Las folladas de vacaciones

Era nuestro tercer de vacaciones en el hotel, una noche antes mi maestro me había follado como nadie lo había hecho y lo mejor de todo es que lo disfrute al máximo.

Cuando desperté Ernesto ya no estaba en la cama, “de seguro fue a desayunar” –Pensé. Yo aún estaba enredada en las sabanas de la cama y la luz del día se asomaba por la ventana.

Para este día no teníamos planeado nada, después de todo lo que hicimos ayer no nos pusimos de acuerdo para ver qué haríamos este día.

Con toda la flojera del mundo me levante y me dirigí a tomar una ducha con agua fría. Mientras enjabonaba mi cuerpo podía sentir como mis bellos se erizaban por el agua fría, mis pezones lentamente se fueron poniendo duritos por lo mismo y al llegar a la parte de mi conchita, pude sentir un leve dolor. –“Es de esperarse” –pensé. Después de la cogida que me dio Ernesto anoche.

Cuando salí de la ducha comencé a ver que me pondría para salir, sin batallar mucho tome unos shorts cortos una blusa y debajo otro bikini de color negro que ya tenía desde el año pasado.

Al bajar al restaurante del hotel me encontré con mi maestro desayunando, al verme su sonrisa se formó de oreja a oreja y yo sabiendo a que se debía tal expresión sonreí bajando la mirada y acomodando un mechón de cabello por detrás de mi oreja.

–Buenos días Bárbara, ¿cómo amaneciste?

–Muy bien maestro, dormí muy bien después de… –viendo para los lados para que nadie me escuchara –Después de tener relaciones con usted.

–Ya veo, yo también dormí muy bien, tenía tiempo sin coger así –me contestó.

Cuando llego el mesero ordené algo y seguimos con nuestra plática.

–Para este día tengo planeado llevarte de paseo por la costa ¿Qué te parece?

–Me parece bien, algún lugar en especial.

–Así es preciosa, iremos a una playa virgen a nadar y disfrutar del día. Así que espero que vengas preparada.

–Claro que sí. –Y sin que se lo esperara, me saque la blusa quedando únicamente en el top del bikini ocasionando que a más de uno se le fuera la mirada hacia nuestra mesa.

Después de desayunar fuimos a comprar varios refrigerios para pasar el día y ya casi siendo medio día nos dirigimos hacia los muelles. En el lugar había una gran cantidad de botes y veleros amarrados, casi no había turistas ya que en estas fechas casi no había afluencia de personas viajando.

Al llegar al muelle donde se encontraba el bote en el que saldríamos pude ver a una persona conocida, se trataba del barquero del día de ayer, al vernos nos saludó con ímpetu y emocionado por tenernos de vuelta usando sus servicios.

–Veo que les gustó el paseo de ayer.

–Claro que si Joaquín, Bárbara disfruto las cascadas de ayer. –Al recordar el momento de la foto de ayer los tres reímos y pude entender por qué Joaquín lo hizo también.

Antes de zarpar, el barquero nos ayudó a subir las cosas al bote para después explicarnos lo que haríamos y darnos un breve recorrido por el nuevo bote que ahora tenía. Sin embargo, empezaba a notar algo raro en el ambiente, de vez en cuando caché a Joaquín viéndome fijamente y pude notar que mi maestro y él hablaban de algo pero no podía escuchar de que.

Al cabo de quince minutos de haber llegado comenzamos nuestro viaje por la costa. Al entrar a mar abierto el agua estaba algo picada por lo que el bote se movía bastante.

–Voy a bajar a cambiarme Bárbara, en un momento regreso. –Ernesto entro al camarote y se perdió, dejándome con Joaquín en la cubierta.

Al no tener nada de qué hablar tome mi teléfono y comencé a tomarme fotos

–Bárbara puedes venir. –escuche que me hablaba Joaquín. –Preciosa, necesito que te pongas en la proa un momento, necesito que el bote este nivelado en lo que regresa su esposo a cubierta. –De mala gana me dirigí hacia enfrente del bote y me recosté en la cubierta.

