Las vacaciones en familia que se terminan convirtiendo en una experiencia inolvidable, para todos los involucrados

Necesitábamos las vacaciones. Como hemos hecho otras veces, nos fuimos cinco días a la costa del sol, a un aparta-hotel muy apañado a 50 metros de la playa. Nos dieron un apartamento similar al de otras ocasiones, muy amplio con una terraza estupenda que da una plaza y un parking en construcción. En nuestras primeras vacaciones fue el sitio donde practicamos por primera vez… digamos sexo público. Fue una de las noches, mientras follábamos en la cama, mi mujer se puso de cara a la terraza, de rodillas en la cama y apoyando los codos subió su culo y me ofreció su coño abriéndoselo con dos dedos. De inmediato me puse a penetrarla con fuerza, metiendo mi polla hasta el fondo en cada embestida y le dije:

– Menos mal que los de la terraza de enfrente no nos pueden ver bien, porque si no… –

– Pues ven, me pone cachonda pensar que nos ven y se hacen una paja con nuestra escena… –

Últimamente, desde que descubrió los relatos eróticos, le excita pensar que la están viendo mientras practica sexo conmigo y que nuestro espectador o espectadora se masturba mientras lo hacemos. Le da igual hombre o mujer, pero que se excite mientras le mira las tetas y como se toca el coño. Así que se puso de pie y salió a la terraza, tenía puesto un camisón negro de seda muy cortito y con gran escote, lo que unido a sus grandes tetas, hacía una visión tremendamente erótica. Se apoyó en la barandilla de la terraza, arqueó la espalda y abrió las piernas mientras se subía el camisón hasta que su culo quedó totalmente al aire. Me acomodé bien detrás, le abrí las nalgas y la penetré firme pero lentamente. Me quedé dentro de ella mientras le sobaba las tetas por encima de la tela, pasando de puntillas con mis dedos por sus pezones. Al momento, surtió el efecto pretendido: se pudieron grandes y duros. Entonces empecé a follarla con fuertes embestidas. A la segunda, sus tetas ya bailaban libremente y ella misma las atendía, agarrándolas y tocándolas para que no bajara un ápice el grado de excitación. El polvo estaba siendo realmente bueno. Entonces para ponerla ya a tope máximo le susurré al oído:

– Ummmm, que bien follas, zorrita. Y creo que cualquiera que pueda vernos ahora estará de acuerdo.-

– Siii, siii, ahhhh, ummmmm, lo sé. Sigue follándome.

El orgasmo de los dos no tardó en llegar. Ella se corrió primero, llenándome mi zona pélvica de flujo, lo cual hizo que en la segunda embestida siguiente ya no pudiera más. Le avisé. Ella se volvió y se sentó en el pretil, juntándose las tetas con un brazo y cogiendo mi polla con la otra mano para terminar la corrida en sus fantásticas tetas. La llene de leche caliente que ella misma se extendió por todo su pecho utilizando mi polla. Cuando terminó la limpió con sus labios y me besó.

Bien, hecho un resumen de la primer show, cuento lo sucedido estas vacaciones. Nuestros días eran de playa y playa, es decir, relax total. Además, quedábamos reventados de jugar con los niños en la arena y en el agua. Luego un paseo por la noche para cenar algo, un postre y la habitación. El segundo día, cuando llegamos, los niños se quedaron dormidos rápidamente por lo cansados que estaban. Yo estaba pegajoso del calor que hacía, así que le dije que me daba una ducha mientras ella los acostaba y se cambiaba. Me relaje con el agua fresca y tardé un poco más de lo normal. Cuando salí de la ducha lo hice con mucho sigilo para no despertar a los niños ya que tenía muchas ganas de echar un buen polvo con mi mujer. Así que salí del baño descalzo, solo con los slips puestos. Y vi que mi mujer estaba sentada en una de las sillas en la terraza, de espaldas, al dormitorio, pero ligeramente orientada hacia la dirección del mar. La leve brisa fresca de la noche era tremendamente agradable. Llevaba puesto un camisón blanco de encajes pero lo que llevara debajo no podía verlo. No sé por qué, pero me quede observando, sin que me viera, notaba algo… no se… Se le veían las tirantas del camisón a medio brazo, las piernas las había apoyado en el pretil y las tenía semiabiertas. Parecía tremendamente relajada. Vi que algo estaba haciendo porque sus brazos se movían y se movían las tirantas del camisón. Me acerqué un poco más, en silencio y mejorando el ángulo de visión. Entonces pude ver claramente como con la mano izquierda se acariciaba los pechos y con la derecha se estaba masturbando. Ahora, de cerca, podía escuchar sus leves gemidos ya que no quería que la escucharan los vecinos, echaba de vez en cuando levemente su cabeza hacía atrás en señal de que iba aumentando gradualmente el placer. Se tocaba muy despacito, no podía ver si se pasaba la mano por su espléndida raja o si presionaba su clítoris o si tenía algún dedo dentro de su coño, al igual que tampoco podía saber si se estaba pellizcando sus grandes y oscuros pezones o simplemente los acariciaba o si cogía sus grandes tetas y las amasaba. Me quedé observando el erótico espectáculo mientras mi polla comenzaba a alcanzar su esplendor dentro de los slips. Metí mi mano dentro y comencé a masajearla y dejarla un poco más libre.

