Mientras mi mejor amigo mira el fútbol yo me follo a su mujer, a su esposa

Pepe es mi amigo desde hace años, él es socio de un gran equipo de fútbol. A mí no me gustan: ni las multitudes ni el fútbol. Mientras él está viendo el partido en el estadio, ¡su mujer y yo aprovechamos para follar como posesos en su casa! Somos cada vez más pervertidos, sin temor a que él nos sorprenda.

Conozco a Pepe desde hace diez años, a su mujer solo desde hace tres. Ellos tendrán unos treinta y tantos años, diez menos que yo. Pepe y yo salíamos de copas juntos, pero desde que dejé de beber, aunque seguimos saliendo, vamos a bares más alejados y divertidos al ir en mi coche por no beber yo; pero antes solo íbamos por el barrio a tomar nuestras cervezas, porque nunca cogíamos el coche habiendo bebido.

Desde que no bebo, siempre lo llevo de copas el día que su equipo de fútbol juega en la ciudad. Al terminar el partido lo espero cerca del campo con mi coche, «da alegría verlo llegar cuando ha ganado su equipo», enarbolando una bandera con los colores de su club y una camiseta con el número del delantero estrella. Me encanta ir de bares con él y tomar varias coca colas mientras él se mete entre pecho y espalda unas cuatro cervezas y tres cubalibres. Sin la bebida me encuentro muy bien, y su compañía me agrada, es muy divertido y amable con todo el mundo. En mis momentos chungos el estuvo a mi lado, yo también en los momentos malos de él.

Pepe conoció a Pepa hace tres años en un parque de atracciones, ella estaba con sus amigas y yo con el (ni él se llama Pepe, ni ella Pepa; pero de algún modo los tengo que llamar para que no sepáis quienes son). Aquel día que la conoció veíamos un espectáculo sentados junto a ellas, cuando pepe se lanzó a ligar con la más guapa y triunfó. Ella es espectacular: una morenaza de estas dispuestas que hay con un cuerpazo grande y esbelto, su pelo negro y rizado por los hombros brilla como el mar de noche. Su mirada es de decisión y seguridad en sí misma, y ardiente, muy ardiente.

Un secretillo: cuando la conocimos a ella y a sus amigas y vi a Pepe ligársela sentí algo de envidia, pensando que porque no lo había intentado yo.

La boda fue por lo civil, una boda por todo lo alto, hace más de dos años ya. Pepa es aficionada a la fotografía, como yo. A veces vamos al campo y mientras Pepe y la joven que vive en mi casa hacen la barbacoa Pepa y yo nos dedicamos a buscar enfoques buenos y hacer fotografías, suele decir Pepe en tono de humor:

—Coño que profesionales y concentrados se os ve, parecéis del New York Times.

A veces la joven que vive conmigo está con sus amigas y solo vamos de campo los tres. Ella es muy expresiva y te hace reír soltando sus gracias o criticando a alguna amiga, de su vecina dijo un día después de la barbacoa:

—La muy zorra va y sacude el mantel sobre mi ropa tendida, el otro día me asomé al balcón y le dije: ¡mi ropa huele a pringue Lola!, sacúdelo en la cocina mujer. La vecina se disculpó, no es mala, chicos, es que está atontada la pobre.

Así es ella, fuerte de carácter y con la lengua afilada, y un cuerpazo de aúpa, algo ordinaria; a veces se ajusta las bragas a la cintura delante de mí, con ese culo grande y esa cintura mediana, escucho la goma de sus bragas e imagino arrancándoselas. Mueve la cabeza y sacude su larga melena como si fuera la misma Cleopatra la tía.

Pepe, hace unos meses; en una de nuestras salidas después de salir el de ver el fútbol se empeñó en que fuéramos a un puticlub. Yo sin estar casado nunca había ido a ninguno, con mis sumisas tengo de sobra, pero eso él no lo sabe; aunque Pepe tendría que tener bastante con su mujer, pienso yo, pero cada persona es un mundo, el sabrá.

En el club había señoritas preciosas, vestían muy provocativas, pero muchas tenían cara de estar cansadas o decaídas; yo invité a una copa a una que vi con cara cariñosa, pero no la toqué, solo hablamos. En cambio Pepe, que ya llevaba sus cuatro cervezas de rigor y había pedido allí su primer cubalibre, invitó a una chica africana con piel color ébano, preciosa, a subir a una habitación, a la media hora bajaron. Pepe tenía cara de satisfacción y se tomó otro cubalibre. Ya de vuelta a casa me dijo yendo en el coche:

—Ahora me siento culpable Erardo, y añoro a Pepa, seré tonto, pero si la morenita me ha puesto un preservativo con la boca y todo, siempre la culpa amigo.

