Esa noche mi mejor amigo paso de ser el hombre que me cogía a mi esclava sexual, la putita que hacia todo lo que decía

-Hola, ¿puedes hablar? -Javi no suele llamarme por teléfono, y menos desde que está en Londres, por lo que supuse que habría algún cambio de planes.

-Estoy en el trabajo ultimando detalles para irme a Madrid como habíamos quedado.

Javi es mi mejor amigo desde la universidad, pero desde hace años es también mi amante, aunque no me gusta etiquetarle como tal. Yo vivo en Albacete con mi mujer y él ahora en Londres, así que nuestros encuentros son menos frecuentes que cuando residía en Madrid, adonde yo me escapaba con la excusa de mi trabajo. Que nos veamos menos tiene como contrapartida que nos pillemos con más ganas, y aunque hacemos muchas cosas juntos, los momentos de sexo son siempre especiales. Al menos para mí, porque a Javi le ha gustado explorar arrastrándome consigo a tríos u orgías. Eso cambió cuando me casé limitándome a tener sexo con él sin nadie más a nuestro lado, lo cual supongo que en cierta manera a él le aburre. Y por ello he accedido a peticiones como que quisiese experimentar con juguetitos, posturas inverosímiles que copiábamos de pelis porno que veíamos juntos o folladas algo más salvajes. Pero como él tiene esa capacidad de sorprenderme, al decirme que nuestro plan de pasar juntos dos días no se iba a alterar, supuse que me llamaba para proponerme algo.

-Tío, he descubierto que me pone el travestismo -confesó.

-¿Qué dices macho?

-Anoche me lié con un guiri, me fui a su casa y estando allí me pidió que me pusiese un vestido.

-¿Y lo hiciste?

-¡Claro! El tío no era nada del otro mundo, así que me moló la idea de hacer algo distinto.

-Joder, pues si no te gustaba ¿para qué te largaste con él? ¿No podías esperar a mañana? Si es que estás más salido…

-Calla, que te lo cuento todo. El caso es que me dio un vestido de lycra y me pidió que si quería ser su putita. Supongo que será esa la traducción al español. Pero tío, se volvió en plan amo dándome órdenes y tal y me puso cachondísimo.

-Y no sé por qué me temo que eso me va a afectar a mí…

-Quiero que seas mi amo mañana -me pidió.

-¡Ni hablar!

-Please… Si me pone burro en inglés imagina en español… Y más siendo tú.

-Que no, tío. A mí me apetece estar contigo y echar un par de polvos como siempre, contarnos nuestras cosas, emborracharnos…

-Pero es que siempre hacemos lo que tú quieres.

-¡Qué morro tienes chaval! -le recriminé-. ¿Ya se te ha olvidado que casi me escalabro cuando la última vez me pediste que te follase en volandas y nos caímos? ¿O la contractura por la posturita esa que viste en la peli?

-Eso es por hacerlo diferente, coño. Probamos y si no te mola pues lo dejamos.

-Es que no estoy seguro de que me excite verte vestido de tía.

-Cabronazo, si estás casado con una mujer.

-No es lo mismo.

-No, esto va a ser mejor. Bueno, luego te mando un mail con las instrucciones.

-¿Instrucciones? -pregunté sorprendido.

-Sí, es que me da vergüenza decírtelas ahora.

-Hostia, Javi, ¿qué estás tramando?

-See you tomorrow!

Y el cabrón me colgó dejándome intrigado sobre lo que iba a pedirme. Un par de horas más tarde recibí su correo:

“Estimado amo (jajaja). Quiero ser tu esclava mañana, que me trates como tu putita. Haré todo lo que me pidas sin rechistar. (Cúrratelo) Trátame como una perra, dime guarradas (todas las que se te pasen por la cabeza), hazlo con desprecio; yo obedeceré.

Como tienes llaves, entra sin llamar cuando llegues, y métete en el papel desde entonces. Déjate de mariconadas de besos e historias. Verás cómo te pone, tonto.”

