Se conocían desde hace algunos meses, pero fue luego de tanto que se dieron cuenta de que su relación era muy intima

Ella abrió lentamente los ojos y miró a su alrededor. El cuarto se hallaba en penumbra, tan sólo entraba la tenue luz naranja de las farolas de la calle. El pequeño cuarto estaba austeramente amueblado, tan sólo la cama, la mesa de noche, un pequeño armario, un escritorio, una incómoda silla un pequeño aparato de música y algunas estanterías con libros y discos. El colchón donde dormía era duro pero confortable. A su lado, de espaldas, dormía el compañero con quien había compartido gozos pocas horas antes, y la luz de la calle teñía con sus cálidos tonos la piel de ambos. La chica se acarició levemente un brazo mientras recordaba lo sucedido la noche anterior.

Se conocían desde hacía algunos meses, pero hasta aquel preciso momento no había habido una relación tan estrecha entre ellos. Se habían conocido gracias a un amigo común, que los había presentado en una fiesta. Él era un estudiante universitario, de 21 años, que vivía en un estrecho piso alquilado en la ciudad. Ella tenía 16 años y estudiaba en el instituto. Si bien con frecuencia se encontraban en la calle, en el botellón o en algún evento cultural, sus conversaciones apenas pasaban de los saludos de cortesía. Cierto era que tenían bastantes gustos en común, musicales y literarios sobre todo, pero pocas veces hablaron de tales temas. Pocas veces hasta aquella noche, en que se encontraron en la calle y no se sabe cómo terminaron hablando de aquellos temas. Surgió pronto la noticia de que él tenía dos libros y un disco bastante difíciles de conseguir y que ella andaba buscando desde hacía mucho tiempo.

– Ay ¿podrías prestármelos?

– Si quieres un día pasas por mi casa y te los llevas – dijo él inocentemente. Ciertamente, en esos momentos él no tenía ninguna doble intención en esa invitación. Si bien se caían bien mutuamente, hasta el momento no habían sentido atracción el uno por el otro. Inesperadamente ella responde

– ¿Puede ser ahora mismo? – todavía no era muy tarde, por lo que no sería tan extraño realizar una visita a esas horas. Lo extraño era ese cierto atrevimiento que a ella misma sorprendió.

Él balbuceó un instante, indeciso, hasta que finalmente dijo – Esta bien, podemos ir ahora un momentito, no vivo lejos –

Tranquilamente entraron en la vacía y silenciosa casa, y como era previsto ella se puso a ojear por el aire los libros mientras él ponía en el aparato de música, a volumen bajito para no molestar a los vecinos, ya mayores y que se solían acostar muy temprano. Estuvieron un rato conversando sobre la literatura y la música que habían motivado la visita, en un momento dado él por cortesía dice – Si quieres cenar algo lo dices – Ella aceptó la invitación, y tras cenar prosigue la conversación, sentados en la cama. En un momento dado él comenzó a verla con otros ojos, de verdad era una chica muy interesante, con unas inquietudes culturales poco comunes en chicas de su edad, y además era bastante bonita, tenía los ojos canelos y el pelo castaño, largo y lo llevaba suelto, su voz era, además muy agradable. Sin saber ni como, y sin pensarlo, él tuvo de repente un impulso instintivo, y acerco su cabeza a la de ella y la besó en los labios. Se hace silencio. Él se aparta medio consternado, aunque sigue mirándola a la cara no sabe como mirar ni qué decir, se sonroja, con el sabor húmedos de los labios de ella en los suyos de un instante fugaz, pero en el que el sabor se prolonga durante mucho tiempo. Ella permanece callada también, obviamente más sorprendida que él, mira un rato a la pared y luego vuelve a mirarlo a él, y con voz de entre extrañeza y reproche, pero sin atisbo de enfado dice:

– … ¿Qué…? ¿Qué hiciste?

Él baja la cabeza, aún más sonrojado y balbucea

– Pe… pe… perdona… no….

