Le regale mi mujer a otro hombre y disfrute viendo como se la follaban

Entregue mi mujer a otro

(Autor Original Anónimo)

Esa era una noche especial. Así se sentía por lo menos. Marisol, mi esposa estaba extra excitada, cosa que no era demasiado común, y yo me sentía como dueño de la situación. Ya estábamos desnudos en la cama acariciándonos y besándonos y yo sentía que todo lo que pasara ahí dependía totalmente de mí. En el silencio de la noche, nuestros hijitos, una nena de 3 y un niño de 2 años dormían en sus habitaciones.

Marisol es una bella hembra de 35 años. Tres años mayor que yo, cosa que siempre me ha excitado. Ella mide 1,67 m, pesa 55 Kg. y tiene tetas bien formadas y un delicioso culo. De hecho fue su culo el que hizo que me enamorara de ella. Su cabello es muy negro y le llega mas abajo de los hombros. Su hermoso cuerpo y la forma cómo otros machos la miran con deseo me llenan de orgullo y morbo.

Y ahí estábamos en la cama Marisol y yo, gozando de besos y caricias y declaraciones de amor. Ella sobre todo me decía lo mucho que me amaba y que yo era su todo. Y el estar tan enamorada de mí y lo excitada que estaba, la hacía más dócil que otras veces tomando en cuenta lo que en mi mente pasaba esa noche. Es que también llevábamos un tiempo de sexo esporádico y aburrido, y mi nuevo trabajo, mejor pagado pero que me obligaba a levantarme muy temprano, hacía que yo me quedara dormido temprano también. Esa noche mi amorcito quería verga, y al ser yo el dueño de la verga era por lo tanto dueño de la situación.

Cuando le pregunté lo que quería que hiciéramos, ella me ofreció a mí que hiciéramos lo que yo quisiera. Le dije que se arriesgaba a mucho al ofrecerme eso, y Marisol me respondió que me amaba tanto que quería complacerme. Me di cuenta de que hablábamos de distintas cosas. Ella se refería a lo que habríamos de hacer en la cama, y yo me refería a algún proyecto mío en particular que me gustaría realizar. Mi mujer insistió en su pregunta, para empezar a complacerme. Acariciándole el coño de una manera suave y provocante, le susurré al oído que me gustaría probar un trío.

– otra vez con eso… – suspiró mi mujer aún excitada y gozando de mis dedos.

– Tú sabes lo mucho que me gustaría.

– Estás seguro? No sé, me da un poco de miedo, no sé si yo podría – me dijo.

– Pero si yo estaría ahí a tu lado en todo momento – le insistí, besando su cara y labios y jugando dulcemente con mis dedos a la entrada de su coño, haciéndola gozar.

–No sé… y si después te arrepientes o te dan celos ahí mismo?… – En medio de sus preguntas mi amorcito igual suspiraba de placer.

– Lo harías por mí? – le pregunté a la vez que le fui metiendo mis dedos más adentro de su coño ahora en un ritmo más apasionado.

– Si quieres, sí… lo haría para complacerte, eso sí. Pero sólo porque te amo… ohhh que rico como lo haces.

– De verdad? Ohhhh, mi vida, no sabes lo feliz que me haces!!! – Y me puse a besarla como loco por todas partes y a meter mis dedos más profundamente en ella. Mi estrategia era excitarla a ella, pero conservar el control de mis actos hasta conseguir lo que yo quería. – Cuándo podemos hacerlo?… El trío… – pregunté.

– No sé, cuando tú quieras, mi vida… Pero estás bien seguro? …Y con quién seria? – en medio de su excitación Marisol igual quería saber si yo hablaba en serio o si era como las veces anteriores donde sólo habíamos fantaseado en la cama, con mezclados resultados cada vez.

– Con Rolando.

– Rolando? El de tu trabajo?

– Sí, o no te gusta?

– Sí, bueno, si tu quieres… – sonaba como si ella solamente aceptaba mi candidato para darme en el gusto. Lo importante para mí en todo caso es que esa noche Marisol aceptó al fin mi proposición.

Estando ya de acuerdo en ese punto, ninguno de los dos habló más en ese rato, y nos dedicamos a coger como desesperados. Yo al menos me imaginaba al grandulón de Rolando en calzoncillos junto a nuestra cama esperando su turno para subirse encima de Marisol. Y mi amada esposa, me acariciaba y me miraba a ratos morbosamente imaginando casi lo mismo, y al cerrar los ojos probaba el tratar de imaginar que ya tenía a Rolando encima, para saber si soportaría esa situación. Esto último lo sé porque otro día me lo dijo, cuando le toqué el tema.

Rolando es un compañero de trabajo de más o menos 1,85 mt o más, macizo y que pesará seguro unos 90 kg. El usa el pelo corto y exceptuando por su estatura, es un tipo bien común. A él le encanta el sexo y a menudo habla de eso, sobre todo si estamos los dos solos por motivo de nuestro trabajo en terreno.

Rolando es soltero y varios años menor que yo. A él le gusta Marisol, y no pocas veces ha hecho bromas algo subidas de tono con respecto a ella. Al principio me incomodaba eso, pero luego acepté que él era así, y que siendo yo un cornudo de corazón no debía ser tan doble moral y hacerme el ofendido cuando sus comentarios en realidad me excitaban. Además estando los dos solos en terreno, estábamos más en confianza en las afueras de la ciudad o en la privacía del camión. Y las dos veces que él estuvo de visita cuando estuvimos trabajando cerca de mi casa, Rolando miraba con deseo a Marisol, y ella se sentía algo incómoda, aunque también halagada como mujer al ser él tan alto y más joven que nosotros y por sentirse admirada por supuesto.

Como una especie de cornuda broma una vez le llevé a Rolando dos fotos de Marisol que saqué por la impresora. En ambas ella estaba desnuda, una de frente y la otra de espalda. Cuando estábamos almorzando en el camión le mostré las fotos, y Rolando quedó más que impresionado. No había cómo hacerlo parar. El alababa las tetas de mi mujer, y tanto su coño como culo le parecían espectaculares. Yo no sólo me excité escuchándolo, sino también viendo cómo él acariciaba con sus dedos las partes íntimas de mi esposa en las fotos. Y cuando quise que me devolviera las fotos, él dobló el papel y se lo guardó en la camisa. Me dijo que ahora esas fotos eran suyas. Y tomando en cuenta lo grandote que él es y que yo no podría ir al jefe a exigir que se las exigiera, no me quedó más que aceptar que la situación se me había escapado de las manos. Y desde ahí que en forma más frecuente me tocó escucharlo hablar de Marisol y las cosas que le gustaría hacer con ella. Incluso supe que en casa cuando él estaba demasiado caliente, se iba al baño con la foto de mi mujer y se pegaba una feroz paja en su honor.

Lo «peor» es que el asunto cada vez me excitaba más y que las bromas ahora eran correspondidas por mi parte y yo hasta le daba cuerda a Rolando y lo hacía describirme con detalles como se cogería a Marisol, lo que hasta nos hizo pegarnos unas pajas ahí mismo en el camión de servicio de la empresa unas cuantas veces.

Por eso mi acuerdo con Marisol me era tan importante. Ella es una mujer de palabra, que cuando promete algo siempre lo cumple. Y unos cuantos días después, entusiasmados por tener sexo, y en la intimidad de nuestra habitación, le volví a hablar del tema e insistí en medio de nuestras caricias, que pusiéramos alguna fecha para probar el trío. Marisol quiso que yo pusiera la fecha y que arreglara todos los detalles, ya que ella sólo lo hacía por complacerme a mí. Al principio de esa conversación ella pudo mantener su rol de esposa decente en la cama con su marido, pero luego de que la encendí bien, se dejó llevar por el tema, y mientras yo metía y sacaba mi verga de su coño, logré que habláramos de Rolando. Yo le decía que así la tendría él a ella: debajo suyo, bien abierta de piernas y ensartada hasta el fondo. Marisol gozaba con mi verga y se sonreía de mis fantasías, y me seguía el juego cada vez que yo le preguntaba algo. Por ejemplo si yo preguntaba que si cogerían con o sin condón, ella respondía que sin; o si yo le ponía mi pulgar cerca de la comisura de los labios, Marisol lo mamaba y yo le preguntaba si así le iba a mamar la verga a Rolando, y ella asentía y me miraba cachondamente. Hasta hablamos de sexo anal si él lo exigía, y Marisol a todo me decía que sí. Ella se excitaba por mi verga y por complacerme. Y a la vez yo me excitaba pensando en ella como la puta de Rolando. Y así la morbosidad nos llevó al orgasmo.

