Yo me porté mal, me acosté con mi jefe y me castigo fue cumplirle la fantasía a mi esposo. Me deje follar por él y otra persona mientras estaba atada a la cama

Debías ser castigada, era algo que llevabas esperando después de los acontecimientos del pasado mes. Has tenido varios viajes de trabajo y en el último viaje, durante la cena de cierre de proyecto, te dejaste llevar por las constantes insinuaciones de tu jefe de equipo. Asi que ahora estás de rodillas, desnuda, con las manos atadas por la espalda y los ojos cubiertos por una corbata en medio del salón de tu casa. Tu marido te ha preparado y dejado así, diciendo que volvía en unos minutos; ya los llevas y esperas nerviosa y excitada. Has sido obediente y no te has movido del sitio.

Oyes la puerta abrir, sonidos que reconoces como pasos y algún otro movimiento y ruido, piensas: «¿Qué estará haciendo? ¿Por qué ha salido?»… De repente, oyes susurros, como si estuviera hablando con alguien. Se te eriza la piel, estas muy nerviosa, pero guardas silencio, no te mueves. Eres obediente y te dejarás llevar por los juegos de tu marido. Al fin y al cabo tiene motivos para castigarte.

Notas comos se acerca (¿o acercan?) a tí y ahora tu marido definitivamente está hablando, susurra como si no quisiera ser oído. Pero es absurdo, sabe que a esa distancia le escuchas perfectamente, ¿está jugando conmigo? ¿será posible que finalmente ha hecho realidad las insinuaciones y fantasías que lleva meses compartiendo conmigo?. Acabas de oír claramente «ven, acércate, pero no hables que no te sepa que estás aquí»… palabras que te han puesto al borde de un ataque de pánico, pero muy excitada, como apenas recuerdas haberlo estado. Entonces oyes su voz, ahora sí se dirige a tí, claramente, con autoridad: «abre la boca y chupa». Suena tosco, pero obedeces y abres un poco la comisura de los labios. Además, como quieres ser parte del juego y no ser sólo una protagonista secundaria de este nuevo juego ideado por tu marido, te humedeces y acaricias suavemente los labios con la lengua. Sabes que si te está viendo (¿o están viendo?) esto le excitará y cuando acerque «su» (¿o «una»?) polla a tu boca -porque crees y esperas que sea esto lo que vas a chupar- estará aún más dura, aún más caliente.

Por fin la notas en tu boca, es más gruesa y está más dura. No es la de tu marido. Pero según abres más la boca y entra mayor parte del miembro en tu boca notas el tacto. No es piel, no es «carne de verdad”. Es un dildo, realista y suave, pero de látex. Sigues chupando, sigues jugando obedientemente, haciéndolo como sabes hacerlo, como tantas veces lo has hecho en su polla volviéndolo loco. Tu cuerpo y mente se relajan mucho más, ya sabes que es simplemente otro juego de tu marido, una nueva teatralización de las suyas, parte de las escenificaciones sexuales cada vez más enrevesados de las que te hace partícipe. Te excitan, formas parte de ellas, y agradeces las atenciones e imaginación constante del hombre al que amas; pero esta vez, ¿es posible que te sientas algo decepcionada? ¿esperabas y querías finalmente chupar “otra” polla, más gruesa y diferente a la de tu marido?. Estuviste a punto de hacerlo hace apenas dos semanas, a punto de dejarte llevar por los besos de «otro» hombre, de tu jefe de equipo en su habitación del hotel en el que os alojasteis todos, y sólo fue el repentino remordimiento y el miedo lo que te hicieron parar esa noche y volver apresuradamente a la seguridad de tu habitación.

Fue lo primero que confesaste a tu marido por la noche, acostados los dos el día en el que volvistes del viaje. Querías ser sincera y no ocultar nada a tu compañero vital, pero también era una prueba: querías ver cómo se sentiría realmente al oír el relato de tu cuasi-infidelidad, sobre cuando su obsesiva fantasía de los últimos meses a punto se torna realidad. ¿Se enfadaría?, ¿Se sentiría decepcionado?, ¿Afectaría este incidente a tu relación de maneras inesperadas?, ¿Perderías las confianza del amor de tu vida?… ¿Se excitaría?. Obtuviste tu respuesta rápidamente, quiso un relato completo de toda la noche, de cada acción y de cada detalle y lo fuiste proporcionando cariñosamente, susurrando a su oído, respondiendo a sus preguntas mientras lo acariciabas y masturbabas muy, muy lentamente.

Pero es por esto por lo que ahora estás siendo castigada. Tu marido lleva una semana de preparaciones, ha organizado que vuestros hijos pasen la noche con sus abuelos para que tengáis toda la casa y toda la noche para vosotros. Y es por eso por lo que sigues chupando un dildo de látex y te preparas para dejarte llevar y disfrutar de otra maravillosa noche de amor, intimidad, sexo, juegos y fantasías… como tantas otras noches maravillosas que has tenido con el hombre al que amas. Sin embargo, esta noche todo estos sentimientos conviven con algo más, algo que se mantiene en un segundo plano, que es pequeño y puedes desestimar pero que existe: la decepción. Porque hoy estabas preparada, hoy lo deseabas, no querías decirlo, esperabas que lo adivinara, que ocurriera, que dierais el paso. Así que lames el dildo alimentando vuestra fantasía, porque ahora reconoces que también es tuya, sabiendo que una noche más es sólo una fantasía.

