La historia de cómo conseguir comerle las tetas a mi madre

– ¿Dónde estás, mamá?

– Estoy aquí, en la cocina.

Miguel Ángel tenía 18 años, era el menor de tres hermanos, su experiencia sexual era nula, hacía poco que había empezado a masturbarse, eso sí, lo cogió con afición y todos los días se hacía una paja por lo menos. Últimamente el objeto de dichas pajas era su madre, no sabía muy bien porque pero se había obsesionado con ella, sobre todo con sus tetas.

Pilar, su madre era un ama de casa típica de esa época, finales de los setenta, era bajita y algo regordeta, ¿Sus tetas?, Eran grandes, pero no exuberantes, las típicas tetas que han dado de mamar a tres hijos.

Ella no las lucía, iba siempre bastante recatada, en casa con una bata de manga corta en verano o una guateada en invierno. Cuando salía a la calle lo normal es que fuera con una camisa o polo y una falda o un vestido hasta las rodillas, incluso había descartado un vestido que tenía por ser demasiado escotado.

¿Le destacaban las tetas? Si, pero no era por su culpa.

Miguel se sentó en la cocina, su madre trajinaba en los fogones y le daba la espalda.

Vaya culo que tiene mi madre, pensó, no podía quitar los ojos de él. No sé lo pensó, se sacó la polla y se empezó a masturbar, como su madre se diese la vuelta no sabía que iba a decirle

– Estás muy callado, hijo.

– Si, dijo, mientras seguía meneándosela.

– ¿Que tal el colegio?

– Bien mamá, me han sacado a la pizarra y he resuelto bien un problema.

– Así me gusta..

Se iba a correr, se levantó sin saber muy bien que hacía y le echó el semen a su madre en la bata, a la altura del culo, se metió el rabo dentro del pantalón rápidamente.

Su madre sintió algo en el culo y se volvió, se sorprendió al verle tan cerca.

– Leches, hijo, que susto me has dado creí que estabas sentado.

– Es que iba a ver qué hay de comida.

– Hay lentejas dijo su madre.

– Vale mamá, me voy a mi cuarto a estudiar.

Su madre se quedó sola en la cocina, echó la mano para atrás, donde había sentido el golpe y lo notó húmedo. ¿Qué es esto?, pensó. Se miró la mano y casi da un grito, vio la sustancia blanca y pegajosa y supo que era semen y solo podía ser de su hijo.

Se quitó la bata y vio el manchurrón, había sido una buena corrida.

Hecha una furia se dirigió a la habitación de su hijo sin importarle estar en bragas y sujetador.

– ¿Que es esto, Miguel? Dijo enseñándole la bata.

– No se mamá, parece agua, dijo Miguel que no podía quitar los ojos de las tetas de su madre. Además yo estaba en la habitación.

-¿Y antes cuando estabas en la cocina, que has hecho?

– Nada, mamá. Hablar contigo.

Pilar se dio cuenta de cómo le miraba las tetas, se cubrió un poco con la bata y salió asustada de la habitación. Su hijo era un monstruo.

Dejó la bata en la lavadora, se vistió con una falda negra y un suéter blanco, el suéter le estaba algo estrecho lo que hacía que sus tetas destacasen más, ella no se dio cuenta, pero el que seguro se iba a dar era su hijo, al que le encantaba ver a su madre con ese suéter y además con falda.

Pilar decidió que tenía que hablar con él, entró en su habitación.

Miguel estaba tumbado en la cama, al verla se sentó y pensó en lo buena que estaba así vestida, Pilar se sentó a su lado y le puso la mano en una pierna.

.- Mira, Miguel, masturbarse es normal a tu edad.

– ¿Mastur…. Que? Mamá.

– Masturbarse, tocarse la cola.

-¡Ah!

– Lo que no está bien, continuó su madre, es que lo hagas pensando en mí, y mucho menos que me eches tus cosas encima ¡Soy tu madre!

– Perdona, mamá.

Su madre tenía todavía la mano en su pierna, de pronto sintió algo, miró y vio un bulto dentro del pantalón de su hijo, se estaba excitando, le miró y le vio fijo en sus tetas, ¡Esto tenía que acabar!

