La diosa brasileña que me saco de la abstinencia

Llevaba casi dos meses en aquel puesto, intentando sacar adelante un proyecto que más que un trabajo se había convertido en un desafío personal. La dirección me había pedido opinión antes de iniciar el proyecto, y yo sin dudarlo había respondido que era posible, y que además nos reportaría un prestigio en el sector, que indudablemente atraería nuevas inversiones y proyectos, así que confiaron en mi palabra y me encomendaron la puesta en marcha.

Tuve que hacer las maletas y poner rumbo a esa nueva ciudad, a ese nuevo país, y centrar toda mi atención en el trabajo. El nuevo país no era otro que Brasil, así que todos mis amigos bromeaban con lo bien que me lo iba a pasar, lo guapas, sexys y calientes que son las brasileñas, lo mucho que les gusta la fiesta…. Pero la verdad era que mis jornadas de trabajo de entre 14 y 16 horas diarias habían conseguido abstraerme de toda actividad lúdica, salvo alguna comida o cena de trabajo, que ni siquiera me permitía a mí mismo alargar demasiado para poder contar con los cinco sentidos desde bien pronto al día siguiente. Ni alcohol, ni mujeres; Mi vida sexual se reducía a algunas muy buenas pajas de vez en cuando antes de dormir.

Cuando eso ocurría, el método era siempre el mismo. Me sentaba en un cómodo sillón que había en el apartamento, a ser posible con una copa de vino; encendía el ordenador portátil, y entraba en mi página favorita de relatos eróticos, donde buscaba alguno con buena redacción, y me relajaba leyendo, metiéndome en esa historia, sintiéndome parte de ella, y dejando que el morbo se apoderase de mi cuerpo. No siempre el primero que lees es el que consigue activarte sexualmente, así que a veces tienes que leer varios hasta que das con el adecuado. Y sabes cuál es el adecuado por el efecto que su lectura causa en tu cuerpo. Cuando su lectura consigue que mi pene se vaya llenando, ganando sensibilidad y pidiendo el contacto de mis manos, ese es el adecuado!!! Nunca acelero el ritmo lo suficiente como para correrme hasta que el protagonista del relato no está también terminando. Una buena paja es, al igual que un buen polvo, algo que debe aportarte placer mucho más allá del orgasmo. Me gusta sentirme parte de la historia hasta el final, así que suelo seguir el ritmo del relato.

Cuando el proyecto ya estaba empezando a asentarse, ya contábamos con unas oficinas apropiadas, y un número de empleados que empezaba a ser importante. Fue entonces cuando detectamos que era necesario que al menos los directivos de la oficina fuesen capaces de comunicarse con la oficina central en Español. El inglés siempre es una alternativa recurrente, pero nosotros éramos un grupo español, así que ¿por qué no fomentar el uso de nuestra lengua entre nuestros empleados fuera de España?

Para ayudar al personal con el aprendizaje, estuve pensando hablar directamente con alguna academia de idiomas de la ciudad, y contratar sus servicios por horas, pero al final, decidimos que sería mucho más productivo para el grupo contar permanentemente en la sede de la empresa con un profesor contratado directamente por nosotros, así que puse un anuncio en varios periódicos locales.

La verdad es que el número de personas que contestó al anuncio fue sorprendente, pero una vez que me puse con la selección, no era difícil ir eliminando a muchos de los candidatos que no reunían los requisitos, hasta que al final quedó un número mucho más manejable. Organicé un calendario de entrevistas y envié los correos electrónicos citándolos.

Las entrevistas duraron dos días, y más o menos todos reunían los requisitos básicos, pero hubo una candidata que me pareció que además de por sus conocimientos del idioma y sus estudios, podía ser la más adecuada porque expresaba un interés especial en el puesto, y presentaba una actitud mucho más abierta y positiva que los demás, lo cual sin duda animaría a los empleados a tomar las clases de mejor gana, así que finalizadas las entrevistas la volví a contactar y le cité para empezar el lunes siguiente.

Karina era una mujer de mediana edad, que de hecho parecía más joven de lo que era, de pelo castaño liso y una cara preciosa. Tenía un cuerpo menudo, en el entorno del 1,60, las tetas acordes a su cuerpo no eran muy grandes y su culo…. Sin duda su culo parecía ser una verdadera obra de arte. Lógicamente a la entrevista vino muy elegantemente vestida, con un traje de chaqueta, con la falda ajustada que le marcaba un culo redondo en el que era inevitable fijarse. Llevaba unas medias oscuras y unos zapatos de tacón bastante alto que aportaban una gran elegancia y sensualidad al conjunto, convirtiendo a Karina en una mujer verdaderamente deliciosa. Con su sonrisa dulce y su personalidad jovial, sabía ganarse la simpatía de cualquiera.

