Fue mi primera noche como stripper, nunca me imaginé que había mujeres de mi familia en la fiesta que me contrataron

Ella no sabía nada de mi nuevo trabajo. Mamá es muy inocente.

Yo me habría muerto de vergüenza si se hubiera enterado. Creo que la única que se dio cuenta de quién era yo fue Daniela, la chica de mi hermano.

Mi primer objetivo era mi tía Ana, pero las cosas se desmandaron más allá de lo previsto y  no me arrepiento en absoluto. Fue la mejor noche de mi vida.

Mamá estaba muy borracha. Toni se la había llevado a una de las habitaciones y Luis no tardaría en unirse a la fiesta. Éramos tres strippers y la verdad es que Daniela se calló como una puta en cuanto me vio llegar con ellos.

Ana estaba increíble. Llevaba un vestido negro muy corto y no pareció reconocerme cuando me acerqué a ella y empecé a quitarme la ropa. Primero me la chupó delante de sus amigas y después la giré para clavársela.

Era su despedida y no opuso resistencia. Se abrazó a la cintura de Daniela y me la follé a cuatro patas mientras la dulce novia de mi hermano me sonreía con lascivia. Me bastó sostener esa mirada para saber cuál sería el precio.

No me corrí dentro de Ana. Se la pasé a Luis, que en ese momento de la noche aún no estaba follando mi madre. Ella acariciaba el cuerpo de Toni, que se desnudaba para ella mientras se la comía con los ojos. Mamá estaba espectacular con un vestido morado corto y el cabello suelto.

Daniela me cogió por la polla y me arrastró a la cocina. Se bajó los tejanos hasta los tobillos y se apoyó en el fregadero. Estaba empapada y se me corrió enseguida. Yo me moría por eyacular sobre su culo, pero aguanté.

Me besó con ganas, frotando aún sus glúteos contra mi polla, y me susurró que Mamá se estaba montando un trío en el dormitorio de la tía Ana con mis dos compañeros. Que más valía que me diera prisa o no me dejarían nada.

Al volver al salón vi que dos amigas de mi tía se estaban dando el lote. Apenas las conocía y estaban muy buenas, pero pasé del espectáculo y así como iba, vestido con sólo unas botas de cowboy, me metí en el dormitorio de Ana.

Los gemidos de mi madre sonaban increíblemente sexys. El cuarto estaba en penumbra y pisé sin darme cuenta el vestido que yacía en el suelo. Me subí a la cama, que se sacudía a punto de romperse por las embestidas de mis compañeros. Uno le follaba el coño y el otro la boca. Sin piedad.

Tuve suerte de que Luis fuera el primero en correrse. Mamá intentó tragar todo lo que pudo, pero mi colega acabó empapándole la cara y el pelo con la leche que ella no consiguió engullir. Él se apartó mientras Toni seguía follando.

Acerqué mi rabo a punto de estallar a su boca jadeante y ella la abrió con un gemido de hambre atrasada. Lo cogió con ambas manos mientras se apoyaba en los codos y comenzó a mamármela con ansia, implorando mi leche con cada movimiento de cabeza. Gritó amordazada cuando Toni la hizo correrse.

Casi sigo su ejemplo cuando la vibración de su voz me reverberó en los huevos, pero una vez más, aguanté. No tuve que esperar mucho, porque mi amigo le sacó la polla para eyacular sobre su precioso culo, dejándome el coño libre.

No perdí el tiempo y la giré hasta tener ante mí aquella obra de arte, que se estremecía, temblando y tan empapada en lefa como su cara. Adoraba su culo tanto como esta última. Mamá es de esas bellezas que te dejan sin aliento.

Pensé durante un segundo en la foto de boda de mis padres y sentí como el más perverso de los deseos me hacía latir la polla sobre el culo de Mamá, azotándolo con suavidad. Ella se acariciaba el clítoris y suplicaba que me la jodiera.

Nunca he sido capaz de negarle nada a mi madre, así que se la hundí hasta las entrañas y gritó de gusto. La cogí por la barbilla y nos besamos mientras le bombeaba el coño desde atrás. Arqueó la espalda y sentí que me corría.

Había aguantado dentro de la boca de Ana, de su coño y del de Daniela. Pero la boca y el coño de mi propia madre eran lo más sucio y exquisito que había probado jamás. Me corrí dentro de ella, que no tardó en seguirme.

Nos quedamos tumbados un rato sobre la cama, recuperando el aliento. Me pidió en voz baja que le diera una tarjeta. Me susurraba al oído que nunca se la habían follado así y que necesitaba volver a sentirme dentro otra vez.

Saqué mi polla del vientre de mi madre y toda la leche que acababa de eyacular brotó a borbotones de su interior, empapando aún más las sábanas de mi tía. Mamá se estremeció al sentirla y se apoyó sobre un codo, aún jadeante.

-Por favor… No me importa cuánto me cobres… Por favor, cariño…

Cerré la puerta a mi espalda y me vestí, mientras Luis le comía el coño a una de las amigas de Ana y Toni se pajeaba sentado en un sillón. Mi tía le lamía los huevos a la espera de que este le bautizara el rostro. Dios, qué puta…

Me sentía celoso del cabrón que mi madre había visto en mí. Y de mis dos compañeros. Le habíamos puesto los cuernos a mi padre y aquella sensación me asqueaba. Yo era un cerdo y me la había follado sin dudarlo. Me sentía fatal.

Al volver a la agencia con Luis y Toni, les oí comentar cuánto habían disfrutado del polvo con mi madre. Era la mejor de todas las tías que se habían tirado aquella noche. La más guapa y la más viciosa. Se compadecieron de mi padre sin conocerle, pero no se sintieron culpables. Yo todavía me lamentaba.

Ahora no, la verdad. Han pasado varios meses de aquello. Y cuando una chica no acaba de ponerme caliente en una despedida, cierro los ojos…

Y adivinad en qué pienso.