Estoy casada y soy madre, jamás hice algo incorrecto hasta que conocía a esta familia de rusos que me sedujeron para follar frente a mi marido e hijo

Introducción

Nico era un joven de catorce años de ascendencia rusa que se mudó junto a su padre, su madrastra y sus tres hermanastros a una ciudad de Cataluña. Era extrovertido, pero en cierta manera le costaba sociabilizar. Quizá el motivo fuese el continuo abuso de sus tres hermanos mayores de edad y una madre que lo despreciaba a cada rato.

Poco después de su llegada e ingreso en un instituto público, consiguió un amigo español con el que rápidamente hizo muy buena relación. No tardó en ser invitado a su casa y a coger confianza, invitándolo también a la suya.

Fran tenía quince años, era amable y generoso, pero no se le daba bien relacionarse con los demás. Aceptó con ilusión a su nuevo amigo apostando por él y esforzándose porque aquella relación se volviese fructífera.

Después de pasar una primera tarde en casa de Nico, volvió varias veces antes de que surgiese el tema de reunir a ambas familias para conocerse. ¿Por qué no? Si los hijos se llevaban tan bien, tal vez incluso los padres podrían conocerse y llevarse bien.

La propuesta no desagradó en absoluto a la madre de Fran, pero sí a su padre. Él sentía una declarada aversión hacia los rusos, viéndolos como gente peligrosa, excéntrica y poco honrada. Los relacionaba con la mafia, las bandas y la droga; para él si uno era ruso, muchas posibilidades tenía de acabar en una de esas cosas.

Sin embargo cedió; ante el entusiasmo de su hijo y de su esposa consintió aquella comida un domingo en la casa de Nico sin ser consciente de lo mucho que se acabaría arrepintiendo.

Ya había comenzado mal el día, cuando descubrió a su hermosa mujer eligiendo la ropa con la que se vestiría. Si era una mujer cauta a la hora de elegir las prendas, aquel día parecía necesitar exhibirse.

Tal vez sintiéndose protegida por la presencia de su esposo y su hijo, la idea de verse bonita y causar buena impresión le hizo escoger aquel pantalón tejano tan ceñido, haciendo juego con aquella camisa de tirantes que le acentuaba sus enormes pechos. El grueso sujetador no consiguió disimular los pequeños bultos que formaban los pezones y que se percibían a través de la ligera tela de su camisa.

Sin embargo Fernando no dijo nada, dejando a su querida esposa hacer lo que le viniese en gana. Solo quería terminar con aquello y satisfacerla. Tal vez incluso aquellos rusos fuesen majos… aunque no estaba tan seguro de que pudiese ser posible.

Su instinto le decía que se acabaría arrepintiendo.

1. Calurosa bienvenida

Los dos padres, después de haber aparcado, siguieron a Fran por la avenida hasta el umbral de aquella puerta. Se miraron un instante mientras este picaba al timbre precediendo la apertura de la entrada a manos de la madrastra de Nico. Se mostró sonriente mientras se hacía a un lado para dejarlos pasar.

— ¡Hola! ¡Por favor, pasad! Bienvenidos. ¡Bienvenidos! -El adolescente fue el primero en pasar y en darle dos besos, seguido de cerca por su madre que se presentó la primera.

— ¡Hola! Gracias por invitarnos… Tú debes de ser Damatra, yo me llamo Jéssica -le decía la invitada a su anfitriona mientras se daban dos besos. A Fernando no se le escapó que la madrastra de Nico fulminó con la mirada el descarado escote de su esposa.

Para su opinión, Jéssica había ido a aquella reunión muy provocativa. Lo que no supo identificar era si Damatra se había ofendido de alguna manera por semejante descaro o simplemente tenía envidia, la cual de ser así sería totalmente improcedente. Aquella mujer de piel oscura y pelo negro tenía un escote incluso más provocativo que el de la madre de su hijo. Aún así, ni Jéssica ni Fran parecían haberse dado cuenta de nada de esto.

— Yo soy Fernando -se presentó en último lugar con dos besos antes de hacerse a un lado para dejar que ella fuese la que cerrase la puerta.

— Mi marido y los niños están en el comedor esperando. ¿Vamos?

El acento de la mujer recordaba a los rusos, a pesar de que ella era de origen rumano según les había explicado su hijo. Parecía mucho más simpática de lo que Nico a su amigo, asegurándole que no era tan buena como parecía: Según él, era tan mala y envidiosa como el demonio.

Damatra encabezó a los tres recién llegados hacia el comedor por un largo pasillo hasta llegar a una acogedor salón que no era ni muy pequeño ni muy grande. Había un sofá enorme con forma de «u´´ en el que perfectamente cabían nueve personas.

El padre de Fran se quedó de piedra al ver quiénes eran los cuatro hombres restantes de aquella familia de rusos: >>

