Me excitaba mucho la idea de que mi pareja viera lo puta que puedo llegar a ser y lo conseguí

Estaba ardiendo de lujuria, esa noche iba a participar en una orgía, miraba a mi cuñada y me excitaba todavía más, porque iba a coger con ella. Es algo que había deseado desde que descubrí que me gusta hacer el amor con mujeres, que me encanta saborear la miel íntima de mis compañeras de sexo y Raquel se convirtió en una meta que ansiaba, con la me llevaba haciendo ratones casi todos los días. Aunque quizás me miento y la deseé desde que la conocí hace muchos años, pero no me había dado cuenta .

Allí estaba preparándome para coger a lo salvaje en esa cena de tres parejas. Susana, mi amante, y Pedro, su marido: los anfitriones. Raquel, mi cuñada y Benito, su marido y mi amante y yo con Santiago , mi prometido.

Me encantaba eso de tener prometido. Había pasado de viuda sola, a mujer que sale con un señor, luego a novia, después a pareja y había llegado a prometida porque en pocas semanas me casaba con Santiago. En algo más de un año había cambiado mi vida por completo.

No sabía si era muy mala o muy puta pero me encantaba lo que estaba viviendo. Benito, mi amante, al que volvía loco, el marido de Raquel, encelando a Santiago, mi prometido. Benito es astuto y había puesto un cebo imposible de rechazar: Raquel, que estaba para comérsela. Una blusa negra semi transparente que permitía ver los pezones de sus lolas, grandes y erguidas , y una pollera beige, larga con un tajo que mostraba su pierna derecha casi por completo. Si Raquel siempre es guapa, esta noche estaba explosiva. Santiago se quedó alucinado y babaeante cuando la vio. Creo que cuando le dio un beso se le puso dura.

Yo me había puesto un vestido negro sin mangas, corto, a medio muslo, no muy ceñido , con un pequeño escote en v para lucir el principio de la raja de los senos y mucha espalda al aire. Ropa interior: una tanga también negra minúscula . Calzado: unas sandalias de tacos super altos. Guapa , sexy pero no como la bomba sexual que estaba mi cuñada.

Susana , la anfitriona, jugando un toque lesbiano, vestida con un ambos negro, sin camisa, si se abría el saco quedaban al aire sus lolas pequeñas, duras, de pezones grandes que tan bien conocía, porque Susana era mi primer amante, la que me había liberado y guiado en el camino de Safo.

Benito había preparado la fiesta, en casa de Susana, para montar una orgía y follarme delante de todos.

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Yo estaba montada sobre él, clavada su pija dura hasta el fondo de mi vagina, llena de macho ansioso. Porque es lo que más me excita de Benito: ¡cómo me desea! El saber que le vuelvo loco, que pierde la razón por mí, es un afrodisíaco al que no puedo resistirme. Me movía adelante y atrás, me acariciaba los pezones para que me viera y me dijera esas cosas que me gustan, que me hacen sentirme hembra lujuriosa.

– ¡Sos mi yegua salvaje! Sigue así, despacito, deja que mire lo buena que estás.

-¿ Qué soy? Anda … dilo.

– Mi gata, mi puta, mi hembra. La mujer que más me excita, que me vuelve loco.

– Sos un mentiroso, tenés una esposa que te da todo. Que va con vos a orgías. Yo soy una señora llena de vergüenzas.

Se rió y me agarró los senos, creí que los iba a estrujar como suele hacer cuando se descontrola cogiendo. Pero no, los sopesó, los acarició. Yo seguía con mi va y ven, disfrutando del poder de su verga, sin cansarme, en una nirvana que anunciaba un orgasmo salvaje. Me apretó los endurecidos pezones y empezó a empujar con su pelvis, no podía aguantar mucho mas. Y yo cambié el adelante y atrás al arriba y abajo. Me alzaba hasta casi dejar su polla fuera y me dejaba caer hasta el fondo. Lenta al principio, luego cada vez más y más rápido hasta que dio un grito y me soltó su carga de semen. Yo no había llegado, me suele pasar con él, me excito mucho pero no me vengo. Me hace sentir como una mujer para su placer, para satisfacer su hombría, como una puta, y me gusta.

Nos levantamos del suelo y fuimos a la cama. Su andar de macho fuerte, con todo el cuerpo depilado, a mi lado, con sus manos en mi cintura, me mantenía caliente, muy caliente.

