Me sorprendió el novio de mi hermana, completamente desnudo en el comedor

Empezó a salir con mi hermana hace unos meses y empezó a venir a casa la semana pasada. Como todos los novios de mi hermana, estaba muy bueno. Le gustaba subir fotos y stories a Instagram entrenando, siempre fardando de su cuerpo. Odiaba ese tipo de tíos. Aunque me ponían.

Cuando la semana pasada vino a casa, mi hermana ni me lo presentó, aprovechando que mi madre estaba aún trabajando lo coló directamente en su cuarto, pero yo estaba en el salón y los vi pasar. Menudo escándalo montaron en la habitación.

Cuando salieron de la habitación les pude ver despedirse en el hall, era el típico cachas choni que siempre va en chándal, movimientos de machito, y la mano metida por dentro del pantalón tocándose el paquete. Que asco. Cuando se dieron cuenta de que estaba mirando, mi hermana me fulminó con la mirada y él me quiñó un ojo en plan ‘aprende chaval’ y salió de casa.

Tres días después se repetía la situación, pero en medio de lo que estuviesen haciendo, él sale de la habitación en calzoncillos y viene a la cocina y me dice:

– Chaval, ¿dónde están los vasos?

Tragué saliva y dije

– Aquí en este estante.

– ¿Qué pasa, por qué te quedas embobado? Me dice mientras miraba su cuerpo.

– Por nada, no estoy acostumbrado a ver a tíos en bolas.

– Jajajaja, si no estoy ni en bolas. – Me dice mientras se rascaba el paquete y hacía un guiño.

Salió de la cocina y se fue otra vez arriba.

No tardó ni dos días en volver por casa, y yo ya pensaba para mí: Ojalá se repita la situación. No pasó ni media hora con mi hermana y volvió a la cocina, esta vez con unos gayumbos diferentes.

– Chaval, ¿cómo va la semana? – Me pregunta, siempre sin dejar de rascarse el bulto.

– Pues la verdad que aburrido, haciendo los deberes en casa.

– Oye muy bien, niño aplicado. Yo también he venido a hacer los deberes con tu hermana – Me suelta guiñando un ojo.

– Ya, ya, os he oído repasar los temas.- Y él se echa a reir sin ninguna vergüenza.

– Oye, ¿vas mucho al gimnasio? – Le pregunto

– Pues de lunes a viernes todos los días, mira, acércate. – Me dice mientras extiende el brazo y lo flexiona. – No te cortes, toca.

Me puse súper tímido pero le agarré el brazo. Seguía aún sudado de haberse follado a mi hermana. Era enorme.

– Bueno ya, me vuelvo para arriba, a acabar lo que he empezado.

Nuestros encuentro en la cocina parecía que se estaban convirtiendo en tradición.

Tres días después, al bajar al beber agua, venía colocándose el rabo. Parecía que la llevaba hinchada.

– Chavalín, ¿no tendréis alguna cerve guardada?

– Pues creo que sí – dije mientras me agachaba para cogerla.

Su paquete quedó a la altura de mi cabeza, y antes de levantarme me quedé dos segundos mirando su bulto hipnotizado.

– ¿Qué pasa? ¿Tengo monos en el paquete?

– No, perdona, es que no estoy acostumbrado a ver a tíos en gayumbos en mi casa. Y además eso que tienes parece muy grande.

– Jaaajajajajajaja, se partió de risa – Colega es que aquí tienes el trabuco de alguien mayor que tú. Ya se te desarrollará. – Me dice mientras con su manaza agarra su bulto.

– ¿Puedo…? – Y se escucha cómo mi hermana le llama desde arriba.

– Chaval, me reclaman. – Y escapó corriendo.

Cuatro días después, que se me hicieron eternos, volvió a casa. Esta vez bajó a la cocina directamente en pelotas y con total desparpajo.

Al verlo llegar así me puse rojo como un tomate, él me saludó con una amplia sonrisa como si nada. Tenía un culo redondo y fuerte y la polla grande y relajada.

– Hola chaval, ¿te compartes una cervecita conmigo? – No me lo podía creer

– Eh… no me gusta mucho la cerveza, pero sí, claro. – Corrí a decir

– Ya te gustará cuando crezcas, es cuestión de acostumbrarse.

Mientras él preparaba la cerveza yo mantenía mi mirada constante en su carne flácida colgando. Hasta que me dice:

– Oye, córtate un poco de mirarme el rabo, no es que me importe, pero es que se te van a salir los ojos.

Cambié mi mirada hacia sus cara, y me guiña un ojo mientras sonríe. Me puse rojo como un tomaté pero intenté salir del embrollado.