El viernes acordado ya habíamos acostado a nuestros pequeños cuando Rolando llegó a casa. Todos sabíamos lo que iba a pasar, pero no era fácil dar el primer paso, así es que serví algo de alcohol y nos fuimos al dormitorio a conversar o bailar al son de alguna música buena. Marisol estaba algo nerviosa y apuró varios tragos para relajarse mientras conversábamos. Yo comencé a bailar con ella y la fui poniendo a tono y seduciendo. Ella se dejó llevar por mi deseo y aceptó que yo le acariciara el culo por encima y luego por debajo de la falda. Mientras bailábamos le dije lo mucho que Rolando la deseaba, y la fui preparando y le dije que todo estaba bien, que yo le daba permiso a ella para hacer lo que deseara esa noche. Luego fue el turno de Rolando de bailar con ella, quien entonado y entusiasmado, la fue acariciando por encima de la ropa y logró que Marisol aceptara finalmente sus besos (al principio ella estaba tímida). Yo me apegué a ella por detrás y besando su cuello y lamiendo cerca de su oreja, su principal zona erógena, le abrí la blusa primero, dejando que Rolando la viera y la siguiera seduciendo, y luego le quité la blusa y los sujetadores, liberando sus deliciosas tetas. Rolando y yo desnudamos nuestros torsos y nos apegamos a mi mujer, excitándonos todos por la situación.

Al ver cómo se besaban y lo entusiasmada que Marisol estaba ahora, más otros traguitos para liberarse de todos los posibles remordimientos, la desnudé por completo y me la llevé a la cama. Allí nos besamos mi mujer y yo, y me subí encima de ella, aunque sin penetrarla aún. Yo la besaba y le acariciaba las tetas, y con mi verga acariciaba la entrada a su coño. Rolando se acercó con su verga a la cara de Marisol, y a mi amorcito no le cupo duda de lo que él quería. Y sí que fue una delicia el ver esa vergota entrar a la boca de mi Marisol. Ahora sí que yo podía estar seguro de que íbamos a completar ese trío y que mi fantasía de verdad se estaba cumpliendo.

Con mi miembro casi entrando a su coño, le pregunté a mi amorcito si quería verga. Con un profundo suspiro y con expresión de puta caliente, me dijo que sí. Yo le hice la señal acordada a Rolando, y mi compadre dejó de cogérsela por la boca y se ubicó entre sus piernas encima de ella. Marisol me miró algo sorprendida pero caliente también, y dejó que se cumpliera la promesa que me había hecho. Yo le sonreí tiernamente y acaricié su hermoso rostro en el momento preciso en que la gran, dura y gruesa verga de Rolando se abría paso entre los labios vaginales de mi amada esposa y le llenaba por completo el coño. Los dos suspiraron al unísono, y Marisol, cerrando los ojos, fue acariciando la ancha espalda de su ocasional amante. Rolando se la iba cogiendo rico, a su propio ritmo, y tanto le besaba las tetas como besaba con lujuria la boca de mi esposa. Ella por su parte ya estaba entregada al deseo y se dejaba coger y gozaba con ese macho encima.

Disimuladamente primero, y sin importarme luego, me fui pajeando cerca de ellos. Marisol a ratos acariciaba la cara de su semental, y a ratos se apegaba a él demostrando lo mucho que gozaba de ese grandulón. Y todo el tiempo me daba vueltas el hecho de que Rolando se estaba cogiendo a mi Marisol en nuestra cama, sin condón, y a pocos metros de las habitaciones de nuestros hijitos. ¡Qué morbo más delicioso! Y como broche de oro, a ellos les llegó su bien merecido orgasmo y yo terminé de pajearme y tiré semen para todos lados, sobre todo encima de la alfombra en la que estaba parado.

Rolando se acostó a un lado de Marisol, y yo me acosté al otro lado de ella. Mi amorcito estaba extenuada. Me acerque para besarla y ella me preguntó si todo fue como yo quería. Le dije que sí, besándola una y otra vez. Le dije que la amaba con locura y que había estado fantástica. Ella aún jadeando, me dijo que también me amaba. Y mientras ella se reponía mirando al techo y a ratos mirándome a mí, yo miraba a Rolando, ese coloso desnudo y complacido. Y entre las piernas de mi mujer veía yo la leche de mi compadre como prueba de que yo le había regalado el cuerpo de mi amada Marisol a Rolando.

Rolando se sonreía tanto feliz como triunfante hacia mí, y luego acarició la cara de Marisol y le dijo lo muy delicioso que había sido todo, y quiso besarla. Ella juntó sus labios tímidamente, como si un besito de enamorados bastara. Se notaba que había vuelto a ser mi esposa, enamorada de mí, y que ya había cumplido con su parte del trato. No me refiero a que ella rechazara a Rolando, sino más bien que ella sentía que pasado ese momento ella era mi mujer y sus besos eran sólo para mí. Rolando lo entendió y dio una nueva mirada al desnudo y utilizado cuerpo de Marisol y me sonrió complacido.

Yo había soñado tantas veces con ese día que pensé que todo se iba a cumplir tal y como yo lo había planeado. Por eso cuando quise iniciar una conversación sobre lo que habíamos hecho y que nos volviéramos a excitar con el tema, me di cuenta de que Marisol y Rolando estaban satisfechos y en otra onda que la mía. Más bien empezamos a hablar de otras cosas, incluso del tiempo y las temperaturas. Me parecía a mí por lo menos casi ridículo el ver a mi mujer con el coño lleno de semen y a mi compadre desnudo después de habérsela cogido, y que hablásemos de tonterías. Luego de un buen rato Marisol se puso la blusa y se fue al baño. En ese rato Rolando y yo empezamos a hablar de nuevo de lo que había pasado, y su verga comenzó a cobrar vida con nuestros comentarios y acariciando además las bragas de mi mujer que yo le tiré a la cara como broma. Marisol, al típico estilo de las mujeres, se demoró bastante en el baño, por lo que Rolando comenzó a excitarse más en ese rato con nuestra conversación.

Cuando Marisol volvió, le dije al oído que Rolando se iba a ir a su casa, pero que tenía ganas de cogérsela una última vez. Ella me miró como diciendo que esta vez sí que yo estaba abusando de ella, pero puso cara de no le costaba mucho ponerse nuevamente y deshacerse de mi compadre, y me dijo que lo haría.

Y no fue como yo creía tampoco. Yo me había imaginado que la segunda vez cogerían como desaforados y que Rolando hasta se la ensartaría por el culo luego de probar mil posiciones ahora que ya estaban en confianza. Me equivoqué. Ella se puso debajo de él y recibió una vez más la verga de Rolando en su coño. El le manoseaba las tetas y trataba de besarla en la boca, y Marisol como podía evitaba los besos de ese grandulón en su boca. Lo «peor» es que Rolando gozaba del coño de mi mujer, y Marisol quería liberarse luego de él, y yo me pajeaba viendo esa casi violación donde el desnudo y pequeño cuerpo de mi esposa yacía debajo del macizo cuerpo de Rolando. Después de todo sí se parecía eso a alguna de mis fantasías donde Rolando utilizaba sexualmente a Marisol y ella actuaba como mi fiel y recatada esposa, y en donde no había duda que la fuerza de él primaría sobre los principios de ella.

En un cierto momento, Rolando metió la mano por debajo del culo de Marisol, y le dio un rico agarrón donde quedó acariciándola por fuera del hoyito del culo. Marisol trató de quitar la mano de mi compadre de su trasero, pero no pudo, y algunos minutos después vi cómo Rolando volvió a extasiarse con el cuerpo de mi mujer y tirar sus andanadas de semen en el coño de Marisol, haciéndola suya una vez más.

Cumpliendo su promesa, Rolando se vistió, nos agradeció por la velada, y se marchó. Satisfecho por todo lo que había pasado, me acosté al lado de mi amorcito y le dije lo mucho que la adoraba. Ella recibió todas mis caricias y besos, aunque se notaba algo más fría también. Y cuando quise hacer valer mi derecho de marido, Marisol no me lo permitió y me quedé sin meterle la verga. Con voz algo seria me dijo que mañana hablaríamos de eso.

Suerte que al otro día (que era sábado) ya se le había pasado esa mala onda y pudimos compartir como siempre. Es decir mejor que otras veces ya que yo estaba extremadamente cariñoso y atento con ella y Marisol estaba por supuesto feliz por ello. De vez en cuando durante el día nos mirábamos y se notaba que cada uno pensaba en lo que había pasado la noche anterior. Ella no comprendía como yo podía ser tan morboso, inmoral y loco que me gustaba entregársela a otro hombre. Y yo me preguntaba por qué no habíamos hecho esto antes, y cómo iría a ser la siguiente vez. En la noche nos reíamos porque al hablar del tema nos dimos cuenta lo muy diferente que los dos pensábamos. Lo que recuerdo perfectamente de ese sábado temprano, es que yo miraba a Marisol atendiendo a nuestros hijos y las labores de nuestro hogar, y la veía al mismo tiempo desnuda mamándole la verga a Rolando y permitiendo que mi compadre le llenara el coño de leche una y otra vez. Hasta me sorprendí con pensamientos tan mórbidos que no debiera ni siquiera revelar aquí: yo jugando con mis hijos como un padre dedicado, mientras Rolando se cogía a su desnuda madre a pocos centímetros de ellos. Y me excitaba la idea de que mis pequeños hijos fueran testigos de cómo el tío Rolando en presencia de todos se cogiera a su mamita, y le agarrara las tetas y la hiciera mamar verga para finalmente cogérsela por el coño y el culo delante de todos nosotros.

La siguiente vez que Marisol y yo cogimos, ella me confesó que en realidad sí había gozado con Rolando, pero que eso iba en contra de los valores que le habían inculcado como mujer y esposa sus padres, la escuela y la sociedad. Yo la calmé con mucho amor y comprensión y le dije que la responsabilidad de una mujer la tenía su marido, y que si yo no tenía nada en contra, ella no debiera sentir remordimientos, y que cada pareja hacía sus propias reglas, etc., etc.

