La noche de pizzas que se terminó convirtiendo en algo más

Eran cerca de las 18:30 de la tarde y tus mensajes no llegaban a esclarecer cuales eran tus intenciones para esa noche, yo debía decidirme y no tenía muy claro cuales eran mis planes para ese día.

Rozando las 20:00 decidimos quedar en ir a por algo de cenar. La afortunada fue una pizza congelada de cuatro quesos que buscaba la conciliación entre nuestros dispares gustos.

Llegamos a tu casa pusiste algo de música en el televisor al mismo tiempo que ponías la pizza al horno, yo por mi parte cogí una cerveza semicaducada de la nevera. Tras esto nos comimos el manjar con muchísima paciencia ya que esta pizza estaba ardiendo, el salón cada vez era más acogedor y poco a poco fuimos atenuando la luz, para este punto la pizza estaba más que terminada.

Como siempre a mí me gustaba provocarte y ver hasta donde eras capaz de aguantar… Empecé por abalanzarme sobre ti, deteniéndome en tu boca para poner en contacto mis tímidos y finos labios contra los tuyos, carnosos y sensibles. No tenía prisa solo quería provocarte muy poco a poco y ver hasta donde podías llegar tu solo sin ayuda de nadie. De tus labios pase a relajarme en tu pecho, notando el suave pero erizado tacto de tu piel y la reacción que mis manos provocaban en este, aunque estuvieras cubierto por tela (todavía). Tu miembro no tardo en hacerse de notar y a causa de mi balanceo en tu cuerpo se empezó a despertar, escondido y tomado preso bajo tus ropas veraniegas de estampados ridículos y de colores claros. En la tensión estaba el gusto y es que no solías pedir mucho pero, se te notaba con ganas de que tomase acción, yo por mi parte como animal de caza que soy decidí hacerte sufrir un poco más hasta el punto de que fueses tú mismo quien comience con el juego. Así fue como tus manos me despojaron de mi polo de manga corta y tonos azulados, hiciste lo mismo con tu camiseta de rayas, esto pareció no bastarte ya que decidiste quitarte tus pantalones también, quedándote únicamente con ropa interior como única protección de mis manos.

En ese punto decidí hacer uso de mis dotes como seductor, una suave caricia en tu cuello, una furtiva mirada a tus labios y un pequeño mordisco en tu cuello fueron suficientes para acabar de despertar tu sexo. Sabías exactamente lo que querías de mi y poco a poco tus manos me fueron dirigiendo hacia ti en cada paso me encandilabas más y más…

Por fin y tras minutos de tensión decidiste despojarme de toda mi ropa dejando como única barrera el espacio que separa a ambos, me abalancé a ti como presa en celo. Eras mío y no iba a perder ni un solo minuto en contemplaciones, te tumbé en el sofá y cogí tu erección con mi mano, lentamente empecé a masajearte y al ritmo que aumentaban tus gemidos me fui agachando para introducírmela en la boca.

Con mi lengua jugaba con la base de tu pene, iba rodeando y a la vez succionando. Para mi tu miembro era como un helado en un día caluroso de verano quería más y más hasta el punto de que en una de mis succiones casi me provoco una arcada. Tu por decidiste jugar con mi parte más interior con un poco de maña y lubricante introdujiste tu primer dedo en mí, con astucia y calma me fuiste dilatando, pero llegó el punto en que yo no aguantaba más y quería sentirte en todo el potencial posible. Tu polla ya no me bastaba, necesitaba más acción, de un zarpazo te levanté del sofá, te puse un condón finísimo y acto seguido te di la libertad para que hicieses de lo que quisieses conmigo…

Estaba tumbado en el suelo abierto totalmente única y exclusivamente para ti, en este momento te abalanzaste y empezaste a embestirme lentamente. A medida que te jadeaba en el cuello tu aumentabas el ritmo de tus embestidas, primero en el suelo tu sobre mi con mis piernas en alto, luego a cuatro patas y finalmente en el sofá donde yo marcaba mi ritmo y decidía como y cuando quería darte pacer…

Viendo nuestro nivel de agotamiento, inicie una cabalgada final con destinación a la mejor corrida de nuestras vidas, cuando vi que el nivel de tu corazón indicaba una inminente eyaculación te saque de mi interior, te quité el condón y empecé a mamarte el miembro, durante esta acción cogí el mío y también jugué con el de tal forma que ambos nos corríamos al mismo tiempo con la diferencia de que tú lo estabas haciendo en mi cuerpo y cara y yo me limité a usar el suelo de tu casa.

Tras la monumental corrida nos fundimos en un épico beso y el sueño se adueñó de ambos, quedándonos así dormido sobre el sofá de tu casa.

A la mañana siguiente el sol nos despertó y tras una ducha de rigor me despedí de ti con la promesa que la próxima vez el que decidiría arriesgarse serías tu…