Marta y Mónica dejan de tener una simple relación de trabajo, entre ellas empieza a pasar algo que las hace descubrir el verdadero placer

Después de la inauguración privada de nuestra casa, cuando comenzó la semana también comenzamos a atender en el consultorio. Todos los locales abiertos atraían una buena cantidad de gente. Rosario había distribuido el catalogo y ahí la propaganda de nuestros locales había dado resultado.

Con Claudia, nos sorprendimos de la cantidad de pacientes nuevos que pedían turno, los que ya se habían tratado en el otro local, la mayoría se seguía tratando, el sitio era más moderno y los aparatos de última generación.

El caso es que no dábamos abasto al punto que tuvimos que contratar a un kinesiólogo, para poder cumplir con la demanda. Mientras yo me dedicaba a fisioterapia correctiva, el se especializaba más en la recuperación deportiva, Claudia en atención general. Era la que más experiencia tenía.

Marce administraba todo el conglomerado, a pesar que para la limpieza contratamos una compañía, las demás atenciones para hacer que todo anduviera bien le robaba bastante tiempo. Terminábamos a la noche agotadas.

Los sábados el consultorio no lo atendíamos, pero los demás negocios si, esos días la ayudábamos en todo lo que podíamos, pero nos dábamos cuenta que así no podíamos seguir porque nos iba la salud en ello.

A pesar de lo que había estudiado, se dio cuenta que tenía que delegar tareas si no quería que eso fuera una esclavitud. Fue Marta la que nos recomendó una empresa que administraba consorcios y nos podía aliviar el trabajo, dejándonos solo la tarea de vigilar que las cosas marcharan normalmente.

Mis tías ya casi habían terminado con su vivienda y querían hacer una fiesta para los allegados y de paso inaugurar la nuestra de manera formal.

Pasamos dos meses demasiado ocupadas, y a pesar que nos dábamos los gustos, a veces no podíamos con nuestra alma.

Después que conseguimos organizarnos, ya las cosas iban mejor. Los fines de semana los tomábamos para nosotras, y nos podíamos cansar de otra manera más placentera. No es que entre semana no hiciéramos nada, las ganas estaban, pero a veces el cuerpo no ayudaba. La fiesta de inauguración de las casas por un lado fue un éxito, por el otro parecía una proclama del movimiento lésbico, lo más cerca que había de un hombre, era Mina, que con la transformación que había tenido, era la sensación. Rosario y Marcela andaban orgullosas al lado de ella (no sé cuál sería la relación de ese trio). Pasamos una noche la mar de divertida, alguna se fue un poco tocada, pero todo terminó normal.

La que estuvo un poco desconcertada fue Mónica. Se le habían juntado dos clientes y se desvivía por no quedar mal con ninguna, pero Inés se dio cuenta, y no quiso entrar en competencia con Marta, aparte que no tendría sentido (por más que le gustara la chiquilla, no era carne para sus dientes) tampoco quería ponerse en evidencia.

Era claro que entre Mónica y Marta, había una relación que pasaba de lo que podía ser un simple negocio, aunque las dos querían disimularlo, la forma en que se vigilaban lo dejaba bien en claro para los que las observaran. Como por casualidad se fueron juntas.

Luego que se fueran todas, quedamos las cuatro satisfechas. Viendo lo que íbamos a tener que limpiar, decidimos dejarlo para la mañana. Estábamos contentas y juntas, a pesar del cansancio no nos privamos de hacer el amor. El cansancio no nos podía privar del gusto de sentir nuestros cuerpos reaccionar al contacto mutuo.

Nos dormimos abrazadas y así nos despertamos, nos quedamos un rato regodeándonos con caricias hasta que oímos a mis tías, trajinar limpiando el estropicio del día anterior.

Nos levantamos presurosas, no queríamos abusar de su disposición. Ellas también estarían cansadas, pero alguien lo tenía que hacer. Limpiamos todo y después juntamos de lo que había sobrado, lo llevamos a la mesa de al lado de la piscina, para almorzar tranquilas, estuvimos despellejando con toda la buena intención a los invitados, como para amenizar el almuerzo.

