Me encuentro por casualidad con mi ex novia, que ahora se encuentra casada y me pide que quedemos para tener sexo ya que su marido, no la satisface

Este relato es ficticio, es de como una persona necesitada busca ayuda y la encuentra en quien menos lo espera.

Mi nombre es Salvador, mi vida siempre ha sido un «de aquí para allá», siempre me ha gustado moverme, pero durante cuatro años estuve viviendo en una pequeña casita alquilada, que yo creía que iba a ser mi casa definitiva, ya que la medio compartía con una novia que tenía, de nombre Miranda, aunque todos la llamaban Miri.

Estaba dispuesto a dejar atrás todo lo que daba sentido a mi vida, por darle otro sentido. Me busqué un trabajo más estable, sin cerrarme las puertas a mi anterior trabajo, me dediqué a quererla, pero ella quería estar fuera de casa todo el día.

Es cierto que la costumbre se hace ley y yo asociaba el viajar con trabajo, por lo que cuando salía de casa me ponía algo tenso, no lo disfrutaba igual que cuando estaba en casa, pero como todo, hacía un gran esfuerzo por seguir con mi novia.

En cuestión de sexo, la cosa no iba tan mal, ella me dejaba practicarle el sexo de vez en cuando, no era muy continuo, siempre tenía que buscarla yo y aunque me encantaba «la emoción de la caza», había veces que de verdad me mataba el que me excitara y me dejara un «huevos morados».

Total, que la cosa iba, no muy bien, pero iba. Tenía una hermana, algo parecida a ella, que tuvo una relación, que acabó cuando su marido murió (murió joven), pero cuando te mueres joven, todo son elogios, y ella no fue la excepción, por lo que mi novia pretendía que nuestra relación fuese igual. Ella no había tenido muchas parejas, más bien diría que dos o tres, pero yo había tenido varias relaciones desde adolescente y ya más o menos sabía cómo iba esto de la relación en pareja.

Aquí ya tengo que describirnos. Yo soy una persona del montón, de pelo castaño más bien oscuro, ojos marrones y con un cuerpo en el que según la época del año y el estilo de vida que lleve en ese momento, puedo tener unos kilitos de más o de menos, como he dicho, algo normal. Ella es una chica más bien bajita, pelo rizado largo y negro, ojos color avellana y unos labios carnosos. Parece una belleza caribeña. Su cuerpo es menudo, delgadita pero con alguna curvita en sitios adecuados, aunque pechos pequeños.

Después de que las cosas fueran un continuo tira y afloja, cansado ya de que comparase nuestra relación con la de la hermana, relación que hasta el día de hoy creo que fue un poco de conveniencia, me cansé. Comencé a descuidar la relación, le hacía el mismo caso que ella me hacía a mí, apenas quedábamos, apenas salíamos porque, según ella, siempre esperaba que tras salir folláramos.

Un día, de vacaciones, fui a visitar a mis padres, que vivían en otra ciudad y no se encontraban muy bien. El caso es que tras estar allí una semana, necesitaba desquitarme y me preparé un pequeño viaje de unos días a Madrid, a visitar a un amigo. Este fue el detonante, la excusa, el detalle… como quiera llamarse, pero fue el momento en el que ella decidió que ya estaba bien y decidió terminar la relación.

He de decir que siempre me había fastidiado terminar una relación, siempre había sufrido, pero en esta ocasión, quizás porque ya la notaba muerta desde hacía mucho tiempo, no me importó en absoluto. Tras la ruptura, recibí un par de mensajes de ella diciendo cosas como «no te preocupas de mí», «no cuentas conmigo», «desprecias lo que hago por ti»… sin tener en cuenta de que ella, al estar todo el tiempo con la hermana, no paraba de compararme con alguien que murió hacía ya seis años, que no pudo avanzar en su relación. Ni tuvo en cuenta la de veces que quedamos pero tuvimos que cambiar los planes porque la hermana se sentía mal y necesitaba compañía, ni como la hermana trataba de dirigir nuestra relación porque «no creía que esa fuera la manera correcta, porque la que yo tuve…».

Retomé las riendas de mi vida, cambié de trabajo, cambié de hábitos y hasta cambié de ciudad y de casa, apartándome bastante de ella.

Ya había pasado cuatro años desde que dejamos de vernos, no teníamos contacto directo ni indirecto, yo no sabía nada de ella y dudo que ella supiera de mi vida, entre otras cosas porque no soy de los que publiquen en redes sociales.

Cierto sábado, estando en Jerez por motivos de trabajo, me encontraba en un pub que había cerca del hotel donde me alojaba, un pub que me gustaba, por el ambiente y la música, tomando una cerveza en una pequeña mesa de una terraza, cuando noté que me tocaban en el hombro. Me volví y me quedé sin palabras, cosa rara en mí, ahí estaba Miranda.

