Nunca me imaginé que la relación con mi madre podía llegar a este nivel, en donde me prestara su cuerpo para satisfacer mis necesidades sexuales y se dejara hacer de TODO por su hijo

COMPARTIENDO A MAMÁ

Me llamo Ángel y tengo veintitrés años. Desde los doce comparto mi vida solamente con mi madre divorciada y su actual compañero, a quienes desde ahora llamaré papás. Los primeros once años de mi vida los viví con mi padre natural, mi madre y mi hermano cinco años mayor que yo. Después de varios años de matrimonio nefasto, mis padres decidieron separarse y nuestra vida dio un vuelco completo. Mamá se enamoró de un hombre de ideas completamente diferentes a las suyas pero la verdad es que a mi madre le sentó fenomenal y sufrió una completa transformación: Se arreglaba todos los días, se volvió mucho más atractiva y excitante que de costumbre e incluso presumía de poner cachondos a sus compañeros de trabajo cada vez que salían a tomar algo.

Aquella puritana que cuidaba mucho el no decir palabras malsonantes y el vestir de forma tan recatada que no enseñaba ni los tobillos, se volvió una mujer normal, con un lenguaje normal, incluso vulgar cuando la ocasión lo requería y que elegía modelos ajustados y llamativos, incluso para el trabajo, por aquello de “ir marcando curvas”.

La historia que voy a contar sucedió cuando yo tenía 17 años. Tengo que decir que mamá tenía 42 años y estaba buenísima. Si alguien lo duda puede preguntar a alguno de mis amigos que iban a casa con cualquier excusa y que seguramente se pajeaban como locos pensando en su culo prieto o el bamboleo de sus generosas tetas moviéndose al ritmo de sus pisadas o su propia respiración. Supongo que esa era la razón por la que las reuniones de amigos las querían hacer siempre en nuestra casa, sobre todo en verano que era cuando mamá andaba bastante ligera de ropa por casa sin importarle quién estuviera en ella.

Las veces que papá y ella conseguían pasar la noche juntos y descansados, cosa difícil teniendo en cuenta que él viajaba constantemente, los cuadros temblaban en mi dormitorio. Solían empezar sus juegos en el salón, delante de la chimenea, viendo la televisión o escuchando música, sin importarles que yo estuviera delante. Mi madre solía andar por casa bastante más ligera de ropa de lo habitual cuando él estaba, por lo que acceder a cualquier rincón de su cuerpo era tarea muy fácil para las manos habilidosas de papá. Del salón pasaban a la habitación y al poco tiempo mi madre comenzaba un concierto de jadeos y frases entrecortadas mientras el cabecero de su cama golpeaba contra el tabique de separación entre su cuarto y el mío, supongo que al mismo ritmo que el pene de mi padre golpeaba contra su sexo. Después de un buen rato, comenzaban a entremezclarse sonidos extraños por parte de ambos, una mezcla de gritos de placer y suspiros de satisfacción que, junto con la disminución de los golpes del cabecero, anunciaban el final de la batalla, al menos por el momento.

Ni que decir tiene que mi imaginación se disparaba ya en el sofá y que si bien al principio me imaginaba que yo también me lo estaba haciendo con alguna amiga o compañera del instituto, muy pronto me excitaba completamente imaginando a mi madre follada por su compañero o realizándole una descomunal mamada. Por supuesto todos estos pensamientos solían terminar en una buena paja en el servicio o en una imprevista corrida en la cama que luego me tocaba limpiar para no dejar pistas.

A veces, cuando estábamos solos, sonaba el teléfono y mamá se iba con él a su habitación, en ocasiones más de media hora. En una de estas ocasiones, al pasar por delante de su puerta para ir a mi cuarto, observé a través de la puerta entreabierta de su habitación a mi madre echada en la cama completamente desnuda hablando con papá. Me acerqué con mucho cuidado para no hacer ruido y contemplé como mamá se acariciaba el sexo con una mano mientras con la otra sujetaba el teléfono. De pronto me pareció que miraba hacia la puerta y comenzó a acariciarse más deprisa como si me hubiera visto y el hecho de sentirse observada la excitara todavía más. Sus piernas, con las rodillas flexionadas y totalmente separadas, se abrían y cerraban con rapidez mientras su cuerpo se giraba en dirección a la puerta sin dejar de acariciarse. Cuando por fin estuvo frente a mí, comprobé que tenía introducido en su sexo un enorme consolador que metía y sacaba constantemente entre fuertes jadeos. De pronto empezó a sufrir unas fuertes convulsiones, sus jadeos se hicieron más fuertes y constantes y sus piernas se abrían y cerraban con mayor rapidez. Cuando pararon las convulsiones sacó aquello de su sexo y sin dejar de mirar hacia la puerta lo llevó a su boca y comenzó a besarlo, a lamerlo y a chuparlo mientras hablaba con papá y le decía una serie de cosas como si todo eso se lo estuviera haciendo a su pene en lugar de a aquel pedazo de látex.

Nunca supe si mamá me había visto o no, aunque todo me hacía pensar que sí. Lo que estaba claro es que habían pasado dos largos años desde aquella escena y nunca había vuelto a ocurrir nada parecido…… hasta aquel sábado.

