Siendo dominada y castigada en el estudio

Mi entrega tenía que ser sincera, no solamente palabras vacías.

Podía ser domada, castigada, pero lo más importante era que yo entendiese que le pertenecía, que mi entrega era total y que lo que en aquellos días era un principio, con el tiempo formara parte de una unión lo más próxima a inquebrantable.

Por aquel entonces responder a sus citas generaba en mi todo tipo de contricciones, contradicciones y a cada día que pasaba, mayor excitación.

«Jo demano i tu sabràs com fer-ho» me decía. Debo reconocer que si yo me quedaba bloqueada el salia en mi ayuda y me daba pautas para que supiese como organizarme.

Así que cuando recibí su nota en la que me pedía que pasado mañana estuviese a las 9 en aquella casa del pueblo yo me las ingenié para disponer del miercoles en mi agenda, y avanzando trabajos administrativos que el jueves justificasen mi auséncia.

Hasta ahora he descrito la casa en cuanto a las habitaciones mazmorra que tiene en el piso de arriba. La planta baja salvo que no hubiese algún objeto como lo había aquel miercoles responderia al perfil de una casa de familia media en un pueblo otrora importante.. Así, tan solo entrar, la primera habitación habia sido ampliada hacia tiempo para convertirse en lo que se llamaba despacho y según las inquietudes de la familia, biblioteca,

Estamos hablando de una estancia de unos 5 metros de fachada con ventanales y unos 6 de fondo. Una mesa escritorio cerca de la ventana, dos sillones, una mesa redonda de lectura y una pared con biblioteca antigua de aquellas con puertas de vidrio. En una esquina una pequeña chimenea. Se veía el paso del tiempo en la decoración pero mantenia aquel estilo de quien sin ser de los más importantes del pueblo tenía posibles y se hacía respetar.

Todas las lamparas eran de pie o de sobremesa, ésta, la tipica de medio rulo verde.

Si algo desentonaba era una tabla con cierto parecido a las de planchar pero con 4 patas abiertas para asegurar su estabilidad y según me contó, la altura era la justa para facilitarle las penetraciones.

Me recibió vestido con traje y corbata como si estuviese en un buen despacho.

Espera, me dijo y sin ni tan siquiera besarme se volvio a la mesa y empezó a teclear en el pequeño portátil. Yo allí quieta, de pie, callada, me iba excitando por la contradicción de no saber que estaba haciendo allí y menos porque yo no me movía obedeciendo su petición.

Se levantó y acercándose, empezó a desabotonarme la blusa y sacándome un pecho se puso a alternar el pellizcar el pezón con chupaditas, besos o mordiéndolo. Yo de pie y quieta.

Me cogió de la mano y acercándome a la tabla lo ordenó «despulla’t» mientras el se sentaba en un sillón y me contemplaba. La situación aun me parecia ridícula, no por el supuesto striptease que en el fondo tenia su punto erótico, sino por mi aprendizaje al que respondia con sumisión.

Ya desnuda se levantó y acercándose me ayudo a sentarme sobre la tabla, como lo haría un médico con su paciente y una vez sentada me acomodó. «Estigues tranquil·la» esta hecha de raíz de olivo pulido, así como las patas estan bien aseguradas. Ya he dicho que era como una tabla de planchar o sea estrecha, suficiente para acoger mi cuerpo. Me ató como si estuviese firmes sujetando las muñecas por debajo de la tabla y mis piernas colgaban a cada lado de la tabla y atándolas por la rodilla y tobillo quede totalmente ofrecida a sus deseos. Y los míos pues en aquella situación yo ya estaba ardiendo de deseo y húmeda por mis flujos.

Así atada y sin decir nada se volvió a la mesa y volvió a trabajar, cogió el teléfono y realizó una llamada de trabajo ignorándome completamente. Colgó y se concentró en el ordenador. Ojeaba unas carpetas y tecleaba, cogió el teléfono por segunda vez y se centró en una conversación. Sin dejar de hablar, se levantó y acercándose a mí, se desabrochó la bragueta y empezó un ritual de penetración basada en el poder, ya que no pretendia su excitación pues mantenía el tono de su voz como si nada ocurriese.