Creo que ella ya se había dado cuenta que yo tardaba demasiado y se imaginaba o quería imaginar que yo la vigilaba. Creo que esa idea de ser observada en la clandestinidad la excitaba aún más. Y no me equivocaba. Giró levemente la cabeza para que quedara perfectamente de perfil a mi visión y se chupó dos dedos de los que acariciaban su coño haciéndoles una mamada. Eso me puso ya casi a tope, así que directamente saqué mi polla y comencé a masturbarme muy poco a poco, subiendo y bajando mi mano en toda la extensión que podía. Ella se giró un poco más y me vio, pero me hizo un “desprecio” y volvió a mirar hacia adelante pero abriendo un poco más las piernas y haciendo más ostensibles los tocamientos de pechos y coño. Ahora si podía asegurar que se metía uno o dos dedos hasta el fondo porque resbaló su culito más al borde de la silla. Yo seguía con mi lenta paja, haciendo que la sangre inundara todos los vasos de mi polla, poniéndola lo más dura posible. Pero, de repente, me pareció ver algo. Fue un pequeño flash o un reflejo. Venía de la terraza contigua pero como estaban separadas por dos cristaleras opacas unidas en la mitad supuse que sería un reflejo de luces de farolas o de la propia terraza. Sin embargo, me quedé observando cinco o diez segundos con la mirada fija en la división de las cristaleras y pude ver una sombra. Y volví a ver el destello. Me vino la imagen rápidamente: había alguien en la terraza contigua con un móvil o una cámara en la mano. Hice el ademán de guardar mi polla y avisar a mi mujer, pero en lugar de eso me quedé quieto. No se cómo fui capaz, pero decidí jugar el juego de excitación de mi mujer, eso sí, sin decirle nada de momento. Solo iba a excitarla con su propia imaginación sin que supiera realmente lo que pasaba.

Me acerqué por detrás y agachándome comencé a comerle la boca de forma apasionada. La calentura de nuestras bocas se notaba en el aire, el roce de las lenguas bañaba nuestros labios. Deslicé lentamente mis manos a sus pechos, sacándolos de su encierro en el camisón. Los amasé con lujuria en toda su extensión. Se veían preciosas sus grandes tetas perdiéndose entre mis manos. Mientras seguía besándola empecé a centrarme en sus pezones. Estaban duros pero yo quería que explotaran, así que comencé a rodear sus aureolas, pasando de vez en cuando un dedo por cada pezón. Cuando se endurecieron a más no poder, me los acerqué a la boca y los succioné, besé e incluso mordí con delicadeza. Mientras ella no paraba de jugar con sus dedos en su coño. Los pasaba por su raja, abría los labios, se metía un dedo y me lo daba a probar. Yo chupaba su dedo como si de una polla se tratara. Se estaba derritiendo en la silla. Estaba muy excitada. Y no sabía que podía había alguien mirando por una rendija a escaso metro y medio.

– Cariño, estas muy cachonda, eh?? – le dije al oído.

– Ummm, si, si, mucho. Me encanta excitarme mientras te excito a ti. – Me dijo entre jadeos.

– Pero vámonos al cuarto, quiero follar. Y aquí nos van a ver.- me dijo mientras intentaba levantarse.

Volví a besarla, presionando levemente sus hombros en señal que no se levantara.

Entre jadeos, volvió a insistir:

– Vámonos dentro, que aquí hay mucha luz y nos van a ver.

– Que no, no te preocupes. Todos los vecinos duermen. Además, son casi las 2 de la mañana y mañana es día de trabajo.- insistí yo mientras aumentaba el ritmo de mis tocamientos en sus pechos. Quería que se excitara todavía más para que accediera a quedarse.