<< Descartando a Nico, al cual ya conocía y vestía unos sencillos tejanos con una camisa de manga corta. Había tres chicos jóvenes de aproximadamente unos veinte años cada uno y que debían ser sus hermanos mayores. Tanto estos tres como el cuarto hombre estaban semi-desnudos. Vestían camisas harapientas de diferentes colores, arrugadas y manchadas, además de llevar cada uno de ellos calzoncillos que únicamente les tapaba la entrepierna. El hombre restante, que solo podía ser el padre biológico de Nico, era un hombre que rozaría los dos metros de altura y lo que no tenía de gordo lo tenía de corpulento. A pesar de eso, su aspecto parecía bastante descuidado como si les diese igual tener visita. Mientras que Jéssica y su esposo se habían vestido y arreglado para causar buena impresión, los varones adultos de la familia anfitriona parecían tener intenciones totalmente opuestas. — Por favor, perdonarme -Al hablar, el marido de Damatra arrastraba las erres y se atragantaba al intentar pronunciar ciertas palabras. A pesar de eso, hablaba el español perfectamente-. Mis hijos y yo… -hizo una pausa, como si no estuviese seguro de que palabras usar-… somos muy… ¿Cómo se ditse? Calurrosos… Fernando ni dijo nada, estaba escandalizado. Sin embargo, su esposa con su buena intención habitual pareció estar dispuesta justificarle y restarle importancia. — Faltaría más… Están en su casa. — Bueno. Sentirse libres de quitarse la ropa si tienen calor. ¿Sí? -A Fernando le pareció más una amenaza que una proposición, a pesar de eso no dijo nada. Tampoco se le pasó por alto que tanto el padre de Nico como sus hermanastros se estaban comiendo con la mirada a su esposa, mirándose entre ellos mientras hacían gestos obscenos con los labios mientras intentaban, sin éxito, disimular. — Carriño. No te has presentado. Contestó Damatra con una carcajada ronca antes de encararse a Jéssica. Parecía que solo le interesaba ella, y aunque hablaba a los tres, solo se estaba dirigiendo a ella. — Yo me llamo Dimitri. Mucho gusto -Sin darle tiempo a reaccionar, el enorme ruso agarró por ambos brazos a la esposa de Fernando y le plantó dos enérgicos besos, los cuales hicieron a la mujer cerrar los ojos de la impresión que le causo-. Estos tres son mis hijos: Steven, Drakto y Malva. ¿¡A qué esperaís!? Saludad a la señora. — Es un placer -Tras ser espetados por su padrastro, se apresuraron a dar dos besos entusiasmados a la madurita que se limitó a aceptarlos para no hacerles el feo. Si los cuatro saludaron a Fran y su padre fue por mantener las apariencias, y no se mataron mucho a la hora de fingir. — Sentaos en el sofá. Pronto estará la comida -Damatra sonreía con tanto fervor al dirigirse por cualquier cosa a sus invitados que consiguió hacerles pensar que eran siempre así-. Moya Zhizn, ¿Me ayudas a preparar las cosas en la cocina? -dijo dirigiéndose a su esposo, el cual no paraba de mirar a la hermosa invitada que procedía justo en ese momento a sentarse en el sofá. En absoluto se lo dijo de malas maneras, y pasó como una petición tan normal como cualquier otra. El patriarca ruso comenzó a andar hacia la cocina junto a su mujer, y antes de desaparecer por una de las puertas se dio la vuelta y dijo en la lengua común: — Más vale que tratéis bien a nuestros invitados. Aseguraos de que no les falta nada -acto seguido desapareció. Tal vez, los tres hermanos se lo tomaron demasiado al pie de la letra, sentándose alrededor de Jéssica para hacerles preguntas. No hicieron sobre nada que la pusiese en compromiso responder, dado que sabían que su marido estaba al lado y escuchaba todo haciendo que miraba la tele que estos habían encendido segundos atrás. — ¡Qué graciosos que sois! -Jéssica reía tapándose la boca mientras miraba a su esposo. — Es verdad. Las españolas sois muy guapas. — Yo soy una vieja ya -negó ruborizándose mientras sacaba pecho sutilmente. — ¿Una vieja? Ya les gustaría a las españolas de nuestra edad estar como tú. — Jajajajaja ¡Parad, por favor! Dejad esas bromas. Seguro que con esa soltura que tenéis conquistáis a las chicas como si nada. Fernando puso los ojos en blanco, no aguantaba más. Como confiaba en su esposa, no hizo nada en parar la conversación pero tampoco tenía porque soportarla. — Chicos… ¿Dónde está el baño? — Al lado de la cocina, puedes ir por dentro o por la terraza y entrar desde fuera -dijo Steven prácticamente sin mirarle. — ¿Qué hay que hacer para que seas la novia de alguien? -Le escuchó decir a otro de los dos hermanos rusos mientras caminaba hacia la vidriera que daba al exterior — No digáis tonterías. ¿No veis que tengo marido? — ¿Si no lo tuvieses entonces si que serías la novia de los tres? — Si no tuviese marido seguiría siendo muy vieja. — Pues pareces una treintaañera. — Parad con las bromas… Me vais a poner roja. Eso fue lo último que escuchó, pues abrió el ventanal y lo cruzó. Se murió de envidia al descubrir que pese a tener un piso del mismo tamaño que su casa, aquella familia de rusos si poseían una enorme terraza que consistía en un alargado patio exterior con pequeños árboles, un sofá/columpio, una chimenea/barbacoa y al fondo de todo una especie de cobertizo donde seguramente guardaría trastos y herramientas. Su hijo y Nico estaban sentados en el asiento/columpio, jugando a una consola portátil mientras se balanceaban. Los saludó antes de acercarse a la puerta que daba a un pequeño pasillo que daba a dos puertas: A la izquierda la puerta que daba a la cocina, mientras que a la derecha estaba la puerta que daba al baño. Estuvo a punto de sujetar el manillar de la puerta para acceder al lavabo hasta que escuchó la voz de Damatra increpándole algo a su marido. — Esa zorra española se cree que puede venir a mi casa vestida de esa manera -gruñía furiosa, pagándolo con los vegetales que cortaba sobre un tablón de madera. — ¿Por qué estás celosa? Solo se ha arreglado para venir aquí. — ¿Te parrese normal que venga con esa ropa a provocar a mi esposo y a mis hijos? -rugió amenazándole con la parte afilada de su cuchillo. — Las mujeres bonitas se ven bien con cualquier cosa. Tú también estás presiosa, Moya Zhizn. — ¡He visto como la mirras! — ¿Me puedes culpar porque mirre algo que me gusta? Su marido también te ha mirado a ti. — ¡Lo ha hecho disimuladamente! Tú ni siquiera disimulas. ¡Y a ella no ha parecido importarle! — No digas tonterías. El esposo de Jéssica puso los ojos en blanco antes de cerrar la puerta del baño y sentarse en el retrete tras limpiar la taza con papel higiénico. Intentó relajarse mientras liberaba toda la tensión por las alcantarillas, aunque siempre quedaría más. *** Cuando el padre de Nico volvió al salón, se encontró a sus tres hijos abordando a la española. Esta parecía claramente incómoda, pero tampoco hacía nada para mantener las distancias. Estaba orgulloso de esos tres, aunque no fuesen sus hijos biológicos. Tenían claro como debían comportarse, como hombres. No como Nico, que teniendo una mujer así elegía quedarse a jugar a la mierda de las maquinistas con su otro amigo. Suspiró, no había nada que hacer con