Ismael y Carolina resuelven sus problemas de hermanos una noche de fiesta

Ismael se encontraba en el comedor del piso estudiando para el examen de Física que tendría a finales de mes. Sentado sobre el sofá, trataba de memorizar todas las fórmulas que venían en el libro. Tenía que recordarlas muy bien, pues en los problemas tendría que usar bastantes. Se hallaba muy concentrado en la lectura, pero muy pronto, un ruido hizo que se despistase. Al principio, trató de no hacer mucho caso, pero el sonido se empezó a hacer más continuo. Por más que lo intentara, no podía seguir así.

Cuando apartó la vista del libro para ver de qué se trataba, sintió una gran desazón en su cuerpo. Era su hermana mayor Carolina.

—¿Qué coño quieres? —preguntó el chaval muy molesto.

—¡Esa lengua! —señaló ella—. Papá y mamá no te criaron para que dijeras esas cosas.

—Mira quien fue a hablar —respondió él de forma burlona.

Carolina se acercó hasta su hermano, colocándose justo delante. Notarla tan pendiente de él, con clara intención de molestar, no podría irritarlo más.

—¿Otra vez estudiando? —dijo escandalizada—. Joder, parece que eso sea lo único a lo que te dediques en tu vida.

Ismael respiró de forma acompasada. Buscaba calmarse lo mejor que podía, pero su hermana tenía una gran habilidad para sacarlo de quicio. Era toda una consumada experta.

—Caro, a fin de mes tengo examen de Física y me lo tengo que aprender todo bien —explicó con mucha calma, toda la que su ser le podía ofrecer—. No quiero tener que llevarla arrastrando para el año que viene.

—¡Venga ya! —dijo su hermana con total despreocupación mientras se sentaba a su lado. Lo hizo con tanta fuerza que el sofá entero tembló—. Siempre te las pasas estudiando, macho. Parece que no tuvieras nada mejor que hacer.

—Que yo sepa, para eso hemos venido a esta ciudad —replicó el muchacho—. Para sacarnos la carrera que papá y mamá nos están pagando, ¿no?

Ismael y Carolina venían de un pueblo que se hallaba en la serranía. Era grande, pero no lo suficiente como para tener una universidad. Cuando terminaron sus estudios en el instituto, no tuvieron ms remedio que trasladarse a la ciudad más cercana. Primero fue Caro y luego él.

—Si vale. No te lo pongo en duda, pero debes hacer algo más que quedarte en casa estudiando —decía Carolina—. Tienes que salir y divertirte. A este paso no pierdes tu virginidad ni aunque te lleve a una orgía.

Si había un tema que detestaba que le sacasen era su vida sexual. La chica no cesaba de llamarlo virgen o inmaculado. Siempre estaba metiéndose con él por ese motivo y lo tenía harto. Habían llegado a tener peleas muy serias por culpa de esas burlas.

—Por favor, no empieces otra vez con lo mismo —le advirtió.

—¿Y qué harás si continúo? —dijo Carolina desafiante—. ¿Me vas a intentar pegar? Isma, te recuerdo que soy más alta y fuerte que tú.

—Tú ponme a prueba.

Se miraron por lo que parecían eones de tiempo, pero solo pasaron unos segundos cuando Ismael cerró el libro y, a gran velocidad, lo tiró al suelo para abalanzarse sobre su hermana.

—¡Ven aquí! —gritaba él.

Sin embargo, su hermana no se dejaba atrapar con tanta facilidad. De hecho, esquivó su ataque y fue ella quien acabó encima de él sobre el sofá.

—¡Caro, joder! —se quejó el muchacho—. Que me clavas la rodilla en mi barriga.

—¡Te jodes por capullo! —le reprendió ella.

La chica lo agarró por los brazos y puso todo el peso de su cuerpo sobre él. Isma se revolvía desesperado, tratando de escapar, pero su hermana lo tenía bien atrapado.

—¡Suéltame, coño! —le dijo mientras se revolvía violento.

—De eso nada, canijo —espetó Caro.

Pese a que la chica lo tenía bien atrapado, Ismael consiguió una vía de escape. Revolvió una de sus piernas y con ella, comenzó a hacer palanca, empujando el cuerpo de su hermana. Haciendo acopio de todas sus fuerzas, logró que la chica volcase y cayera al suelo.

—¡Aaaah! —gritaba llena de horror mientras caía.

—¡Hostias Caro! —exclamó Ismael petrificado—. ¿Te has hecho daño?

Carolina se hallaba tendida de lado en el suelo. Con algo de esfuerzo, se logró incorporar y su hermano pequeño se fijó en cómo se acariciaba el brazo derecho. Seguramente se lo había lastimado. Eso hizo que Ismael se sintiese mal.

—Eres un imbécil —dijo Carolina furiosa.

Se levantó al mismo tiempo que lo hacía su hermano y sin dudarlo, la chica le asestó un fuerte puñetazo en el hombro izquierdo.

—¡Mierda! —se quejó el chico mientras se ponía una mano en la zona herida—. ¡Tampoco es necesario que me pegues!

—¡Que te den! —espetó la chica y se largó a su habitación.

Ismael se quedó allí, sin saber que decir o hacer, totalmente pasmado ante lo que acababa de ocurrir.

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Pasó un rato bien largo desde la pelea que habían tenido, pero Ismael no podía quitárselo de la cabeza. Sentado sobre el sofá, no paraba de darle vueltas al incidente que había protagonizado con Caro. Se sentía fatal por haberle hecho daño y eso que fue ella quien lo empezó todo. Al menos, eso creía.

La relación entre ellos dos nunca había sido muy buena. Siempre andaban peleándose por cualquier tontería y, en más de una ocasión, se habían llegado a lastimar. Cuando Carolina se marchó a estudiar, Ismael se sintió aliviado de que aquellas riñas cesasen, pero al llegar el día que él también tendría que irse del pueblo para hacer la carrera que tanto deseaba, no le quedó más remedio que irse a un piso con su hermana. Aunque, al principio, la convivencia entre los dos fue muy buena, los conflictos no tardaron mucho en resurgir y, de nuevo, volvieron a llevarse como el perro y el gato.

Notando como el silencio lo hacía sentir más incómodo, Ismael percibió como la culpa inundaba su cuerpo. Al final, no tuvo más remedio que hacer de tripas corazón. Se levantó y fue en dirección al cuarto de su hermana para disculparse.

Frente a la puerta, el chico se detuvo. No tenía ni idea de qué forma iba a reaccionar Carolina si lo veía entrar. Pensó en tocar primero, pero concluyó que, de esa forma, ella se negaría a que pasase. Cuando quería, podía ser muy tozuda. Ante esto, pensó que lo mejor era pasar sin más, pese a que se cabrease. Algo tembloroso, cogió el pomo de la puerta, lo bajó y tiró hacia él para abrirla. Cuando se dispuso a entrar, se quedó en el sitio ante lo que vio.

Delante, tenía a su hermana vuelta de espaldas y tan solo vestida con un mero tanga. Sus ojos fueron de arriba a abajo, incapaz de creer lo que contemplaba. Su espalda era blanca, salpicada por algún que otro lunar y, sobre esta, serpenteaba su largo pelo rizado de color rojo cereza, recogido en una sinuosa coleta. No pudo evitar mirar más abajo y fijarse en el increíble culo de la chica. Con forma de melocotón, estaba apenas cubierto por el simple tanga de color negro, dejando al descubierto sus redondas nalgas.

—¿¡Pero qué coño haces aquí?!

Cuando escuchó aquella pregunta, Ismael se encontró con su hermana mirándolo de refilón. En sus ojos verdes claros, notó cierta sorpresa e ira. No pintaba nada bien.

—Yo…yo…tan solo…vine a disculparme… —se intentó explicar lo mejor que pudo, aunque de poco sirvió.

—¡Maldito pervertido de mierda! —gritó con todas sus fuerzas Carolina.

La chica se volvió hacia su hermano, cubriendo con su mano el escaso pecho que tenía. Se acercó hasta él y, sin dudarlo, le arreó un fuerte puntapié en su rodilla.

—Hostias Caro, ¿¡pero que cojones te pasa?! —dijo aterrado el muchacho.

—¿¡Qué pasa?! —habló ella con mirada asesina—. Que tengo un hermano que, además de hacerme daño, ¡me espía mientras me cambio de ropa! Como si no fuera la primera vez que te pillo mirándome, pedazo de cabrón.

Sentía el punzante dolor en la rodilla, pero lo peor fue que la chica comenzó a empujarle con fuerza. Le sacaba un palmo, así que podía con él. Le dio un fuerte empellón contra la pared que tenía detrás.

—No eres más un gilipollas —le decía la chica—. Estoy harta de ti, siempre causándome problemas. ¡Ojalá no hubieras nacido nunca!