Lo cierto es que la idea no me atraía en absoluto. Es verdad que casi siempre Javi tiene razón y acaba gustándome lo que me propone, pero una cosa es que me pida que le folle la boca con brusquedad o que le mee encima, y otra es verle vestido de mujer. Es que era incapaz de imaginármelo, por lo que opté por buscar algún vídeo porno de alguna situación similar para coger ideas, pero me prometí a mí mismo que si no me gustaba no seguiría con el jueguecito.

Llegué a Madrid sobre la hora prevista y abrí nervioso la puerta de su piso, que era capaz de mantener porque la empresa le pagaba el alojamiento en Londres. No le vi al acceder al salón, así que carraspeé con la doble intención de aclararme la voz y prepararme, así como para que Javi me escuchara.

-¿Dónde estás putita? -me atreví a decir, aunque no sin rubor y sin que mi voz saliese de mi cuerpo con fuerza-. ¡Putita! -volví a gritar.

Tuve que contener la risa cuando vi aparecer a Javi. Lo primero en que me fijé fue la peluca rubia y larga perfectamente colocada y cómo contrastaba con el moreno tono de su piel. Llevaba puesto también un vestido morado que se le ceñía al torso, pero la minifalda le quedaba bien holgada. Pensé que asimismo él tuvo que contenerse para no descojonarse, y además quiero convencerme de que sintió algo de vergüenza también.

-La próxima vez acude rápido cuando te llame -volví a hablar-. Vamos, lleva mi maleta al dormitorio.

Sin decir nada, Javi se acercó a donde yo estaba, cogió el trolley y se giró. Me fijé ahora en su culo y de repente un escalofrío recorrió mi rabo quizá como confirmación de que igual aquello no iba a estar tan mal pese a que al principio me costase.

-Tráeme una cerveza fresquita.

Obedeció y al instante volvió con ella.

-Aquí tienes.

-¡No te he dicho que hables!

Se la arrebaté de las manos con rudeza y fui a sentarme en el sofá.

-Quítame los zapatos.

Estaba acostumbrado a la pasividad de mi amigo, y más en esas últimas ocasiones que mencionaba antes cuando se dejaba hacer de todo con cierta violencia, pero verle descalzándome parecía el culmen de la sumisión. “¿De verdad le excitará eso?”, pensé. A mí me estaba entrando el calentón y empezaba a ponerme cachondo, aunque no estoy seguro de si por la situación o porque me apetecía tener sexo con mi colega.

-Tengo calor, desnúdame.

Arrodillado frente a mí, me quitó primero los pantalones, y cuando volvió a acercarse a mi cintura para hacer lo propio con los calzoncillos, le empujé la cabeza contra mi paquete.

-¿Esto es lo que quieres? -le agarré con fuerza-. Vamos, zorra, huele.

Sentí cómo aspiraba para percatarse del aroma que me había dejado adrede, pues pasé de ducharme antes de salir y al mear la última vez me dejé un par de gotas. Le sacudí la cabeza y le liberé.

-Ayúdame con la camiseta.

Volví a hacer lo mismo, pero esta vez acerqué su cara a mi sobaco, donde imagino que también apreciaría el olor a sudor propiciado por el calor estival. No me contuve y le tiré de la pechera para que su rostro quedase frente al mío y le besé con desprecio. Pero al menos le besé por mucho que él me lo hubiese prohibido. Javi se quedó parado esperando instrucciones y le di un par de lametazos sobre los labios y la barbilla.

-Vaya cara de putita tienes.

Le di un trago a la cerveza y la compartí con él desde mi boca, derramándose un poco sobre mi pecho ya desnudo.

-Lame, que no quede ni una gota.

Se encargó de pasar la lengua con delicadeza para recuperar el líquido y otra vez nuestros labios se juntaron.