ese pequeño. Tal vez cuando creciese un poco más su apetito sexual se agudizaría. Por el momento solo podía disfrutar de la compañía de sus tres hijos, y como era él el que llevaba los pantalones en aquella casa; podía disfrutar de ciertas ventajas. Una de ellas fue poder apartar de un empujón a Malva y hacerlo a un lado, dejando libre el asiento continuo a Jéssica. A pesar de la enorme cantidad de espacio libre en otras partes del sofá, el eligió sentarse pegado a ella. Esta no pudo retroceder, pues a su lado estaban Steven y Drakto. — Veo que mis hijos te entretienen bien. ¿Da? — Sí, tienes unos hijos… encantadores. — Más les vale que se porten bien contigo si no quieren recibir -era broma, por supuesto. Pero al haber levantado el puño y decirlo con tanta seriedad, la invitada se lo tomó al pie de la letra. — No, para nada, se están portando muy bien. — Así me gusta. Aunque no sean mis hijos, estoy orgulloso de ellos como si lo fueran -aseguró riéndose, aplastándole el cabello a Malva, que era el que tenía más cerca-. Se nota que tienen claro cuales son sus prioridades. — Como están en esa edad tan difícil… No se lo tengo en cuenta. Indirectamente, había dejado claro que se sentía algo acosada. Sin embargo Dimitri comenzó a reír con contundencia para restarle importancia. — Pero es sano que se interesen por una bella mujer… ¿No crees? Podrían haber salido marricones… o peor aún, como mi hijo pequeño. — ¿Cómo es Nico? A mí me parece normal. Uno de los tres hermanos, el más guapo de los tres, rio ante ese comentario como si fuese graciosísimo. — Por eso está jugando con su amigo en vez de disfrutar de tu compañía. — Bueno… Soy muy vieja -replicó poniéndose roja de nuevo-. Si fuese una chica de su edad seguro que se interesaría más. — Un hombre como dios manda presta atención a cualquier… suka que merezca la pena. — ¿Suka? ¿Qué significa? — Mujer -se apresuró a decir su otro hermano. Dimitri, sin embargo, se burló de la osadía de su hijastro que había llamado puta a la invitada; solo que esta no se había enterado. — Jéssica decía que si no tuviese marido sería nuestra novia. ¿Verdad? — La novia de uno de vosotros tres, sois muy guapos. No podría ser de los tres -bromeó riendo. — Entonces si algún día te divorcias seré tu novio. — No, lo seré yo -dijo Malva contradiciendo a su hermano. — No digáis tonterías, que esto lo decía en broma. — Nosotros también -dijo siguiéndole la corriente, pero la sonrisa burlona de Steven indicaba todo lo contrario. — No tengan en cuenta lo que digan estos niños ni este pobre viejo. Los russkiy somos muy bromistas, sobretodo con estos temas. — Lo… Lo tendré en cuenta -respondió visiblemente más aliviada, mientras el marido de Damatra acogía una de sus manos femeninas entre sus manazas y la miraba a los ojos mientras hablaba. — Estos temas son muy recurrentes entre las bromas rusas, y como tenemos culturas tan diferentes… No estoy seguro de que os puede molestar y que no. Si sois más cerrados al humor… Jéssica pareció escandalizarse ante la idea de ser vista como una intolerante hacia un humor extranjero, por lo que se esforzó en darles más motivos para no sentirse incómodos. Al fin y al cabo, ella era la invitada. — No, los españoles también hacemos muchas bromas así… — Entonces aclarado… Sí gastamos bromas sobre eso... no te lo tomes en serio. No tuvieron tiempo para decirse mucho más. Damatra fue desde la cocina para avisar de que la comida estaba lista, antes de ir a buscar a los dos pequeños. A la hora de sentarse en la mesa, justo después de que Fernando volviese del baño, la esposa rumana de Dimitri puso una excusa para organizar ella los asientos. — En nuestra tierra tenemos una pequeña tradición a la hora de sentarnos a comer -explicó impidiendo que Fernando se sentase al lado de su esposa. Poco después continuó:-. Cuando se come en casa de desconocidos, o viene gente nueva invitada a comer que no ha estado antes se mezclan todos para que cada persona se siente junto personas nuevas y tener nuevas conversaciones. Eso se hace para fomentar nuevas relaciones. — Así que a mí me toca sentarme aquí -exclamó Dimitri sentándose a la izquierda de Jéssica, y a la derecha de esta, se sentó Steven. Nico y Fran se sentaron juntos, teniendo la consola portátil debajo de la mesa, mientras que Damatra se sentó junto a Fernando en un intento de dar celos a su esposo. Malva y Drakto se sentaron en las dos sillas que quedaron libres. Lo que estaba claro para Fernando es que iba a ser una comida movidita, pues sin haber empezado ya veía al padre de Nico tomarse las confianzas para acercarse Jéssica y susurrarle algo al oído, ella se rio disimuladamente, siendo cómplice. No era capaz de escuchar lo que Steven y su padrastro decían a la mujer, pero parecían hablar bajo precisamente para eso, para conservar su intimidad. Lo que más rabia le dio fue percibir que su mujer no señalaba donde estaban los límites ni hacía nada para indicar a esos dos que se estaban pasando. Su marido se mordió la lengua, definitivamente iba a ser una comida movidita. 2. Comida de bromas, insinuaciones e indirectas… — Esperro que te guste el conejo russkiy -señaló Damatra con malicia, analizando cada movimiento que hacía su acompañante al masticar. Este sonrió con amabilidad, intentando hacer caso omiso de la indirecta mientras saboreaba el pollo-. Puede que nunca más quieras volver a probar el de España. — El conejo español también está muy bueno. — Veo que eres exigente, tal vez otros platos conquisten tu… lengua. — Si todo está como esto no tendría problema. No pudo decir que le desagradase el sutil flirteo de la mujer rumana. Aunque no se pareciese en nada a su mujer era extremadamente hermosa, haciendo que se preguntase como un hombre tan asqueroso como Dimitri hubiese podido acabar con ella. No encajaban ni con cola, y quedaba demostrado que si abordaba a las mujeres era con pura fuerza bruta. Mientras se llevaba otro pedazo de carne a la boca, miró con disimulo a Steven y Dimitri mientras conseguían de milagro comer sin manchar a su esposa. Parecía, como desde que se habían presentado, extremadamente incómoda por la cercanía que ambos mostraban. Era sorprendente que no hubiesen salpicado la ropa de Jéssica, pues al beber el líquido goteaba sobre sus propias camisas, y la comida de vez en cuando botaba sobre la tela. Eso le recordaba, que por debajo de la iban únicamente en calzoncillos. ¿Cómo podían siquiera ir de esa manera? Era entendible que fuesen tan descarados en aquel trato hacia su mujer… ¿Pero cómo eran capaces de hacer todo aquello vistiendo aquellos harapos? Si no se había levantado, indignado y molesto, era porque confiaba plenamente en su esposa. Sabía que si hacían algo que la molestase o se pasaban demasiado de la raya ella misma les pararía los pies. Sin embargo, había algo que no podía soportar: ¿Qué estarían diciéndole? *** ·· 5 minutos antes, Jéssica entre dos rusos·· En aquella familia había algo raro, se había dado cuenta desde que el padre y los tres hijastros se permitían el lujo de vestir tan escasa ropa ante una visita