De nuevo silencio, ella se mantiene un rato pensativa. Sin saber las consecuencias que podría tener, ahora es ella quien decide soltar lastre y responde:

– Puede resultar extraño, pero… ¿sabes qué? … Me siento como… me gustó, me sentí bien.

Él la mira de nuevo y ya, algo más decidido, aunque temblorosamente, vuelve a besarla en los labios. De nuevo un beso corto, apenas un roce, y que ella recibió con los labios más temblorosos aún, con el corazón de ambos palpitando por el enorme nerviosismo. ¿Qué estaban haciendo? Sin pensarlo sólo quedaba dejarse llevar sin saber el rumbo que tomarían. Seguidamente él le da un beso más, este ya más largo, en el que ambos se saborean mutuamente los labios, el beso se prolonga más tiempo y comienzan a mover los labios suavemente, en una leve danza flotante. Ella siente las frías manos de él sujetándole suavemente los brazos, nunca se había sentido tan bien en la vida, con los ojos cerrados, y probando por primera vez los sabores de una boca; pronto siente entre sus labios como una lengua trata de entrar en su terreno, y abre ligeramente la boca para permitir esa intrusión; siente de repente su cálida lengua en la suya, y comienzan ambos a entrelazarlas en un juego improvisado, con las orejas ardiendo. Sin todavía haber despegado los labios la chica siente como los brazos rodean su cuerpo y unas manos acarician su espalda, a lo que responde, tras unos segundos de indecisión con lo mismo. Se ponen ambos de pie y prosiguen en el abrazo, cada vez más estrecho, y con la calidez inundando todo el cuerpo. En un momento él aparta levemente su boca de la de ella y comienza a besarla por debajo de la comisura de los labios, mientras ella exhala un pequeño suspiro. Sus pechos ya pegados, en el abrazo cuerpo a cuerpo, pronto ella también siente, a través de sus pantalones vaqueros, la forma de la polla de él contra su pubis, ante lo cual se decide bajar sus manos hacia el culo de él, acariciándolo. Decididamente él también baja sus manos y firmemente se posan en el culo de ella, apretando aún más sus cuerpos.

Al rato se apartan, ella consternada por un momento piensa echarse atrás.

– No… no creo que debamos de seguir. – dice ella. Él compasivo piensa, “tiene razón, ella aún es muy pequeña, debemos dejarlo ya”, pero sin embargo las palabras que salieron de su boca, lentamente entonadas, fueron:

– No estamos haciendo nada malo… Si realmente te gusta, te encuentras a gusto, no tienes por qué parar – ¿Qué extraña jugarreta le estaba haciendo la mente, que, cuando iba a decir una cosa, de su boca salía otra muy distinta?

– Tengo algo de miedo, no sé… Nunca lo he hecho… soy virgen… – inmediatamente él responde

– Te parecerá extraño, pero yo también…

Sorprendida ella se aparta un poco más y lo mira con extrañeza. – ¿De verdad? – y acto seguido, y de forma inesperada se quita la camisa, mostrando el sostén negro que cubría sus pequeños pechos.

Tranquilamente entraron en la vacía y silenciosa casa, y como era previsto ella se puso a ojear por el aire los libros mientras él ponía en el aparato de música, a volumen bajito para no molestar a los vecinos, ya mayores y que se solían acostar muy temprano. Estuvieron un rato conversando sobre la literatura y la música que habían motivado la visita, en un momento dado él por cortesía dice – Si quieres cenar algo lo dices – Ella aceptó la invitación, y tras cenar prosigue la conversación, sentados en la cama. En un momento dado él comenzó a verla con otros ojos, de verdad era una chica muy interesante, con unas inquietudes culturales poco comunes en chicas de su edad, y además era bastante bonita, tenía los ojos canelos y el pelo castaño, largo y lo llevaba suelto, su voz era, además muy agradable. Sin saber ni como, y sin pensarlo, él tuvo de repente un impulso instintivo, y acerco su cabeza a la de ella y la besó en los labios. Se hace silencio. Él se aparta medio consternado, aunque sigue mirándola a la cara no sabe como mirar ni qué decir, se sonroja, con el sabor húmedos de los labios de ella en los suyos de un instante fugaz, pero en el que el sabor se prolonga durante mucho tiempo. Ella permanece callada también, obviamente más sorprendida que él, mira un rato a la pared y luego vuelve a mirarlo a él, y con voz de entre extrañeza y reproche, pero sin atisbo de enfado dice:

– … ¿Qué…? ¿Qué hiciste?

Él baja la cabeza, aún más sonrojado y balbucea

– Pe… pe… perdona… no….

De nuevo silencio, ella se mantiene un rato pensativa. Sin saber las consecuencias que podría tener, ahora es ella quien decide soltar lastre y responde:

– Puede resultar extraño, pero… ¿sabes qué? … Me siento como… me gustó, me sentí bien.

Él la mira de nuevo y ya, algo más decidido, aunque temblorosamente, vuelve a besarla en los labios. De nuevo un beso corto, apenas un roce, y que ella recibió con los labios más temblorosos aún, con el corazón de ambos palpitando por el enorme nerviosismo. ¿Qué estaban haciendo? Sin pensarlo sólo quedaba dejarse llevar sin saber el rumbo que tomarían. Seguidamente él le da un beso más, este ya más largo, en el que ambos se saborean mutuamente los labios, el beso se prolonga más tiempo y comienzan a mover los labios suavemente, en una leve danza flotante. Ella siente las frías manos de él sujetándole suavemente los brazos, nunca se había sentido tan bien en la vida, con los ojos cerrados, y probando por primera vez los sabores de una boca; pronto siente entre sus labios como una lengua trata de entrar en su terreno, y abre ligeramente la boca para permitir esa intrusión; siente de repente su cálida lengua en la suya, y comienzan ambos a entrelazarlas en un juego improvisado, con las orejas ardiendo. Sin todavía haber despegado los labios la chica siente como los brazos rodean su cuerpo y unas manos acarician su espalda, a lo que responde, tras unos segundos de indecisión con lo mismo. Se ponen ambos de pie y prosiguen en el abrazo, cada vez más estrecho, y con la calidez inundando todo el cuerpo. En un momento él aparta levemente su boca de la de ella y comienza a besarla por debajo de la comisura de los labios, mientras ella exhala un pequeño suspiro. Sus pechos ya pegados, en el abrazo cuerpo a cuerpo, pronto ella también siente, a través de sus pantalones vaqueros, la forma de la polla de él contra su pubis, ante lo cual se decide bajar sus manos hacia el culo de él, acariciándolo. Decididamente él también baja sus manos y firmemente se posan en el culo de ella, apretando aún más sus cuerpos.

Al rato se apartan, ella consternada por un momento piensa echarse atrás.

– No… no creo que debamos de seguir. – dice ella. Él compasivo piensa, “tiene razón, ella aún es muy pequeña, debemos dejarlo ya”, pero sin embargo las palabras que salieron de su boca, lentamente entonadas, fueron:

– No estamos haciendo nada malo… Si realmente te gusta, te encuentras a gusto, no tienes por qué parar – ¿Qué extraña jugarreta le estaba haciendo la mente, que, cuando iba a decir una cosa, de su boca salía otra muy distinta?

– Tengo algo de miedo, no sé… Nunca lo he hecho… soy virgen… – inmediatamente él responde

– Te parecerá extraño, pero yo también…

Sorprendida ella se aparta un poco más y lo mira con extrañeza. – ¿De verdad? – y acto seguido, y de forma inesperada se quita la camisa, mostrando el sostén negro que cubría sus pequeños pechos.