Saqué mi polla y se la puse junto a su boca, siempre tratando que nuestro o nuestra misterioso/a espectador/a no perdiese detalle y tuviera primeros planos. Ella giró su cabeza y se la metió en la boca, aprisionándola con fuerza en sus labios y comenzó a mover su cabeza hacia delante y detrás. Mientras, yo seguía jugando con mis manos en sus tetas y ella con la suyas en su coño. Yo ya empezaba a controlarla para que sin bajar la excitación no fuera a correrse. Quería que el espectáculo se prolongara.

– Ummm, que ricura de polla. Que dura la tienes. Veo que estas también a tope de calor.-

– El espectáculo que me estás dando lo merece, cariño – le dije y pensando para mi… Y el que estás dando a otros…

Volvió a sus quehaceres orales, pero esta vez ayudándose de las manos. La mamada ya era de categoría especial, tenía la polla chorreando de saliva y jugos de su chochito. El calor que manaba de su boca era indescriptible y no se saciaba. Cada vez sus labios iban más rápido y llegaban más lejos. Estaba sintiendo que la corrida estaba cada vez más cerca, así que aceleré los tocamientos en sus pezones, los hice más seguidos y más fuertes.

– No sigas apretándome las tetas que me corro y lo sabes.-

– ¿Por qué no? No quieres correrte quizás – le contesté.

– Si. Quiero correrme. Pero con tu boca. Quiero que me comas el coño hasta que se me derrita.- me dijo con los ojos rebozando lujuria.

Miraba hacia el balcón y eso me hacía dudar sobre si sabría que alguien la estaba viendo en su máxima expresión de mujer morbosa. Creía que no, porque aunque fantaseábamos con eso, no sé si hubiera seguido hasta este punto. Es cierto que habíamos follado con Lalo y Lola, practicado sexo con Lola a solas… pero no un desconocido total.

– Lo que tú quieras, putita. Pero antes tienes que terminar la mamada. Sigue, sigue… ahhhh… que gustazo joder, como la chupas, cariño.- dije yo con la líbido por las nubes y con ganas de correrme.

– Si, si. Hasta el final… hoy voy a sacarte la leche como tu sueñas… dentro de mi boca… la quiero toda.-

Ya estaba a punto de correrme pero no quería correrme en su boca quería darle a nuestro/a mirón/a algo mejor. Así que en el momento de correrme se la saque, no sin tener que esforzarme, de la boca y yo mismo me terminé la paja sobre su cara.

– Cierra los labios, cariño.- Le dije con la intención de que el semen chorreara por sus labios a sus pechos.

Con tanta excitación eyaculé en condiciones. La corrida le quedó por su cachete, sus labios y sus tetas. Le cogí una mano para que ella misma se extendiera la corrida por sus tetas. Le acerqué la polla a la boca para que limpiara el resto de la leche que aún manaba como última señal. Me limpié mi mano en sus tetas. Pensé en lo bien que se lo tendría que estar pasando al otro lado del cristal, así que no esperé ni un momento más para darle un final acorde. Me arrodillé entre sus piernas. Las abrí un poco más. Acomodé mi cabeza en uno de sus muslos y con la mano le abría el coño para que mi compinche pudiera ver el efecto de su calentura. El flujo brillaba con las pocas luces de la terraza y la iluminación de la noche. Introduje un dedo lentamente. Luego otro. Llegaba hasta el fondo de la vagina y los movía dentro, rozando la zona que rodea al punto g (o se supone) y buscaba la pared de su culo. Saqué los dedos completamente chorreando y volví a buscar su zona genital… pero ahora dos dedos buscaban su vagina y el dedo corazón, totalmente lubricado por ella misma, empezó a apretar la entrada de su culito. Ella se dejó hacer. Levantó un poco su cuerpo y puso el culo justo en el borde de la silla, de forma que pudiera meter el dedo sin problemas. Comencé a follármela con tres dedos, dos en su coño y uno en su culo. Lento, para no lastimarla y no quisiera seguir.

Echaba su cabeza hacia atrás. Se sobaba las tetas bañadas en mi leche. Levanté mi mirada y la miré a ella, relamiéndome los labios.

– Voy a comerme tu coño y hacer que te corras como nunca. ¿Te gusta la idea, mi zorrita? – le susurré

Ella unió sus pechos los subió un poco y pasó su lengua por ellos, recogiendo un poco de leche. Me miró y me dijo:

– ¿Tu qué crees? Deja de hablar y mete tu lengua en mi raja.