que visitaba por primera vez su casa. No era que le impactase hasta el punto de ser desagradable, pero si que habían conseguido sorprenderla. A los tres chicos, pese a que tenían todos sobrepasaban por poco los dieciocho años, no podía verlos como hombres pero sí a Dimitri. Y aún así, no le hacía otra cosa que gracia ver sus continuas bromas de ámbito sexual de manera tan descarada. Lo que le descolocó fue que la misma Damatra propusiese mezclarse al sentarse, ella con Fernando y su marido con ella. Se había dado cuenta de las celosas miradas que le enviaba desde el otro lado de la mesa, como si estuviesen en mitad de una competición. También se percató de que Fernando no se contenía demasiado a la hora de mirar el descarado escote de la rumana. ¿En eso consistía todo? ¿En una comida picantona? Más que verse intimidada, se estaba divirtiendo. Sin entender del todo el porque, tal vez fuese debido a que sabía que todo eso no llegaba a ninguna parte. *** — ¿Comes tan poco para no engordar? -la pregunta le pilló por sorpresa. — Me has pillado, Dimitri. Como poco para no engordar. — No te preocupes tanto y come, a tu hermoso cuerpo no le quedarían mal unos cuantos kilos de más. — Mi marido discreparía si oyese eso. — Menos mal que no nos oye -susurró el ruso aún más bajo. Se inclinó hacia delante para pinchar una morcilla negra y la colocó en el plato de la mujer española-. Así que aprovecha, disfruta de la comida rusa. — Tú lo que quieres es engordarme. — Esta comida rusa sabe bien y engorda poco -dijo con perspicacia, lanzando una mirada fugaz a su mujer que se limitó a mirar a su rival. — Madre mía… Es enorme. — Morcilla rusa. ¿Quieres saber cómo se hace? — Claro, me encanta aprender cosas nuevas -dijo sintiendo un escalofrío en la espalda cuando notó la mano del patriarca ruso acariciar su muslo. Lo hizo tan natural que no le dijo nada, como quien toca el brazo de alguien antes de decir algo importante. La enorme zarpa de aquel hombre se mantuvo sobre su muslo, sin moverse hacia ninguna parte. — Cogemos varios trozos de carne de excelente calidad y las metemos por un mismo agujero… La vamos empujando hasta que se estruja toda dentro. — Que… Qué gráfico -rio con nerviosismo, concentrada más en la mano que en lo que decía el hombre. — Y sabe mejor. — Sabrá muy bien, pero yo no puedo con todo esto... -se excusó al tiempo que jugaba con el trozo de morcilla en su plato. — Prueba un poco y deja el resto para luego -propuso Steven hablando por primera vez — En mi casa me educaron para comer todo y no dejar nada… pero esto es demasiado. — En Rusia lo hacemos al revés, comemos cuando nos apetece. Si no nos podemos acabar algo al momento, lo hacemos después. — Que manía tenéis con querer hacerme comer tanta carne. — Si dices eso es porque en tu casa no estas acostumbrada a comer tanta -se burló con malicia, haciendo que Jéssica se sonrojase aún más-. Aquí no vamos a permitir que te quedes con hambre, y tú estás hambrienta. — Nuestra cultura es mejor. Las mujeres pueden comer todo lo que quieran sin tener miedo a las consecuencias. — Pero a mí me gusta mantener la figura. — ¿De qué sirve si vives con hambre? Los dedos de Dimitri palparon humedad allí donde tocaba, por lo que lo de que estaba hambrienta iba en doble sentido. — Si las mujeres no nos cuidásemos nos veríamos muy mal. — Mi mujer come mucho, es muy… ¿Cómo se dice en tu idioma? — Comilona. — Cominola -repitió el ruso erróneamente, acercando su boca al oído femenino para susurrar algo que no quería que nadie más escuchase-. Y te garantizo que come butifarras como esta casi todos los días. — Porque su físico se lo permite. — Pero no has dicho que no -dijo Steven, reconduciendo el hilo de la conversación. — ¿No a qué? — No has negado estar hambrienta. — Porque lo estoy -¿Cómo iba a poder comer escuchando aquellas cosas que le decían? — Entonces come. Prueba la comida rusa, es mucho mejor que la española. — Comeré un poco… No puedo con tanta carne. — Luego si quieres más te comes lo que falta. — Será por carne -aseguró Steven riendo. La risa de Jéssica fue contenida, por lo que pasó desapercibida para el resto de comensales, pero también fue melódica. Se llevó un trozo a la boca mientras cerraba la boca al masticar, antes de tragar y responder. — Que crueles que sois… tentando a una mujer con comida tan buena. — Si te gusta, ya sabes. — Estaré demasiado llena para comer nada más -musitó sonriendo mientras se llevaba otro trozo a la boca. Otro escalofrío recorrió su espalda al sentir la mano de Dimitri sobre su ombligo. — Subestimas tu cuerpo… Aquí cabe mucha carne -No fue por como lo dijo, sino por como la tocó. Fue demasiado abajo como para referirse a su estómago, con una presión perfecta, ni presionando mucho ni poco. — Jajajaja. Tú… ¿Tú crees? -replicó con nerviosismo, apartando la mano sutilmente para que su marido no se diese cuenta-. Creo que conozco mi cuerpo mejor que tú, y yo creo que esto no entra. — Eso es porque estás acostumbrada a comer poco… Perro el cuerpo se da de sí. Luego te lo demuestro. Y simplemente la conversación se detuvo ahí, con aquella promesa que nunca podría cumplir. ¿Cómo iba a forzarla a comer más carne? No iba a surgir la oportunidad y, si lo hacía, ellos ya no estarían en la casa. Steven imitó a su padre, poniendo la mano sobre su muslo para llamar su atención. No le pareció suficiente llamarla por su nombre. — Jéssica. — ¿Sí, cielo? — ¿Por qué solo tienes un hijo? — ¿Por qué me preguntas eso? -replicó sorprendida, sin saber que responder. — Las mujeres tenéis que tener hijos. ¿No? Es vuestra naturaleza. ¿No quieres tener más hijos? — Simplemente… No ha surgido y ya está. Aunque un hijo está muy bien. — Ahí no estoy de acuerrdo contigo, mujer. Las mujeres estáis a para comer, follar y parrir. — Creo que estamos para un par de cosas más -replicó con ironía, intentando no escandalizarse. Eran tan diferentes su marido y Dimitri que parecían ser de especies totalmente distintas. — Yo hablo de naturaleza, y las mujeres se ven impulsadas por eso. — ¿Y los hombres no? — Los hombres no parrimos -Jéssica entendió al instante lo que quería decir, aunque se hubiese expresado fatal. Se refería a los impulsos más básicos como personas, aunque tener hijos ya no fuese un bien esencial. — Con un hijo teníamos suficiente. — Creo que ninguna mujer se quejaría si intentasen hacerles varios más. ¿Dirías que no a otro hijo? — No me importaría tener otro… -confesó con un resoplido. ¿Para qué mentir? — Quierres tener un hijo, pero no lo tienes. Estás hambrienta, pero no comes… — Los excesos no son buenos. ¡¡Buf!! No puedo más, estoy llena. Te dije que no me entraba más. Una descarada sonrisa acudió a los labios cortados de Dimitri, que esta vez puso su mano sobre la de ella mientras se inclinaba a susurrarle. — Luego te demostraré que sí que cabe más. — No soy de picotear entre horas. — Pero si tienes hambre sí, ¿Da? — Sí, si tengo hambre sí. — Entonces te guardaremos trozos de carne para que puedas disfrutarlos después. — ¿Trozos? ¿En plural? Creo que con uno tendría suficiente. — Acuérdate