Y como ahí estábamos excitados nuevamente, Marisol aceptó que tuviéramos una nueva cita con Rolando. Y ese fue el punto de partida de mi vida como cornudo, y poniendo mi mujer al servicio de ese caliente semental. Mi amada esposa, entendió el rol de Rolando en nuestra vida de casados, y como esposa de cornudo se entregó a su deber y placer de excitarme acostándose con mi compadre en los diferentes sitios donde nos juntábamos, incluso en el camión de la empresa a veces. Yo le quería dar un buen macho a mi esposa, y Marisol lo recibía con gusto, sobre todo porque Rolando era mucho más ardiente, joven y bien dotado que yo. Y mi recompensa era verlos a ambos gozar del sexo sin límites y mirar luego los hoyitos de mi esposa llenos de la leche de él. A veces pasábamos por casa en horario de trabajo (ya les contaré de eso), para que Rolando la hiciera suya, mientras yo en el jardín jugaba con mis pequeños. Luego él salía a cuidarlos mientras yo introducía mi delgada y corta verga en el inundado coño de Marisol, y al sólo contacto de la leche de mi compadre, yo eyaculaba precozmente por supuesto. Luego en el camión él gozaba contándome todos los detalles de cómo se había ensartado a mi esposita y las cosas que se decían en plena cogida, y yo gozaba escuchándolo, y pensaba en mi amada Marisol, en casa, cuidando de nuestros hijos y con su coño inundado del semen de Rolando.

Era como un círculo vicioso. Mientras más yo pensaba en Rolando y mi mujer, que se llama Marisol, más llegaba yo a la conclusión de que hacíamos lo correcto, y yo me excitaba muchísimo con la morbosa relación que llegamos a tener los tres.

Como ya sabrán yo soy padre de familia y estoy felizmente casado con Marisol. Tenemos dos hijitos pequeños, una nenita de tres años y un querubín de dos. Para darle más condimento a nuestra vida sexual logré que mi mujer aceptara que probáramos un trío con mi compañero de trabajo que se llama Rolando. El es más alto, joven y fuerte que yo y no desaprovecha la oportunidad de comerse a mi mujer con todas mis bendiciones.

Esta relación casi enfermiza por mi parte, y deliciosamente humillante y excitante para un lado antes oculto de mi ser, hace que yo me esté pajeando constantemente. Esto provoca a su vez un deterioramiento en mi rendimiento sexual y acentúa la dependencia de Marisol sobre Rolando para que él le de placer.

Cómo la voy a satisfacer, si mínimo una vez al día me pajeo recordando las deliciosas acostadas que se pegan, además de las veces que me masturbo mirándolos en la cama en acción, o el mismo Rolando me induce con sus morbosos comentarios a pajearme como un perdedor cuando estamos en terreno o a solas en el camión de servicio de la empresa.

Me excita notar el cambio en Marisol. Ella al principio aceptó acostarse con Rolando para complacerme. Luego lo hizo como un cierto condimento en nuestra vida sexual, jugando con fuego al aceptar mi insistente petición de que lo volviéramos a hacer. Pero después de tantas veces, Rolando pasó a ser una necesidad en la vida sexual de mi mujer, sobre todo pensando en mi bajo rendimiento como marido. Yo era ahora un excelente padre para nuestros hijos, y para ella un mejor amigo, compañero conyugal y el amor de su vida. Pero yo ya no era más su macho, el único que podía saciar su deseo y la figura masculina que la hacía temblar de deseo en nuestra cama ahora era Rolando .

Como un feliz perdedor me hice a un lado y le cedí mis derechos maritales a Rolando al traerlo tan a menudo a acostarse con Marisol. Ella se acostumbró muy pronto a la fogosa y morbosa manera de seducir y coger de él. Y ya que yo no les molestaba al mantenerme cerca de ellos en la cama o sentado en una silla a algunos metros de ellos, me dejaban estar presente y que yo me diera mi propia dosis de morbo y placer al mirarlos y pajearme.

Es que se ven tan excitantes los dos en la cama: ella algo chiquita, hermosa y femenina, y él tan alto, macizo y todo un macho recio sediento de placer. Mi mayor pecado hubiera sido negarles el placer del que disfrutaban ahora. Es mi orgullo el haberlos juntado y que gocen tan rico en nuestra cama y al amparo de mi permiso como marido.

Me gusta como Rolando excita a Marisol. El la ha hecho olvidar su buena crianza y dejar de lado muchos prejuicios. Ahora ella se atreve a probar todas las cosas que Rolando le ofrece y no tiene inconvenientes en pegarse una rica cogida con él mientras miran una película porno, cosa que antes era impensable ya que ella no soportaba esas «asquerosidades», como las llamaba. Ahora mi mujer se entrega al deseo y confía a ciegas en Rolando. Y él la ha acostumbrado al lenguaje grosero en la cama, a las palmadas en el culo y las tetas, y bofetaditas en su bella cara. Marisol gatea por el piso si Rolando se lo ordena y se traga toda la leche si él así lo exige. Pero lo mejor es que mi compadre no se olvida de mí y también me tiene incluido en sus juegos.

Yo a veces debo hacer de sirviente de ambos, o de esclavo de Rolando. A pesar de que yo ya había hablado de eso con mi esposita, ella igual se sorprendió cuando Rolando me hizo andar en cuatro patas como un perro o empezó a decirme humillantes groserías y tratarme de «cornudo» y «maricón» cuando se estaba cogiendo a Marisol algunas veces. Pero con el tiempo ella llegó a entenderme y sabe ahora que todo es parte del juego y que cada cual pone sus propios límites.

A tanto llega, que a veces estamos Marisol y yo solos en la cama antes de dormirnos, y para encenderme más yo mismo le hablo de Rolando a mi mujer. Y ella sabiendo el morbo que eso me provoca, me sigue el juego y recordamos las cosas ricas que ellos dos hacen en la cama y nos acariciamos y la hago llamarme Rolando y le meto la verga y yo sueño que en realidad es él quien está encima de Marisol ensartándole el miembro. Y ahí mismo eyaculo, a veces precozmente, y a veces alcanzo a darle algo de placer a mi mujer.

Mi mujer, madre de mis hijos, y puta incondicional de Rolando.

Con él probamos nuestras primeras aventuras fuera del hogar. Una de ellas fue ir a una disco, la cual estaba repleta, y en un rincón al fondo de la barra, Marisol y yo nos besábamos con pasión, mientras Rolando detrás de ella, disimuladamente primero, le metía mano por debajo de la faldita. Ella no llevaba bragas por supuesto. Y mi amorcito, excitada, me contaba lo que Rolando le hacía, y en sus ojos veía yo el deseo y el morbo. Mi compadre por su parte, decidió ir más allá de nuestro acuerdo, y desde atrás le metió la verga en el coño en lo que para mí se sintió como una eternidad. Y en mis brazos y a pocos centímetros de mi cara, vi como su expresión de cachondez y placer se convirtió luego en un delicioso orgasmo para mi mujer. Lo que me resultó algo humillante. Digo esto porque dos tíos que estaban parados cerca nuestro entendieron lo que pasaba y con menos y menos disimulo vieron a Rolando gozar con mi mujer, a pesar de que ella estaba ligando conmigo.

Yo no sé de dónde él sacaba tantas ideas, pero siempre tomaba alguna iniciativa y entusiasmaba a Marisol. Y a mí, como marido cornudo, no me quedaba más que aceptarlas o arriesgarme a que lo hicieran solos y los perdiera de vista por el resto de la noche.

Con el pretexto de pasar alguna velada íntima con Marisol, yo a veces le dejaba nuestros hijos a la Sole, mi hermana, en su casa. De ahí nos íbamos a buscar a Rolando y yo me ponía a sus órdenes. A veces me tocaba conducir el auto mientras los dos gozaban rico en el asiento de atrás. Para evitar cualquier bochorno y ser reconocido, yo trataba de conducir por las afueras de la ciudad. Pero Rolando no siempre me aguantaba, y a veces me ordenaba mantenerme cerca del centro de la ciudad. Si era de noche era algo más seguro por lo menos. Pero yo conducía con una verga durísima gracias a los gemidos de Marisol y las calientes palabras de Rolando mientras se la ensartaba. Otras veces él me ordenaba ir a alguna ciudad vecina y al bajarnos la instrucción era que Marisol era la esposa de él, y que yo siendo amigo de ambos, debía seguirlos mientras ellos paseaban de la mano y se besaban como una ardiente pareja.

Mi compadre hacía hacer las cosas más increíbles tomando en cuenta que yo no era tan osado y que Marisol había sido muy recatada en su anterior vida marital conmigo. Fueron varias las veces que tuvimos que buscar cafés o restaurantes donde las mesas tuvieran manteles largos. Ahí pedíamos tres cafés y mientras el mozo los traía, Marisol tenía que meterse debajo de la mesa, y refugiada debajo del largo mantel, ella le daba una rica mamada a Rolando. En ese rato él hablaba conmigo y yo trataba de mantener una conversación coherente a pesar de que el corazón me latía a mil sabiendo que bajo la mesa mi mujer tenia toda la verga de Rolando metida en su boca y que no saldría de ahí hasta que se tragara el semen de ese machote. Lo más difícil era cuando mi amorcito se apiadaba de mi y con una mano aprovechaba de hacerme una paja. Rolando me miraba con aire de superioridad, y yo como un complacido esclavo, me hacía a la idea de que ella le devoraba la verga ya que ese era el orden correcto de las cosas: él era el macho dominante, y yo era un marido sumiso y pasivo.

