Gracias a mi novia, me volví homosexual

Me llamo Esteban. Tengo 19 años, estudio el primer año de la licenciatura. Soy un chico algo promedio, esbelto y demás, pero no soy exageradamente guapo. Por eso, desde que en la prepa Karla aceptó ser mi novia supe que era demasiado bueno para ser real sin venir con… ¿consecuencias?

Karla es asombrosa, es la chica de ensueño, la que todos quieren tener y todas quieren ser. Por dos años fue solo un crush, pero en el último semestre del bachillerato me hizo caso y comenzamos a salir. Paseos, salidas, tomadas de mano, besos, fajes… pero hasta ahí. Jamás me ha dejado avanzar más, ni siquiera verla sin nada. Se imaginarán que un chico de 19 está con la hormona alborotada las veinticuatro horas de los siete días de la semana. Pero no le sería infiel, en principio no tengo con quién, no atraigo muchas chicas, y en segunda, sé que si la pierdo jamás voy a conseguir a alguien mejor o igual a ella. No tengo muchas opciones. Es por eso que accedí a lo que me pidió. Es por eso que me entregué a otro chico.

Pasó hace una semana. Yo siempre supe que a ella le gustaba ver anime, este tipo especial… yaoi le dicen, creo. Animes donde salen chicos con otros chicos. Me parecía bastante normal, digo, yo también me siento atraído por la idea de ver a dos chicas haciéndolo, ¿por qué para ella sería diferente con los chicos?

Ambos estábamos en su casa. Teníamos casa sola, pero solo estábamos viendo videos tontos en YouTube, como siempre, nos reíamos y más, aunque a mí me ilusionaba al fin llegar a otro nivel con ella. Como hacía desde que empezamos a salir, cargaba siempre condones y un lubricante en mi mochila. “Por si las dudas”, pensaba yo.

—Amor…

—¿Sí, amor? —me preguntó

—Yo sé que me has dicho que… no estás lista y eso, pero —balbuceaba yo— no es por presionar, solo… quería saber si ya estás lista para que… hagamos algo, ya sabes…

Tenía miedo de que pensara que la estaba presionando, se molestara y me dejara. No fue así, para mi alegría de ese entonces y mi pesar de ahora.

—De hecho, lo he estado pensando, cariño y… ¡sí! Quiero que avancemos en nuestra relación.

Yo, como todo chico virgen y calenturiento, estaba lleno de emoción y nervios.

—¡Vale! Voy… yo, ¡tengo condones! Voy… voy por ellos

—Cariño, em, espera

—¿Sí? —me confundí— ¿Qué pasa?

—No así…

—Oh, ¿quieres que planeemos algo más romántico o…?

—Quisiera cumplir una fantasía que nunca te he dicho, pero es la única forma en que creo que podría llegar a estar lista para que lo hiciéramos tú y yo.

Yo estaba muy confundido. ¿De qué podría tratarse?

—¡Por supuesto! ¡Lo que quieras! —no me importaba qué fuera, quería coger con tantas ganas… la erección que tenía es una de las más grandes que he tenido nunca.

—Quiero que te acuestes con un chico —soltó

Yo me paralicé. Luego me reí.

—No es broma, amor —me dijo—. Las únicas veces que estoy tan caliente para querer coger es cuando veo a los personajes de yaoi cogiendo.

—Mejor ponemos eso en la tele y… y ya después lo hacemos, para que tengas ganas.

—No funciona así. Me dan ganas de hacerlo con los chicos que salen ahí, no con cualquiera. Si tú haces eso… creo que estaré tan caliente que voy a aceptar hacer todo lo que quieras contigo.

Yo no supe qué decir.

—Estás jugando, eso no puede ser… ¡a mí no me van los hombres!

—No digo que seas gay, solo es una fantasía. Una vez y ya.

—No creo poder hacer eso —mi desilusión era enorme. La erección que tenía minutos antes se había desvanecido. ¿Cómo iba a acostarme con otro chico? Nunca. No podría.

—Entonces quizás debamos seguir como hasta ahora —cortó la conversación.

Seguimos viendo videos un rato, en silencio incómodo, hasta que le dije que debía irme, pues ya era tarde y caminé hacia mi casa.