– ¿Se puede saber que miras?

– Nada, mamá.

– ¡Nada! No haces nada más que mirarme las tetas.

– Perdona mamá, es que son muy bonitas.

– ¿Pero me las has visto acaso?

– No, pero me las imagino.

Su madre tomó una resolución, tenía que desmitificar sus tetas.

– Te las voy a enseñar para que veas que no son como te imaginas,.

– Vale mamá.

Pilar se quitó el suéter, quedándose con un sujetador color carne.

– ¿Lo ves?

– No, mamá, no veo nada quítate el sujetador.

Pilar dudó pero decidió seguir hasta el final y se lo quitó, apareciendo sus dos generosos pechos. Se sentó de nuevo al lado de Miguel.

– ¿Los ves ahora?

– Si, mamá.

– Los ves, están caídos y son blandos, dijo Pilar.

– ¿Puedo tocarlas?

– Vale, para que veas que no valen nada.

Miguel puso sus manos en las tetas de Pilar, en ese momento vio que había perdido la partida, el sobeteo de su hijo la estaba excitando, se avergonzó, pero lo que le llevó a la locura fue lo que vino después.

– Mamá, me aprieta mucho el pantalón.

Pilar miró y vio el enorme bulto.

– Claro, hijo, te has puesto como un burro, sácatela no te vayas a lastimar.

– Si mamá, Miguel se sacó la polla.

Cuando Pilar la vio se quedó alucinada, menudo pollón gastaba su hijo, no lo pudo evitar la cogió y empezó a masturbarse, mientras Miguel había vuelto a agarrar las tetas de su madre.

– Mamá. Me estás masturbando.

– Si hijo si, mira lo que has conseguido.

– Yo no he hecho nada mamá.

– Calla y sigue sobándome las tetas.

– Si mamá.

Miguel se corrió, su madre dirigió el esperma hacia sus tetas, algunas gotas callejón sobre su falda destacando en la tela negra.

– Mamá, te lo has echado encima como hice yo antes.

Pilar volvió en sí, agarró su ropa y salió de la habitación con la cabeza gacha, avergonzada.

Miguel se tumbó en la cama sonriendo, lo había conseguido.

Pilar salió de la habitación de su hijo y se fue al cuarto de baño, se miró en el espejo y lo que vio le horrorizó, tenía las tetas llenas del semen de su hijo. ¡Dios mío que he hecho!, Pensó.

Se desnudó y se metió en la ducha, se restregó bien el motivo de sus problemas, las tetas, como si quisiera que desaparecieran.

Se puso un albornoz y salió del baño.

En la puerta estaba Miguel con su sonrisa descarada.

– ¿Te has limpiado bien mamá?, Ten cuidado no se vaya a dar cuenta papá de lo que has hecho.

Pilar no dijo nada y su fue a su cuarto a vestirse. Miguel la siguió y se quedó en la puerta.

– Vete, Miguel ¿No ves que voy a vestirme?

– Si mamá y yo quiero verte.

– Eso no puede ser, soy tu madre, lo de antes no se va a repetir.

+¿Estás segura mamá, que pensará papá de lo que me has hecho?

-¿Y tú a mí que?, Dijo Pilar.

– ¿Yo?, no he hecho nada, me he masturbado, cosa normal en un chico de mi edad. Pero tú me has enseñado las tetas, me has hecho una paja y te has echado mi corrida encima ¿Tú crees que eso es lo que hacen las madres con sus hijos?

Pilar no dijo nada.

– Venga, mamá desnúdate. En ese momento Miguel se bajó los pantalones y los calzoncillos, quedándose desnudo de cintura para abajo.

Su madre estaba roja de vergüenza, pero no veía otra salida que hacerle caso, tiró del cinturón de su albornoz y se lo quitó, se quedó desnuda delante de su hijo.

Miguel se fue acercando a ella, su polla estaba ya tiesa de ver a su madre desnuda.

– No, Miguel, no, por favor, soy tu madre.

– Ya lo sé, mamá, por eso te voy a chupar las tetas como cuando era un bebé.