– Hola Salva, cuanto tiempo.

– Hola Miri- dije levantándome de la mesa.

Estuve a punto de acercarme a darle dos besos, pero me contuve. Estaba casi todo igual, lo único era el pelo, se lo había teñido de un color más claro que entonces tenía, un castaño muy claro, tirando entre rubio y pelirrojo.

– ¿Quieres sentarte?- le dije mostrándole una silla con la mano. Dudó un momento, mirando la silla y luego a mí.

– Lo siento, ya me iba, me están esperando- miró hacia atrás- Llevaba mucho tiempo sin verte, no coincidimos.

– Ya no vivo por aquí- le aclaré- estoy de pasada, esta semana estaré hasta el jueves en el hotel que está aquí al lado…

– Siempre te gustó ese hotel- me dijo, con una sonrisa en los labios.

– Si, bueno, costumbres, ya me conoces… conocías… bueno, ya sabes- me encontraba nervioso.

– Deberíamos coincidir un día- me dijo, a lo que yo lo tomé como una ofrenda de paz.

– Pues esta semana, hasta el miércoles, desde las siete puedes encontrarme en el hotel.

– Si puedo, pasaré a verte- se dio la vuelta.

Se giró levantando su mano tímidamente y murmurando un leve «adiós», yo le correspondí al saludo y volví a sentarme.

Una incontable cantidad de recuerdos llegaron a mi cabeza, buenos y malos. Unos recuerdos que me mantuvieron pensativo durante el resto de la noche. Creo que hasta soñé algo con ella, pero al despertarme todo quedó en una bruma, tanto su recuerdo como el último encuentro.

El lunes se comenzó fuerte, tanto que a la hora del almuerzo me olvidé completamente. Y así fue el martes durante la mañana, pero no así la tarde.

Eran las siete y media de la tarde, estaba en el hotel repasando lo que haría al día siguiente, el último día que iba a estar allí, cuando recibí una llamada de recepción.

– ¿Dígame?- pregunté con cierta incertidumbre.

– Señor López, llamamos de recepción, se encuentra aquí la señorita Miranda Gao, que nos ha pedido que le avisemos que se encuentra en la cafetería del hotel esperándole.

– Gracias- respondí. Oí como la línea se cortaba y sonaba el pitido de comunicando en el teléfono.

Colgué, me quedé un minuto o veinte pensando que hacer, pero decidí bajar.

Me acerqué a la cafetería del hotel y allí estaba Miri, tomando su infusión, la que tanto recordaba. Me dirigía hacia la mesa y cuando me crucé con el camarero le pedí un refresco y le pedí que lo cargara todo a la cuenta de mi habitación.

Me senté frente a ella, que se quedó mirando a los ojos, pero luego bajó la mirada, con algo de vergüenza.

– Hola- dijo algo bajito- ¿Que tal estas?

– Bien, gracias- respondí- ¿Que tal tú y la familia?

– No nos podemos quejar- sorbió su infusión.

– Discúlpame Miri, no quiero parecer grosero ni tosco, pero últimamente he tendió pérdidas de paciencia y a veces me cuesta ser diplomático. ¿Qué haces aquí?

– Me dijiste que te podría encontrar aquí y quería hablar contigo de una cosa.

– Pues puedes decírmela

– Es que, bueno, me siento un poco cortada, hace mucho tiempo que no hablamos, no me siento confiada para contártelo, aunque sé que siempre fuiste mi confidente.

– Haremos una cosa- le dije- te resumo un poco este tiempo y así te da tiempo a armarte de valor ¿de acuerdo?

– Genial- respondió, sonriendo un poco- siempre me has entendido.

– Bueno- me paré, me chocó su contestación, pero seguí- desde que dejamos de vernos, cambié de trabajo, en principio por algo muy diferente, estuve en una oficina de servicio técnico, luego pasé a una empresa de servicios, haciendo esto y aquello, lo que salía, hasta que me pusieron en el puesto que estoy ahora, de presentador de proyectos.

– ¿Y te va bien?

– Me gusta lo que hago, apenas tengo que prepararme las cosas porque ya me las sé, me da muchas alegrías, pero eso ya es trabajo.

– ¿Y en lo sentimental?- preguntó apartando la mirada

– Pues en lo sentimental, como siempre. He tenido alguna que otra aventurilla, pero nada serio, no porque no quisiéramos, sino porque pertenecíamos al mismo gremio y siempre estábamos de aquí para allá, apenas coincidíamos y, aunque nos iba bien cuando estábamos juntos, los dos nos sentíamos solos.

– Entonces no estás con nadie

– No, ahora mismo estoy soltero.

– Pues yo… bueno, si no te importa, voy a contarte, porque si espero más dudo que te lo cuente.