-De verdad, esta casa es enorme, me parece que la próxima vez, antes que se vayan les vamos hacer que ayuden a limpiarla – dijo Elisa

– Tiene la ventaja que si te peleas tienes habitaciones para irte – dije yo

– Bah, nosotras si nos peleamos, no necesitamos mudarnos para arreglarnos.

– Ya me imagino como se arreglan, pero de verdad las casas son grandes, y aun está el salón común como para hacer una pista de bolos. – contestó Marce

– ¿Te gustan los bolos?

– Algo más de que me gusten, gané varios trofeos importantes, de verdad jugaba bien.

– ¿Y qué hiciste con los trofeos? Los podías poner en la sala de adorno

– Los metí en un cajón, pero de verdad no tengo ganas de verlos – cambiamos la conversación viendo que acordarse de eso la afectaba. – fue Claudia la que comentó

– Esta estaría bien para llenarla de chiquillos.

– Bueno, cuándo quieras empezar, empieza, a mí mal no me caería.

– ¿Y porque no empiezas tú?

– Por qué fue tuya la idea, y sabes que a mí me gusta que te des todos los gustos.

Seguimos conversando, pero pareciera que quedó flotando una idea que todavía no éramos capaz de procesar.

Seguimos con nuestra rutina, qué a verdad no era tan rutinaria. Los viernes a la noche nos juntábamos a jugar a las cartas, casi siempre venía Mónica, y después se empezó a quedar Marta, que era el día que venía a supervisar las oficinas del centro y se quedaba. Después se iban juntas. A pesar de lo que parecía, yo sabía que la relación seguía teniendo un cariz comercial. Si esos días también no sé, pero Marta le seguía pagando.

Los sábados casi siempre salíamos las cuatro, cenábamos por ahí y después íbamos o al cine, o algún salón de juegos (Marce sabía jugar muy bien al pool) y la pasábamos bien.

Ni a mis tías ni a mí nos iba el baile, a Marce sí, pero por razones obvias de bailar nada.

No estábamos en plan de que hubiese alguna obligación juntarse. Así que no nos extrañó que pasara como dos semanas que los viernes Mónica y Marta no aparecieran. Tendrían otros compromisos que les interesara más.

Mónica cada vez que venía a ver a su hermana pasaba a visitarnos, pero como a esa hora estábamos atendiendo, poco teníamos para hablar.

Marta sí, volvió a venir los viernes, y nos contó que había estado engripada pero ya estaba bien, se quedó a jugar, y aunque siempre era una de las más cachonderas, ese día estaba medio como pensando en otra cosa. No era su carácter, pero bueno, ella sabría.

A la semana siguiente, un día entresemana me pidió si podía hablar conmigo, que tenía algo que la preocupaba. Si era conmigo y con Marce, (no quería que hubiera resquemores, después de todo algo habíamos tenido) no había problema, cuando terminara de atender nos podíamos juntarnos en casa y hablábamos tranquilas. Quedamos así.

Después de cerrar trajo un montón de tapas que había encargado en la cafetería y dos botellas de vino, se ve que tenía bastante para contar. Como habíamos supuesto, el asunto era con Mónica, y esa era la razón porque no había aparecido por casa.

Y esta es la historia contada por Marta

Generalmente el día que le pedía que fuera a darme masajes era el miércoles, y si se quedaba a dormir la alcanzaba hasta la universidad a la mañana (algo que era casi siempre). Ese miércoles cuando Mónica llamó, le abrió la puerta la señora que me iba a hacer la limpieza, no la conocía, siempre se iba antes, cuando le explicó que venía a darme unos masajes, antes de hacerla pasar vino a preguntarme a mí. Cuando volvió la hizo pasar y le explicó que estaba enferma, por eso se quedó un poco más tarde por si necesitaba llamar un médico o algo así, pero si ahora quedaba ella, se podía ir.

-Marta ¿qué te pasa, estás enfermita?

– Perdóname Moni, estoy tan así de la cabeza que me olvidé de avisarte que no vinieras.

– Y qué ¿así cómo estas pensabas quedarte sola? ¿qué no tienes una amiga que pueda venir a cuidarte?