Se encontraba un poco aturdido con todo lo que pasaba, pero cuando escuchó aquellas palabras, su mente se aclaró.

—Eso piensas, ¿que no debería nunca de haber nacido? —Su pregunta no podría sonar más dura y desoladora.

—No has parado de joderme desde el primer día en el que apareciste —sentenció Carolina.

Dos lágrimas salieron de los ojos de Ismael. No podía creer que su hermana le hubiera dicho algo así y notó como algo se quebraba en su interior.

—Oh vaya. Pues perdona por haberte jodido la vida.

Se marchó de allí y fue directo a su cuarto. Al llegar, se desmoronó como nunca antes había hecho en su vida. Podía soportar sus burlas, quejas y riñas, pero aquello le partió el alma. Lo peor era que no se trataba de la primera vez. Desde que se fue a vivir con ella, los insultos y cabreos no habían cesado y, en más de una ocasión, le había soltado cosas terribles. Sentado en el suelo, lloraba desconsolado.

Permaneció así por un rato hasta que escuchó como llamaban a la puerta. Sabía de quien se trataba.

—Isma, abre, por favor —dijo Carolina desde el otro lado.

No se sentía con fuerzas para nada. Estaba muy dolido por lo que le había dicho. A pesar de todos los problemas que tuvieran, lo último que esperaría era que su querida hermana le dijese algo así.

—Tío, perdóname —habló la muchacha—. Ya sabes que siempre me voy de la lengua cuando me cabreo, pero créeme, no pienso eso de ti. Sabes que, en el fondo, te quiero un montonazo.

Apretaba los puños con fuerza. No sabía qué hacer. Sería tan fácil perdonarla, pero no era la primera vez que pasaba. Estaba harto.

—De verdad, te prometo que no volverá a pasar. —La voz de Caro se volvía más agónica por momentos— Isma, ábreme, porfa.

No pudo más. Se levantó y abrió la puerta. Frente a él, tenía a su hermana. Se había puesto una camiseta blanca de tirantes, pero todavía seguía con el tanga. La contempló por un momento. Era preciosa. Tenía un curioso brillo en sus ojos y percibió una nota de dolor en su rostro. Entonces, se abrazaron.

—De veras, lo siento —dijo muy afligida—. Tú no eres ningún maldito error y me alegro de que estés a mi lado.

Ismael hundió su cara en el cuello de Carolina. Notaba la fragancia que emanaba de ella, un maravilloso olor a perfume y desodorante que lo encandilaba. Lloró un poco y la chica acarició su revuelto pelo negro, haciendo que se calmase.

Estuvo así por un instante, hasta que se apartó y se miraron. Entonces, ella le dio un besito en la frente.

—No vuelvas a decir algo así nunca más —le pidió.

Caro llevó sus dos manos hacia el rostro de su hermano y las posó sobre las mejillas, humedecidas por sus lágrimas.

—Sí, cariño. No volverá a pasar —le prometió—. No sé porque coño me comporto de esa forma.

—No es la primera vez —añadió sombrío.

—Ya, pero te juro esta será la última que lo hago.

Después de decir esto, le dio otro suave beso en la mejilla y se volvieron a abrazar.

Se quedaron de esa manera por un rato, algo que reconfortó a Ismael. Sentir el calor de su hermana no solo le calmaba, sino que le gustaba. Siempre deseaba que le abrazase o le diera besitos, pero era raro verla tan cariñosa. Solo cuando hacían las paces tras pelearse, ella mostraba su lado más cariñoso, algo que odiaba. ¿Por qué no podía ser así siempre?

Tras un rato así, Carolina se separó. Lo miró de una manera que le parecía arrebatadora.

—¿Estás mejor? —preguntó la chic a continuación.

—Un poco.

—Me alegro. —Una bella sonrisa iluminó el rostro de la chica, lo cual encandiló a Isma—. Oye, quiero compensarte por esto. Me siento fatal y creo que debo animarte de alguna manera.

Oír aquello puso a Ismael un poquito tenso. Que su hermana pretendiera resarcirlo por lo ocurrido le parecía muy extraño y poco habitual.

—¿Que tienes en mente? —preguntó con cierta inquietud.

—Esta noche voy a salir con mis amigas. Por eso me has pillado de esta manera. Acababa de lavarme y me iba a poner el maquillaje justo cuando has entrado. —Se reía un poco mientras contaba el incidente ocurrido no demasiado antes, como si pareciera algo lejano—. He pensado que podrías venir conmigo.

Cuando escuchó eso último, Ismael se quedó sin palabras.

—Caro, ¿pero qué estás diciendo? —comentó estupefacto—. Si a tus amigas yo les caigo fatal. Se negarán a querer salir conmigo.

—¡No digas tonterías! —comentó despreocupada la chica—. Tú no hagas caso a esas tontas. Vienes conmigo y punto. Además, esta noche te ayudaré a perder tu virginidad.

Si todo lo anterior dicho no podía resultar absurdo, esto último ya se llevaba la palma. Quiso decir algo, pero prefirió dejar que ella continuase. No tanto porque tuviera interés en saber que planeaba, sino porque no se le ocurría que decirle.

—Sé que mis amigas te ponen bastante y algunas de ellas son bastante guarrillas, así que te ayudaré a camelarte a alguna —le explicó con cierta morbosidad—. Y si se resisten, ¡pues la emborrachamos y listo!

No podía dar crédito ante lo que acababa de escuchar. ¿Esta iba a ser la forma de compensar todo el daño causado por tantos insultos y peleas? Desde luego, su hermana no era el mejor ejemplo de buena solidaridad que podía haber.

—¿De verdad vas en serio? —preguntó incrédulo el chico.

—Que si joder —le aseguró su hermana—. Esta noche, follas fijo.

Abatido, no tuvo más remedio que hacerle caso. Por una vez, parecía dispuesta a querer enmendar sus errores y, pese a que no la había perdonado del todo, estaba más arrepentida que en otras ocasiones.

—Vale, pero nada de tontadas, ¿eh? —le dejó bien claro.

—Desde luego. Si las cosas no salen bien, te prometo que no la liaré.

Aunque no muy conforme, aceptó de buen grado sus palabras. En fin, al menos pasaría una noche divertida y, aunque no creía que fuera a perder su virginidad, tampoco las tenía consigo. De todo podía pasar en una fiesta.

—Venga, vamos a prepararnos que en menos de una hora hay que largarse —dijo Carolina, preparándose para ir a su cuarto.

—Está bien, nos vemos en un rato.

—¡Ponte guapo! —comentó la chica sonriente.

Ismael vio cómo se daba la vuelta y se marchaba de su habitación. Sin poder evitarlo, sus ojos se clavaron en el bamboleante culito de Carolina, moviéndose de un lado a otro con cada paso que daba. Desde luego, iba a ir bien excitado esa noche.

Se cambió de ropa, poniéndose lo más nuevo que tenía y sintió como los nervios lo devoraban. No había salido de fiesta en muchas ocasiones e iba a ser la primera vez que lo haría con su hermana. No tenía ni idea de cómo se desarrollaría todo y esperaba que Carolina se comportase, pero le costaba a creer que fuera a hacerlo. Las veces que ella había salido, o bien regresaba al día siguiente, sin saber dónde habría pasado la noche, o regresaba a casa borracha. Rezaba porque en esta ocasión se moderase un poquito.

Ya listo, se fue al salón a esperar a que Carolina saliese. Pasó una media hora, cosa que comenzó a desesperarlo. Nunca le gustaba generalizar, pero su hermana hacía que fuera difícil de desterrar el mito de que las mujeres tardaban mucho en prepararse para ir a algún sitio. Sentado en el sofá, miraba la televisión, intranquilo. Quiso gritarle para poder saber si le quedaba poco, pero temía que se fuera a cabrear. Y desde luego, ni loco iría a asomarse a su cuarto. Siguió ensimismado viendo la tele hasta que escuchó la puerta abriéndose. Entonces, fue cuando la chica apareció.

Ismael jamás había visto a un ángel, pero lo que tenía claro, era que su hermana bien se parecía a uno de ellos. Iba con el pelo rojo suelto, cayéndole parte por los hombros. El maquillaje resaltaba muy bien el brillante verde de sus ojos y el colorete en sus mejillas daba más viveza a la claridad de su piel. Sus labios, pese a ser finos, brillaban deslumbrantes gracias al intenso rojo del pintalabios. Llevaba un ajustado vestido azul oscuro que resaltaba su curvilínea figura. Sus pechos, aunque no demasiados grandes, dejaban un maravilloso escote que haría las delicias de cualquier hombre. Sus caderas dibujaban una perfecta curva y por debajo de la corta falda descendían unas largas y preciosas piernas. En suma, la chica era toda una belleza y su hermano no podía creer que viviera bajo el mismo techo que ella.