Él se queda inmovilizado durante unos segundos, y luego decide acercarse rápidamente y la besa de nuevo. – Desnúdate, desnúdate para mí – le dice mientras la abraza torpe y ansiosamente. Ella intenta zafarse de él, como cambiando de parecer, “¿qué hice?”, piensa, mientras lo empuja intentando apartarlo, pero las torpes manos de él en su espalda lograron su objetivo de desabrochar su negro sostén. Cuando con un empujón por fin logra apartarlo, el sostén cae al suelo dejando al descubierto sus pequeños pechos. Él observa maravillado esos pechos que realmente eran hermosos. De nuevo, inesperadamente, la reacción de ella fue sonreír ante la mirada de él. Tras ese intercambio de gestos difíciles de descifrar, él decide quitarse la camisa, a diferencia de ella, el panorama que el mostraba no era tan bello, su cuerpo para nada era atlético, si bien tampoco estaba gordo. Ella hace un gesto con sus brazos como diciendo “acércate”, al que él obedece. De nuevo se abrazan, sintiendo esta vez el calor de sus pieles, la de ella contra la de él, y la del contra la de ella, como si estuvieran aferrándose a su propia vida. Comienza él suavemente a masajearle sus pequeños pechos, moviendo en círculos sus dedos sobre sus pezones, y recorriendo la totalidad de los pechos con sus manos.

Se apartan de nuevo. Él comenzó a desabrocharse los botones de los pantalones, el bulto de su polla erecta era evidente. Ella también aprovechó para quitarse los suyos. Ambos frente a frente, ella con sus braguitas, él con unos calzoncillos que en ese estado apenas ocultaban nada, se observan – Venga, ahora ¡una dos y tres! – rápidamente la ropa interior de ambos se desliza hacia el suelo, él liberando su polla y ella mostrando su peludito coño.

Ella observa con curiosidad la polla, nunca había visto una de verdad, y se sonríe.

– Ven, para que veas cómo es lo mío – dice ella mientras se sienta en la cama, separando la piernas mostrando sus labios mayores.

Él se pone en cuclillas a los pies de la cama, acercando su cabeza al coño de ella, para observarlo con detenimiento. Ella separa lentamente con los dedos sus labios mayores mostrando su interior, y explicando qué era cada parte. Una vez terminada la explicación él pregunta:

– ¿Puedo probar a qué sabe?

Ella responde con un silencio que en realidad era una respuesta afirmativa, y él comienza a lamber lentamente aquella vagina, mientras ella, cerrando los ojos de placer, echaba la cabeza hacia atrás. En los minutos en los que él estaba saboreando su fruta el placer de ella diba in crescendo, al igual que las palpitaciones de su corazón.

Con el aliento entrecortado, y exhalando suspiros, ella acierta a decir:

– Pruébame… prueba mi sabor…. cómeme… – sus gemidos de placer hacían que la excitación de él fuera en aumento, aquellos gemidos de placer de la chica sonaban a música celestial, aderezada con los sabores de su vagina.

Tras unos minutos, él abandona las labores de degustación y se pone en pie, y aguantando su polla dice:

– Ven, ahora vamos a follar.

Deja quieto su glande a la entrada de su vagina, antes de traspasar el umbral y entrar en el cuerpo de ella.

– Venga, desvirguémonos, entra en mi casa – dice ella de forma decidida.

Acerca lentamente su polla a la vagina, ella comienza a sentir ya el calor y el roce de su glande que comienza a introducirse dentro de ella… de repente hay un freno, él empuja un poco y ella, con un leve dolor siente romperse su hínem. Él retira rápidamente la polla al oír su quejido, un leve hilillo de sangre comienza a brotar. Tras unos segundos ella dice:

– Bueno, ahora sí puedes entrar.

Acerca de nuevo la polla y comienza a introducirla poco a poco en la vagina, ella siente como este cuerpo extraño y caliente comienza a entrar dentro de ella, en su cuerpo, y él siente como su polla es aprisionada notando con el tacto unas paredes húmedas y calientes. Ella se lleva una mano al clítoris y anima a él a seguirla.

