Ese día estaba en el trabajo, no sé qué me paso que coqueteé como una puta con todos los clientes que atendía, incluso dejé que me vieran tocándome desconocidos

No puedo creer que este escribiendo un relato erótico, pero mientras pulso las teclas; narrando, describiendo, borrando, corrigiendo, cambiando y todo lo que hacer esto conlleva, no puedo evitar sentirme nerviosa y excitada. Incluso. Cumplir la expectativa de que pueda provocar a los lectores me pone nerviosa, recordar las situaciones y aderezarlas un poco me excita. Estúpidamente, no puedo evitar sonreír o morderme el labio inferior cada cierto tiempo… pero no solo mis labios reclaman atención, también advierto una sensación de calor y humedad entre las piernas -es eso- o la silla está caliente.

Primero que nada tengo veintitrés años, de tez canela –ni negra ni blanca- cabello negro ondulado –con baños, cremas, desriz-, mido 1,63, no soy esbelta ni rellena pero me veo bien, Peso poco menos de 60 kg, mis labios son carnosos sin ser gruesos y si bien no poseo una cintura muy marcada mi colita es firme y redonda, mis senos son 34 copa C, mi entrepierna es como un chocolate “SAMBA DE FRESA VENEZOLANO” – de tez oscura por fuera y rosadita por dentro adornada de una alfombrilla de vellos negros que van del bajo vientre hasta el clítoris terminando en punta –y si bien no hay momento más íntimo, erótico y sensual que la privacidad del baño o el cuarto- he provocado a mis compañeros y clientes de una forma distinta a la habitual, sintiendo un adicional de ego y autoestima personal.

Hace poco conseguí un trabajo como mesonera en un restaurant ubicado en un centro comercial de la capital y, un par de días atrás me toco hacerle un quite a un compañero –comenzando así mi jornada erótica-. Llevaba el uniforme de mesera normal; zapatos negro de tacón bajo, falda negra ajustada por arriba de las rodillas y una blusa blanca de cuello en V -lo típico, nada espectacular-. Durante la mañana se nos prepara a todo el personal con relación a los platillos, sugerencias del chef, orden y limpieza, para a partir de las 11:30 am recibir la clientela. Un poco después de las 1:00 pm llego un comensal frecuente de porte extranjero de unos cuarenta y pico o cincuenta años, no un viejo verde, más bien un hombre maduro con aire de mucha experiencia en la vida (ningún adonis) y algo atractivo con cierto encanto europeo. Me toco atenderlo, lo guie hasta un área donde se reservan mesas VIP donde el ambiente es menos bullicioso y distanciado de la cocina y los baños. Le di la bienvenida, extendí el menú ante él y le pregunte si deseaba beber algo antes de ordenar.

Me observó de arriba abajo con cara adusta, me dio las gracias un tanto secas y pidió un batido de piña sin azúcar. Cuando regresaba con la bebida se le veía muy serio y seco hablando por celular.

Me acerque con cuidado y le deje la bebida tratando de no estorbar –Sin embargo, cuando me doble para dejar la bebida, me pareció ver que volteaba a verme y me sentí algo extraña- permanecí de pie a cierta distancia, pero en una mirada fugaz me hizo ademán que me alejara o fuera. Pocos minutos después me hizo seña de que fuese y me acerque.

.- Señorita ¿me puede decir que es esto?

.- Señor, su batido de piña sin azúcar.

.- ¡Sí! Correcto, sin azúcar, pero pedí batido no jugo, por favor. –Dijo un tanto áspero señalando el vaso con la mano, esperando que lo tomase-

.- Si señor, disculpe Ud. ya se lo cambio. –me incline un poco para tomarlo y me lo lleve, a mí me parecía un batido, pero, soy la mesera no el comensal, así que lo devolví-

.- Por favor un batido ¡ESPESO! de piña ¡SIN AZUCAR! para mesa 17 –dije entregando el vaso en la cocina-

Nuevamente lleve el nuevo batido, esta vez observe que me miraba mientras iba y le dejaba la bebida.

.-Señor, su bebida – dije dejando el vaso, mientras me inclinaba-

.- Le apetece pedir ahora –pregunte tomando la libreta y bolígrafo, esta vez me observaba desde la cintura hacia arriba con los rasgos algo más suaves-.

