Se que puede sonar un poco mal, pero lo cierto es que no hay nada mejor que mostrarles mi novia a todos, aunque sea un rato

Capitulo1

Convencer a tu pareja de que se exhiba no es tarea sencilla. Puedes cometer el error de precipitarte, ceder a la tentación de empujarla a hacer aquello para lo que aún no está preparada y con eso retroceder en el proceso que quizás comenzaste meses o años atrás.

Yo empecé hace cinco años. Nuria es una chica preciosa, qué os voy a decir, pero tampoco voy a entrar en descripciones; la verdad es que no me sentiría cómodo «vendiendo el género».

Me gustaba como la miraban, es algo que me causaba una sensación extraña, molesta y al mismo tiempo excitante. Nuria llama la atención, tiene un buen cuerpo y lo sabe, tampoco es que vaya provocando pero le gusta gustar, creo que sabéis a lo que me refiero. A mi nunca me ha molestado que la miren pero a partir de una época aquello comenzó a excitarme de una manera que al principio me pareció insano.

Bastaba una mirada directa y al mirón y todo se acababa. Mido 1,90 juego al baloncesto y mi físico impone un poquito.

Pero empecé a «despistarme», a hacer como que no me daba cuenta y a dejar que las miradas recorrieran el cuerpo de Nuria. Y yo después me avergonzaba por lo que sentía, es como si vendiese a mi novia.

Llegó el verano de 2012 y nos fuimos a Tenerife. Antes de eso yo ya había estado viendo la web de wickedweasel, supongo que la conocéis, y aquello fue como si se me nublara el sentido común. Acabé comprando cinco conjuntos a cual más atrevido que por supuesto no le enseñé porque temía que me los haría dejar en casa.

Y llegó el día del viaje. Hicimos las maletas y salimos hacia el aeropuerto.

Nuria se encargó como siempre de preparar el equipaje. Es mucho más organizada que yo y, para qué negarlo, en el fondo me resulta cómodo que sea ella quien resuelva esas cosas. Si, sé que suena machista qué le voy a hacer.

Antes de cerrar las maletas, (cosa que es tarea mía a la vista de la sobrecarga que siempre llevan), logré colar los pequeños paquetitos que me habían llegado de wickedweasel. Sabía que Nuria pondría el grito en el cielo cuando viera aquellos mínimos tangas prácticamente transparentes y esos sujetadores que apenas le cubrirían los pezones, pero esperaba al menos convencerla para que los luciera en la habitación del hotel, hacerle unas cuantas fotos y que ese pase de modelos sirviera para calentarla antes de pasar a mayores, aunque no descartaba del todo que al menos uno de ellos lo llegara a lucir en la playa. Esa era mi ilusión.

No me gusta volar y encima tuvimos turbulencias. Nuria se ríe de mí por mis miedos, no entiende como un tiarrón como yo puede ponerse a temblar nada más despegar y se pasa todo el vuelo hecho un flan. No lo puedo evitar. Me molestó sobre todo porque al otro lado del pasillo viajaban dos tíos que se enteraron de todo y no dejaron de mirar y sonreír cada vez que la escuchaban meterse conmigo. Ya tuve que decirle que se callase bastante molesto, tanto que se cogió un rebote y no volvió a abrir la boca. Creo que me pasé un poco.

Sin embargo el tío que se sentaba en el pasillo no dejó de mirar hacia nosotros, más bien hacia ella. Nuria estaba enfrascada en su libro y no se enteraba pero yo, cuando no controlaba los ruidos del avión o la estabilidad del ala le vigilaba por el rabillo del ojo.

Su mirada se centraba en los muslos de mi chica apenas cubiertos por un pequeño short vaquero. Como el mirón se sentía seguro de tener el campo libre sus ojos se dirigían sin temor, unas veces hacia el piercing que asomaba por el amplio hueco que dejaba la ajustada camiseta, otras hacia sus pechos marcados claramente bajo el fino tejido blanco, o estiraba sin ningún disimulo el cuello para seguir el curso del incipiente canalillo que se anunciaba en el escote formado por los dos estrechos tirantes anudados a la espalda.

En un gesto descuidado Nuria se recolocó un mechón rebelde que le estorbaba la lectura y al hacerlo llevó su brazo hacia el moño. Entonces vi los ojos del depredador clavados en su axila.

Y sentí mi erección luchando contra la costura de la bragueta de mi vaquero.

Fue en ese momento cuando noté su mirada. No podía saber el tiempo que llevábamos cruzando nuestros ojos. Lo que si comprendí es que había perdido la oportunidad de poner las cosas en su sitio.

Lo que supe en ese instante es que él me había calado.

Bajé la mirada, el tipo aquel me había pillado espiándole mientras se regodeaba mirando a mi chica. Había perdido la ocasión de hacerle saber que se la estaba jugando, eso se negocia en el primer gesto y ese, ese lo entendió con claridad y quedó rubricado cuando no le sostuve la mirada y me recosté en el respaldo del asiento sintiendo los latidos disparados de mi corazón.

