Melinda se convierte en la cereza del pastel de las esclavas de un hombre que es su señor y amor. El placer que sienten es realmente único

Habían pasado dos días después de la cena y nadie había salido de la casa de Melinda. Tampoco parecían tener intención de hacerlo. Hacía un largo rato que había amanecido y Melinda tenía problemas para mantenerse dormida. Finalmente abrió los ojos y se encontró con el origen de los ruidos que no la dejaban dormir. Su mejor amiga estaba cabalgando a su marido.

Había sido así a lo largo de todo aquel tiempo. En la cena, Jim había penetrado a Andrea por el culo. Cuando bajó a hacer la colada, ellos follaron sobre la lavadora, que vibraba, aumentando su placer. Cuando Melinda fue a la habitación de invitados, Jessica y Andrea estuvieron compitiendo a ver quién lograba conseguir antes que la persona a la que se la mamaban se corriera más tarde. El amo ganó por muy poco, provocando que Andrea y la policía se tiraran al suelo a lamer los restos que caían al suelo. También había encontrado múltiples veces al amo con su amiga, o a Jessica con Jim, pero lo cierto es que hizo lo mismo que había hecho en el resto de ocasiones.

Hundió lentamente los dedos en su gruta depilada y empezó a tocarse. Se mordió el labio para no gemir, pero lo cierto es que Andrea y Jim ya la habían visto. Maldijo en silencio una vez la orden que había dado el amo durante la cena. Nadie se la follaría hasta que él lo hubiera hecho, y durante todo el fin de semana, no se le había acercado. Había estado entrenido con Jessica y Andrea.

Y otra cosa que encontraba extraña era cómo su amo parecía estar mucho más interesado en Andrea y, sin embargo, durante todo aquel tiempo se la había dejado a Jim y se había conformado con Jessica, por así decirlo. Melinda alcanzó el orgasmo mientras miraba el trasero de su amiga, en ese momento manaba semen de su coño. Ella se relamía.

Supo que no podía continuar con aquella postura pasiva. Al igual que durante todo aquel tiempo no se vistió para bajar, pero esa vez pasó por el tocador y se puso un poco de maquillaje. Preparó el desayuno para todos y se sentó a la cabecera de la mesa. A un lado estaban Andrea y Jim. Al otro estaba el amo, y bajo la mesa. Jessica, tomándose su propio desayuno. Lamiendo la polla del amo, con la mirada perdida, completamente concentrada en devorar aquel miembro, como si no existiese nada más.

_ Amo…_ Melinda se llevó una salchicha a los labios, devorándola de la forma más sugerente que pudo._ Estaba pensando que… podría sustituir a Jennifer… debe estar… muy cansada.

_ No sé… Melinda… no sé. Jennifer ha aprendido muy bien._ Cogió a la rubia del pelo y empujó su polla hasta la campanilla. Jennifer ni tan siquiera se quejó._ Sigue así, Jenny.

_ Puedo hacerlo mejor que ella._ Melinda se pasó la lengua por los labios._ Te haré gozar de verdad.

_ En fin… Jessica, ocúpate de Jim.

La rubia se separó lentamente de la polla, produciendo un sonido de succión y dejando un hilo de babas cuando se separó. Como un animalillo, se arrastró por la mesa hasta encontrar la polla del otro hombre y tragarla. Jim gimió de gusto.

Pero su mujer hacía tiempo que se había olvidado de su marido perfecto. Ahora sólo le interesaba la latiente polla que no podía dejar de mirar. Era grande… gruesa… era demasiado perfecta para ser verdad. La necesitaba en su interior.

_ ¿Y bien, Melinda? ¿Cuál de tus tres agujeros vas a usar?_ Preguntó él.

_  ¡Mi coño!_ Gritó con orgullo.

Melinda no habría sido capaz de llamar así a su vagina dos días atrás, mucho menos de gritarlo en su cocina, pero en aquel momento lo único que necesitaba era que su COÑO fuese penetrador por una buena POLLA. Y le daba igual que fuese su marido, que fuese aquel hombre… o cualquier otro. Necesitaba SEXO y eso era lo único que realmente importaba.

_ Túmbate sobre la mesa.

Aquella orden fue su sentencia. Melinda se tumbó sobre la mesa y abrió las piernas. Casi le pareció escuchar el húmedo sonido que produjeron sus labios mayores al separarse. Y aquella polla que, tiránicamente, la poseyó de un solo envite. El vaivén comenzó, cada vez más acelerado, implacable y dominante.

Melinda no podía dejar de gritar. Aquello era mucho mejor que las continuas masturbaciones que había experimentado a lo largo del fin de semana, pero cuando creía que no podía elevar aún más el morbo, alguien se centró sobre su cara.

Andrea no iba a ser la única que no recibiera atenciones en aquella sale. Eso lo tenía más que decidido. Pensó que tendría que decirle algo, pero Melinda no necesitó que se lo dijeran para empezar a comerse aquel chochito moreno que tenía frente a sus labios. Andrea gimió antes de que su amo la tomase del cuello y empezara a besarla.

Jim se sentía un poco apartado, pero no se entrometió. Después de todo, dudaba que consiguiera apartar a Jessica, que mamaba entre murmullos casi religiosos. Se entretuvo, no obstante, apretando las tetazas de la rubia y gozándolas para él solo.

