla sin ningún estimulo dormía tumbada sobre mi pierna.  Concha sabía que no iba a cumplir lo prometido pero confiaba que no fuera indiscreto.

Viviana hacía todo lo posible para llamar la atención tanto en el vestir como en sus comentarios, cuando venía a casa procuraba ponerme al límite, con sus vertiginosos escotes siempre sin sujetador y con unos vestidos ceñidos que hacían imposible no pegar los ojos en sus curvas.  Elena me miraba y sonreía dejándome por imposible, me conocía de demasiados años para cambiarme ahora.  Viviana procuraba ponerme en situaciones más o menos comprometidas sólo por el placer de verme apurado, cuando su hija iba a dar de mamar a Javi me situaba cerca para que no me perdiera detalle, yo nunca rehusaba ver el par de tetas de Corina pero habría dado cualquier cosa para repetir la chupada de pezones que le había dado.  A la chica no se le había escapado el ver a su madre ofreciéndome la visión mamaria y quiso darle una pequeña lección por lo que cuando ésta procuraba que exhibiera una de ellas echando leche por el pezón, su hija se levantó y descubrió las dos a la vez, el niño ya había dejado de tomar y Corina se quitó la blusa que llevaba y me ofreció las dos tetas a la vez, apretaba con los dedos y les hacía manar leche a las dos.

  • Pepe te agradecería que me vaciaras las mamas, me duelen de tanta leche, mi madre no me dio pecho de niña porque no le subió pero yo tengo por las dos, si no te parecen atractivas no me importará.
  • Me encantan tus tetas Corina sobre todo porque no dejan de gotear leche, si me permites me gustaría beber de ellas, son de una belleza inigualable, no he visto ningunas tetas como las tuyas.

Viviana estaba contrariada, quería interrumpir la conversación pero cuando vio como su hija hinchaba el pecho y me ofrecía las dos tetas a la vez para que chupara de ellas, no pudo evitarlo y poniéndose a su lado se bajó la parte de arriba del vestido y expuso su par de peras para que comparara, yo no me inmuté cuando atrapé una areola entera con la boca, desapareció entre mis labios e hice una expresión de deleite.  Viviana estaba expectante esperando desquitarse en cuanto pudiera, Corina gozaba viendo a su madre intentando quitarle protagonismo y me iba ofreciendo la otra, procurando que los pezones no dejaran de gotear leche, cuando cambiaba de una teta a la otra alababa las delicias de la leche pero aprovechaba en magnificar la rugosidad de los pezones o las areolas tan dilatadas que tenía que llenaban la boca.

Viviana no estaba acostumbrada a perder y se puso delante para que pudiera calificar las suyas.  Corina me miraba divertida y me dejó hacer, mi boca se convirtió en una bomba de vacío y tuvo que ser ella la que se apartara de mí sacando la pera con un gran círculo rojo por la espiración que le había producido, con el ceño fruncido esperó mi comentario y quedó aliviada cuando le dije que a su edad no habría ninguna mujer con unas tetas como las suyas, las dos marcas rojas le daban una visión cómica que Corina procuró disimular.

La expresión de Viviana era contradictoria, por una parte estaba contenta porque había demostrado que sus tetas eran cuanto menos igual que las de su hija, salvando la diferencia de edad y de la lactancia además había conseguido que le dedicara mis atenciones dejándole huellas innegables de que me habían gustado después de haber probado cumplidamente las de Corina pero por otra parte se miraba los círculos amoratados provocados por mi boca y no sé porqué albergaba resentimiento de venganza sobre mí, no me preocupaba demasiado y estaba seguro de que no tardaría en enterarme.

Continuará.

Agradezco mucho sus comentarios.