– Es que tengo fiebre, y si es gripe ¿Quién se va a querer contagiar? Si les digo no se arriman ni con un palo.

– Menudas amigas tienes, a ver ¿llamaste al doctor?

– No, me tomé una aspirina y quizá se me pase – le puso la mano en la frente

– Pero me cago en tu alma, si estás volando de fiebre ¿Cómo no llamaste un médico? A ver espera que llamo. – no tardó mucho en aparecer. Lo que parecía gripe, era gripe, diez días en cama sin tomar frio, y estar bien hidratada y dieta liviana, unos remedios y se fue – ¿Desde cuándo estas así?

-Ayer me empecé a sentir mal, pero pensé que era un resfriado sin importancia

– Un resfriado sin importancia ¿pero no te dabas cuenta que tenías fiebre? Y todavía dices que piensas.

– Bueno Moni, no me regañes, mira cómo estoy, ¿te vas a quedar un ratito?

– ¿Cómo si me voy a quedar un ratito? ¿qué piensas, que te voy a dejar morir aquí sola cómo un perro?

– En todo caso como una perra

– Ay, parece que aparte de le fiebre, también te subió el humor.

– ¿Y qué quieres que haga, aparte que te estoy dando la lata, te voy a pedir que me seques las lágrimas?

– A ti sabes lo que te tendría que secar ¿no?

– Cuando me cure – con toda la fiebre que tenía todavía conservaba el humor

– Bueno está bien, todavía que no me la voy a pasar tan mal estos días.

– ¿Cómo estos días, te piensas pasarlo aquí hasta que me cure?

– Todo el día no, tengo que ir a la Universidad, podías llamar a la señora de la limpieza que venga mientras yo no esté, ¿o no quieres que me quede?

– Sí que quiero, pero no hace falta que llame a nadie, con que tu vengas después está bien

– Bueno, pero mientras no estoy, tú quietita en la cama, voy a ver que hay para hacer de comer.

– Me parece que no vas a encontrar nada, ya te dije que no cocino, pide a los chinos que te la traen enseguida.

– A los chinos, a los chinos, no sé cómo puedes tener ese cuerpo comiendo de los chinos, mañana voy a comprar algo decente para hacer.

– Oye que como siempre en restaurant, pero no van a venir a casa servirme – y tuvo que ser de los chinos, pidió una comida liviana para mí y no sé que, para ella, y mientras venía se ocupó de buscar algo para ponerse para dormir. Trajeron la comida y sirvió lo que me iba a dar

– A ver, comes acostada, o te sientas y pongo el plato en una silla

– No tengo hambre, no quiero comer toda encorvada

– Joder, todavía que te voy a tener poner la comida en la boca

– No protestes, tampoco es la primera vez que me pones algo en la boca.

– Oye, a ti la fiebre te ataca de forma rara, creo que va a ser mejor que te la baje con hielo

– De todas las formas que debe haber escoges la peor

– Escojo la que te puede enfriar más rápido y por todos lados.

– Ya, deja que como encorvada sobre la silla.

– Esta bien, deja que te doy yo, y esta vez confórmate con la comida de los chinos.

Me dio de comer y luego de lavar los platos, se preparó para dormir, había separado un pijama, y fue a cambiarse al baño. Me dijo que no era porque le diera vergüenza hacerlo delante mío, pero cómo estaba, no sabía para que lado iba arrancar, si no fuera por lo que marcaba el termómetro y lo que dijo el médico no se creía que estuviera engripada.

Antes de acostarse me tomó la fiebre nuevamente, tenía cerca de cuarenta, según ella estaba segura que me estaba doliendo todo el cuerpo, y no se equivocaba, pero tampoco me iba a pasar de pesada, me pasó un paño frio por la frente.

– ¿Te vas a acostar conmigo?

-Claro, si me quedo es para ver cómo estás, no para cuidarte la casa

– Te digo por si te contagias

– Si me contagio, después me cuidas tu a mí, total la gripe te vacuna

– No quiero que te engripes, vamos a dormir de espaldas, después si quieres que te cuide, te voy a cuidar, aunque no estés engripada.

– Ya sé los cuidados que me vas a dar, aun enferma solo piensas en eso.