– Adelante.

Y comenzó a contarme.

Me contó que desde que terminamos la relación, ella había estado algún tiempo con altibajos, a veces se arrepentía y a veces creía haber tomado la mejor de las decisiones de su vida. Un día bueno, dos malos, tres buenos, uno malo…

La hermana estaba allí y le ayudaba, pero ella también hacía su vida, hasta que la hermana comenzó a frecuentar a un chico que conoció hacía algún tiempo, un chico que también era viudo. Comenzaron a ir de un sitio a otro, a ser muy amigos, hasta que comenzaron una relación.

Tras que la hermana comenzara la relación, fue dejándola más de lado, lo que la molestó. Ahora ella estaba sola. Un día, en las clases de yoga, conoció a un chico. Era amable, simpático, coincidían en muchos gustos… y comenzaron a salir, a ser pareja, a estar en una relación, hasta que hace un año se casaron.

– ¿Estas casada?- pregunté, mas con curiosidad que con incredulidad.

– Si, pero déjame terminar.

Me contó que este chico, Raúl, era todo lo que había deseado, se sentía apreciada, lo acompañaba en los gustos, tanto en la comida como en la TV, como en viajes… viajaban mucho, según decía, iban a muchos sitios, conocían a mucha gente. Le gustaba Raúl, por eso se casó con él.

– Discúlpame Miri- la corté- te he comentado que la paciencia ya no es una virtud que tenga, no es que no quiera saber de ti, es que creo que tienes algo que contarme y no me lo estás contando.

– Es cierto- hizo una larga pausa, mientas movía la taza de su infusión y le daba un sorbo- hay algo que no te he contado y es que… apenas tenemos sexo.

– Vaya- no me esperaba lo que me contó- eso es… bueno… muy íntimo.

– Él me quiere y yo lo quiero a él, pero en el sexo… ya sabes que para mí el sexo nunca fue una prioridad, como para ti.

– No quiero discutir, no era una prioridad, pero sigue.

– Bueno, quiero decir que a ti te gustaba más el sexo que a mí, pero de un tiempo a esta parte, ahora que me siento querida, sin querer ofenderte, contigo también me sentía querida, pero un poco apartada. Como decía, ahora que me siento querida, que me siento parte de una relación de verdad pues… parece que tengo más necesidad que antes.

– Quieres decir que ahora buscas sexo y él no quiere… vaya como cambian las cosas

– Por favor…

– Lo siento Miri, continúa.

– Pues el caso es que lo hablamos y él me contó que no siente la necesidad del sexo, que se enamora pero que no siente necesidad sexual, ni siquiera la tuvo en la adolescencia. Estuve buscando en internet, no es que sea una enfermedad, es simplemente que igual que alguien no puede ver cierto color, o pierde el olfato, hay gente que pierde la necesidad de sexo.

– No puedo imaginarlo.

– Yo creía que podría vivir con ello, suponía que después de casarnos tendríamos algo más de sexo que, con suerte, una vez cada dos meses o así y…

El té que me estaba bebiendo me salió hasta por la nariz, me sorprendió más de lo que creía.

– Yo llevo un mes sin sexo y estoy que…- la miré, me miraba fijamente- perdona, sigue.

– Pues lo hablamos y… siento un poco de vergüenza, pero sé que puedo hablar de esto contigo… el caso es que buscamos ayuda con juguetes, consoladores- estaba roja de vergüenza, mirando a todas partes- pero yo seguía con la misma necesidad de sexo.

– …

– No sabría explicarte, yo intentaba que el tuviera sexo, me vestía provocativamente, lo excitaba… una vez vimos una película porno estando los dos desnudos… y nada, era desesperante, no te lo puedes imaginar.

Me miró, yo la miraba fijamente, prácticamente había descrito el final de nuestra relación.

– Lo siento- se disculpó- sí que te lo puedes imaginar, tras eso supe cómo te sentías, quizás yo debí haber puesto de mi parte, ahora me doy cuenta de que el sexo era una parte más.

– Dejemos eso de lado, no hay que llorar por la leche derramada.

– Pues el caso es que un día hablando me propuso que me buscase un amante. No digas nada, por favor.

Yo callé

– Yo no podía concebir esa idea- continuó con su relato- pero seguía necesitando ese desahogo, me decía que me quería pero no sabía cómo podría quererlo yo a él si lo traicionaba de esa manera, no sabía si de verdad me seguiría queriendo si me imaginaba con otro… me estaba volviendo loca… hasta que un día de suerte, te vi en el pub.

– ¿Ibas con él?

– No, iba con mi hermana y su nuevo marido, apenas nos vemos.

– ¿Y por qué dices que tuviste suerte?

– Porque tú si me comprendes, porque tú puedes ayudarme a entender, no sé qué hacer, no sé qué decir…

– Pues…- me quedé callado, mi mente iba a mil.