-Acaba de desnudarme, que voy a darte lo que tanto estás deseando.

Con el rabo ya algo morcillón, me lo agarré por la base y traté de darle un par de pollazos en la cara. Javi no se apartó y vi con claridad la lujuria en sus ojos confirmándome que aquello le estaba gustando. Cerré su boca con el pulgar y dejé caer mi capullo sobre sus labios para después restregárselo por ellos. Estaba empezando a ponerse dura.

-Saca la lengua.

Humedecí con ella la punta de mi rabo, conteniéndome por el escalofrío que me recorrió desde allí a emitir cualquier sonido, así como dejar que mi amigo me lo chupase en ese momento.

-Levántate.

Me tentó la idea de contemplarle con detenimiento y corroborar cuánto me calentaba verle vestido de esa guisa. Sus músculos se apreciaban por debajo de la ceñida tela, pero es que además el muy cabrón estaba empalmado, pues aprecié el bulto en la parte de la falda. Le agarré de la cintura para atraerle hacia mí, pero no para centrarme en su rabo. Recorrí con mi mano sus muslos y al perderse debajo de la tela me encendí aún más. Le pasé los dedos por debajo de los huevos hasta alcanzar su trasero. Se lo acaricié con suavidad echando de menos algo que los lubricara y se deslizasen con más facilidad, por lo que los llevé a su boca y le ordené que los chupara. Repetí mis movimientos jugueteando ahora con el anular en su ojete y vi que Javi comenzaba a jadear.

-Esto te gusta, ¿verdad putita?

Asintió con la cabeza, pero le pedí que me lo dijera.

-Sí, me gusta tener tus dedos en mi culo.

En un arrebato se lo clavé con más fuerza consiguiendo que entrara y traté de meter otro dedo más.

-Oh sí -balbució.

-Vaya culito de zorra tienes. Te lo follaría ahora mismo.

-Oh sí, fóllame con ese pedazo de rabo.

-Eso te gustaría, ¿a que sí?

-Síiii -seguía sollozando por el placer de mis dedos sondeándole-. Quiero que me lo metas hasta dentro.

Joder, el muy cabrón estaba totalmente metido en el papel y mi polla a punto de estallar. Le llevé ahora sus dedos a su propia boca para que se los ensalivara, y de ahí le dirigí la mano a mi verga.

-Qué buen rabo tienes -decía.

-¿Te gusta? Te lo voy a clavar entero.

-Oh, sí. Dámelo todo.

Me recoloqué un poco en el sofá y le ordené que se sentara sobre mí hasta que el vestido cubrió mi polla palpitante ante la idea de follármele de aquella manera.

-¡Joder! -exclamé cuando mi capullo llegó a la entrada.

-Méteme ese pollón que tienes. Ohhhh sí, métemelo entero.

-Vaya zorrita estás hecha.

Le empujé y ninguno pudo evitar un sonoro gemido ante el primer estoque. Se la clavé con decisión hasta notarla entera dentro y entonces empujé la pelvis con fuerza haciendo que Javi lanzara un agudo aullido.

-Ohhh Dios. Dame polla, síiiii.

Cabalgó sobre mí al tiempo que yo levantaba mi cuerpo con enérgicos movimientos que hundían mi rabo en lo más profundo de mi colega, jadeante implorándome que quería más. Le cerré los labios con mis dedos de forma brusca para ahogar sus gemidos mirándole con desprecio por disfrutar tanto. Me dejé llevar y le escupí en la cara para luego llevar con mi lengua la saliva hasta su boca fundiéndonos en un ardiente beso, pero con ese matiz de menosprecio que se había convertido en mi forma de actuar. La tarde daba para mucho, pero me propuse seguir así hasta correrme. Sin embargo, no quería hacerlo dentro de su culo, por lo que le aparté con brusquedad y descargué sobre mi vientre. Mi intención estaba clara: quería ver a Javi ir recogiendo las gotas de mi semen e ir tragándoselas una a una.