Papá estaba de viaje y cuando llegué a casa para cenar me encontré con la mesa puesta, todo preparado y mamá sentada frente al televisor vestida con una camisa blanca, una falda corta y zapatos de tacón. Al cabo de media hora, justo en el momento de terminar de cenar y mientras yo recogía la mesa sonó el teléfono. Mamá fue a cogerlo toda contenta pero nada más empezar a hablar le cambió por completo el color. Las únicas palabras que decía eran:

– … perdón mi amor …. me olvidé, te juro que me olvidé ….. no por favor él no ……. no me volveré a olvidar, lo juro mi amor …… ¿Puedo escogerlo yo? ….. sólamente esta vez, por favor …… gracias, muchas gracias ….. sí, sí de acuerdo lo haré ahora mismo y luego te llamaré ……. muchas gracias mi amor. Hasta luego.

Cuando mamá colgó el teléfono yo estaba sentado en el sofá. Ella se plantó frente a mí y completamente seria y a punto de llorar me dijo:

– Hijo, quiero que me desnudes

– Pero mamá ¿Qué estás diciendo?

– Exactamente lo que has oído, quiero que me desnudes ahora

Y cogiendo mis manos entre las suyas las llevó a los botones de su camisa. Con manos temblorosas fui soltando como pude cada uno de los botones mientras ella se soltaba los de los puños. Cuando todos estaban desabotonados continúo:

– Quítamela

Y así lo hice. Al descubierto quedaron sus pechos apenas cubiertos por un sujetador negro precioso que los sujetaba desde abajo. A esas alturas mi miembro palpitaba dentro del pantalón como si se fuera a salir de un momento a otro.

– Ahora la falda

Esta vez no tuvo que repetirlo. Cuando bajé su cremallera y se la saqué por los pies, su sexo apareció tapado por un tanga negro minúsculo, a juego con el sujetador, mientras sus nalgas quedaban prácticamente al descubierto y sus piernas estaban cubiertas desde medio muslo por unas medias negras con costura lateral. En resumen, era la viva imagen de la vestimenta de aquellas putillas que había visto alguna vez en Internet o en las revistas que los colegas llevaban al instituto. Y mientras, mi miembro que no entiende de incesto ni parentescos, pugnaba por no reventar de pura excitación.

– Sólo puedes dejarme una de las prendas. Elige

Evidentemente pensé que estaría ridícula si le dejaba solamente el sujetador, así que fue lo siguiente en quitarle. Cuando lo separé de su cuerpo observé que sus pechos aún se conservaban firmes y sus pezones estaban completamente excitados y erectos. Por un momento tuve la tentación de volver a mamar de ellos como había hecho años atrás, pero me logré contener a duras penas. La duda era escoger entre el tanga y las medias y la verdad es que no sabia que escoger. Por un lado pensaba que vestida solamente con las medias tenía que estar realmente explosiva y yo disfrutaría de la visión completa de su sexo y su culo como no la había tenido nunca. Pero por otro lado no me atrevía a tanto, así que opté por quitarle las medias, las cuales, tras sufrir 3 o 4 enganchones fruto de mi inexperiencia, se fueron directamente a la basura.

Y allí estaba mamá en todo su esplendor, vestida únicamente con un minúsculo tanga negro que apenas le tapaba nada y con su hijo enfrente completamente excitado.

– Ahora necesito contarte algo, pero antes veremos una película para que entiendas lo que tengo que contarte

La película se titulaba “Historia de O” y contaba las experiencias sexuales a las que era sometida una chica por parte de su prometido, con el fin de probar su amor y fidelidad: violaciones, latigazos, sexo múltiple, sodomía, etc. Mamá pasaba la película deteniéndose solamente en algunas escenas que me explicaba y saltándose las que según ella no tenían importancia, pero su idea me quedó muy clara. Según me iba contando, papá y ella jugaban de vez en cuando a “O”, aunque solamente entre ellos. Durante las fechas que se marcaban de antemano ella debía cumplir el reglamento a rajatabla, estuviera o no papá, o de los contrario debía ser castigada. Parte de aquel reglamento, que en realidad era un decálogo, la obligaba a estar sin ropa interior y con las piernas suficientemente abiertas para acceder a su sexo en cualquier momento. Aquel fin de semana y aunque mi padre estaba fuera, mamá tenía deberes que realizar, ella había incumplido ese punto en la parte que le tocaba debiendo ser castigada y papá quería que yo fuera su verdugo en su ausencia. Cuando mamá terminó de explicármelo, me pidió perdón varias veces por haberme metido en aquel lío, me aclaró que en la conversación nunca había dicho mi amor sino “mi amo” que era una de las formas de tratamiento que le estaba permitida y fue a su habitación a buscar los utensilios para su castigo.

Cuando volvió traía unas correas que se cerraban con velcro en las muñecas y los tobillos y con una regla de madera de 50 centímetros. Luego me pidió que le atara las manos a una barra que había en la puerta de su dormitorio, cosa que hice con mucho gusto pues para entonces ya estaba súper excitado. Con los brazos levantados y separados, sus pechos parecían mucho más jóvenes de lo que en realidad eran.

– Ahora tienes que desnudarme completamente, atarme las piernas a la puerta y darme 13 azotes fuertes en el culo

– ¿Cómo de fuertes?

– Hasta que mi culo quede completamente enrojecido, si no tendrás que repetirlos todos desde el principio, así que por favor pégame fuerte

Aquella era la primera vez que desnudaba a una mujer completamente así que me dispuse a disfrutar del momento. Comencé a bajarle el tanga por detrás, muy lentamente, observando como la poca tela que tenía salía de la raja de su trasero cuyas nalgas separaba al mismo tiempo con mis manos. Cuando lo bajé por debajo de las nalgas pasé para la zona delantera, bajándolo más lentamente todavía para observar la aparición de su vello púbico, perfectamente arreglado hasta desaparecer por completo unos centímetros antes de su sexo. Mientras tanto mi miembro crecía más y más si es que eso era todavía posible. Cuando se lo saqué por los pies no me pude resistir y la abracé por detrás cogiendo sus tetas entre mis manos mientras frotaba mi miembro contra su culo.