—¿Qué tal estoy? —preguntó un poco apurada.

El chico tragó un poco de saliva. En serio, estaba muy alterado ante lo que veía. Siempre había considerado a su hermana como alguien atractiva, pero lo de hoy resultaba imposible de creer.

—Pu…pues muy guapa —dijo al final, no con poca dificultad—. Estás realmente impresionante.

—Gracias —comentó la chica mientras dibujaba una dulce sonrisa en su rostro—. Venga, vamos, que nos esperan mis amigas.

Salieron del piso cuando vio cómo su hermana le tendía la mano.

—¿Me llevas del brazo? —pidió de forma coqueta.

Se quedó sorprendido ante semejante petición, pero no dudó en hacerlo.

Cogidos de esa manera, entraron en el ascensor. Ya dentro, Ismael se sintió un poco incómodo. Notar el cuerpo de su hermana tan cerca lo alteraba. Como pudo, buscó calmarse. Carolina pareció darse cuenta y, al mirarla, le sonrió de forma tierna.

—Hoy nos espera una gran noche —comentó la chica bastante desenfadada.

—Ya veremos —dijo su hermano menor, no muy seguro de ello.

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La música sonaba muy fuerte, las estroboscópicas luces de los láseres y focos centelleaban en todas partes y un apestoso olor a sudor y tabaco impregnaba el ambiente. Ismael bebía de su cubata impasible, viendo como la gente a su alrededor no paraba de bailar. Toda apelotonada como si buscasen a posta el contacto entre ellas. No descartaba que en más de un caso, así fuese. Él se hallaba pegado a la barra, de donde no se había separado desde que llegó. Bebió un sorbo del líquido alcoholizado y una expresión de desagrado se dibujó en su cara. Aquel sabor tan desagradable no le gustaba para nada.

No había ni rastro de su hermana. Nada más entrar, Carolina y sus amigas, junto a Ismael, fueron hasta la barra para pedirse algo de beber. Uno vez les sirvieron, las féminas se esfumaron a la velocidad del rayo, dejándolo allí solo. Podría entender esto de parte de las otras chicas, pero Caro se suponía que se quedaría a su lado para ayudarle a ligar. Le había estado comiendo la oreja con ese plan por toda la noche, aunque, al final, temía que no se iba a hacer realidad. Conociéndola, tampoco se extrañaba.

Miró a un lado y a otro, a la espera de encontrarla, pero nada, seguía sin mostrar señales de vida. En un momento dado, creyó ver a una de sus amigas, una tal Daniela, una chica de piel morena con el pelo rizado de color castaño. Parecía entrar en el baño, agarrada de la mano de otra chica. Una certera sospecha voló por su cabeza sobre que con esa chica no tendría tema, aunque tampoco le importaba. Aquella noche, las amigas de su hermana le dejaron bien claro que eran unas cretinas de cuidado. No solo no le hablaron, sino que, durante la cena, no perdieron tiempo en burlarse de él en voz baja. Que si el friki o el virgen, decían entre risas burlonas. Le dolió un poco, pero tampoco le dio demasiada importancia. Que rieran cuanto quisiera, ellas se lo perderían. Pese a todo, él también se lo iba a perder, pues las oportunidades de ligar era nulas, no solo por la ausencia de Carolina, sino porque Ismael no era precisamente muy lanzado.

Mirara donde mirase, se cruzaba con alguna chica preciosa. Podría reunir valor, acercase a ella y hablar. Con un poco de suerte, tal vez lograra llamar su atención y, si jugaba bien sus cartas, tal vez lograra cazarla. Claro que eso solo lo imaginaba en su cabeza. En la realidad, seguía pegado a esa barra, acobardado ante lo que veía. Maldecía el que su hermana, esa que tanto le prometió ligar, se hubiera esfumado sin más. No tenía ni idea de donde podría andar y eso comenzaba a agobiarle. Estaba planteándose seriamente el marcharse a casa, incluso sin ella.

Siguió observando el panorama en aquella discoteca mientras contemplaba si marcharse o no. Fue entonces, cuando notó una fuerte sacudida en el hombro. Ismael se asustó un poco y cuando miró a su derecha, se encontró con su hermana. Al inicio, no se sorprendió demasiado, en cierto modo, esperaba que apareciese de una maldita vez. Iba preguntarle que donde se había metido, pero notó algo raro en su rostro.

—¿Dónde estabas? —dijo al final, ya más preocupado que enojado.

Al inicio, Carolina no contestó, pero por como tenía de pálida su cara, el joven dedujo que algo bueno no pasaba.

—Va…vámonos, anda —fue lo único que se limitó a responder la chica, cogiéndolo del brazo y tirando como una posesa.

Ismael se revolvió un poco hasta que, de repente, vio cual era el motivo por el que su hermana se quería ir con tanta celeridad. Detrás de ella, aparecieron tres tíos con unas malévolas sonrisas que no le gustaron ni un pelo. Se aproximaron hasta casi rodear a Carolina, cosa que lo encabritó bastante.

—Guapa, ¿dónde te habías metido? —preguntó uno de ellos.

—Sí, te habíamos perdidos de vista allí en los baños.

Por sus voces, notó que estaban un poco ebrios, pero aún así, se les veía perfectamente lucidos como para saber lo que hacían. Estaban acosando a una chica. Lo peor, era su propia hermana, cosa que enfureció aún más a Ismael.

—¿Qué pasa? —Ya empezaban a mostrarse muy peligrosos por su forma de hablar— ¿No vas a aceptar la invitación que te hemos hecho?

Carolina trató de apartarse de ellos, pero entonces, uno la agarró del brazo y los otros trataron de retenerla. Automáticamente, Ismael intervino.

— Ey, ¡dejadla en paz! —gritó de una manera que le resultó extraña

Las miradas no tardaron en volverse hacia su persona. El muchacho se inquietó un poco al sentirse tan observado, pero su miedo se disparó al notar los aterrados ojos de su hermana. La pobre estaba muy asustada entre medias de esos tipejos.

—¿Qué coño haces? —preguntó uno de los acosadores — Piérdete, esto no es asunto tuyo.

—Sí, largo —bramó con tono estúpido otro.

Aún no los notaba muy furiosos, así que tendría oportunidad de escapar, pero sabía que de hacerlo, jamás se lo podría perdonar. No ya solo porque la persona en peligro fuera su hermana, sino porque no sería correcto dejar tirado a alguien en esa situación.

—Os lo repito, que la dejéis en paz —incidió de nuevo, aunque un poco atemorizado.

El trío de fanfarrones se aproximó más a él, dejando a un lado a su hermana. Eso le alivió un poco, pero al notar tan cercando a esos idiotas no le gustó ni un pelo.

—¿Tú es que quieres pillar palos, mamón? —le amenazó uno de ellos.

—Si, ¿es qué eres masoca?

—Seguro, a este le debe encantar que lo revienten a hostias.

Cada vez, el miedo hacía mayor acto de presencia y, pese a que sabía que había hecho lo correcto al enfrentarse a esos tíos, se maldecía un poco por cómo podría terminar la cosa. Miró a Carolina, algo apartada, aunque sin perder ojo de lo que ocurría. Le tranquilizó verla a salvo. Entonces, notó como lo cogían del cuello de la camisa, apretando con fuerza. Ahora, venía lo malo.

—¡Dejadlo en paz! —intervino de repente su hermana.

Sin dudarlo, la chica se metió entre ellos y se colocó justo delante de Ismael, quien quedó impresionado por su rápida actuación. Los tipos también quedaron impactados.

—Puta, ¡quita de en medio! —comenzó a hablar uno.

—Sí, ahora nos pondremos contigo, pero primero vamos a ensañarnos con el enano este.

Carolina los miraba muy enfurecida. Ismael sabía de la mala leche que tenía, pero nunca la vio así, mucho menos por él.

—Ni se os ocurra tocarlo —dejó bien claro a los atacantes.

La notaba muy tensa. Se preguntaba si de verdad sería capaz de enfrentarse a esos tres. Ella era alta y fuerte, pero aquellos tíos eran grandes y musculosos, así que se preocupó mucho. No quería que le pasara nada malo.

—¿Se puede saber por qué cojones andas defendiendo a ese retaco? —inquirió uno de ellos antes de echarse una burlona carcajada.

—Eso, ¿qué le ves? —repuso otro con voz estúpida.

—Es mi novio —afirmó con claridad la muchacha.

El pelo se le erizó a Ismael. Volvió su vista hacia Carolina, incapaz de creer lo que acababa de soltar. Los salvajes se echaron a reír al oírla.

—¡Venga ya! —exclamó uno, incapaz de contener la risa.