Se acercó a su madre, le cogió una teta y se la metió en la boca comenzando a chuparla con desesperación.

– ¡Que tetorras tienes, mamá, me encantan!

– No hijo, no déjame.

Miguel empezó a acariciarle el coño con la otra mano.

Pilar no quería, pero empezó a suspirar, su hijo era un demonio, la tenía completamente dominada.

Miguel dejó ese pecho y se metió el otro en la boca pasando su lengua sobre todo por el pezón, a su vez aumentó el ritmo con el que le tocaba el coño a su madre, está no lo pudo soportar más y se corrió.

– Vaya, madre, ya veo que tú también disfrutas, dijo Miguel al sentir sus dedos húmedos.

– No hijo, no, ha sido algo reflejo.

– Ya mamá, ya.

Miguel dejó las tetas de su madre y se separó de ella un poco.

– Venga, mamá túmbate.

– No hijo, en esta cama no.

– Si mamá, si, en esta cama.

Pilar se tumbó, su hijo se echó al lado y le sobó un poco más las tetas.

– Me encantan madre, me encantan.

Dirigió su polla hacia su coño, rozó su entrada.

-¡ No eso no, no me falles!

– No mamá, tranquila, cuando te quiera follar por el coño te lo diré y te follaré, ahora me voy a follar tus tetas.

Puso el rabo entre los pechos de su madre y se los apretó contra ella, haciendo una vagina con sus tetas, empezó a moverse arriba y abajo.

– Me estoy follando tus tetas, mamá ¿Te ha follando papá alguna vez así?

– No hijo, no, es la primera vez que me lo hacen.

– Y no va ser la última, de eso estate segura.

Miguel se iba a correr, apretó aún más los pechos de su madre contra su polla y le echó todo encima, en la cara.

Cogió el albornoz que estaba en el suelo y se limpió el semen de su polla, luego se lo dio a su madre.

– Toma limpiaré la cara.

Su madre le hizo caso y se quedó tumbada en la cama.

– Venga mamá que va a llegar papá y no querrás que te vea así.

– Tu hijo te va a preparar la ropa, para que te vistas.

Miguel empezó a buscar entre su ropa interior y sacó un sujetador rosa y unas braguitas del mismo color.

– Toma mamá.

Pilar se levantó como una zombi, metió sus tetas en el sujetador y se puso las braguitas.

Miguel fue al armario y sacó una camisa de cuadros y una falda plisada también de cuadros. Toma ponte estoy no te abroches todos los botones de la camisa, me gusta verte la separación de los pechos y a partir de ahora me gustaría que en casa te dejases de batas y llevases siempre falda, ¿Me has entendido?

– Si hijo, si

– Pues ya sabes mamá lo que tienes que hacer.

Pasó el tiempo, Miguel tenía novia, Silvia se llamaba, cuando la vio Pilar no pudo reprimir una sonrisa, estaba claro que a su hijo le gustaban pechugonas, Silvia tenía un buen par de tetas, además estaba segura que con la edad que tenía debían de estar duras, su hijo seguro que disfrutaba con ellas, sintió un cosquilleo en la entrepierna y alejó de su mente la imagen de su hijo sobándole las tetas a Silvia, no, no debía pensar en eso.

Su vida sexual también había mejorado, desde que se arreglaba más para estar en casa como le dijo su hijo, su marido estaba más fogoso, no se limitaba al polvo apresurado del fin de semana, se la follaba cada dos por tres, en cualquier sitio, sobre todo en la cocina, llegaba, empezaba a sobarla por arriba y por abajo y se la tiraba en cualquier lado, la mesa de la cocina era conocedora de varios de sus encuentros sexuales, se había aficionado también a sus tetas y se las sobaba continuamente.

Ahora sí que Pilar no se cortó lo más mínimo, pensar en cómo la follaba su marido la había puesto caliente, se subió la falda, se bajó las bragas y sentada en el sofá se empezó a meter los dedos en su coño, mientras con la otra mano acariciaba sus pechos por debajo del sujetador, sintió en sus dedos como se corría y suspiró,

Dios que caliente estaba, parecía que había vuelto a la adolescencia, se arregló la ropa y siguió con las tareas de la casa.