de lo que te dije, mujer. La más sabrosa carne se consigue mezclando distintos trozos por un mismo agujero. Era tan descarado que no le quedó otra que reírse, pues no dejaba de ser divertido. — No bromees con eso. Como sois los rusos. *** Después de la comida tomaron un café en la misma mesa antes de retirarse al sofá. Jéssica había quedado demasiado llena para como para comer más. Fernando fue al baño con la intención de orinar, y cuando salió escuchó a Damatra y su marido entrar en la cocina. No entendió nada, porque hablaban en ruso… Aún así espero en silencio a ver si de nuevo volvían a hablar en cristiano. — Me voy a llevar a la madre de Fran al cobertizo -El nombre de su hijo fue lo único que entendió de todas aquellas palabras en otro idioma. Damatra parecía molesta cuando respondió. — Eso, llévate a esa puta y dale lo que se merece. Es una guarra que te ha estado calentando durante toda la comida. Pero luego no te enfades si yo me follo a su marido. — ¿Para qué quieres hacer nada a ese bueno para nada teniéndome a mí? — Si te follas a su mujer, yo me voy a follar a su hombre -Damatra paró de hablar de repente, cambiando totalmente su tono-. ¿Qué es esto? ¿Se te ha puesto dura al pensar en violar a esa española? Odio a esa zorra. — Me voy a follar a esa zorra -dijo antes de fundirse en un intenso beso con su mujer y dejarla ahí plantada. Pareció como si Damatra se desfogase fregando platos, porque lo más lógico hubiese sido que fuese junto a su marido al comedor. Para evitar pasar por la cocina, Fernando la rodeó yendo por la terraza y plantándose frente a la vidriera de la entrada. No llegó a entrar, quedándose paralizado al ver como Dimitri se dejaba caer contra el respaldo del sofá justo al lado de Jéssica. Decidió no entrar precisamente por eso, ya que la paranoia adueñándose de su mente logró hacerle creer que habría diferencia en si estaba o no. No pareció que a Dimitri y sus tres hijastros les importase lo más mínimo que Nico y Fran estuviesen a pocos metros de ellos sentados en el sofá. Los cuatro se centraron en Jéssica que seguramente por educación no se estaba quejando, pero tampoco daba muestras de desear que parasen. 3. Conejos rusos, conejos españoles. Nico había perdido la cuenta de la cantidad de pajas que se había hecho en honor a la madre de Fran. Había fantaseado todo tipo de situaciones en las que él era protagonista, pero nunca se imagino aquella situación. Fingió estar concentrado totalmente en el juego que había traído su amigo en su consola, pero en realidad estudiaba desde la distancia la situación en la que se encontraba aquella mujer. Había escuchado innumerables veces tanto a su padre como a sus tres hermanastros fantasear con las ``ispanskiye shlyukhi´´, o como se diría en España: Putas españolas. Como es normal, los hombres suelen fantasear con mujeres de otros países o continentes; pero la obsesión que tenían sus cuatro familiares era enfermiza. Steven, Drakto y Malva no habían tenido suerte en las discotecas ni ligando por la calle. Las chicas de la zona parecían saber sus intenciones antes incluso de que ellos intentasen algo. Dimitri, por el contrario, solo hablaba con sus hijos del enorme morbo que le daban las europeas. Eran conversaciones íntimas, pero tan naturales entre ellos como beber agua. Y ahí estaban, rodeando a una española con unas enormes ubres y que no les estaba rechazando; al menos no de momento. Le parecía sorprendente que Jéssica no se hubiese escandalizado por ver a esos cuatro con aquellas camisas sucias y esos calzoncillos tan apretados. Y al fijarse en ellos, se dio cuenta de las erecciones que eran inevitablemente visibles. ¿De verdad no se había dado cuenta de ello? *** Por su parte, Jéssica estaba llena y, aún así, recordaba la promesa que le había hecho Dimitri un rato atrás. Se dio cuenta de que los tres hermanos mayores de Nico estaban temblando a su derecha. Mientras que el ruso más adulto miraba la tele como si no tuviese nada mejor que hacer. — Deberíais poneros algo si tenéis tanto frio -les espetó mitad en broma a los tres veinteañeros. — Luego entraremos en calor, no te preocupes. — Como tembláis tanto… — Tengo más hambre que frio -aseguró Malva sonriendo descaradamente. — ¿Hambre? Pero si acabas de comer. — Yo siempre tengo hambre. — Aún tenemos que cumplir lo que dijimos… Voy a demostrarte que puedes comer mucho más. — En realidad no, Dimitri -le contradijo entre risas-. Estoy llena, no me entra nada más. — Con un poco de ayuda… — ¿Me quieres forzar a comer? — Solo un poco más. — Ya te digo que no me entra nada… — Te demostraré que sí. Aquí cabe mucho más… -señaló acariciando el vientre de Jéssica. — Tú lo que quieres es hacer la cosa rara esa de la carne -le acusó con una diminuta sonrisa. — Si lo hicieses, te gustaría mucho. — La carne no. — La carne -repitió Dimitri. Jéssica no respondió al instante, quedando pensativa. — Jo. Es que a mí comer me gusta, y lo que me diste antes me gustó… Pero no quiero comer demasiado. Quiero mantener la figura… A Fernando le gustan las mujeres bonitas y ya no le gustaría si engordase. — Entonces… ¿Se puede decir que no comes por él? — Aja… — Pero te gustarría comer -La esposa de Fernando asintió silenciosamente, mientras sonreía mordiéndose el labio. — Entonces basta con que tu marido no te vea comer. ¿No crees? — ¿¡Ah!? -Se sobresaltó al ser agarrada por la muñeca, viéndose obligada a levantarse cuando el enorme ruso tiró de ella-. Pero… ¡Espera! ¿A dónde vamos? — Al cobertizo, allí podrás comer sin que tu marido te vea. — ¿Y por qué al cobertizo? — Porque mi mujer se pondría celosa si te ve comer -dijo riendo como si tal cosa-. Ella es muy caprichosa… Además. Si Fernando no te ve comer no se enterará… Es un secrréto que quedarrá entre nosotros. *** El padre de Fran se escondió en el baño por puro instinto, no podía creerse que su mujer estuviese aceptando ir con aquel gordo cabrón a donde fuese que iban. Abrió los ojos como platos al verlos pasar en dirección a la casita de metal que había al fondo de la terraza. Aún se quedó más sorprendido al ver como Steven y Malva seguían de cerca a los otros dos, encerrándose en el cobertizo. Escuchó al tercer hermano hablar con su madre, de nuevo en ruso. — Mamá, nos vamos a follar a la española. — Que lo hagáis vosotros vale. ¿Pero que lo haga Dimitri? ¿¡Cómo puede avergonzarme a mí ese cabrón!? — No me metáis en vuestras mierdas, me llevo la carne que ha sobrado. — ¿Para qué? — Dimitri quiere jugar con ella o algo así. — ¡¡Llévatela!! Ojalá la dejéis paralítica -dijo Damatra con desprecio, viendo como su hijo cogía la bandeja de carne y se la llevaba al cobertizo. Fernando tuvo que volver a esconderse dentro el baño para no ser visto, y cuando creía que todo había pasado y podía salir, con la intención de ir al cobertizo para ver lo que pasaba, abrió la puerta del baño encontrándose a Damatra. Le habló en un español perfectamente entendible, como el que había mantenido con él durante toda la comida. — Fernando, perdona que te moleste. ¿Podrías ayudarme con una cosa en mi habitación? Es que yo sola no puedo. — Sí, si esperas un segundo… — No, no puedo esperar. ¿Me ayudarás? — Sí, supongo que sí… -bufó mientras la hermosa mujer de piel oscura le agarraba de la muñeca y tiraba de él, llevándoselo a su habitación. 