Aprovechando que tenía los lentes para sol veía a Joaquín de reojo y no dude en que solo me dijo que me pusiera aquí para estarme viendo todo el rato.

–Por cierto, Ernesto no es mi esposo. –le contesté.

– ¿De verdad? Una disculpa señorita, creí que lo eran ya que así lo parecen. Y si no son pareja, ¿Qué son? –me preguntó. Sin decir más, me volteé viendo al mar y fingí no haberlo escuchado, no esperaba una pregunta así de parte de él y me daba pena decirle que era mi maestro.

El bote seguía su curso ya por mar abierto y se movía mucho debido al oleaje que había, tuve que agarrarme bien de uno de los barandales para evitar caerme al agua. –Cuidado señorita, no querrá caerse en estas aguas… Según los pescadores locales, esta ruta está llena de tiburones en esta época del agua… sería una tristeza que semejante mujer como usted fuera el bocado de un animal como ese. –Después de terminar pude notar que se le reflejaba una sonrisa en su rostro, por lo que me imagine que me intentaba asustar.

Al cabo de unos minutos mi maestro salió del camarote vestido con una guayabera, unos shorts, sus sandalias y un sombrero playero. Al moverse tanto el bote no me podía mover de mi lugar pero veía como Ernesto y Joaquín platicaban en voz baja y tiraban miradas hacia donde me encontraba.

No me agradaba mucho Joaquín y que mi maestro hablara con el mucho menos. El viaje continuo por 15 minutos más has que llegamos a una ensenada donde el agua estaba más tranquila. Sin que el bote se moviera tanto me puse de pie y me dirigí hacia Ernesto, emocionada le pregunte si se metería a nadar conmigo.

–lo siento Bárbara, pero no sé nadar, así que te toca a ti sola –De mala gana me quite el short que traía puesto quedando únicamente en bikini y me di tire al mar. El agua estaba cristalina y se podía ver la arena del fondo, había peses y corales, era un lugar hermoso.

Después de media hora de estar nadando volví a subir al bote con Ernesto, él estaba sentado bajo la sombra por lo que me dirigí hacia donde estaba.

–El agua esta deliciosa –le decía mientras me secaba el cuerpo con una toalla. –Debería de entrar a ver la diversidad de peses que hay en el lugar. –Estoy bien así barby, además… la única diversidad que quiero ver eres tú. –Sin esperarlo me tomó de la cintura y me jaló hacia él para inmediatamente darme un beso en la boca.

Debo decir que me sorprendió tal acción, pero le correspondí besándolo igual. Mientras nos besábamos sentía sus manos deslizándose por mi cuerpo aun húmedo

–Tus labios saben a sal. –Es normal… estaba nadando en el mar. –le respondí. De pronto sentí que sus manos desataban los cordones de mi bikini pero cuando quise reaccionar Ernesto ya me lo había quitado dejándome completamente desnuda.

–¡¿Qué haces?! –Le pregunte extrañada por tal acción.

–Desnudarte para follarte.

–Pero el barquero… nos vera.

–No te preocupes, él está abajo tomando una siesta.

–No creo que sea buena… –sin dejarme terminar mi frase, Ernesto empezó a frotar mi entre pierna con sus dedos logrando callar mis objeciones.

–No creo que… aaahh… –al querer detenerlo una vez más, mi maestro me logró silenciar esta vez penetrándome con dos de sus dedos.

–No es justo aún no estaba húmeda. –le recrimine mientras cerraba mis ojos y me dejaba llevar por el placer que estaba naciendo en mi conchita.

Rápidamente mi maestro comenzó a penetrarme más rápido y con su pulgar estimulaba mi pequeño botón que con cada roce se ponía más duro.

