Todo el día mojada, todo el día pensando en sexo

«…Apestas a sexo. Y no me extraña. Llevas todo el día pensando en ello. Todo el día deseándolo, todo el día mojada, oliendo a coño todo el día.

Te mande un mensaje quiero verlo, lo sabes, hazlo.

Soy un pedazo de hijo de puta impresionante. Por eso te gusto. No solo me encanta que te mojes pensando en mi, me encanta provocarte, me gusta sentir tus temores, tus dudas, y ver cómo cedes a mis caprichos, y cómo se somete tu cuerpo y tu ánimo, me gusta verte temblar de gusto, pero también verte temblar sin más, me gusta mi poder y tu peculiar forma de rendirte.

Has quedado conmigo por el msn, es lo más práctico y lo menos peligroso. La hora. Lo demás estaba preparado. Ya tenía la llave. Y costumbre. Entro siempre sin hacer ruido.

Me has sentido entrar aunque él no se ha dado cuenta. No estoy seguro de si querías que se diera cuenta. A lo mejor sí te has oído y también le ha dado morbo. De lo que sí estoy seguro es que yo sí quería. Porque he hecho ruido. Luego no he tenido huevos, pero al entrar sí que he hecho ruido.

He llegado algo tarde, ya estaba avanzado el juego. Llevábais un rato largo. Te tenía sobre la mesa del salón y te agarraba por el pelo mientras te follaba como un salvaje. No me extraña, le has provocado mucho. Te pone muchísimo provocarle, y provocarme a mi también. Igual más. Tu con tu cara de puta, abriendo la boca, echando la cabeza hacia atrás le pedías más, gemías mientras movías la cabeza. Y el culo. Y el coño.

Casi has podido oír en el vestíbulo como me sacaba la verga y empezaba a meneármsela y hubieras dado lo que fuera por verme pajearme. Me has olido desde donde estaba. Me has sentido. Has sentido mi mirada, mi deseo, mi excitación, mi polla durísima, el vaivén de mis caderas, el calor de mi polla bajando y subiendo mientras me la agarraba bien, has sentido la piel de mi prepucio dejando salir el capullo, hasta casi has sentido el gusto que me daba.

Tu seguías con todos tus sentidos alerta. Sentías su polla muy fuerte, como si quisiera castigarte por ser tan mala. Y te sentías satisfecha de ser castigada así. Clavada, empalada por su polla enorme. Una y otra vez. Sin tregua.

Algo ha tenido que intuir porque ha acercado sus labios a tu oreja. Es casi tan cabrón como yo. Y te ha susurrado enérgico.- Te voy a partir perra, hoy no pienso parar hasta que te escueza el coño.-Te ha mordido el cuello mientras hundía su pelvis en tu coño.-¿Te vas a correr eh, te vas a correr? ¡Toma, toma, toma!-Esa desesperación te puede más que nada, la suya. La mía. La tuya. Ha sido como si toda esa lujuria se hubiera mezclado dentro de tí concibiendo una pócima perversa. Te has corrido como una fiera, capturada en tu orgasmo, encerrada en tu placer largo, largo, largo. Él seguía sin parar. Cuando te has recuperado un poco te has girado porque has pensado que iba a entrar pero no lo he hecho.

Ha intentado follarte el culo. Pero no le has dejado. Te has retirado y has negado con la cabeza. Hoy no. Lo tenías reservado. Digamos que era una reserva espiritual. Cosas tuyas. Entonces te ha dado la vuelta. Él de pie y tu recostada sobre la mesa, te ha puesto los pies sobre su pecho y ha vuelto a follarte. Muy fuerte, muy rápido. Estaba como un burro. Has creído que realmente quería hacerte daño. Te lo ha hecho. Sentías que su polla llegaba hasta el fondo de tí abriéndose paso una y otra vez dentro de tu coño. La sentías golpearte al final de tu agujero. Pero también te ha gustado. Te ha gustado sentirle así, cabreado, o me lo ha parecido, queriendo darte tu merecido. Fustigándote con su polla una y otra vez, haciendo un ruido infernal con sus pelotas. No ha sido el furor con el que te ha penetrado. Es que sabía que estabas ahí. O quizá si. Era sentir su polla hincándose en tu carne y mis jadeos justo ahí al lado. Y no has podido evitarlo. Te has vuelto a correr. Ha sido muy intenso, muy fuerte. Desde luego apenas podías moverte, ni pensar, ni desear nada más. Solo has podido sentir, sentirme, sentiros.

Ha parado un momento. Con su polla dentro. La sentías palpitar en tu coño. Dentro. Enorme. Furibunda. Un pedazo de polla impresionante, activa, fornida, salvaje. Le has mirado sin decir nada. Solo se oían tus jadeos. Y los suyos. Y creo que los mios también. Entonces te ha dicho – Shhh lo oyes- Joder te ha dado un vuelco el corazón.- ¿El qué?- Ha habido una pausa larguísima, yo me he puesto a temblar, entonces él ha pensado que te estabas corriendo otra vez y ha vuelto a moverse como un perro, y no sé si ha sido eso, o el susto, o saber que yo seguía ahí escondido, a oscuras, con mi rabo tieso, estremeciéndome pero te has vuelto a correr y ya no has podido parar. No has podido, tampoco querías pero aunque hubieses querido no hubieras podido parar, cuando pasa es tu nirvana, tu cielo particular, es la hostia, crees que el placer te va a matar, que se te parará el corazón en cualquier momento, que te desmayaras, que te pasará algo, y sí, si pasa, pasa que te corres sin parar, una y otra vez, una y otra vez, tiritando, gimiendo, gritando sin poder parar. Te sientes una bicha, una alimaña que no puede dejar de copular. Sientes la sangre y la fuerza. Joder te sientes toda. Todo tu cuerpo bullendo. Él se ha corrido casi al tiempo, azuzado por tu cadena de orgasmos. Y yo también me he corrido. Ha sido un orgasmo grupal, como un ritual surrealista donde nuestros placeres se mezclaban, nuestras sacudidas, nuestros flujos, nuestro olor.

Tenía que haberme plantado en mitad del salón, mirarte a los ojos y correrme mientras me mirabas, mientras os miraba.

Y se te ha quedado pegado el olor de ese perfume siniestro, a semen, a malicia, a fisgón, a sexo, a lujuria, a perversión. Sí. Lo sé. Lo sé. Apestas…»