.- Si, de primero quisiera una ensalada primavera con queso de búfala, y como plato principal quisiera un lenguado en salsa de almendra…

.- Señor, que contorno desea con su pescado. Puedo ofrecerle; puré de papas, papas al vapor, papas fritas, vegetales salteados, arroz, tajadas o yuca –adelante a sugerirle mientras veía que me observaba detenidamente-

.- Con vegetales, por favor.

Salí a llevar la orden y, no había llegado a la cocina cuando otro mesero me avisaba que me devolviera, al verme me hizo mímica solicitando el menú, quería cambiar la orden y buscaba pretextos para que me inclinara y le explicara cada uno de los platillos. Mientras me preguntaba por los platillos y sugerencias del chef, note que se acomodaba y movía mucho la vista, en ocasiones parecía ni mirar el menú ni prestar mucha atención a mis palabras –aquí hay algo raro, pensé-, entonces me percate que cada vez que me inclinaba el cuello de la blusa parecía ofrecerle alguna visión de mis pechos y que el tipo lo que estaba era embelesado conmigo. Al principio me incómodo y pensé incorporarme, pero casi al mismo tiempo me entro un poco de picardía, de morbo y hasta de placer. Comprendiendo ahora lo que sucedía en realidad, decidí que podía coquetearle y provocarle un poco -¿Por qué no? pensé divertidamente-, hacerlo bajo aquella situación y ambiente era algo nuevo y me produjo una ligera sensación de mariposas en el estómago (esto puede hacerme el trabajo menos rutinario). Al final, tras varios cambios de platillos termino con la misma ensalada y una pechuga de pollo a la parmesana.

Consciente de la treta que estaba haciendo me empecé a sentir más confiada, segura y animada. Cuando deje la orden en el sistema para la cocina, avise a mi jefe que iría al baño del personal… me metí en unos de los lavados, me baje las bragas y me senté sobre la tapa del wáter para refrescarme, lo cual me provocó un escalofrío por la espalda. Al principio quería abrirme de piernas y tocarme (tenía ganas de masturbarme) pero en realidad temía que me descubrieran o notaran mucho mi ausencia, así que apoye la espalda contra el tanque del wáter, eche la cabeza hacia atrás y cerré los ojos unos segundos al tiempo que llevaba las manos a los senos y me los frotaba por encima de la blusa -¡Cielos! esto me está calentando, pensé-. Mientras estaba en ese letargo, me imaginaba sentada en las piernas del comensal ofreciéndoles mis tetas, que me abrasaba y hundía su rostro entre ellos para luego besarlos, lamerlos y chuparlos, al tiempo que le acariciaba la nuca y su cabello y lo aprisionaba contra mí, dejándole hacer… un cosquilleo de placer me invadió y pude sentir como este iba desde mis senos hasta mi conchita ya más fresca. Decidí tocarme igualmente; y baje una mano llevando los dedos índice y medio hasta el clítoris, me lo frote muy suavemente; una… dos… tres… cuatro veces –quizás hasta dos o tres veces más, producto de las caricias que me había estado dando– me controle, no quería excitarme mucho aun.

Salí del lavado y me coloque delante del espejo del lavamanos (siendo de piel tostada, el sujetador blanco destacaba un tanto seductor y provocativo sobre la blusa) y me incline para verificar lo que había estado viendo el cliente y observe que se me veía el delicado encaje blanco arropándome con elegancia los senos haciéndolos ver más tostados, firmes, suaves y turgentes. Inclusive, dependiendo del ángulo se podía notar el área más oscura y abultada donde estaban los pezones. Me metí de nuevo en el lavado (Decidí dar un paso más) y me quite el sujetador, volví al espejo y me emocione al ver mis senos libres con las aureolas y pezones oscuro. Ahora, dependiendo de cómo me inclinara estarían totalmente expuestas. Cuando salí y guarde el sostén en mi bolso me sentí más desnuda que nunca –nunca antes he hecho algo así-. Volví al trabajo tratando de parecer tranquila, aunque inicialmente al cruzarme con cada comensal o personal que iban y venían me hacían sentir pequeños pinchazos que me excitaban.

Cuando le lleve la ensalada me incline y observe que se sorprendió, quizás hasta dudo un instante lo que creía no haber visto. Le sonreí suavemente y saque el pecho para que los pezones despuntaran en la tela, me sonrió cómplice también y levanto la copa de agua como si brindara en secreto conmigo. Durante su permanencia no perdí oportunidad para permitirle disfrutar del panorama, me acercaba para; dejarle agua, cambiarle el agua, recoger los platos, preguntarle si le apetecía algo más; postre, café, licor, cuando ya no tenía espacio en el estómago o como dilatar su permanencia pago la cuenta, no sin antes agradecerme toda la atención con una sonrisa y dejándome una tarjeta con una propina inusual en la mesa. El juego empezaba a gustarme a pesar que la libido inicial iba y venía de a momentos.