Era hora de terminar. Así que hizo lo que me pidió. Acerqué mi boca a su coño y comencé a abrir su labios con mi lengua, pasando de arriba a abajo y al contrario. Casi se abrieron ellos solitos, dejando libre el camino a su clítoris. Mi lengua llegó fácil. Empecé primero a presionarlo poco a poco, mientras no dejaba de meter y sacar lento pero con ritmo firme los dedos en su coño y en su culo. Ella empezó a moverse, señal de que el orgasmo venía en camino y era de importancia. Así que ahora me dediqué a lamerle el coño entero pero llegaba al clítoris y lo rodeaba, lo succionaba con delicadeza. Me agarró la cabeza con fuerza para que la hundiera en su entrepierna. Aceleré y me dediqué solo al clítoris, le di velocidad a la lengua. No tardó mucho en comenzar a salir flujo en cantidad. Se estaba corriendo. Arqueó el cuerpo y apretó los muslos. Eso hizo que mis dedos quedaran aprisionados. Cuando soltó tensión retiré mis dedos con cuidado. Me levanté y le comí la boca. Mezcle sus jugos con los míos, con nuestra saliva… El orgasmo de cada uno había sido intenso a más no poder. No le dije nada acerca del show que habíamos ofrecido. Mañana sería otro día.

A la mañana siguiente mi intención desde que me levanté era por supuesto descubrir quien se había puesto las botas mirando la noche anterior. En el desayuno trataba de observar si alguien nos miraba de forma distinta o daba alguna señal. Nada. Nos disponíamos a salir para la playa cuando mi mujer me dijo que subiera a la habitación a por no sé qué que se le había olvidado. Subí. Cuando iba a salir oí ruido en la habitación contigua, así que me quedé unos segundos junto a la puerta escuchando. Cuando oí la puerta de al lado abrirse, yo hice lo propio con aire distraído. Una mujer de nuestra edad, quizá algún año más pero no más de cuarenta y dos o por ahí, cerraba la puerta. Era de estatura normal. Pelo castaño corto. Llevaba gafas de sol grandes así que la cara no pude fijarme bien. Su cuerpo se veía estilizado, pero no delgada. Sus piernas parecían bien torneadas. Tenía unos pechos notables, no como los de mi mujer, pero una buena talla, seguro. Llevaba un vestido de playa, corto pero no ceñido, así que solo eran parecidos. Ella se percató de mi presencia y mi vistazo. Me miró y de inmediato agachó la mirada, dio media vuelta y se quedó inmóvil. Me di cuenta enseguida: ¡Ella era nuestra mirona!. Se quedó quieta con el disimulo de buscar algo en su bolso. Yo empecé a caminar despacio, como despreocupado.

– Buenos días.- le dije al llegar a su altura.

– Hola.- me contestó ella muy bajito y sin levantar la mirada.

– Espero que haya dormido tan a gusto como lo hicimos nosotros.- comenté yo sin dejar de andar.

Pero escuché su respiración. Me paré y me volví. Estaba petrificada mirándome. Aún sin quitarse las gafas de sol, podía adivinar sus ojos abiertos haciendo juego con su boca a medio abrir. Incrédula. ¡¡Había sido descubierta!!

– Yo… yo … no … no … – es todo lo que supo decir.

Yo sonreí pícaramente y me perdí escaleras abajo. Al llegar abajo mi mujer me dijo:

– ¿Por qué sonríes? –

– Nada, nada, que vengo pensando… – contesté sin darle importancia.

Después de comer en la playa decidimos ir un rato al hotel. Al llegar, los niños quisieron ir a la piscina, así que fuimos a darnos un baño. Mi mujer subió a dejar algunas cosas en la habitación. Cuando salimos a la piscina vi que no había demasiada gente. Dos niños más jugando y tres tumbonas ocupadas. En una de ellas estaba nuestra mirona y deduje que los niños eran suyos porque no les perdía la vista. Con toda la intención ocupe la tumbona de al lado y deje las cosas con disimulo, sin prestarle o parecer prestarle mucha atención y me senté a jugar con el móvil de cara al agua para vigilar a los míos. Al poco jugaban los cuatro juntos.

Ella se incorporó de la tumbona, se sentó en el borde y me dijo:

– Buenas tardes.

– ¿Hola que tal? – contesté yo.

– Estaban deseando jugar con otros niños, aunque se llevan bien se aburren. Son extrovertidos. – me comentó refiriéndose a sus hijos.