Y al pasar más y más el tiempo nuestros roles se fueron tornando cada vez más claros y definidos: estando Rolando en nuestra presencia Marisol era su hembra y yo un perdedor que se alegraba de saber que su mujer estaba en mejores manos. Ellos entendían bien que eso me gustaba y no se incomodaban por mis perversiones y si podían, encendían mi morbo humillándome de las distintas maneras que habían aprendido gracias a mis propias instrucciones. No sé si decir «lo mejor» o «lo peor», pero con el tiempo yo sentía a Marisol más y más cercana a Rolando como si se estuviera enamorando de él. Ella lo negaba por supuesto, y a mí la idea me atormentaba ya que me gustaba torturarme con ese pensamiento. Según mi mujer, ella lo tenía a él como un buen amigo que le daba rico sexo. Por su parte, a Rolando le encantaba su libertad y nuestra situación de trío donde él podía utilizar sexualmente a mi mujer a su regalado antojo pero sin compromisos. Sin embargo eran los simples jueguitos y besitos, detalles por un lado, y las cosas más grandes como el que Marisol aceptara ahora tener sexo anal con él a pesar de que a mí nunca me lo permitió, detalles que me ponían inseguro de mi rol como marido.

Mi compadre en poco tiempo se volvió un experto en hacer o decir cosas que me humillaran. Y como el hablar con tacto nunca había sido su lado fuerte, a veces él decía cosas que remecían todo mi mundo. Increíble como unas pocas palabras dichas en forma descuidada, sin gran importancia para el que las dice, puedan calar tan hondo en quien las escucha. Una vez él llegó a casa antes de lo esperado, y Marisol andaba aún de compras en el centro. Estábamos él, yo y los niños solamente. Nos pusimos a hablar casi en código, evitando que los niños entendieran lo que decíamos, sobre lo que él quería hacerle a Marisol en un rato más. Yo le seguí la conversación y nos fuimos excitando, cuando mi hijita de tres años se acerca a darle un abrazo a su tío Rolando. El la abraza y le dice lo linda que está, y Estelita, nuestra hija, se devolvió a jugar con su hermanito.

–»Se nota que va a ser bien bonita tu hija cuando sea grande»–, me dijo.

Yo me alegré de su amable comentario en un principio. Pero luego él me propuso ser el primero que se acostara con Estelita. Yo le dije que la dejara, que era sólo una niña, y me puse nervioso, inseguro de la situación. Rolando me dijo que era cosa de esperar a que le salieran pelitos en el coño. Me dijo que él podía esperar incluso hasta que ella tuviera trece o catorce años. Yo lo escuchaba boquiabierto y con el corazón latiéndome a mil. Como padre no me quedó más que llevarme a los niños a jugar a otra habitación. Pero al volver me senté en el sofá, y Rolando comenzó a bombardear mis sentidos con sus planes de ser el primero en cogerle el coño a mi hija. Y mientras él hablaba de cómo le metería la verga sin condón a madre e hija por todos sus hoyitos, yo sentía como yo me empequeñecía como padre y esposo y lo único recto que tenía era mi verga. Estuve a punto de eyacular tan sólo de oírlo relatar cómo él jugaría con sus tetitas y le metería la verga por el culo a Estelita, cuando me salvó la campana y llegó Marisol a casa. Luego nos fuimos los tres al dormitorio matrimonial y Rolando le dio una cogida de miedo a mi caliente mujer, mientras yo me pajeaba y no cesaba en pensar que en el futuro él se iba a coger a las dos mujeres de mi vida, tal vez hasta al mismo tiempo si él lo exigía.

Cuando dije que ciertas palabras pueden calar hondo, me refería a que ese tonto y morboso comentario por parte de Rolando, dedicado a probar mis límites y humillarme como padre y hombre de familia, se me quedó grabado para siempre. A partir de ahí, había veces en que al ver a mi hijita, la imaginaba más crecidita ya y debutando sexualmente con Rolando. Y eso me resultaba mucho más humillante aún que el hecho de que él se acostara con mi mujer. Yo mismo me maldecía por excitarme pensando en él utilizándola sexualmente cuando hubiera alcanzado la edad descrita por él. Y no pocas veces deseé que el tiempo pasara pronto y su coñito se poblara de pelos para que Rolando la poseyera como su esclava sexual y la llenara de leche en mi presencia. Si hasta yo mismo me veía obedeciendo las órdenes de él y desnudando a mi propia hija y acostándola en la cama con las piernas abiertas para que él la disfrutara.

Para no crear una crisis ni arriesgar nada, decidí no contarle nada de esto a Marisol. Ahora eso era un secreto entre Rolando y yo, y él no dudaba en hacerme estallar de cachondez en nuestras horas de colación dentro del camión o en la soledad de los sitios donde nos tocaba trabajar. Ahí, bajo el cielo azul y sin una sola alma además de nosotros dos, él me hablaba en voz alta sobre sus planes para los hoyitos de mis hembras, y yo a veces no daba más y debía pajearme mientras escuchaba sus palabras. El ver su expresión de triunfo sobre mí luego de mi paja, y los remordimientos que mi prohibida cachondez me causaba, me sometían más aún a la voluntad de ese perverso semental.

Su control sobre nosotros era casi absoluto. Con su celular nos podía dominar si la ocasión se daba. Una de esas muchas veces por ejemplo él llamó a Marisol para hablar con ella un rato mientras yo conducía el camión y hacerme escuchar su perversa conversación. Al descubrir que mi mujer viajaba con los niños en nuestro auto en un sector muy cercano, Rolando le dio instrucciones para que nos encontráramos en un sitio aislado ahí en las cercanías. Mi obediente esposa nos esperaba en el sitio acordado e hizo como Rolando le había ordenado: cuando yo entré al auto, ella se fue al camión a satisfacer a mi compadre. Mis hijitos me preguntaron dónde estaba la mamá, y yo les dije que había ido a buscar algo al camión. Y dentro de mí yo sabía bien que lo que mi puta mujer buscaba en ese camión era sexo con Rolando. La muy perra caliente apenas me había saludado y se fue directo donde él. Yo tenía la verga durísima pensando en ellos dos en el asiento del camión teniendo sexo en forma desenfrenada mientras me dejaban de niñero en el auto. Luego de un buen rato, llega ella más calmada, con las mejillas bien coloreadas por el esfuerzo y el lápiz labial esparcido por su rostro. Marisol me dio un beso y yo lo recibí aún sabiendo que esa boquita seguramente que se había estado comiendo la verga de Rolando. Al menos ahora ella estaba más cariñosa conmigo y deseó que el día terminara pronto para que estuviéramos pronto en casa con los niños. Me despedí de mi familia y me regresé al camión.

Cuando fui a echar a andar el motor, me encontré con las bragas de Marisol en la palanca de cambios. Miré a Rolando y él se sonrió seguro de sí mismo y me dijo que no se me olvidara devolverle las bragas a mi mujer, y me llamó «cabrón», riéndose de mí. Al tomar las bragas y excitarme sintiéndolas en mis manos, me di cuenta de que estaban muy húmedas y pegajosas en la zona del coño.

– «!Me la cogí con las bragas puestas a la muy putita!! Conduce ahora, cornudo, que por el camino te cuento lo que hicimos!» –.

Y así fue, todo el largo camino de regreso a nuestro trabajo gocé de los detalles de cómo ese caliente semental se cogió a mi Marisol. Y yo le hacía preguntas y él con aire de superioridad me las respondía. El me humillaba al hablarme grosera y lascivamente sobre el cuerpo y los hoyitos de mi esposa, y yo me dejaba humillar y me excitaba pensando en que mi mujer conducía ahora hacia casa, con mis dos hijitos como pasajeros, y con su coño lleno del semen de Rolando, como siempre.

La siguiente ocasión mas morbosa que recuerdo,yo estaba en lo mejor de mi sueño, cuando escucho la voz de Marisol, mi adorada esposa, llamándome repetidamente. Mientras me despabilaba, ella, me seguía llamando. Con el cuerpo un tanto molido por haber tenido que dormir en el piso me apoyé en el borde de la cama y me fui incorporando.

Lo primero que vi fue la ancha espalda de Rolando. El estaba acostado de lado y la sábana le cubría sólo la mitad del culo. Por su forma de moverse me di cuenta de que estaba cogiéndose a Marisol. Me seguí incorporando y ahora la vi a ella, la mujer de mi vida, de espaldas a Rolando y obviamente prestándole el coño o el culo. La sábana le cubría la mitad inferior del cuerpo y ella en vano trataba de levantarla, pero como Rolando le estaba manoseando las tetas ella no podía cubrirse mejor. Al ponerme completamente de pie y ya un poco más despierto entendí por qué Marisol me llamaba tan insistentemente: Antonio, nuestro hijito de dos años, había entrado al dormitorio y estaba tratando de subirse a la cama en el preciso momento en que Rolando se cogía a mi esposa.