Luego me acerque a un chico muy guapo que se sentó solo en una mesa y esperaba ser atendido, llevaba el menú tapándome los pechos y mientras me inclinaba a dejárselo pregunte con dulzura si deseaba ordenar algo, mientras le sonreía y fingía estar alisando el mantel, ordenando los cubiertos y la servilleta del comensal.

.- Claro, podría… por favor –No cabía duda de que el cliente me había mirado una de las tetas y el oscuro pezón erecto, y no lograba terminar el pedido- traer una cerveza.

El efecto que causaba y las emociones cruzadas que me hacía sentir eran asombrosas; autoestima, control, morbo, placer, sensualidad, me sentía más femenina que nunca. No hace falta decir que el chico tardo un par de minutos (entre picardías y sonrisas) contemplado y confirmando su pedido, menos decir… que me esmere en darle la atención debida.

Durante el ínterin de ir y venir con alguna orden del chico u otro comensal note que la estrecha tela de mis braguitas se había desubicado y las costuras me estaba rozando la rajita, un calor me subió a las mejillas y supe que el roce me estaba provocando, el placer seguía aumentando y empecé a sentir humedecerse la entrepierna. Casi finalizando con el chico, llevándole un café, me pareció que se había percatado de algo y me miro de una forma tan voraz que me sentí completamente desnuda dentro del restaurant -deseo, lujuria, pasión, desenfreno…-, quizás fueron solo unos segundos o fracciones de segundos, pero la sensación de intimidad fue tal, que imagine al chico levantándome en vilo y sentándome de frente sobre su regazo para meterme todo su falo allí mismo, cogiéndome con vehemencia mientras me sujetaba del trasero y besaba con locura –era estupendo e irreal, y podría jurar haber sentido una verga imaginaria llegándome hasta el mismísimo cuello uterino-.

El resto de la jornada transcurrió con lentitud ya que cuando eran grupos de parejas, evitaba ponerme en evidencia. Quería llegar a la intimidad de mi cuarto, arrancarme las bragas y satisfacer la raja caliente y húmeda que me palpitaba ya entre las piernas.

Cuando termino mi turno a las 5:00 pm, me dirigía al estacionamiento por el carro preguntándome si estaría el vigilante de la semana pasada -Estaba muy bueno y macizo- pensar que podría encontrarlo a la salida me avivo una vez más e hice algo totalmente nuevo otra vez -estaba ideando algo más audaz, algo que le daría un giro al coqueteo habitual que conocía-. Primero eche una mirada furtiva de lado a lado y, una vez comprobado que no había moros en la costa, me subí la falda y me quite la braga (estaba caliente y húmeda) y me lleve una mano al coñito, descubriendo que lo tenía mojado, muy mojado. Pierdo el control del lugar y el momento y recostándome de la puerta del carro cerré los ojos; con una mano comencé a acariciarme un seno. Mientras, con los dedos índice y anular de la otra me abría los labios vaginales metiéndome el dedo medio en la rajita mojada y caliente, untándolo en ese cálido líquido que emanaba de su interior, lo acerqué a mi nariz para olerlo y me sentí en el cielo; olía a bosque, a mar, a hembra, a sexo, a todo eso al mismo tiempo. Me invadió el deseo de saborearlo y repetí la operación no una, ni dos, sino quizás hasta cuatro o seis vez más; sabía a miel, sabia a licor, sabia a deseo, sabia a lujuria, sabia a todo eso y a mucho más.

