El siempre la amo, no le importo la distancia ni cuanto tiempo no se vieron. Nunca la dejo de amar y por eso le dio el mejor reencuentro de su vida

Sabía que la amaba pese a la distancia que los separaba. La conocía desde casi niña desde aquel día en que un amigo común los presentó. Horas despues, cuando ella ya no estaba y el se había quedado solo en su casa, se quedó inquieto, pensativo. Aquellá jovencita le inspiraba ternura. Era como tener cerca un pequeño angel… Se sintió incómodo ante aquel pensamiento…

Desde aquel ya lejano día habían sucedido muchas cosas… El oleaje del tiempo había golpeado con dureza a ambos. Ella estaba sola despues de mas de una década de compartir sueños y proyecto de vida con un idiota engreido que no la merecía, un tipo de esos que solo está verdaderamente enamorado…. de si mismo. En cuanto a él, había dejado la ciudad donde vivía siguiendo el impulso de su corazón loco que despues, de no llegó a dos años, solo sirvió para asomarle peligrosamente a la quiebra mas absoluta, de la que se libró gracias a ese curioso fenómeno conocido como “burbuja inmobiliaria”… por no mencionar que emocionalmente se sentia hundido. Así pasaron varios años en los que pareció que sería dificil que volviesen a verse.

De repente, el tiempo y la vida que se encargó de separarlos, les hizo coincidir en un centro comercial en aquella ciudad donde se habían conocido y él pudo vover a sentir la tremenda emoción de uno de los apoteosicos abrazos de ella. Ya no era la niña que el conoció años atrás, ahora era una mujer, si, una mujer con algún kilo de mas, quizá. (En cuanto a ese tema el “lucía” una barriga a la que aquel amigo que los presentó llamaba el “idolo esférico”) pero en la que pudo percibir la misma mirada dulce a través de esas gafas pequeñas y redondas a lo John Lennon y también, porque no decirlo, la firmeza de su busto en el abrazo lo que le volvió a incomodar porque él tenía con ella una mezcla extraña, y tal vez absurda, de sentimientos. Por un lado la consideraba casi una hermanita pequeña pero por otro siempre que pensaba en ellá, lo cual ocurría mas a menudo de lo que él hubiera deseado, sentía una punzada dentro, un pensamiento recurrente: “lástima que no hubieses tenido diez años mas…. O yo diez menos”, sabía que era un pensamiento inutil pero no podía evitar sentir que, de haber sido otras las circunstancias, quizá se hubiesen ahorrado mutuamente la casi década y media de dolor que ambos habían cosechado.

Cuando ellá deshizo el abrazo, él sonrió y la miró y, reprimiendo un suspiro, comenzaron a hablar, a “ponerse al día“ de sus respectivas vidas, de los amigos que ya no estaban alli porque la crisis les había empujado allénde el mar para rehacer sus vidas, de recuerdos divertidos que tenían y que les hacían reir… de repente, cuando el la preguntó: ¿Qué tal va todo?. Ella entornó la mirada con gesto sombrío y comenzó a contarle lo que podría tildarse, parafraseando a Gabo García-Marquez, como la “Cronica de un fracaso anunciado” que, por entonces, aun no se había consumado. Él era la última persona que podía dar ningún consejo y nenos en las cosas del corazón, pero detestaba ver sufrir a “su pelirroja” a “su quinceañera favorita” como él la llamaba, pese a que eran ya bastantes los años que habían pasado desde aquello por lo que la contó su propia historía de fracaso, no para deprimirla ni demostrar nada, sinó para intentar evitarle, en la medida de lo posible, un dolor y una sensación de fracaso mayores de los que ya tenía. Apenas unas semanas despues el “narciso” era ya un recuerdo, reciente y doloroso… pero un recuerdo. Él se alegró, sabía que eso, para los sentimientos que el tenía, no significaba nada pero prefería verla sonreir a verla triste y, también ¿por qué no? Eso le daría alguna ocasión mas de verla, admirarla y disfrutar de su adorada compañía aunque sabía que debía obrar con cautela pues sus sentimientos era un secreto que él debía llevarse a la tumba. Así, encuentro tras encuentro, él la empezó a ver como su “amor platónico”, esa “estrella” inalcanzable a la que sus manos querían tocar, sus brazos rodear y sus labios…. Siquiera rozar sus mejillas de vez en cuando… o tener el premio de una sonrisa de ella o que, como hacía alguna vez, le tomara del brazo y el lo sintiera como una explosión en su interior, como si aquel breve roce con la piel de su “angel” fuese una leve brisa que le hacia estremecer, como una de esas piezas musicales barrocas que tanto le gustaban y que, muchas veces, le ponían lágrimas de emoción en los ojos y le traían su furtivo recuerdo.

