Mi nombre es Martha y tengo 20 años, soy una chica trigueña, con un buen cuerpo, piernas largas y bien torneadas, cintura pequeña, un buen busto redondeado y proporcional

Mi nombre es Martha y tengo 20 años, soy una chica trigueña de 1.70 m de estatura, con un buen cuerpo, piernas largas y bien torneadas, cintura pequeña, un buen busto redondeado y proporcional a mi estatura, y un trasero redondo y pronunciado. Estoy estudiando abogacía y tengo dos hermanos bastante mayores, de treinta y cinco y treinta años de edad.

Esta es la historia que me ocurrió cuando era una joven de 18años de edad, y aunque ya me había desarrollado totalmente no conocía mayor cosa sobre el sexo, solamente lo que hablaba con las amigas del colegio y el magreo ocasional con alguno de mis compañeros de clase, nada de importancia. No es que fuera una mujer “rara” era que todavía mis hermanos, por la gran diferencia de edad, me veían y me trataban como una niña, pero pronto iría a conocer las delicias del sexo y a lamentar no haberme iniciado más temprano.

El mayor de mis hermanos, que en esa época tenía 30 años, es un abogado prominente y tiene un bufete en compañía de un amigo muy cercano a él. Este era un abogado como de 35 años, de 1,90 m de estatura aproximadamente, con espaldas de doble ancho y bastante buen mozo, se llama Gerardo.

Por relaciones de trabajo, mi hermano y él coincidían constantemente en la casa de mis padres, ya sea para almorzar, cenar o simplemente para tomarse unos tragos y ocasionalmente se quedaba a dormir por cualquier circunstancia.

Yo nunca me había fijado en él como hombre pues me parecía muy mayor para mí y más bien lo veía como otro hermano, y yo pienso que a él también le sucedía lo mismo ya que platicábamos mucho sobre mi instituto y mis tareas, pero nunca se le veía morbo al dirigirse a mi, era muy respetuoso.

Cuando cumplí mis dieciocho años mis padres hicieron una pequeña recepción para un grupo muy selecto de amigos y varias de mis compañeras de colegio, ellos querían hacer una fiesta más esplendorosa por ser su única hija, pero yo no quise y les propuse que la plata que iban a gastar en esa fiesta me la obsequiaran para ir a un tour a Miami, cosa que accedieron.

Pues bien, en esa recepción, yo lucía hermosa, con un vestido largo ceñido al cuerpo y abierto a los lados que me hacía resaltar mis formas ya bien esculpidas, era la atracción de la noche. Varias veces mi mirada se cruzó con la de mi amigo Gerardo y empecé a ver un brillo que no era normal en sus ojos, muchas veces lo vi parado en un rincón de la sala con un trago en la mano y contemplándome de manera diferente.

Bailé el vals con todos los hombres invitados a la fiesta, como es costumbre en mi país. Inicié el vals con mi padre quien me dijo que me veía muy hermosa esa noche y que a partir de ese día ya era toda una mujer. Sus palabras me taladraban el cerebro y yo me sentía la mujer más feliz del mundo.

Uno a uno fueron pasando todos los hombres, primero mis hermanos, con los cuales bailé el vals. Inexplicablemente para mi, el último en hacerlo fue Gerardo quien me tomó de la cintura y me llevó casi en volandas hasta el centro de la sala e iniciamos el baile. Yo sentía la presión de sus manos en mi cintura, lo cual permitía que mi pecho estuviera muy pegado al de él.

Cuando estábamos en la mitad de la sala me dijo: “Te he estado contemplando toda la noche y me he dado cuenta que eres muy hermosa, y me he preguntado por que no me había dado cuenta que existías”. Esas palabras me llegaron muy adentro y sentí un escalofrío en todo el cuerpo. Me dijo que siempre me había visto como una niña, como una hermana, pero ya me había convertido en toda una mujer que hacía despertar los instintos sexuales a cualquier hombre, como le estaba sucediendo a él. Yo me ruboricé pero me sentí muy halagada; el pensar que los hombres, y especialmente él, se estaban fijando en mí, me provocó un placer inigualable, sentí que un calorcito me bajaba desde la cabeza hasta los pies pasando por mi sexo.

Mientras Gerardo me hablaba, no dejaba quieta su mano en mi cintura, empezó a subirla muy suave y lentamente por mi espalda lo cual me estaba produciendo escalofríos, y eso, aunado a su voz suave y melodiosa muy cerca de mi oído me estaba haciendo sentir una excitación enorme, algo que nunca había sentido, yo sentía que mis senos se iban a salir del sujetador, y Gerardo se estaba dando cuenta de ello pues con mucho disimulo empezó a mover su pecho en círculos restregándolo contra mis senos.