¿Qué podría decir que no fuese ofensivo? ¿Se molestaría si le dijese la verdad?

– ¿Salva?- me llamó Miri, sacándome de mis pensamientos.

– Disculpa, pensaba la manera de contestarte sin ser demasiado… bruto.

– No importa, por lo menos podré hablar con alguien.

– Vale, pues en principio tienes que tener en cuenta que estas con una ex-pareja, hablando de un tema tan personal que apenas se puede concebir- comencé- Tienes que tener en cuenta que me estas pidiendo que solucione el problema que tuvimos tu y yo, porque este problema también lo tuvimos.

– Es cierto.

– Pues dicho esto, creo que lo tienes muy difícil. En principio porque él te quiere, quiere mantenerte a tu lado, pero tiene miedo también, aunque no te lo diga. Si encuentras a alguien que te de sexo y, por el motivo que sea, te enamoras, lo dejarás, porque te dará lo que necesitas.

– ¿Entonces él no quiere realmente que lo haga con otro?

– No, todo lo contrario, quiere complacerte, porque es lo que en el fondo desea, pero el deseo de complacerte es mayor que el miedo a que lo dejes- Miri se quedó callada, mirándome- Luego está el tema de «con quien», porque ahora resulta que tienes que encontrar a alguien que te entienda y que no lo valla contando por…

Entonces lo comprendí

– ¿Yo?- pregunté

– No pensé en ti, pero cuando te vi, me acordé de como disfrutaba cuando me lo hacías y lo que te gustaba…

– Espera, Miri ¿Me estás diciendo que ya estabas buscando a alguien?

Apartó la mirada.

– Estas más necesitada de lo que creía.

– Por favor, no me avergüences más de lo que lo estoy.

– No es eso, es simplemente que cuando rompimos, creí que el sexo no te importaba. Menciono el sexo porque es del tema que estamos hablando.

– Yo también lo creía, creía que tú eras un pervertido, pero ahora…

– No digas esa palabra, no es cierta en ninguna de las circunstancias.

– Es que mi educación…

– Si, ya sé que fueron estrictos, pero ¿crees que tu hermana con su primer marido no lo hizo?

– Era gay.

– ¿Qué?- pregunté sorprendido

– El primer marido de mi hermana era gay, no la tocaba, me enteré después de que conociera a este chico.

– Y tu hermana diciendo que yo te exigía mucho en la cama… vaya por dios

– ¿Sabías eso?- preguntó incrédula

– Sabía muchas cosas, pero no es lo que estamos hablando.

– Es cierto

– El caso es que quieres que yo… ¿Ahora?

– Así de desesperada estoy.

Me quedé pensando, llevaba algún tiempo sin sexo. Con el trabajo que tenía se hacía cada vez más tardío el poder cubrir mis necesidades, era una buena oferta…

– No sé si me sentiría mal, aunque me digas que tu marido lo consiente ¿Cómo puedo saberlo?

– No sé, como es algo íntimo, no sé si él lo diría en público.

– Haremos una cosa, subiremos a mi habitación, con una condición, no dirás que no a nada del sexo.

– Según lo que sea…

– ¿Sí o no?

– De acuerdo, no diré que no.

– Vamos- le dije, poniéndome de pie y yendo hacia el ascensor- arriba llamarás a tu marido y pondrás el manos libre, ya veremos que dice.

Durante el trayecto no hablamos, aunque yo toqué suavemente su culo, ella se dejaba. Estaba realmente necesitada.

Llegamos a la habitación, Miri cogió el teléfono y yo la llevé al baño.

– Llámalo, dile que has quedado conmigo, que me ibas a preguntar si quería hacerlo contigo, pero querías estar segura que a él no le importaba. Si te pregunta, dile que sólo me has dicho que tienes ganas de sexo, nada personal.

Llamó, al tercer tono descolgaron.

– Hola Miri ¿pasa algo?

– No, es que he venido al hotel, a ver al ex novio que te comenté, pero no estoy segura.

– Ya lo hablamos anoche, amor. Si tú crees que es el indicado, a mí me parece bien.

– Pero eso de practicar sexo fuera del matrimonio… no era lo que tenía pensado.

– Cariño, sabes que te quiero y no te puedes imaginar el miedo que tengo- Miri y yo nos miramos- pero quiero que seas feliz. Me dijiste que a ese ex novio tuyo le gustaba el sexo, que es lo que necesitas y me dijiste también que aunque lo sigues apreciando, ya no lo quieres.

– Entonces ¿de verdad me das tu permiso?

– Sabes que lo tienes.

– Te quero Raúl, que sepas que pensaré en ti.

– Yo solo quiero que seas feliz. Te quiero

Colgó.