–No tan rápido maestro no quiero correrme aun. –le decía mientras me aguantaba las ganas de dejar escapar un orgasmo.

La estimulación que generaba en mí era increíble y en un acto de tratar de parar el orgasmo puse mis pechos en la cara de mi maestro, sin embargo, aprovecho su cercanía para mamar uno de mis pezones por lo que el place aumento más y sin poderme resistir deje salir el orgasmo.

Sentía como mi humedad inundaba rápidamente mi conchita y resbalaba por mis piernas hasta llegar a la cubierta del bote, trate de gemir lo más despacio posible tratando de no despertar al barquero.

Inmediatamente mi maestro se puse de pie y me llevo hacia una mesa cercana, sabía lo que seguía así que sin que me lo pidiera me recosté encima de la mesa y abrí mis piernas para dejarlo entrar en mí, sin embargo, sus planes eran otros y colocándose del otro lado de la mesa se sacó su verga para que comenzarme a penetrar por la boca.

Al estar recostada boca arriba sobre la mesa batalle un poco para acostumbrarme a mamar su verga, aun así no batalle mucho para acostumbrarme y rápidamente comenzó a penetrar mi boca.

Sentía la firmeza y calidez de su miembro al entrar y salir de mi boca y como este se humedecía con mi saliva.

–oh si Barbarita, que buena eres mamando –decía mi maestro mientras de reojo podía ver su cara de excitación por tremenda mamada que le hacía.

Al ser los únicos en la ensenada solo se escuchaba los sonidos guturales de la penetración en mi boca y a lo lejos el mar al chocar con las rocas de la bahía. El movimiento del bote era leve pero aun así tuve que agarrarme de las orillas de la mesa para evitar caerme. Por otro lado mi maestro de vez en cuando sacaba su miembro húmedo de mi boca para después pasarlo por mi rostro lo que ocasiono un momento cómico entre ambos.

Al poco tiempo de estarme follando sentía que el ritmo en las penetraciones iban disminuyendo y note que mi maestro no estaba concentrado. De pronto sentí que algo me tomó de mis tobillos y cuando quise ver de qué se trataba Ernesto me penetro profundamente haciendo que diera arcadas al sentir su miembro en mi garganta.

–tranquila Barby, es solo nuestro amigo Ignacio que decidió unírsenos. –me decía Ernesto mientras trataba de respirar.

–que buena vista tengo de ti pequeña Bárbara… mmm… sí que le haces honor a tu nombre –me decía el barquero mientras que con sus manos aun en mis tobillos inmovilizaba mis intentos de patearlo.

–No la vayas a lastimar demasiado Joaquín… recuerda lo que paso la última vez.

–No te aseguro nada Ernesto, esta hembra esta deliciosa… tengo unas ganas enormes de reventarla después de todas las fotos que me mandaste de ella anoche.

Después de escucharlos hablar trate en vano de resistirme, al tener la verga de Ernesto en mi garganta me faltaba el aire por lo que poco a poco mis fuerzas se fueron menguando.

–Veo que la dejaste bien mojada Ernesto… que delicia ver su panocha bien encharcada… lista para recibir mi verga. –después de escuchar su palabras Joaquín me abrió de piernas completamente dejando mi conchita abierta y expuesta, sin siquiera soltarme colocó la punta de su verga en la entrada de mi vagina y lentamente la fue introduciendo.

–¡mmmmm! –solo alcance a gemir al sentir como su verga me penetraba y se abría paso en mi interior.

–Que estrecha estas Barbarita… mmmm… pensé que Ernesto te habría dejado más abierta… mmmm que delicia… tenía tiempo sin meterle la verga a una hembra tan estrecha.

Mientras me penetraba y escuchaba lo que me decía no pude evitar recordar las veces en que Matías me penetraba con su verga gorda y morena y me decía lo estrecha que era para él. Supuse que después de haber probado semejante verga de Matías no habría otra que se le comparará hasta que el barquero puso la suya dentro de mí.