4. Comiendo a escondidas. Dimitri soltó su muñeca en cuanto la mujer española entró tras él en el cobertizo. — Al final te vas a salir con la tuya y me vas a hacer comer más… — Te voy a demostrar que te cabe mucho más… — Eso de mucho más lo dudo… Como no uses un embudo -le contradijo riendo. Entonces se quedó callada, observando a su alrededor. No era un cobertizo demasiado grande, entraban pequeños rayos de luz blanquecinos que iluminaban la estancia lo suficiente como para ver mínimamente. Gracias a aquella luz, por escasa que fuese, le permitía ver lo que había dentro del cobertizo e incluso percibir las facciones duras del rostro de Dimitri. La puerta se abrió tras ella, haciéndola botar asustada. Entraron Steve y Malva, que inmediatamente cerraron la puerta tras de si. — No puedo tardar demasiado, no vaya a ser que mi marido se pregunte donde estoy. — Tienes razón, y no le haría ninguna gracia saber que te has escondido para picotear entre horas. Jéssica presenció como Steven alzaba una mano en el aire y agarraba una superficie blanca, tirando de ella y derrumbándola hasta el suelo. Era un colchón, que tembló con violencia antes de quedarse inerte sobre el suelo del cobertizo. — Vaya, si tenéis un colchón y todo. — Sí… He pensado que estarías más cómoda aquí. — ¿Y cómo es que tenéis una cama aquí? ¿Es para traer a vuestras novias? -bromeó riendo, haciendo a Steven y Malva reírse en consecuencia. Drakto apareció por la puerta con una bandeja de la carne que había sobrado de la comida. — Nos has pillado… La usamos como picadero. Que pena que no seas nuestra novia. — No bromees con eso. — Venga va, deja a tu marido y se nuestra novia. — No digas tonterías. — ¡Dijiste que si no estuvieses con él serrías nuestra novia! — Dije que no me importaría ser la novia de uno de vosotros, y lo dije en broma. — Yo también estoy bromeando. — Ah, bueno… Si es en broma vale, sí… sería la novia de uno de vosotros. — Nos podemos turnar. — No, porque aún tengo marido y está ahí fuera. — No está aquí dentro, así que ahora mismo no tienes. Jéssica contestó con una risotada mientras se tapaba la boca. — Siéntate en la cama -ordenó Dimitri dejando la bandeja sobre un mueble y agarrando un filete que cedió a la mujer. — De verdad… No puedo más. — Te dije que podrías y podrás… — Que no me entra… No puedo ni con este trozo. — Ya verás como puedes con cuatro trozos más. — ¿¡Cuatro!? — Vamos a hacer una cosa -dijo Dimitri agarrando el botón del tejano de la mujer. Esta se sobresaltó al sentir que le toqueteaba el pantalón, pero no se resistió. El pantalón tejano le había apretado desde el comienzo, sentir como se aflojaba en torno a su vientre la hizo sentirse muy bien. — Como esto va a ser un momento… ¿Qué tal si quitamos esto? — Oye… ¿¡Que confianzas son esas!? -Como le reprendió entre risas, nadie la tomó en serio. Pataleó con una insignificante resistencia sin conseguir impedir que le quitaran los pantalones, quedándose en bragas ante esas cuatro bestias. — Tenemos que darnos prisa -se justificó Dimitri-. O tu marido podría entrar y descubrir que comes sin su permiso. Tienes que elegir, saciar tu hambre o quedarte hambrienta. — Es por tu bien… -señaló Steven-.Así podrás ver como te equivocabas y si cabían dentro de ti cuatro trozos de carne russkiy. Un último escalofrío recorrió la espalda de Jéssica, sentada entre cuatro rusos en calzoncillos. Pese a eso, le pilló por sorpresa que Dimitri la forzarse a estirarse. — ¿Qué haces? — Estirada te entrará todo mejor -la hizo ponerse de lado como si estuviese posando para un dibujante. Inmediatamente, el patriarca ruso se estiró junto a ella, y su entrepierna se quedó por poco fusionada con su culo. Los tres hijos de Damatra siguieron el ejemplo de su padrastro, tumbándose alrededor de ella. — Drakto, dale a esta perra española un trozo de carne de la bandeja. En silencio, el aludido agarró un trozo de filete y se lo entregó en mano a la mujer que se lo llevó a la boca directamente, dando un pequeño mordisquito. — No puedo… -dijo rindiéndose al instante, como si fuese una tortura. — Tal vez con otro tipo de carne… — Si no puedo con esta… ¿Cómo quieres que pueda con cuatro? — A presión. — ¿Me vais a forzar a comer carne? — Si no entra sola… habrá que empujar -le susurró al oído-. A las españolas os gusta eso. ¿No? — Pues… -comenzó a decir sin verse capaz de continuar. Dimitri le estaba acariciando el culo, cada vez más cerca de la entrepierna. Mientras, vio como la polla de Steven crecía hasta su máximo tamaño bajo el calzoncillo. — Os gusta que os provoquen hasta que os veáis obligadas a comer. — No digas tonterías… Steven apartó su calzoncillo dejando una enorme polla rodeada de una extensa mata de pelo púbico, mientras agarraba por la nuca a Jéssica y la hacía comenzar a comerle la polla. — Que zorra. Ni siquiera se ha resistido. — Lo estaba deseando -se burló Drakto, que al parecer no sabía hablar español. Comenzó a manosear sus enormes tetas hasta que quedaron apretujadas fuera del sujetador y la camisa, entonces se lanzó a chuparle los pezones con tanta pasión que hizo a la madurita estremecerse. Dimitri se dio cuenta de que los muslos y el coño de Jéssica estaban empapados, por lo que agarró por una pie a la mujer y la hizo rodar, como una tortuga que quedaba patas arriba. Le apartó bruscamente la tela de las bragas y le empotró la boca para comerle descaradamente el coño. La esposa de Fernando consiguió reprimir los gemidos mientras se veía forzada a comerles la polla a Steven y Malva que estaban situados cada uno a los lados de la cabeza. — Aquí va el primer trozo de carne -dijo separándose de su coño con la boca impregnada del lubricante vaginal. — No, no, no… ¡Espera! No estoy lista… -suplicó ella, pero supo que era inevitable cuando la polla del gordo enfundada por su propia mano se incrustaba contra su entrepierna. Tardó varios intentos en acertar, fallando las embestidas y golpeando placenteramente a los alrededores de su coño. Dimitri gruñía como un cerdo, pero se la folló como una bestia. Cuando la polla estuvo dentro, notó como se le desgarraba el coño de placer. Le habría dolido si no hubiese estado tan hambrienta y, aún así, se resistió a gemir para que ni su hijo ni su marido se enterasen de lo que pasaba allí. — ¿Quieres gemir, perra? Cuando se os folla bien, las mujeres tenéis que rugir como perras. La mujer se había mordido sus propios labios, mientras cerraba los ojos en un vano intento de no gemir. Era imposible, se iba a volver loca. No sabía que le excitaba más: ¿Era el hecho de que un descarado padre ruso se la estuviese follando junto a tres erectos veinteañeros? ¿O era el descaro con el que la habían conquistado? Como les había dado igual que su marido estuviese frente, dispuestos a violarla y matarla de placer con aquellas pollas. O, tal vez… ¿Era el hecho