—¡¿Ese renacuajo es tu novio?! —comentó otro al que le faltaba el aire.

Ismael estaba atemorizado. No entendía que pretendía su hermana con aquello. Desde luego, no parecía la estrategia más apropiada.

—Lo es, así que dejadnos tranquilos si no queréis problemas —aseveró segura de sí misma Carolina.

El más alto de aquel peligroso trío lanzó una mirada asesina al chico. No estaba convencido.

—Ni de coña, te lo estás inventando.

—¿Tú crees? —habló desafiante la hermana mayor.

De repente, la chica se volvió hacia Ismael. Tembló un poco nervioso al notar esos ojos verdes observándolo con tanta alevosía. Nada bueno tramaba Carolina. Y así era.

Sin más miramientos, se acercó a su hermano y le plantó un beso en la boca. No un piquito de nada, no, un buen morreo con lengua que dejó boquiabierto a todo el personal. El propio Ismael abrió sus ojos de par en par al ver lo que ocurría.

—¡Joder! —dijeron los tres acosadores a la vez.

El besó duró bastante más de lo que esperaba. La viscosa lengua de su hermana horadaba todo el interior de su boca y sentía la suavidad de sus labios al pegarse a los suyos. Resultaba raro, pero, a la vez, delicioso. Debajo de su pantalón, percibió como algo se ponía bien duro. Para cuando se separaron, un pequeño hilillo de saliva caía de la comisura. Ella lo miró de una manera esplendida, casi arrebatadora. Se quedaron así por un momento hasta que la chica se volvió hacia los tres imbéciles:

—¿Os parece suficiente?

Ninguno llegó a responder, pues estaban atónitos ante lo que acababan de ver. Eso fue aprovechado por Carolina para agarrar a su hermano del brazo y salir los dos de allí antes de que sus acosadores volvieran a por ellos. Una vez fuera, cogieron un taxi y pusieron rumbo hacia el piso.

Durante el viaje, ninguno habló. Se mantenían callados, pensando en todo lo que les había pasado. Ismael no podía quitarse de la cabeza que su mismísima hermana le hubiera podido besar, era algo incapaz de concebir. Lo peor de todo era que le había encantado. La calidez de su boca, sus suaves labios, esa lengua tan traviesa. No había besado a una chica antes, pero para él, había sido lo mejor que le había pasado. Al final, llegaron a su destino y se bajaron del taxi.

El ascenso hasta su piso también lo hicieron en silencio. En el ascensor, se miraron en un par de ocasiones, pero el chico enseguida se apartó. Estaba algo alterado, sin saber que decir o hacer. Siguieron de esa manera hasta que llegaron a su planta. Avanzaron por el pasillo hasta acabar frente a la puerta. Una vez allí, Carolina se quedó parada delante. Ismael la observó un poco extrañado. Se suponía que debía sacar la llave y usarla para entrar, pero en vez de eso, su hermana se limitó a quedarse allí de pie, sin hacer nada. Le resultó muy raro. Indeciso, decidió preguntar:

—Caro, ¿qué pasa?

Al oírlo, la chica alzó la vista hacia él. Ismael se retrajo un poco al notar su mirada, tan ausente y triste. No entendía que le podía pasar a su hermana, aunque tras todo lo que les había pasado en la discoteca, se hacía a la idea. Se quedó así por un momento hasta que comenzó a escuchar como sollozaba. El joven ya iba a decirle si estaba bien cuando ella se lanzó a sus brazos y comenzó a llorar.

—¿Te encuentras bien? —preguntó impotente Ismael.

Carolina, quien tenía su rostro hundido contra el pecho de su hermano, levantó la cabeza nada más escucharlo. Eso permitió al muchacho ver sus verdosos ojos cuajados de lágrimas y su rostro contraído en una mueca de tristeza. Le rompía el corazón verla así.

—Gra…gracias por protegerme en la disco… —habló entre sollozos—. De no haber sido por ti…, no sé qué me hubieran hecho esos cabrones.

Lo agarró con mucha fuerza, apretando su cuerpo contra el de él. Ismael pasó sus manos por la espalda y acarició su pelo intentando calmarla. Carolina había hundido de nuevo la cara contra su pecho. Se lo estaba dejando húmedo con sus lágrimas, aunque no le molestaba. Necesitaba desahogarse y sabía que esta era la forma perfecta. Estuvieron un poco así hasta que notó que su hermana ya estaba más calmada.

—Tú también me has salvado a mí, así que gracias —comentó él de forma oportuna.

Carolina volvió a mirarlo, aunque esta vez no estaba tan triste De hecho, su ocurrente comentario había logrado animarla un poco, cosa que lo reconfortó.

—Venga, vamos dentro —dijo.

—Pues si —coincidió ella.

Ya en el piso, los dos se fueron directamente a sus cuartos. Ismael se disponía a entrar cuando su hermana lo llamó. Él se volvió, a la espera de que le dijese algo, pero lo único que encontró fue su silencio. Se miraron y pudieron notar cierta incomodidad. Al final, decidieron meterse cada uno en su habitación y cerrar las puertas.

Ismael se sentó sobre su cama. Menuda noche había pasado. En su cabeza no paraba de darle vueltas a todos los acontecimientos vividos. Todo ocurrió tan rápido que ni parecía aún haberse enterado de ello. Las luces, la gente, esa música tan fuerte, esos tres tipos intimidándolo. Resultaba tan irreal. Aunque, desde luego, lo que no olvidaría era el beso que su hermana le dio. Ese momento quedaría grabado en su memoria por siempre.

Se tumbó a lo largo de la cama y rememoró como tuvo lugar. Sus labios pegados contra los suyos, esa lengua traviesa paladeando su interior, esa viscosa y cálida humedad que sentía, el cuerpo de ella tan pegado, esa fragancia que emanaba. Todos esos recuerdos hicieron que una esperable erección creciera en su entrepierna. Ismael sabía que era imperdonable excitarse con su hermana, pero, mientras todo quedase en la íntima imaginación de su mente, no había problema. Ya estaba pensando en la paja que se iba a hacer cuando llamaron a la puerta.

—Isma, ¿puedes abrir? —dijo su hermana.

El chico se puso un poco tenso. No entendía que querría ahora y tenía un presentimiento. No era bueno ni malo, tan solo extraño. Sin darle más vueltas de lo necesario, se levantó y abrió.

Carolina apareció frente a él. Todavía llevaba puesto el vestido azul con el que había salido de fiesta y, aunque se había quitado parte del maquillaje, aún tenía sus labios pintados de rojo. Se la veía esplendida.

—¿Qué quieres? —preguntó algo nervioso el muchacho.

Su hermana caminó hasta colocarse al lado de la cama, donde acabó sentándose. Él se colocó a su lado. Tenía la mirada perdida en cualquier rincón de la habitación, pero sin centrarse en ninguna parte interesante. Era como si lo inspeccionase todo para ver si estaba bien limpio u ordenado. Eso sí, a él no lo había mirado ni una sola vez. Le resultaba raro.

—Oye, ¿qué te pasa?

Al fin, sus ojos verdes se posaron sobre él. Ismael quedó un poco intimidado. Carolina era tan hermosa. Vio cómo se acercó hasta quedar justo enfrente, a tan solo unos centímetros. Lo siguió observando por un momento y, entonces, lo besó.

A Ismael lo pilló por sorpresa esta acción y, de nuevo, quedó perplejo. No hizo nada, tan solo dejó que su hermana lo besase. Esta vez, no fue un morreo tan profundo como el anterior, sino algo más suave. Carolina frotaba sus finos labios y eso le gustó mucho. A veces, percibía como abría la boca, dejando que su cálida lengua intercambiara saliva con él. Estuvieron así, degustando tan hermoso momento, hasta que ella decidió separarse.

El muchacho la miró paralizado. No podía comprender a que había venido ese beso, que razones habían impulsado a su hermana a dárselo. Estaba bastante excitado, pero no podía negar que ese beso lo había dejado muy impactado. No tenían nada que ver con el que le había dado en la discoteca. Ese fue de pega para ahuyentar a los moscones que los estaban acosando. Este, sin embargo, lo había hecho con cariño, con clara intención de expresar su amor.

—¿A qué viene esto? —preguntó algo incómodo.

Carolina quedó callada por un momento, como si no supiera que decirle, pero no tardó en responder. Al hacerlo, Ismael se puso algo tenso. No sabía que le esperaba.

—¿No te prometí que esta noche ibas a perder tu virginidad?

Al oírla, al chico se le erizaron los pelos. No podía ir en serio…

—Sí, pero como puedes ver, no he vuelto con ninguna chica al final —le indicó con claridad.

—¿Como que no? —habló contrariada su hermana— ¿Y yo que soy, rufián?