Llevaba años queriendo coger, con ella, especialmente con ella. Jamás iba a conseguir a alguien como ella otra vez, pero lo que me pedía era imposible. No podía tener nada con otro chico.

Llegué a mi casa y me encerré en mi habitación. Estaba enojado, frustrado, caliente y desilusionado. ¿Qué caso tenía seguir en esa relación? Nunca iba a poder avanzar más con ella.

Me senté en mi computadora y quise ver porno para hacerme una paja, pero no podía. Aunque el video estaba ya en la pantalla, no paraba de imaginarme a Karla. Solo una vez la vi en sostén y eso me bastó para hacerme al menos dos pajas diarias por meses. Coger con ella debía ser un sueño, algo sorprendente por lo que cualquiera lo ofrecería todo. Mis amigos, compañeros, vecinos y hasta primos me habían hecho muchas veces comentarios sobre cómo me envidiaban y que era el más suertudo del mundo. Hasta me llegaron a decir que si ella seguía conmigo seguro era porque yo era un follador de oro. Claro, ellos no sabían que en todo este tiempo ni siquiera nos habíamos quitado la ropa interior frente al otro.

Sonó mi celular. Me sacó de mis pensamientos. Mi verga no se había bajado aún, cómo me frustraba no haber podido hacer nada.

“Amor, ¿estás? ¿Ya llegaste a tu casa?”, me escribió

No le contesté.

“¿Amor…?”, insistió

“Sí, ya llegué”, respondí cortante

“¿Te molestó lo que te pedí?”

“Karla, tú sabes que no soy gay, no puedo hacer eso”

“Pero no serías gay, estarías cumpliéndole una fantasía a tu sexy novia”

Yo me enojé, pensé en no contestarle más, pero en eso…

“Karla ha enviado una foto temporal. Solo puede verla una vez”

La abrí y me encontré con algo maravilloso, que ella jamás me había mostrado de su cuerpo.

Tomé la decisión con algo de dudas.

“Está bien”, le digo, “con quién, cómo y cuándo”

Me aparece solo Karla está escribiendo… por varios minutos. Estoy nervioso e impaciente, pero recuerdo la foto que me envío y trato de pensar en mi recompensa final.

Recibo su mensaje al fin.

“Pues tengo un amigo gay, creo que aceptaría si se lo propongo. Podría ser mañana…”

Sigo dudando, pero la imagen que me envió me motiva.

“Ok… dile, pero ¿qué vamos a hacer?”

“¿Me quieres hacer feliz y cumplirme la fantasía?”

“Emm… sí”

“Entonces todo lo que les diga, ¿sí, amor?”

“Ok”

Me tiró sobre mi cama a ver al techo. No creo que se me vaya a levantar con otro chico. Quizás solo unos besos y dejar que me toque, sí, quizás con eso sea suficiente.

Me llega otro mensaje.

“Listo, amor. Aceptó. Mañana nos vemos en el hotel del centro a las 11 am, ¿está bien?”

“Vale, amor”

Cierro su chat. Qué hice, qué acepté…, pensaba. No sabía en qué me había metido.

No pude dormir mucho esa noche. Estaba muy nervioso. Ni siquiera sabía quién era el chico ese con el que nos íbamos a ver. Pero me levanté temprano, me bañé y fui a su casa.

Cuando llegué, titubeé antes de tocar. Me había dicho la habitación minutos antes. Nuevamente me imaginé la foto que vi la noche y me armé de valor. Toqué.

Esperé unos segundos, cuando un tipo más alto que yo, un poco marcado de los brazos, y con la cara pálida me abrió. Supuse que era él.

—¿E… Esteban? —me preguntó

—Sí, soy yo —contesté sin mucho ánimo. “Pendejo este, todavía de que él sí iba a gozar esto venía con su actitud de nervioso, desvergonzado este”, pensaba yo.

—Yo em, yo soy Leo —me dijo algo nervioso—. Qué ideas las de Karla, ¿no? Jaja…

“Desvergonzado este, seguro se burla de mí”, decía yo en mi mente.

—Sí, ideas raras.

En eso Karla apareció por la entrada y nos miró a los dos.

—Muchas gracias por aceptar. ¡Estoy emocionada!

La habitación tenía una silla y una cama.

—Siéntense en la cama, no tengan miedo.

Leo y yo lo hicimos, algo separados, pero ella nos juntó.