Melinda se sentía en el paraíso. Sus tetas no fueron olvidadas, una para su amo y otra para Andrea. Cada uno la frotaba de una manera. Melinda se movía, busca            ndo aquella polla con más ganas. Aunque no era necesario. Él la taladraba con una furia irresponsable, sin respeto. La trataba como un objeto y Melinda no podía estar más conforme con ello.

Melinda se corrió primero, pero ninguno de los dos se detuvo. Dos, tres, cuatro orgasmos la invadieron hasta que, cuando creía que estaba perdiendo el sentido, su coño y su boca fueron llenados de leche y flujo.

Ambos se quedaron dónde estaban un momento antes de salir de ella. Melinda se quedó sobre la mesa. Andrea se acercó a él y le dio un tierno beso en los labios. Él le acarició la espalda y después bajó hasta su culo. Se lo sobó con descaro y la miró a los ojos.

_ Quiero que veas cómo me tiro a Melinda._ Le susurró ella, en el oído.

_ Ojalá pudiera verlo desde tus ojos.

Y entonces… ocurrió algo extraño. Él desapareció, envuelto en una nube de humo, y Andrea empezó a temblar. Cuando él parpadeó y vio que sus manos eran negras, no pudo evitar una expresión de completa sorpresa.

_ ¡Un espejo!_ Gritó, sorprendido de su propia voz.

_ ¡Sí, amo!_ Contestó, Melinda, de buen grado.

Se arrastró por la habitación y le consiguió un espejo. Cuando él se miró, comprobó que Andrea le devolvía la mirada, una mirada sorprendida, a decir verdad. De alguna forma… había entrado dentro del cuerpo de la chica. Y la expresión se convirtió en una sonrisa pérfida.

_ Esta situación cada vez me gusta más._ Dijo, en voz alta.

Se llevó instintivamente las manos a los pechos y se los apretó, gimiendo sonoramente. El placer femenino era nuevo para él.

_ Melinda, ven aquí._ Pidió, invitándola a acercarse con el dedo.

_ Sí, amo.

Melinda ya no veía a Andrea. Era consciente de que el cuerpo que tenía ante ella era el de su amiga y, sin embargo, sólo veía a su amo. Sabía que era él de un simple vistazo.

Él la tomó fácilmente del trasero y la elevó, provocando que ella gimiera de deseo. Melinda veía cumplidas dos fantasías en aquel momento, cuando empezó un cadencioso intercambio de besos entre ambas. Jim no podía dejar de mirar, incluso olvidando quién le estaba practicando el sexo oral.

Andrea la llevó con facilidad al salón y la empujó sobre la cama. Los dos coños, desafiantes, se frotaron uno contra otro, buscándose con intensidad. Él no se lo podía creer. Adoraba ese nuevo poder y pensaba sacarle mucho partido.

_ Y ahora, cómeme el coño. ¡Jennifer, ven aquí!

Se sentó en el sofá y Melinda se dejó caer, directamente contra el coño de su amiga, que empezó a lamer con una intensidad incomparable. Jennifer se separó de Jim, que la siguió al salón con la polla en ristre. Al saber que no participaría se quedó a un lado, masturbándose en silencio.

Andrea metió la cara entre las tetas de Jennifer, mordiéndole los pezones. Él encontraba los labios de Andrea perfectos para una tarea como esa. Pero… ¿Por qué parar? Pensó en ver a través de los ojos de Jennifer, y cuando se quiso dar cuenta, estaba aferrando la cabeza de Andrea contra esas tetas enormes. Melinda, rápidamente, cambió el coño que chupaba.

_ ¡Joder!_ Gruñó él, con la voz chillona de Jennifer, apretándose sus descomunales pechos y gruñendo como un animal. Aquello era demasiado.

Con otro pensamiento, volvió a verse de pie frente a las tres mujeres, que empezaron a turnarse para chuparle la polla sin que tuviera que decirles nada. Lanzó un último gruñido y se corrió sobre las tres, que empezaron a lamerse los rostros unas a otras.

_ Vale… creo que por aquí hemos terminado._ Dijo, mirándolas._ Andrea y Melinda, vosotras iréis con el resto de mis chicas.

_ Gracias, amo._ Dijeron, orgullosas.

_ Amo… ¿Y qué pasa conmigo?_ Preguntó Jennifer.

Él supo desde el principio que no se la llevaría. Sólo quería chicas protagonistas en su colección.

_ Tú te vas a quedar aquí con Jim. Sois pareja a partir de ahora. Por el contrario, dejarás el cuerpo de policía y ejercerás de prostituta a partir de ahora, porque es el único modo de saciar tu hambre de pollas y coños.

_ Suena maravilloso, amo._ Dijo, con una gran sonrisa.

Ya se imaginaba a sí misma haciendo la calle y llegando a casa para chupársela a su novio. Era una nueva vida maravillosa, muy distinta de ser la agente menos competente del cuerpo que nunca mojaba porque evitaba a todos los hombres.

_ Jim, como es puta no voy a ser injusta. Vuestra relación será abierta y podrás cepillarte a quién quieras. ¿Tenemos un trato?

_ Por supuesto, amo._ Hubo un asentimiento colectivo.

Él se preguntaba, en aquel momento, mientras cogía a sus dos nuevas esclavas por la espalda, cuál sería su siguiente destino.