Se muy bien que mi mujer es una puta, aunque jamás me imagine que podría follarse a un cura. Como le gusta la verga

Soy Pepe, el marido de Ana, continuo con la historia sexual de mi mujercita que empecé en el anterior relato titulado “mi mujercita no sabe decir no”.

Cuando volvimos del viaje de novios mi mujer cumplió los 18 años y seguía con su angelical cara de niña, su delgado cuerpo y su blanca piel, que tanto morbo producía en los hombres. En el pueblo volvimos al trabajo. Ella se ocupaba de las tareas de la casa.

En seguida los depredadores de mi padre de 50 años, y mi hermano soltero de 30 se encargaron de meterle mano en cuanto la pillaban sola en la casa. Y la “tonta” no era capaz de decirles “no”. Yo empecé a espiarlos y la veía follar con ellos, pero al contrario de enfadarme me ponía cachondo. Me convertí en un cornudo consentido.

Un día le pregunté a mi mujercita después de echarle un polvo:

PEPE: Ana, ¿es que no tienes bastante con lo que yo te doy, por qué haces cochinerías con mi padre y mi hermano?

ANA: lo siento cariño, claro que tengo bastante contigo pero me da mucha pena de tu padre y tu hermano de dejarlos con las ganas, y la verdad es que me ponen tan cachonda que no les puedo decir que no.

PEPE: vale mi amor, puedes seguir satisfaciéndolos. Pero que no salga nada de casa. Prefiero que lo hagas aquí a que te dejes que otros hombres de fuera te toquen.

ANA: Pepe, yo no te puedo traicionar. Desde que nos casamos solo lo he hecho con tu padre y tu hermano, claro está aparte de los que toqué en el banquete de bodas, pero eso ya lo sabes tú. …Bueno tengo que confesarte que lo he hecho con Don José, el cura.

PEPE: ¿Cómo, hasta los curas te meten mano pecadora?

ANA: Es que como voy tanto a la iglesia, me confieso todas las semanas contándole mis pecados con tu padre y tu hermano.

Mi mujer se echó a llorar, ella con lo beata que era se lía con el cura, increíble.

PEPE: Tranquila Ana, te perdono. Pero a cambio me tienes que contar lo que pasó:

ANA: Pues nada que un día le estaba detallando mis pecados con tu padre diciéndole el pito tan gordo que tiene y cómo me está ensanchando mis agujeros de delante y de detrás. También le conté como tu hermano se ha enviciado a chuparme mis pechitos y que he descubierto que tengo orgasmos con sólo chupármelos.

PEPE: ¿Qué, que te corres solamente chupándote las peras, cochina?

ANA: Si cariño, no puedo evitarlo!. El cura tampoco lo creía y para demostrarle que no estaba mintiendo me desabroché la camisa sacándome una de mis peras con esos bultos tan feos que tengo, y se la ofrecí para que me la chupara metiendo el pezón por la rejilla del confesionario.

PEPE: Serás putilla!. Perdona cariño, pero tus pezones no son feos , son preciosos con esa forma de peritas. Sigue, contando.

ANA: pues nada que me chupo en poco tiempo me corrí. Para demostrárselo me quité las bragas tan mojadas como las pongo de flujos y se las pasé. El padre José, me dijo que como penitencia se iba a quedar con ellas. Otro día me dijo:

“hija del diablo, me has enardecido, has metido en mi cuerpo el mal, mira, toca, toca”
Me cogió la mano y se la llevó a la sotana donde palpé un gordo y duro pito.

Perdone padre, yo no quería, si puedo ayudarle dígamelo.
Rápidamente el cura abrió la puerta del confesionario y me metió dentro, se subió la sotana dejando al aire su tieso pito.

Puedes ayudarme apagando este fuego del infierno con los flujos de tu raja, me dijo
Mejor por el culo padre que me puedo quedar preñada del diablo.
El cura me subió la falda y echándome a un lado las bragas me ensartó por el ojete con su gordo pito. Menos mal que ya me lo tenía abierto tu padre. Me agarró mis peras y en poco tiempo me llenó el culo de leche mientras me tapaba la boca para que no se oyeran mis gemidos. El pobre cura debía llevar mucho tiempo sin correrse porque después de salir me puse a oír la misa y al rato se me salieron regueros largos de semen que se deslizaban por mis piernas hasta llegar a los zapatos. Pasé mucha vergüenza porque seguro que las señoras del banco de detrás se dieron cuenta.

PEPE: pero que mujer más putita tengo. ¿Has hecho algo más con él?.

ANA: si, una cosa más. Hace poco me dijo que mis pecados eran tan grandes que sólo se podían redimir con una eucaristía especial. Que cuando acabara la misa fuese a la sacristía. Allí me dijo que debía comulgar su semen bendito para ser perdonada. Así que mientras se subía la sotana y me enseñaba su picha tiesa, yo me arrodillaba a lamérsela. Mientras lo hacía debía soportar que me metiera un cirio en el conejo y una vela en el ojete. De esa forma yo me corría y él me llenaba la boca de leche que no debía tragar, sino que después hincada de rodillas y rezando debía degustar y tragar poquito a poquito.

PEPE: ¡Valiente mujer más ingenua tengo!. Y seguro que así comulgas todas las semanas.

ANA: Si, cada vez que voy a misa, cuando acaba me meto con el cura en la sacristía y me da su néctar divino. A veces mientras rezo tragándomelo el diablo se apodera del padre y me la mete en mi culito.

Continuará…