Me doy gustito sintiendo como el dedo entra suave y trata de llegar más profundo cada vez, dando vuelticas dentro, saliendo y entrando para untarse mejor en mi miel. Me muerdo los labios para no gritar mientras aprieto con ternura mis duros pezones a la vez que me deslizo por la puerta abriendo un poco más las piernas -el dedo merodea por mi rincón más secreto y siento el flujo bajar cada vez más cerca a la puerta de mis labios menores-. Mi clítoris se rebela; se alza sobre su barricada, protesta en paro, entra en la hora 0, me reclama por sus derechos. Le llevo los dedos índice y medio a negociar y paso ambos sobre él, provocándome un pequeño espasmo de gozo, tiernamente hago círculos sobre él y entorno a él, una agradable sensación me recorre entera y siento mi rajita totalmente mojada, sensible y abierta por las caricias. Abro los ojos volviendo en sí a la vez que un hilo delgado de flujo (una gotita quizás dos o más bien tres) descienden por uno de mis muslos –quiero correrme y gritar, pero no es mejor lugar para hacerlo-. Mis manos siguen presas en el pecho y la entrepierna, desean continuar. Respiro profundamente y doy una ojeada más alrededor –me repito ¡No… no… aquí no!- a la vez que el pecho me sube y baja agitado y una sensación como la de tomar un whiskey seco de un solo trago me golpea la cabeza, de bruces me fui adelante y mis manos por auto instinto se apoyaron del vehículo al lado del mío. Poco a poco tomo el control de mí, respirando profundamente logro estabilizarme, debía volver al juego.

Normalmente al identificarnos como personal de algún local, nos entregan una boleta de puesto fijo que siempre colocan por fuera pisada con el cepillo del parabrisas. Cada vez que me encuentro con él, me mira las piernas por fuera del parabrisas al colocarla o retirarla, lo cual siempre me agrada, pero esta vez sería diferente. -Así que coloque la boleta por dentro sobre el tablero- Mi coche es pequeño y viejo -un fiat spazio que lo único bueno que tiene es el motor y que he logrado conservarlo moderadamente bien por dentro, lo demás ni hablar-. Si el chico estaba solo como de costumbre, lo dejaría acercarse y tal vez hasta meter la mano por la ventana para que tomara la boleta.

Me senté, encendí el carro y me acomode la falda como si estuviese más arriba de lo normal como por descuido, poniendo mucha atención para que mi húmeda y brillante rajita rosada quedara en la trayectoria de su mirada y la pudiese ver –ya que siempre llevo el vello de los labios rasurados para poder verme la rajita rosada entre los labios achocolatados con la alfombrilla que termina en punta antes del clítoris a modo de bienvenida- sabía exactamente que vería y adonde miraría al hacer este retiro.

Temblando de excitación inicie el recorrido hacia la rampa de salida, me enfile tras unos carros y logre divisar que estaba allí –ello me dio un pequeño espasmo- le toque la corneta y a juzgar por su sonrisa también se alegró verme salir por allí -como toque final me frote la rajita de arriba abajo un par de veces y me limpie en la blusa, quería impactarlo visual y olfativamente-, entonces llego mi momento y cuando vio la boleta por dentro se acercó, se inclinó ante la ventana -yo disimule que me estaba retocando los labios y me hacia la loca-, el cuerpo me temblaba y su instante de duda me pareció eterno, estaba segura de que me veía las piernas. Su mano y antebrazo entrando anunciaban su acercamiento… sentía su rostro acercarse a la ventana, estaba dentro de la zona amarilla –¿La vería, sentiría su aroma en mi ropa?, sentía el corazón en la boca- yo no me atrevía a mirarle, aunque el cuerpo me ardía sabiendo que le estaba mostrando mi coñito totalmente abierto a un extraño.

Trato de parecer natural e indiferente pero de repente pego la cabeza del marco superior de la ventana y la boleta escapo de su mano cayendo al lado de la palanca de cambio. Me sonreí sabiendo la causa que había provocado eso, podía sentir su respiración dentro del carro y, una pausa de 1 o 2 segundos se convirtieron minutos -tener mi coñito a su vista me estaba provocando incontrolables contracciones en los músculos pélvicos-. Aun así, mantuve mis piernas separadas mientras él liaba en recoger la boleta que se le había escapado estirando el brazo –me sentí regocijada y victoriosa- y separe un poco más los muslos revelando que era consciente de lo que sucedía y de que tenía total control él. Salió evitando hacer contacto visual conmigo cuando se incorporó, pero la secuela empezaba a ser visible porque se pegó a la puerta y su pelvis que estaba en mi ventana mostraba un bulto creciéndole en la bragueta del pantalón.

Casi me corrí al imaginarme bajándole la cremallera y metiéndome su barra en la boca; primero rodearía el glande con los labios húmedos de saliva y haría círculos con mi lengua en la punta, una, dos, tres veces, para luego ir bajando, despacio, muy despacio, hasta tener toda su barra dentro de mi boca. El chico temblaría y yo lo sujetaría con mis manos por detrás. Estaría así unos instantes y comenzaría a subir y bajar, jugueteando con la lengua de lado a lado y en círculos en el glande, succionando, chupando y lamiendo velozmente aquella pija ardiente.