Era lo más surrealista que había oído.

Hace años, antes de estar con Miri había tenido otras parejas, algunas de ellas me habían puesto los cuernos, fue algo doloroso y aunque no paraban de decirme que me querían, no me podía dejar de sentir traicionado. No me podía imaginar el amor que tenía que sentir hacia ella para permitir semejante barbaridad.

Estaba claro, por mucho que yo quisiese a Miri, jamás la querría tanto como para eso, así que no podría competir con Raúl. Todo estaba dicho, lo que iba a ser el planchazo por querer gastarme la broma, fue la mayor revelación de mi vida, nunca había querido tanto a una persona.

Pero ahora tenía que pensar en Miri, en que quería sexo, en que había luchado contra todo lo que creía sólo para cubrir una necesidad.

Ahora me tocaba disfrutar a mí.

– Quítate la ropa, déjate sólo las braguitas, luego sales y ya te diré que hacer.

Salí del baño, me quité la ropa y me senté en la cama, mirando al baño. Estaba un poco excitado, llevaba algún tiempo sin sexo, creo que eso ya lo he dicho… estaba muy necesitado.

La puerta del baño se abrió, Miri salió visitiendo sólo unas braguitas, muy recatadas. Se tapaba los pechos con los brazos. A pesar de la necesidad, la vergüenza seguía estando ahí.

– Girate- le dije.

Se giró, tenía el mismo culo, al menos no se le había caido, hay que tener en cuenta que teníamos ya cuarenta años.

– Ahora con las rodillas rectas, inclínate mientas te quitas esas braguitas.

Comenzo a inclinarse, su pequeño culo se abría, tragándose la braguita. Ella puso sus manos en sus caderas y comenzó a bajar poco a poco la prenda. Su coñito iba viéndose poco a poco, estaba brillante, se encontraba bastante excitada, sus braguitas cayeron a sus pies.

– Gírate y ven hacia mí.

Ella me miró, comenzó a venir, despacio. Yo me puse de pie, mi erección era evidente, ella la vio y se quedó mirando, se paró.

– Continúa

Siguió andando, sin quitar la vista de mi miembro, hasta que estuvo junto a mí. Alzó su cabeza, me miró tiernamente.

– Por favor, ten cuidado- dijo dulcemente- lo deseo pero llevo mucho tiempo sin hacerlo.

– Solo se trata de disfrutar, tu eres la que tienes que decirme- la tranquilicé.

– Quiero que me hagas disfrutar como tú sabías hacerlo.

Esa frase me encendió, me dio la sensación de que no todo había sido malo, que dejé buenos recuerdos. Acerqué mi boca a la suya, nos besamos apasionadamente, yo bajé mi mano hasta su culo, comencé a acariciarlo, ella movía su mano hasta mi entrepierna. Cuando su mano tocó mi miembro, suspiró.

Mi mano pasó de su tocar su culo a pasar entre sus muslos, notaba la humedad que había visto anteriormente, estaba muy excitada.

– ¿Quieres que te folle ya?- le dije al oído

– Siiiiii- gimió, mientas le metía un dedo en su coño.

La giré, la puse de espaldas a la cama, la empujé y quedó sentada. Su cara quedaba a la altura de mi polla, ella la miraba, me miraba a mí. Me hubiese gustado que me hiciera una mamada, pero tenía otros planes.

La empujé por los hombros, y quedó tendida en la cama. Me puse de rodillas delante de ella y acerque mi boca a su húmedo coño.

Pegué mis labios a su coño, pasé mi lengua por su clítoris y comencé a chupar su humedad. Ella comenzó a estremecerse, temblaba y comenzaba a suspirar. De repente un suspiro largo, se había corrido. Cogió una almohada y se la puso sobre la cara.

– ¿Ya?- pregunté retirándome de su entrepierna

– Lo estaba deseando desde hacía mucho, lo necesitaba- respondió, ahogada con la almohada.

– ¿Quieres seguir?

– Si, por favor, ahora quiero más.

Me dediqué otra vez a besar su coño. Mi lengua recorría sus labios vaginales y se introducía dentro, con mis labios de vez en cuando atrapaba su clítoris y jugueteaba con él.

Me puse de pie, la cogí de las manos, su cuerpo estaba caliente, claramente excitado. Me tumbé en la cama y cogí su cuerpo, puse sus piernas a los lados de mi cabeza y su coño en mi boca, comencé otra vez a chupar.

Ella ahogaba sus gritos y gemidos, pero no todos, oyéndola podía saber cómo se encontraba de excitada y estaba otra vez al máximo. Estaba a punto de correrse otra vez. Yo aceleré mis lamidas, con la mano acariciaba su culo, su pelvis, las caderas… con mi lengua continuaba jugando de vez en cuando con su clítoris. Sus gemidos subían de tono y de intensidad, estaba a punto de correrse. Se inclinó hacia delante y metió más de la mitad de mi polla en su boca.