Aquello no podía ir en serio. Carolina debía de estar tomándole el pelo, aunque tras todo lo que habían pasado lo dudaba bastante. Con todo, no era algo normal. Su hermana jamás se propondría una cosa así, ¿no?

—Caro, te recuerdo que somos de la misma familia —señaló el muchacho en un intento por dejar bien claras las cosas—. Lo que estás proponiendo es simplemente una locura.

Él estaba muy nervioso mientras que su hermana parecía más que tranquila, aunque no se podía negar que se hallaba un poco contrariada.

—Venga ya, no me vengas con esas ahora —dijo la chica con sorna—. Te recuerdo que tú te has pajeado muchas veces pensando en mí.

Se le subieron los colores nada más escucharla. Apartó la mirada de su hermana, a quien se le dibujó una juguetona sonrisa en la cara. A ella siempre se le había dado muy bien poner contra las cuerdas a Ismael.

—Anda, ¿no irás a decirme ahora que no es verdad?

La miró y pudo contemplar lo radiante que estaba. No podía negarlo. Carolina había sido siempre su oscuro objeto de deseo. Siempre había otras chicas con las que fantasear, pero al final, ella era la única que ocupaba su mente por completo. Sin embargo, era su hermana. Para el joven, se trataba de un elemento insalvable.

—Que más dará eso —repuso consternado—. Sigues siendo mi hermana.

De repente, sintió como una mano acariciaba su pierna derecha. Carolina comenzó a acariciarlo con suavidad, lo cual lo puso bastante nervioso. Quería que parase, pero, en el fondo, deseaba que no lo hiciera. Ella, por su parte, se iba aproximando más y más, casi hasta tener sus rostros muy cerca. La notaba muy ansiosa y él también lo estaba.

—¿Es que prefieres que nos sigamos peleando? —le confrontó—. ¿No piensas que a lo mejor podríamos llevarnos de otra manera?

Temblaba desesperado, intentando controlarse, a pesar de que la tentación era tan próxima. Carolina comenzó a darle suaves besitos en la cara. Su aliento lo sentía tan cálido y ella le daba minúsculos piquitos, como tratando de provocarlo. Todo se volvía muy intenso y notaba como su polla se estaba poniendo bien dura, casi con ganas de querer reventar el pantalón. Ya estaba al límite y cuando se fijó en ese par de hermosos ojos verdes que lo miraban de forma intensa. Aquello fue suficiente. Sin pensarlo más tiempo, la besó.

La ardiente unión fue algo que ambos hermanos deseaban con desesperación. Con sus bocas pegadas, se morrearon con intensidad, dejando que sus lenguas se enlazasen e intercambiaran saliva. Ismael, en un inicio, trataba de ser lo más lento y cuidadoso posible, pero el voraz ímpetu de su hermana hizo que se acelerase más de lo que debía. Ella lo abrazó con fuerza, atrayendo sus cuerpos y sintiendo el calor que emanaba de ellos. Continuaron así, atrapados por una irrefrenable pasión que los empujaba a un terreno prohibido y placentero.

Enseguida, Carolina comenzó a desabrocharle los botones de la camisa. Desabotonó uno a uno e internó sus manos dentro de la prenda. El chico se alteró al sentir como acariciaba su torso, notando como las largas uñas de su hermana rozaban su piel. Esa sensación hizo que notara un gran escalofrío recorriendo su cuerpo, más cuando comenzó a lamerle el cuello.

—Ca…Carolina, espera un momento —le dijo mientras sentía aquella correosa lengua recorriendo su piel.

Al hablar, su hermana se detuvo. Su mirada reflejaba una lujuria incesante, clara muestra de que se hallaba ansiosa por devorarlo. Eso hizo sentir un poco atemorizado a Ismael. No podía negarlo, era la primera vez que se liaba con una chica y, aunque fuera su querida hermana, le intimidaba.

—¿Qué es? —preguntó extrañada.

—¿No crees que estamos yendo muy deprisa?

La cuestión pareció dejar algo sorprendida a Carolina, pero esta, lejos de detenerse, volvió de nuevo al ataque. A esas alturas, Ismael comprendía que su hermana estaba lejos de frenarse. Lo cierto era que él tampoco estaba mucho por la labor de echarse atrás, aunque necesitaba saber que ella estaba segura de lo que hacía. Parecía que así era.

Entregados por completo, continuaron besándose hasta que Carolina le ayudó a quitarse la camisa y luego, decidió ponerse en pie. Ismael la miró extrañado. Más se quedó al ver como se dio la vuelta.

De espaldas a él, la chica le habló:

—Por favor, podrías bajarme la cremallera.

Tragó saliva al escuchar semejante petición. Se quedó en el sitio tan solo con pensar en lo que tendría que hacer. Ella lo miró de refilón, esperando a que actuara. Notando su apresurada ansiedad, el muchacho se incorporó.

Con las manos temblorosas, cogió la cremallera del vestido y tiró para abajo. Ismael dejó escapar un suspiro al ver como quedaba al descubierto la blanca espalda de Carolina. Era incapaz de creer que estuviera a punto de desnudarla. Cuando llegó al tope, se retiró. Entonces, su hermana tiró de la prenda para abajo y quedó desnuda.

Ismael quedó sin habla al contemplarla. No hacía tantas horas, la había visto igual, pero ahora, las circunstancias eran muy distintas. Sus ojos descendieron por su espléndido cabello rojizo, todo suelto, y siguieron por su sinuosa espalda hasta detenerse en su redondeado culo, cubierto por el mismo tanga negro que ya atisbó la vez anterior. Carolina giró su cabeza y lo miró. Sus ojos verdes resplandecían.

—Tócame, hermanito —le pidió.

Lo poco que le quedaba de resistencia quebró por completo al oírla. Sin dudarlo, el joven agarró aquel objeto de deseo que llevaba ansiando desde hacía demasiado tiempo. La envolvió entre sus brazos y comenzó a besar su cuello.

—Eso es, no te prives —decía Carolina muy contenta.

Las manos del chico se deslizaron con fascinación por aquel bendito cuerpo. La piel era tan suave y cálida. Palpaba con tranquilidad, sin acelerarse, no solo por querer disfrutar del momento, sino porque sabía que era muy fácil perder el control. Siguió así, dándole besitos que hacían suspirar a la chica.

—Mmmm, si, no pares —habló ella gustosa.

No tardaron sus manos en ascender por el vientre plano de su hermana hasta llegar a sus pequeños y redondos pechos. Al atraparlos, se sintió temblar por completo.

—Sí, tócalas, son tuyas —seguía diciendo Carolina, cada vez más excitada.

Acarició los contornos curvados y notó lo duros que tenía sus pezones. Los pellizcó un poco, cosa que la hizo gemir. Ismael se preocupó un poco, pensando que a lo mejor le habría hecho daño, pero en el fondo, sabía que esas reacciones eran de puro gusto.

De repente, Carolina se volvió. El chico tembló de pies a cabeza al tener a la hermosa fémina de cara a él. Era tan hermosa y arrebatadora. En ese mismo instante, volvieron a besarse.

Abrazados, disfrutaban el uno del otro, degustando el sabor de sus bocas y jugueteando con sus lenguas. Las manos de Ismael recorrieron la espalda de su hermana y terminaron aferrados al redondo culito de la muchacha. Lo apretó con ganas, palpando sus firmes nalgas.

—Eres preciosa —comentó con tono adulador.

Carolina sonrió encantada.

—Tú también eres muy guapo —dijo ella.

—¿En serio? —No podía creer lo que acababa de decir.

—Pues claro —le aseguró su hermana—. Tu problema es que eres tan tímido que no te ves capaz de acercarte a las chicas, pero si tuvieras más valor, seguro que te ligabas a alguna.

—No sé qué decirte —habló dudoso—. Con la suerte que tengo, seguro que todas me rechazarían.

La respuesta que le dio su hermana fue darle un tierno beso en la boca. Se sorprendía de lo cariñosa que estaba siendo, algo raro en ella, aunque en el fondo, siempre fue así. El problema era que al ser tan arisca, en muy contadas ocasiones afloraba ese lado dulce que tanto echaba en falta.

—Cómeme las tetas, Isma —le pidió sin más.

El chico se quedó sin habla. Miró hacia el par de medianos pechos, redondeados y coronados por unos pezones rosados. Empezó a salivar como un perro al que le enseñaran un hueso. Sin dudarlo, llevó su boca hasta ellos y atrapó uno de los puntiagudos botones.

—¡Um, si! —gimió gustosa su hermana.

Ismael devoraba sus tetas con ganas. Mientras que succionaba un pezón, con la otra mano pellizcaba el otro, poniéndolo más duro. Iba de un lado a otro, dejando ambas redondeces llenas de saliva. Mientras, su otra mano seguía manoseando ese esplendido culo que tan loco le volvía.