– Mientras te cuento lo que vamos a hacer, quiero ver cómo te masturbas.

Era algo nuevo, me cogía, me usaba, eso de ver cómo me hacía una pajita no lo habíamos hecho nunca. Y la verdad que me apetecía. Así que me puse boca arriba y dejé que los dedos de mi mano derecha buscara mi botón rosado. Estaba duro y cuando lo toqué una corriente de alegría recorrió mi columna. Así que me dediqué a darme gusto.

– Voy a cogerte sabiéndolo tu novio. Él va a dejar que me pase una noche con vos.

– Es imposible. ¿Qué vas a hacer… cambiarme por Raquel?

– Me voy a quedar contigo y con mi mujer y él solo con cara de boludo. Voy a montar una cena en casa de Susana, os vamos a invitar a cenar y voy a hacer que te juegue a la cartas, le voy a ganar y él va saber que te estoy cogiendo mientras él se queda mirando.

Me puso todavía más, me imaginaba ellos jugando y nosotras viendo, mis dedos índice y corazón aumentaron su toque a mi punto más erótico.

– Y si ¿ no quiere jugar o gana él?

– Nena, no existen esas posibilidades. Raquel va a ponerle loco, y yo sé de algunas drogas que te hacen perder la cordura si encima le añades alcohol. Así que jugará y perderá. Pedro se hará pajas mientras te follo. ¡Verás que noche te espera!

Me vine con una explosión, la imaginación me había llevado a una paja deliciosa. Sentí como Benito tiraba de mí hacia el borde de la cama. Cuando los abrí , estaba sujetándome los tobillos, parado entre mis muslos, con la pija en alto. Se dejó caer, me la metió hasta el fondo de la vagina la totalmente empapada. Fue una explosión. Me vine con los ojos cerrados . Se movía como un pistón queriendo romperme. Tardaba en correrse y yo volví a la cima del orgasmo, sentía las sacudidas del placer mientras Benito no paraba de cogerme. Me había ido otra vez del todo cuando se derramó en mi interior.

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Acabada la cena, Susana, la anfitriona se fue a preparar unas copas. Benito me había dicho lo que iba a hacer: poner unas gotas en la bebida de Santiago para atontarle un poco y quitarle prejuicios y otras gotitas en las nuestras, las de las chicas, como un regalo, para que estuviéramos más calientes. Solo de pensarlo ya me había puesto a mil.

Y de verdad tuvo su efecto, porque al poco de tomar el primer trago, cuando Raquel se apoyó en mí, me giré, nos miramos y nos besamos. Nos quedamos pegadas, sintiendo nuestros cuerpos que se rozaban a través de la escasa tela de los vestidos, los labios se fueron abriendo para dejar que nuestras lenguas se encontraran. Notaba que me derretía de pasión.

– Niñas, no sigáis que una no es de piedra. Besitos también para mí.- ronroneó Susana, acercándose y besándonos a las dos, primero a Raquel , luego a mí. Al hacerlo, se le abrió el saco y sentí la desnudez de sus tetas a través de la tela de mi vestido. Era el principio de lo que iba a ocurrir. Las tres dispuestas a todo. Tres perras viciosas.

La mirada de los hombres se volvió ansiosa, con mezcla de lujuria y ganas de saber qué venía a continuación. Fue Susana la que con los pechos al aire, hermosa, con sus ojos azules chisporroteando alegría dijo de qué iba el resto de la noche.

– Os he dado unas pastillas mágicas. Nosotras vamos a estar calientes y desvergonzadas . Vosotros con la pija dura e incansables. Yo que soy la dueña de la casa seré la abeja reina. Raquel y Marisa serán las perritas, mías y del macho alfa, del gran jefe de la manada. Pedro no puede ser, es demasiado, ser el anfitrión y el capo. A Benito o a Santiago les toca ese rol. ¿ Cómo se decide? En un juego de cartas. ¿ ESTÁN DE ACUERDO? Una vez dicho sí, se abre la orgía y no se puede decir que no.

– ¿ A qué se juega?- preguntó Santiago.

Se le notaba caliente, ansioso y con un par de copas de más.