De pronto sentí como la verga de Joaquín chocó con algo dentro de mí y dejó de avanzar.

–Veo que es todo lo que te entra pequeña –me decía el barquero. –y aun te faltaron unos cuantos centímetros.

Al mismo tiempo en que hablaba Joaquín, mi maestro retiraba su verga de mi boca permitiéndome respirar y a la vez derramando una cantidad considerable de saliva. Sin darme tiempo de recuperarme, el barquero comenzó a follarme lentamente, su verga se deslizaba con dificultad por mi interior a pesar de que me encontraba bien lubricada al momento de meterme su verga.

–Que rápido te secaste Barbarita… si apenas empecé a follarte… tal vez si te follo más fuerte te mojes más… ¿ehh? Se ve que eres de las que les gusta que las follen fuerte… ¿verdad que si?

De pronto Joaquín aumento la velocidad de sus estocadas y justo antes de chocar con la parte más profunda de mi conchita me la metío con fuerza haciéndome sentir un dolor intenso.

–¡aahh! ¡aahh! ¡aahh! Noo… por favor… no tan fuerte… ¡aahh! ¡aahh! ¡aahh! –le suplicaba débilmente después de recibir varias estocadas seguidas.

–Suplica putita… me encantas cuando chillas al sentir mi verga penetrándote… ummm…

Mientras Joaquín me follaba mi maestro había preparado su cámara para grabar y fotografiar la cogida que me estaba dando su compañero. Aun con su verga parada, Ernesto aprovechaba para golpear mi rostro con su miembro cada vez que pasaba frente a mí.

Poco a poco el dolor en mi vagina se fue transformando en placer y pase de chillar de dolor a gemir de placer, mi conchita por su parte hizo su trabajo y a los pocos minutos de empezar sufrir los estragos de Joaquín empezó a lubricar permitiendo que el fierro del barquero se deslizara con mayor facilidad.

–Que delicioso gimes putita. –En ese instante Joaquín comenzó a follarme rápidamente ocasionando que mi excitación aumentara y los espasmos de placer recorrieran todo mi cuerpo.

Tuve que agarrarme de las orillas de la mesa para evitar caerme de las fuertes estocadas que estaba recibiendo por parte de mi barquero –mmm… mmm… aaahh… ummm… ahhh. –mis pechos se movían de un lado a otro con cada embestida que recibía.

De pronto un bote llego hacia donde estábamos y un par de hombres se emparejaron con nosotros. Al verme tendida sobre la mesa y recibiendo tremenda cogida uno de ellos grito. –La vas a matar perro. –para después explotar en tremenda risotada.

En eso apareció otro individuo y le pregunto a Ernesto si era alguna clase de puta y si podían unirse a la orgia. Pero Ernesto no les permitió seguirme viendo, sin embargo, comenzaron a insistir por lo que Joaquín saco su verga y tomándome del cabello me llevó bajo cubierta.

Adolorida y entumida de mis piernas pude ponerme de pie con dificultad. Ya abajo el barquero me tiro sobre un colchón viejo, al caer boca abajo trate de levantarme rápidamente pero Joaquín, adivinando lo que haría se colocó detrás de mí poniendo su mano sobre mi espalda.

El colchón además de ser viejo olía horrible, una combinación a sal de mar, sudor y sexo penetraban mis fosas nasales ocasionándome leves arcadas.

–Bien dicen que en cuatro todas se ven nalgonas y tú no eres la excepción barby. –En ese momento sentí como hundía su cara en mi culito y con su lengua recorría todo mi interior, de pronto sentí como detenía la punta de su lengua en la entrada de mi hoyito y enérgicamente comenzó a realizar círculos haciendo que mi espalda se arqueara.