– Uy…y a ti que no te gusta.

– Anda, vamos a dormir que mañana tengo que levantarme para ir a comprar para tu desayuno, que ni siquiera para hacerte un té ni unas galletas tienes.

– Puedo pasar sin comer hasta que vengas.

– Sí, y te voy a dejar muerta de hambre, duérmete y cállate que ya es hora

Me di vuelta como había dicho, pero Mónica se me pegó quedando en forma de cuchara, quería estar segura que si me sentía mal ella se iba a dar cuenta. Le admiraba el carácter ella que era tan tierna, tan tímida, ahora para cuidarme, demostraba una disposición y una entereza que me desconcertaba, y para qué negarlo, me gustaba.

No pasé nada bien la noche, no la pasé yo ni se la hice pasar a ella. Se levantó para hacerme un té y repitió el medicamento, me puso unos paños en la frente para enfriarme, y se quedó levantada. Al fin me quedé dormida, supongo que ella también habrá dormido un rato. Cuándo me desperté me estaba mirando con cara preocupada, ya se había vestido para irse, sobre la silla había puesto una bandeja con un té y unas galletas.

-Estaba esperando que te despertaras, pero no te veo bien, mejor me quedo que aunque falte un día no pasa nada

– Pero no Moni, que vas a faltar, si aquí yo estoy bien, no te preocupes que tampoco es la primera gripe que me agarro.

– También solamente a ti se te ocurre tener gripe en primavera.

– ¿Qué quieres? un día frio otro día calor cualquiera se la agarra

– Bueno, te quedas en cama y no hagas tonterías mientras, yo voy a ver si me salteo alguna materia así vengo a hacer de comer.

– No te preocupes, que de verdad no tengo hambre. Si vas a volver ¿Por qué no te llevas el coche mío?

– Porque si me ven con ese coche me van a preguntar dónde lo robé.

– Diles que te lo prestó un enamorado

– Ya saben que no me van los enamorados

– Pues dile que te lo prestó una enamorada, que tampoco es que les mientas tanto

– Sí, claro, menuda enamorada tengo. Mira, lo voy a llevar a si vuelvo más rápido, y de paso compro algo para cocinar, que hoy a la mañana no quise tardar porque quedabas sola.

Después que se fue, me quedé un rato en la cama por las dudas que volviera por algo.

No estaba nada bien, pero tenía que escribir una demanda y no quería que se filtrara en el estudio hasta que estuviera presentada. Sospechaba que por algún lado se escapaba la información de lo que iba a hacer, y a veces me daba cuenta que los abogados de la otra parte ya estaban enterados de mis movimientos.

La verdad, era un suplicio. No porque la demanda fuera complicada, la complicada era yo. Se me borroneaban las letras, me dolía la cabeza, estaba furiosa, no era un escrito tan complicado y así todo no me salía. Me acordé que había comprado té. y fui a hacerme uno a ver si me despejaba, le puse una buena cantidad de azúcar y lo metí al microondas. Fue la tormenta perfecta. Pasaban las chispas de un lado al otro, parecía la representación del infierno en sus peores días, después que lo apagué, me acorde que la taza la tenía que poner sin la cucharita.

Al fin, calentando el agua en la cocina, logré hacerme el té. Lo llevé al escritorio y mientras lo tomaba, iba tratando de escribir, aunque sea un borrador. No había llegado ni a la mitad cuándo me agarró un mareo, apoyé la cabeza sobre mi brazo esperando que se me pasara. Parece que me quedé medio adormecida porque no me acuerdo de nada hasta que me despertaron los gritos de Mónica.

-Pero ¿qué mierda tienes en la cabeza? Te dije que te quedaras en la cama ¿me vas a decir que si querías un té, lo tenías que tomar aquí? ¿tú estudiaste para abogada o para tonta? Ven a la cama ya, lo único que falta que te agarres una neumonía – me aupó como si fuera una niña y me metió en la cama sin más – Marta, dime, ¿tú lo haces a propósito? Dime, porque si te quieres suicidar no cuentes conmigo, ¿qué estabas haciendo ahí, que no podía hacer algún empleado tuyo?

