Mi primer novio me quita la virginidad por el culo y me encantó

Estaba nerviosa, sin saber qué ocurriría cuando entrase por esa puerta. Sabía que allí me esperaba Fernando, ese hombre mayor con el que tuve mi primera experiencia con otra persona de mí mismo sexo, una mamada de la que aún guardo el sabor en mi boca. Mis piernas me temblaban, y fueron más de 5 los minutos que estuve en la puerta sin atreverme a llamar, hasta que por fin, decidida, toqué a la puerta.

Esta se abrió lentamente, a la par que mi corazón se aceleraba. ¿Estaba realmente preparada? ¿Qué sería de mi vida a partir de esa noche? Para nada estaba preparado para admitir públicamente mi homosexualidad, y mucho menos mi sentimiento como mujer en el ámbito sexual. ¿Podría ser que no me gustasen los hombres por ser homosexual, sino que realmente era transexual la palabra me mejor de definía? No quería pensarlo, no estaba preparada para ello. Sólo sabía dos cosas. Me gustaba ser chico, me gustaba mi vida, pero, también necesitaba un hombre. Necesitaba con toda mi alma ser la niña de un macho, ser su hembra, darle placer, entregarme a él para su disfrute. Eso me hacía feliz, llenaba al vacío que tenía dentro.

Allí estaba Fernando, un Fernando distinto al que conocí. Físicamente no noté la diferencia, ya que tampoco tenía en mi mente una imagen física de él debido al oscuro ambiente del lugar donde nos conocimos y mis nervios en aquel momento. A la luz, era un hombre de mediana estatura, al igual que yo (quizás algo menos), pelo canoso, y algo gordo sin estarlo demasiado. Llevaba unos pantalones vaqueros, camisa blanca, y un jersey de color rojo. Yo, una camiseta blanca, pantalones negros, y una bolsa colgada donde guardaba el vestuario de mujer que había comprado en la tienda chica.

-Pasa, adelante, estás en tu casa.

Dijo Fernando apartándose de la puerta para dejarme pasar. Yo, aun temblorosa y avergonzada, devolví la sonrisa que el medió y entre dentro de la habitación. Era una sala amplia, una gran cama de matrimonio, suelo alfombrado y una gran butaca en la esquina, cerca de un escritorio. Al fondo, un cuarto de baño lo suficientemente grande. Caminé desde la entrada hasta la habitación. No le estaba viendo, pero algo me decía que sus ojos estaban clavados en mí. Sentía la presión de su mirada en mi culo. Era la sensación de un animal que sabe que su depredador anda cerca. Instantes después, se cerró. Ya no hay escapatoria, ya no hay escapatoria, no hay vuelta atrás, no hay vuelta atrás. Sonaba en mi cabeza.

-Ven vamos a sentarnos.

Se sentó en el borde de la cama, y yo con él a su lado, dejando en él la responsabilidad de ser quien llevase la situación, y dejándome simplemente llevar por él, ahora mi hombre, mi macho.

-Bueno ¿cómo estás. No estés nerviosa, sé que es tu primera vez pero tranquila, que va a ir todo bien. Porque, ¿tú estás segura de que quieres hacerlo, verdad?

Regla de los cinco segundos. Cuenta hasta cinco y responde sin pensarlo.

-Sí, estoy segura

-Bien, eso es lo importante, que todo fluya, ya verás como no te arrepientes

Sonriendo puso una mano sobre mi rodilla y mientras la conversación continuaba acariciaba mi muslo. Yo miraba hacia abajo, sintiendo sus caricias, y como cada vez la mano se aproximaba más a mi entrepierna.

-Bueno, podemos empezar ya si quieres preciosa-

Dijo acercándose más a mi y colocando una de sus manos sobre mi hombro.

-Espera

Le dije levantándome.

-Voy a vestirme

Dije levantándome. No supe decirle que había traído ropa de mujer para vestirme para él, para estar femenina, para activar sus hormonas y sentirme toda una mujer vestida para provocar a su macho. Él no se lo esperaba, y sonrió. Puede ver como en ese momento su erección comenzó a hacerse notable. Probablemente fuese por la ilusión, como la de quien abre un regalo, de no saber lo que hay dentro. El ansia de romper el papel para descubrirlo.

