Terminó la universidad y después de la graduación me folla un compañero de clase

Es sábado por la mañana, y hace apenas media hora que me desperté algo resacoso tras la fiesta de ayer con mis amigos. Terminamos la universidad esta semana pasada; han sido cuatro años largos, de mucho estudio y mucho currar, pero por fin puedo decir con todas las letras que soy abogado.

La verdad es que en la fiesta de ayer la cosa se desmadró muchísimo. Mucho alcohol, muchas hormonas, muchos líos. Yo, por suerte o por desgracia, aún no sabría decirlo, no me lié con nadie. Los maricones de mi clase me dan bastante igual, la verdad. No hay ninguno que me atraiga especialmente y dado que la discoteca la llenamos prácticamente entera nosotros, no tenía mucho más donde elegir.

Hoy, sábado, habíamos quedado de nuevo todos los de la clase para hacer una barbacoa a la hora de comer en un campo cercano a la ciudad donde vivimos. La idea era cada uno llevar comida y prepararla allí; beber, jugar y estar juntos un rato más antes de las ansiadas vacaciones de verano.

Antes de irme, tengo que darme una ducha sí o sí. Apesto muchísimo de la noche de ayer; a sudor, a tabaco y a alcohol. Me doy un baño largo y estoy tentado a hacerme una paja mientras, pero lo cierto es que tampoco tengo tanto tiempo como para eso. Me visto de manera informal y cómoda, pillo algo de comida y cojo el coche en dirección al sitio donde hemos quedado.

Cuando llego, ya están allí aproximadamente unas veinte personas. Mi mejor amigo, David, también mariconazo como yo, ya había llegado. Me acerco a él y empezamos a charlar y a beber cerveza.

En apenas una media hora nos juntamos allí los más de cuarenta que somos en la clase. Es gracioso ver cómo las parejas que se hicieron en la fiesta de ayer ahora mismo ni se miran. Menos mal que no me lié con nadie, de verdad. David me ha contado hace un rato que se folló a Rafa en los baños de la discoteca, y que ahora le da muchísima vergüenza hablar con él.

El día trascurre sin ningún sobresalto; comemos, jugamos a juegos de mesa, bebemos, fumamos. Conforme va pasando la tarde, un grupito de tíos de mi clase decide ponerse a jugar al fútbol. Heteros. Cómo no. A mí, que nunca me ha llamado la atención ni de lejos ese deporte, en aquellos momentos, con la cerveza bien subida a la cabeza, me parece la mejor de las opciones unirme a ellos cuando me lo proponen.

Empezamos a jugar y, aunque soy bastante penoso, lo cierto es que me lo estoy pasando bastante bien. Debido al calor, todos estamos muy sudados, tanto es así que la mayoría acabamos quitándonos las camisetas, pudiendo deleitarme con los torsos desnudos de mis compis de clase. En un momento dado, anuncio en voz alta que voy a hacer una pausa para ir a mear. A lo que Fer, un chaval de mi clase, dice que viene conmigo a mear también.

-No sabía que te gustaba el fútbol, Víctor. -Me dice Fer, mientras nos alejamos del grupito para que no nos vean las chorras. -Aunque se te da de pena, colega.

Lo cierto es que Fer y yo apenas habíamos tenido contacto durante estos cuatro años. Parecía un tío muy diferente a mí, típico fachilla que estudia derecho, adinerado, pijo, malcriado y heterazo. Pero tampoco nunca me había tratado mal, ni siquiera por mi orientación sexual.

-Bueno, bueno. Hago lo que puedo. Tampoco es que me encante, pero algo habrá que hacer para tonificar esto, ¿no? -Digo, mientras me agarro la tripa entre risas.

No estoy gordo, pero sí que tengo algo de barriga.

-Anda ya, si estás genial.

Ese comentario me descuadra un poco, no me pega para nada que este muchacho diga cosas así. Llegamos a un sitio lo suficientemente alejado y oculto del resto como para mear sin problemas. Como yo nunca he sido pudoroso en estos temas, me saco la polla sin más y empiezo a mear mirando hacia un árbol.

Fer tarda un poco más en hacerlo y, cuando se une a mí, se coloca en el mismo árbol, tan solo separado de mí por unos cuantos centímetros. Me es imposible no llevar mi mirada a su polla. Y lo cierto es que tiene una buena herramienta; en estado de flacidez no mide menos de quince centímetros. Veo que también tiene un buen matorral de pelos oscuros y rizados en la base. Intento no mirar demasiado, pero vuelvo a hacerlo, esta vez centrándome en sus cojones. Tiene unos huevos peludos, a juego con su polla, bastante gordos y colgones. Joder. Nunca me había fijado en este chico de una manera sexual. Está bueno y es guapete, tiene barbita y tal, pero nunca lo había mirado con esos ojos. Sin embargo ahora, solos en medio del campo, cubiertos por árboles y matorrales, meando a dos centímetros… Me encantaría limpiarle la polla con mi lengua.