Di la vuelta alrededor de la cama y llegué hasta donde «Toñito» mientras Rolando le seguía dando duro a mi mujer y le manoseaba las tetas con más ganas aún. Marisol mientras tanto sujetaba con sus manos a Toñito para evitar que él se subiera a la cama, aunque la muy puta no hacía nada por apartarse de su semental y sus tetas se mecían vigorosamente al ritmo de la cogida. La escena por supuesto que despertó mi morbosidad y con ello quedé ahí bien despierto y me apresuré en llevar a Toñito a tomar desayuno.

Durante el desayuno con Toñito, yo no dejaba de pensar en que mi pequeño hijo había sido testigo de cómo mi compadre le agarraba las tetas a su mamita. Suerte que sus inocentes ojitos no vieron cómo el tío Rolando le metía la verga hasta el fondo del coño a su mamá .

Y no sólo eso, pensé inmediatamente, lo primero que debe haber visto mi hijo, fue que en la cama estaban su madre y Rolando, mientras que yo,(el muy cornudo) dormía en el piso. No me había quedado otra en todo caso ya que eso me había ordenado mi compadrito la noche anterior.

Al poco rato y con una bata de levantarse pasó mi mujercita por la cocina deseándonos buenos días, mientras se dirigía al baño. !Tan linda ella! La imaginé desnuda debajo de la bata y me gustó saber que en su coño había una buena carga de leche de Rolando. Detrás de ella apareció mi compadre en calzoncillos, con expresión no sólo de complacido, sino de morbo, seguramente que por haberse cogido a mi mujer delante de nuestro pequeño hijo. Yo lo conozco bien al bribón de mi socio y sé que eso le da morbo ya que él a veces me lo había mencionado en nuestras calientes charlas de «corneador a cornudo» que hemos mantenido en el trabajo.

Mientras yo le preparaba el desayuno a mi socio, Rolando no desaprovechó de comentar, a pesar de la presencia de Toñito en la mesa, lo delicioso que le había sido cogerse a Marisol delante de nosotros dos. Rolando tuvo, eso sí, la delicadeza de encubrir las palabras «coño» y «verga», pero «tetas», «leche» y otras más comunes las incluyó con gusto en su descripción de la cogida, y yo sentía como mi cornuda verga se endurecía gracias a los detalles que me daba mi corneador. Cuando Marisol llegó a desayunar yo los dejé solos en la mesa y me fui a jugar un rato con mis hijitos. Estelita, mi hija de tres años, me había pedido ayuda en buscar unos lápices para colorear.

Mientras Rolando se duchaba, y yo con Marisol lavábamos los platos del desayuno, ella me contó su versión de lo que había ocurrido. Bien parecido su relato al de mi socio en todo caso. Sólo que ella como madre estaba un poco insegura y quería mi consejo. Resulta que con las caricias de Rolando ella se despertó y accedió a pegarse una cogida mañanera con él. Estaban de costado cogiendo en lo mejor y ya cerca del orgasmo, cuando Toñito entró al cuarto y quiso subirse a la cama. Marisol me dijo que ella gozaba tanto de la gruesa verga de Rolando que sentía venir su orgasmo, a la vez que le incomodaba que nuestro hijito la mirara justo al momento en que ella tuviera su orgasmo. Mi mujer trató de impedir que Toñito se subiera a la cama, mientras Rolando le insistía en que no se preocupara del niño y que siguieran gozando. Ahí ella comenzó a llamarme a mí ya que sintió que la situación se le escapaba de las manos y su cuerpo anhelaba llegar al orgasmo. El placer que sintió en esos momentos le daba tanto morbo que en caso de que yo me hubiera demorado un poco más, ella hubiera tenido su orgasmo en frente de nuestro hijito. También me dijo, y por eso quería consejo, que al desayunar Rolando le había dicho que le gustó muchísimo cogérsela delante de uno de nuestros hijos y que deseaba que más adelante volvieran a hacer algo así. El mayor argumento de mi compadre era que nuestros hijos eran tan pequeños que aún no entendían de sexo y que si ellos eran un poco disimulados, Estelita y Toñito no se darían ni cuenta de lo que pasaba.

A Marisol le gustaba muchísimo Rolando y siempre trataba de complacerlo en las cosas que él propusiera. Ella estaba confundida en este punto y por eso me pedía mi opinión de esposo y padre, para que yo la aconsejara en eso. Yo la escuché con amor y morbo, y viendo luego mi oportunidad de caer más bajo aún en mi cornudez, le dije que mi compadre tenía razón y que nuestros hijos por ahora eran pequeños, y que si ella y Rolando era disimulados, yo no veía problema en que viéramos una manera para hacerlo. A Marisol le gustó mi manera de decir «viéramos», ya que sintió mi apoyo activo y sincero en algo que pensaba que tal vez me haría poner furioso y que quizás yo hasta la considerara a ella como un monstruo. Eso me dijo por lo menos cuando escuchó mi respuesta. Y por su alivio, me di cuenta de que ahora estaba en sus planes el complacer a Rolando al coger con él alguna vez delante de nuestros hijitos. Me gustó mucho ver la expresión de alegría de mi amorcito cuando quedamos de acuerdo en ese punto. Una vez más ella se dejaba arrastrar como una puta para complacer los deseos de Rolando, y una vez más era yo, su marido, el que dejaba de lado toda clase de valores familiares para darle placer a mi corneador.

Luego de la conversación, ella se fue a meter a la ducha con Rolando, y yo no necesitaba ser adivino para saber de qué iban a hablar, y lo que harían ahí los dos solos. Me hubiera sido fácil el meterme al baño y espiar su conversación. Pero me daba más morbo el ser dejado de lado y ver cómo mi mujer corría a darle la buena noticia a Rolando. Me fui a nuestro dormitorio a pegarme una buena paja rodeando mi pene con las bragas que Marisol había usado el día anterior. Esas que yo mismo le quité en la noche para que ella se acostara con Rolando en nuestra cama. Yo me pajeaba y en mi imaginación veía a mi esposa en la ducha, prestando el culo y diciéndole a mi socio que todo estaba arreglado y que íbamos a hacer como él quería.

Más tarde, en un momento a solas Rolando y yo, él me dio una palmadita en el hombro y me dijo que así le gustaba que yo fuera: un buen cornudo que lo complacía en todo. Y para premiar mis servicios, me contó con lujo de detalles lo que le había hecho a mi mujer en la ducha cuando ella le fue con la buena noticia.

Al día siguiente trabajábamos, de modo que Rolando se fue por la tarde a su casa. Con Marisol volvimos a nuestra rutina familiar donde todo era calma y armonía. Justamente porque todo era siempre calma y armonía era que nos excitaban las visitas de Rolando. El único detalle era que yo era un pervertido como marido, y que con mi apoyo mi socio estaba pervirtiendo a mi mujer.

Luego de haber acostado a Estela y Antonio, nos sentamos con Marisol un rato en el sofá a platicar. Estábamos en penumbras, y la atmósfera en el aire se sentía como romántica o al menos especial. Así lo sentía yo. Primero estuvimos hablando de cosas neutrales, pero pronto dirigió Marisol la conversación a los planes de Rolando. Su pregunta concreta era: cómo iban a coger cerca de los niños y sin que ellos se dieran cuenta de lo que estaba pasando. Ella le había dicho que lo harían sólo una vez, para realizar la fantasía de él. Cómo la pregunta era de naturaleza práctica, algo de lo que yo creo tener mucho, me aboqué a mirar nuestro entorno y pensar en una solución. Marisol me ofreció la idea de estar desnudos dentro del dormitorio, pero asomar su cabeza hacia la sala, y que Rolando se pusiera detrás de ella y que así lo hicieran. La idea no era mala, pero le dije que la posición era incómoda y corrían el riesgo que de moverse uno de los niños en dirección hacia ellos los podrían ver. Repasamos varias ideas que fuimos desechando. Curioso cómo yo y mi mujer nos afanábamos en realizar la fantasía sexual de mi corneador. Era difícil saber quién de los dos deseaba más el complacerlo. De pronto le propuse un plan sencillo, y fue el que aprobamos.

Al otro día, Rolando notó que habíamos hecho unos pocos cambios en la posición de los muebles en la sala, aunque no lo comentó mayormente. Marisol me sonreía cuando a la señal acordada, me llevé a Rolando al dormitorio para explicarle cómo lo íbamos a complacer. Por supuesto que a él le fascinó la idea, y volvió más que feliz a la sala.