—No pasa nada, todo el mundo se puede equivocar, o no, según el punto de vista, le dije y me contestó:

—Tú no has subido Erardo

—No me sentía motivado Pepe, otro día subiré.

Hace más de dos meses estábamos de bares los dos, y Pepe me dijo:

—Erardo, mi mujer está «hasta el coño» de que la deje sola en casa para ir yo al fútbol; te quería pedir un favor. Como os gusta la fotografía a los dos sería perfecto que, como a ti tampoco te gusta el fútbol, le pidieras que si te quiere acompañar a hacer fotos cuando yo esté en el estadio. Así no estará cabreada conmigo y estará entretenida esas dos horas que yo estoy en el estadio; después nos vamos como siempre tu y yo de bares, «hasta que se canse mi mujer y también me lo prohíba». ¡Pero no le digas que es cosa mía, porque no querrá, es muy orgullosa!

—Sin problema Pepe, cuenta conmigo, será un placer, de hecho lo había pensado alguna vez, ir con ella a hacer fotos. Si te parece empezaré diciéndole de llevarle poco a poco mis álbumes a vuestra casa para que los veamos allí tranquilos los dos, y lo de ir a hacer fotos esperaremos que surja de manera natural, ¿Qué te parece Pepe?

—Cojonudo Erardo, eres estupendo tío.

Me presenté en casa de ellos justo después de decirme Pepe que acababa de coger el autobús para ir al estadio.

Rinnn Rinnn Rinnn —toqué al timbre.

— ¡Ya va, ya va, coño! —dijo Pepa al otro lado de la puerta.

Abrió en pijama y zapatillas, sorprendiéndose al verme allí, me dijo:

—Coño qué sorpresa, como tú por aquí, mientras «el señor» está viendo a los tíos corriendo detrás de la pelota —dijo.

—Pepa, se lo dije a tu marido que vendría a enseñarte mis fotos, si no molesto claro, como no me gusta ir al partido había pensado que es un buen momento.

—Mejor así, sin saberlo el parecería raro estando Pepe en el partido, a mí me suda toto, es por ti —dijo con su desenvoltura habitual.

Vimos las fotos, sentada ella junto a mí, la confianza hacia que me pegara su pecho al brazo al acercarse, al pasar yo las páginas. Le gustaban mis fotos, de ese primer día hace casi tres meses, olía muy bien.

La confianza fue creciendo entre ella y yo, todo comenzó un día que se duchó estando yo allí y salió envuelta en la manta de baño secándose la cabeza con una pequeña toalla, me preguntó:

—Erardo, ¿me puedes secar la cabeza?, anda, que me hace ilusión.

Le sequé la cabeza con esmero frotando sus orejitas tiernas y desenvolviendo su cabello muy despacio. No había terminado de secarla cuando abrió sus labios de forma sensual para decirme:

—Que bien lo haces Erardo, como lo hagas todo igual de bien serás un encanto —dijo audaz.

—Igual, no; «mejor Pepa» —dije encendido por mi deseo y por mi pene que estaba empalmado en el pantalón.

Pepa me dijo que eso había que verlo, y como jugando, echo una mano hacia atrás y palpo mi bragueta, la retiró al instante al palpar mi polla grande y dura como un cañón.

—Erardo estás empalmado secándome la cabeza, que morbo, me gusta.

—Lo siento pepa, ha sido un impulso inconsciente.

—pues me has puesto el coño ardiendo, de hecho ya me lo tenías caldoso con tus visitas «fotográficas».

Sus palabras las acompañó con la acción: se levantó de la silla y de frente a mí, envuelta en su gran manta de baño blanca, me dijo mirándome a los ojos:

—Serias capaz de guardar en secreto lo que haga yo sin decirle nada a Pepe

—Palabra Pepa, te lo prometo preciosa.

Se desató la manta de baño y la tiró al suelo, mostrando ante mis ojos su cuerpazo de mujerona: con caderas poderosas que partirían leña de un golpe lateral, con un coño negro y muy peludo en el centro, y depilado a los lados, como un gatito negro no desvalido. Bajo ese montículo de vello negro asomaba la lengua su coño, grande y de labios proporcionados. Sus pechos eran más grandes de lo que habría imaginado, «pero lo mejor sus pezones, muy grandes y de punta como dos tapones para los oídos, que parecían decirme «muérdenos».

—Que ganas tenía de que me vieras desnuda, loquita por enseñarte todo mi cuerpo, eres un canalla, me has seducido y eso me excita y me gusta; ¿te gusta mi cuerpo Erardo?

—Eso ni se pregunta Pepa, eres una diosa del Olimpo —dije emocionado por su inesperada desnudez.

—Fóllame Erardo —dijo en tono de orden imperiosa.