– Por favor no me toques. Átame y pégame fuerte….. por favor, haz lo que te digo

La até en forma de X a la puerta, cogí la regla en mis manos y me dispuse a pegarle los 13 azotes que componían el castigo. Los primeros 3 o 4 fueron bastante suaves, quizás demasiado

– Por favor pégame más fuerte, no quiero volver a pasar por esto

Los siguientes, a medida que me excitaba con el castigo, fueron subiendo de nivel hasta hacerla gritar de dolor aunque yo diría que en el mismo había bastante dosis de placer

– Así, cabrón, así, pégame fuerte, más fuerte

Cuando terminé, mamá dejó pasar unos minutos antes de decirme todavía llorando:

– Ahora desátame, por favor

Solté primero sus piernas que juntó con dificultad y al soltarle sus manos se dejó caer lentamente de rodillas por culpa del dolor, sus nalgas estaban completamente enrojecidas y daba la sensación que no se podría sentar en varios días. Cuando intenté ayudarla a levantarse ella me miró a los ojos y sin moverse me dijo:

– Espera, todavía me falta algo para cumplir el castigo que elegí

Entonces me hizo apoyar contra el marco de la puerta y comenzó a bajarme el pantalón con sus manos temblorosas hasta sacarlo por completo, liberó mi miembro de la presión del slip que parecía demasiado pequeño y después de darle una serie de lamidas a todo lo largo se lo introdujo en la boca y comenzó la mejor mamada que había soñado hasta entonces

– Necesito que te corras en mi boca para que sirva el castigo. ¿Querrás hacerlo?

Vaya que si lo hice. Creo que entre todas mis pajas anteriores no había derramado tanta leche como la que solté en la boca de mi madre aquella noche. Tal cantidad de leche que mi madre, aunque se esforzaba en tragarla y se notaba que estaba acostumbrada a hacerlo, no podía asimilarla toda y parte de ella se le escapaba por la comisura de sus labios deslizándose hasta sus tetas donde la extendía con sus manos.

– Gracias amito, muchísimas gracias, lo has hecho todo muy bien

A continuación me dio un beso en la boca introduciéndome su lengua para que pudiera comprobar el sabor de mi propio semen.

Como no podía sentarse por culpa de los azotes, la siguiente media hora la pasó arrodillada en un cojín en la alfombra del salón cubierta con un batín de seda, con la cabeza apoyada entre mis muslos y jugando de vez en cuando con mi miembro al que besaba y lamía intentando dejarlo como antes. Pasado ese tiempo me pidió que le acercara el móvil para llamar a mi padre y contarle todo lo que había pasado. Después de hablar con él me pasó el teléfono para que papá me felicitara por el castigo. Me dijo además que después de lo ocurrido sería conveniente que mamá me diera un baño y un masaje antes de acostarme y que si quería podía acostarme con ella. Solamente había una condición:

– Únicamente podrás hacer lo que ella te pida o te indique que puedes pedirle tú. ¿Aceptas la condición?

Evidentemente mi respuesta fue un SI como un castillo.

Mamá preparó su bañera con mimo, igual que hacía cuando se bañaba ella sola o con papá: espuma de baño, sales minerales, un producto especial con aroma a canela y velas aromáticas repartidas por el baño. Cuando todo estaba preparado me llamó y me quitó con suma delicadeza la ropa, me tomó de la mano y me introdujo en la bañera frotándome todo el cuerpo con su esponja. Al momento se metió ella también colocándose detrás de mí con su espalda apoyada en la bañera, mi culo entre sus piernas abiertas sintiendo el tacto de su sexo y mi cabeza apoyada entre sus pechos. Sus manos recorrieron lentamente desde mis muslos a mi cabello, enjabonando y frotando cada porción de mi cuerpo y cuando pasaban por mi miembro, todavía no recuperado del todo, tenía la agradable sensación de que se detenían en él mucho más tiempo que en otros sitios o al menos el recorrido lo hacían mucho más despacio. Un tiempo después me pidió cambiar de posición y entonces fueron mis manos las que se dormían en sus tetas y su sexo completamente dilatado. Cuando comenzábamos a arrugarnos por el efecto del agua nos incorporamos, nos aclaramos mutuamente y mamá me secó con una enorme toalla que olía a ella, sin permitir que yo la secara a ella como era mi deseo.

– Ahora échate boca abajo en la cama y te daré un masaje completo con aceite

Entre los muchos títulos y diplomas acumulados a lo largo de su vida, mi madre tenía el de masajista, así que durante un rato iba a estar “en buenas manos”. Mamá se sentó a horcajadas sobre mis piernas y comenzó por mi espalda y mi cuello para aliviar la tensión que tenía acumulada desde hacía horas. Cuando notó que estaba relajada esa zona pasó a mis brazos y a las palmas de mis manos y de ellas a mis pies. En las plantas de mis pies se detuvo un rato largo mientras me explicaba que según la medicina china, por ellas pasan todos los meridianos de la energía que tenemos en el cuerpo y que es la causa de muchas dolencias. De los pies fue subiendo poco a poco por las piernas hasta los muslos donde volvió a detenerse otro largo rato haciendo un masaje suave que me provocaba cierta somnolencia. Pero….. cuando ya pensaba que había terminado con mi parte posterior me pidió algo nuevo:

– Ahora separa bien las piernas

Cuando lo hice, se arrodilló entre ellas, dejó caer un buen chorro de aceite entre mis nalgas y comenzó a masajearlas apretándolas y soltándolas constantemente mientras sus dedos se deslizaban por toda mi raja arriba y abajo sin descanso. De pronto los dedos de su mano derecha empezaron a jugar peligrosamente con el orificio de entrada a mi ano, primero suavemente de forma circular, luego amagando la entrada sin llegar a efectuarla y vuelta al principio hasta que en una de las aproximaciones uno de sus dedos terminó buscando mi punto G en el interior del orificio mientras yo sentía un placer que nunca me había imaginado.