Ella estaba algo deprimida porque, al igual que él y como tanto otros, estaba sin trabajo y eso le hacía sentirse mal. Él solo podía animarla, sabía el gran esfuerzo que su amiga había hecho para sacarse un título de Enfermería y que estaba buscando empleo con denuedo. Él sabía que lo encontraría tarde o temprano pues ella tenía un talento nato para eso porque era un derroche de ternura y amabilidad.

La seguia frecuentemente en Facebook y veía sus entradas. Un día vió una galería de fotos de ella, con una amiga también muy querida por el y el novio de esta última, en una piscina y se quedó completamente noqueado al verla luciendo un bikini rojo ajustado. Sus grandes pechos se asemejaban, a los ojos de él, como dos hermosas colinas de nata que él hubiera dado cualquier cosa por chupar y morder hasta hacer estallar a su angel en un mar de placer y amor. Su sensación era una mezcla de excitación, amor y culpabilidad. Sensación que era, para él, un dilema imposible de resolver, una trampa que se había tendido a si mismo y en la que había caido gustoso y que era la enésima demostración de que el tipo era, pese a su fama de inteligente, solo un estúpido con el corazón de arena. Alguien que. ya bien entrada la cuarentena, no podía evitar sentir que había fracasado en la vida en todo lo que puede ser importante para un ser humano: carecía de estudios, no había logrado el mayor deseo de su vida, formar una familia y que, para redondear el estropicio, llevaba ya varios años en paro y sin ver la menor posibilidad de encontrar con que ganarse la vida, pese al esfuerzo que había hecho por formarse, aunque fuese tardíamente.

Él no sabía si ella era consciente de que su afecto era para él muy valioso, cada abrazo, cada roce, cada palabra de ánimo era una bocanada de aire fresco, cuando la veía de nuevo volvía a tener esa sensación tan familiar de querer reprimir un estallido en el corazón, de no querer mirarla a los ojos por si los suyos, torpes ya de por si, le delataban. Temía perderla si le descubría porque se enfadaría, con toda razón, y ese pensamiento le hacía daño. Él era feliz admirándola, ayudándola en lo infinitamente poco que podía, acompañandola a su casa de cuando en cuando, oyéndola hablar de su “bebecito” como ella llamaba a su gato, que dicho sea de paso, estaba ya lejos de ser un bebé y el bromeaba con ella tildando al animalito de “bestia parda” y otras lindezas, ella reia y el se sentia en el paraiso….

Esta historia no se parece a la “la bella y la bestia”, no tiene final feliz, él sabe que no tiene ni siquiera belleza pasajera que ofrecer, que envejecerá sin ella y que un día, nadie sabe cuando, le vería morir. Solo rogaba a Dios porque cuando eso pasara, ella no llorase, que tan solo recordara los buenos momentos que hubiese vivido a su lado y que encontrase un alma que amara a ese angel como él hubiese querido hacerlo, con el cuerpo, con la mente, con el alma. El sabía que, a pesar de todo, la había amado hasta con sus lágrimas. ¿cómo se llamaba aquel ángel? Nadie lo sabe. Solo aquel en