– ¿Por qué vas en bolas? –le suelto

– ¡Ah, te molesta! Pensé que ya había confianza.

– No, no, si hay confianza. Es solo que nunca había visto el cuerpo de otro chico en bolas. Al vivir solo con mi madre y mi hermana…

– Chavalín, a ti se te nota mucho que no tienes hermanos. ¿Y qué ves que te llame la atención?

Bajé la mirada y apunté hacia su polla. Se echó a reír.

– ¿Esto? – me dice mientras la agarra – ¿La quieres tocar?

– ¿Puedo?

– Ven, acércate. Si es que lo tienes todo por aprender.

– ¿Cómo puede ser tan grande?

– Jajaja chavalín, pero si no está dura.

Mi hermana llama a su novio desde la habitación y él sale pitando.

– Nos vemos chavalín. – Y me guiña el ojo.

No podía soportar el morbo que me daba cada situación. En cuanto él desaparecía me tenía que ir al baño a hacerme una paja. Estaba obsesionado. Quería continuar descubriendo su cuerpo y mi sexualidad.

Tardó un día en volver a casa. Y esta vez bajó algo mosqueado, pero desnudo otra vez.

– Tu hermana tiene la regla y, además de no querer follar, está de mal humor.

Diciendo esto se siente en la encimera de la cocina y abre una cerveza para él y otra para mí.

Mis ojos vuelven a donde siempre y, para mi grata sorpresa, venía con la polla medio dura.

– Mira cómo me tiene.

Mis ojos se abren como platos.

– Si quieres te puedo echar una mano, como si fuéramos hermanos. – Le digo

– Eh… bueno, como veas, si es que total ella no me va a dejar hacer nada. Tendré que descargar.

Me acerqué y le agarré la polla y empecé a hacerle un sube y baja. Ver su capullo aparecer me puso más cachondo que nunca. Aún no la tenía dura del todo. Y dice:

– De esto ni una palabra a tu hermana.

– Que va, estás loco, claro que no. Esto queda entre “hermanos”.

A pesar de que se la meneaba no se le ponía más dura, por lo que le digo:

– Cierra los ojos. – Y así lo hizo.

No tardó ni dos minutos y ya la tenía a full. Qué puto espectáculo poder ver esa, polla en ese cuerpazo, dura, en la encimera de la cocina, al puto novio de mi hermana.

Me la quería comer.

Acerqué mi cara a su prepucio para que pudiese notar mi respiración, y pareció no darle importancia.

Entonces saqué la lengua, me acerqué, y dejé que su polla me rozara.

– Eh eh eh eh eh eh chaval, hemos dicho como hermanos. – Y separa mi cabeza de su rabo.

Yo sigo con la paja y él con los ojos cerrados. Pero es que no aguantaba más. Quería saborearle el rabo.

Volví a acercar mi boca y di una chupada completa a su prepucio.

– ¡Cabrón! – me suelta entre risas, apartando mi cara.

Parecía que no le molestaba tanto al fin y al cabo.

Continué con la masturbación y él con los ojos cerrados, y al cabo de un minuto me la volví a meter en la boca.

Él me volvió a agarrar la cabeza apartándome pero yo me resistí esta vez.

Sus manos pasaron de empujar mi cabeza a acompañarla en la comida de rabo. Sus ojos permanecían cerrados. Y empezó a gemir en monólogo:

– Cabrón, vas a hacer que me corra.

– Ahhh, ahh, ahhh

– Qué cabrón eres.

– Para que me corro

– Sepárate

– Ahhhh, ahhhh

– Cabrón para, separa la cabeza

Yo tenía claro lo que quería, y no iba a dejar ni una gota.

– Chaval, para, que me corro

– Ahhh

– Ahhhh

– Jodeeer… me estoy corriendo

Su lefa empezó a llenar mi boca y empecé a tragar sin dejar que nada saliese fuera.

¡Que sabor tan malo! Me encantaba.

De pronto se escuchan pasos bajar por las escaleras.

Nos miramos asustadísimos.

– ¡Tu hermana! -Me susurra acojonado empujando mi cabeza fuera de su polla enorme recién corrida

Corriendo me metí dentro del armario de la despensa justo antes de que apareciese ella.

Mi hermana preguntó que qué hacía.

– Pues tomarme una birra fría para que se me baje el calentón que me has dejado, no ves como estoy.

La tenía 100% dura pero sus huevos ya se los había descargado yo.

Diciendo esto mi hermana le da la mano a su chico y se lo lleva para arriba.

Él se gira mientras camina y, desde la rendija, veo como me guiña el ojo mientras se aleja.