Mamada

Llego a casa y… buff… ¡¡Vaya día hoy en el trabajo!! Tantos aceites y cremas de masaje con aromaterapia, tanta música relajante… Llevo un calentón encima que no me aguanto.

Lencería sexy, música de ambiente, incienso, peli porno… ¡Todo listo para complacerle!

Así que decidida, me doy una ducha relajante mientras mi chico anda por casa. Sin que él se diera cuenta he cogido del armario la última lencería que me regaló, esa de satén azul que tanto le pone.

Está en el ordenador, como cada día, mirando correo y demás. Así que aprovecho para adecuar el salón: luz tenue, un poco de incienso, velitas y música del mejor CD para estas ocasiones «Erotic Chill Out».

En la tele: la porno que más le gusta, esa de la actriz del nombre impronunciable.

¡¡Todo listo!!

-¡Cariñooooo!- le llamo.

_ ¿Sí?- me contesta desde lejos.

-Ven, no me encuentro bien.

– ¿Y eso?- Viene corriendo desde la habitación, preocupado y se queda pasmado en la puerta del salón, sin creer lo que ven sus ojos.

Estoy de rodillas en el suelo, con el pelo aún mojado, con la lencería esperándolo. Al instante un bulto crece en su entrepierna. Le sonrío, con picardía y le guiño un ojo, invitándole a sentarse.

Cuando se sienta, sin levantarme y sin dejar de mirarle a los ojos, le voy desabrochando el pantalón. Poco a poco. Botón a botón. Lamiéndome el labio inferior y humedeciendo mi boca. Tengo ganas de él, de mi hombre. De darle placer. Tengo ganas de comérmelo entero, con la mirada, con mis caricias y, por supuesto, con mis besos.

En cuanto retiro el slip su polla tiesa salta hacia mi cara, amenazante. Seguro que se me nota en la mirada las ganas que tengo de saborearla. Pero voy a hacerme de rogar un poquito…

Y empiezo a darle besitos en la tripa. Rodeando el ombligo. Sin apartar mis ojos de los suyos. Y le acaricio el pecho con una mano, mientras con la otra le agarro del culo y se lo aprieto bien fuerte. Parece que le gusta. Su respiración empieza a agitarse y le veo indeciso, no sabe si mirarme a mí o a la mamada que está haciendo su actriz porno favorita en la tele.

Pego un lametón a mi mano y le agarro su verga. Sé cómo le gusta y así se lo hago. El cabrón me ha enseñado bien.

Así que empiezo a jugar con ella entre mis dedos. Su polla capta toda mi atención. Dejo de mirarle a los ojos. Le invito a que vea la peli y se evada. Quiero que sólo se preocupe en sentir. Sobra decir que a estas alturas yo ya estoy del todo empapada

Le acaricio con el típico arriba y abajo, lento, suave, húmedo y apretando un poquito. Con la otra mano le masajeo las pelotas. Me acerco la polla a la cara y la huelo. Es increíble el efecto que me produce ese olor, al instante todo lo que tenía pensado jugar con él se me olvida y no puedo evitar darle un lametón. Un escalofrío recorre su piel y un gemido se escapa entre sus labios. Así que, retiro toda la piel hacia abajo, aprieto bien sus huevos y le voy dando besitos a la puntita de su enorme e hinchado miembro. El roce de mis labios hace que su cuerpo se tense. Noto cómo aprieta las nalgas para acercar su pelvis a mi cara, intentando penetrarme la boca. Pero aún no es el momento para eso.

Tal y como tengo su polla agarrada, me doy golpes en las mejillas con ella. Sí, me encanta esa sensación. Me siento como su…

– Zorra… ¿Te gusta?

– Sí- le susurro, un poco avergonzada

– Dilo más alto, que no te he oído.

– Sí

– Sí… ¿qué?

– Me gusta sentir tu pollón en mi cara.

– ¡Pues más te va a gustar en el fondo de tu garganta!

Y sin más, me agarra la cabeza y de un golpe me la ensarta hasta el fondo. Esa sensación es prácticamente indescriptible. Placer por gustarle, hambre de comérmelo todo, humillación por estar arrodillada ante él cachonda perdida y sin poder escapar… y ahogo. El aire me falta en los pulmones. Al principio me quedo quieta, esperando a que me suelte. Pero está en éxtasis y ni se acuerda de que tiene a la mujer que ama ahogándose por él. Así que cuando ya noto que no puedo más, le empujo y le doy pequeños golpes para que me libere.

Al fin, me suelta, y cojo una gran bocanada de aire. Hilillos de baba aún unen mi boca con su verga. Toso y me limpio la cara con el dorso de la mano. Le miro. Placer. Eso es todo lo que veo en el. Es lo que andaba buscando. Y sin decir nada más, me lanzo a comérsela otra vez. Busco sus manos y las coloco en mi cabeza para después pasar una a su culo y la otra a su pecho.

Me impregno de su sabor. Me la trago con fruición. La suavidad y la ternura quedaron olvidadas. La lujuria me domina. Oigo sus gemidos y los de la puta de la tele. Yo también gemiría si pudiera.

Voy alternando lametones, chupetones, besitos y comidas. Le muestro mi mejor repertorio entre todo lo que he practicado. Pierdo la noción del tiempo. Y mi propio cuerpo me pide que lo alivie. Así que una de mis manos baja a mi coñito, apartando el tanguita de satén azul y empiezo a acariciarme.

¿Qué? ¿No aguantas más?

Cielo, quiero que te corras ya…

¿Dónde?

Me da igual, donde quieras…

Me aparta la cabeza y yo le miro expectante. Empieza a masturbarse muy rápido. Veo cómo se tensa y…

Un estallido me llena la cara de su rica leche. Se corre un montón. Me mancha entera. Tengo gotitas desde el pelo hasta mis tetas. Pero la corrida ha caído entre mi mejilla y la barbilla.

Mmmmm

Me limpio un poco la cara con dos deditos y me los llevo a la boca para lamerlos y saborearlos. Pero lo mejor ahora es limpiarle a él. Aprovecho los últimos momentos mientras la sigue teniendo tiesa para darle unos cuantos lametones y dejársela bien limpia.

Joder, cariño… ¡Espero que no te encuentres bien más a menudo!