– Si, los niños tienen esa facilidad. Rápidamente se hacen amigos. Me alegro que disfruten. Al fin y al cabo, las vacaciones también son de ellos – comenté.

– Me llamo Berta (nombre por supuesto ficticio).

– Yo XXXXX (no daré mi verdadero nombre, como es lógico).

– Verás – siguió ella – Quería… quería disculparme por lo de anoche. Ya sé que sabes que fui yo. Creo que yo misma me he delatado esta mañana en el pasillo. Pues eso… quería disculparme y decirte que… bueno… verás… yo… yo no soy una pervertida… ufff que vergüenza, por dios, fue algo… no se… un impulso. Yo estaba allí sola en la terraza, todos dormidos. Estaba intentando relajarme… escuché a tu mujer gemir… y me asomé con curiosidad… sé que tenía que haber hechor ruido para que os dierais cuenta o irme… pero no pude. Era tan morboso y excitante… lo siento. Espero que tu mujer no os hayáis enfadado mucho. Además, supongo que como yo tengo una vida sexual digamos… normalita… pues fue algo nuevo para mí.

– Bueno. A ver. No te preocupes por eso. Verás yo no me enfado y mi mujer no lo sabe… aún.-

Sus ojos se abrieron en señal de sorpresa y fue a decir algo, pero solo abrió la boca un instante. Seguí hablando.

– Yo tampoco quiero que pienses que somos unos degenerados y que vamos haciendo shows de este tipo por todos sitios. Nuestra vida sexual es divertida y morbosa, pero no una peli porno continua, la verdad. Pero últimamente fantaseamos los dos con que alguien nos ve mientras practicamos sexo (le conté brevemente el tema de los relatos y tal). Y mira por donde, se ha cumplido la fantasía. No se lo he dicho todavía a mi mujer porque no se lo quiero decir así, en seco, cuando vaya surgiendo la conversación íntima se lo diré, para que se lo tome bien. Yo sé que no se va a enfadar, o eso creo, pero tampoco quiero cortarle el rollo tan bueno de vacaciones.

– Eso sí. – me puse bastante serio – Me dio la impresión, no si me equivoco, que tenías un móvil, una cámara o algo similar. Si es así, por favor, te ruego que borres de inmediato todo. No me importa que nos hayas visto, pero ya el tema de grabar… Para nosotros, imagínate, sería terrible que esas imágenes saliesen por ahí en cualquier sitio…

Ella se quedó quieta, se ruborizó, supongo que porque pensaría que sí, que era una pervertida y que además de espiar a una pareja practicando sexo, lo había grabado. Pero reaccionó:

– Bueno… si… es verdad, os grabé. Primero a ella sola y luego a los dos… Y por supuesto, ahora mismo lo borro, lo tengo aquí en el móvil.- Se volvió y sacó el móvil del bolso de la playa y se puso a buscar la carpeta de vídeos. Se sentó a mi lado y me dijo:

– Toma para que veas que de verdad se borra, hazlo tú mismo- y me acercó el móvil para que le diera a borrar. Entonces le dije yo:

– Antes de borrarlo… ¿te importa si lo veo? Me da morbo vernos a nosotros mismos… la verdad.

– Bueno, a mi me da igual, al fin y al cabo los protagonistas sois vosotros – me contestó sonriendo. Ya estaba más relajada.

– ¿Es bueno? – le pregunté con toda la intención del mundo.

– A mi me ha puesto a cien – dijo ella

– ¿Cómo que te ha puesto? ¿No lo viste en directo o lo has vuelto a ver? – le pregunté con cara de circunstancias.

Esta vez no se ruborizó. Ahora dominaba la situación. Se relamió los labios y me dijo muy sensualmente:

– Está mañana comprobé si la grabación era igual de buena que la escena en directo. Y vaya si lo es…

Puse el video con volumen bajo y comencé a verlo. La verdad es que era tremendamente excitante y erótico… bueno vale, porno. Tanto que note que mi polla comenzaba a despertarse poco a poco. Y a Berta también le excitaba. Vi de reojo como sus pezones se marcaban en el bikini amarillo. Vi entonces que mi mujer estaba llegando a la tumbona y que mi bulto podría a ser visible en cualquier momento, así que lo detuve. Berta estaba totalmente encendida por el rubor y el morbo. Al llegar mi mujer a la tumbona saludó:

– Hola. He tardado un poco más, lo siento. –

– Nada cariño, no te preocupes. Esos dos están pasándolo pipa con sus nuevos amigos. Por cierto, son hijos de ella. Berta, mi mujer Lydia (nombre falso), Lydia ella es Berta. Es nuestra vecina de habitación – añadí mientras la miraba y sonreía pícaramente.