– Es que quiero presentar una demanda sin que nadie se entere antes, y sé que de mi estudio las noticias salen antes pasen.

– ¿Pero y no puedes esperar hasta que estés bien?

– Es que ahora se suponen que no voy a hacer nada, y quiero que les caiga antes que se cubran.

– Marta, quizá tengas razón, pero lo primero es tu salud, ¿qué quieres, ganar el juicio post morten? Qué ¿no tienes ningún empleado en quién confíes?

– Confiar, confió en todos, pero cómo la información se cuela, es igual que si no confiara en ninguno.

– ¿Es muy difícil, te parece qué te lo escriba yo y cuándo estés un poco mejor la corriges?

– Mira, tiene su toque, pero tampoco es que lo tenga que hacer un catedrático. Si te animas, prueba, los datos están ahí, cualquier cosa me preguntas.

– Bueno, ahora primero voy a hacer la comida y cualquier cosa me llamas, que si vuelves a hacer una tontería como la de hace un rato, te ato a la cama y no te suelto ni para ir a mear.

– Está bien mamá no te pongas así que no me vuelvo a portar mal. – se fue a la cocina y a cada rato venía a ver como estaba. Había dejado la puerta abierta y escuchaba el ruido de cacharros. Era un sonido al que mi casa no estaba acostumbrada, menos todavía al olor del caldo que me trajo después de un rato. Había comprado una mesita para la cama y después de sentarme y acomodarla, me puso el tazón con lo que había preparado para mí

– Tómate esto que es justo lo que te recomendó el médico – aun con lo cargada que estaba, tuve que reconocer que estaba sabroso. Indudablemente Moni sabía cocinar. La verdad que no estaba bien, la fiebre apenas me había bajado y la excursión de la mañana no me había ayudado en nada, no había podido editar la demanda, y ahora estaba pagando mi tontería. Me encontraba adormecida, cuándo me trajo un vaso de agua y el remedio, que era la hora. Me tomó la fiebre y puso mala cara.

– Te bajó un poco pero no lo suficiente, mejor no se te ocurra volver a hacer una idiotez como la de hoy, toma esto y no te desabrigues. Casi que te tengo terminada la demanda, mañana si estás mejor te la hago leer y me dices si está bien.

– Oye que también te lo puedo decir hoy, que estoy enferma, no me volví idiota.

– Por lo que leí de lo que escribiste esta mañana, no estoy tan segura, pero prefiero echarle la culpa a la enfermedad.

Volvió a ganarme un sopor que me hizo quedar dormida. Me desperté, y estaba sentada al lado de la cama leyendo un libro de derecho que reconocí de mi biblioteca.

-Uhm, te estás empapando con la justicia en las manos

– Uy, perdona que no te lo pedí, pero no te quise despertar, es justo de la materia que estoy cursando y está más completo que mis apuntes.

– Agarra los que quieras, que mejor uso que tú no se lo va a dar nadie – en ese momento le sonó el móvil – salió de la habitación y la escuche contestar.

– No, mira no puedo ir, estoy cuidando a mi hermana que esta con gripe ……bueno ya te voy a compensar..….pero es que no puedo, no la voy a dejar sola……mira aparte tengo miedo a que me haya contagiado……sí, yo te aviso cuando esté segura. – volvió bastante molesta. No sé porque, pero a mí también me molestó.

– Mónica, si tienes que irte no vayas a dejar de hacerlo por culpa mía.

– Sí, y así cómo estás te quedas aquí sola, deja de decir tonterías y descansa.

Al otro día, no fue a las clases, cuando le pregunté por qué no iba, me contestó que con el libro que estaba leyendo aprendía más que lo que le iba a enseñar el profesor.

A la tarde, que me encontraba un poco mejor, me trajo el escrito con la demanda. Me quedé sorprendida, realmente estaba bien redactada, creo que ni yo le hubiese puesto tanto cuidado.

-Te salió perfecta ¿no habías hecho ninguna antes?

– Había practicado y había leído alguna, pero fíjate bien si no me equivoqué en algún dato No se había equivocado en nada, realmente le había puesto empeño.