de pensar que cuatro rusos estaban abusando de ella y disfrutando a su costa? Tal vez por eso se ponía más y más cachonda al oírles hablar en otro idioma, tal vez insultándola y burlándose de ella. Dimitri enterró aún más su polla dentro de ella hasta que notó como se le incrustaba en algún lugar entre sus tripas. Aporreó su útero con aquella descomunal polla soviética haciéndola correrse de placer. — ¡Ahhhhhh! -por un momento se le escapó el gemido, olvidándose de contenerse. Se tapó la boca aprovechando de que todos se habían olvidado de esta. Ya no querían que ella se la chupase, todos querían follársela. — ¡Así que puedes gemir! Voy a hacerte gemir como la perra que eres -dijo justo antes de apoyar todo su peso sobre el ombligo de ella. Puso las palmas de sus manos por debajo de las costillas de Jéssica y se apoyó ahí para poder descargar aquellos pollazos con mayor facilidad. — ¡Gime! ¡¡GIME!! -La violencia de aquella follada la hizo correrse viva por primera vez, mordiéndose los labios mientras se obligaba a callarse. Notó como su propio coño apretaba el cipote soviético, y como en consecuencia el aceleraba. — Vamos a darle otro hijo a Fernando. ¡Aj! ¡Aj! ¡Aj ¡Ajjj! -bufó con cada embestida, cada vez más rápido hasta que incrustó su glande en lo más profundo de ella. Dimitri notó los calambres de placer mientras se vaciaba, y ella notaba calambres de placer mientras se llenaba. La mujer, exhausta, quedó aplastada por Dimitri mientras este gozaba de los últimos segundos de su orgasmo antes de apartarse. A la mujer le dio impresión como aquella serpiente de carne se extrajo centímetro a centímetro hasta dejar su coño abierto hacia el siguiente que quisiese penetrarla. Quería pedirles que parasen, que ya era suficiente, pero las palabras no superaron el límite de sus labios. Fue Drakto el que la agarró del pelo y la hizo ponerse a cuatro patas mientras se ponía sobre ella para penetrarla. En lugar de abrirse de piernas, lo que hizo fue juntar los muslos para que su coño quedase más apretado… Y claramente le encantó. — ¿Puedo correrme dentro? — Claro… Es nuestro recipiente de semen -contestó en Español con excesiva crueldad. Y aún así, eso fue lo que hizo que Jéssica se excitase aún más. — ¡Gime, guarra! ¡Gime! -La agarró del pelo y la empotró contra el colchón mientras apretaba el ritmo de la follada. Jéssica puso cara de dolor intentando no gemir, repitiéndoselo a si misma mentalmente-. ¡Gime! -exclamo furiosamente, y al ver que se resistía, le puso dos dedos frente a su boca. La madre de Fran los comenzó a chupar mientras notaba como el segundo explotaba dentro de ella. Si la primera vez no había derramado semen al exterior, esta vez si lo hizo. Su respiración se aceleró, lamentándose de que hubiese durando tan poco ya que sentía estar muy cerca de volver a correrse. Steven sonrió con malicia al ver como su hermano pequeño dejaba el coño abierto. — ¿Habéis visto lo dado de si que están sus bragas? Como su coño. — Lo tiene apretado para haber parido -le contradijo Dimitri negando con la cabeza, esperaba a recuperarse para follársela de nuevo. — Yo prefiero algo mucho más apretado… -aseguró escupiendo contra el oscuro ano de la mujer. Esta se sobresaltó al sentir dos dedos abrírselo. — ¡No! ¡Por ahí no! ¡No! ¡No! ¡Ahhhh! ¡Ahhhhhhh!-Pese a la negativa, los gemidos al sentir la intrusión de aquellos dos dedos fueron placenteros. Steven agarró su miembro, lo apuntó contra el coño y lo metió dentro, dando varias embestidas antes de sacarlo y presionar con su glande el culo de la española. — Relájate, lo disfrutarás mucho más. — No… ¡No! -pese a su negativa, no hacía nada para impedirlo. Notando aquella sensación tan deliciosa como contradictoria. La presión de la polla dentro de su culo, hizo que el coño comenzase a derramar semen sobre el colchón. Parecía que la espalda de Jéssica no podía soportar la presión y estaba a punto de quebrar, y pese a mantener su culo en alto, su espalda se convirtió en un tobogán. Steven apoyó sus dos manos sobre ella para descargar una airada descarga de pollazos antes de cambiar el ritmo. Pasó de rápido y bestia a lento y potente, como si le diese igual el placer de la propia mujer. — ¡Ahhh! ¡Ahhhh! Así no… ¡Así no! — Pues bien que gimes, perra. Luego te dejabas seducir delante de tu marido… Acepta lo guarra que eres, lo disfrutarás mucho más. — ¡Ahhh! ¡Ahhh! -apretó las dos nalgas, quería tener una polla dentro de su vagina. Sin embargo, no podía pedirla debido a que eso sería humillarse más de lo tolerable. — ¿Te falta mucho? — Sí. — Entonces sácala y déjame un rato. — Es mi turno, hasta que no termine no te tocará a ti. — ¡Joder, Stev! Su coño esta libre, deja que yo me ponga debajo. La consideración le pareció atractiva por lo que permitió, sin sacarla, que Malva se escurriese entre las piernas y los brazos de Jéssica para colocarse bajo ella. La hizo abrirse aún más de piernas mientras comenzaba a besarla con una técnica de lengua invasiva. La mujer agarró la polla del veinteañero y la condujo hasta su coño. Se vio capaz de follarse a los dos a la vez, pero lo que más ansiaba en ese momento era tener una polla rusa dentro de ella. Habiéndose ella misma incrustado el endurecido glande de Malva, este agarró a la española por sus nalgas y la forzó a bajar abriéndose más y más de piernas hasta quedar empalada por las dos pollas. Siendo Steve el más activo y el que más se movía, pero era en miembro de Malva el que más placer le daba. Debía estar muy excitado, porque intentaba moverse lo mínimo posible en un intento de aguantar y no correrse dentro de ella. Con malicia, Jéssica la metió y sacó hasta que se corrió torrencialmente dentro de ella. — ¡Mpppppff! ¡Ahhhhh! -Gimió como una auténtica puta, pero es que sentir aquella explosión dentro de ella… ¿Cuánto haría que el muchacho no se masturbaba? Era como si se hubiese corrido dentro de ella lo mismo que los otros dos juntos. Los eróticos gemidos de Jéssica indujeron a Steve al orgasmo, que se corrió dentro de ella. Cuando las dos pollas salieron de ella, Jéssica quedó boca abajo abierta de piernas y desprendiendo leche por ambos agujeros. Drakto se estiró junto a ella, la hizo voltearse y comenzó a comerle la boca mientras jugaba con sus pezones. Dimitri consiguió tener una media erección, y la metió dentro del coño de Jéssica antes de que se endureciese del todo. El cobertizo se llenó de gemidos, de chapoteos y del sonido imparable de los muelles del colchón. Jéssica había pasado de no gemir nada a gemir como una loba, sabiendo que aún quedaba mucho hasta que los cojones de los tres rusos quedasen satisfechos y totalmente vacíos. Mientras Dimitri se la follaba aplastando sus propias piernas contra sus hombros para llegar más hondo, Drakto se ponía sobre la cabeza de la mujer y le metía la polla dentro. Jéssica comenzó a chupar mientras sentía como este jugaba con sus pezones, quería suplicarle que no la tocase así, peor ya era demasiado tarde… Se iba a volver a correr pese a lo sensible que estaba, puso los ojos en blanco preparándose para lo inevitable. Sabiendo