Nunca antes alguien había hecho eso en mí y a pesar de lo asqueroso que puede ser sentí unos espasmos deliciosos. Aun no terminaba de recuperarme cuando de pronto sentí como introducía uno de sus dedos en mi culito

–¡Espera, no hagas eso! –le suplique nada más sentirlo dentro de mí. Pero fue inútil mi suplica y metiendo un segundo dedo comenzó a penetrarme rápidamente

–¡Ahhhh! ¡Ahhhh! Mmm… nooo… ¡por favor! ¡Me estas lastimando!

–Cállate estúpida. –Dándome una fuerte nalgada intento callarme

–¡De pérdida lubrícame si me vas a penetrar el culo! –Le grite mientras enterraba las uñas en el colchón muido.

De pronto sentí como metía sus dedos dentro de mi vagina intentando sacar mis juguitos que aun emanaban de mi interior para después depositarlos en su falo erecto y así poderme dar por el culo.

-Eres deliciosa Bárbara –inmediatamente me la volvió a meter por el culo pero esta vez ya no me dolió tanto gracias a que su verga estaba lubricada por mis juguitos.

Teniéndome aun en cuatro, el barquero me tomo por las nalgas y comenzó a embestirme fuerte, su verga salía entrababa completamente por mi culo, en el camarote se escuchaba únicamente mis gemidos y el choque de mis nalgas con la pelvis de Joaquín.

-Tienes un culito delicioso… es tan estrecho que siento delicioso como te entra y te sale. –me decía mientras aumentaba la velocidad con la que me embestía.

Después de follarme por un tiempo el culo Joaquín salió de mi interior y dándome vuelta sobre la cama me tomó de las piernas para después abrirme completamente.

–Ernesto dice que tienes una panocha muy dulce –me dijo viéndome con una mirada atrevida y lasciva. Sin resistirme mucho deje que probara mi interior dejándole mis pernas abiertas y mi conchita completamente expuesta.

Lentamente tal cual como arañas sus manos se dirigieron a mi vagina y con sus dedos empezó a separar mis labios vaginales. –tienes un color demasiado rico Barbarita, tenía tiempo sin ver una vagina tan rosita. Inmediatamente sentí como su lengua recorría la parte interna de mis labios intentando tomar los pocos juguitos que aun salían de mí.

–Ernesto tiene razón… tienes un sabor muy delicioso –sin decir más hundió su cabeza y comenzó a devorar mi cochito. El frenesí de su lengua y los pequeños bellos de su barba picando mi interior ocasionaron que mi temperatura fuera en aumento y el placer inundara mi cuerpo de nuevo.

Era delicioso, a pesar de que no deseaba a ese hombre me excite y comencé a gemir sin contenerme. Mis pezones se habían puesto duros de nuevo y mi cuerpo se retorcía de placer en ese colchón asqueroso.

–No pares por favor… le decía entre gemidos al sentir que su lengua bajaba el ritmo. Inmediatamente su lengua retomo la fuerza con la que me empezó a dar placer al principio, sentía comen se movía por todos lados y cuando pasaba por mi clítoris sentía los espasmos deliciosos que me hacían venir. –Ahí… ahí… uuumm… umm.. mmm. –le decía cada vez que me estimulaba el clítoris.

De pronto su lengua comenzó a estimular únicamente mi pequeño botón y los espasmo comenzaron a hacer que mi espalda se arqueara. –sii… sii… mmm… mmm… aahh… sii… estaba súper excitada y mojada, no sabía si era por mi o por la saliva de Joaquín pero sin poder aguantar más tres orgasmos deliciosos me hicieron gemir y gritar de placer por al menos veinte segundos pero que para mí fueron eternos por su parte el barquero se atragantaba con toda la miel que emanaba de mí.

Cuando me tranquilice mire a Joaquín listo para penetrarme una vez más pero fue interrumpido por Ernesto que lo necesitaba arriba en cubierta, cuando desaparecieron los dos me quedé tirada en la cama exhausta y bien complacida hasta quedarme profundamente dormida.