-Bébete toda mi leche, zorra.

Y con ayuda de mis dedos se la fui llevando a la cara, manchándole con ella y dejando los restos en sus mejillas o la comisura de sus labios. Verle así me seguía poniendo burrísimo.

-¿Te gusta mi leche zorra?

-Sí, dámela toda.

Yo se la iba dando, acercándosela a veces hasta su lengua obligándole a que me chupara los dedos y él abría la boca tras tragar haciéndome ver que la iba engullendo toda. Permanecimos el tiempo suficiente como para notar que me había activado de nuevo. Me levanté del sofá y ordené a Javi que se arrodillara sobre él apoyándose en el respaldo. Tenía ahora su culo delante de mí, y de nuevo masajeaba sus muslos antes de acceder a él. Sin apartarle la falda intenté meter la cabeza para lamerle el ojete, separándole las nalgas y clavándole la lengua todo lo que daba de sí. El mamonazo tenía el culo muy abierto aprovechándolo para perforarlo con mis pulgares, escupiéndolo e intentando meterle más dedos. Le aparté la falda dejándosela sobre la cintura para que resultase más cómodo y poder ver así el dilatado esfínter de mi colega.

-Vaya culo de puta que tienes.

Con total sumisión, Javi se dejaba hacer, pues no sé cuánto tiempo estuve deleitándome con su trasero, pero mi polla estaba de nuevo a punto de estallar. Quería follarle otra vez en esa misma postura, totalmente dispuesto a torturarle el ojete y que se acordara de aquella tarde durante días. Sin avisarle le penetré de golpe, exhalando un quejido más de sorpresa que por propia molestia, pues su culo recibía rabo con una facilidad pasmosa. Impuse un ritmo enérgico, con firmes embestidas llevado por la fogosidad de ver a mi mejor amigo vestido de mujer completamente sometido.

-¿Te gusta que te folle, eh?

-Sí, fóllame duro. Clávamela, dame fuerte. Oh síiii.

Esta vez sí que me corrí dentro de él, sintiendo incluso más placer que la anterior. La polla de Javi debía de estar a punto de reventar, pero ninguno se ocupaba de ella, pues ni yo le daría el gusto, ni permitiría que él se tocase. Sin embargo, y mientras me bebía otra cerveza, le ordené que se tumbase y jugase con su culo. Yo le observaba desde el otro sofá, y el muy cabrón me retaba con la mirada, mordiéndose el labio como señal de que estaba disfrutando dándose placer él mismo.

-Mastúrbate -le ordené.

Y sin dejar de meterse un dedo en su agujero comenzó a pajearse sin necesitar mucho tiempo para correrse. Vi los chorros salir con furia manchándole parte del vestido. Obviamente le exigí que los limpiase hasta no dejar ni rastro de su corrida. En ese punto, y viendo que había anochecido ya, dudé en si seguiríamos con esos roles o interrumpiríamos el teatrillo para cenar o algo. Decidido a acabarlo al menos durante un tiempo, me levanté, me acerqué a besarle y le animé a que se cambiara.

-Qué cabrón eres -habló-. Me has puesto súper cachondo, tío.

-¿Esa era la idea, no?

-Reconoce que tú también- Era cierto, pero me costaba admitirlo-. Sé que no lo vas a reconocer, pero me da igual. Sólo hay que ver que te has corrido dos veces y apenas llevas en mi casa un par de horas.

-Será porque eres una mamona viciosa y ese vestidito morado te queda muy bien. Quítatelo anda, no vaya a ser que me excites de nuevo -bromeé.

-¿Ves? Te pongo cachondo perdido.

-Tú me pones cachondo de cualquier manera -seguí con la guasa.

-Qué gilipollas eres. La verdad es que dudé si serías capaz.

-Casi me parto la polla cuando te he visto aparecer así vestido.

