Un marido observa cómo su mujer es follada por el joven y apuesto vecino, dentro del ascensor

Un marido observa cómo su mujer es follada por el joven y apuesto vecino, dentro del ascensor. Al llegar a casa remata el trabajo tomándola contra la pared, en la entrada de la casa.

Sé que lo de hacerlo en un ascensor puede sonar peliculero, pero cuando a Eva, mi mujer, le llega la explosión pasional, me parece que no le importa mucho el lugar. Esto nos ocurrió cuando todavía no teníamos hijos.

En el mismo rellano de nuestra escalera, no hacía demasiado que había venido a vivir un matrimonio ya mayor, un par de vejetes entrañables, pero cual no fue mi sorpresa al coincidir un día en el ascensor con una chavala que estaba buenísima, como hacía tiempo que no veía y que iba al mismo piso. Era hija de éstos señores. Tenía una sonrisa luminosa, un poco más alta que yo y con un tipazo impresionante, seguro que se me quedó cara de gilipollas al despedirme de ella.

Se lo comenté a Eva, menuda vecinita teníamos, a lo que ella me respondió si no había visto a su hermano. Pues no, no sabía que tuviera un hermano. Pues está para tomar pan y mojar, me dijo ella. Efectivamente, unos días más tarde tuve oportunidad de coincidir con él y pude comprobar que el chaval debía de ser de aquellos que hacen derretirse a las tías. Sería un par de años menor que Eva. En realidad no creo que vivieran allí pero, al parecer, hacían muchas visitas a sus viejos y no era raro coincidir con ellos.

Mi mujer estaba muy tonta con el chaval, no hacía más que babear con él, y cada vez que coincidían en el ascensor venía contándome tonterías de lo que le haría. Que si le sobaría el paquete mirándole a los ojos, que si se lo follaría allí mismo, en el ascensor. Le gustaba darme celos, verme celoso y empalmado a la vez.

Por nuestro horario laboral, cuando ella llegaba a casa yo ya hacía media hora que estaba en ella y ya había empezado a preparar la comida. Al llegar ella, acabábamos entre los dos la faena y comíamos. La fregada, en compensación, quedaba en sus manos.

Cada vez, aquello de coincidir con el vecino, me parecía menos coincidencia por lo habitual en que se estaba convirtiendo. Y ya volvía con el tema, que si le había echado una miradita provocadora, que si lo había puesto nervioso. Que qué paquete debía tener. Que se había dado cuenta que de reojo le miraba las tetas, en efecto el pecho de mi mujer despertaba los instintos más ocultos. No sé cuál de los dos se hacía el encontradizo, pero el hecho era que ambos se estaban dando una confianza que ya me parecía sospechosa.

Algunas noches, en nuestras folladas le mencionaba al vecino y la hacía fantasear con él mientras le sometía el coño a los embates de mi verga. Eso la volvía loca y yo me lo pasaba de miedo. A la muy zorra, era nombrarle al vecinito y de forma automática, mojaba las bragas. Cada vez que se encontraba con él en el ascensor y venía contándome, le metía mano a ver cómo la tenía. Ella intentaba zafarse de la sobada de coño porque sabía que ya iba empapada. Yo le alcanzaba el conejo haciendo a un lado las bragas y le pegaba un buen repaso. No fallaba, el chochito mojado. Le pegaba un buen restregón mientras le decía “- ya te has puesto calentita, ¿no?, zorrita.”. Un día, hasta le hice un paja en el mismo pasillo de casa. Le metí un par de dedos en el coño, ella contra la pared con las piernas abiertas, y yo pajeándola y diciéndole al mismo tiempo lo putón que era con el vecino. No tardó en correrse en mi mano, mientras, a petición mía, lo nombraba a él. Qué puta, era como si se la hubiera follado otro. Se dejó caer, flexionando las piernas y con la espalda en la pared se quedó sentada en el suelo. Agotada. Yo estaba a reventar. Me saqué la polla y empecé a meneármela delante de ella. Eva me miraba y me decía “-eres un calentorro…”. Cuando estaba a punto de correrme le cogí con fuerza la cara por la barbilla mientras me agitaba el nabo con la otra. Ella ya sabía por qué, “- guarro …”, me dijo y entornó los ojos. Me corrí en su cara y hasta el pelo le llené de semen.

