Son los mejores tíos del mundo, mi tío me obliga a comerle la polla y después mi tía (su mujer) se suma a esta aventura que nos llena de placer

Después de que mi tío se metiera en mi habitación a manosearme las tetas, me quedé algo asustada, una cosa era que mis primos, jóvenes y guapos, me cogieran a su antojo y otra muy diferente era que un viejo como mi tío quisiera hacérmelo; tuve ganas de regresar a casa de mis abuelos y terminar con todo ese asunto, pero la verdad es que estaba demasiado entusiasmada con la idea de que mis primos siguieran dándome los deliciosos orgasmos que me habían dado, sin duda con una aventura como esa, sería la más popular entre las chicas de mi escuela, después de eso ninguna se atrevería a llamarme «ñoña» de nuevo.

Pasé la noche como si nada y por la mañana me levanté a desayunar sin mencionar nada el asunto, mi tía me dijo que iría al supermercado (que en esa ciudad bicicletera está a casi una hora de distancia) y me invitó a acompañarla, pero Santiago, mi primo mayor, me lanzó una mirada cómplice, como pidiéndome que no aceptara.

–         No, mamá, no te la lleves. Seguro que la chilanguita sabe ir al super, déjala a que siga aprendiendo a montar, a ver si esta vez no acaba tan cansada como ayer. – Le dijo a mi tía.

–         Está bien, pero pórtense bien con ella, no está acostumbrada al ritmo de vida del campo. – advirtió mi tía.

–         No te apures, te prometo que la vamos a cuidar.

Ni bien salió mi tía de la casa, mi primo Santiago ya estaba en mi habitación.

–         Ay, chiquita, estuve duro toda la noche pensando en tus tetas. – dijo mientras me las apretaba fuerte con sus dos manos.

–         Espérate, que mi tío sigue en la casa, nos va a ver. – le dije asustada.

–         No te apures, mi papá no va a entrar a tu recamara, dame una mamada rápido, no me dejes con las ganas, mamita. – y sin pensarlo se sacó la verga del pantalón.

La verdad era una verga tan dura y tan deliciosa, que no me aguanté las ganas y comencé a comérmela enterita; le pasé la lengua por cada milímetro, mientras apretaba sus huevos suavemente, él me dijo que debía lamerle los huevos y seguir jalándole la verga, cosa que disfruté muchísimo; mientras yo me dedicaba a comerme su verga y sus huevos, él no soltaba mis pezones, ya me tenía empapada con sólo tocarlos.

–         No te detengas, chiquita, no pares que voy a llenarte la boquita. – me dijo anunciando su venida.

–         ¡Apriétame más fuerte, también voy a venirme! – Sentí cómo mi conchita se escurrió completa al tiempo que él me llenaba la boca de su caliente y delicioso semen.

–         Ay, mi amor, no se nota que acabas de aprender a mamar la verga, lo haces delicioso. – dijo mi primo subiéndose los pantalones. – Voy a decirle a Miguel que nos vayamos un rato al río, para que sigamos con tu entrenamiento, hermosa, vete preparando.

Yo feliz, me quedé preparando todo para salir con ellos, estaba ansiosa por seguir con mi “entrenamiento”, la verdad es que seguir sintiendo esas dos duras vergas por todo mi cuerpo me tenía más que animada. Estaba en eso cuando escuché que un auto salía de la casa, me asomé por la ventana y vi que el auto que salía era el de mi tío, me dio mucho gusto que mis primos y yo volviéramos a quedarnos solos, eso significaba coger en la comodidad de la casa, pero al bajar las escaleras, usando sólo una camiseta y un minishort, el que estaba en la sala era mi tío, sentado en el sillón.

–         ¡Qué bonita mi sobrinita! ¡Mira nada más qué pezoncitos más duritos! ¿Qué, pensaste que ibas a quedarte a coger con los chamacos? – me preguntó en tono burlón.

–         No, tío, no digas eso, mis primos me están enseñando a montar a caballo, no otras cosas. – le respondí nerviosa.

–         ¡Ándale pues! A montártelos a ellos es lo que te enseñaron, golfita; a ver, ven acá, vamos a ver qué tan bien te enseñaron. – me ordenó en voz fuerte.

–         No, tío, yo no quiero – dije casi llorando.

–         No te estoy preguntando, perrita, si no me la mamas bien rico como se la mamaste al Santi, le voy a contar a tus abuelos la clase de putita que eres, ¿eso quieres? ¿Les digo a todos que no sólo te encanta la verga sino que te comes las de tus primos?

–         No, no le digas a nadie por favor – le respondí ya sumida en llanto.

–         Pues entonces bájame el cierre, saca mi verga y cómetela hasta que me saques hasta la última gotita de leche, mandé a los chamacos a hacer unos mandados, se van a tardar un rato.

