Estas dos madres se escapan, mientras sus hijos estudian y sus maridos trabajan ellas cumplen sus fantasías sexuales más turbias

Todos estos relatos comienzan con la descripción de las personas involucradas, ¿no es así? Pues empiezo, me llamo Flor y tengo 35 años, mido 1.60, complexión media, tetas grandes (34D), morena clara, cabello rizado y ojos verdes; mi amiga, Sandra, tiene 25 años, alta (alrededor de 1.75), cabello largo y lacio, una cintura hermosa y las tetas más tersas que haya visto.

Sandra y yo nos conocimos hace cuatro años cuando nuestros hijos entraron a la primaria, ella es una mamá muy joven, por lo que siempre buscaba alguien que no la juzgara, así que yo me acerqué a ella para hacerla sentir aceptada, con el paso de los meses comenzamos una buena relación de amigas, nos contábamos nuestros problemas, chismes de la escuela y tomábamos un cafecito ocasional una en casa de la otra, lo normal entre mamás de escuela.

Un día mientras platicábamos, Sandra me contó que un par de años antes estuvo separada de su marido y tuvo otra pareja, yo asumí que era otro hombre, pero cuál fue mi sorpresa que había estado en una relación con otra chica, me contó que había estado muy feliz con ella porque era amable, dulce y en la cama la hacía sentir como nunca lo había hecho su marido; yo me asumí bisexual desde los 15 años, por lo que no me sentí perturbada ni mucho menos, al contrario, comencé a sentir una extraña atracción por Sandra al saber que ella también se sentía atraída por las mujeres.

Tras la confesión de Sandra, pasé varios días fantaseando con ella, la veía caminar y me imaginaba qué había debajo de su falda, de su blusa, deseaba tocar su cabello y acariciar cada parte de su cuerpo; un par de veces, mientras mi marido me comía el coñito, me imaginaba que era ella quien pasaba su lengua por mi clitoris caliente y húmedo, deseaba apretar sus grandes tetas mientras ella comía las mías, estaba obsesionada con probarla de pies a cabeza.

Pasaron un par de semanas hasta que un día Sandra llegó llorando a dejar a su hija, le pregunté si estaba bien y me dijo que había peleado con su marido, que necesitaba platicarlo conmigo, así que nos fuimos a su casa a tomar un café; yo traté de ser lo más ecuánime posible, en especial porque ella estaba sufriendo, pero mientras ella me decía lo mal que había estado el pleito con su esposo, yo no podía dejar de contemplar sus labios, su cabello, sus deliciosas y firmes tetas de nena de 21 años.

En un momento dado, me levanté a servir más café y ella fue al baño a limpiarse la cara, cuando íbamos de regreso hacia la sala nos topamos de frente…

– ¿Bailamos? – Le dije mientras chocábamos.

– Sólo contigo podría bailar porque mi marido es un tarado al que ni eso le gusta – dijo Sandra, yo aproveché para abrazarla y confortarla, pero en realidad estaba empapada y ardía en deseos de que ella sintiera mi coñito mojado.

– No te pongas así, ya verás que todo va a estar bien, eres una chica super linda y eres preciosa, si él no te valora, ya encontrarás quién te haga sentir feliz – Le dije insinuando que yo podía ser ese alguien, lo cual ella entendió inmediatamente, para mi fortuna.

– ¿En serio crees que soy preciosa?

– Claro que sí – Y sin perder el tiempo, le di un delicioso beso en la boca, me la comí completita, pasé mi lengua por cada rincón de su boca, la chupé, la lamí, saboreé cada milímetro de sus labios…

– Espérate, a mí ya no me gustan las mujeres, y estoy casada.

– A mí no me gustan todas las mujeres, me gustas tú, y no me importa si estás casada, quiero sentirte entera- Le dije mientras la llevaba a la recámara.

Ya en la habitación, seguí besándola, comencé a tocarle las tetas por encima de la ropa, estaba ardiendo por dentro, sentía cómo mi conchita se inundaba de jugos; le quité la blusa y comencé a besar su pecho, mientras desabrochaba su sostén, quedé maravillada con sus duros y parados pezones, me los llevé a la boca sin pensarlo, era delicioso sentirlos en mi boca, quería chuparlos, mamarlos, sacar lechita de esas tetotas enormes y duras, estaba loca por esa mujer que no dejaba de jadear como la hembra en celo que era.