El lunes se presentó a la hora convenida y tras formalizar su contrato, la acompañé al pequeño aula que habíamos dispuesto para su labor. Se la veía feliz e ilusionada con la tarea, pero al mismo tiempo transmitía formalidad y decisión en sus intenciones. Le expliqué lo que esperábamos de ella y la dejé para que a su propio criterio intentase organizar los métodos, contenido y horarios de sus clases.

No volví a hablar con ella hasta pasado algo más de una semana, que coincidimos en el ascensor, y como quería saber sobre sus progresos, le pedí que a lo largo de la mañana subiera a mi despacho cuando tuviese un hueco.

Poco antes del medio día me avisaron que Karina estaba esperando para verme, así que aprovechando el hueco que tenía en ese momento, la invité a pasar y me estuvo poniendo al día. La verdad es que sus planes y proyectos me parecieron muy bien, y como ya había oído algún comentario positivo sobre su trabajo, la animé a seguir en esa dirección.

Esa misma semana, el viernes, yo había salido por la noche con un amigo a cenar. Habíamos estado en un restaurante y después nos fuimos a un local muy animado en la zona de copas de la ciudad. El local estaba hasta arriba de gente. Intentamos pedir una mesa donde poder sentarnos, pero había demasiada gente, así que fuimos a la barra y allí pedimos algo de beber y empezamos a charlar sobre lo guapas que son las brasileñas y lo mucho que les gusta bailar.

En esas estábamos cuando me di cuenta que en una de las mesas estaba sentada Karina con un hombre algo más mayor que ella. Llevaba el pelo parcialmente recogido con horquillas, probablemente para que no le molestase al bailar, y se la veía vestida de un modo más informal, con una camiseta de tirantes ajustada. La verdad es que estaba muy guapa. Justo cuando la estaba mirando, ella también me miró y nuestras miradas en ese momento se cruzaron. Inmediatamente se le iluminó la cara con una sonrisa, y me saludó muy efusivamente con la mano. Le dijo algo a su acompañante y se levantó, viniendo hasta donde estaba yo con mi amigo.

Según venía me fijé que llevaba unos vaqueros tan ajustados que parecían una segunda piel, y calzaba unas sandalias de tacón que le hacían un pie muy estilizado y elegante. La verdad es que parecía incluso más joven de lo que realmente era. Estaba preciosa.

K – Holaaaaaa, pero que sorpresa!! No sabía que conocía este sitio. Nunca le había visto por aquí.

Y – Hola Karina, cómo estás? Que sorpresa encontrarte. La verdad es que no suelo venir, ni por aquí ni por ningún sitio. Hasta ahora apenas he podido salir de noche, así que es casi como si acabase de llegar a la ciudad.

K – Y qué bien se le ve sin el traje de entre semana… parece usted más joven así vestido.

Y – Bueno, muchas gracias. Lo mismo digo, estás arrebatadoramente guapa. Pero por favor no me hables de usted, que me haces mayor. Además no estamos en el trabajo. Llámame Víctor.

K – De acuerdo Víctor. Yo estoy sentada con mi marido. Se quieren sentar con nosotros? Así le presento.

Y – No, por favor, no queremos molestar, no te preocupes, estamos bien aquí.

K – Por favor, no molestan. Vengan, que a mi marido no le importará tampoco.

Total, que me cogió de la mano y tirando de mí, me llevó tras ella hasta la mesa mientras mi amigo nos seguía. Mientras caminaba detrás de ella cogido de su mano, me fijé en su culo, y casi me tuve que contener para no hacerle algún comentario. Tenía un culo perfecto!!! Y unido a las sandalias de taconazo que llevaba, hicieron que se me pusiera morcillona casi de repente.

Al llegar a la mesa, su marido nos miraba entre sorprendido y cabreado. Hablaron algo y me dio la impresión de que no le había hecho mucha gracia que nos llevase al a mesa, pero ella con una sonrisa como si no pasara nada, nos presentó.

Nos saludamos educadamente y nos sentamos. Era una mesa cuadrada así que estábamos uno a cada lado. Karina estaba a mi izquierda.