Alzo la mirada hacia arriba, y veo que me está mirando fijamente.

-¿Te gusta? -Me pregunta, refiriéndose claramente a su polla.

Mierda. Mierda. Mierda. Me ha pillado totalmente, aunque la verdad es que no se puede decir que yo haya sido precisamente sutil. Culpa del alcohol y del calenton, supongo. Opto por decir directamente la verdad.

-Hombre, pues no te voy a mentir. Tienes un polla bonita y bien grande. No te quiero incomodar ni nada, pero es que se me han ido los ojos, tío. Perdona.

Él se ríe y se guarda la polla y, con la misma mano que segundos antes se la estaba sujetando, me agarra el hombro.

-No te preocupes. ¿Por qué te crees que me he puesto a mear tan cerca de ti?

Me guardo yo también mi polla y me quedo mirándole con cara de incredulidad.

-¿Querías que te la viera o qué?

-Pues sí.

-No sé muy bien qué pretendes, Fer. No sé si esto es una broma o algo, pero sé que eres hetero y sinceramente paso de gilipolleces.

-No estoy de broma, Víctor. Y no sé quién te ha dicho que soy hetero, pero de hetero tengo casi lo mismo que tú.

-¿Eres maricón?

-No. Soy bi, pero nunca he estado con ningún tío. Y la verdad es que… Bueno, la verdad es que tú me llamas bastante la atención desde siempre. Ayer en la discoteca intenté entrarte varias veces, pero no sabía muy bien cómo hacerlo… En fin, no sé. ¿Quieres comerme la polla?

-Joder, Fer. Qué directo. -No puedo evitar soltar una carcajada ante sus últimas palabras.

La situación es, cuanto menos, bizarra. Pero siendo sincero, el tío me pone bastante. Es muy peludo, cosa que yo valoro mucho, y tiene una tranca muy apetitosa. No puedo decir que no.

-Es una oferta que me va a costar rechazar. -Bromeo, acercándome un poco más a él.

-Soy un poquito bruto en el sexo, te aviso por si quieres que me controle o algo.

-Uff, la verdad es que eso me pone, así que no te controles lo más mínimo.

En cuanto termino de decir esa frase, recorto los centímetros que aún separan nuestros cuerpos y me lanzo a su boca, para fundirme con él en un beso guarro, profundo y cachondo. Mucha saliva, mucha lengua y mucho movimiento.

Mi mano no tarda demasiado en dirigirse a su enorme paquete, que se marca sobremanera bajo sus calzonas. Dios, este tío tiene un pedazo de pollón. Lo noto bien duro, caliente e incluso empiezo a sentir algo de humedad por donde estimo que estará su punta. Él también palpa mi sexo con una mano, mientras que la otra se dirige a uno de mis pezones, retorciéndolo con algo de fuerza.

-Joder. -Gimo, en un segundo que nuestras bocas se separan.

Como no llevamos camiseta, nuestros cuerpos se rozan y se soban continuamente, restregándonos nuestro sudor. Paseo mi diestra por el frondoso vello de su pecho hasta llegar a uno de sus pezones y lo acaricio y pellizco a mi antojo, arrancándole a Fer un gemido intenso, gutural y pasional.

Se separa de mí un instante y me mira con lujuria.

-¿Cómo de guarro eres? -Me pregunta.

-Depende de lo cachondo que esté, y ahora mismo lo estoy mucho.

Levanta uno de sus brazos, descubriéndome un sobaco sudado y muy peludo, y enseguida sonrío. Me dirijo a él, primero aspirando toda la esencia de macho que exhala mi compañero de clase al que creía hetero. Después, saco la lengua y la paso por su axila hasta dejarla perlada por mis babas. Una vez acabada la operación con ese brazo, paso al otro sobaco y le hago exactamente lo mismo, sin dejar de jugar ni un segundo con sus pezones.

-¿Vas a comerte esto ya o sólo vas a toquetearlo? -Me dice, agarrándose el rabo por encima de las calzonas.

Como toda respuesta, me arrodillo ante él y le bajo de un tirón tanto el pantalón como el bóxer que lleva y su rabo salta directamente a mi cara, golpeándome en la mejilla. Es una polla preciosa; gorda y bien proporcionada, venosa, muy peluda y con unos huevos gordísimos también. Huele bastante a sudor. En la punta, el glande está totalmente pringado de precum. No tardo en darle un buen lametón, saboreando la esencia de aquel chaval. Sabía dulce, con un regusto algo agrio. Comienzo a lamer y besar el tronco de su polla, llevando la punta de mi lengua por toda la circunferencia de la misma, ascendiendo hasta llegar al glande, donde me detengo. Allí, que ya vuelve a estar coronado por una gota de precum, paso mi lengua varias veces.