– Quiero que te vuelvas, pero antes tengo que vendarte los ojos

Cogió un antifaz que se hallaba colgado del cabecero de la cama y me vendó los ojos. Cuando me volví siguió diciendo:

– Ahora tengo que atarte para dar el masaje por este lado

Creo que utilizó las mismas correas que antes para atar mis manos al cabecero de la cama, una a cada lado. Mis piernas, completamente abiertas y con las rodillas flexionadas las ató al centro de la cama. Untó de aceite mi pecho y mi vientre y la extendió con sumo cuidado mientras mordisqueaba mis pezones que empezaron a crecer de forma preocupante. Luego se dedicó a mis piernas empezando como antes por mis pies y continuando por mis pantorrillas y mis muslos hasta acabar de forma delicada en mi sexo, ya completamente recuperado. De pronto sentí que se arrodillaba entre mis piernas, ponía sus manos a ambos lados de mi cuerpo y comenzaba una especie de masaje exótico que me elevó, como poco, al séptimo cielo. Su lengua y sus pechos untados de aceite resbalaban por mi cuerpo desde mi cara hasta mi miembro. Cuando llegaba a mis labios introducía en mi boca alguno de sus pezones y me pedía:

– Quiero que me los chupas y me los muerdas sin compasión

De vez en cuando iba cambiando de pezón cuando el anterior comenzaba a dolerle. Luego, con ellos completamente duros, rozaba mi pecho y mi vientre en dirección a mi sexo mientras su lengua lamía sin cesar las mismas zonas de mi epidermis. Cuando llegaba a mi miembro sus pechos se aplastaban ligeramente contra el mismo para conseguir que este se deslizara entre ellos con el máximo de roce posible y hubiera sido el punto álgido del placer si no fuera porque detrás de sus pechos llegaba su boca, succionando, chupando y lamiendo cada centímetro de mi sexo durante unos segundos. Cuando sentía que estaba a punto de estallar, mi madre comenzaba a subir de nuevo hacia mi boca para bajar a mi sexo y repetir el ciclo completo. No tengo noción de las veces que se repitieron esos movimientos, solamente recuerdo que en uno de ellos y con la venda ya quitada, mientras sus tetas se deslizaban arriba y abajo con mi miembro en medio de ellas, este escupió todo lo que llevaba dentro con tal potencia que una buena parte de mi semen saltó a la cara de mi madre que se reía mientras con su dedos recogía todo aquel exceso y los llevaba a su boca chupándolos mientras se relamía de gusto. Después de limpiar el semen de mi vientre con su lengua y compartirlo de nuevo conmigo con un largo beso en la boca, me desató y se acostó a mi lado durmiendo los dos de cansancio hasta la mañana siguiente.

Al levantarnos, mi madre se duchó y se puso un vestidito tan corto y sin nada debajo que se podía observar perfectamente su trasero cuando se agachaba, así como la raja de su sexo e incluso su vello púbico cuando se estiraba para alcanzar algo en cualquier estantería. Por mi parte y contra lo que era mi deseo, fui obligado a continuar con mi vida normal de cualquier domingo: salir por la mañana, volver a comer y salir por la tarde hasta la hora de la cena. Sólo que ese domingo estaba dispuesto a introducir un pequeño cambio en mi rutina para no perderme durante tanto tiempo la visión del cuerpo de mi madre.

Papá llamó a la hora de la comida para decirnos que estaría a cenar. Entonces aproveché la ocasión para pedirle permiso y llevar a unos amigos esa tarde a merendar a casa con la excusa de ver unas películas. Mi padre, que seguro sospechaba cuales eran mis intenciones después de saber lo ocurrido hasta entonces, no sólo me concedió el permiso sino que además “exigió” a mamá que nos atendiera como si fuera él mismo quien le pidiera las cosas. La única condición que puso fue:

– … mamá pondrá los límites

Al final tan sólo mi amigo Daniel se apuntó a venir a casa (evidentemente yo no podía contarles lo que se iban a encontrar), así que mamá preparó unos aperitivos y unos refrescos y nos sentamos frente al televisor dispuestos a contemplar una serie de “imágenes interesantes”.

– Mamá, por favor, nos puedes alcanzar la segunda peli de la derecha y nos la pones?

La película estaba en la parte más alta de la estantería destinada a música y cine, justo enfrente de nosotros, y mamá se tuvo que poner de puntillas para alcanzarla. Al hacerlo dejó perfectamente a la vista su culo. Mi amigo miraba completamente embelesado a mi madre, que consciente de nuestras miradas se equivocó un par de veces de película. Luego se agachó para ponerla y al girarse hacia nosotros con las piernas ligeramente separadas, para ver si cambiaba algo o estaba todo bien, ofreció a nuestros ojos la visión de su sexo si bien de forma menos nítida que la de su trasero. No recuerdo el título de la película, pero recuerdo que mi amigo y yo estábamos sentados juntos mientras mamá se encontraba echada en el lateral del sofá con su cabeza cerca de mi amigo y dejando entrever la generosidad de sus senos bajo un vestido amplio y escotado que casi permitían que los mismos se salieran por el escote. Todo eso sin contar que la postura de mamá nos permitía contemplar sus muslos por entero, hasta pocos centímetros, muy pocos, de su todavía misteriosa entrepierna.