—¿Y ahora qué? —solté algo molesto. Trataba de seguir pensando en la foto de ayer, pero esto me molestaba mucho. Se estaba volviendo real.

Leo me puso una mano sobre la pierna y yo a él. Cuanto antes terminara esto, antes tendría mi recompensa.

—Bésense —nos dijo

Leo acercó su boca a mí y yo le permití entrar. Empezó a jugar con su lengua en mi boca. Yo cerraba los ojos y pensaba en Karla. “A decir verdad, no besa tan mal…”, pensé tratando de aliviar el pesar.

—Tóquense el pecho

Lo hicimos. Leo estaba un poco marcado, su pecho y abdomen se sentían algo firmes. Los míos eran un poco más al natural.

—No se dejen de besar y quítenle la camisa al otro

Obedecimos. Él tenía una camisa de botones, los que desabroché mientras él metía sus manos por debajo de la mía y la levantaba. Cuando me la quitó, tuvimos que separarnos unos segundos para que saliera por mi cabeza. Ahí lo vi sin camisa. Efectivamente se veía algo trabajado su cuerpo, con un poco de vello en él. Era curioso. Yo había visto a otros hombres sin camisa ya, pero su cuerpo se me hacía interesante.

—Sigan besándose y ahora toquen sus bultos, el del otro.

Lo hice y él también. Me sorprendió que su verga apenas se sentía un poco dura, no sentía mucho, o quizás la tenía chica, no lo sé. Con la mía sucedía lo mismo. Aunque me sorprendió que sí comenzara a despertar algo.

—Leo, bésale el pecho y baja hacia su abdomen.

Él hizo caso. Yo me recosté viendo al techo. Imaginaba que era Karla quien lo hacía. Cuando llegó al ombligo, se detuvo.

—Sigue —dijo ella

Leo dudó unos segundos, pero siguió bajando hacia mi bulto, aún con pantalones. Se sentía extraño. Yo era virgen por completo, jamás había sentido eso, pero me imaginé que si se sentía algo… agradable con ese chico, con Karla sería mil veces mejor. El seguía besándome ahí mientras tocaba mis piernas.

—Ahora —interrumpió ella—. Esteban, haz lo mismo con Leo.

Yo dudé, pero lo hice. Comencé por su pecho, pasé por uno de sus pezones. Seguí por su abdomen, seguro él iba mucho al gimnasio. Yo dejé de ir desde que acabó el bachillerato. Bajé hasta su bulto e hice lo mismo que él momentos antes. Su bulto estaba despertando muy lento. “¿Que seré muy feo?”, pensé.

—Detente —dijo— y quítense los pantalones. Quédense en bóxers.

Ambos lo hicimos, viéndola a ella. Qué sorpresa, ella estaba en ropa interior y se sacó una teta del sostén. Yo me emocioné y sentí que mi bulto terminó de crecer. Se sacó la otra. Definitivamente ya estaba todo lo duro posible. Tenía que llegar a hacerlo con ella, ya no podía determe.

—Vamos a hacer una pequeña apuesta, un juego —se rio mientras la veíamos confundidos—. A ver quién la tiene más grande.

Yo me puse pálido, sin dejarla de ver.

—Sáquensela —nos dio una cinta métrica— y mídansela el uno al otro.

Yo nunca había visto una verga así. No tan cerca, no erecta. Veía su bulto, estaba ya muy duro también.

—Cuál va a ser el premio —pregunté—. Dijiste que era una apuesta.

—Ahorita verán.

Él comenzó. Se agachó y me bajó el bóxer. “Genial, la primera persona que me va a tocar el pene será un chico”, repelé en mi mente.

Él lo tomó con sus dedos. Me quedé frío. Que alguien más te lo tocara era… indescriptible. Una mano distinta. Sin tela de por medio.

—14.5 cm —dijo

Era cierto, yo también me la había medido. Medía 14.5 cm.

Se levantó y me dio la cinta. Yo dudé, pero me agaché. Tenía el pito al descubierto y sentía cómo si faltara la mano que lo tocó alrededor de él.

Estaba frente a un bulto totalmente duro. “Pues claro, ya me la vio y me la tocó, se le ha de haber hecho agua la boca al desgraciado este”, pensé.

