Fui a dormir a la casa de mi novio y estaba mi cuñado, siempre me gusto como es y esa noche no aguante. Le chupe la polla mientras me masturbaba

Mi cuñado Antonio siempre me ha puesto cachondo. Encaja a la perfección en el tipo de chico que me gusta: jovencito con cara de niño, un twink de manual.

A mi novio le saco tres años (yo tengo 23 y el 20 recién cumplidos), y su hermano Antonio es dos años más pequeño que él, así que acaba de entrar en la mayoría de edad. Es un chaval rubio, con los ojos azules, delgado (es muy deportista) y con un culo de escándalo. ¿Qué más se podría pedir? Bueno sí, ¡que no fuese hetero!

Desde que empecé a ir a casa de mi novio me sentí atraido por Antonio. Ver ese culo gordito y redondito por la casa me ponía malo, y más cuando se acaba de levantar (duerme en pantalón de pijama pero sin calzoncillos); también se le marca en esas situaciones la polla, el verdadero objeto de mi deseo. Le he visto un par de veces sin camiseta, en la piscina, y efectivamente se le nota el deporte, está delgado y fibrado.

Además de observarle (disimuladamente, claro), lo más lejos que había llegado en mi afición por mi cuñado ha sido a hacerme pajas oliendo sus calzoncillos sucios. Es algo que he hecho con otros chicos en campamentos y así, incluso con mi novio, porque me pone bastante el olor de unos calzoncillos sudados, de la polla y los restos de meada por delante, y el culo sudado por detrás; de hecho algunas de mis mejores pajas han sido con los calzoncillos de los tíos que más me gustan. Y con mi cuñado no iba a ser diferente, pues siempre que puedo me encierro en el cuarto de baño y rebusco en la cesta de la ropa sucia hasta encontrar unos que sean suyos, con suerte están sudados y con algunos pelos…

Pero la semana pasada di un paso más. Estuve unos días en el pueblo de mi novio con su familia, disfrutando del buen tiempo, la playa y la piscina. Como Antonio y mi novio comparten el grupo de amigos del pueblo, tuve ocasión de verle en bañador varias veces a lo largo de la semana; de hecho un día salió del agua mojado, y al subir los brazos enseñó unas axilas con algo de pelo (otro de mis fetiches) y se le salieron por encima del borde del bañador algunos pelos de encima de la polla. Me sorprendió que eran más morenos que el pelo de su cabeza, y sobre todo me puso súper cachondo.

Ese día no podía dejar de pensar en mi cuñado, y de hecho en cuanto volvimos a casa me casqué una paja en el baño. Pero en esa ocasión no fue suficiente, necesitaba más: esa visión me había dejado obsesionado. Tenía que dar un paso más.

Cuando llegó la noche, mi novio cayó rendido después de echar un polvo. Yo empecé a dormirme, pero de madrugada me desperté recordando la visión de esa mañana. Comprobé que mi novio dormía profundamente y salí del cuarto a por un poco de agua. Al volver de la cocina vi que la puerta de la habitación en la que dormía Antonio estaba abierta, y se le veía dormir a través de la rendija. Me acerqué, abrí un poco la puerta… ¡y menuda visión! Mi cuñado dormía boca abajo, co tan tan solo un calzoncillo de slip y tapado ligeramente por una sábana a través de la cual se le intuía el precioso culo que se gasta.

La habitación olía fuerte, pues la ventana estaba cerrada y el suelo estaba lleno de ropa sucia. Me acerqué por el lado más cercano a la puerta y observé su cuerpo iluminado por la luz de la luna que entraba por la ventana. ¡Qué cuerpo! Me estaba poniendo cachondo solo de mirarle. Su respiración era muy profunda, hasta roncaba ligeramente, lo cual me daba tranquilidad para moverme libremente por el cuarto.

Con mucho cuidado desplacé la sábana a sus pies para poder verle sin problemas, y ante mí se descubrió un culo enorme, mejor de lo que había intuido. Por los lados del slip sobresalían sus nalgas, que si las mirabas horizontalmente hacían un semicírculo perfecto con respecto a su cuerpo. No pude evitar agacharme, acercar mi nariz a su raja e inspirar profundamente. Era el mismo olor que había notado en sus calzoncillos, de haberse ido a la cama sin ducharse después de un día entero de andar por ahí.

