Con mi mujer casi no follamos, ese verano conocía a Alicia una nueva vecina que llego para sacarme las ganas de coger de la mejor manera

Aquellas vacaciones en la costa mediterránea estaban resultando bastante aburridas. Cada día se resumía en un breve paseo con el perro, algo de ejercicio físico y visita a la playa. En cuanto al sexo, estaba siendo algo peor que aburrido. Pasados los 40 años yo cada vez tenía más ganas y mi mujer menos, por lo que todo se reducía a algún polvo ocasional, no demasiado espectacular.

Aquella mañana del 10 de agosto no parecía diferente a cualquier otro día. Iniciaba mi paseo matutino al perro, cuando me encontré con una señora de unos 35-40 años que paseaba a su mascota. No presentaba un aspecto especialmente atractivo. Con una bata y zapatillas de andar por casa, se notaba que acababa de salir del portal de su casa y no se había levantado hacía demasiado tiempo. De esa guisa, paseaba al perro por los jardines de la urbanización. Cuando vio a mi perro se acercó hacia él y comenzó a hacerle carantoñas. Yo, a pesar de pasear a diario al perro, no soy especialmente aficionado a las mascotas, realmente el perro es de mis hijos, yo simplemente me limito a pasearlo cada mañana. Me preguntó sobre la raza, edad y otros datos de mi perro, y me contó toda la vida del suyo, a lo que yo no hice demasiado caso. Tras un rato de conversación intrascendente nos separamos.

Aquella mañana, ni mi mujer ni mis hijos querían ir a la playa, así pues cogí la sombrilla y me marché yo sólo. Siempre es agradable ver a algunas señoras en la playa.

Tras colocar mi sombrilla y darme un baño, saqué un libro y comencé a leer. Al poco de abrir el libro escuché una voz a mi lado. Allí estaba la señora del perro, aunque esta vez con un aspecto mucho mejor. Vestía un bikini blanco, que asomaba bajo una bata de encaje transparente que resaltaban unos pechos que seguramente superaría la talla 95, un cuerpo moreno y muy cuidado con un culo realmente impresionante. Se acomodó a mi lado, se presentó como Alicia, me dio dos sonoros besos mientras sentía sus senos sobre mi pecho. Se tumbó poco abajo sobre su hamaca y me pidió que le extendiera crema solar sobre su espalda. En ese momento mi pene empezaba a tener una incipiente erección bajo el bañador. Erección que pasó al momento a dureza extrema cuando me pidió que le desbrochara el botón del sujetador del bikini para no mancharlo. El masaje había empezado por los hombros, pero pronto bajé hacia la parte inferior de su espalda.

Tras unos instantes me dijo que le extendiera la crema sobre sus piernas. Al momento, le estaba sobando la parte inferior de su duro culo, donde me estaba explayando en extenderle la crema. La operación duró diez minutos largos, aunque hubiese estado más tiempo, no quería que se diera cuenta del gusto que me estaba dando magreando ese cuerpo de gimnasio.

Tras esto volví a sacar mi libro y crucé las piernas intentando disimular mi erección. No quería mirarla, para no parecer indiscreto, hasta que me di cuenta que se había quitado el bikini y lucía un top-less espectacular, decidí irme al agua e intentar disimular la erección. A lo que ella, al verme, dijo que se bañaba conmigo. Pensaba que mi polla iba a explotar.

Al poco de entrar al mar, empezó a salpicarme a lo que yo respondí de la misma forma, mientras ella se abalanzaba sobre mí. En ese instante sentía sus pechos sobre mi cara y mis manos automáticamente se posaron sobre su culo. Ella reía inocentemente y yo aprovechaba el momento para magrearla. Fueron diez minutos maravillosos de tonteo en la playa. Al poco tiempo me dijo que debía irse ya que no le gustaba dejar demasiado tiempo a su perro solo. Me dio dos besos y un abrazo y se despidió. Yo me quedé en el agua, ya que con la erección que tenía no me atrevía a salir a la orilla.

Cuando llegué a mi casa, aproveché el momento en la ducha para masturbarme pensando en mi vecina del perro. A pesar de la paja, pasé todo el día alterado pensando en ella. Al llegar la noche convencí a mi mujer y le pude echar un polvo que me supo a gloria pensando en Alicia, mi vecina.

Al día siguiente, volvió la normalidad. Paseo al perro, y visita a la playa, esta vez junto a mi mujer. Mi sorpresa vino cuando estaba sentado en la playa junto a mi mujer y aparece Alicia, se presenta a mi mujer y hacen buenas migas. Yo estaba bastante apurado, ya que lo del día anterior, sin ser unos cuernos, había sido una situación un tanto excepcional.

Mientras yo me limitaba a leer mi libro, allí estaban mis acompañantes sin dejar de hablar, de repente escuché a mi mujer que ella también va a probar lo del top-less, pero que le daba miedo quemarse las tetas. A lo que Alicia rápidamente le respondió extendiéndole una generosa ración de crema sobre sus pechos, y mi mujer hacía lo mismo sobre los pechos de Alicia. Aquella escena parecía el prólogo de una película porno de lesbianas. Se avecinaba otro día de intentar disimular mis erecciones bajo el bañador.

La cosa no finalizó allí, porque también querían crema por la espalda, y para eso estaba yo. Ya metidos en harina, no me corté un pelo, mientras las dos estaban tumbadas en la hamaca con los ojos cerrados, yo les extendía crema solar por cada uno de los rincones de su cuerpo. En un momento de calentamiento, le pase mis dedos por la braga del bikini a Alicia y pude comprobar que la humedad que tenía en la braga no era de agua. No sólo no se molestó sino que puso el culo ligeramente en pompa pidiendo guerra, a lo que respondí poniendo una toalla por encima de su culo y masturbando su clítoris por debajo del bañador. Mientras tanto mi mujer se había quedado dormida en la tumbona.