Tomé el bóxer por el elástico y lo bajé. Una verga algo gruesa, güera y rosada rebotó de ahí. Pasé saliva y la toqué para medirla. Se sentía caliente y extrañamente familiar. Tomé la cinta y medí.

—16 cm —dije

—¡Perfecto! —gritó Karla—Pues tu perdiste, Esteban. Leo ganó.

—¿Y qué gané? —preguntó él

—El culo de Esteban

—¡¿QUÉ?! —grité— NO, NO, NO

—¿Seguro? —me preguntó seductoramente mientras se bajó su ropa interior. Ella tenía algo que me nublaba la mente. Mi verga estaba más excitada que nunca, escurría precum de ella.

—O… okay…

—Acuéstate boca arriba, Esteban, y sube tus piernas

Lo hice.

Leo se acercó y Karla le dio instrucciones de qué hacer con mi culo. No las escuché.

Sentí que tomaba mis nalgas y las abría. Esperé que entrara su pito, pero en cambio sentí algo húmedo en mi culo. Me asomé y lo vi comiéndose mi culo. No pasó más de un segundo y yo empecé a gemir como jamás lo había hecho. Esas sensaciones eran únicas, no lo podía creer. Me estaba penetrando su lengua y yo gritaba tanto como una actriz porno de los videos con los que me la jalaba.

Después de unos minutos o segundos (no sé cuánto tiempo, no podía contar mientras gemía y empezaba a ver hacia dentro), se detuvo por órdenes de Karla. Ahí venía. Por algún motivo, quizás por lo que mi culo había sentido, tuve curiosidad por ello. Sentí cómo abría mi culo de nuevo y ahora sí sentí algo redondo en mi ano: su glande.

Comenzó a entrar en mí y yo gemía. No podía creer que me estuviera… gustando. Mi pito seguía totalmente parado.

Karla dejó de dar instrucciones. Supuse que se había limitado a ver o incluso a tocarse, pero decidí olvidarme de ella unos segundos y, por lo menos, disfrutar de esto, sabiendo que la culpa me invadiría al acabar.

Leo había entrado todo. Sentí sus huevos golpeando mi culo. Comenzó el mete-saca. Leo me estaba cogiendo, cada vez con mayor soltura. Entraba y salía. En eso, Leo tomó mi verga. No escuché ninguna orden de Karla, pero quizás no escuché por los gritos que estaba dando. No podía evitar gritar sin parar. Tomó mi verga y sin dejarme de penetrar, se agachó hacia ella y se la metió en la boca. Yo no podía con tantas sensaciones por todos lados. Ni siquiera sabía distinguir cuáles eran por la mamada (la primera que me hacían) y cuáles por lo que hacía en mi culo.

Él me daba y seguía, no sé cuánto pasó. Dejó de mamármela y comenzó a masturbarme mientras me seguía cogiendo. Yo tenía una vista sobre él en la que solo veía su cara, ojos cerrados, veía cómo gemía, sus caras de placer. Más abajo, su abdomen plano y marcado, escurriendo de sudor. Yo no podía más, cuando sentí que su pene pegó en un punto especial de mi culo y sentí que me reinicié por completo. El orgasmo más fuerte que he tenido. Comencé a venirme en su mano y sobre mi propio abdomen y cara. Mi culo se cerró mientras me venía, lo que provocó que Leo se viniera igual, con todas sus fuerzas.

No supe cuánto tiempo nos quedamos ambos acostados viendo al techo, respirando agitados. Hasta que Leo se levantó y gritó:

—¡¿Y Karla?!

Era cierto, no estaba. La silla estaba vacía, su ropa no estaba. Supuse que entró al baño, pero no estaba ahí.

Volteé a él y me gritó:

—¡¿Fue un truco?! —gritaba furioso— ¡¿Lo planearon los dos, degenerado?!

—¡¿Qué?! —grité— ¡Si se fue es porque tú y ella me engañaron entonces! ¡¿Andabas caliente y le pediste a tu amiguita que le pidiera a su novio que cogiera contigo?!

Su cara se volvió pálida.

—E… el novio —tragó saliva—. El novio soy yo.

Yo me paralicé. No entendía qué ocurría. En eso, volteé al espejo. Tenía una mancha roja. Me acerqué y decía, escrito con labial: “BIENVENIDOS A LA HOMOSEXUALIDAD. Que lo disfruten, chicos.”