Cuando tan sólo llevábamos un cuarto de hora de película, mi amigo dijo que sentía algo de frío y se cubrió con una manta ligera que siempre estaba en el sofá, aunque yo sabía que era simplemente una excusa para poderse tocar sin que mi madre ni yo le viéramos. Aprovechando un momento en que mi madre se levantó a la cocina para buscar más bebida, fui tras ella y le comenté que mi amigo estaba a punto de masturbarse viéndola.

– Lo sé, no te preocupes, no me importa y además me encanta saber que le excito ¿Quieres que le ayude a hacerlo?

Le dije que no comprendía muy bien que me quería decir

– Yo sí se lo que me digo. Ahora vete y déjame hacer a mí

Cuando mamá volvió al salón mi amigo se había quitado de encima la manta y el jersey (supongo que la falta de mi madre había vuelto a poner las cosas en su sitio) y sólo tenía sus pantalones y su camiseta de Kukuxumuso. Mamá depositó parte del contenido de la bandeja encima de la mesa y con los refrescos se acercó al sofá. Cuando se inclinó para ponerme mi vaso, Daniel clavó la vista en sus pechos, a punto de escapársele del vestido y justo en ese momento, cuando estaba totalmente embelesado, mamá aprovechó para dejarle caer el refresco encima del pantalón.

– Perdón, perdón, perdón, no te muevas que te lo limpio ahora mismo

Mientras mi amigo ponía cara de espanto por como le había quedado su pantalón, con toda la entrepierna empapada, mamá cogió rápidamente un trapo de cocina y empezó a secarle el pantalón por encima del “paquete”, lugar donde se había asegurado que vertiera la mayor parte de líquido.

– Lo siento muchísimo pero no te preocupes que llegarás a tu casa como si no hubiera pasado nada

A medida que mamá pasaba el trapo por el pantalón de mi amigo el bulto de este iba aumentando de tamaño y recuperando el que tenía antes del “chapuzón”. Mi madre lo observaba sonriente mientras metía prácticamente sus tetas en la cara de mi amigo.

– Creo que te ha entrado la mayor parte del liquido dentro

Acto seguido le bajó la cremallera del pantalón, lo desabotonó, soltó el cinturón y bajó la prenda hasta más debajo de las rodillas.

– Así está mucho mejor

Diciendo esto comenzó a secarle el slip con suavidad, cosa que evidentemente no lograba y que ella sabía de antemano. Fueron solamente dos minutos lo que duró esa situación. Al cabo de ese tiempo y con un abultamiento enorme en la entrepierna, mi amigo contempló horrorizado como mamá le bajaba el slip y con mucho cuidado le secaba su pene, sus testículos y su entrepierna.

– ¿Qué tal ahora?. No me atrevía a hacerlo pero es la única solución

Mi amigo no contestaba, permaneciendo desde hacía unos instantes con los ojos cerrados, tal vez por vergüenza o quizás porque intentaba concentrarse en algo desagradable que le impidiera correrse delante de mi madre. Ella lo sabía y sonreía mientras le quitaba completamente el pantalón y el slip con la excusa de lavarlos y ponerlos a secar en un radiador.

– ¿Estás bien? ¿Te has fijado como tienes esto?

Mientras hablaba, volvía a secar con el paño los muslos y el miembro completamente duro de mi amigo que para entonces había perdido completamente el control.

– Creo que necesitarías desahogar antes de que eso estalle y nos pongas perdidos a todos

Daniel, completamente fuera de control en ese momento, cogió el pene con su mano y se disponía a pajearse delante de nosotros, excitado hasta el máximo, cuando mamá le ofreció un trato:

– Creo que ya que he sido la culpable de toda esta situación debo de ser yo quién la resuelva ¿me dejas?

Y cogiendo el pene entre sus dedos comenzó un suave masaje arriba y abajo, hasta que su víctima comenzó a gemir y a tener unas convulsiones más propias de un epiléptico que de una persona normal. Entonces mi madre terminó su trabajo con su lengua y su boca recibiendo en ella toda la leche que el chico llevaba toda la tarde reteniendo. Mientras seguimos merendando mi madre lavó, secó y planchó la ropa de mi amigo y al despedirse de él solamente le dijo

– Recuerda que aquí no ha pasado nada, de todos modos sabes que puedes volver a merendar cuando quieras

Cuando volvía a casa después de acompañarlo y de ver al resto de la pandilla, mis padres estaban en el dormitorio haciendo de las suyas. Como no quería volver a las andadas me senté a ver la tele mientras me tomaba algo de cenar y tardé al menos dos horas en acostarme. Para entonces los ruidos y jadeos habían cesado hacía tiempo “por fin”, pensé. Me desnudé completamente y me dejé caer sobre la cama sin deshacerla, pensando en todo lo sucedido aquel fin de semana. Cuando empezaba a excitarme y comenzaba a plantearme la necesidad de una buena paja relajante, oí que mi padre me llamaba al mismo tiempo que golpeaba suavemente el tabique con sus nudillos:

– Ángel

– ¿Sí?

– ¿Puedes venir un momento, por favor?

Me puse el albornoz y me dirigí al dormitorio de mis padres sin saber que me querrían a esas horas de la noche, al mismo tiempo que muy nervioso pensando que quizás él quisiera hablar de lo sucedido desde el sábado y a mí no me apetecía en absoluto.