Enseguida el marido al entender que yo era su jefe y no un “amigo” pareció relajarse y estuvimos charlando , o intentándolo, porque yo no hablaba apenas portugués, y él no hablaba español. Menos mal que Karina nos ayudaba con las traducciones. Mi amigo que sí era brasileño, se puso a hablar muy animadamente con el marido de Karina, así que ella aprovechó para cogerme de la mano y sacarme a bailar. Yo me quedé mirando a su marido, y él con una sonrisa me hizo un gesto de “adelante”, y pese a mis reticencias, porque se me da bailar fatal, Karina tiró de mi mano hasta estar entre todo el resto de la gente que se movía al ritmo de la música.

Al principio yo estaba muy cortado por la situación, pero entre el alcohol, la eterna sonrisa de Karina, y su habilidad para llevarme, me fui soltando, y cada vez bailábamos más juntos. La verdad es que sentir su cuerpo tan cerca me estaba excitando bastante, y cada vez que dábamos una vuelta, ella se pegaba más, y al final estábamos ya bailando pegados. Entre lo buena que estaba y mi largo periodo de abstinencia, yo tenía una erección importante, y al pegarse a mí para bailar, ella sin duda la había notado, porque de repente incluso sonreía más, y no se separaba ya para casi nada. Solo se separaba para dar la vuelta, y lo que hacía era que daba la vuelta sobre sí misma y pegaba su culo a mi polla y lo restregaba bien pegado mientras giraba su cara buscando mi mirada. Yo no paraba de mirarla a los ojos, y decirle lo guapísima que estaba esa noche, que era la mujer más guapa del local, y lo bien que bailaba. Ella solo me sonreía y seguía bailando y frotando su cuerpo contra el mío. Evidentemente, si ella no tenía ningún problema, menos lo iba a tener yo, así que la agarraba descaradamente de la cintura, y la pegaba a mí, deslizaba mi mano y agarraba su culo de vez en cuando, arrimaba mi cara a la suya y aquello empezaba a ser un ritual casi sexual más que un baile.

En un cambio de canción, me acerqué a su oído y le pregunté

Y – Oye Karina, no quiero que tengas problemas. No se enfadará tu marido si nos ve bailar así?

K – No te preocupes, mi marido está ya bastante bebido y además por si no te has dado cuenta está muy entretenido hablando con tu amigo. Tú no te lo estás pasando bien? No te gusta bailar conmigo?

Y dicho eso, se puso a bailar de espaldas a mí, pegando totalmente su culo contra mi polla, quedando los dos encarados hacia donde estaban sentados su marido y mi amigo, y justo a continuación metió su mano por detrás, y me empezó a sobar la polla por encima del pantalón.

Yo mantenía la mirada fija en su marido, que no nos prestaba la más mínima atención, así que aparté el pelo del cuello de Karina, y se lo besé. Lo recorrí con mi lengua y le daba besitos por todo el cuello. Ella, lejos de reaccionar mal, lo que hizo fue mover su cabeza hacia el otro lado para despejar más de su cuello y ponerlo a mi disposición, y cuando ya lo había recorrido y besado todo, sin cambiar de postura, estando de espaldas a mí, giró su cabeza completamente a la derecha, buscándome… Volví a mirar a la mesa para asegurarme que su marido seguía sin mirarnos, y al comprobarlo, la miré a ella a los ojos, que estaba como esperándome, y la besé.

Nos fundimos en un beso profundo, haciendo que nuestras lenguas se peleasen, al tiempo que yo la agarraba de la cintura y la apretaba contra mí y ella presionaba su culo aún más fuerte contra mi polla. Con mi mano izquierda la rodeé y acaricié sus tetas por encima de la camiseta, y aquello fue como un resorte. Karina lanzó un gemido profundo sin separar su boca de la mía, y se giró para besarme de frente, rodeando mi cuello con sus brazos. Era como si el mundo a nuestro alrededor hubiese desaparecido. No había música, no había gente, no había suelo, no había ni siquiera aire que respirar… estábamos solos ella y yo, fundidos en el beso más apasionado que una pareja puede darse.

No sé el tiempo que estuvimos así, pero de repente, los dos tomamos conciencia del peligro que aquello suponía allí delante de su marido, y recobramos la compostura. Comprobamos si nos habían visto, y yo me di cuenta que mi amigo me miraba como sorprendido, mientras el marido de Karina seguía hablando y bebiendo sin siquiera preocuparse donde andaba su mujer.