Marisol lo esperaba detrás del sofá. Ella se había puesto una falda muy corta y estaba inclinada hacia adelante, apoyando sus brazos en el respaldo del sofá, el cual habíamos corrido hacia adelante para que hubiera espacio suficiente hacia la pared, de modo que ambos tuvieran lugar ahí. Estela y Antonio jugaban con sus juguetes y miraban televisión, y yo, temblando de excitación, me senté en un sillón a un costado del sofá para tener buena vista de lo que iba a pasar. Cubierto por el cuerpo de mi mujer, estando detrás de ella, sacó Rolando su verga y comenzó a buscar la entrada del coño de Marisol. Vi la cara de gozo de los dos cuando ese semental se deslizó dentro del coño de mi esposa. Para no despertar las sospechas de nuestros hijos, a ratos se quedaban inmóviles, gozando de esa rica penetración «en familia» de una manera discreta, pero no por eso menos morbosa. La carita de mi mujer lo decía todo. Marisol gozaba al ser cogida por Rolando, y saber que lo estaba complaciendo. Yo, viendo todo desde mi lugar, veía a mis hijos jugar inocentemente mientras a su madre la utilizaban sexualmente como a una puta, y ella con gusto se prestaba para todo eso. Rolando me miraba excitadísimo,

y no podía evitar el manosearle las tetas a mi mujer por encima de la blusa. Ella lo dejaba, pero trataba de disimular cuando a ratos nuestros hijos nos daban una mirada fortuita. Mi esposa se veía tan hembra en esa posición inclinada hacia adelante, y Rolando tan macho al tenerla bien ensartada, que yo no podía evitar acariciar mi pene de cornudo y perdedor y gozar de lo que veía.

Luego de un delicioso instante que los tres gozamos, y en el que no fuimos descubiertos por nuestros hijos, llegó el magnífico momento en que Rolando comenzó a vaciar su semen en el coño de mi amada esposa. Lo vi inclinar la cabeza hacia atrás, comenzar a moverse en forma espásmica y tomarse fuertemente de las tetas de Marisol sin preocuparse de que los pudieran ver. Mi mujer comenzó a mover rico el culo para él, y dejando de lado toda prudencia, cerró sus ojos y se concentró en hacer gozar a su semental exprimiéndole toda la leche. Todo eso fue demasiado para mí, y yo me corrí en los calzoncillos.

Fue exquisito para todos. Lo mejor de todo es que fue tan excitante como Rolando quería, y tan discreto como Marisol y yo lo habíamos planeado.

Estando solos en la cama en la noche, Marisol me dijo lo mucho que le había gustado realizar esa fantasía, y le inquietaba saber si yo opinaba que se estaba volviendo una perversa. Yo la tranquilicé diciéndole que había sido una inocente fantasía donde fuimos muy discretos y que nada se había notado. Mientras nos besábamos y yo le acariciaba el coño, me dijo que se había sentido como una puta realizando una fantasía prohibida pero deliciosa. Y yo le dije que todo estaba bien, que mientras ella y yo nos amáramos y supiéramos diferenciar entre nuestro amor y el sexo que Rolando nos ofrecía,todo estaría bien.

Luego me subí encima de mi amorcito y le metí la verga. Marisol, como buena esposa de cornudo, sabía bien qué hacer para excitarme, y comenzó a hablarme de Rolando y lo grande y deliciosa que era su verga. Y mientras ella me llamaba «Rolando» una y otra vez, tuvimos un maravilloso orgasmo.

Al día siguiente, en la hora de almuerzo, Rolando me dio a conocer una nueva variante que quería probar: igual que el día anterior, pero Marisol acostada de lado en el sofá, él detrás de ella, ambos cubiertos por una manta. Allí él le iba a enterrar la verga por el culo a Marisol, a pocos centímetros de toda su familia.

Mi mujer lo complace delante de mis hijos

Ayer estuve conversando con Marisol, o más bien dicho haciendo recuerdo de las cosas que mi esposa y yo nos hemos atrevido a hacer ahora que Rolando entró en nuestras vidas. El «Rola» es uno de mis compañeros de trabajo, y por circunstancias que ya he mencionado antes, él se convirtió en el amante de mi mujer, con mi beneplácito por supuesto. Rolando es ahora parte de la familia. De hecho nuestros hijos le dicen «tío Rolando».

En caso de que no hayan leído nuestra historia pueden pinchar en mi seudónimo y leer cómo todo ha ocurrido desde el principio.

Como les decía. Estuvimos con Marisol recordando esa vez que accedimos al deseo de Rolando de cogerse a mi esposa delante de nuestros hijos, los cuales son pequeños y tienen 2 y 3 años. Sí, esa vez que ya les conté, en que Marisol se dejó coger de pie desde atrás por Rolando. Ellos se ubicaron entre el sofá y la pared y mi mujer andaba con una falda cortita y sin bragas para facilitarlo todo. En realidad Rolando había deseado algo más brutal y abierto que ese discreto compromiso donde nuestros hijos veían tele y Rolando debía parar el ritmo de la cogida para disimular cuando nuestros hijos nos miraban a ratos. Aún así Rolando gozó del polvo y eyaculó en mi mujer y vio cumplida su fantasía de cogerse a la mami delante de sus hijos.

Lo que no les había contado en detalle es que más adelante él nos insistió en otro deseo. Ahí también alcanzamos un compromiso que nosotros como padres pudiéramos aceptar y que lo dejara satisfecho a él al mismo tiempo.

Dos días después la situación era parecida, toda la familia estaba en la sala viendo tele: los niños cerca del aparato y yo al fondo en mi sillón favorito. Rolando se acostó de lado en el sofá, y Marisol, vistiendo una faldita muy corta y sin bragas esta vez tampoco, se acostó delante de mi compadre. Yo cubrí a la gozadora pareja con una manta para que los niños no vieran lo que su madre y su tío iban a hacer en el sofá.

A mí me excitaba muchísimo el ver a mi ardiente esposa acceder a prestarle el culo a mi compañero de trabajo. Unos segundos después de que yo los cubrí con la manta vi cómo Rolando se movía acomodándose bien apegado al culo de mi mujer. Por la cara de Marisol noté cuando Rolando la convertía una vez más en su culeada hembra, y todo esto a poco más de un metro de distancia de nuestros inocentes hijos que seguían viendo tele.

Rolando estuvo ensartando el hoyo del culo de mi esposa un buen rato. Los dos se movían rico y yo no podía evitar meter la mano al bolsillo de mi pantalón y pajearme. A ratos me tocaba acomodar la manta que se corría con la cogida y el manoseo de mi compadre sobre las tetas de mi mujer. Los dos parecían como en trance sexual, y la presencia y miradas de mis hijos hacia su mami o hacia mí me hacían sentir el cornudo más feliz del mundo. Rolando mientras tanto aumentaba el ritmo de la cogida anal y besaba el cuello de Marisol y le acariciaba las tetas con mayor vigor.

La excitación fue en aumento y Rolando era ahora un energúmeno culeándose a mi amorcito. Y antes de que yo pudiera o quisiera evitarlo, la posición de sus cuerpos cambió cuando Rolando se acostó encima de Marisol aún clavándola por el hoyo anal mientras ambos respiraban en forma agitada. Eso no pasó desapercibido y Estelita y Antonio, nuestros hijos, notaron que el tío Rolando estaba acostado encima de su mamá. Yo estaba demasiado excitado para hacer algo, y por otro lado la manta aún tapaba sus cuerpos, que era lo más importante para Marisol. En lo que me pareció una maravillosa eternidad, comenzó Rolando a llenarle el culo con semen a mi esposa, ante la atenta mirada de nuestros hijos que no entendían qué estaba ocurriendo entre su mami y su tío en el sofá.

Yo ya había eyaculado en mis calzoncillos cuando al fin Rolando se corrió en el rico ano de mi esposa y vio cumplida su morbosa fantasía. Ahí yo me llevé a nuestros pequeños a la cocina para darle oportunidad a Marisol y Rolando de salir del sofá y poner todo en orden. Cuando regresé de darles fruta a nuestros hijitos, encontré a un feliz Rolando sentado en mi sillón y a Marisol inclinada sobre el sofá secando unas manchas de leche tiradas por su semental. Aprovechando que nuestros hijos seguían en la cocina, no pude evitar el impulso y parándome detrás de mi amorcito, le di un buen agarrón en el culo, gozando así de sus ricos cachetes y de la leche que aún se sentía ahí. Mientras me dejaba manosearla, Marisol me preguntó si los niños me habían dicho algo en la cocina y yo la tranquilicé diciendo que no habían dicho nada y que estaban comiendo fruta.

Para conversar sobre el tema les mencioné a Rolando y mi mujer las ocasiones en que la manta estuvo a punto de caerse, y que de no haberla acomodado yo nuestros hijos la hubieran visto ser cogida por el culo. Lo dije en un tono picarón y Rolando se echó a reír y dijo que yo no necesitaba tomarme la molestia. Yo riéndome de vuelta le dije que la próxima vez no me la tomaría. Marisol movía su cabeza como diciendo «estos hombres son todos unos perversos». Y de verdad que tiene razón. Cada vez que recuerdo esa vez, pienso que me hubiera gustado muchísimo haber dejado que la manta cayera al piso y que mis hijos hubieran visto a su madre ser ensartada por el hoyo del culo por su tío Rolando. Hubieran visto sus tetas fuera de la blusa y la manera como Rolando se movía encima de su mamita y se la culeaba duro hasta quedar bien satisfecho. Me hubiera excitado a mí y le hubiera encantado a mi compadre. Y Marisol hubiera tenido que hacerse a la idea de que nuestros hijitos vieron a su tío Rolando usar el hoyo del culo de su mamá y dejarle el popín bien mojado.