Ella nota como en una lenta danza la polla de él se mueve dentro de ella adelánte y hacia atrás, entrando y saliendo. En un momento dado ella comienza también a mover sus caderas, acompazando el ritmo, y cruzas sus piernas detras del chico, llevándole ella el ritmo.

Están sudando, sus cuerpos entrelazados adquieren un extraño brillo, él la mira, ve las gotas de sudor bajar del cuello de la chica y comienza a lamerlo, a probar su sudor. Ella siente el aliento del chico y comienza a acariciarlo en la cabeza, enredadon los dedos en su pelo. El chico sube por la barbilla, siempre lamiendo, y se para poco antes de llegar a su boca entre abierta, que respira agitadamente, espirando un aliento dulce. Se miran a los ojos, y comienzan a besarse mientras se follan, en el beso más dulce y maravilloso de sus vidas, dos lenguas jugueteando y buscándose mientras la desnuda polla del chico está en la vagina de la chica.

Aumentan el ritmo, él lleva su mano al clítoris de ella para aumentarle el placer, ella gime, él vuelve a besar sus pechos, pellizcando con los labios los pezones.

De repente el chico se queda quito, su cara refleja preocupación, la mira.

– ¿Qué pasa? – pregunta ella.

– Lo… lo estamos haciendo sin protección.

Ella lo mira, y sonríe.

– No importa. Quiero que me dejes preñada. – dice totalmente segura de sí misma.

– ¿Qué? – el chico palidece.

– Quiero que te corras dentro de mí y me preñes.

La vista del chico se nubla, comienza a sentir calor en las sienes, no sabe si seguir o no, trata de razonar, pero puede. No quiere que ella se quede embarazada, pero a la vez eso lo pone cachondísimo, y mientras trata de razonar, no se da cuenta de que está aumentando su ritmo, mientras frota el clítoris de la chica que cada vez gime más fuerte, ella va a tener el orgasmo.

– Sí, sí…. me encanta – grita ella.

De repente ella estalla en un orgamo y con sus piernas comprime al chico contra ella, cuando él trata de zafarse pues siente que también se va a correr. Ella lo atrae hacia sí y comienza a besarlo, y de repente él empieza a descargar su semen en el interior de la chica, llenándola de su simiente.

Termina de descargar, deja de moverse, ella lo libera. Comienzan a recuperar el aliento, la polla sale de la vagina y se miran a los ojos, los de él reflejan entera preocupación, los de ella brillan enormemente. Él la mira preocupado, ella sonríe.

– Me… me corrí dentro, lo siento – dice él aturdido.

– Síiii – dice ella y se ríe – y me encantó.

– Pero… ¿y si te quedas embarazada?

Ella vuelve a reírse.

– Ojalá.

Mira su rostro de preocupación y le pellizca un cachete.

– ¡Ay que bobito eres!

– ¿No debieras ser tú la preocupada? – dice él.

– Pues no lo estoy, pero me gusta ver tu cara de preocupación.

– ¿Qué? – dice él sorprendido.

– Me da cosita verte así.

Pasan más cosas, es verdad, las historias nunca terminan aquí, no es vestirse y marcharse cada uno por su lado. Pasan minutos, días, meses, años, siglos y milenios, la humanidad sigue su curso hasta sucumbir, pero en medio suceden estas historias entre parejas que se encuentran, jóvenes que experimentan el placer, pero que también tiene sus consecuencias. Y en estas historias concretas, cada cual que imagine el devenir de nuestros protagonistas. Esto era una simple historia, sin grandes pretensiones literarias, pero con la esperanza de que su lectura haya sido placentera y sepan perdonar mis posibles errores como también yo perdono los errores de otros relatos. Tan sólo una recomendación, el placer en la sexualidad siempre ha de ser mutuo, nunca nadie, jamás, debe verse forzado ni obligado a nada, aunque en los relatos me gusta sobre todo que ella tenga la iniciativa y juegue un poco con el chico.