Hechas las presentaciones, se pusieron a charlar. Estaban de pie y yo sentado. Disimuladamente me fije en el bikini de Berta y vi que la excitación del video había surtido efecto porque tenía la braguita un poquito manchada y los pezones erectos. Yo mientras como aún tenía en la mano el móvil de Berta en lugar de borrar el vídeo me lo pase al mío por bluetooth. Una vez pasado, lo eliminé. Como las dos mujeres empezaron a coger confianza. Yo decidí meterme en la piscina a jugar.

Por la noche, mientras cenábamos surgió la conversación de nuestros vecinos. Ambas mujeres habían cogido algo de confianza y se llevaron un buen rato hablando por la tarde. Mi mujer me comentó que le daba la impresión de que Berta estaba un poco “sola” con respecto a su marido (lo llamaré Berto).

– ¿Sola? En qué sentido – pregunté yo.

– Hijo, en el sentido de que no la acompaña mucho en las tareas de los niños, por ejemplo. Ella en la piscina y él durmiendo. En la playa, por lo visto él se va al chiringuito y solo está con ellos el tiempo de un baño… No sé… Lo mismo tampoco se presta mucho a… – se rió pícaramente.

– Jajaja, desde luego, vaya vacaciones que llevas, todo el día pensando en lo mismo – reí yo. – Aunque bueno, ahora que lo pienso, puede que tengas razón, lo mismo hay que ayudarla en algo…

– ¿Tú que vas a ayudar? Anda, anda, con lo tuyo tienes de sobra. – bromeó ella.

– Noooo, yo lo decía por si entre los dos, le montamos un numerito, ¿te imaginas? .

El caso es que quedó en risas y bromas picantes. Llegamos a la habitación algo más tarde. Los niños cayeron de sueño en seguida. Esta vez fui yo quien se fue a la terraza. Estaba de pie, apoyado en la barandilla, esperando que mi mujer terminara de acostar a los niños y se cambiara. Hacía una noche magnífica, algo calurosa, pero corría una brisa de vez en cuando… La terraza de nuestros vecinos estaba apagada. Sin embargo, oí leves movimientos. Al otro lado de los cristales apareció Berta. Estaba muy guapa, se había pintado con la excusa de salir a cenar con su marido, y tenía un rojo intenso en los labios y una sombra remarcada de ojos que le daba un toque misterioso y morboso al mismo tiempo. Solo pude ver que llevaba un ligero batín de seda color negro sobre los hombros. Me hizo una señal para que estuviera en silencio. Me acerqué al cristal y estiré el cuello para ver el resto… Y me quedé mudo. Tenía un cuerpazo que era moldeado a medias por el batín. Digo a medias porque lo tenía semi-abierto, mostrando solo lo justo y necesario para ser más que sugerente. Sus pechos no eran tan grandes como los de mi mujer, pero eran turgentes y se veían firmes. Tenía un tanga, o eso parecía, bien comidito por las ingles y semitransparente, que permitía apreciar el vello púbico que únicamente llevaba bien arregladito en su monte de venus. El resto estaba totalmente depilado. Mis ojos estaban fijos en ella. Cerró un poco la cortina de su terraza, para que fuera difícil verla desde el interior. Se acomodó en una silla y comenzó a tocarse muy sensualmente. Primero los muslos. Conforme subía sus manos desde las rodillas se iba abriendo la parte inferior del batín dejando por completo a la vista el tanga. Se tocaba su coño por encima de la tela. De inmediato, mis sentidos reaccionaron, disparando mi libido por las nubes con el efecto de una erección total. Oí ruido y vi que mi mujer se acercaba y se paraba en la puerta de la terraza apoyándose en el marco de forma muy sexy, pero no más que su apariencia. Llevaba un sujetador negro que, sin que le haga mucha falta, le sube las tetas uniéndolas en un descomunal canal de lujuria y erotismo. A juego una braga “brasileña” negra y unas medias de rejilla… En fin, estaba para follársela allí mismo, cosa que por cierto, intenté desde ese momento. El caso es que me lleve las manos a la cara como señal de admiración y que estaba “para romperse” y antes de que pudiera decir nada le hice una señal de silencio y que se acercara despacio. Cuando estuvo a mi altura la rodee con mis brazos, bajando mis manos a su espléndido culo y metiendo mi lengua en su boca ávida de placer. Una vez estuvimos besándonos casi con desesperación unos largos segundos, le indique que mirara con cuidado a la terraza de al lado. Mi mujer se asomó por el extremo del cristal que separa las terrazas y pude ver como se quedó boquiabierta unos segundos apartando la cabeza rápidamente y parapetándose otra vez detrás del cristal junto a mí. Me miró con cara de incredulidad y sorpresa. Lógico, por cierto. Desconcertada me preguntó con los ojos “qué hacemos”. Le empuje a que siguiera mirando y yo me coloqué por la ranura donde Berta miró la noche anterior. Yo no tenía móvil. Solo mis ojos. Así que nos convertimos los dos en voyeurs. Mi erección era ya muy fuerte pero no era solo yo quien estaba excitado, Berta tenía ya la bata totalmente abierta y se acariciaba sus pechos con delicadeza. Sus pezones estaban duros como rocas. Eran rosados por contra de los oscuros de mi mujer. La mancha del tanga en su entrepierna delataba su extrema excitación. Simulaba que nadie la miraba, pero sabía perfectamente que mi mujer y yo estábamos muy pendientes de cada rincón de su cuerpo. Mi mujer comenzó a excitarse con el cuerpo y la sensualidad de Berta. Sus mejillas cogieron color, sus pezones se marcaron en el encaje del sujetador y sus muslos acomodaron sus bragas ante los primeros efluvios de su placentera entrepierna.

