Me obligaron a mamar una gran polla

Hola a todos. Este es mi primer relato y pues soy inexperta en esto así que trataré de contar mi experiencia de forma breve y hacerlo del gusto de todos.

Antes de empezar de lleno con el relato voy a presentarme porque sé que así es como lo hacen aquí. Mi nombre es Samantha, tengo 24 años recién cumplidos. Siempre he sido una chica muy amiguera, muy tranquila y muy de casa. Casi no salgo, y menos ahora con la pandemia. Físicamente me considero atractiva, y tengo varios pretendientes lo cual me dice que no estoy tan errada en sentirme de esa manera.

Tengo el cabello castaño oscuro, ojos cafés oscuro también. Mi nariz es un poco tosquita, chata y como de bola jaja. Soy de rostro ovalado y algo cachetona. Estoy muy trompuda, pues soy de labios gruesos. Y tengo un lunar justo encima de mi boca que combinado con mis lentes (soy miope) me hacen ver como una chica tierna y sexy al mismo tiempo.

Nunca he sido una chica delgada, pero después del encierro por la pandemia subí algunos kilos de más pues me la pasaba comiendo. Aunque afortunadamente esos kilos se repartieron entre mis tetas, mi culo y mis piernas, reconozco que estoy pasadita de peso.

Pero bueno lo que enseguida voy a contar fue una situación que se dio a causa de una emergencia que tuve. Resulta que como a muchos de nosotros la pandemia nos trajo varios problemas, en mi caso me quedé sin empleo. Después de mucho buscar conseguí un nuevo empleo en una tienda llamada BIG LOTS que es una tienda de venta de ropa mayormente, aunque también se venden toda clase de artículos para el hogar. Estaba atrasada en los pagos de mi renta, mis servicios y mi tarjeta de credito, asi que me super urge empezar a trabajar.

Me levanté muy temprano, emocionada y nerviosa por mi primer día de empleo. Me di un baño, me puse una blusa floreada de color amarillo y unos leggins negros. Mis piernas son muy gruesas así que los leggins me quedaban aún más apretados de lo normal. Completé el atuendo con unos comodos tenis color negro.

Para mi mala suerte justo el día que tenía que presentarme a mi empleo mi viejo automóvil se averió y no quiso encender. Maldita sea mi suerte, pensé en mí misma. No podía faltar en mi primer día de trabajo, así que tomé la decisión de irme caminando pues les juro que no tenía plata ni para tomar el bus. Me preparé un par de sándwich de jamón y una botella de agua para llevarlas como lunch y afortunadamente tenía tiempo de sobra así que aunque tendría que caminar poco más de una hora si me daba prisa lograría llegar a tiempo a la tienda.

Pero pensarlo era mucho más fácil que hacerlo. Llevaba poco más de 30 minutos cuando el calor, el cansancio y la falta de condición física empezaron a hacer mella en mí. Los kilos de más que tengo en mi cuerpo me hacían más difícil la caminata y sentí como todo mi cuerpo empezaba a sudar. Y lo peor de todo es que haciendo cuentas me parecía que la caminata sería mucho más de la hora que había calculado y no lograría llegar a tiempo a mi trabajo. Me vi tentada a pedir aventón pero siempre he sido muy miedosa así que preferí seguir caminando, pero entre más caminaba más cansada me sentía y peor aún no iba lograr llegar a tiempo por más que me esforzara. Empecé a sentirme presa de la desesperación y el coraje por mi mala suerte.

Iba pérdida en mis pensamientos cuando un automóvil se paró a un lado de la carretera poco delante de donde yo iba.

Hola chica, ¿Necesitas un aventón? -escuché una voz de hombre gritarme desde dentro del auto una vez que me empareje.

Mmm…no, así estoy bien.Gracias -le respondí a pesar de que en verdad necesitaba el aventón. Seguí caminando y el auto lentamente siguió avanzando a un lado de mi.

Está haciendo mucho calor y no sé hasta dónde vas, pero aquí no pasa ningún transporte. Sube, yo te llevo a donde vayas -volví a escuchar la voz del hombre.

No me gustaba la idea de subirme a un auto con un desconocido, pero el hombre tenía razón. Hacía mucho calor y por ese camino no pasaba ningún transporte público. Encima de todo llegaría tarde a mi primer día de trabajo, no importa la prisa que me diera. Carajos solo será está vez y ya, pensé en mis adentros.

Está bien, muchas gracias -contesté para luego abrir la puerta del auto e introducirme en él.

Ya dentro pude ver bien al conductor del auto. Era un señor de piel morena, de pelo canoso y robusto. Era gordo y tenía lo que le decimos “panza cervecera”. No parecía ser una mala persona, la verdad.