– A un black jack especial. Uno contra otro, el que pierda tres veces, pierde. Digo tres veces, porque son tres las prendas que se juegan. Camisa, pantalón y calzoncillo. Las cartas las doy yo.

– Me da vergüenza jugar . Voy a ganar seguro…Benito no tienes ni una oportunidad…Te lo advierto…soy un genio.

Miraba a Benito, desafiante. Y devoraba hambriento los pechos de Susana y las tetas transparentadas de Raquel. A las dos se les habían endurecido los pezones, yo también las miraba con lujuria expectante.

– Todo hay que verlo.- le respondió Benito, tranquilo.- Sola una cosa: vale hacer de todo. Las niñas aceptan y los hombres también.

– Yo acepto, voy a ganar. Y , tú , Marisa ¿ aceptas?

– Lo que vos digas.- respondí haciéndome la canchera . Había conocido a su primera mujer y me había enterado que la había dejado por puritana, a mí no me iba a pasar, porque además cada día me veía mas puta y encima me gustaba.

Susana consideró que todos seguíamos y le pidió a su marido:

– Pedro, trae las cartas y dos pares de esposas. Yo daré los naipes y las esposas es para que no tengan más remedio que obedecer y no puedan enfadarse y hacer alguna tontería. Las pondremos en cuanto se pierda la camisa.

Mientras Pedro iba a hacer el mandado, Raquel aprovechó para volver a besarme. Me pegó a ella y puso sus manos en mis muslos, subiéndolas hasta acariciarme las nalgas. Yo la imité sobando su muslo desnudo hasta el borde de su bombachita. Me quedé impresionada al encontrar el vello de su sexo, sabía que no se depilaba pero fue un choque que me calentó aun mas. Me daba cuenta que necesitaba hacer el amor con ella.

Pedro volvió con las cartas y las esposas. Benito y Santiago se pararon uno junto a otro a un lado de la mesa, al otro Susana que comenzó a barajar.

– Niñas, mientras los chicos juegan, sería bueno que se fueran desnudando y nos hicieran un show para irnos animando.

– ¿Nos desnudamos una frente a la otra o nos ayudamos a quitarnos la ropa?

– No sé, como vos quieras- contesté haciéndome la inocente viciosa.

Raquel me besó en la boca metiendo la lengua, yo le respondí, nos comimos los labios, pegadas, rozándonos como dos culebras entrelazadas. Me hizo girar y se separó para bajar la cremallera de mi vestido, luego comenzó a lamerme la espalda mientras retiraba los tirantes de mis hombros haciendo que cayeran y me obligaran a sujetarlo para que no quedar con los senos al aire. Me volví a por ella y le fui desabrochando los botones de la blusa uno a uno, sin dejar de mirar sus ojos que brillaban de deseo. Al hacerlo había quedado con las tetas al aire como estaban las suyas cuando acabé.

Nos volvimos a besar en la boca, pero sin pegarnos, haciendo que los pezones de ambas jugaran al roce excitante de sus cumbres. Yo estaba mojada, la sonrisa de mi cuñada indicaba que a ella le pasaba lo mismo.

– Niñas , atiendan a la primera partida.

Susana dio cartas, un rey a Benito, un caballo a Santiago. Raquel tiró de mi vestido enrollado en mis caderas hasta que cayó al suelo, yo solté el broche de su pollera . Ambas nos quedamos sólo con los tangas, los dos eran negros.

Susana volvió a dar cartas, un 6 a Benito, un 7 a Santiago. Raquel comenzó a acariciar mis lolas excitadas. Yo preferí tocar sus nalgas desnudas, recreándome en el valle que las separaba y que recorría el hilo de la tanga.

Santiago hizo un gesto plantándose, Benito no le quedó más que jugar. Salió otro 6. Había perdido. Por su sonrisa me di cuenta que lo había planeado así, cegar a mi pareja para disfrutar más de su triunfo, o sea yo. Y lo entendí más cuando Susana me ordenó:

– Marisa, quitale la camisa y ponele las esposas.

Fui hacia Benito, desnuda ante él, dándome cuenta que él también estaba excitado, le arañé ligeramente el pecho a medida que le iba abriendo la camisa. Para quitársela me pegué haciendo que mis pechos le rozaran. Me miró con esa mezcla de lujuria y poder que me gustaba tanto en él y me dio una palmada en el culo.