– Tienes unas tetas deliciosas, quiero comérmelas todas – le decía mientras la lamía.

– Cómeme, perra, cómete mis tetas, y cómete mi conchita, ya me tienes empapada, siénteme – tomó mi mano y la metió dentro de sus jeans y sus pantys, realmente estaba empapada, sentí mi mano llena de sus pelos y de sus jugos, saqué mi mano y lamí mis dedos, estaba deliciosa, saladita, ardiente…

Mientras ella se quitaba el pantalón, yo me quité toda la ropa, estaba decidida a venirme en la boca de Sandra, necesitaba sentir su lengua en cada parte de mi cuerpo, en especial en mi encharcada vagina.

Sandra comenzó a lamer mis tetas, lo que hizo que tuviera un orgasmo casi instantáneo, mis tetas siempre han sido mi punto más erógeno, cuando mi marido no está de humor para cogerme, sólo me come las tetas y sabe que me vengo como una perra en celo; mientras me comía las tetas, yo llevaba mis dedos a su clitoris, que estaba duro y caliente, lleno de sus jugos vaginales, lo froté con mis dedos una y otra vez, y ella se veía cada vez más extasiada, la tumbé en la cama y seguí masajeando su botoncito, ahora agregando un par de dedos dentro de su coñito, estaba frotando su punto G mientras masajeaba su clitoris, su rostro era una obra de arte, con los ojos cerrados y la boca abierta en un jadeo constante. Comencé a lamer su clitoris, estaba riquísimo, durito y caliente, pasaba mi lengua por todo el clitoris mientras la escuchaba gritar.

– ¡Sigue! ¡Tócame! ¡Vas a hacer que me venga! – Gritaba como loca.

– Sí, preciosa, lléname la boca, quiero saborear tu venida, mamita, lléname la boca de ti, hermosa…- fue delicioso sentir cómo explotó en mi boca, me empapó la cara entera, yo no dejaba de frotarla, quería hacerla gritar de placer, quería que me rogara por un descanso, pero era insaciable, se retorcía en mi mano, pero no pedía tregua, seguía llenando mi mano de sus jugos…

– ¡Me estoy viniendo! ¡No pares, por favor! ¡Siento delicioso!

Debe haber tenido unos siete orgasmos en mi mano y mi boca, era hermoso verla así de satisfecha, así de liberada ante los orgasmos que le había regalado, me sentía feliz de verla tan caliente. Me recosté a su lado y le besé los labios tiernamente, quería darle un respiro, y ella correspondió los besos tiernos, con auténticas comidas de boca, sentía su lengua entera y a ella, en lugar de sentirla exhausta por los orgasmos, la sentía ardiente y dispuesta a seguir cogiendo.

– Ahora te toca a ti, perrita – Me dijo mientras me lanzaba a la cama.

Me lamió las tetas con una pasión increíble, sentía su boca succionando mi pezón izquierdo, mientras su mano masajeaba el derecho, estabaa punto de venirme cuando soltó mis tetas y comenzó a bajar por todo mi cuerpo; lamió mi ombligo, mi abdomen y bajó hasta mis muslos, pasó su lengua por la parte interior de mis muslos, lo que hizo que me empapara, esperando sentirla en mi coño mojado. Comenzó a subir su lengua por mis muslos, y de repente, sin avisarme, metió dos dedos en mi vagina, duro, hasta el fondo, sentí que se me iba el aire…

– ¿Te gusta, perrita? ¿Te estás viniendo, hermosa? – preguntó mientras metía y sacaba sus dedos frotando mi punto G de manera exquisita.

Sin dejar de frotar sus dedos en mi interior, puso su boca en mi clitoris, lo chupó, lo jaló con sus labios y succionó poco a poco, haciéndome sentir en el cielo, me vine en su boca sin poder contenerme, y ella sorbió cada chorro de mi orgasmo; estaba en un éxtasis total, sintiendo su boca en mi vagina, sintiendo sus dedos en mi interior.

Cuando por fin me dio tregua, nos recostamos una junto a la otra, tocando nuestras tetas y dándonos besos exquisitos, con sabor a coño; a partir de ese día sus problemas de estrés se terminaron, destinamos los miércoles a coger como locas mientras los niños estaban en la escuela y los maridos trabajando, todo iba grandioso hasta el día en que su marido salió temprano del trabajo y nos encontró chupándonos en un delicioso 69, pero ese es material para otra historia.