Seguia en la conversación y fue a la mesa a garabatear unos datos volviendo a mi lado y ahora acercando su dedo índice a la boca en señal de silencio empezó a retorcerme uno de los pezones. De ahí sus dedos fueron a hundirse en mi sexo y bien humedecidos me violó la boca.

Despidiéndose colgó y volvió a su mesa y siguió con su trabajo. Se levantó y salió volviendo con una taza de café, y sacándosela del pantalón me volvió a follar sujetando la taza y sorbiendo mientras notaba su inchado miembro dentro de mí.

Le interrumpió una llamda. Fue a buscar el teléfono y se centró en una negociación. Le oí decir, no hombre, por un precio así no perdamos el tiempo, mejor estariamos follando que trabajando y vino hacia mi y empezó a excitar mi esfinter hasta introducir un dedo que pronto fueron dos y que no tardaron en rotar de derecha a izquierda provocando en mi una placer próximo al orgasmo.

Colgando el teléfono se apartó de mi para volver a la mesa y seguir tecleando. Al rato se levantó de donde estaba y se sentó en uno de los sillones. Cogió el teléfono y llamó, me sorprendió oirle hablar con una mujer. Puso el altavoz y les oí iniciar una conversación pornográfica. La chica estaba en A Coruña, luego supe que era la recepcionista de una de las empresas donde habia llamado por trabajo. No era en si misma una relación de sumisión y le oí pedirle a la chica que cuando tenía previsto ir de visita. El se excusaba diciendo que con tanta tecnología cada vez era menos necesario el tener que desplazarse pero que se lo organizaria ya que también deseaba follar con ella.

Se estaba acercando al punto algido y se levantó acercándose a mí y mientras la conversación entre ellos dos era de clímax el me folló la boca introduciéndome su miembro hasta el fondo y empezó a correrse debiendo yo contener cualquier exclamación.

Colgó y sin sacarmela de la boca dijo «neteja-la» y segui succionando y lamiendo, hasta que se la guardó y volvió a trabajar.

«Feina feta» le oí decir, Y levantándose cogió la silla de la mesa de lectura y la colocó frente a mi sexo, se sentó en ella y empezó a lamerme el sexo y a introducirme dedos y a sodomizarme. Atada como estaba aquello era una locura, no paraba de succionar, de lamer, de morder el clítoris. De introducir dedos ahora en el sexo ahora en el ano, ahora en ambos y haciendo como que pinzaba desde dentro.

Me mordia la entrepierna, el monte de venus, lamia como si le fuese la vida cambiando el ritmo a una lentitud parsimoniosa. No atendía a mis ruegos para que parase hasta que se levantó y enfundo su miembro dentro de mi sexo multiplicando mis exclamaciones de placer. La sacó y fiel a su estilo la enfilo en una sodomización firme i directa, corriéndose esta vez dentro de mi ano. Ya flácida la terminó de sacar y se acercó a mi boca que la acogió en aquel entonces no sin cierto disgusto pero obediente y golosa.

Limpia, se la guardó dentro de su pantalón y empezó a chuparme y a manosearme los pechos y los pezones a los que no tardó en morder y estirarlos con sus dientes a la vez que estirando la mano y estando mis piernas abiertas empezó a palmearme el sexo con la mano abierta y plana.

El resto de la mañana fue una alternancia de momentos como los descritos hasta que acercándose a mi boca la beso con aquel deseo que le caracteriza y me desató las piernas y una mano y poniéndose de pie y mirandome me dijo, termina tu. Ya sabes donde esta el baño. Cierra la puerta de golpe. Me esperan en una comida. «ja sabràs de mi»

Esta experiéncia ha tenido distintas variables que espero contar en otros escritos.