Me llamo Juan ¿Hasta dónde vas? -me preguntó ofreciendo su mano para saludarme la cual le estreché rápidamente.

Me llamo Samantha. Voy a el Big Lots que queda por esta calle pero más adelante.

Huy mija, pero si queda bastante lejos esa tienda ¿A poco pensabas irte caminando hasta allá? Además tienes que cruzar las vías del tren y a esta hora es cuando pasa y se detiene el tráfico ahí como por una hora y no hay cómo rodearlo -me dijo.

Era cierto lo que decía. Había olvidado por completo que tenía que cruzar las vías y el tren tardaba mucho para moverse. No toda una hora como decía el señor pero si lo suficiente para hacerme llegar tarde a mi trabajo.

Ay si es cierto, lo olvidé por completo. Hoy es mi primer día de trabajo y si llego tarde ya no me van a querer dar empleo. En 30 minutos ya es mi hora de entrada ¿Como le hago? -dije en voz alta con tono de desesperación.

Mira no te preocupes. Sé como darle la vuelta para evitar las vías de tren y así llegar a tiempo a tu trabajo, ¿Te parece?

Si, me parece bien. Gracias, Don Juan -le respondí sin analizar mucho su ofrecimiento. Todo sea por llegar a tiempo, pensé.

Y bien acababa de decirle que sí cuando Don Juan enfiló su auto por otra calle alterna para luego entrar a un largo camino de terracería. Íbamos por un camino desierto que pasaba a un lado de un canal de agua pero que se veía seco. No se veía ni una casa cerca ni tampoco algún otro auto. Solo la polvareda que levantaba el auto de Don Juan. Caminamos unos 5 minutos por ese trecho cuando Don Juan orilló su auto para luego detenerse.

¿Que pasó, Don Juan? ¿Porqué se detuvo? -le cuestioné sintiéndome nerviosa.

Mira Samantha…te propongo algo. Yo soy un hombre solo con ciertas necesidades, y tú eres una chamaca con necesidad de un favor. Te doy 40 dolares y te llevo hasta tu trabajo si me das una mamada de 10 minutos ¿Que te parece?

No Don Juan, no me diga eso por favor! -le respondí presa de pánico y nervios. A mi mente llegaron imágenes de los noticieros cuando pasaban reportes de chicas desaparecidas.

No llores, niña. No te voy hacer daño. Solo dime que sí, me la chupas 10 minutos y luego te llevo a tu trabajo. Son 40 dólares que te ganarías muy fácil -me respondió con toda tranquilidad como si estuviéramos hablando de algo normal.

No Don Juan, esto está mal. Por favor, lléveme a mi trabajo y le juro que no digo nada -le volví a suplicar pero como si yo no hubiera dicho nada Don Juan se desabrochó su pantalón para luego bajarlo y sacar su miembro a la vista. Lo tenía ya bien parado y duro.

Mira chamaca, no te hagas inocente. Con esa cara de putita tierna que tienes no creo que nunca hayas mamado una verga. Además si me voy y te dejo aquí vas a perder tu trabajo y también el dinero que te estoy ofreciendo. Te doy 60 dólares y te llevo hasta tu trabajo, por una mamada de 10 minutos. Es mi última oferta -me respondió al mismo tiempo que le jalaba su erecto pene de arriba a abajo como masturbandose. La punta se le miraba lubricada como si estuviera sacando líquido.

Y en algo tenía razón el viejo. No sería la primera vez que mamara una verga, pero si la primera vez que me obligan a hacerlo. Pensé en lo que me había dicho y también tenía razón en decir que perdería mi trabajo a menos que llegara a tiempo. Pero para eso tendría que acceder a lo que el viejo me estaba pidiendo. Eso sin contar que de verdad me dejara libre y no me fuera hacer daño. Por donde pensaba no tenía yo forma de salir librada de esa situación.

¿Solo le doy una mamada y ya? ¿Nada de hacer otras cosas? -le dije con miedo y aguantando las ganas de llorar.

Así es, solo una mamada de 10 minutos. Pero apurate o no alcanzas a llegar a tiempo a tu trabajo -me dijo con una leve sonrisa de triunfo.

No me quedó de otra. Me agaché entre sus piernas y aguantándome el asco me introduje su erecto miembro en mi boca. Solo la cabeza, la cual empecé a chupar como si fuera un dulce. El muy maldito hizo el asiento hacía atrás para poder acomodar su enorme panza y que yo pudiera caber sin problema entre su barriga y el volante del auto. Estaba en un dilema. Podía durar los 10 minutos que me había pedido, o podía darle una super mamada para hacerlo acabar rápido y salir pronto de ese problema. Pero eso significaba que tendría que hacerlo correrse y para nada quería tener su semen en mi boca. No tenía la verga muy grande, así que pude metermela toda por completo en mi boca sin problemas. Pero le olía a meados y suciedad, aparte que sentí en mi boca lo que creo era esmegma o esa cosa blanca que se le junta a los hombres en sus vergas. Apreté mis ojos y aguanté las ganas de vomitar del asco que me provocaba lo que estaba haciendo.