Cuando entré en la habitación, mis padres estaban debajo de la sábana y en el lugar ocupado por mamá había una forma que me resultaba familiar.

– Verás Alex, según mamá te has comportado perfectamente durante todo el fin de semana sin intentar sobrepasar los límites impuestos entre nosotros

Como yo no sabía que contestar, mi padre continuó hablando

– Uno de los sueños eróticos de tu madre es el de estar haciendo el amor con dos hombres al mismo tiempo, tener a su disposición cuatro manos, dos lenguas y dos pollas a la vez que la acaricien constante y simultáneamente, que la chupen cada rincón de su cuerpo y la penetren sin descanso por cada uno de sus tres agujeros. Hasta ahora lo hemos suplido conmigo y con el consolador que ya conoces desde hace tiempo, pero este fin de semana ella prefiere sustituir el látex por tu miembro

Mientras hablaba, mi padre se había levantado y había retirado la ropa que cubría a mamá. Esta se hallaba atada a la cama en la misma posición que yo estuviera la noche anterior, vestida solamente con un cinturón ancho, y en su coño se hallaba introducido aquel consolador que, por las palabras de mi padre, ella sabía que yo había contemplado un tiempo atrás, sólo que ahora lo tenía tan cerca que podía observar el vibrador que llevaba incorporado y que estaba funcionando es este momento.

– Por favor, cariño, di que sí. Por favor

Instantes después, mientras yo comenzaba mi experiencia sexual sustituyendo a un consolador de látex, mi padre, de rodillas junto a la cabeza de mamá, introducía su miembro flácido en su boca cosa que a ella le debía de encantar pues sonreía de manera pícara mientras lo saboreaba. Cuando pasados unos minutos el miembro de mi padre recuperó su rigidez, cambiamos las posiciones y entonces fue el mío el que comenzó un mete saca constante en la boca de mamá. Todavía cambiamos un par de veces de posición antes de desatarla para cambiar de postura.

La siguiente fue con nosotros dos tumbados boca arriba y mamá cabalgándonos de uno en uno repetidas veces. De allí pasamos a tumbarla en el borde de la cama completamente abierta de piernas. Uno tras otro nos arrodillábamos frente a ella y le lamíamos el coño durante unos momentos mientras el otro se encargaba de sus tetas y su boca, después le cogíamos las piernas y las poníamos sobre nuestros hombros para penetrar su coño durante un buen rato y finalizar metiéndosela por el culo, provocándole gemidos de placer mezclados con algo de dolor que la encantaba. Cuando se cansó de esta postura decidió ponerse de rodillas en el borde de la cama y nos pidió que la folláramos a cuatro patas por el coño, mientras el que estaba libre la follaba por la boca. Esta me resultaba la postura más excitante de todas, pues me permitía empujar a lo bestia y meter la polla hasta lo más profundo de sus entrañas, mientras contemplaba el movimiento de ese culo completamente dilatado que había perforado unos momentos antes.

Pero aún quedaban otras dos posturas tan nuevas para mí como para ella.

– Ahora quiero que me folléis los dos a la vez y me convirtáis en la más puta de las mujeres

Colocó a mi padre en un ángulo de la cama, tumbado de espaldas y con las piernas completamente abiertas y fuera de la misma, se untó el culo de lubricante y se sentó de espaldas sobre la polla de papá efectuando unos ligeros movimientos alrededor de la misma hasta introducirla por completo en su trasero. En esa postura lo estuvo cabalgando unos instantes hasta que decidió hacer realidad la segunda parte de su sueño. Echándose hacia atrás sobre mi padre y sin dejar de mover su cuerpo arriba y abajo se abrió de piernas y me pidió que la penetrara

– Vamos, fóllame. Follarme los dos a la vez, quiero sentirme la mujer más puta y más guarra del mundo

Aquellas palabras y la manera de pronunciarlas eran casi tan excitantes como la situación en sí, así que dirigí mi polla hacia su coño y de un solo golpe de riñón se la metí hasta el fondo.

– Así, así… seguirme jodiendo… no paréis… seguir…. seguir… ¡¡¡FOLLAAAAARME!!!

Mi padre le acariciaba sus tetas mientras su polla bombeaba su culo. Ella se acariciaba su clítoris mientras mi polla bombeaba su coño y en esa posición alcanzó tres o cuatro orgasmos salvajes mientras estaba a punto de llegar el remate final de aquella noche.

Mamá me pidió que me tumbara boca arriba en la cama con la cabeza en el borde de la misma. Ella se puso de rodillas a ambos lados de mi cara ofreciéndole a mi boca su coño inmensamente abierto, mientras mi polla quedaba justamente a la altura de su boca. En esa posición comenzamos un “69” perfecto que duró varios minutos. Yo pugnaba por no correrme todavía cuando de pronto vi como mi padre lubricaba el trasero de mamá y su polla perforaba de nuevo ese culo a pocos centímetros de mi cara. Aquello fue demasiado para mi. Cuando mi padre comenzó a soltar su leche en el culo de mi madre y esta comenzó a tener un nuevo orgasmo y a soltar jugos vaginales en mi boca, no pude contenerme más tiempo y estallé una vez más en su boca, el sitio más agradable donde lo había hecho jamás.

Cuando fui a la facultad a la mañana siguiente, después de haber pasado la noche los tres juntos, no dejaba de pensar en la forma de plantearle a mi padre la posibilidad de ejercer de “hijo del amo” en aquellas numerosas ocasiones en que él no pudiera atender a mamá. ¿O tal vez debería decir a O? Y es que nunca se sabe hasta donde puede llegar el amor a una madre hasta que uno no se acuesta con ella.