Mi compadre me insiste a veces en que quiere hacerlo así, que mis hijos lo vean todo: que vean a Marisol mamarle la verga y recibirle el miembro en todos sus hoyitos. Rolando sabe que a mí me gusta la idea, pero yo le digo que eso depende de Marisol. Ella por su lado dice que los niños están muy grandes ahora y que ya hablan todo y que ella se moriría de vergüenza si en la familia se enteraran de lo que hacemos con Rolando. La muy deliciosa puta admite sí que se hubiera atrevido a hacerlo, pero en caso de haber empezado a acostarse con Rolando mucho tiempo antes, cuando nuestros hijos estaban más pequeños. La putita me excita tanto cuando estamos en la cama los dos solos y tocamos el tema de todas las cosas que ella hubiera hecho con Rolando y sin importar que los niños la vieran entonces.

Sí. No puedo negar que desde que Rolando apareció en nuestras vidas, como matrimonio hemos descubierto un nuevo mundo de sensaciones con mi mujer, que se llama Marisol. Por mi parte he podido disfrutar de lo que es ser cornudo y estar muy cerca de mi esposita cuando Rolando se la coge. Y por parte de ella, la ganancia ha sido mayor ya que él es bien macho, más alto y joven que yo, y su morbosidad despierta el deseo y el placer en mi mujer. La verga de Rolando es un capítulo aparte, ya que comparada con la mía, es muchísimos centímetros más larga y gruesa, algo que mi esposa ha aprendido a valorar.

Para quienes no hayan leído nuestra historia desde el principio, les recomiendo que luego de leer esta parte lean también las anteriores. Lo que escribo acá es verdad, y les aseguro que el nombre de mi esposa sí es Marisol. Me excita escribir su nombre verdadero y que los demás lo lean. Mi mujer se ha vuelto la puta gratis de Rolando, uno de mis compañeros de trabajo. A él también lo menciono por su nombre verdadero ya que me excita ver los nombres de ambos acá y que nuestra historia sea conocida por otros.

Como había dicho antes, Rolando es soltero y bien morboso. Con nosotros, él ha ido aprendiendo las ventajas de comportarse en forma dominante, mezclándolo con las dosis de erotismo que mi esposa y yo necesitamos. Ahora les voy a contar para que vean cómo él hace como quiere con mi esposa y cómo yo me esmero en complacerlo al apoyarlo en las cosas que él proponga.

Hace un tiempo por ejemplo, Rolando nos invitó a una fiesta de parejas que iban a organizar en un cierto sitio de la ciudad. El nos entusiasmó con la idea. Y como yo hago lo que sea para ver a mi mujer en nuevas situaciones que me hagan más cornudo, le di todo mi apoyo. Marisol estaba algo insegura ya que se imaginaba paseándose desnuda entre un montón de gente desconocida, pero pronto Rolando y yo la convencimos. Mi mujer no sabía bien lo que la fiesta involucraba, y entendiendo eso, ni Rolando ni yo entramos en detalles de lo que la expresión «swinger» significaba, para evitar el riesgo de que ella quisiera retractarse a última hora.

El día acordado llegamos en nuestro auto al sitio del encuentro. Era un motel viejo, en una zona vieja de la ciudad, con las típicas calles angostas, un tanto sombrías y sucias. Los tres nos dirigimos a la entrada, cuando un tipo con cara de delincuente, parado junto a la puerta, nos dice que sólo podían entrar parejas. Lo dijo mirándome a mí ya que yo venía más atrás que Rolando y Marisol. Mi compadre le dijo que yo venía con ellos y que no había problema, pero el tipo insistió y Rolando decidió entrar a arreglar el asunto, seguido de mi adorada esposa.

Yo esperé a que me vinieran a buscar bien cerca de la puerta para no perder ni un segundo cuando Rolando o Marisol aparecieran. Los segundos se hicieron minutos, y nadie venía a mi rescate. Más me incomodaba la casi burlesca mirada de un vendedor de flores de un negocio frente al motel y que estaba sentado fuera de su local. Por otro lado me estaban doliendo las piernas de tanto estar de pie y decidí ir a esperar al auto. Simulando dignidad, me fui derrotado a la anonimidad de mi vehículo, lejos de las miradas del vendedor de flores y del portero del motel.

Más de media hora después, yo descansaba la vista mirando unas putitas a lo lejos, cuando se abre la puerta del auto y entra Marisol. Ella estaba echa una furia. Me decía lo mucho que odiaba a Rolando y que nos fuéramos a casa. Me lo gritaba más bien dicho. Yo no entendía su actitud y traté de preguntarle, en el preciso momento en que Rolando aparece junto a mi ventanilla, y con su seductora sonrisa y maneras trata de calmar a mi mujer. Los tres parecemos hablar al mismo tiempo, y mientras yo trato de convencer a Rolando de que se venga con nosotros a casa, Marisol me exige que nos regresemos a casa (los dos solos). Mi socio me guiña un ojo y declina mi invitación diciendo que se va a dar unas vueltas por ahí, a la vez que Marisol me da un manotazo en el brazo para que nos larguemos de una buena vez, cosa que hicimos, por supuesto. Los niños estaban en casa de mi hermana Sole ya que nuestros planes eran estar afuera toda la noche.

Ya en la casa ella se puso su camisón de dormir modelo abuela y nos fuimos a acostar. Al principio estaba ofuscada y más bien callada. Pero yo con amor y paciencia fui haciendo que se calmara y me contara lo que pasó en el motel. Ahí, muy acurrucadita a mi lado, buscando mi calor, amor y seguramente que comprensión me contó la gracia que Rolando se había mandado, o tengo más bien que decir lo que él no había hecho?

Resulta que entraron al motel, él dejó esperando a Marisol en una sala un rato mientras trataba de convencer a los encargados de que me dejaran entrar. Habían más parejas ahí, pero no era como mi mujer creía, que iban a estar en medio de una orgía todos desnudos, sino que conversaban amenamente, algo en penumbras, aunque vestidos eróticamente, por sus bolsos se notaba que se cambiaban de ropa una vez llegados al motel. Rolando regresó bien abrazado de un tipo de mal aspecto y se lo presentó a Marisol como su primo. La mirada que ese tipo le dio a Marisol la hizo sentirse totalmente desnuda, algo que la turbó un tanto. Mi compadre los guió a una habitación y les dijo que comenzaran sin él, que él ya regresaría pronto. Marisol asumió que Rolando me iba a ir a buscar a mí y se quedó tranquila.

Luego de unos segundos de silencio vio Marisol que el tipo se iba quitando la ropa. Ella estaba mirando las paredes y muebles de la habitación, cuando sintió una mano de ese hombre en el culo. A mi amorcito no le quedó más que asumir que para eso había ido a la fiesta con Rolando y conmigo, que era un club de parejas y que ella sabía que lo que iba a pasar ahí tenía que ver con sexo. En espera a que Rolando y yo llegáramos, Marisol comenzó a desnudarse también. El primo de Rolando comenzó a manosearla, y mi adorada esposa se dejó manosear, aunque ella seguía atenta a los sonidos del pasillo, esperando que nosotros apareciéramos.

El tipo la invitó a la cama y Marisol aceptó, se sentía rara al estar desnuda y de pie, siendo mirada de esa manera por el primo de Rolando y le pareció mejor esperar en la cama. El fulano la fue acariciando por todas partes y para Marisol le era cada vez más difícil el rechazar las manotas que la tocaban toda, y se fue dejando acariciar por él para al menos mantenerlo entretenido a él mientras nosotros aparecíamos. Y luego de un rato él ya le tenía un dedo a la entrada del coño y le estaba mamando las tetas. Ese tipo olía a cerveza barata y tabaco de mala muerte, y Marisol lo sentía cada vez más encima suyo, bien conciente de a qué le llevaría todo eso. El aliento de él le quemaba el cuello y sus burdas palabras parecían más bien dirigidas a una puta principiante que a una mujer casada y con hijos. Y así llegó el momento en que él se le montó encima y separó las piernas de mi mujer, metiéndole la verga centímetro a centímetro en su coño. Suerte que ella había visto con anterioridad cuando él estaba abriendo un condón al irse desnudando.

Y ahí estaba mi mujercita, con la verga del primo de Rolando metida hasta el fondo. El tipo le metía su miembro hasta lo más profundo y le manoseaba las tetas y el culo, le besaba el cuello y trataba de hacer que Marisol recibiera sus besos. Mi mujer miraba al techo y pensaba en lo que hubieran dicho sus padres, él ingeniero y su madre profesora de inglés, al saber que su hija se andaba revolcando con un tipejo del cual ni recordaba el nombre, en la cama de un motel barato. Sí que había tocado fondo Marisol con eso. Y por alguna razón, el pensar en que peor que eso no había, y más bajo no podía caer, el ser penetrada por ese negrucho regordete y feo, la fue excitando, y comenzó a entusiasmarse con la cogida y los movimientos pélvicos de él. Ella misma comenzó a moverse al ritmo de él, y a recibir además sus asquerosos besos. Se sentía rico para ella ahora, Marisol se sentía libre de todo prejuicio y sólo quería gozar. Las vulgares palabras del tipo lograban excitarla más aún. Así la quería él, «bien putita» como él decía. Para ella ahora no había vuelta atrás: «si Rolando se demoraba y se perdía de todo eso era su culpa», pensaba mi amada, ¡pero ahora ella iba a gozar!