Seguí masturbando a Alicia, bajo la toalla hasta que esta lanzó un suspiro y se mordió los labios. En ese momento mi mujer se despertó y me dijo que deberíamos volver al apartamento. Un tanto apurado regresé con mi mujer, preocupado por si se había dado cuenta de algo. Alicia dijo que se quedaría un rato más en la playa y se despidió de nosotros como si no hubiera pasado nada.

Al llegar al apartamento mientras me duchaba, pasó mi mujer al baño y se metió en la ducha conmigo, cuando me quise dar cuenta estaba de rodillas haciéndome una mamada como no recordaba. Comenzó pasándome su lengua por la punta de mi polla, para meterse al momento todo el tronco de mi falo en su boca. Hacía años que no recibía una mamada y con el calentamiento que traía de la playa no tardé en correrme. Mi mujer me dijo que hacía tiempo que no me masturbaba y que se había dado cuenta de que llevaba dos días con la polla dura casi permanentemente y me hizo la mamada para aliviarme un poco. Yo le di las gracias de todo corazón.

Al día siguiente mi mujer debía regresar a Madrid por la mañana para hacer la matrícula del colegio de los niños. Se iría ella con los niños porque quería aprovechar para visitar a sus padres que no estaban muy bien de salud. A pesar de que me ofrecí para acompañarla me insistió en que me quedara en la playa y aprovechara todos los días de alquiler del apartamento. Además sólo serían dos días.

No quería pensar en estar dos días solo con mi vecina cerca, ya que nunca había puesto los cuernos a mi mujer. Pero por otro lado no dejaba de pensar en Alicia.

Tras despedir a mi mujer y a los niños salí a pasear al perro. Cuando volvía hacia mi casa me encontré de frente con Alicia y su perro. Esta vez lucía la parte superior de un bikini de flores bastante escaso de tela y un pantalón corto, que enseñaba parte de su culo, además iba con un ligero maquillaje que resaltaba sus ojos y el rojo de sus labios, sus pies lucían unas sandalias de tacón blancas. Como siempre me dio dos besos y me dijo que se alegraba de verme. Yo no sabía si irme corriendo a mi casa o comerle sus carnosos labios. Me comentó que no tenía ganas de ir a la playa, y que si queríamos ir mi mujer y yo a tomar un café a su casa. Le dije que mi mujer estaría dos días en Madrid, a lo que me dijo que entonces fuera yo sólo.

Mi mente pensó en decir que no, pero mi polla fue más rápida y le mando una instrucción a mi boca. Por lo que respondí, que por supuesto. Al momento estábamos entrando a su casa, Alicia, los perros y yo.

Al momento de entrar a su casa, no pude evitar abalanzarme sobre ella y comerle toda su boca. Ella me apartó y yo quería que la tierra me tragara en ese momento. Cuando empezaba a balbucear unas palabras de disculpa, se arrancó el bikini y empezó a comerme mi boca. Paró un momento y me dijo:

– Veo que te apetece follar. De acuerdo, pero mando yo, así que tienes que seguir mis indicaciones.

Con el calentamiento que tenía, me limité a asentir, mientras ella comenzaba a dar sus instrucciones.

– Quítame el pantalón,- dijo-.

Cuando le iba a quitar el tanga negro de encaje que lucía bajo su pantalón dijo:

– ¡No! Chúpame el coño sobre el tanga.

Yo estaba totalmente sumiso a sus instrucciones y me habría tirado por un puente si me lo hubiera pedido. Comencé a lamerle el coño sobre su tanga. Al momento ella se tumbó sobre el sofá y abrió sus piernas para que se lo comiera con más facilidad. Ella suspiraba y mi polla estaba deseosa de follarla.

– Quítame el tanga y sigue comiéndome el coño -me pidió-.

Mientras seguía comiendo su coño preguntó:

– ¿A tí no te gusta que te chupen la polla maricón?

Sin darme tiempo a contestar, me dijo que me quitara el pantalón y pusiera mi polla sobre su boca y siguiera con mi comida de coño. Comenzamos un 69 espectacular. Cada vez estaba más mojada. En un instante sacó mi polla de su boca y dijo:

– El culo, el culo. Por favor, cómeme el culo y te lo ofreceré a tu polla.

No dudé un instante, levanté sus piernas y pasé del coño a su culo. Ella continuaba comiéndome la polla, mientras daba suspiros de placer.

– Sigue con mi culo cabrón, sigue, que ya estoy casi preparada. –Decía Alicia-.

– Dame por el culo.

En ese instante se dio la vuelta en el sofá y se puso a cuatro patas. Se metió uno de sus dedos por el culo y me dijo que a que esperaba para follarla por detrás. La escena que estaba viendo era la de Alicia mostrándome su culo, mientras se metía un dedo por detrás, con los tacones puestos y unos pendientes que era lo único que vestía. Me levanté y con una erección de caballo le agarré de las caderas y con tremenda facilidad le metí la polla por su puerta de atrás. Ella gemía de placer mientras se masturbaba su clítoris. Yo no dejaba de bombear su culo e intentaba retener mi eyaculación.

-¡Córrete ya hijo de puta! -exclamó-.

En ese momento vacíe toda mi leche sobre su culo, mientras caíamos rendidos sobre el sofá.

Ese aburrido mes de agosto estaba empezando a cambiar….