Antes de volver a la mesa, me saqué la camisa por fuera, para evitar que se me notase el tremendo bulto que había en mi pantalón. Karina se reía y me miraba divertida. Se volvió a arrimar a mi oído y habló

K – Entonces te gusto? Jajajajaja

Y – Joder Karina, eres la mujer más preciosa y más dulce que he conocido nunca. Si no estuviese tu marido aquí, te cogería en brazos y te haría el amor toda la noche.

Ella al oír eso se puso seria y me miraba a los ojos

K – Hace mucho tiempo que nadie me hace el amor

Y – Pero y tu marido?

K – Has visto el caso que me hace? Es muy celoso y muy posesivo, me utiliza como un trofeo, pero en realidad hace mucho tiempo que no me da cariño, y yo es eso precisamente lo que necesito. Como le he dicho que eres mi jefe y que estás casado, ha seguido bebiendo tan tranquilo, sino no habríamos podido ni bailar. Pero como está tranquilo, mírale, no me hace ni caso.

Y – Me gustaría verte a solas un día. Me dejas invitarte a comer un día de la próxima semana? Podrías?

K – Claro, me gustaría mucho. Ahora que ya no se te nota tu cosita dura, podemos volver a la mesa? Jajajajaja

Volví a comprobar que no nos miraban, le di nuevamente un beso agarrándola del culo, le di un azote mientras la sonreía y regresamos a la mesa. Como su marido estaba bastante bebido, ellos decidieron irse.

Se me hizo largo el fin de semana esperando que llegase el lunes para volver a ver a Karina. Cuando llegué a la oficina, esperé un tiempo prudencial, y la llamé a su extensión. Le pedí si podía subir a mi despacho un momento cuando no tuviese mucho trabajo, y me dijo que ahora estaba libre si a mí me venía bien.

El entrar en mi despacho, casi no podía contenerme. Estaba guapa como nunca. Llevaba un vestido azul claro de una pieza, sin cinturón, pero ajustado a su cintura, que le llegaba hasta casi las rodillas, y unos zapatos de tacón tipo stilettos, que le daban una elegancia y una sensualidad que resultaba irresistible. Me acerqué a ella sin decir ni media palabra, y nos fundimos en un beso aún más apasionado que el del viernes por la noche. Ahora los dos estábamos seguros de que nadie nos veía, y se notaba.

No podía parar de besarla. Debimos de estar así más de cinco minutos, sin hablar nada, sin hacer nada más que besarnos y abrazarnos. Me separé un momento y con cuidado de no hacer ruido, puse el pestillo de la puerta y la llevé hasta le mesa. Apoyé mi culo en la mesa para estar un poco más a su altura y la atraje de nuevo hacia mí. Nos volvimos a besar con el mismo deseo que antes. Ella se pegaba contra mi polla, pero no hacía nada más. La empecé a acariciar el culo, se lo apretaba contra mí. Tenía el culo duro y noté que llevaba tanga. Aquello me excitó aún más. Desabroché la cremallera del vestido y metí mi mano para acariciar su piel. Justo al sentirlo, ella suspiró y dejó escapar un gemido. Esta mujer no solo era preciosa, además se notaba que era sensible a las caricias.

Le saqué el vestido y lo dejamos caer al suelo. Ella seguía ante mí con su cuerpo perfecto y yo sin parar de besarla, la acariciaba por todas partes. Su piel era suave y ella no paraba de gemir ante mis caricias. Empezó a acariciar mi polla sobre el pantalón, e intentó sacarla, pero no la dejé. Le di la vuelta y la apoyé con su culo sobre la mesa. Nos mirábamos a los ojos, ambos seguíamos en silencio. Le desabroché y le saqué el sujetador. Mis manos con sumo cuidado acariciaron sus pechos pequeños y ella no pudo disimular su placer. Sin dejar de mirarme a los ojos gemía de placer mientras mis manos le acariciaban las tetas y jugaban con sus pezones. Bajé mi boca y se las comí. Suave, muy suave. Eso la excitó mucho, e intentó de nuevo llegar con sus manos a mi pantalón, pero tampoco la dejé.