– ¿Te atreves a presentarla al juzgado? te doy una autorización y lo podrás presentar, pero ahora no, cuando esté mejor, así cuando contesten yo ya voy a estar en el estudio.

Quedamos así. De a poco me iba recuperando, nunca le había hecho mucho caso a esas gripes pasajeras, pero esta me pilló bien fuerte, si no es por Moni, no sé cómo la llevaría.

El fin de semana la pasó cuidándome, cuando le decía que me podía dejar sola si tenía algo que hacer, me ponía verde. En ese tiempo escuché como se disculpaba con dos clientes más porque estaba cuidando a la hermana. Por un lado, me daba apuro por lo que estaba perdiendo, pero por otro me alagaba que estuviera haciendo eso por mí.

-Moni, ¿por qué haces esto, de perder el tiempo conmigo?

– Será porque estás enferma ¿no te parece? No quiero que si te pasa algo lo tenga que llevar en mi conciencia.

– Ay que bien ¿así que siempre que ves un enfermo se te ocurre cuidarlo?

– Si lo quiero sí, bueno… quiero decir si somos amigos, o que nos conocemos; que no se te ocurra nada raro – me contestó poniéndose colorada. Me dio tal satisfacción esa contestación, que hasta me puse colorada yo, sin saber bien por qué.

Llamó nuevamente al médico para estar segura, y me mando tres días más de cama, que iba muy bien, pero mejor asegurarse.

Le pedí que fuera a presentar la demanda. Nunca había ido al juzgado, pero le expliqué lo que tenía hacer. Se fue nerviosa pero decidida, le tenía confianza.

Ya me estaba acostumbrando a tenerla en casa cuidándome. No me parecía tan mal agarrarme una neumonía con tal de que se quedara. Los mimos crean adicción, pero el día llegó y no había más que darle. Creo que a ella tampoco le hacía mucha gracia irse, pero no había ninguna razón para que no lo hiciera. Me daba cierto calorcito en el pecho saber que había dejado de atender a más de una por cuidarme a mí.

Me levanté temprano antes que se despertara, fui al baño me higienicé, y me volví a acostar con el camisón como única vestimenta, me acerqué haciéndola despertar como al descuido. Me abracé y apoyé la cabeza en su hombro.

-Buen día ¿Qué te pasa?

– Creo que estoy mal, tengo temperatura ¿no habré recaído? – me tocó la frente.

– No, creo que no, no está caliente

– Es qué tú no tocas donde debes, mira – le llevé la mano a mi vagina que estaba que quemaba – ¿todavía te parece que no estoy caliente?

– Marta eso no es fiebre, y para quitarte eso todavía no estás bien curada.

– Si no estoy bien curada, quédate hasta que me cure, y si estoy curada, no me vas a dejar así porque me enfermo – ella no hizo mucho por sacar la mano de allí, y yo hice bastante por meter la mía donde estaba deseando, fui introduciendo el dedo dentro de ella – sabes creo que tú también tienes temperatura, mi termómetro así lo dice, no te habrás contagiado – mientras lo movía recorriendo toda su cuevita.

– Pues quítalo de ahí a ver si te quemas – la atraje hasta unir sus labios con los míos, se dejó besar y terminó poniendo bastante de ella

– Tengo que revisarte bien. A ver cómo andas del corazón – le desabroché el pijama para descubrir esos dos poemas que tiene como tetas, tomé con mi boca esos pezones rosados, y chupé, primero uno y después el otro.

– Marta, deja ya, te puede hacer daño – me dijo sin mucha convicción mientras me la estaba comiendo a chuponazos.

– No, no te puedo dejar así, deja que te reviso ahí abajo que el termómetro está pitando – saqué el dedo y lo chupé, cuanto hacía que no saboreaba eso. Debía ser el síndrome de abstinencia porque me desesperé mientras le quitaba las bragas, hasta que hundí mi lengua en esa gruta divina que me atraía sin remedio. Sus jadeos eran música para mis oídos, y desde donde estaba podía hacer que esa música terminara en un coro celestial. Sorbí ese promontorio precioso que tiene. No lo hacía por ella, lo hacía por mí. Necesitaba sentirla vibrar al compás de mi lengua, poder beber de su coñito la esencia de su ser.