Así te encuentras chupando, atada, inmóvil, sin poder ver e imaginando, cuando notas caricias en tu espalda, caricias que te gustan y te ayudan a dejarte llevar. Pero de repente, tu cuerpo está otra vez alerta, las posiciones no cuadran, las manos no cuadran: ¿quién está agarrando el dildo en mi boca? ¿cómo puede acariciarme la espalda a la vez? ¿cómo puede besarme el cuello por detrás mientras, se supone, que está delante de mi jugando con mi boca y sus nuevo juguete?. No es tu trabajo hacer estas preguntas, sólo debes obedecer, sólo debes disfrutar porque acordaste someterte a sus deseos esta noche, a cumplir con tu castigo. Así continúas hasta que oyes de nuevo su voz, es la segunda vez que se dirige a tí desde que estás en esta posición y te explica: «voy a moverte y agachar tu cuerpo, hay un colchón en el suelo, estarás cómoda», así que dejas de chupar y dejas que te mueva, que te desplace a la derecha y te coloque en «perrito», como muchas veces le gusta follarte. Una vez recostada, porque quieres volver a sentirte protagonista, curvas más de lo necesario tu espalda y ofreces tu culo. Sabes que lo debe estar viendo todo y estará excitado, ofreces tu clítoris, tu vagina húmeda y abierta y tu pubis cuidadosamente depilado. Y tu ano, el ano que le encanta chupar y que muy pocas veces le entregas plenamente y que sospechas hoy pondrá en el centro de su atención, que por eso te ha colocado así.

Efectivamente, unos segundos después notas su lengua, te está chupando, empieza de arriba a abajo y vuelve a subir, ano, vagina, clítoris, clitoris, vagina, ano… pero no pasa mucho tiempo haciendo esto, sólo el suficiente para dejarte completamente húmeda y preparada. Te sorprende parando sus atenciones orales precipitadamente – cuando a tu marido le encanta chupar, como dice él podría estar «horas dándote atención oral» – y le oyes decir lo que serán las últimas palabras hasta que lo veas de nuevo de frente y desatada: «!te voy a follar!».

Al momento notas como entra su polla, la notas durísima, más gorda, más firme, que llega realmente hasta el fondo y te felicitas a ti misma orgullosa sabiendo que has sido tú la que ha logrado que se excite tanto. Te folla contundentemente, con fuerza, apenas agarra tus caderas y te embiste profundamente, a un ritmo persistente, ni lento, ni rápido, y profundo. Notas como entra y sale y disfrutas deliciosamente como se desliza por toda tu vagina. No te está follando como lo hace habitualmente y te encanta el cambio de compás. Te sorprendes viendo lo rápido que estás llegando al clímax, hace tiempo que te has dejado llevar y estás gimiendo descontroladamente, anuncias que te vas a correr (te gusta hacerlo, y que tu marido oiga como lo dices) y poco después tienes un orgasmo. Sin embargo, no para de embestir, no ha terminado, continúa follandote como lo ha estado haciendo durante los últimos minutos, no ha sido más tiempo aunque muy intenso (sonríes al pensarlo)… te sorprendes volviendote a excitar, casi nunca te ha pasado esto – piensas que lo de las mujeres multiorgásmicas es un mito- pero estás volviendo a estremecerte y acercándote al clímax de nuevo. Él también, lo notas, notas como sus embestidas son más asincopadas, como intenta llegar más adentro y te folla más visceralmente. Unos minutos después estás volviendo a correrte, pero no dices nada, simplemente lo disfrutas e intentas oír a tu marido, el cual ha estado muy silencioso durante toda esta «follada». También se está corriendo, notas el chorro en tu interior. Habéis llegado al orgasmo a la vez, algo que ocurre muy pocas veces y supone la guinda a una noche maravillosa.

Deja que su polla se relaje dentro de tí durante un par de minutos, disfrutas sintiendo cómo cambia su forma mientras tu misma también te recuperas y relajas tu respiración. Entonces se retira y oyes como vuelve a dejar la habitación, tarda lo que piensas es más del tiempo del que debiera, dejándote ahí sudada, con su semen bajando por tus piernas. Pero no te mueves, ni te quitas la benda. Obedeces y esperas porque quieres cumplir perfectamente tu castigo. Te lo mereces y, después de toda la generosidad y atención que ha puesto en esta “dramatizaciòn”, no quieres romper el «guión». Al poco tiempo vuelve a entrar en el salón, te desata las manos y tumba en el colchón en el que acabas de ser follada. Te quita la corbata y por fin vuelves a ver y es a tu marido, desnudo, sudado, tumbandose junto a tí tembloroso pero sonriente. Se recuesta a tu lado, te acarícia la cara, te besa y dice «te quiero, gracias por hacer realidad mi fantasía».