Me quité la camisa y el pantalón, mis calzoncillos y mis calcetines los lancé sobre el sofá, la abracé, mordí sus labios, «me tiré de rodillas al suelo oliendo, besando y chupando su peludo coño recién duchado. Mordí con cuidado sus pezones, saboreándolos, agarré su culo con las dos manos mientras la besaba no abarcándolo entero, le di un azote que sonó.

—Ponte en pompa zorra —le dije en voz alta.

Sin rechistar agachó su cuerpo grande, puso rodilla en tierra enseñándome por detrás un coño grande como un bollo de a cuarto. Me acerqué a ella y la penetré de un solo golpe, mi pene era hierro, me dolía, lo movía, lo aceleré y su coño escupía flujo por su excitación y por la intensidad de la penetración. Descargué en tres salpicones intensos todo mi semen dentro de su vagina, me retiré hacia atrás al instante para deleitarme viéndola en pompa, y así ver brotar mi leche de su macerada raja caliente como el mismísimo Sol. Su gran coño, siguiendo ella en pompa, comenzó a manar un cardumen espeso y blancuzco que le bajaba por un muslo. Me dijo ella:

—Menos mal que tomo la píldora, que te has despachado a gusto —es tan expresiva.

Al recoger a Pepe del fútbol me dijo:

—Que, habéis hecho fotos, u hoy tampoco.

—Tampoco Pepe, quiere ver todos mis álbumes, no hay prisa verdad.

—Ninguna, a vuestro ritmo tío, con tal de que no me dé el coñazo.

Pepa me confesó en el siguiente «partido en casa «que Pepe, aunque la follaba, lo hacía muy pocas veces, y desde luego no como yo se lo hago, no por el tamaño, «que también»; sino por mi intensidad tan violenta al follar, dijo relajada. Ese mismo día la penetré analmente durante más de un cuarto de hora seguido, «como un lobo», me dijo mientras tenía mi pene clavado en el agujero de su culo:

—Erardo, esto no lo había probado, uff que rico, noto como me tiembla el vientre y se me mueven hasta las tripitas, eres un bestia, como me gusta que me des por el culo, mal amigo; buen amante (mal amigo no me sentía, ya que le daba gusto a los dos, a cada uno de una manera, claro). Seguí con su culo después de callar ella. Le daba azotes en los cachetes con mis manos mientras su ano estaba relleno con mi polla…. Coño, coño,coño; ¡no quería correrme ahí, pero me corrí, y su culo también manó, como si le hubiera puesto una lavativa anal.

—Esta tarde que, Erardo, donde fuisteis a hacer fotos —me dijo Pepe al recogerlo del partido.

—Hoy ni fotos ni álbumes, solo ver la tele, le gustan mis visitas.

—A ver si, te vas a enrollar con ella —me dijo.

—Pepe, si quieres dejo de ir.

—No, «cojones», que era broma Erardo.

Contaré la última visita, «la última en su casa». Visitaba la ciudad el equipo rival, y Pepe, para no llegar tarde al partido salió más temprano de su casa, dejando «la liebre más rato para mí», al llegar nos besamos y nos acostamos en la cama. Me hizo una mamada de lo más original y a la vez excitante:

Tumbado yo boca arriba comenzó a dar mordisquitos por todo mi pene y por mis huevos, recorriendo todo varias veces, a veces me daba algún bocado más fuerte en mi tronco empalmado, mirándome a los ojos como la zorra más zorra, que gusto sentía.

Con las piernas abiertas al modo tradicional la penetré, y después pegué mi cuerpo al suyo mordiendo su cuello y abrazándome ella con sus enormes piernas. De rodillas sobre la cama, le comí el chocho por detrás, despacio, recreándome.

—Que me haces, que me vas a matar de gusto, unnnn.

Me corrí dentro de su boca, apuntando bien desde afuera, ella la abrió tanto que parecía una carpa de un estanque artificial. El chorro curvado le dio en la campanilla y en el fondo de la lengua. Cerró la boca y tragó «tres» veces, moviendo sus carrillos y su garganta. Luego lamió los restos que salían de mi polla.

Después de ese día se acabaron las visitas a su casa, cámara al hombro los dos vamos por toda la ciudad haciendo fotos, que después le enseñamos al bueno de Pepe. Nos detenemos en lugares cada vez más arriesgados y así follando por toda la ciudad. Un día follamos en una estación de metro entre convoy y convoy, algo rápido y casi animal. Otra vez en el aseo de una cafetería.

Cada día más audaces, hasta tengo los pelos de su coño en un frasco de cristal en mi casa, y ella afeitada y tan fresquita.

Pepe está muy contento de que su mujer lo deje ir también a ver los partidos del equipo que el club tiene en la de segunda división.

Salimos los tres a comer, ella se ve feliz, él también; yo más. Nada sospecha Pepe, y nuestros labios estarán sellados incluso después del día que lo dejemos como hemos acordado, ¡ojos que no ven corazón que no siente!, y todos contentos.