Fer me agarra la cabeza y, sin yo esperarlo, me mete toda su polla en mi boca de una estocada. Con ella dentro, empieza a follarme la boca de manera bruta y salvaje, provocando alguna que otra arcada en mí. Sin embargo, no rechisto lo más mínimo. Él ya me había advertido y yo le había dado la potestad para hacer conmigo lo que quisiera.

Continúa con el feroz mete y saca a un ritmo de vértigo; prácticamente no soy capaz siquiera de degustar el sabor de su polla, pero sí la noto gorda y extremadamente caliente. Me la mete hasta el fondo, quedando mi nariz pegada a la frondosidad del vello de su pubis. Aspiro su aroma a sudor, a testosterona.

Le agarro el culo, también peludo, para frenar un poco su ritmo. Parece que lo entiende y me deja hacer durante unos minutos; tiempo que aprovecho para saborear cada milímetro de la polla de este semental. Bajo mi lengua a sus huevos; los beso, los lamo y los chupo con ganas. Verdaderamente me pone muchísimo.

De vez en cuando miro hacia arriba, topándome con su mirada de puro vicio y lujuria puesta en mí. El cabrón está disfrutando de lo lindo. Aprovecha el momento para lanzarme un salivazo en toda la boca. Lo saboreo. Joder, cómo me pone.

Subo de nuevo a su polla y vuelvo a chupársela durante unos minutos, que él alterna a su gusto follándome la boca y dejándome hacer. Cuando la mandíbula ya no me da para más, me incorporo, sin dejar de pajearle, y voy de nuevo a comerla boca.

-Quiero follarte. -Me susurra, mientras me agarra del pelo con fuerza.

-¿Tienes condones?

-Sí -Saca uno del bolsillo de sus calzonas y en apenas un segundo ya lo tiene puesto.

-Venías preparado para todo, eh.

-Por supuesto. Venga, zorra, ponte a cuatro patas.

Acato la orden sin rechistar, exponiendo mi culo en todo su esplendor ante aquel macho. Se coloca detrás de mí y, antes de meterme nada por el culo, se dedica a comerme el ojete durante unos minutos, lubricándolo bien.

Tras ello, me mete un par de dedos, asegurándose de que aquello esté bien dilatado. Y lo está.

-Ahora vas a disfrutar de lo lindo, putita.

Empieza a meter su rabo dentro de mí. Noto cómo me va abriendo lentamente, hasta que su pubis choca contra mis nalgas. Su barra de carne está por completo en mi interior. Se queda parado durante un par de segundos en esa postura, para que me acomode a su rabo. Y, una vez él estima oportuno, empieza a follarme sin darme tregua. Su ritmo, al igual que cuando me estaba follando la boca, es frenético. Su técnica es ruda, alocada y bruta. Pero me pone muchísismo. Apenas me he tocado mi polla durante todo el tiempo que llevamos aquí, pero noto cómo babea mientras me enviste.

En un momento dado, empieza a bufar y a gemir más fuerte de lo normal. Sé que no le queda mucho. Me quiero correr al mismo tiempo que él así que dirijo una de mis manos hacia mi polla y empiezo a pajearme. Pero Fer me ve y me aparta la mano de un manotazo.

-No. Espérate.

Él sigue follándome hasta que, con un gemido final largo y muy sonoro, se corre dentro del condón.

Se deja caer sobre mi espalda increíblemente sudado y exhausto.

-Joder, ha estado genial, Víctor.

Yo, que todavía no me he corrido, también estoy bastante exhausto, pero sigo cachondo. Fer saca su polla de mi culo y me ayuda a levantarme.

-Esto no ha acabado todavía. No me voy a ir de aquí sin probar tu polla.

Se arrodilla frente a mí y, sin dudarlo, se mete mi polla en su boca. Su mamada es algo torpe, pero muy satisfactoria. Sobre todo teniendo en cuenta que creía que iba a dejarme a dos velas.

-Me voy a correr. -Le aviso para que se te quite.

Sin embargo, en lugar de quitarse aumenta la velocidad de la mamada.

-Tíiiio, me corro. FER JODER FER, me corrooooo.

Hasta seis trallazos fueron a parar a la garganta del macho que acababa de follarme. Veo que se levanta y que, en lugar de tragarse mi corrida, aún tiene parte en la boca. Se acerca a mis labios y nos damos el mejor beso blanco que he dado hasta la fecha.

-Siempre había querido probar eso. -Me dice Fer, sonriéndome con cara de niño bueno.

-Me ha encantado, Fer, de verdad.

-Ha estado genial. ¿Repetiremos? -Me pregunta, mirándome de soslayo mientras se viste.

-Por mí cuando tú quieras.


Si te gustaría que continuara esta historia o que escribiera otras con el mismo protagonista, apreciaría muchisimo que me dejaras algún comentario diciéndomelo. También agradecería que comentaras qué te ha parecido el relato. Os leo en comentarios y en el correo electrónico si así lo queréis,

¡Hasta la próxima!