ANEXO

Mi hijo Ángel me ha pasado una copia de este relato hoy, dos años después de lo sucedido, como regalo por mi cumpleaños. Nada más leerla pensé que debía añadir lo sucedido en este tiempo tan intensamente vivido en el terreno personal, aunque dicho añadido sea solamente en mi copia y con la esperanza de que ni mi hijo ni mi marido lleguen a leerlo jamás.

En primer lugar tengo que confesar que durante un año, aproximadamente, a partir de entonces, mi relación simultanea con mi marido y mi hijo fue prácticamente constante un fin de semana al mes, ya fuera el sábado o el domingo por la noche, dejando el resto para uso exclusivo de mi marido ya que eran los únicos días que no estaba de viaje por motivos de trabajo, salvo alguna excepción como había ocurrido aquel famoso fin de semana en el que solamente tuvo un día, o algún que otro fin de semana que compartíamos los tres de mutuo acuerdo. También tengo que deciros que era muy rara la semana en la que alguna noche, eso sí solamente una por semana, no tenía sexo completo con mi hijo con el absoluto consentimiento de mi pareja que entendía mis necesidades, máxime después de la juerga del primer fin de semana compartido. De este consentimiento mi hijo no tenía ni la más mínima idea, lo que los hacía más excitantes porque se suponía que su padre no debía de enterarse nunca.

Lo que jamás he contado a nadie es lo sucedido a partir del lunes siguiente a los hechos narrados por mi hijo. Después de levantarnos a las siete de la mañana, de que ellos se ducharan, desayunaran los dos juntos, (para mí era demasiado pronto), y luego se fueran al aeropuerto y a la universidad respectivamente, yo preparé la bañera con bastante espuma y sales de baño relajantes, me introduje en ella y disfruté de un baño de media hora aproximadamente con el que pretendía “apagar” mi fuego uterino, pero que solamente conseguía encenderlo más cada vez que mis manos frotaban mis pechos o mi sexo, completamente excitados todavía. Lo único que conseguí aquella mañana fue terminar el baño sin masturbarme.

Después de untarme todo el cuerpo con aceite, pintarme las uñas de manos y pies, maquillarme y arreglarme el pelo, elegí un conjunto de lencería sexy, una minifalda y un top que dejaran insinuar lo que llevaba debajo y unos zapatos de tacón super llamativos y me dispuse a ir a ir a desayunar con mis amigas, como hacía prácticamente todas las mañanas de lunes a viernes. A las diez en punto, justamente cuando me acababa de abrochar el liguero y me encontraba vestida únicamente con mi ropa interior (tanga, sujetador, medias y el susodicho liguero, todo en color negro y con puntillas que lo hacían realmente excitante), sonó el timbre de la puerta del portal. Como generalmente era la hora en la que llegaba el cartero y llamaba a varios timbres a la vez, abrí sin preguntar siquiera quién era. Volví al dormitorio y me puse los zapatos y en ese momento sonó el timbre de la puerta de casa. Eso quería decir que me traía un certificado casi con toda seguridad. Me puse un batín blanco que me llegaba por encima de la rodilla y fui a abrir la puerta. Al otro lado me encontré con dos jóvenes de los que solamente conocía a uno de ellos.

– Hola María

– Dani, que sorpresa. ¿Qué hacéis aquí?

– Hemos venido a buscar a Ángel. Este es José, un amigo mío que está de vacaciones y quería presentárselo

– Pues ya sabes que no viene de clase hasta las tres de la tarde y yo me estaba preparando para irme

– Qué pena ¿ya has desayunado?

– No, precisamente estaba a punto de irme para hacerlo con unas amigas

Mientras hablábamos, no dejaba de fijarme en cómo me observaban los dos. Dani con cara de completa lujuria, supongo que recordando lo sucedido unas horas antes y José con cara de conocer los hechos y como esperando acontecimientos. Seguro que Dani le había contado lo sucedido el día anterior y debía estar pensando que a él tampoco le importaría que le tirara liquido por encima, siempre que luego se lo secara con una buena mamada.

Por mi parte yo también les observaba a ellos. Dos muchachos de unos dieciocho años, de rostros agradables, de más de un metro ochenta de estatura cada uno, con unos cuerpos perfectamente musculados y, al menos uno de ellos, perfectamente dotado en el aspecto sexual como me había demostrado el día anterior. El otro, por lo que se marcaba debajo del pantalón, no le debía ir a la zaga en ese aspecto.

– ¿Qué te parece si nos invitas a desayunar y nos quedamos contigo a esperarlo?

– Eso es imposible, os he dicho que estaba a punto de irme y faltan cinco horas para que llegue. Iros a hacer lo que queráis y volver sobre las tres. Luego podéis quedaros a comer si os apetece.

En el mismo momento que dije estas frases me imaginé la respuesta que iba a recibir y no me equivoqué ni en dos palabras.

– Ayer me dijiste que volviera a merendar cuando quisiera y lo único que pretendo es cambiar la merienda por el desayuno. Por cierto, José tampoco ha desayunado todavía y le encantaría compartir mis viandas. De esa forma antes de que venga Ángel nos habremos ido “completamente saciados” y satisfechos.

Mientras me hablaba, me soltaba el lazo que sujetaba el batín que llevaba puesto y me giraba hacia su amigo para que este pudiera contemplar lo que esa mañana iba a ser su “desayuno”.