Llamaron al timbre, Pilar se secó las manos en el delantal que llevaba y abrió la puerta, eran Miguel y Silvia.

– Hola mamá

– Hola Miguel y compañía, pasad.

– No están papá y los hermanos.

– No, se han ido al campo y no volverán hasta esta noche.

Pasaron y se saludaron dándose dos besos, Pilar creyó notar que su hijo le tocaba un pecho a la hora de besarla, pero no le dio importancia, habrá sido sin querer pensó.

– Pasad al salón mientras yo quitó una cosa que tengo en el fuego.

Los dos pasaron al salón y Pilar se fue a la cocina, apagó el fuego y se dirigió allí. Se quedó pasmada, Silvia tenía las tetas fuera y Miguel se las estaba devorando. Entró.

-¿Pero esto que es, no os da vergüenza? Podríais haberos ido al dormitorio por lo menos.

– ¿Que pasa mamá, te da envidia?

– ¿Pero que dices hijo?

– Tranquila, suegra, Miguel me lo ha contado todo, dice que tienes unas tetas muy bonitas para tu edad y yo le he dicho que quería comprobarlo.

– ¡Estáis locos!

– No mamá, no estamos locos, nos vas a enseñar las tetas.

Miguel se levantó y se dirigió a su madre, le desabrochó la camisa y se la quitó.

Pilar llevaba un sujetador blanco de encaje.

– Estás muy guapa mamá, dijo Miguel mientras se lo desabrochaba.

Miguel sacó las tetas del sujetador y se las cogió enseñando delas a Silvia

– ¿Que te dije, son bonitas o no las tetas de mi madre?

– Son preciosas contestó Silvia.

Miguel se las empezó a chupar.

Silvia mientras tanto se había bajado las bragas y se metió la mano por debajo de la falda para tocarse el chochito.

-¡Cómele las tetas a la zorra de tu madre! Gritaba mientras se masturbaba.

Miguel seguía con la teta en su boca, la soltó y empezó a chuparle el pezón de la otra, se abrió la bragueta y se sacó su polla.

– Mira como la tengo, mamá.

Le siguió besando las tetas a la vez que se hacía una paja, se corrió en el delantal de su madre.

– ¡Que corrida, Miguel! Dijo Silvia, yo también estoy a punto, dijo suspirando, nunca pensé que tuvieses una madre tan puta, lo que vamos a disfrutar con ella. ¿Te la has follado?

-¿Quieres que me la folle?

-¡Si, si! Dijo Silvia con el coño chorreando de solo pensarlo.

-¡No hijo, no!, Por favor.

– Te voy a follar, mamá.

Miguel se acercó a su madre, le quitó el delantal, le subió la falda y le quitó las bragas, se agachó y empezó a comerle el coño. Pilar suspiraba, no podía creerse lo que estaba pasando, pero empezaba a gustarle.

Miguel dejó el chocho de su madre, se levantó y la acercó hacia el sofá donde estaba Silvia.

Pilar se tumbó, su hijo le puso encima y dirigió su polla hacia el coño de su madre, se la metió hasta el fondo y empezó a bombear.

Silvia mientras empezó a comerle las tetas a su suegra mientras se metía los dedos en el coño.

– ¿Te gusta mamá?, ¿Te gusta cómo te folla tu hijo?

– No sé hijo, no se.

– Si te gusta, mamá, te gusta porque eres una zorrita.

– ¡Si hijo, si lo soy, has hecho que tu madre se corra de gusto!

Miguel también les corrió, el esperma rebosaba del coño de su madre.

Silvia también llegó al final, quedándose los tres derrengados en el sofá.

El futuro se presentaba halagüeño

Pilar solo veía una manera de poner fin a esta situación, hablaría con Jesús, su marido, era un hombre comprensivo y aunque al principio se enfadase estaba segura de que acabaría perdonándola.

Se oyó la puerta, era él, Pilar estaba en la cocina cuándo llegó.

– Hola querida ¿Qué haces?