Oh sí, así…así putita. Que rico la chupas -le escuchaba decir. Odiaba la palabra puta y tuve ganas de golpearle en los huevos y salir huyendo. Pero decidí mejor terminar lo que hacía y no ponerme en más riesgo.

Chommp…chuumpp…chmmmppp -algo así era el sonido que salía de mi boca al estar salivando con su verga dentro de mi. Sentí como una de las manos de Don Juan se ponía en mi cabeza para luego empujarme hacia abajo obligándome a hacer el mete y saca de mi boca su duro miembro.

La parte trasera de mi cuerpo estaba empinada desde el asiento de copiloto y con mi cabeza en medio de las piernas del viejo, por lo mismo si alguien llegaba a pasar al lado del carro solo vería mi culo asomar por la ventana. Afortunadamente parecía que nadie pasaba por ese camino. Supongo que el viejo lo sabía y por eso me había llevado por ahí. Sentí como Don Juan pasaba su mano libre por mis nalgas para luego hábilmente meterla por dentro de mis leggins y mis calzones y manosear directamente la piel de mi culo. Traté de quitarle la mano pero su mano encima de mi cabeza me impidió levantarme y con fuerza me apretó contra su verga haciéndola hundir más dentro de mi boca. No era una verga grande como dije y su panza le impedía meterme más su miembro pero aún así sentí que me pegaba en la campanilla provocando pequeñas arcadas.

Sentí miedo y desesperación cuando uno de sus gruesos dedos penetró mi vagina. Traté de nuevo de apartar su mano pero de nuevo me lo impidió y esta vez arreciando mis movimientos de mi cabeza sobre su miembro con su mano. Lo escuché como empezaba a bufar como si le faltara aire y al mismo tiempo otro dedo más entraba en mi cosita. Me decepcioné de mi misma al sentir como mi cuerpo me traicionaba y mi panocha empezaba a hacer sonidos de chapoteo por la lubricación que los dedos del viejo había logrado provocar en mi cuerpo. Mis ojos empezaron a lagrimear y no supe si era por las arcadas y el asco o por lo mal que me sentí conmigo misma por haberme ligeramente excitado por la horrible situación que estaba viviendo.

No se si decir que afortunadamente pero sí AFORTUNADAMENTE mi suplicio terminó cuando Don Juan empezó a gritar como animal herido y su verga disparó un chorro de semen dentro de mi boca, para luego lanzar otro y otro más. Traté de escapar de su miembro en mi boca pero el miserable viejo sacó su mano de entre mis nalgas y con ambas manos sostuvo mi cabeza impidiendo sacarme su verga de mi boca obligándome a tragarme su asqueroso semen. Fue tanta la descarga de semen que me fue imposible tragarlo o contenerlo en mi boca y sentí como escapaba por mi nariz como si de un repentino catarro se tratara. Me sentía ahogarme. El maldito viejo me tuvo en esa posición como por un minuto creo, para luego aflojar la presión de sus manos sobre mi cabeza. Tan pronto logré levantarme empecé a jalar aire por mi boca abierta. El asco, el aire y el sabor de su semen se conjugaron y apenas y pude abrir la puerta del carro para luego vomitar una gran cantidad de babas, semen y mi almuerzo.

Don Juan encendió el auto y en silencio seguimos nuestro camino. Él manejaba y yo solo iba cabizbaja tratando de asimilar lo sucedido. No fueron ni siquiera los 10 minutos que me había pedido. Quizás solo fueron 5 o 7 minutos máximo, pero yo los sentí una eternidad. Tal y como lo dijo al llegar a mi lugar de empleo sacó de su cartera unos billetes, los cuales me los puso en mi pierna. Me sentí humillada y degradada al tomar el dinero en mis manos, pero la necesidad pudo más que mi dignidad en ese momento. Ni siquiera lo conté, en ese momento no supe si eran los 60 que dijo o los 40 que inicialmente me había ofrecido.

En silencio salí del auto y me encaminé a mi lugar de trabajo, para luego con prisa y cabizbaja dirigirme al cuarto de baño donde volví a vomitar otra cantidad de saliva y el resto de mi almuerzo.

Tuve el sabor del semen de ese viejo en mi boca todo el resto del día.

Este es mi primer relato y mi primera experiencia que comparto para ustedes aquí. Espero les guste y me disculpen los errores que tenga mi escrito. Acepto ayuda, consejos y críticas constructivas.