No sabía qué hacer, estaba como en shock, así que me hinqué y obedecí a mi tío; no puedo decir que fuera un ranchero sucio ni mucho menos, en realidad era un señor bastante agradable a la vista, aunque sí mucho mayor que yo, en aquel entonces él tendría unos 45 años, el triple de mi edad; desabroché sus jeans y metí mi mano para tocar su verga, todavía no estaba dura, pero sí era de un tamaño considerable, él se levantó un poco y se bajó los pantalones hasta los tobillos, lo que facilitó mi labor. Saqué su verga y comencé a chuparle la puntita, estaba rica, y me gustaba cómo se iba poniendo tiesa cada que mi lengua la rozaba; mientras le pasaba la lengua de arriba a abajo, iba jalándola como Santi me había enseñado, eso parecía gustarle mucho porque no dejaba de gemir. Seguí bajando mi lengua hasta llegar a sus huevos, los tenía gordos y peludos, me encantó meterlos en mi boca y succionarlos, para ese momento la verga de mi tío estaba tiesa como mástil, definitivamente se notaba quién era el hombre de la casa, era enorme y lleno de venas, tan sólo de verlo me estaba empapando; yo subía y bajaba mi boca por su verga mientras él me sujetaba la cabeza, como ordenándome que no me detuviera, cosa que no tenía intención alguna de hacer, esa verga gorda me estaba calentando tanto que no sólo la quería en mi boca, ahora la quería metida enterita en mi mojada puchita.

Estaba tan concentrada en sacarle la leche a mi tío que no escuché cuando entró un coche al garaje, pero sí escuché cuando metieron las llaves a la puerta, quise levantarme de inmediato, pero mi tío me tomó del cabello y me obligó a seguir.

–         Síguele, putita, han de ser tus primos, seguro también van a querer una mamada tuya.

Seguí con mi labor, excitada con la idea de que esta vez no me cogieran dos vergas, sino tres.

–         ¡Mira nada más qué espectáculo tan bonito! – Escuché la voz de mi tía y casi me desmayo de la impresión. Solté la verga de mi tío y me levanté de inmediato.

–         ¡Perdóname, tía! ¡Te prometo que yo no quería, pero él me obligó! – le dije casi rogando.

–         No te hagas pendeja, chamaca, no creas que eres la primera puta que le chupa la verga a Luis, es un putañero de lo peor, pero por lo menos deberías aprender a hacerlo en habitaciones cerradas. – dijo mi tía sin mostrar la más mínima sorpresa o enojo.

–         ¡Ya no hagas panchos, vieja! ¿Quieres que te coma la pucha mientras esta putita me chupa la verga? Tus hijos ya se la cogieron entre los dos, seguro que no le importará un trío con sus tíos favoritos, ¿verdad, perrita? – dijo mi tío muy cínico.

Yo no sabía qué responder, nunca me imaginé que mi familia pueblerina fuera tan liberal en cuestiones de sexo. Mi tía se acercó quitándose la blusa y el sostén; en realidad para una mujer de su edad estaba bastante bien cuidada, sus tetas estaban grandes y firmes y tenía una cintura muy estrecha; se acercó a mi tío y le puso las tetas en la boca, cosa que a él pareció agradarle mucho ya que comenzó a mamárselas como un bebé.

–         ¡Ándale, putita, sigue comiendo verga! – me ordenó mi tía.

Quedé tan impresionada, pero a la vez tan caliente, que volví a hincarme a comer la verga de mi tío; creí que no podría estar más duro, pero me equivoqué, estaba que explotaba; yo levantaba la mirada ocasionalmente para ver cómo mi tía se apretaba un pezón, mientras mi tío le chupaba el otro de manera devota, me estaba calentando demasiado, estaba escurriendo.

–         Quítate la blusa y pon su verga entre tus tetas, eso le gusta mucho. – me instruyó mi tía y yo obediente lo hice. Mi tío parecía estar en el cielo, gemía y temblaba mientras con mis tetas apretaba su verga, y lamía su cabecita con mi lengua. De repente sentí un chorro directo a mi garganta, su semen era más ácido que el de Santi, y también mucho más abundante.

Me levanté y me puse la blusa, mi tía hizo lo mismo, mientras se ponía su blusa se acercó a mí y me apretó un pezón fuertemente.

–         Estás bien buena, chamaca. Si como mamas la verga, comes la concha, tú y yo nos vamos a llevar muy bien.

Subí a mi habitación intrigada, en verdad no creía que mi tía fuera capaz de cogerme, además a mí nunca me había pasado por la cabeza el hacerlo con una mujer. Mientras estaba acostada en la cama, escuché cómo mis tíos cogían como locos en su habitación, claramente a mi tía no sólo no le molestó que mi tío me cogiera la boca, sino que me había calentado tanto o más que a mí.

Definitivamente mi familia no era lo que yo creía, y me faltaba mucho por descubrir.