Deje de mirar. Mi mujer intentó hacer lo mismo, pero yo la detuve. Le pedí que siguiera.

– ¿Que haces? Nos va a ver. Qué vergüenza. – me susurró.

– Que no. No pasa nada. No ves que está encantada con ella misma.

Yo la puse totalmente contra la barandilla y comencé a tocar sus pechos y sus pezones por encima de la tela. Los apretaba con firmeza, los levantaba, rodeaba sus aureolas y jugaba con un dedo en sus pezones. Al mismo tiempo iba mordiendo su cuello y jadeando en su oído. Cogí sus bragas y tiré de ellas hacia arriba provocando que se metieran por su culo a modo de tanga. La tela rozó su coño intentando colarse entre sus labios. Amasé su culo con la mano izquierda mientras con la derecha no desatendía sus tetas. Mis jadeos eran mayores y los suyos cada vez más sonoros y desvergonzados. Ya le daba igual si Berta la veía. Y así estaba siendo, Berta la miraba con disimulo, pero ambas sabían que se estaban viendo. A ninguna le importó. Y a mi mujer menos cuando sintió mis dedos jugando con su coño, abriendo sus labios, bañándose en sus jugos, jugando con su clítoris. Abrió un poco más las piernas y se apoyó en la barandilla. Ahora Berta podía ver todo el perfil de los pechos de mi mujer. Me quité los slips y le quité sus bragas. Subí un poco su pierna hasta que se apoyó en el pretil… mi polla comenzó a rastrear… pasaba de su culo a su clítoris… buscaba la entrada a la puerta del placer total… Fue poco a poco presionando hasta introducirse por completo.

– Umm, aaaggggghhhhhhhh – susurró mi mujer.

Comencé a follármela poco a poco, con penetraciones no muy rápidas pero si profundas. Sacaba mi polla hasta que dejaba la punta justo entre sus labios mayores y esperaba uno o dos segundos… entonces la introducía hasta el fondo. En la tercera penetración los efectos de su excitación corrían como un río salvaje por el tronco de mi polla. Por los jadeos del otro lado del cristal supuse que Berta estaba a punto de correrse… No era así… estaba cachondísima… Mi mujer se sacó mi polla y me hizo ocupar su lugar… Cuando miré vi a Berta… abierta casi por completa en la silla y se estaba metiendo un plátano a modo de consolador. Su coño se veía mojado, muy mojado, y muy rosado por la excitación. Su total depilación hacía que los flujos brillaran por toda la zona, incluso algunas gotas se abrían paso por sus ingles hasta morir en sus preciosos muslos. Entonces mi mujer se colocó detrás de mi y comenzó a hacerme una paja muy lentamente, mientras yo contemplaba la masturbación de Berta. Cuando ella se dio cuenta que ahora era yo quien miraba aceleró el ritmo de su particular consolador, con su otra mano se pellizcaba los pezones mientras muy bajito suspiraba de placer y me miraba con la boca abierta y la lengua jugando con sus labios en señal de excitación. Mi mujer seguía con las magníficas caricias en mi polla. Berta ya estaba a punto de explotar, se sacó el plátano del coño y comenzó a chuparlo mientras se terminaba la paja con las piernas totalmente abiertas. Se corrió y se estremeció en la silla, cerró sus piernas y desplomó la cabeza hacia atrás. Resopló mientras me miraba. Me lanzó un beso. Se tapó y se fue a la habitación.