Mientras él seguía obcecado en su obsesión, Carolina comenzó a explorar nuevos horizontes muy peligrosos.

—Vaya, ¿pero que es esto tan duro que estoy tocando? —preguntó de forma picante.

Su mano se hallaba acariciando la enhiesta polla de su hermano. Ismael tembló como un desquiciado al sentir ese constante frote y cuando su hermana aferró con sus dedos el miembro, sintió que estaba a punto de correrse.

—Ya lo creo que está duro —puntualizó la chica.

Sin perder tiempo, le desabrochó el pantalón y tiró de él para abajo junto con los calzoncillos, liberando así la dura herramienta. Viéndola, tan larga y estirada, llevó una mano hasta ella y la apretó con ganas, iniciando una placentera paja.

—Disfruta, hermanito —dijo en un susurro.

Se puso más tenso. Mordisqueó el pezón derecho al notar como la mano de Carolina comenzaba a subir y bajar por su polla. Respiró abotargado y se puso nervioso.

—Espera, espera —la interrumpió.

Se separó, dejando a su hermana bastante sorprendida por su reacción. Ismael, muy inquieto, miraba de un lado para otro, como si no fuera capaz de confrontar a lo que tenía delante. La chica lo observaba extrañada.

—¿Qué te pasa? —preguntó.

Ismael rehuía su mirada. No tenía fuerzas suficientes para enfrentar a la verdad, a lo que estaba a punto de pasarle. Carolina, notándolo tan raro, se le acercó. Al hacer que levantara su rostro, pudo ver como lágrimas se derramaban de sus ojos.

—Pero, ¿qué es? —La hermana mayor seguía sin entender cuál era el problema—. Oye, si te sientes incómodo con todo esto, podemos dejarlo. Lo entenderé.

Permaneció en silencio. No podía creer que lo estuviera estropeando, pero si no se detenía, sabía que podría liarla y lo estropearía todo. Era lo último que deseaba.

—Caro, es que…yo…

Le costaba hacer que las palabras salieran. Ella se aproximó y le cogió del rostro con sus manos.

—Tú dímelo. No voy a enfadarme.

La tenía tan cerca. Era su hermana mayor, tan hermosa e increíble. Si, se llevaban fatal, pero en el fondo, la quería mucho. Y ahora, más que nunca por todo lo que estaban haciendo. Aunque le costaba horrores hablar, sacó fuerzas para hacerlo.

—Es que…no quiero correrme tan…pronto.

La cara de Carolina cambió de un gesto de preocupación a uno de sorpresa. Sin embargo, esto no era algo malo. Se acercó y le plantó un suave beso en sus labios. Luego, sonrió de una forma que solo podría calificar como arrebatadora.

—Cariño, pero si eso es lo que quiero.

Al oírla, se quedó algo sorprendido.

—No pasa nada si te corres. Lo único que deseo es que disfrutes.

Esa explicación lo tranquilizó bastante, aunque no hizo que se sintiera mucho mejor.

—Ya, pero es que quiero demostrarte que soy capaz de aguantar.

Su hermana, lejos de mostrarse contrariada, siguió así de sonriente y le dio otro pequeño beso en la boca. Lejos de estar enfadada, la veía alegre, incluso, aliviada.

—Tu no me tienes que demostrarme nada —le dejó bien claro—. Es tu primera vez, así que es normal que te vengas tan rápido. Nunca has estado con una chica y no estás preparado, pero no debes preocuparte por ello. No espero que te esfuerces al máximo y me hagas gritar como una loca, tan solo que lo pasemos bien.

Tras ese pequeño discurso que le llegó hasta lo más profundo, fue él ahora quien se lanzó sobre su hermana. Se besaron con avidez y casi estuvieron a punto de caerse. Carolina tuvo que hacer que se sentaran si no querían acabar por el suelo.

—Gra…gracias, Caro —habló muy emocionado—. No sabes cuánto me alivia oírte.

—No hay de qué —comentó ella encantadora—. ¡Para algo soy tu hermana mayor!

Estaban felices con lo que ocurría. Se acariciaban mucho, como si fueran una pareja de novios y, en cierto modo, así eran ahora. No cesaron de besarse hasta que Carolina se detuvo.

—Oye, ya es un poquito tarde y los dos estamos cansados —comentó de forma repentina—. Sé que te prometí perder la virginidad, pero, ¿y si lo dejamos para mañana?

Ismael se sintió bastante decepcionado al escucharla y se maldijo a sí mismo. Si no hubiera perdido tanto tiempo con sus estúpidas dudas… Ahora, no tenía más remedio que ceder a su petición.

—Está bien —comentó alicaído—, lo dejaremos para mañana.

Su hermana sonrió de forma tierna al oírlo decir esto.

—No hombre, no voy a dejarte así.

El chico arqueó una ceja, bastante extrañado por lo que decía la muchacha.

—Recuéstate sobre la cama —le pidió—. Voy a chupártela.

Oír eso hizo que Ismael se activara de nuevo. De golpe, se tumbó en la cama y con ayuda de Carolina, terminó de quitarse el pantalón, quedando así por completo desnudo. Luego, ella se subió y se dirigió hacia él. Tembló lleno de emoción al ver como su hermana se recostaba, aproximándose muy peligrosamente hacia su polla bien empalmada.

—¿Siempre deseaste que te la chupara, hermanito? —preguntó ella con incitante voz.

Ismael miraba impertérrito. Vio como Carolina agarraba su duro miembro con una mano y comenzaba a masturbarlo. Eso hizo que su respiración se entrecortase y que entrecerrara los ojos, muy excitado.

—Si —respondió entre pequeños gemidos.

Su hermana sonrió satisfecha por la contestación dada. Le encantaba tener al pobre muchacho en tan frágil borde. Sin dudarlo, comenzó a lamer el duro tronco de su pene. Ismael se puso más tenso al sentir su húmeda lengua recorriendo por toda la envergadura de su sexo.

—¿Te gusta? —dijo Carolina

—No pares —La única respuesta de su hermano evidenciaba que le estaba encantando.

Se empleó a fondo. Lamió cada centímetro de la enhiesta polla, yendo desde su tronco hasta la punta misma, la cual chupeteó con ganas, impregnándose de su fuerte olor y del salado sabor que se derramaba. Ismael miraba encantado la escena, contemplando como su hermana devoraba su miembro con ganas, dejándolo bien lleno de saliva. Descendió y lamió sus dos huevos, haciendo que suspirase.

—Joder, ¡qué bien lo haces! —expresó el chico maravillado.

Ella se rio un poquito. Disfrutaba mucho con la mamada.

—Pues prepárate, que viene lo mejor —anunció con picardía.

Notó sus preciosos ojos verdes clavados en él, mirándolo con una poderosa ansia como nunca antes había visto. Sin previo aviso, la chica se tragó la polla y eso hizo que se partiera en dos. Aguantó con fuerza, poniéndose muy tenso al notar su miembro atrapado en tan húmeda cavidad. Aferró las sabanas con sus dedos, buscando resistir.

Poco a poco, Carolina comenzó a chupársela. Con los ojos entrecerrados, su hermano observaba como movía la cabeza de delante a atrás, deslizando su polla por la boca. Esos finos labios envolvían su sexo muy bien y podía notar como esa mojada lengua paladeaba cada centímetro de la misma. Era algo único, jamás disfrutó de nada parecido. Resultaba increíble. Por eso, no podía aguantar más.

Miró fijamente a los hermosos ojos de su hermana y ella entendió. Arreció con su movimiento de succión, deseosa de provocar la inevitable explosión. Una de sus manos masajeaba sus huevos, apretándolos con suavidad para darle mayor estímulo. Todo eso, fue suficiente para que no pudiera aguantar y se viniera.

—Madre mía, ¡¡¡me corro!!! —clamó el chaval ya en pleno orgasmo.

Carolina se tragó todo el semen que expulsaba. Chorro a chorro impactaba contra su paladar y lo engullía como si tuviera mucha hambre. Mientras, su hermano notó todo su cuerpo agarrotado, al tiempo que sentía su polla contraerse varias veces con cada corrida lanzada. El placer llegaba en súbitos latigazos que, aumentados con los movimientos que la chica le proporcionaba, lo convertían en unas sensaciones increíbles. Para cuando todo acabó, terminó derribado sobre la cama.

Su hermana limpió la polla de restos de semen mientras él se recuperaba. Aspiró varias bocanadas de aire al poco que iban notando sus fuerzas regresar. Había sido el mejor orgasmo de su vida. Ninguna de sus pajas previas se podía equiparar.

—¿Estás bien? —preguntó Carolina.

—Si… —pudo decir Ismael, todavía algo noqueado.