Me dirigí al baño con la bolsa de la ropa. Cerré la puerta con pestillo para asegurarme de que no entraba. Quería que me viese cuando fuese toda una niña. Rápidamente me desvestí quedando completamente desnuda. Mi pene, como siempre, pequeño. Mi piel, blanca como la nieve. Me fui vistiendo poco a poco. Primeramente me puse el tanga de hilo que me había comprado. La primera vez me lo puse del revés. Era nueva e inexperta en esto de usar tanga, y la falta de tela me confundió. Gracias a dios que descubrí la etiqueta, me ayudó mucho a saber cuál era la parte de atrás. Me constó ponerlo, era de talla pequeña y a pesar de mis piernas delgadas tuve trabajo en hacer que pasara por mis muslos. Con el pene no hubo problema. Pequeño, flácido, no tuvo ningún problema para quedar cubierto por la tela. Después siguieron los pequeños pantalones shorts vaqueros, la camiseta ajustada, los tacones, y por último, la peluca. Al terminar, me di la vuelta, y mirando al espejo, me vi por primera vez. Era la mujer que había deseado siempre, la que estaba a punto de entregarse.

Salí del baño y me dirigí de nuevo al cuarto. Allí estaba Fernando, sentado en el mismo lugar, pero con un par de condones ahora a su lado. Yo era imprudente, y no había pensado en usar protección. Él, fue más precavido, quizás no se fiase de mí, y puede que pensara que ya me había entregado a otro hombre. En todo caso, era lo mejor.

Me aproximé hasta él hasta quedar delante de él. Él se levantó, y acercando su cara a mi cuello, comenzó a lamerme.

-Te ves como toda una princesa. Estás precisa. Eres mía

Dijo mientras sus manos fueron a mi culo, comenzando a acariciarlo.

Yo me dejé llevar. No podía hacer nada. ¿Qué podría hacer una niña como yo a punto de perder su virginidad? Permanecimos así un rato, él lamiendo mi cuello, y acariciando todo mi cuerpo. Hasta que de un momento a otro se separó unos centímetros de mí y llevando su mano hasta el cinturón de su pantalón comenzó a quitárselo y bajar la cremallera.

-Mira, mira lo que tengo aquí para ti

Dijo sacándose su grueso pene fuera del pantalón, el cual ya estaba bastante erecto. Llevó su mano hasta mi hombro. Sabía lo que quería. Me quería de rodillas, a sus pues, descansando el peso de su pene en mi boca. Yo, complaciente, me puse de cuclillas delante de él, hasta que su pene estaba tan cerca que llegaba a mi el olor, a hombre, a semental. Sé comportó como un caballero, y sujetando con una mano mi cabeza y con la otra agarrando su pene, me la metió en la boca apresuradamente. Yo comencé a mamársela. Intensamente. Apreciaba su olor y tragaba cuanta saliva podía. Era el sabor de un pene, de una polla, de un instrumento para dejar preñada. Lo amaba con todo mi ser. Cuando me dí cuenta, mi boca estaba siendo brutalmente follada. Se escuchaban los suspiros de placer.

-Para para, que me queda poco

Dijo a los 5 minutos. Yo la saqué de mi boca. Fue como cuando uno sale del agua y puede por fin respirar. Me agarró de la mano y me llevo hasta la cama.

-Vamos que sé que estas deseando

Aplicando fuerza sobre mi levemente me puso sobre la cama.

-Quítate los pantalones y ponte a cuatro amor

Así hice, me quité los pantalones y tal y como el indicó me coloqué a cuatro patas sobre la cama. Lo hice de la misma forma en la que tantas veces me había masturbado en casa, con el culo alzado, la cabeza pegada a la cama, y las piernas separadas. Él me golpeó el culo varias veces.

-Que pedazo de culo tienes chiquita

Se puso tras de mí, e intentó apartarme el tanga. No pudo al estar tan apretado, por lo que tirando hacia debajo de él lo abajó hasta dejarlo en mitad de mis muslos. Lo suficiente para dejar libre el camino hasta mi culo.

Fue una sensación que jamás podré explicar por palabra. Estaba yo, vestida de mujer, delante de mi macho, ofreciendo la virginidad de mi ano. ¿Qué pensaría de mí mi madre si me viese?

Ya está, ya lo tenía todo hecho, sólo le faltaba colocarse detrás y empujar. Había salido de fiesta y me había cazado. Me había convertido en su puta personal que folla gratis por sentirse mujer.

Cogió un pequeño bote de gel lubricante, y aplicando un poco sobre la yema de sus dedos empezó a lubricarse el culo. Lentamente me dio un masaje, metiendo cada vez más la punta de sus dedos dentro de mí. Estaba frío, sus dedos eran ásperos y gruesos, pero yo estaba disfrutando. Terminó de lubricarme, y se puso el preservativo.

-Vamos te la voy a meter, toma toda mi polla

Puso el pene sobre mi ano, y lentamente pero sin detenerse, metió todo su pene dentro de mi culo, quedando enganchado a mí.

-Ahhh

Gemí fuertemente casi gritando.