Estaban en lo mejor cogiendo, los resortes en la cama llegaban a aullar al ritmo de las embestidas de ese bruto semental encima de Marisol, y ella lo recibía bien dispuesta y lo abrazaba firmemente.

El asqueroso aliento de ese feo macho la embriagaba de sexo y placer, y ella se le entregaba en cuerpo y alma, haciendo sonar más aún esa vieja cama. En esa atracción fatal en la que estaba atrapada, le tocó ser llamada puta y recibir un par de ni tan suaves bofetadas en medio de la cogida, pero que ella recibió sin problemas gracias a la excitación, y hasta le tocó sentir un dedo a la entrada del hoyo del culo acariciándoselo y haciéndola sentir más puta de lo que ya se estaba sintiendo.

Cuando mi amorcito veía aproximarse su bien merecido orgasmo, ocurrió que su semental comenzó a eyacular violenta y bulliciosamente, llamándola por las peores barbaridades que ella había escuchado en su vida, mientras él seguía tirando andanadas de leche. Marisol se sintió arrebatada de lo que tanto merecía, y tuvo que resignarse a perderse de un orgasmo y seguir moviéndose rico para al menos dejarlo satisfecho a él.

Cuando el primo de Rolando estuvo listo, se separó un poco de ella, y mirándola desde arriba observó con morbosidad su trofeo: una hermosa y blanca hembra de buenos modales y casada. El la miró con orgullo y satisfacción y sacó su verga del coño. Cuando Marisol le vio la verga se sintió tranquila de que por lo menos había usado condón. Ese fue un alivio para mi amorcito, ya que haber quedado preñada de un tipo así hubiera sido un escándalo mayor en la familia tomando en cuenta que ella y yo, además de nuestros dos hijos, somos de tez bien blanca.

Marisol, se despidió de su semental tratando de disimular que ni siquiera recordaba el nombre de él y salió del cuarto. Cerca de ella se abrió una puerta y salió Rolando a medio vestir. Marisol lo odiaba en ese momento ya que se dio cuenta de que él había estado con alguna puta en otro cuarto mientras que a ella la había entregado a ese monigote que tenía por primo, el cual la utilizó y ni siquiera le dio un orgasmo. Rolando trató de calmarla a la vez que se vestía, pero ella salió corriendo hacia la salida del motel y en dirección a nuestro auto.

Y así es como estábamos luego en casa, los dos solitos y semidesnudos en la cama. Ella me repetía una y otra vez que me amaba. Yo la abrazaba y la besaba tiernamente. Nuestras caricias nos fueron encendiendo y ella me recordó que aún se le debía un orgasmo. Yo le fui bromeando y mientras nos excitábamos más le dije algunas cosas que el primo de Rolando le había dicho en el motel, y ella en el calor del momento, me respondía ahora como una putita lo hubiera hecho. Nos pegamos un polvo maravilloso, luego del cual ambos nos confidenciamos que la cogida del motel nos había inspirado a los dos a nuestra manera. Marisol recordaba en lo mucho que el primo de Rolando la había excitado una vez que estaban en la cama. Y yo por mi parte imaginándome que yo era ese primo, quien de nuevo se ensartaba a mi esposa, y que ella gozaba nuevamente con él.

A Marisol y a mí nos gusta cuando coincidimos en nuestras fantasías en la cama. Y ya que estábamos de tan buen humor ahora, Marisol accedió sin problemas a volver a contarme todo lo que pasó en el motel, pero más detalladamente aún. Me fascinó escuchar de sus labios lo puta que se había sentido y lo fácil que se le había entregado el primo de Rolando, dejándolo bien satisfecho además.

Unos días después, íbamos en el vehículo de la empresa con Rolando, cuando él me obliga a detenerme y estacionarme. No sabiendo que pasaba lo hice. Rolando tocó la bocina, y del otro lado de la calle se acercó un tipo de baja categoría, quien se paró junto a mi ventanilla. Rolando me lo presentó. Felipe, quien era un poco mayor que Rolando, su primo.

Sentí cómo los vellos de los brazos se me erizaban mientras los dos hablaban uno a cada lado de mi asiento, sobre todo cuando Rolando le contó a Felipe que yo era el marido de Marisol. Felipe me estudió unos segundos que me parecieron eternidades y me dijo «Bien rica la Marisol», con un tono de voz que me hasta me hizo imaginármela a ella inclinada sobre la ventanilla del auto mientras él se la cogía ahí mismo en la vía pública. Me dio vergüenza mi propia erección, algo que Rolando me hizo notar cuando nos fuimos de ahí. Antes de desaparecer el primo me preguntó que

cuándo podrían volver a encontrarse con Marisol, a lo que yo balbuceé alguna insípida respuesta tratando de disimular mi obvia condición de cornudo. Es cierto que Rolando me excitaba como corneador. Pero este tipo me paralizaba de placer como semental para mi esposa. El era como Marisol lo había descrito, y me excitó llegar a la conclusión de que mi esposa no podía haber caído más bajo; y aún así recordé lo mucho que ellos habían gozado juntos en la cama.

Más tarde, ese día, al llegar a casa, mi mujer le había servido la cena a nuestros hijos y los acompañaba en la mesa cuando le conté que Rolando me había presentado a su primo. Noté en su disimulado nerviosismo que ella tenía interés en escucharme a pesar de que los niños aún estaban ahí presentes. Pronuncié el nombre «Felipe» claramente para que ella ahora sí se lo aprendiera, cosa que le dio un poco de vergüenza, al revivir en su mente el fogoso episodio del motel. Le dije que él había preguntado por ella y que tenía ganas de volver a verla. Marisol, me dijo que esperara un poco, tomando en cuenta la presencia de los niños, y que de ahí hablaríamos. Se notaba que quería preguntarme más y hablar del tema, pero no delante de nuestros retoños.

En el dormitorio, cerramos la puerta y nos apoyamos en ella besándonos y acariciándonos, y le hablé de Felipe y su interés por volver a verla. Ella me hacía preguntas y yo le respondía y yo le agregaba otras cosas para avivar más su interés. Le dije que se notaba que él estaba caliente por ella (cosa que igual era cierto), y aproveché para inventar algo para probar el interés de Marisol: le dije que Rolando mencionó la posibilidad de juntarnos los cuatro y que entre ellos dos le querían dar verga a mi amorcito. Si Marisol se hubiera negado, yo hubiera reconocido que eso era una mentira mía. Pero ella no lo cuestionó ni se negó, sino más bien se fue excitando con mis besos y caricias, dejando así abierta la posibilidad a que yo siguiera hablándole del tema, cosa que hice. Marisol me preguntó si sería en otra fiesta de parejas en el mismo motel, y le respondí que podría ser en cualquier lugar, incluso ahí en nuestra casa.

– «Aquí…?»– dijo ella, como saboreando sus palabras y pensando en qué sitios de la casa y en qué posiciones lo harían. La conversación me excitó tanto que nos fuimos a la cama a pegarnos un polvo. Y mientras me la cogía, Marisol repasaba conmigo los detalles de una cita así, con Rolando y su primo. Por ejemplo ella quería saber dónde estarían los niños ese día y si tendríamos que comprar licor y preparar otras cosas para ofrecerles. La muy puta planeaba para recibirlos, mientras yo que era su marido le metía la verga y notaba a la vez su interés por ser la esclava sexual de esos dos machos. Cuando le presenté la idea de una penetración doble y ella con toda naturalidad aceptó, no pude más de placer y eyaculé montones en su delicioso coño.

Al día siguiente le di un minucioso reporte a Rolando. Y él, como premio, me deleitó con morbosos detalles de lo que le podrían hacer entre los dos con su primo a mi mujer. Hasta me convenció de que los niños permanecieran en casa y que yo los cuidara mientras él y el primo se ensartaban a mi mujer en nuestro dormitorio. El me decía que a ratos yo podría pegarme una escapadita y entrar al dormitorio para ver cómo se la gozaban y la hacían bien puta mientras nuestros hijos jugaban en la sala. Sólo una pared separaría a mi bien ensartada esposa de la inocente mirada de nuestros hijos. Los aullidos de placer de Marisol los tendría que explicar yo, si mis hijos preguntaban algo.

Cuando le presenté la idea a mi mujer, ella pareció aceptarlo todo bien, aunque me preguntó mi opinión. Y como yo no tenía ningún problema en entretener a los niños en ese rato y no quería que mi hermana, la Sole, sospechara que por qué salíamos tanto de noche, le dije a Marisol que era lo mejor. Dándome un beso en la boca, de esos que suele darme cuando una idea le gusta, vi lo dispuesta que mi esposa estaba a que esos dos ardientes sementales le dieran una cogida doble y la hicieran bien puta en nuestra cama.

A ella no le incomodaba que sus hijitos y su cornudo esposo estuvieran en la habitación contigua. Marisol está bien acostumbrada a hacerlo así con Rolando, y la presencia de Felipe la iba a excitar más aún.

Sólo déjenme decirles que fue exquisito verla vestida de puta entrando a nuestra habitación, seguida por Rolando y Felipe. Los sonidos que de allí salían y lo que pude ver desde la puerta a ratos, fue todo un baño de placer para mis sentidos de cornudo marido y padre de familia.

FIN.