Tras dejar su miembro bien limpio, la hermana mayor se acostó a su lado y le fue dando suaves besitos por la cara hasta que él unió su boca con la de ella. Sus lenguas no tardaron de enroscarse y, de esa forma, pudo degustar el sabor de su propio semen. Le resultaba extraño, pero no lo rechazó, ni mucho menos.

—¿Te ha gustado?

No pudo evitar sonreír como un tonto ante la cuestión. Ismael estaba pletórico. No podía creer que hubiera tenido su primera experiencia sexual y, encima, había sido con su propia hermana. La miró encantado, admirando su hermosa y la calidez que emanaba.

—Mucho, ha sido increíble —comenzó a decir—. No puedo creer que lo hayamos hecho, pero me alegro mucho.

—Yo también —repuso ella.

Quedaron en silencio por un instante. Se notaba cierta incomodidad e Ismael quería hablar con ella de lo que había ocurrido, discutir sobre el hecho de que eran hermanos y habían tenido sexo, aunque no se atrevía.

—Vamos a dormir —dijo de repente Carolina.

Asintió ante esto. Apagó la luz y se recostaron para descansar. Él permanecía bocarriba. Ella, de lado y abrazada a su cuerpo. Estaban así hasta que poco a poco, Carolina se fue durmiendo. Ismael, sin embargo, siguió despierto. Continuaba sin concebir lo que había ocurrido. Sintió la suavidad y el calor de su hermana, además de su respiración. Se hallaba perplejo al notarla, lo cual, parecía remorderle la conciencia, pero al final, no sentía culpa ninguna. Fue lo que siempre deseó y había sucedido.

Muy pronto, el sueño comenzó a vencerle y también se durmió. Había sido un día muy largo y, lo mejor, era descansar.

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Despertó cuando ya era de día. La luz del Sol entraba por toda la habitación, iluminándola con su intenso resplandor. A Ismael, tanto brillo lo cegó un poco. Algo cansado, se frotó los ojos con los nudillos de su mano derecha. Entonces, fue cuando notó algo moverse a su lado.

Al volverse, vio a su hermana dormida de lado y de espaldas a él. Llevaba tan solo puesto su tanga negro, envolviendo su culito de infarto. Miró con detenimiento aquel esplendido trasero y no pudo evitar que su polla se pusiera bien dura. Fue en ese momento, cuando recordó todo lo que había pasado por la noche.

La fiesta, esos imbéciles que persiguieron a Carolina; ella, tan desesperada por salir de ahí; él enfrentándose a ellos; la huida; el silencioso viaje de vuelta al piso; la inesperada aparición de su hermana en el cuarto; la pasión que se desató. Todos aquellos recuerdos se agolparon en su cabeza al presenciar a la muchacha desnuda. Ismael respiró intranquilo.

No podía creerse que ellos dos hubieran tenido sexo. ¡Eran hermanos! Hijos del mismo padre y de la misma madre. Se preguntaba cómo se pondrían de enterarse de esto. Desde luego, no se lo tomarían nada bien. Sin embargo, esos pensamientos negativos se disiparon al darse cuenta de que esto era lo que tanto deseaba, así que lejos de sentirse mal, se encontraba bien, mejor de lo que esperaba.

Carolina se movió un poco. La escuchó respirar y revolverse. Creyó que despertaría, pero no fue así. Tímidamente, decidió aproximarse a ella.

Con sumo cuidado para no interrumpir su sueño, deslizó un brazo por delante y lo colocó sobre su barriga, abrazándola. Su otra mano descendió por la espalda y comenzó a acariciar ese suculento trasero que tanto le llamaba. Mientras, pegó su rostro contra la melena rojiza, aspirando el dulce aroma que emanaba de ella a perfume y gel de frutas. Le encantaba estar así. Sin embargo, tan maravilloso momento no iba a durar para siempre.

De repente, Carolina despertó. La chica se movió un poco y murmuró algo mientras se desperezaba. Ismael se retiró un poco y ella pudo mover la cabeza para mirarlo. Al hacerlo, una sonrisa se dibujó en su rostro.

—¿Me estabas metiendo mano mientras dormía? —preguntó de sopetón.

El chico se quedó mudo ante lo que le acaba de decir su hermana. Incómodo, se apartó a un lado, pero ella no tardó en pegarse de nuevo. Sin dudarlo, llevó su mano hacia la bien dura polla, palpándola con avidez. Eso hizo temblar a Ismael de pies a cabeza.

—Por lo que veo, te has despertado muy alegre—habló al tiempo que apretaba con suavidad la firme estaca.

—Caro, joder —masculló el joven.

Volvieron a besarse. Sus lenguas se enrollaron de nuevo en un húmedo abrazo y no tardaron en morderse con desesperación. Enseguida, se descontrolaron. Ismael acariciaba cada centímetro del hermoso cuerpo de su hermana, centrando su atención en los pequeños pechos y en el respingón culito. Ella tampoco se quedaba atrás y, mientras que con una mano acariciaba el torso del muchacho, la otra continuaba pajeándolo. Continuaron así hasta que la hermana mayor decidió detenerse.

—Venga, vamos a follar —dijo presurosa.

Ismael, algo aturdido por lo que acababa de escuchar, trató de poner las cosas en orden.

—Espera, ¿no debería de ponerme un condón primero?

Su hermana se lo quedó mirando un poco extrañada, como si no esperara esa reacción por parte de él.

—Déjate, hombre —comentó con completo desparpajo—. Tomo la píldora. Además, ¿de dónde diablos íbamos a sacar un preservativo ahora?

Viendo que ella no parecía preocupada, decidió entregarse a lo que iba a pasar. Con todo, no podía negar que estaba nervioso. Iba a ser su primera vez.

Carolina se colocó encima de él, lista para lo que sucedería. Cogió la polla y estaba a punto de metérsela dentro cuando su hermano la interrumpió.

—¡Espera!

—¿Qué? —La chica quedó confusa ante tan repentino arranque.

—¿Estás segura de esto?

Un inquieto silencio se formó en el ambiente. Ismael veía como su hermana permanecía inerte, como si sus palabras la hubieran frenado en seco, pero no tardó en reaccionar.

—Te dije que te ayudaría a perder tu virginidad y eso es lo que vamos a hacer —habló decidida.

—Ya, pero somos….

Le puso un dedo en la boca para callarlo. Luego, la muchacha arqueó sus labios formando una traviesa sonrisa.

—Cállate y disfruta —se limitó a decir.

Con su mano aún aferrando la polla del chico, la llevó su sexo. Colocó el glande justo en la entrada y al primer tacto, respiró hondo. Sin dudarlo, se fue introduciendo el miembro en su interior y no pudo reprimir un fuerte gemido.

Ismael contemplaba todo paralizado, sintiendo como su polla se internaba en aquel cálido lugar. Cuando por fin, estaba encajado por completo, se sintió en la gloria.

—Joder, ¡esto es increíble! —exclamó muy impresionado.

—Ya no eres virgen, hermanito —proclamó Carolina.

Ismael se sentía en el cielo. El interior cálido de su hermana le encantaba y notó como comenzaba a moverse. Abrió los ojos, que había cerrado al llevarse a cabo la penetración y pudo contemplar a la hermosa fémina que tenía encima.

Estaba pletórica, moviéndose con suavidad de arriba a abajo. Su pelo le caía por los hombros y se enmarañaba alrededor de su cara, la cual estaba contraída. Por eso y por los gemidos que emitía, se notaba que Carolina estaba disfrutando. La chica comenzó a moverse con más celeridad, señal de que iba aumentando el ritmo.

—Joder, si, ¡qué bien clavada la tengo! —gritó con fuerza.

Los aullidos intensos no se hicieron esperar por parte de ella. Ismael no podía creer que su hermana estuviera gimiendo con tanta fuerza. Se preguntaba si no despertaría a los vecinos que todavía durmiesen. Desde luego, era un espectáculo verla. Con los ojos cerrados; la boca, dejando escapar chillido tras chillido; sus pequeños pechos botando sin cesar y todo su cuerpo tenso, Carolina era todo un espectáculo increíble.

—¡Me encanta! —decía con tremebundo estupor.

Siguió moviéndose, metiéndose ese duro pene hasta lo más profundo de su ser. Su hermano estaba en la gloria. Sentir esas calientes y estrechas paredes vaginales oprimiendo su polla era algo indescriptible. Si ayer gozó de su maravillosa boca, poder ahora hacerlo de su coño era algo único. Continuaron así hasta que la muchacha no pudo aguantarse más y se corrió.

—Ah, ¡¡¡Isma, aggg!!! —se deshizo entre alaridos.