– Atale, ya ves que tiene las manos largas.- me dijo irónica Susana.

Ponerle las esposas me dio un subidón, nunca había hecho eso a nadie y más en público. Benito estaba disfrutando, pensando en lo que vendría detrás. Raquel me tomó de la muñeca y tiró hacia ella, mientras me mordisqueaba la oreja, me susurró:

– Vamos a hacernos una pajita mientras juegan, les va a excitar más y nosotras nos damos un gustito.

– Como quieras, creo que siempre me ha apetecido.

– A mí, también. Así que vamos a aprovechar. ¡Chicos, miren qué hacemos.

Y metió su mano en mi tanga, entrando en contacto con mi conchita empapada. Yo la imité y mis dedos investigaron su conejo jugoso. Y nos besamos, empotrando nuestros cuerpos sin dejar acariciarnos.

Susana volvió a dar cartas. Le dio un 7 a Santiago, una sota a Benito. Luego otro 7 a mi novio, y otra sota a Benito, este se plantó. Santiago tuvo que pedir y se pasó con la figura que salió.

– Raquel, quita y pon. Y ponle contento. Y tú , Marisa, anímate y da alegría a tu cuerpo.

Mientras Raquel le quitaba la camisa a mi pareja, sobando , tocandoy luciendo su cuerpazo, que me volvía loca, yo me quité la bombachita, fui hasta Susana y le chupé los pechos. Dirigía la operación pero estaba también supercachonda , gimió cuando mi lengua lamió sus duros pezones. Su mano bajó como un rayo a mi concha y entró en mí. Sacó los dedos chorreantes y se los metió en la boca.

– ¡Que bien sabes!

Benito estaba hambriento mirando. Era la escultura de un titán de barro. Todo músculo, todo afeitado, moreno, me pareció una pija erecta. Y me abalancé sobre él. Me daba cuenta todo lo que le deseaba. Era él el que había organizado aquella fiesta para follarme a la vista de todos y también me estaba permitiendo hacer el amor con Raquel , mi cuñada, algo que me daba cuenta había querido siempre. Sus manos esposadas sobaron mis nalgas mientras yo mordí sus pezones, quería hacerle daño, un daño vicioso, que supiera la fiera que había desatado. Me agarró por el pelo, tiró hasta que mi boca se entregó a la suya. Fue un beso salvaje. Estaba entregada a él cuando Raquel me separó, llevándome con ella.

– Dejale, que tiene que jugar y ….comeme.

Pero es ella la que comenzó a besarme y sobar mi cuerpo desnudo. Bajó la boca hasta las tetas, las chupó, las lamió, me mordisqueó los pezones que querían estallar mientras su mano derecha tomaba posesión de mi sexo. Yo me dejaba hacer pero quería más, necesitaba irme.

-Tumbate- me dijo en un susurro dejando de comerme los pezones.

Lo hice, me tendí en el suelo, con las piernas abiertas, esperándola y llegó. Metió su cabeza entre mis muslos y se lanzó sobre mi coño.

Primero me aró con la lengua entrando en mí como tierra mojada. Yo le agarré la cabeza apretándola contra mí. Había perdido el control de mi y solo ansiaba el placer de un orgasmo salvaje. Una mano tiró de mi monte de venus haciendo que el clítoris inflamado quedara al alcance de su boca, lo rodeó con los labios y lo mamó. Dos dedos entraron en mi vagina buscaron la pequeña almohadilla y la acariciaron mimosos. Y la subida al monte del placer siguió, yo era toda una ola sensual que crecía más y más. Raquel me llevaba al final, paraba y volvía, y la montaña se hacía mayor. Empecé a gemir, al principio bajo pero a medida que no podía contenerme, que era un juguete en la boca y los dedos de Raquel, el gemido se convirtió en un aullido de perra en celo que acabó en un grito agónico cuando sentí como saltaban mis flujos y me venía en una explosión incontrolable.

– Estas niñas a lo suyo y los chicos sin atención. Raquel , vos con Santiago y Marisa con Benito

Era verdad nos habíamos olvidado de todo, yo sólo había vivido aquel maravilloso orgasmo que me había dejado temblando. Miré a los jugadores. Los dos estaban en calzoncillos y las esposas puestas; Santiago con su boxer de flores y Benito con un slip negro en el que la pija erecta hacía una inmensa montaña. Me puse tras él, con los senos apoyados en su espalda, Raquel adoptó la misma postura con mi pareja.