En fin, estaba loca, y en esos momentos quería hacer todas las locuras que su cuerpo me pidiera. Sentí como se corrió, y como esa vertiente iba mitigando la sed que tenía de ella. Recorrí el camino hacia su boca para darle el beso más apasionado que nunca le había dado. Me retiró un poco para mirarme mientras me acariciaba.

– Estas muy sacada, creo que yo también tengo que revisarte ahí abajo, me parece que algo pierde – me quitó el camisón y partió recorriendo a besos el camino hacia la meta que ofrecida la estaba esperando. No lo estaba haciendo por devolverme la atención, lo hacía porque de verdad tenía ganas y lo necesitaba tanto ella como yo. Fue un orgasmo violento, sabía cómo llenarme, utilizaba sus dedos como un alfarero modelando el cántaro donde posar los labios para calmar la sed. No es que lo mío fuera un cántaro, pero bueno, unos cuantos dedos cabían, y como los usaba ella enseguida alcanzaba para sacarse la sed por un buen rato, cuando los sacó para poner su boca en mi entrada, la convirtió en una salida, porque por ahí salieron todos los deseos contenidos en estos días que habíamos compartido. Como siempre volvió a darme a probar mis sabores. Fue un momento maravilloso. Nos besamos, sentíamos el contacto de nuestras pieles y nos abandonamos a esas sensaciones. Así estuvimos disfrutándonos, hasta que Moni me volvió a la realidad.

– Marta, será mejor que dejemos esto, yo tengo que ir a la Uni y a ti te va a llegar la contrademanda y no te vas a enterar quien es el soplón en tu equipo – tenía razón, ya era hora que volviéramos al mundo.

Nos duchamos separadas porque juntas no íbamos a poder, nos vestimos tratando de mirarnos poco no fuera que una chispa nos inflamara nuevamente.

Había metido en un sobre diez mil euros, era poco por lo que hizo por mí todos estos días, yo me iba al estudio y la alcanzaba a la universidad, antes de salir me recomendó.

-No te hagas la loca y cuídate que no vayas a tener una recaída, te dejé comida en el refrigerador, así por unos días comes sano, cualquier cosa me llamas.

– Gracias mamá por tantos cuidados, cuídate tú también, que te voy a llamar por la misma cosa que te llamo siempre que no estoy enferma. Toma esto que bien te lo ganaste.

– ¿Qué me das? ¿Estás loca?

– Bueno, si te parece poco dime.

– ¿Pero tú te crees que todo se compra? O sea que para ti, estuve cuidándote para ganarme unos euros. Pero porque no te vas a la mierda tú y tu dinero, vete a comprar a quien se venda, idiota de mierda – me tiró el dinero en la cara y se fue furiosa caminando. No me atrevía a seguirla, cómo estaba creo que aunque era más pequeña que yo, igual me pegaba.

Traté de comunicarme, pero no me atendía, un día le hablé por otro teléfono y atendió, le pedí si me podía hacer un servicio, que el negocio no tenía que ver con lo que había pasado, que aparte de eso no tenía por qué pasar nada.

Aceptó, yo pensaba que la iba a convencer, por lo menos que me dijera porque le había parecido mal, que yo no veía en que la había ofendido. Ella había dejado de atender a otras por cuidarme a mí, y lo lógico es que yo se lo retribuyera, y hasta hizo el trabajo que me correspondía a mi yendo al juzgado.

Llegó a la noche y ni siquiera un beso en la mejilla me dio. Ya veríamos adentro, me hizo acostar y empezó a darme los masajes cómo si estuviera amasando para hacer pan, le debía salir lo que tenía de cocinera, porque me metió los dedos en el coño y revolvía cómo si estuviera haciendo un guiso. Quise hablarle de lo que había pasado, pero me cortó con que estaba trabajando y las cosas particulares quedaban de lado, no era momento.

Total, que ya me estaba lastimando, y lo único que conseguía era darme ganas de llorar, le dije que parara que estaba bien. Yo también estaba furiosa.