Pocas veces había conseguido meter tanta de mi polla en su boca, no es que fuese muy grande, 18 centímetros, pero ella siempre decía que la sentía muy dentro de la garganta y le provocaba un poco de nauseas.

Se corrió con mi polla dentro de su boca. Mi polla estaba muy dura, yo estaba muy excitado, la situación me superaba, todo era raro, intenso, surrealista…

– Túmbate en la cama, vamos a empezar- le dije, quitándome de debajo de ella

No dijo nada, sólo se puso bocarriba en la cama, estiró sus brazos hacia mí, me acerqué a ella y nos besamos, ella le ponía más pasión.

– Gracias- me susurró.

– No me las des todavía, aún falta lo mejor- Ella sonrió- ¿Tienes preservativos?

– No importa, sigue.

Me puse sobre ella, aguantándome con las manos. Mi polla estaba en la entrada de su coñito, notaba el calor en la punta de mi miembro, me apoyé con una mano mientras con la otra apuntaba hacia su vagina. Puse la punta de mi miembro en la entrada, comencé a moverlo hacia arriba y hacia abajo, pasando mi polla por toda su vagina, haciendo que la sintiera, que la deseara. Miré a su cara, sus ojos reflejaban deseo, sus labios se movían formando un inaudible «por favor».

Decidí no hacerla más de sufrir, comencé a introducirme dentro de ella, comencé a empujar con mis caderas poco a poco.

La humedad era total, notaba la estrechez de su vagina, su calor… era una dulce invitación. Comencé a recordar nuestros encuentros, donde a ella le gustaba sentirme en lo más profundo. Esperé a enterrarla toda, a que mi pubis chocara con el suyo, a que mis huevos tocaran su perineo. Estábamos muy juntos, le había introducido todo mi miembro. La volví a besar, ella me abrazo y no me permitió soltarme del beso.

Con mis caderas comencé a hacer movimientos para sacarla poco a poco. Buscaba subir el ritmo, pero tendría que hacerlo poco a poco.

Mis caderas iban tomando cada vez más impulso, cada vez las penetraciones eran más profundas, cada vez notaba como se humedecía, como su cuerpo iba pidiendo más… todo, lo iba pidiendo todo.

En un momento mis movimientos eran muy rápidos y profundos, Miri comenzó a suspirar, rompiendo el beso, conseguí separarme un poco de ella. Puse mis manos a los lados de su pecho y busqué una mejor estabilidad. Comencé a moverme más fuertemente. Penetraba más profundo.

Sus gemidos eran cada vez más fuertes, mis penetraciones más profundas, hasta que ella volvió a coger la almohada y se la puso en la cara. Ahogó un grito, profundo, potente… se había corrido otra vez. No llevaba la cuenta correcta, pero era muchísimo más de lo que nunca había conseguido.

Yo estaba también muy excitado, deseaba llegar más profundo, levanté su pierna izquierda, pasándola por delante de mi cara, haciendo que su cuerpo se girase. Su vagina giraba, y su pelvis quedó perpendicular a la mía.

Me puse su pierna sobre mi hombro izquierdo, subí un poco el cuerpo y comencé a penetrar nuevamente, cambiando el ritmo entre rápido, lento, profundo y suave. Ella gemía en función de mis movimientos, a veces profundo, a veces entrecortado… su placer estaba al límite.

– No… puedo… mas- me dijo

– Yo estoy a punto también- contesté- no sé si…

– Hazlo dentro

No me preocupe más, la verdad es que nunca me había corrido dentro de ella, era algo que teníamos pendiente.

Mis penetraciones se hicieron violentas, sus gemidos profundos, los movimientos frenéticos… estaba a punto de correrme.

– Ya… ya- decía yo- ¿tu?

– Si…- contestó- ya, siiiiiiii

Ella se corrió, lo noté, noté como su flujo se multiplicaba, como su vagina se hacía más suave, noté más calor y no pude resistir más, comencé a correrme.

Un chorro, dos, tres… no sé cuántos, estaba a rebosar y Miri lo aceptó todo, mi polla estaba al fondo de su vagina, entregando mi semilla.

Me separé con cuidado, moviendo su pierna para no hacerla daño, ella estaba tumbada, se la veía relajada. Me tumbé a su lado.

Nos quedamos callados los dos, el sudor nos cubría los cuerpos, ninguno hablaba. Por mi parte, yo comenzaba a sentirme un poco mal, fuera como fuese, era una infidelidad, nunca pensé que ella, tan recatada como era, pudiera cometerla, pero tampoco podía creer que necesitara tanto el sexo como para hacerlo.

– No ha estado mal- rompí el hielo.

