Mi esposo mira como me muestro al repartidor, como lo caliento y es que esta es una de las cosas que más disfruto

Mi nombre es Elena, llevamos tiempo sin contar ninguna de nuestras experiencias, y de nuevo vamos a contaros una de ellas.

Soy delgada, mido 1.61 cms, mi pelo es negro y lo llevo a media melena, tengo los ojos  marrones, mis pechos no son grandes y mi culo es delgado y firme.

Mi marido se llama Javier, él es moreno y delgado como yo, mide 1.76 y sus ojos son verdes, no está musculado pero es fibroso y le encanta el morbo.

Cogimos la primera semana de noviembre de vacaciones y aprovechamos para alquilar un piso en Madrid, nueve días para disfrutar de la ciudad.

Estuvimos el fin de semana visitando la zona norte de la ciudad.

El lunes decidimos pedir pizza para cenar, como no, a Javi le faltó tiempo para que se le ocurriera una de sus enfermizas ideas, me pidió que saliera a recibir al repartidor solamente con un tanga puesto.

Sinceramente, no es que me entusiasmase la idea, pero tampoco puse muchas pegas.

Me puse un tanga blanco de hilo con el dibujo del conejito de playboy, una camiseta blanca de tirantes que dejaba distinguir mis pezones sin apenas dificultad y mis zapatillas de casa.

Sonó el timbre, un escalofrió recorrió mi cuerpo, contesté y le abrí la puerta del portal, mientras Javi se escondía en la cocina con la puerta entreabierta sin perder atención.

Volvió a sonar el timbre, pero esta vez de la puerta de casa, cogí aire, decidí quitarme la camiseta y quedarme solo con el tanga, se la lancé a mi marido que la recogió con una sonrisa en la cara para inmediatamente volver a su escondite.

Resoplé y abrí la puerta,

Allí estaba el repartidor, con la caja de pizza en la mano y su casco en el codo de su otro brazo, sus ojos se clavaron en mi cuerpo, enseguida se dio cuenta he intentó mirarme a la cara.

–          Traigo esta pizza a nombre de Elena- repitió

–          Déjala encima de esa mesilla, por favor- le indiqué

Se notaba que el chaval, que rondaría los 20 o 21 años, estaba algo incómodo, pero sus ojos miraban hacia mis pezones, se acercó hacia la mesilla, dejó la caja y se volvió a separar, me acerqué a la mesilla para coger mi monedero, el no quitaba ojo.

Saqué un billete, lo dejé caer al suelo e inmediatamente me giré, sin doblar las piernas, me agaché a recogerlo, dejando frente al chaval mi culo únicamente cubierto por una fina tira de hilo.

No pude verle la cara en ese momento, pero al levantarme, pude comprobar como un bulto surgía de su pantalón.

Tenía el rostro rojo, se puso sus manos delante de su miembro intentando disimular su erección.

Mis pezones estaban tiesos por la excitación, le cogí una de sus manos para darle el billete, el sacó unas monedas de su bolsillo sin quitar la mano que le cubría su miembro, cuando me las entregó, casualmente, se me resbalaron de la mano cayendo de nuevo al suelo, me agaché, mi cara estaba a unos centímetros de la mano que tapaba su erecto miembro.

El chico estaba tan petrificado que ni se movió, yo miré hacia arriba buscando coincidir nuestras miradas, cuando lo conseguí me relamí el labio, él se puso más colorado aún.

Fui recogiendo las monedas una a una, mostrando lo más que podía, me sentía observada y mi coño empezaba a estar húmedo, muy húmedo, cuando las recogí todas, volví a colocarme a escasos centímetros de su pene, alargué mis manos pidiendo ayuda para levantarme, el extendió las suyas dejando a la vista su erección.

Le agarré las dos manos para ponerme de pie, subí lentamente, rozándole con la boca su pene, estábamos frente a frente, nuestros alientos se chocaban por la cercanía de nuestras bocas, yo rozaba el bulto de su pantalón con mi cadera.

Él iba retrocediendo poco a poco, le baje su mano derecha hasta mi tanga, abrí las piernas un poco para que pudiera meter la mano y empezar a acariciar mi coño, que ya había mojado un poco la tela.

Solté nuestras manos y para mi sorpresa, el joven se fue rápidamente, me quedé anonadada, cerré la puerta quedándome un rato parada con mi cabeza apoyada en ella, mi corazón latía intensamente, al volverme, Javi ya había salido de su escondite, tenía una erección tremenda, se acercó directamente hacia mí, me cogió de las manos, me llevó hasta la mesa del salón, con fuerza me levantó y me sentó sobre la ella.

Empezó a besarme con pasión, en un visto y no visto, se bajó sus pantalones dejando su polla libre, me tumbó en la mesa, mi coño chorreaba por momentos, noté como la punta de su pene rozaba con mi clítoris y mis labios vaginales.

El ardor de mi cuerpo pedía que me la metiese, pero él seguía rozándome con la punta de su polla.

De repente sentí como me partía, su polla entró con fuerza, sus manos sujetaban mis piernas por mis muslos, separándolos lo más que podía, me penetraba con ansia, notaba como mi coño recibía los golpes de sus huevos, yo gemía de placer y dolor.

Mi cuerpo y la mesa bailaban con cada una de las embestidas que Javi me daba, el gruñía, su polla salía y entraba dentro de mí brutalmente, yo gritaba mientras le miraba a los ojos.

Mis gemidos eran cada vez más altos e intensos, me dolía, pero le pedía que me folllase, mi cuerpo estaba totalmente a su merced, llevé mi mano al clítoris y empecé a acariciármelo intensamente, quería correrme, llegar al orgasmo, estaba excitadísima.

De repente me soltó las piernas, vino corriendo hacia mi cara, yo veía su polla a escasos centímetros de mi nariz, saqué la lengua intentando chupársela, mientras él se masturbaba, sus gruñidos eran fuertes, de repente !!!Zas¡¡¡ siento como un chorro de semen sale directo hacia mis ojos, no me da tiempo a cerrarlos, dándome de pleno, me picaba y a la vez sentí como varios chorros más caían de nuevo sobre mis parpados, mi nariz y mi mejilla.

Sigo oyendo como se masturba, mi ojo me sigue picando pero abro la boca y siento como me mete la polla, yo se la chupo, se la intento limpiar con la lengua, siento el sabor del semen, lo saboreo mientras él me la restriega por la boca, hasta que al final la aparta de mi boca y noto como me la restriega por la cara y la golpea contra mi frente y mi mejilla varias veces.

Yo mientras seguía frotándome el clítoris e introduciéndome un dedo en el coño, mis piernas caídas y abiertas me facilitaban la labor, poco a poco aceleraba el ritmo, notaba como me llegaba el orgasmo, mi cuerpo empezó a convulsionarse, mis gemidos se me escapaban, mi vagina chorreaba gran cantidad de líquido y por fin llegó el placer del orgasmo.

Me mantuve unos minutos tumbada en la mesa hasta que pude incorporarme.

Me fui al baño a limpiarme, tras lo cual nos sentamos en el sofá para cenarnos la pizza mientras comentábamos lo acontecido anteriormente.