Como era el último hombre que estaba bailando el vals conmigo, rápidamente las demás personas se fueron desentendiendo de nuestro baile, quitaron la vista de nosotros y se fueron retirando hacía la sala, por lo que Gerardo aprovechó para seguir bajando su mano hasta colocarla sobre mi trasero y empezar a empujarme sobre su sexo. El placer fue indescriptible cuando sentí su sexo sobre mi entrepierna, era un bulto grande y duro que despertó en mi una gran lujuria, era el despertar de la mujer que había dentro de mí.

El vals terminó y nos retiramos hacía la sala, no sin antes tomarme de las manos y decirme al oído: “Esto hasta ahora empieza, te tengo el mejor regalo de tu cumpleaños, conmigo vas a sentir el placer más grande que te puedas imaginar y que marcará tu vida”.

Mi cabeza daba vueltas, me sentía mareada, me senté junto a mi hermano y Gerardo se sentó al frente, cuando se sentó no pude apartar la vista de su entrepierna, tenía curiosidad por ver y tocar aquel bulto que me produjo tanto placer en el baile y él lo intuyó pues al sentarse, descaradamente se abrió de piernas y me mostró su bulto en todo su apogeo; yo quedé como hipnotizada y me imaginaba su pene largo y grueso que apuntaba hacía mi, que me miraba y me hacía señas que fuera hasta él y lo tomara con mis manos y lo acariciara.

La voz de mi hermano preguntándome sobre si me sentía bien me sacó de mis pensamientos, ordené mis ideas y rápidamente me involucré en la conversación que se presentaba en esos momentos, pero Gerardo nunca quitó su vista de mí, lo que me mantuvo todo el tiempo turbada. Mi obsesión era por saber cuál sería el regalo de Gerardo, algo muy dentro de mí estaba esperando que me lo diera.

Poco a poco los invitados se fueron retirando de la recepción, mis padres y mi hermano menor también se retiraron a su habitación quedando solamente mi hermano mayor, Gerardo y yo.

Mi hermano destapó una botella de vino francés e iniciamos una serie de brindis, él brindó por mi felicidad y por que me fuera muy bien en los estudios; siguió Gerardo quien levantando la copa me miró a los ojos y dijo:”brindo por aquella niña que en el día de hoy se convertirá en mujer y el cual tendré el privilegio de contemplar”. Mi hermano, quien ya tenía unas copas de más, no le prestó atención a sus palabras pero yo sí las tomé en toda su dimensión y aquel calor volvió a invadir mi cuerpo y un intenso cosquilleo se inició en mi entrepierna y sin medir consecuencias tomé mi copa y mirándolo fijamente dije: “Brindo porque los deseos que ocupan mi mente y mi cuerpo se hagan realidad en el día de hoy”.

Me tomé dos tragos de vino los cuales me ayudaron a calentarme mucho más, mi cabeza seguía girando y mi cuerpo me estaba pidiendo algo que yo no podía darle pero la persona que estaba a mi lado sí.

Mi hermano se excusó por no acompañarnos otro rato pero tenía audiencia al otro día y se retiró a su habitación no sin antes decirle a su amigo que la habitación de huéspedes estaba lista y que no se demorara mucho porque al otro día tenían trabajo.

Al quedar solos, Gerardo me brindó otra copa y acercándose a mí me tomó por la cintura y lentamente acercó su boca sensual a mis labios y los besó tiernamente; fui abriendo mi boca muy despacio para dar paso a su lengua que se recreó con la mía un largo rato, sus besos eran tan sensuales que me invadió un sopor y poco a poco fui dejándome hacer por aquella boca que me quemaba.

De pronto, Gerardo se separó de mí y fue hasta el interruptor de la corriente eléctrica y apagó las luces de la sala dejando solamente encendidas las de la pequeña salita de recibo explicándome que era mejor, por si acaso alguien se despertara, que pensaran que todo el mundo se había retirado a dormir. Después de esto volvió al ataque, su boca empezó a recorrer todo mi cuerpo por encima del vestido, primero el cuello, luego los hombros, mis senos, mientras sus manos no se quedaban quietas, empezó a recorrer mi espalda hasta llegar a mi trasero, tomándolo con ambas manos y apretándolo muy sensualmente; mi boca se abría y se cerraba como si me estuviera faltando aire para respirar, dando paso a unos grititos que poco a poco se fueron convirtiendo en gemidos de placer.