Algunos días ella, de camino a casa, paraba a compra

r en el súper y por tanto llegaba un poco más tarde. Otros, por la entrada de alguna clienta de última hora, se le complicaba la faena en la tienda cuando estaba a punto de cerrar. Por eso el hecho de que algunos días se retrasase, incluso en exceso, no era motivo de alarma para mí. Siempre tenía una explicación convincente. Mientras estaba en la cocina, podía oír el sonido característico de su ciclomotor y al momento ya estaba en casa. Pero ese día en cuestión, incluso la vi llegar asomado a la ventana de la cocina. Venía en contra dirección, algo habitual en ella para evitarse un largo rodeo, también era habitual oír algún silbido que le echaban desde el bar de enfrente o del taller chapista. La verdad es que llamaba la atención, más por su sensualidad y por sus formas tan femeninas que por cómo fuera vestida. Subió la moto a la acera y me metí para dentro a seguir con mi rutina, pero pensé “- le daré una sorpresa ..” y me dirigí a la entrada para esperarla tras la puerta. Espera, que te espera, y ella que no aparecía. Me asomé a la mirilla pero lo único que se veía era el piloto luminoso del ascensor cuando indica “puerta abierta”. Esperé, … pero de pronto una duda me asaltó la cabeza. ¿ No estarán el vecino y la muy zorra pegándose el lote ?. Mi mente se puso a trabajar a toda velocidad, salí al rellano de la escalera y quise escuchar, … pero no oía nada. Rápidamente pensé dónde podría estar el ascensor y me vino a la cabeza que la última planta no tenia pisos ocupados, ni siquiera tenía luz en el rellano, a veces lo habíamos comentado cuando subíamos a la terraza y pasábamos por ese piso, así que empecé a subir los escalones de dos en dos y con el máximo sigilo llegué a la última planta. La excitación del momento y el carrerón escaleras arriba hacían que no me llegara el resuello. A ver si al final todo iban a ser imaginaciones mías.

Nada más lejos, se notaba el temblor del ascensor producto de lo que pasaba dentro, y se empezaban a oír respiraciones agitadas mezcladas con gemidos que me eran muy familiares. La puerta había quedado entreabierta lo mínimo para bloquear el aparato y la oscuridad de esa planta me permitía ver por aquella rendija con relativa tranquilidad.

Allí estaban los dos, no me había equivocado. No creí que fuera a pasar de las bromitas con el vecino, pero allí estaba ella contra la pared del ascensor, él le tenia una pierna levantada sujeta con el brazo, y con las bragas a un lado, se la estaba metiendo con desenfreno. La tenía toda dentro, la sacaba despacio y la volvía a meter con fuerza. En cada golpe la levantaba de forma que casi llegaba a perder el contacto con el suelo. Se la estaban follando delante de mí. Ella gemía como una gatita y se le colgaba del cuello, la cabeza hacia atrás le resbalaba arriba y abajo por el espejo, sus ojos cerrados los abría sólo cuando recibía una descomunal embestida.

“- Ah, cabrón, .. qué pollón tienes …”

Un par de veces, se salió completamente, pero ella hábilmente la alcanzaba con la mano y se la volvía a meter.

En un momento dado, subió la otra pierna y enroscó ambas alrededor de su cuerpo, ahora le ofrecía su coño al máximo, chorreaba. Él empezó a poseerla de forma frenética, la sujetaba por el culo separándole ambas nalgas con las manos. Le rozaba con las yemas de los dedos su agujero más sagrado. Ella se deshacía y le decía, “- mételo, mételo, … méteme ese dedito …”.

Se veía claro que se lo estaba metiendo poco a poco, seguramente encontraría fácil el acceso, ella le estaba abriendo el culo para ofrecérselo. Le comenzó un mete-saca de dedo paralelo al de su polla. Ella sudaba, gemía desencajada a punto de correrse, estaba en la situación en que el coño se le agita con movimientos convulsivos que te exprimen la polla.