– Yo… hacía mucho tiempo… no…

– Tranquila, yo también tengo dudas.

– No son dudas, se perfectamente lo que he hecho, sé que Raúl no se va a enfadar ni nada, pero es que… no sabía que se podía disfrutar tanto.

– ¿No disfrutabas cuando lo hacíamos?- pregunté, girando mi cuerpo hacia ella.

– Si, pero es sólo que cuando tú me lo pedías, no entendía por qué te gustaba tanto, porque lo disfrutabas y yo no… y ahora entiendo que cuando cubres una necesidad, te sabe mejor.

– Es cierto, hasta el agua del más sucio pozo puede ser el mejor de las bebidas cuando tienes sed.

– Que poético- me dijo riéndose.

La cosa estaba tranquila, pasaban las diez de la noche, habíamos estado unas dos horas practicando sexo, toda una proeza para ella… y para mí, no creamos que somos actores profesionales. Pero yo estaba otra vez excitado.

– Es temprano- comenté- ¿Te apetece otra vez?

– ¿Otra?- ese comentario me recordó cuando ella me rechazaba una segunda ronda cuando estábamos juntos

– Bueno, ya que se ha roto el hielo… pero si no quieres, no pasa nada…

– Si me apetece- dijo con algo de vergüenza- me gusta cuando con tu boca… me haces… llegar.

– Pues no se hable más.

Me puse encima de ella, la besé y me correspondió.

Bajé hacia su entrepierna, besando sus pechos, su ombligo, su pubis, hasta que localicé su pequeño clítoris. Lo cogí con mis labios, con la punta de la lengua lo iba acariciando, Miri comenzó a agitarse, se agarraba a las sábanas y gemía. Volvió a coger la almohada y taparse la cara, ahogaba sus gritos.

Yo continué con su clítoris unos minutos, luego comencé a introducir un dedo dentro de su vagina, estaba caliente, húmedo… era un lugar estupendo.

Con mi lengua también recogía alguno de esos fluidos, los saboreaba, sabían entre dulce y ácido, sabía al mejor de los sabores.

Sus gemidos ahogados me indicaron que iba por buen camino, dentro de poco volvería a correrse otra vez. Yo continué chupando y lamiendo, metía un segundo dedo, resbalaba igual que el otro, sus gemidos aumentaban.

Uno de los dedos lo apunté a su culito. Era un terreno siempre vedado, aunque de vez en cuando, cuando estaba muy excitada, me dejaba meter algún que otro dedo. El dedo entró sin dificultad, estaba bien lubricado. Continué metiendo la lengua, rozando el clítoris, con un dedo en el culo y otro en el coño… estaba haciendo todo lo posible porque ella tuviese placer.

Y lo obtuvo, se corrió, la boca se me inundó de fluidos y sus gritos eran más fuertes y prolongados. Yo aproveché para meter un segundo dedo en el culo, ella gimió con más intensidad. Su cuerpo se tensó, se estiró hasta que ya no pudo más, y se dejó caer en la cama con un fuerte suspiro.

Con cuidado le saqué los dedos del culo y me puse sobre ella, apartando la almohada. Tenía los ojos cerrados, respiraba agitadamente.

– ¿Estas bien?- pregunté realmente preocupado.

– Nunca me había sentido así- susurró.

– Pues no ha acabado- le dije poniendo mi miembro en la entrada de su coño.

– ¿Mas? Eres increíble, siempre lo has sido- y me agarró por el cuello, llevándome hacia ella.

Con un golpe de caderas, conseguí meterle todo de una vez, estaba muy lubricada, no sentí nada de resistencia, ella estaba muy excitada.

– Ohhhhhhhhhh- se escapó el gemido de su garganta- uf, la he sentido hasta el fondo.

Mis movimientos de cadera eran cada vez más rápidos, hasta que el ritmo era frenético. Cada vez golpeaba más fuerte y más profundo y ella cada vez se pegaba más a mí y me besaba. Sus besos eran húmedos, lascivos, estaba terriblemente excitada.

Yo continuaba metiendo y sacando mi polla, ahora que me había corrido una vez, mi aguante era mucho mayor. Continuaba metiendo y sacando mi miembro de dentro de ella, y ella cada vez más excitada.

– No, no…- decía- me corro otra vez, no puedo… no puedo más…

Yo no hacía caso, notaba su cuerpo contraerse, sus gemidos más fuertes, sus besos más agresivos… hasta que un gemido ahogado salía de su garganta y moría en la mía.

– Mmmmmmmfffffff

Se soltó, cayendo sus brazos en la cama. Sus ojos cerrados, su respiración profunda y rápida.

– No puedo más- decía

– Yo todavía no he terminado

Ella abrió los ojos, miró mi cara, estaba algo seria. Miró hacia abajo, hacia donde nuestros cuerpos convergían.