Por la forma en que se le marcaba, aquello debía de ser algo más larga o gruesa al del promedio –quizás ambas- Después de lo que pareció una eternidad en cámara lenta, musito un “Muchas… gracias” evitando que le pudiese ver el rostro, sorpresivamente pensé en voz alta y le respondí “Ha sido todo un placer” lo cual me alucino a mí misma. Seguidamente subió la barra del estacionamiento y salí de allí, no sin antes ver por el retrovisor como se acomodaba el paquete.

Nunca antes me había sentido tan febril sexualmente y para coronarlo, anduve todo el camino a casa con la falda subida hasta la cintura –Aun hoy, no sé qué bicho me pico y me hizo actuar de aquella manera- en plena cola se me coloco un camión de premezclado del lado izquierdo y durante el tiempo que estuvo al lado mío procure mantener mis muslos claramente abiertos. Evitando todo lo posible de ver directamente a la cabina, ya que escuchaba los siseos y silbidos constantes que lanzaba el acompañante, sentía sus ojos clavados en mi entrepierna, luego de un breve silencio, el tono del silbido y siseo cambio y comprendí que habían cambiado posición en la cabina… a escasos metros de llegar a mi salida me aventure un poco más. Voltee a mirar directamente al camionero (le sonreí) y me introduje dos dedos en la raja, los cuales salieron completamente mojados… me los lleve en los labios y con toda la sensualidad y lascivia de la que fui capaz; los chupe y lamí antes de que los carriles nos separaran y escuchase un potente bocinazo como despedida.

Tan similar a un malestar estomacal urgido de un baño, mi estado febril iba aumentando acorde me acercaba más y más a mi destino final. Y nada más cruzar el estacionamiento y entrar en el ascensor del edificio me provoco tal sacudida que sentía como mis jugos bullían dentro de mi conchita (la que apretaba tratando de resistir) -¡Oh dios… ooh dios… por favor! ¡Aguaaanta… solo… un poco maaas!- me repetía entre jadeos y temblores al tiempo que luchaba por abrir la puerta del apartamento e ingresar a mi cuarto. De los nervios erre la llave… temblaba visiblemente, no atinaba la puta llave… -Abre… abre marica… abreee, le decía a la puerta metiendo otra llave- está acuño y sentí el giro del seguro; una… dos… gire la perilla y de inmediato la puerta abrió y de un portazo la tranque (no llegaría al cuarto… no llegue…) mientras resbalaba con la espalda pegada a ella me subí rápido la falda y coloque luego las palmas de lado y lado, bajando, abriéndome de piernas… mi cuerpo convulsiono en un orgasmo mental y emocional, tantas veces provocado… tantas veces reprimido -¡Oh dios… Ooooh dioooos…! ¡Aaaahh…! ¡Mmmmhh…! ¡Siiiiiiii…! gemía temblando con las piernas abiertas- mientras me balanceaba adelante y atrás a la vez que varios chorritos salían disparados al piso; aquí, acá, allí, allá, como si una polla fantasmal me penetrara -¡jaaahhh… jaaaahh… jaaaahh!– respiraba jadeante, mientras veía sorprendida como los chorritos salían sin haberme tocado, no me lo podía creer… unas emotivas lágrimas salieron inadvertidamente por mis ojos -¡Oohh cieelos… santoo…! ¡Ooohh dioos…!- (lloraba de alegría y excitación) y mientras bajaban por mis mejillas, flashback de todos los comensales; meseros; cocineros; personas; vigilantes; conductores y camioneros pasaban por mi mente (esta es de todos ustedes) aun entre espasmos que sacudían mi cuerpo. Cerré los ojos y sonreí… -al fin estamos en casa amor… al fin llegamos juntas…-.

Espero que el relato haya sido de su agrado… quizás lo más surrealista de él, es que soy venezolana, y vivo en mi país, hoy es 29-07-2017, son las 10:47 pm… las redes no para de enfrentamientos, las sirenas y detonaciones se escuchan por doquier, jóvenes valientes están luchando, sangrando y dando sus vidas en el pavimento, mientras yo en la seguridad de mi cuarto escapo de esa realidad en esta burbuja. Desearía decirles que finalizaría masturbándome magistralmente, o que me pondría nuestra bandera de capa y saldría a luchar… pero es mentira, estoy muy asustada y las lágrimas que derramo ahora son de nerviosismo y mucha tristeza.