No dije nada, tampoco hubiera servido de mucho y además me estaba apeteciendo ser usada de nuevo. Simplemente me dejé acariciar por ellos mientras me desnudaban y los desnudaba. De pronto Dani se quedó mirando la colección de máscaras venecianas que tenía en una vitrina del salón. La abrió, alcanzó una con cara de gata que me cubría los ojos y la nariz, y después de ponérmela cogió su móvil y me hizo algunas fotos desnuda.

Les acaricié y comí sus pollas mientras ellos hacía lo propio con mi coño, mis pezones y mi culo hasta dilatarlos por completo, para a continuación ir recorriendo la casa, desde el sofá a la cama, pasando por la alfombra, una silla, la mesa de la terraza aprovechando que no tenemos vecinos enfrente e incluso el fregadero de la cocina en un momento en el que fui a buscar agua para refrescarme por dentro ya que por fuera lo tenía bastante difícil. En cada sitio fui penetrada por ambos, individual o simultáneamente sin que dejaran de grabar en vídeo con sus móviles. Mi coño, mi boca y mi culo no tuvieron un momento de descanso durante las cuatro horas que estuvimos “desayunando” y al final descargaron por tercera y última vez su semen, esta vez en mi boca, prácticamente uno detrás de otro, y dándome a tomar con una cucharilla todo el que dejé salir sin tragarlo directamente. Necesitamos más de media hora para recuperar fuerzas y levantarnos de la cama, intentando dejar la casa como si allí no hubiera pasado nada.

Hasta esa mañana jamás supe lo que era sentir dos pollas perforando tu coño al mismo tiempo, pero me prometí a mí misma que el próximo fin de semana lo repetiría con mi marido y mi hijo.

Con Dani y José quedé para el jueves por la mañana. Después de lo sucedido, consideré que José se merecía una buena despedida por mi parte. Antes de irse, me dejaron apuntado el enlace donde encontraría las fotos y grabaciones que habían realizado y que pensaban colgar en Interne en el supuesto de que me volviera atrás.

Después de aquello, Daniel apareció varias veces con diferentes amigos, a veces incluso con dos. Uno de ellos, de nombre Alberto, repetía con bastante asiduidad hasta que empezó a presentarse él solo los días que no iba con Dani. En ese momento tomé una decisión necesaria y se lo comuniqué a los dos: Uno de ellos podría ir los martes por la mañana y el otro los jueves también por la mañana. Ellos decidían el día que quisieran cada semana. Podrían ir solos, juntos o acompañados de un máximo de dos amigos con la condición que ninguno de estos conociera a mi hijo y que a partir de entonces jamás repitieran visita. Con dos amantes fijos tenía bastante y ya que me había lanzado me apetecía conocer nuevas sensaciones y amantes diferentes.

Cuando al año siguiente mi hijo se fue a estudiar a los Estados Unidos con una beca, hablé con Dani y con Alberto por si les apetecía compartir conmigo la noche de los miércoles. Ambos aceptaron y desde entonces, además de la mañana que eligen cada uno, cada semana compartía la noche del miércoles con los dos a la vez dejando los lunes para descansar, al igual que hacen multitud de establecimientos “abiertos al público”. Es una pena que esa situación solamente durara tres cursos académicos, los tres mejores cursos académicos de toda mi vida.

Desde entonces, mis dos amantes “titulares” y yo hemos vuelto a la rutina. Mi hijo me disfruta él solo un día a la semana y me comparte con mi marido una noche al mes. La única novedad en mi vida es que Paco, el hijo de mi amiga Alicia y con el que mantiene una relación incestuosa desde hace más de un año, le ha pedido a su madre que me convenza para que me una a ellos de vez en cuando, cosa que suelo hacer con bastante asiduidad ya que el chico se lo merece.

He de decir que siempre que puedo, suelo dejar mi móvil grabando en el lugar de la casa donde voy a “relajarme” y hoy dispongo de un archivo con más de treinta horas de imágenes, con diferentes jóvenes y diferentes situaciones y posturas, que me consuelan en los momentos que no tengo a ninguno a mi lado. Algún día pueda que me atreva a reunirlos a todos, visionarla entera y repetir en grupo cada momento vivido con cada uno de ellos, aunque no sé si seré capaz de mantenerme activa una noche entera, con más de tres docena de jóvenes disfrutando a la vez de mi cuerpo y con más de tres docenas de pollas para mí sola.

De momento, dedico mi tiempo libre a preparar un guión para hacer una película de vídeo, totalmente pornográfico, para colgarla en internet y disfrutar contabilizando las visitas al mismo tiempo que la visiono en compañía de mi amante o amantes de turno. La película tendrá una duración aproximada de hora y media y seré la única protagonista femenina. Para el reparto masculino he pensado contar con la colaboración de varios chicos, guapos, atléticos y sobre todo muy bien dotados, que no me conozcan en absoluto y para elegirlos estoy pensando que tendrán que pasar un riguroso casting. En ello estoy, preparando las “duras” pruebas que les serán impuestas si quieren ser los protagonistas. Además, puede que meta algunas de las imágenes que tengo grabadas con mi marido y con mi hijo, aunque no deben de sospechar absolutamente nada y nunca les enseñe la película terminada. Otra opción que también barajo, es la de utilizar de protagonistas a todos los chicos que han sido mis amantes hasta ahora. El tiempo resolverá esa duda.

Como podéis observar por lo que habéis leído hasta aquí, mi vida sexual es de lo más corriente y aburrida que una se pueda imaginar, aunque bien es cierto que para sí la quisieran muchas.