Era la última jugada, después Benito iba a gozarme delante de todos, le acaricié el cuello, estaba ansiosa de sentir su polla dentro. Primero su mujer, luego él, poderoso, vicioso, dominador loco por mí. Susana dio las dos primeras cartas: un caballo a Benito, un siete a Santiago. Volvió a dar cartas. Una sota para Benito, un cinco para Santiago. Benito prácticamente había ganado, 20 contra 12 era una jugada perfecta, yo me pegué a él para que sintiera mi carne ardiente contra la suya. Sólo quedaba esperar.

– Dame una – pidió mi novio.

Le dio una: un as. Santiago hizo una seña pidiendo otra: fue un cuatro. Con voz aguardentosa y con los ojos medio cerrados dijo dirigiéndose a Benito.

– Has jugado de puta madre, pero si no te hubieras plantado en 20 , con el as , tendrías 21 y encima eras mano. No podía ganarte, pero… te voy a ganar con … 7+ 5+1+4 que son 17 y …- sopló sobre la baraja en manos de Susana- ahora, guapa, dame un 4.

Y Susana le dio un cuatro, Benito se levantó de un salto. Santiago había ganado, le habían preparado las cartas para que tuviera 21 pero lo había dejado pasar.

Susana fue hacia Santiago, le abrió las esposas y le besó en la boca mientras Raquel pegada a su espalda le hacía un bocadillo de mujer-hombre- mujer.

– Un poco de calma- pidió mientras se separaba de ellas.- Tengo un pedo importante y me lo tengo que tomar sin prisas. Susana, organiza tú todo pero creo que es injusto que a Marisa le hayan devorado el coño y a la pobre Raquel no le han dado ni un besito en el conejo. Me convendría un café que la noche va a a ser larga…creo.

Yo no sabía qué hacer ni decir, todo había cambiado, estaba a las ordenes de mi amante lesbiana Susana y de mi novio Santiago. Fue ella la que mirándome con ironía me dijo lo que debía de hacer:

– Me parece que te va a tocar hacer un trabajo manual a Benito. Una pajota para que esté tranquilo. Después un polvo con mi marido. No hagas las dos cosas a la vez, que hay tiempo y Santiago tiene que recuperarse que está muy flojito.

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Pedro está desnudo en la cama, Susana llega secándose de la ducha. Mira a su marido, le ve atractivo, tiene un buen cuerpo, sin excesos de gimnasio, de nadador, con vello que empieza a encanecer en el pecho. Le gusta, le divierte, es un buen compañero, un hombre abierto con el que goce y los placeres sexuales siempre son una aventura.

-¿ Qué te ha parecido la noche?- le pregunta mientras se tumba, ya seca, a su lado, haciendo que la concha se apoye en el muslo velludo de su marido

-Genial. Y tenías razón, Marisa es una máquina de coger. Le encanta, tiene vocación de Mesalina.

Susana toma mimosa el miembro de Pedro, gordo, en reposo, lo sopesa y le da un tierno beso.

– Has trabajado mucho. Mamita te va a hacer mimitos, que te los mereces. – comienza a acariciarlo muy muy despacio, disfrutando de tenerlo en sus manos.

– La verdad que te la jugaste haciendo que Benito perdiera en las cartas. Fue buena idea que estuviera esposado y que Marisa comenzara pajeándolo. La verdad que coger no cogió pero le hicieron cuatro pajotas. ¿ Qué tal es Santiago follando?

– Muy bueno. Siempre te lleva hasta el final pero… ahí creo que tiene un problema …es demasiado perfecto…no pierde los papeles.

Pedro calla disfrutando de la caricia femenina. Nota como Susana se mueve como una serpiente enredada en su muslo dejando la humedad de su caracola. La besa mimoso.

-¿ Te apetece repetir? Aunque habrá que dejar que Benito se coja bien cogida a Marisa , a ella le va encantar y Raquel está medio enamorada de Santiago, así que a nosotros nos toca …

– Organizarlo y disfrutar. Pero dejemos pasar un tiempo. En principio puedes organizar una entre Marisa y vos, conmigo y…si quieres Santiago.

Esta narración pertenece a la serie Marisa y Santiago de esta autora.