Luego, con su boca fue bajando muy despacio las tirantes de mi vestido, y al mismo tiempo con su mano derecha fue bajando la cremallera para empezar a tirar de mi vestido hacia abajo quedando solamente en ropa interior. Se apartó de mí y me contempló de pies a cabeza diciendo: “Qué hermosa eres, tienes un cuerpo espectacular”; mi ropa interior blanca resaltaba en la penumbra, mis braguitas eran un triángulo en la parte delantera y un hilo que iba desde mi entrepierna y se incrustaba en mis nalgas.

Volvió y se acercó a mí y empecé a quitarle la camisa, sus pectorales anchos y fuertes llamaron mi atención, instintivamente tomé sus pezones con mis labios y empecé a succionarlos y halarlos, lo cual le produjo un gritito de placer. Solté su cinturón, bajé su cremallera y halé sus pantalones quedando también en ropa interior. Seguimos besándonos largamente, sin prisa pero sin pausa, tomó mi cabeza y me fue guiando hacía abajo, e inicié un recorrido por su cuerpo, primero su pecho, luego el ombligo hasta que llegué a su sexo, tomé su slip y lo halé hacía abajo quedando al descubierto su pene, me sorprendió su tamaño y su grosor, nunca me imaginé que esa cosa fuera tan grande, había visto algunas láminas en el colegio pero esto era distinto. Lo tomé por los testículos y lo contemplé un rato y él me dijo: “Ese es tu regalo de cumpleaños, dale un beso y verás como se va despertando”. Acerqué mi boca, pero repentinamente, Gerardo tomó su pene y corrió su piel hacia atrás quedando al descubierto una cabeza enorme y roja, coloqué mi boca sobre ella, estaba caliente y me quemaba mis labios, poco a poco los fui abriendo para darle cabida a esa enorme cabeza, empecé a succionar y yo sentía que ese aparato iba creciendo más y más y que no me iba a caber en mi boquita. Lentamente, inició un mete y saca de su glande en mi boca que hizo estallar mi cabeza de intenso placer.

Me tomó de los hombros, me levantó y me besó, su gran pene erecto me rozaba mi entrepierna lo cual me producía una gran excitación. Me quitó el sujetador y tomó mis pezones con su boca, casi me desmayo de placer, mi cuerpo se empezó a estremecer, nunca había sentido algo parecido.

Me recostó sobre el sofá, abrió mis piernas, metió su cuerpo en medio de ellas y empezó a recorrer mi cuerpo con su boca hasta llegar a mi pubis, me besó por encima de las bragas y siguió bajando, con su mano corrió el hilo de mis bragas y llegó a mi vagina que se encontraba totalmente empapada. La contempló y levantando su cabeza me dijo: “Estos son los labios más gruesos y grandes que he visto en mi vida, qué sexo tan rico tienes mi amor, con esto vas a volver locos a los hombres”. Tomó mis labios con su boca y empezó a recorrerlos de arriba abajo, su lengua llegó a mi clítoris y ya no pude más, mi cabeza estalló en mil pedazos y mi primer gran orgasmo se vino, fue algo inolvidable, mi cuerpo se convulsionó y con mis piernas apretaba la cabeza de Gerardo, mis jugos invadieron su cara.

Poco a poco fui saliendo del orgasmo, me quitó mi braguita y la olió durante largo rato, cosa que me excitó muchísimo, se incorporó y volví a tomar su pene con mi boca, la sensación de chupar un pene es algo grandioso, era muy grueso no me cabía en mi mano, pasé mi lengua desde el glande hasta su base, tomé uno a uno sus testículos y me los introduje en mi boca, los gemidos de placer de Gerardo no se hicieron esperar.

Me volví a recostar en el sofá y se arrodilló entre mis piernas, volvió a tomar mi clítoris con su boca, le pasaba su lengua por el capullo y lo soltaba, era algo fantástico, su lengua volvió a recorrer todo mi sexo desde el ano hasta la vagina, se recreó un rato en mi ano, su lengua que parecía una daga, hacía círculos alrededor de él, mientras tanto sus dedos jugaban con mi clítoris, lentamente fue introduciendo su dedo anular en mi vagina y a medida que iba entrando lo iba girando en círculo permitiendo que mi entrada se fuera ensanchando, yo no aguantaba más y él se dio cuenta, tomó mis piernas las colocó sobre sus grandes hombros, metió un cojín debajo de mis nalgas y su enorme glande quedó justo en la entrada de mi cuevita. Empezó a masturbarme con su glande de arriba abajo, pasándolo por mi ano, luego fue introduciéndolo poco a poco en mi vagina, cuando entró el glande inició un mete y saca fabuloso, yo sabía que no iba a aguantar más, mi segundo orgasmo se estaba acercando. Yo sentía que con cada empuje suyo su enorme miembro entraba más y más dentro de mí y que me estaba desgarrando por dentro, pero el placer era tan intenso que cualquier molestia era soportable.