Avergonzado es poco. Durante un tiempo que no podría medir me quedé paralizado, sin ser capaz de moverme, escondido detrás de Nuria que seguía leyendo ajena al drama que me vapuleaba.

Y la polla dolorosamente erguida, seguía intentado recobrar la verticalidad.

No podía continuar así, debía ignorar lo sucedido, quizás él no lo había interpretado como yo me imaginaba.

Me aventuré hacia delante y saqué una revista de la bolsa del respaldo anterior. Por el rabillo del ojo busqué al mirón. Estaba leyendo, pero en cuanto notó movimiento a su izquierda giró el cuello. Yo sin pensarlo, de un modo automático hice lo mismo y lo encontré esperándome. Elevó las cejas a modo de saludo, después clavó sus ojos en Nuria, hizo un rápido recorrido por su cuerpo y me devolvió una sonrisa antes de regresar a su lectura.

Abrí la revista y fingí leer. De nuevo me ganaba un round. O no. ¿De verdad había sido tan agresivo? en realidad no. Posiblemente todo era parte de mi imaginación. Tan solo había sido un saludo y una mirada, seguro que estaba exagerando.

Con toda esta historia me había olvidado de mi fobia, al menos había servido para que me calmase. Sonreí, estaba siendo el mejor viaje en avión que podía recordar.

Minutos después Nuria dejó el libro y se desperezó. Si desde mi perspectiva sus pechos me parecieron potentes no pude dejar de pensar cuál sería la vista que tuvo el mirón.

Y lo hice. Me volví hacia ella con la excusa de hablarle y le vi, mirándola con el deseo inyectado en los ojos.

—¿No lees más?

—Estoy cansada, a ver si llegamos ya. Voy a hacer un pis.

Se levantó y caminó hacia la parte anterior del avión seguida por el voyeur. Yo aparté la mirada un instante antes de que él me pillara.

Cuando regresó se quedó un instante de pie cogiendo unas toallitas del neceser que llevaba en el equipaje de mano que estaba encima de nuestros asientos. Nuria se estiraba tratando de alcanzar las toallitas sin bajar el neceser, la camiseta se le subía dejando al desnudo su cintura. Y el culo, su precioso culo, apuntaba con descaro hacia el mirón que, medio oculto tras su cuerpo a veces asomaba y clavaba uno de sus ojos en mi pupila con descaro sabiendo que yo no era ningún obstáculo.

A estas alturas yo ya no disimulaba, total no lo iba a volver a ver en cuanto desembarcáramos. Lo que ese imbécil opinase de mi me daba igual, era un tipo anónimo y su desprecio me resbalaba.

La polla me dolía. Apresada en el vaquero, apuntando hacia abajo cuando su posición lógica era otra no era ya soportable. Antes de que se sentase me levanté.

—Voy al baño.

Salí intentando ocultar el enorme bulto pero era imposible. Sé que me miró pero no tuve el valor de ver qué hacía.

Cuando llegué al baño saqué al monstruo de su prisión y al tenerlo en la mano pegó dos latidos que me hicieron agarrarlo con fuerza. El glande estaba empapado, más de lo que pensaba y antes de nada miré el estado del boxer. lo limpié con papel higiénico pero cada movimiento hacia que mi verga cimbrease y eso provocase un nuevo latido. volví a cogerla con la mano y casi sin darme cuenta comencé a masturbarme.

Imaginé que aquel tipo empezaba a tocarle el culo a Nuria mientras esta intentaba coger las toallitas del neceser.

—¡Pero qué hace? —protestaba.

—Déjale —decía yo

—¿Cómo? ¡estás loco!

—Venga, ¿no te está gustando?

Mientras mi mano cobraba velocidad imaginé que Nuria se quedaba tan sorprendida por mi actitud que no reaccionaba y el vecino de asiento seguía tocándola el culo. En mi fantasía el avión se había convertido en un modelo transoceánico mucho mayor, era de noche, el resto de pasajeros dormían y el vecino se había levantado de su asiento. Nuria seguía buscando, con los brazos subidos, como si estuviera colgada, mirándome asustada pero dejándose hacer.

—Esto no está bien —balbuceaba.

—Si Nuria, si está bien, disfrútalo, a mi me gusta verte así.

—¿Te gusta, esto te gusta?

—Si amor mío, me gusta mucho.

—Aquel hombre había llegado a su vientre, y subía arrastrando la camiseta, Nuria tenía los ojos entrecerrados y suspiraba con fuerza, el cierre del sujetador saltó y enseguida las manos se apoderaron de sus pechos desnudos. Nuria abrió los ojos, su mirada había cambiado, reconocí esa expresión que tiene cuando está a punto de correrse.

—¿Estás seguro de esto?

—Si cariño, sigue, déjate.

Estallé, el semen brotó con fuerza y se estrelló en el pequeño lavabo. Solo entonces recobré la cordura.

—¡Qué coño estoy haciendo!

Limpié todo como pude y me recompuse.

Cuando me acerqué por el pasillo vi a Nuria charlando animadamente con el vecino del asiento de al lado.