Su cuerpo convulsionó varias veces. Pudo notar como temblaba y sobre su polla, percibió las fuertes fluctuaciones de la vagina al sobrevenir el orgasmo. Verla de esa forma, con los ojos cerrados, gritando con fuerza, irguiéndose como una flor haría al querer sentir el calor de la mañana sobre ella, le pareció lo más hermoso de este mundo. Tras sufrir el éxtasis más grandioso, Carolina terminó derribada sobre él.

Se quedaron así por un rato. Ismael acariciaba su pelo, haciendo que sus dedos se perdieran entre varias hebras. Podía sentir la fuerte respiración de la chica y notaba gotas de sudor recorriendo su piel. Desde luego, había sido un momento muy intenso para los dos.

—¿Estás bien? —preguntó.

Ella alzó su mirada. Notaba sus ojos verdes muy brillantes, como si en la chica albergara algo muy especial. De repente, lo besó.

—Sí, me ha encantado muchísimo follarte —comentó alegre tras despegarse de su boca—. Dios, estaba tan excitada por lo de anoche. Necesitaba un buen polvo con urgencia.

Estaba ensimismado viendo como Carolina hablaba con total normalidad, como si esto para ella no fuera gran cosa. Desde luego, su hermana era más peculiar de lo que creía.

—Aunque parece que todavía no hemos terminado —señaló—. Tú aún no te has corrido.

Esa puntualización fue más que suficiente para ponerlos en acción de nuevo.

Esta vez, Carolina permaneció inclinada, buscando con desesperación el rostro de su hermano para besarlo. No tardaron en volver a encontrarse sus bocas y unirse de forma salvaje. Mientras, el chico llevó sus manos hasta las tentadoras nalgas de ella, apretándolas con ganas.

—Eso es, muévete también —dijo la chica muy eufórica.

Hizo caso a su sugerencia.

Meneó sus caderas con fuerza, como buscando clavar su miembro lo más dentro posible. Con sus manos guiaba el culo de su hermana, el cual sacaba la polla hasta la mitad para luego meterla toda de nuevo. Esos constantes vaivenes provocaban un tremendo goce a ambos, arrastrándolos hacia su inevitable conclusión.

Ismael se movía lo mejor que podía y Carolina lo cabalgaba como si la vida le fuera en ello. Estaban atrapados en un incesante torbellino de placer. Sus cuerpos estaban muy calientes y el sudor los empapaba por todas partes. Se miraban ansiosos, incapaces de poder controlar la pasión que los desataban. Se encontraban poseídos y locos el uno por el otro. Ya nada podría frenarlos.

—Carolina, ¡me corro! —anunció con agrietada voz el chaval.

—¡¡¡Yo también Isma!!!

Cerraron sus ojos al mismo tiempo y el mundo dejó de existir para ambos.

Ismael expulsó un montón de semen como jamás había hecho y Carolina lo recibió todo en su interior como si lo esperara. Ella llegó al orgasmo de forma violenta, con todo su cuerpo contrayéndose a la vez que su vagina sufría fuertes espasmos. Abrazó a su maltrecho hermano al tiempo que mordía su cuello. El chico, por su parte, parecía sentir como el sentido y la respiración le abandonaban. Apretaba con fuerza sus dientes al sentir cada latigazo de placer. Cuando todo acabó, terminaron destrozados sobre la cama.

Pasaron un largo rato acoplados, ella encima de él. Poco a poco, fueron recuperando las fuerzas y sus respiraciones se hicieron menos profundas. De nuevo, Ismael acarició el pelo de su hermana. Por lo visto, la calmaba, aunque esto ya lo sabía, pues de pequeños él solía masajearle la cabeza. Evocar ese pequeño recuerdo, le hizo sonreír. En ese mismo instante, notó a Carolina moverse.

—¿Qué ocurre? —preguntó.

Ella no dijo nada, tan solo se limitó a quitarse de encima. Al hacerlo, se sacó su polla, la cual ya había empezado a ponerse pequeña. Al verla fuera, pudo notar que estaba toda llena de restos de su semen y de flujo vaginal. Se notaba brillante y un poco erecta. Luego, miró hacia el coño de su hermana de donde se derramaban más rastros del placer de ambos. Se sintió un poco inquieto con eso.

Carolina terminó recostándose a su lado, emitiendo un pequeño resoplido. Él también se colocó del mismo modo, quedando cara a cara. Estuvieron así un poco hasta que la chica decidió hablar.

—No puedo creer que me haya acostado contigo.

Quiso pensar que lo decía algo arrepentida, pero por lo serena que estaba, no parecía pasar de una mera observación.

—Yo tampoco —añadió él.

La chica le dio un suave beso en la cara. A ese, siguieron muchos más, pequeños piquitos que parecían darse como si estuvieran enamorados. A lo mejor, lo estaban. Eso quería creer Ismael.

—Y ahora, ¿qué vamos a hacer?

La pregunta pareció pillar por sorpresa a Carolina, quien lo miró con cierta extrañeza.

—Pues como siempre, hombre.

Esa respuesta lo dejó perplejo.

—¿Como siempre? —repitió— ¿Pretendes que todo siga igual?

Su hermana frunció el ceño en clara señal de extrañeza. Desde luego, la conversación estaba tomando derroteros muy raros.

—Y entonces, ¿qué es lo que tú quieres?

Ismael permaneció en silencio un momento, consciente de que sus palabras podían ser determinantes para lo que les sucediese desde ese día.

—Carolina, somos familia y no entiendo muy bien cuáles son tus intenciones…

Lo besó. Sin más, la chica le plantó la boca en sus labios y ante eso, no supo cómo reaccionar. Estaba claro que no deseaba que hablase y menos para andar poniendo peros a todo. Dejó que le metiera la lengua y notó como algo volvía a revivir por su entrepierna. Estuvieron así, degustándose el uno al otro hasta que la chica se separó.

—Escúchame bien, porque no tengo ganas de explicarme demasiado —le dijo—. Si digo que las cosas van a seguir como ahora es porque así será. Hemos tenido sexo, pero, ¿eso significa que vamos a dejar los estudios o las vidas que tenemos? Claro que no.

Esa explicación sonaba muy clara y rotunda, aunque él seguía con ciertas dudas.

—Pero, ¿el sexo…? —Seguía confuso.

—¿Quieres que lo volvamos a hacerlo? —Su hermana clavó sus ojos en él mientras le hacía esa pregunta.

Estaba indeciso. Desde luego, no era lo que esperaba. Una cosa era follar en una ocasión, pero su hermana parecía estar planteado un escenario donde el sexo sería algo normal. Desde luego, no podía concebirlo tan fácilmente.

—Tú ya pareces tenerlo bien claro —indicó con cierto recelo.

Se quedaron en silencio. Carolina parecía algo vacilante sobre si seguir hablando. Sin embargo, continuó.

—Créeme, yo tampoco lo tengo muy claro, pero tras lo de ayer, no se que pensar.

Esa frase hizo reaccionar a Ismael. Notó algo de tristeza en su hermana. Quiso decirle algo, pero prefirió dejarla hablar.

—Lo que me pasó anoche en la discoteca me ha hecho darme cuenta de lo que quiero en mi vida y no es estar con tipos como esos. Yo necesito a alguien en quien confiar, que sepa que nunca me va a hacer daño, que…me quiera.

Sin poder evitarlo, Ismael se acercó y le dio un suave beso.

—Sabes que yo nunca te lastimaría —le dejó bien claro.

—Ese es el caso, tú siempre me has tratado bien y yo por mi parte he sido siempre muy mala contigo.

La notó a punto de llorar y le acarició el rostro para calmarla.

—Caro, es verdad que nos peleamos mucho, pero yo no te odio.

—Te he dicho cosas muy feas y terribles. Eso no está bien.

—Puedes cambiar.

—Claro. Pienso hacerlo. Quiero llevarme bien contigo, quiero que estemos juntos.

A esas alturas, las cosas estaban muy tensas. Habían cruzado una línea muy clara y sabían que por mucho que lo intentasen, las cosas ya no seguirían igual.

—Pero, ¿será una relación normal o…?

Carolina le sonrió con ternura. Volvió a besarlo y le tocó uno de sus mechones de pelo.

—Ya veremos.

La respuesta no sonaba muy clara, aunque en esos momentos, le daba igual. Tenía a su hermana desnuda al lado, preciosa y en busca de su calor. Vio cómo se acurrucaba y él la abrazó. Le dio un suave beso en la frente y sonrió divertida.

—Vamos a descansar un poco, anda —le dijo—. Estoy hecha polvo.

—Yo igual —comentó él.

De esa manera, se dejaron llevar y volvieron a dormir. No duraría mucho el descanso, pero tras todo lo vivido, lo necesitaban.

Después, bueno, ya verían lo que harían, aunque Ismael confiaba en que esto solo fuera el inicio de algo nuevo y…. muy excitante.