“- Ah, zorra …, qué bueno …”,

“- Dáme, dáme fuerte, cabrón … que me voy a correr …” Ella estaba en la cresta de la ola, se estaba corriendo.

“- Ah, qué gusto me das, cerdo, cabrón … jode, jode, sigue jodiéndome …”

Incorporó su cara hacia él y empezó a morrearlo, le metía la lengua como qu

eriendo buscar la campanilla, él respondía comiéndosela toda. El bombeo se aceleró por momentos y ella acercó su boca para comerle la oreja, chupando, metiéndo la lengua por el oído.

” – Dame fuerte, quiero sentir como te corres dentro …”

Él empezó a rugir, dándole las embestidas cada vez más rápidas y fuertes.

Eva, convertida en una guarra, le decía al oído, “- córrete, córrete en mi chocho, lléname de leche,..”. Él se vació, con un grito contenido. Ella al notar la corrida en su coño, continuó

“- Así cariño, así … , dámela toda, .. ”

Acabó dándole, ella misma, los últimos movimientos de pelvis para acabar de sacarle toda la leche. Él estaba desfallecido, las piernas le temblaban y acabó dejándose caer con ella contra la pared del ascensor, agotado.

Mi mujer le descabalgó, y mientras se metía las manos bajo la falda para arreglarse las bragas le decía “- gracias cariño, por éste polvete tan rico …”. Él no articulaba palabra. La polla aún le goteaba y no había forma de metérsela en los pantalones.

Sigilosamente, mientras empecé a bajar escalones, aún pude oír como la muy puta le decía, “-la próxima vez, te dejaré que me abras el culo con ese rabo …”.

Llegué a mi rellano con tiempo de sobra, seguro que la muy guarra aún se entretuvo en limpiarle el capullo con su boquita, eso le encantaba. Me metí en casa a esperarla. Estaba empalmado. La muy zorra me había puesto la polla como un toro.

Al oír la puertas del ascensor en nuestro rellano, por la mirilla pude ver cómo mi mujer se despedía de nuestro vecino diciéndole algo al oído.

Cuando entró en casa, le dije:

” – ¿ Qué .., otra vez has coincidido con el vecinito ?”.

” – Pues sí, y me ha pegado una buena follada en el ascensor …”.

Qué descaro. La muy guarra, debía pensar que como siempre yo iba a creer que me estaba vacilando con sus fantasías. Venía con las bragas empapadas, notaba la humedad por todos sus muslos. El coñito lleno de leche. La amorré sobre el mueble de la entrada frente al espejo, obligándole a apoyarse con los codos y ofreciéndome toda su grupa. Le levanté la falda y le bajé las bragas a la altura de las rodillas. Ella, sorprendentemente ésta vez, se dejaba hacer. Estaba claro que un poco de sentimiento de culpa la hacía más sumisa.

Al notar mi pollón empujando en la entrada de su vulva, se abrió un poquito de piernas para dejarla entrar y me dijo, “- joder, qué tranca se te ha puesto …”. Ese chocho era un mar, notaba la corrida del fulano en el coño de mi mujer. La cogí por las caderas y empecé a embestirla con rabia.

“- Qué bestia, eres …, cabrón ”

“- Calla zorrita que he visto como follabas con el vecino en la última planta.”

Eva enmudeció de repente y aguantó, estoicamente, la descomunal follada que le estaba propinando.

“- Me vas a matar cabrón, me vas a matar …”

Me corrí en su coño, se la tiré toda dentro. Ahora tenía la leche de dos tíos en su cuerpo. Ella sonreía mientras se metía mano en el chocho y la sacaba chorreando. Con la lengua relamía su mano poniendo carita de puta y la volvía a meter entre sus piernas. Me decía “- es que me quemaba el coño, no te enfadas, ¿verdad ?”.

Me preocupaba el que le hubiera prometido el culo. ¿En qué momento se lo daría la muy puta ?.

(continuará …)

BRETXA