– ¿Sigues excitado?- alargó su mano y me tocó el miembro

– Si, mucho.

– No sé si podré aguantar otro.

– Si te pones a cuatro patas, acabaré pronto.

Ella no protestó, se giró en la cama, se impulsó con los brazos y recogió sus piernas, estaba a cuatro patas, bajó sus brazos hasta pegar su cara a la cama y desde esa postura su culito me miraba con ese ojo de deseo, veía su vagina, brillante, roja… no sabía que habría hecho después de mí, pero conmigo nunca estuvo acostumbrada a tanto sexo seguido.

– Cuando quieras- me dijo, con la voz temblorosa.

– Me excitas mucho, tardaré poco- le informé, mientras apuntaba hacia su vagina.

La introduje despacio, pero sin parar. Notaba como se abría su vagina para recibirme, notaba la humedad. Siempre me había gustado esa postura.

La agarré de las caderas, lo poco que quedaba por entrar, lo hizo con fuerza, llegando a la entrada de su útero.

– ¡Aaaaaahhhhh! Bruto- me dijo, pero sin convicción.

Volví a sacarla despacio y volví a meterla de una vez. Esta vez de su boca sólo salió un gemido. Continué con ese movimiento, lo sacaba despacio y lo metía fuertemente.

El ritmo comenzó a ser cada vez más rápido, la sensación cada vez era más placentera, cada vez notaba más la presión que su pequeño coñito hacía sobre mi miembro. Sus gemidos se intensificaban, estaba a punto de correrse otra vez.

Aceleré mis embestidas, estaba a punto de correrme yo también. Ella comenzó a tensarse, yo, al notar la presión, me dejé llevar y nuevamente me corrí dentro de ella, llenándola otra vez.

Ella quedó quieta, con el culo levantado, yo salí de su coñito poco a poco, al salir, algo de mi corrida se escurrió por sus muslos. Me giré y me tumbé en la cama, ella estiró sus piernas y quedó estirada, bocabajo. Se colocó un poco, supongo que a descansar.

Puede que ahora viniese el momento en el que uno se queda despierto pensando en las connotaciones morales de lo que acabábamos de hacer, pero al mirar el reloj, vi que era la una de la madrugada. En total habíamos estado casi cinco horas haciendo sexo, yo tenía que levantarme a las siete, así que ningún dilema moral iba a mantenerme despierto.

Sonó la alarma y me desperté casi igual que me acosté, apenas me había movido por la noche. Estaba sólo en la cama, Miri se había ido durante la noche.

Me fui al baño, me duché y me arreglé, cuando iba a coger las cosas, encontré una nota de Miri, la metí en mi bolsillo, tenía cosas que hacer. Terminé de recoger mis cosas y me fui al vestíbulo, entregué la llave de la habitación y me fui a la última reunión de la semana.

Durante la reunión, cuando hablaban de un tema que ni iba conmigo ni me importaba, me acordé de la nota, la saqué y la leí.

«Querido Salva.

Me he querido ir antes de que te despiertes, no es que me sienta avergonzada, ya te dije que Raúl estaba de acuerdo y yo lo necesitaba, pero no sabía cómo iba a reaccionar yo al verte por la mañana en lugar de a mi marido y por eso te digo esto en esta pequeña carta.

He disfrutado mucho con lo que hemos hecho, sabes que siempre disfruté contigo, aunque en diferentes medidas, pero esto lo necesitaba desde hacía mucho y tú eras la persona que, aunque no te tenía en mente, estaba buscando. Que mejor que con una persona que sabe lo que hace (siempre he pensado que has tomado clases particulares), y que sé que me respetará.

No sé si habrá una próxima vez, no sé si volveré a sentirme tan «necesitada» (no es esa la palabra, pero es la única que se me viene a la mente) para volver a hacerlo, pero por supuesto que si es así, me gustaría que fuese contigo otra vez.

Te vuelvo a dejar mi número, xxx xxx xxx, es el mismo que tenía cuando estábamos juntos, no sé si lo borraste, yo por mi parte si borré el tuyo, nunca imaginé que me arrepentiría de eso, pero me gustaría que por lo menos, ahora que comprendo mejor como te sentías, puedas perdonarme y podamos ser otra vez amigos.

Siempre tu amiga

Miri.

P.D. Apenas puedo andar, me voy a acordar de este momento hasta que se me calme el dolor, pero de ti me voy a acordar siempre.»

No me esperaba la nota, la sinceridad en tan pocas palabras. No había pensado en cómo se sentiría después de la ruptura, ni en cómo se sentiría después de esto… Pero tenía su número, no en el teléfono, pero no me lo pude quitar de la cabeza, fue mucho lo que vivimos juntos.

La llamaría y veríamos hasta donde llegaría esto.