Le di el sobre con el dinero que le daba siempre y lo abrió y me dijo que cobraba mil euros y no admitía limosnas, me tiró el resto y se fue

Nos quedamos tratando de asimilar todo el cuento, fue Marce la que primero preguntó.

-Pero Marta ¿si ella se lo tomo así que problema tienes? Déjala que se le pase, mientras te buscas otra que te de los masajes.

– Es que no son los masajes, si no me los quiere dar, bueno, lo que no quiero es que este cabreada conmigo, yo pensé que hacía lo correcto, y me duele que esté así. Por lo menos saber porque se ofendió.

– Marta – le dije – tendrías que darte cuenta que no te cuidó por hacerte un servicio, algo siente por ti, y eso no se paga con dinero. Tiene razón Marce, si a ti tanto te da, búscate otra, piensa que haciendo lo que haces la lastimas, y no se lo merece.

– A mí no me va tanto una como otra, yo la quiero a ella con masajes o sin masajes, y lo que menos se me ocurre es lastimarla. Si le tengo que pedir perdón se lo pido, pero quisiera saber por qué, y no me lo dice.

– ¿Pero no sabes por qué? Ella si te atendió así debe ser porque está enamorada o algo así, y eso no se paga con dinero, te ofreció lo mejor de ella sin pedirte nada, y tú le pusiste precio, lo que pasa que tu no lo puedes entender.

– ¿Por qué no lo voy a entender? ¿acaso yo no me puedo enamorar, o que te crees que no soy cómo todo el mundo? O ustedes solas pueden.

– El asunto no es si puedes o no puedes, el asunto es si estás enamorada, si la quieres.

– Enamorada… no se… ¿pero que la quiero?  ¡la quiero y mucho!

– Si no estás segura, deja que pase el tiempo, mientras te vas dando cuenta que es lo que sientes, ¿pero ahora que vas a hacer? Si ni sabes lo que quieres.

– Pero es que me tiene mal, no soporto que esté enfadada, estoy todo el día pensando en eso, si hasta parezco tonta, cómo si no tuviera otras cosas para pensar.

– Pues no pienses, sal por ahí, búscate otra que como estás, mucho trabajo no te va a dar.

– Claro, tú lo ves fácil porque no te pasa ¿qué te crees que no traté? Pero es que no puedo, la tengo metida en la cabeza y de ahí no sale.

– Me parece que la tienes metida en más lados que en la cabeza – dijo Marce

– No, no te lo pienses, no es por sexo, es que me está haciendo daño pensar que esté enfadada por alguna burrada que hice después de cómo se portó conmigo.

– Mira, si eso te hace daño, es porque estás enamorada, lo mejor es que trates de conquistarla, que si ella se enfadó por eso, es porque siente algo más que amistad.

– ¿Te parece? Pero si ni caso me hace, ¿qué quieres que la rapte?

– No tanto así mujer, ¿qué hacemos Silvia la ayudamos?

– Y…si está enamorada sí, pobre, espero no estemos equivocadas con Mónica. Es un poco impredecible, parece tímida, tranquilita, pero tiene unos arranques que no terminas de conocerla, no sabes con que te va a salir.

– Se me ocurre que la podíamos invitar el viernes a jugar a la baraja y te apareces cómo de casualidad, no te vayas directamente sobre ella, habla naturalmente como si no hubiese pasado nada, y de a poco te vas a dar cuenta si tienes alguna esperanza.

– ¿Y te parece que vendrá? ¿no se la estará oliendo?

– Si siente algo por ti, aunque se la huela va a venir, pero no creo que te la haga fácil, la ofendiste y ahora vas a tener que tener paciencia e ir despacito.

– No, si voy a ir con cuidado, no te creas que yo la entiendo mucho, pero es tan…tan adorable, que la extraño como no te figuras, nadie me puso a parir como ella.

Quedamos en eso. Me hacía gracia Marta que no sabía si estaba enamorada, tenía una metedura que Dios la viera, y todavía no estaba enterada. La invitamos a Mónica para el viernes y aceptó enseguida. No sé si no lo pensó, pero se me hacía que también estaba esperando un cable que le ayudara a recomponer la relación. Nosotras se lo tiraríamos.