Yo me di la vuelta. Hice lo propio con mi mujer. Me coloqué detrás y mientras le agarraba y masajeaba con pasión y lujuria las tetas la conduje hacia el dormitorio. Antes de llegar a la cama le quité el sujetador, de forma que me dediqué con devoción a sus extraordinarias tetas. Le di la vuelta, chupé sus pezones, los mordía, pasaba mi lengua por la unión de sus pechos, buscaba su boca. Mi lengua buscaba la suya. Las dos se revolvían con desesperación en nuestras bocas.

– Vaya tela con la vecina. Nos ha puesto cachondos como pocas veces, eh – me dijo mi mujer.

– Es que le caemos bien y quería portarse igual de bien con nosotros que nosotros con ella – contesté yo.

Miré a mi mujer de una forma morbosa, mordiéndome el labio cuando le dije eso. La puse a cuatro en la cama, le hice apoyar los codos en la cama y levantar el culo. La abrí bien el coño con los dedos y empecé a masturbarla mientras con la otra mano, sin que se diera cuenta, cogí el móvil de la mesilla de noche. Busqué el video de la noche anterior y se lo di para que lo viera. Mi mujer se volvió de inmediato y me miró más seria de lo que yo esperaba:

– ¿Qué es esto? ¿Me lo puedes explicar? – me espetó.

– Ssshhhhhhh. Vuélvete, ponte como estabas. Dale al play y espera 30 segundos. Si no te gusta me lo dices y lo borro enseguida – le dije yo con firmeza.

No sin algo de resistencia volvía a ponerla a cuatro en la cama, pero esta vez le metí la polla de un solo golpe. Hasta el fondo. El gemido fue rotundo. Empecé a darle fuerte. A bombearle el coño como a ella le gusta cuando ya enfilamos la recta final. Como no perdía ojo del vídeo supuse, con acierto, que le gustaba lo que veía. Ella comenzó a empujar su culo contra mi pelvis, en señal de que quería más. La agarré bien de la cintura y apreté el ritmo todo lo que pude.

– Aaaaaaaahhhhhhhhh, sigue, sigue, sigue… me corro, joder, me corroooooo… no pares, no pares – me dijo mientras ella misma se masturbaba con una mano, mientras con la otra seguía con el video en el móvil.

– Si, si, siiiiiii, yo sigo, putita yo sigo. ¿Te ha gustado el vídeo, eh? Yo sabía que te gustaba que te vieran. Ummmmm, que paja se ha hecho Berta a nuestra salud – dije yo en medio de un placer de locura.

– Si, si, se ha corrido bien y anoche seguro que se hizo otra mientras nos miraba, aaaaaaggggg, aggggggggg.

– Y esta mañana otra mientras volvía a verlo, seguro – respondí yo.

Ya no podíamos aguantar más. Yo hacía esfuerzos tremendos por no correrme, tenía que aguantar unos segundos más, hasta que ella se corriera con su dedo. Y así fue, comenzó a gemir con más fuerza mientras cerraba las piernas. En ese momento, en que sentí sus labios apretarme la polla con las contracciones, yo aceleré en ritmo y en fuerza.

– Ahhhhhhhh, siiiiiiiiiiiii me corriiiiii – dijo mientras trataba de desplomarse en la cama.

Yo cogí con fuerza su culo y apreté la polla todo lo que pude.

– Me corro, cariño, me corro. Tus tetas, quiero tus tetas.

Se tumbó en la cama se dio la vuelta y se unió sus pechos con los brazos. Yo me puse a horcajadas sobre su abdomen y solté la excitación de toda la noche en forma de chorros de semen mientras me follaba sus tetas. El primero acabó entre sus labios y el resto, unos cuantos, recubrieron sus tetas. Yo dirigía mi polla hacia uno y otro para repartirlos por los dos. Limpié mi polla en sus pezones y caí a su lado. Ella no había soltado el móvil. Le dije:

– ¿Lo borro o lo guardo?

– No lo sé. Mañana te lo digo – me contestó sonriendo.

A la mañana siguiente nos encontramos con Berta y su familia en el desayuno. Una mirada cómplice entre los tres fue lo único que sacamos. El resto se quedó en las terrazas. El resto de los días los pasamos como si nada.