Ante ese estímulo olfativo no pude evitar sacarme la polla y empezar a masturbarme. Aquella situación estaba siendo demasiado. Con la mano libre rocé muy muy ligeramente su culo, y me sorprendió lo duro que estaba: no solo era un culo grande, también estaba muy firme. Poco a poco fui cogiendo confianza y lo agarré con más ganas, pues su respiración seguía profunda y constante. Metí un par de dedos por el lado del calzoncillo y rocé su agujero, mojado por el sudor de la calurosa noche de verano, y los llevé enseguida a mi nariz y a mi lengua. Estuve a punto de correrme del placer: ¡estaba probando el culo de mi cuñado!

De repente, Antonio suspiró y se movió en la cama, dándose la vuelta y poniéndose boca arriba. Yo fui corriendo hacia la pared para que no me viese si abría los ojos, y, aunque enseguida recobró la respiración profunda y dormida de antes, yo tuve que estar un buen rato contra la pared recuperándome del susto. Pero la nueva visión me llamaba más que el riesgo de ser descubierto: Antonio estaba tumbado boca arriba, con los brazos detrás de la cabeza enseñando las axilas, y marcando en su paquete una polla aparentemente morcillona.

Enseguida me volví a acercar y fui directamente a sus sobacos. La poca luz que había los mostraba perlados con gotas de sudor, y enseguida lo comprobé al acercar mi nariz a ellos: Antonio estaba muy sudado, y su olor era penetrante. Dejé ahí la cabeza y me empecé a masturbar fuerte, con uno de los olores más excitantes que había probado nunca. Jadeando, abrí mi boca y recorrí su axila, degustando el sabor de su sudor y recogiendo cada gota con mi lengua.

Cuando no quedaba nada que lamer, dirigí mi mirada hacia su polla, que me esperaba latente dentro del calzoncillo. Se intuía gordita y cabezona, en ese momento de semierección de unos 14 centímetros. Desbocado por mi excitación, pegué mi nariz a su paquete y aspiré todo el olor de su polla, de los restos de su meada de antes de dormir, de su sudor. Solté un gemido sin querer.

Cuidadosamente le bajé los calzoncillos por la parte de alante, y descubrí una polla con más pelo del que habría imaginado, el prepucio a medio bajar y unos huevos impresionantes. Nunca me han llamado especialmente la atención los testículos, pero este par era increíble: eran gordos y firmes, y elevaban la polla de mi cuñado por encima de lo habitual. Los recorrí con la lengua, completamente desinhibido por el nivel de excitación qeu había alcanzado, y rezando para que Antonio no se despertase. Olían a sudor y humedad.

Sin pensarlo dos veces, introduje su polla en mi boca e inicié un suave metesaca con la cabeza, mientras me pajeaba cada vez más fuerte. Solo de pensar que estaba chupándole la polla a mi cuñado mientras él dormía, en la casa de mi novio, con toda su familia a unos pocos metros, me hizo acercarme peligrosamente al orgasmo. Para no manchar nada, puse la otra mano delante de mi polla y empecé a recoger los chorros de semen que salián de mi interior, mientras la polla de mi cuñado crecía y crecía en mi boca.

El movimiento debió de ser brusco, porque Antonio volvió a moverse en sueños, y yo me eché corriendo para atrás. Me habría gustado mucho seguir comiéndole la polla hasta que se corriese, pero la situación se estaba volviendo peligrosa y no podía pasarme de la raya. Así que, imaginando que descargaba en mi lengua, me llevé la mano izquierda a la boca y recogí con la lengua toda mi corrida, imaginando que estaba recién salida de la polla de mi cuñado. Paseé el semen por mi boca, mirando la preciosa cara de Antonio.

Cuando me recuperé de la corrida, le subí con cuidado los calzoncillos y volví a la cama. Ya había conseguido chuparle la polla, ¿qué sería lo próximo?