Me puse de rodillas y bajé a su coñito. Tiré de su culo bien hasta el borde de la mesa y aparté el tanga a un lado. Llevaba el coñito depilado. Me deleité observando como su rajita brillaba, chorreando sus flujos fuera, el tanga empapado… jugué con mis dedos recorriendo sus labios exteriores, y mojando bien mi dedo en tanta humedad. Sentía su respiración muy agitada. Con mucho cuidado introduje un dedo y ella dejó escapar un gemido ahogado. No pude resistir más y mi boca devoró su coñito.

Mientras mi dedo jugaba en su interior, mi lengua recorría y succionaba su clítoris mientras ella hacía esfuerzos por no gritar. Apoyó el culo en la mesa y subió sus dos piernas abiertas sobre mis hombros. Aquello me lo dejó bien abierto y aproveché para introducirle otro dedo dentro. Ahora con dos dedos, aceleré el movimiento interior y mi succión de su clítoris. Pese a que gemía mucho, su orgasmo no vino pronto, pero aquello me estaba gustando tanto que no me importó. Seguí trabajando su coñito con mi boca y mis dedos durante un buen rato, hasta que finalmente su cuerpo empezó a convulsionar y a retorcerse mientras ella se tapaba la boca con ambas manos para silenciar sus gemidos y sollozos.

Cuando terminó de correrse, me puse de pie, saqué un condón del bolsillo y dejé caer mis pantalones y calzoncillos al suelo, y sin esperar más, acerqué mi polla a su coñito. Ella la cogió y empezó a jugar con ella, recorriendo con el glande todo su coñito, sin meterla, solo jugando fuera. Empezó incluso a masturbarse con el glande sobre su clítoris, pero aún lo tenía muy sensible, así que me cogió el condón, lo abrió sin prisa y me lo puso con sus propias manos. Lo dirigió a la entrada, y por fin habló.

K – Hazme el amor

Empujé despacio y empecé un movimiento lento. Entraba hasta el fondo y la sacaba entera, volvía a jugar y de nuevo la introducía entera. Su coñito ardía por dentro. Me costaba no correrme solo al sentir tanto calor rodeando mi polla. Nos fundimos de nuevo en un beso interminable mientras nuestros movimientos se acoplaban, y de repente estábamos follando a un ritmo lento y sin separar nuestras lenguas para nada. Esa mujer era una locura, estábamos haciendo el amor de un modo tan apasionado que parecíamos verdaderos enamorados.

Parecía que nunca íbamos a llegar al orgasmo, los dos estábamos aguantando, ninguno queríamos que aquello se terminase. Pero tanta pasión y tanto placer no puede durar siempre, y empezamos a acelerar un poco el ritmo. Seguíamos perfectamente sincronizados, penetraciones muy profundas y recorrido muy amplio, sacando casi entera mi polla de su interior. Hasta que al final los dos empezamos a respirar más deprisa, acelerando más aún el ritmo de la follada, empezando a golpear fuerte cuando llegaba al fondo, y en ese momento los dos explotamos al mismo tiempo. Gemíamos en silencio intentando taparnos la boca el uno al otro con nuestros propios besos, sin separarnos. Finalmente rompimos el beso solo para abrazarnos muy fuerte mientras ambos sentíamos los últimos latigazos de un orgasmo muy intenso.

Nos quedamos abrazados unos minutos y poco a poco fuimos recuperando el sentido común. Nos seguíamos dando besitos y acariciándonos. Empezamos a vestirnos de nuevo.

Y – Llevo todo el fin de semana esperando este momento. No he parado de pensar en ti, y de masturbarme recordando tu cuerpo.

K – Yo también. Mi marido me quiso follar al llegar a casa, pero estaba borracho y no le dejé, porque no me gusta que me trate como un trozo de carne. Además se corre y ni siquiera espera a que termine yo, así que cuando se durmió, me masturbé pensando en ti y en lo dura que se te puso la polla bailando conmigo.

Y – Bueno, pues ahora ya sabes que me tienes siempre que quieras y siempre que puedas sacar un rato.

K – Ok, déjame que vea cuando puedo verte y te iré diciendo.

Le di mi número de teléfono particular para que me pudiese llamar a cualquier hora, y terminamos de recobrar la normalidad. De nuevo sin hacer ruido quité el pestillo de la puerta, y ella abrió la puerta para salir con normalidad, como si ya hubiese terminado nuestra entrevista.

Y allí me quedé, aún intentando saber si aquello había sido un sueño, o si realmente acaba de tener el encuentro más sensual y romántico, a la par que sexual con aquel ángel, que casi parecía una mujer de otro planeta.