Cuando llegó a tope, sentí sus testículos sobre mis nalgas, todo su enorme miembro estaba dentro de mí, arqueé el cuerpo hacía arriba para sentir más la penetración e inició unas embestidas fabulosas que me llevaron hasta el cielo, después de un rato de estar penetrándome me hizo girar de espaldas y desde atrás volvió a introducirse dentro de mi tomándome de la cintura y embistiendo despacio pero firmemente y mi segundo orgasmo se vino a torrentes.

Sus embestidas eran cada vez más rápidas, de pronto de un solo golpe sacó todo su sexo de mi vagina, sonando como cuando se destapa una botella de champaña, y se corrió en mi vientre, en mis senos y hasta en mi cara, instintivamente me restregué todo su semen caliente en mi cuerpo, era algo fabuloso. Me besó largamente en la boca con ternura, me abracé a él, sus brazos fuertes me arroparon y me dijo al oído: “Estuviste deliciosa, en todos estos años nunca había visto un sexo tan hermoso como el tuyo, tus labios son grandes y gruesos tienes una vagina estrecha y caliente y tu clítoris es sensacional, grande y pronunciado, Pero vas a probar algo que nunca se olvidará, ese será el recuerdo que llevarás de mí para siempre.”

Me tomó de la mano y con una seguridad pasmosa me llevó a su habitación, me acostó de espaldas y me empezó a besar en la nuca, luego la espalda y después mi trasero, me coloqué de rodillas levanté mi trasero y colocó su cabeza entre mis piernas. Me besó desde la vagina hasta el ano, tomó mi clítoris con sus labios y mientras jugaba con él, mojó su dedo anular con mis jugos vaginales y lo fue introduciendo en mi ano, despacio fue haciendo círculos alrededor de él hasta que mi hoyito se fue acomodando a el dedo, la sensación era bestial, estaba lista para correrme otra vez. Lentamente fue introduciendo su segundo dedo el cual se acomodó rápidamente a mi esfínter, sus movimientos circulares alrededor del ano permitían que se éste se fuera ensanchando, me estaba preparando para la mejor enculada de mi vida. Jamás pensé que mi regalo de cumpleaños llevará sorpresa por dentro.

Tomó su pene erecto, lo untó de saliva y su enorme glande se ubicó en la puerta de mi ano, me tomó de la cintura y embistió fuerte, mi ano se abrió y dio paso a su enorme cabeza, el dolor era intenso pero mucho más grande era el placer. Rápidamente mi esfínter se tragó su cabeza y él se quedó quieto un rato esperando que mi hoyito se acomodara al intruso, el placer era tan intenso que yo tomé la iniciativa y empecé a moverme hacia delante y hacía atrás ensartándome cada vez más ese tolete de carne, hasta que mi esfínter se lo engulló totalmente, sin darme cuenta había bajado mi mano hasta el clítoris y empecé a masajearlo en círculos hasta que llegó mi tercer orgasmo de la noche, mi cabeza estalló en mil pedazos, me agarré fuerte de sus piernas y me dejé transportar por el placer, aumentado por el chorro de semen que invadió mis entrañas, perdí la noción del tiempo, me fui de bruces sobre la cama, sintiendo el peso del cuerpo de Gerardo en mi espalda, quedándose un rato más dentro de mí, hasta que su miembro perdió su potencia.

Se giró sobre sí y yo me subí sobre su cuerpo, permaneciendo un largo rato en silencio. Después hablamos un rato sobre mi primera experiencia sexual, de sobre si me había gustado y si me sentía satisfecha. Yo le contesté que jamás había pensado que podía dar y recibir tanto placer, que me había hecho la mujer más feliz, que había sido fantástico haberme iniciado con una persona adulta, de experiencia como él y que la próxima vez me correspondería a mí darle todo el placer del mundo, le di un beso de despedida, pasé por la sala recogí mi ropa y me fui a disfrutar de los mejores sueños de mi vida.

Durante tres años disfrutamos del sexo, lo hicimos de todas las maneras posibles, me enseñó lo divino y humano respecto al sexo; cuando ingresé a la universidad poco a poco me fui alejando de él, pues ya conocí a otros chicos de mi misma edad y ya era justo que empezara a volar sola.