que tanto Malva como su hermano ya comenzaba a tenerla dura de nuevo. Le había gustado la comida rusa. 5. Probándose modelitos frente a un amigo español Nico y Fran vieron como Damatra guiaba a Fernando -agarrándolo por la muñeca-, hasta la otra punta de la casa. — ¿Qué hace mi madrastra con tu padre? — ¿Qué hay en esa parte de la casa? — Las habitaciones -contestó extrañado. Ambos se miraron, levantándose al mismo tiempo para seguir a los dos adultos. Damatra cerró la puerta de su habitación, oyéndose el pestillo que indicaba que se había cerrado desde dentro. — Se han encerrado, no podremos oír lo que dicen -se lamentó Fran. — Que va -Nico tiró de su amigo llevándolo hasta su habitación, la cual era continua a la habitación de matrimonio de sus padres. En la pared entre ambas salas, había un ventanal de cristal que se podía abrir como si fuese una ventana. — ¿Y eso? — Ya estaba ahí cuando nos mudamos aquí -respondió su amigo encogiéndose de hombros antes de apilar dos cajas bajo la ventana, ambos se pusieron de pie sobre ellas pudiendo ver y escuchar a través de ella. Fernando estaba sentado en la cama, mientras que Damatra estaba de pie frente a él entre este y un armario de madera oscura. *** — ¿Qué necesitas? — Opinión… Consejo… — ¿Sobre qué? -inquirió Fernando nervioso sin poder evitar estudiar las curvas perfectas que recorrían el cuerpo de Damatra. — Quiero darle una sorpresa a Dimitri para nuestro aniversario, pero no me decido sobre que elegir. — Sobre que elegir de que. — De conjuntos… — ¿Quieres que te de opinión sobre conjuntos? -preguntó escandalizado mientras se ponía en pie. Damatra lo empujó contra la cama antes de proseguir. — Solo necesito que opines que te parece como… como hombre. — Tengo esposa. — ¿Mirar es un pecado? — Sí. — No -le contradijo mientras andaba de un lado a otro-. Tu mujer ha estado mirando a mi marido todo el mediodía. No pasa nada por mirar. — ¿Esta es tu manera de vengarte? Damatra tardó unos segundos en responder, sonriendo con perversamente. — Sí, un poco. Solo miras, y ya está. No mirarás como me cambio, por supuesto. Cierra los ojos. Fernando obedeció, recordándose que tenía esposa y un hijo. No podía hacer ninguna tontería, se lo prohibía a si mismo. — Ya puedes abrirlos -cuando lo hizo, vio que la rumana de piel oscura lucía un conjunto de lencería erótica. Era de tela negra y tenía pequeños adornos, siendo extremadamente sofisticado. No se decidía sobre que era más provocador, si su escote de mulata o aquel culo de piel oscura con los muslos brillantes-. ¿Te gusta? -El aludido no respondió. ¿Qué se suponía que tenía que responder a eso?-. ¿No dices nada? Supongo que tendré que descubrir por mi misma si te gusta… La mulata se puso frente a él, separó las dos piernas y se puso en pompa. El rosado coño contrastaba con su tono de piel, y sus labios vaginales lo hacían con la tira del tanga que lo entrecortaba. — ¿Vas a seguir sin decirme si te gusta? Puedes tocar un poco… si quieres. Solo un poco -le apremió, agarrándole por la muñeca y conduciendo su mano hasta su culo. Fernando no pudo resistirse, le atraía demasiado aquel trasero extranjero. No iba a ser infiel por acariciarlo un poquito-. Así me gusta… Mi marido nunca me toca así. Como veo que te gusta mucho este conjunto… Podemos hacer una cosa. ¿Qué tal si lo disfrutas tu primero? Damatra no perdía el tiempo, agarró por encima del pantalón el endurecido pene y lo frotó antes de darse la vuelta y arrodillarse frente a él, le desabrochó el botón y le bajó la cremallera, dejando aquella polla blanca erecta. — Esto va a quedar entre nosotros. ¿No, Fernando? Mi marido te mataría si se enterase -le aseguraba con una sonrisa maliciosa mientras apuntaba la polla hacia el techo y se sentaba sobre ella, sus pechos aporrearon como si fuesen plumas la cara del marido de su rival-. Dimitri es muy celoso… Por eso estoy tan cachonda. Esto que hago es tan… prohibido. Pese a que la polla estaba seca, su coño lo devoró y lubricó de un solo golpe encajándose hasta el fondo de su vagina hasta que sus testículos y su culo quedaron totalmente juntos. — ¡Ahhh! -Damatra apoyó su mentón contra el hombro de Fernando, viendo por casualidad a su hijastro y al amigo de este espiar desde el ventanal. Ella se llevó los dedos a los labios, sonriendo antes de abrir la boca y comenzar a gemir como una loca-. Imi place acest penis alb -rugió en su lengua natal. El ímpetu con la que se follaba su polla hizo que Fernando se quedase tendido boca arriba mirando al techo, intentando no correrse y disfrutar lo máximo posible. En aquel momento solo existía eso, y no era capaz de pensar en nada más. Damatra le comenzó a comer la boca mientras se deshacía de su corpiño, dejando sus pechos libres. Acostumbrada a ser dominada parecía estar disfrutando de la dominación de aquel blanquito. — Ah… ¡Ajj! -Fernando comenzó a gemir justo antes de explotar dentro de ella. Damatra sonrió antes de besarle. — Que hombre más malo… Corriéndote dentro de una mujer casada. ¿Qué harás si quedo embarazada? La esposa de Dimitri se apartó de él y se estiró boca arriba en la cama, apoyándose contra el respaldo. Se quedó abierta de piernas para que aquel hombre pudiese arrepentirse de lo que acababa de hacer. — Que sepas que si me quedo embarazada no pienso abortar. La polla de Fernando se puso dura al instante, algo inexplicable para él. La agarró de ambos tobillos y tiró de ella hasta el borde de la cama para poder metérsela y volver a follársela. — ¿Estás loco? ¿Qué te pasa ahora? -exclamó Damatra sin entender, completamente descolocada. No se esperaba aquella reacción, pero la comenzó a disfrutar. — Si quedas preñada será nuestro pequeño secreto, tú eres la que ha provocado todo esto -dijo antes de inclinarse y comenzar a besarla, sobraban las palabras. La habitación se inundó de los chapoteos que hacían sus entrepiernas mojadas al chocar, y los gemidos ocasionales de la mulata cuando este alcanzaba los puntos más sensibles de ella. Sorprendentemente, se corrió dos veces más dentro de ella antes de que salieran de la habitación. Damatra quedó impregnada de aquel español, deseando repetir más adelante. 6. Despedida. Al ser cuatro, a Jéssica le llevó mucho más tiempo complacerlos a todos. Se forzó a si misma a encasquetarse los pantalones tejanos e ir a realizarse una higiene superficial en el baño, debido a que estaba recubierta de semen, babas y sudor. Tan felices salieron los cuatro de la misma manera que habían entrando. Y cuando Jéssica entró en el comedor, descubrió a Damatra mucho más cercana de lo que le habría gustado en un principio. Dimitri, Steven, Drakto y Malva ni se molestaron en mirarla, habían terminado con ella pero, si les daba la oportunidad, era consciene de que volverían a intentar follársela con el mismo ímpetu. Se frotó el vientre, pues aún tenía la sensación de que aquellas cuatro pollas seguían dentro de ella restregándose en su interior. Nunca se había corrido tanto como con aquellos cuatro. Ni Damatra hubiese creído posible que follarse a un español fuese tan placentero.