– Preparándote la comida, estoy haciendo estofado, tu plato favorito.

Jesús se acercó a ella, le dio la vuelta y la agarró por el culo, la aprisionó contra la pared de la cocina para que notase su polla erecta.

– Mira como me pongo nada más verte, ¿Echamos un polvo rápido?

– No, Jesús, tenemos que hablar, es algo serio referido a Miguel.

– Vaya que ha hecho ese diablillo que es tan importante que no deja a sus padres follar.

Se sentó y esperó a que su mujer empezase e a hablar.

– Hace un tiempo le pillé masturbándose, empezó Pilar.

– ¿Y eso es todo? Dijo Jesús sonriendo. Los hombres somos muy fogosos y nos masturbamos con frecuencia, hasta yo, pero siempre pensando en ti, por supuesto.

– Pues eso es lo malo, que nuestro hijo también lo hacía no sólo pensando en mí, sino delante de mí y mirándome el culo y las tetas.

– Vaya, eso es más serio, pero espero que se le pase, muchos hombres estamos enamorados de nuestra madre, complejo de Edipo se llama.

,- Si, dijo Pilar, pero yo quise acabar con ello por las bravas y…

– Me estás asustando Pilar.

– Él me dijo que le encantaban mis tetas, que estaba obsesionado con ellas y decidí enseñárselas a ver si así las desmitificaba.

– ¿Que le enseñaste las tetas a Miguel? Dijo Jesús levantándose.

– Si, no te enfades por favor, él me las acarició y no se como me encontré haciéndole una paja al niño.

Jesús no dijo nada, estaba boquiabierto.

– Miguel aprovechó para chantajear me, siguió Pilar y me hacía de todo, me sobaba por todos los sitios, sobre todo las tetas, pero hace unos días se superó, llegó con su novia y me folló delante de ella.

Jesús no pudo contenerse más.

– O sea, que le enseñaste las tetas a nuestro hijo, le hiciste una paja y te lo follaste ¿Y qué quieres ahora, que te perdone? ¡Me has puesto los cuernos con nuestro hijo!

– Yo no quería, de verdad.

– Pues habérmelo contado el primer día cuando le viste masturbarse y yo hubiera hablado con él.

,- Lo siento.

Jesús se levantó, fue hacía Pilar y le arrancó los botones de la blusa de un tirón, aparecieron sus tetas debajo del sujetador, se las sacó y empezó a golpearlas con las manos.

– Estás tetas de las que tú estabas tan orgullosa han arruinado nuestra familia.

– No Jesús, no, por favor.

– Si, Pilar, sí.

Dio un estirazon a la falda y se la bajó junto a las bragas.

– Y este coño peludo que se mete cualquier cosa, hasta la polla de su hijo.

– Ahora te voy a follar en el suelo como a una perra.

La tumbó en el suelo sin miramientos y se la clavó de un solo empujón, empezando a follarsela con ansia.

En esto apareció Miguel, se asomó a la puerta y vio el espectáculo.

– ¿Qué hacéis? Dijo

– Nada, me estoy follando a la perra de tu madre, cuando acabe te la puedes follar tu también, ya sé que lo has hecho.

– No Jesús, no digas eso, gimoteó Pilar.

– No papá, prefiero veros, dijo Miguel sacándose la polla y empezando a meneársela. Ya te dije mamá que no se lo contases a papá que se iba a enfadar.

Su padre se corrió violentamente dentro de Pilar y se retiró.

– Ahí la tienes, es toda tuya.

Miguel se acercó a ella y le sobo las tetas, le puso la polla delante de su boca, pensaba follarsela pero no quería meter su polla donde acababa de estar la de su padre, además se veía el semen rebosando.

– ¡Cómemela, mamá?

Pilar empezó a Marsella mientras su hijo seguía con las tetas, se corrió dentro de su boca. Se retiró y vio como su madre chorreaba semen por arriba y por abajo.

Llegó su padre.

– Bueno, Pilar, te doy dos opciones o coges la maleta y te largas o te quedas en esta casa y eres nuestra puta, tú decides.

Pilar no dijo nada, a los pocos días salió de casa para no volver.