-Ya, tío, yo también. Reconozco que me dio un poco de vergüenza. Si quieres te lo presto para después.

-Ni hablar -rechacé al instante.

-Oh, ya salió el machote. Anda tonto, que igual te gusta. ¿No quieres ser mi putita?

-No -contesté tajante.

-Sabes que al final te gusta todo lo que te propongo.

-No insistas. Vamos a cenar algo, anda.

-¿Pedimos sushi?

-¿Qué dices de sushi?

-Joder, no tengo nada en la nevera.

-Pues una pizza o algo… Sushi… -me burlé-. Te me estás amariconando.

-En Londres se toma mucho.

-Pues eso. Te da por travestirte, por comer sushi… ¿Qué será lo próximo?

-No te preocupes, que ya te sorprenderé con algo. Aunque estoy convencido de que lo próximo será verte con este vestido puesto. Oye, ¿y si recibo así al pizzero?

-Yo me escondo, así que me daría igual.

-Joder, imagínate que está bueno, le provoco y se nos une.

-Me volvería para Albacete.

-Qué sosito eres a veces, hijo mío.

-¿Soso yo? ¿Después de lo que acabamos de hacer? Al final te sales siempre con la tuya…

-Bueno, bueno. Tengamos la fiesta en paz. ¿Qué tal tu mujer?

Su pregunta estaba rodeada de sarcasmo, pues le gusta meterse conmigo y provocarme de esa forma. Pedimos pizza y al final recibió al motero únicamente con los calzoncillos puestos. Escuché desde el salón que le hacía algún comentario insinuante y llegué a pensar que algún día le van a dar un par de hostias bien merecidas.

-Parece que sí que estaremos los dos solos -volvió con fingida decepción.

Cenamos mientras nos poníamos al día, nos tomamos un par de copas y nos fuimos para el dormitorio.

-¿Quieres dormir ya? -me preguntó.

-Lo que quieras. ¿No estás cansado del viaje?

-Nah, si Londres está aquí al lado. Tengo fuerzas para otro polvo si te apetece. Y bueno, si te pones el vestido para dos o tres más.

También es verdad que siempre se sale con la suya, y aunque fuese por no escucharle dudé por un momento. En mi defensa diré que estaba un poco achispado, y al final intenté probármelo.

-¡Has engordado! -me dijo el muy cabrón.

-Y una mierda. Siempre he tenido más espaldas que tú.

-Claro, claro. No te va a entrar.

-Qué lástima -respondí irónico desistiendo sobre la idea de travestirme.

-¿Sabes? Yo creo que lo del vestido es lo de menos. Lo que de verdad me ponía era ser tu esclavo.

-Porque estás hecha una putita -me burlé.

-Ja, ja. ¡Pues igual sí! ¿No quieres probar? Podría decirte guarradas: ¡Vamos Fran, cómete mi polla!

-No me excita.

-Pues vale, volveremos a la rutina entonces.

-Joder, macho. Qué ganas tienes de complicarte siempre. Ya hemos hecho lo que tú querías; no me hagas sentir mal por querer echar un polvo normal y corriente.

-No te cabrees, que últimamente acabamos siempre peleándonos. Vámonos a dormir, y mañana será otro día.

Y sí, me tumbé en la cama cabreado, porque aunque el capullo tenga razón en eso de probar y que con frecuencia acaban gustándome sus innovaciones, me toca un poco los cojones que yo tenga que ceder y él lo complique todo haciéndome sentir mal por conformarme con algo que sé con total seguridad que sí me va a gustar, que es simplemente estar con él. Pero a la mañana siguiente me desperté con él abrazado a mí y se me pasó todo. Echamos un polvo mañanero tradicional, nos arreglamos y salimos a tomarnos unas cañas.

-Venga, vamos a comprar un vestido de mi talla -le dije al pasar por la puerta de un H&M.

-¿En serio? -preguntó exageradamente emocionado-. Venga, sí, vamos antes de que cambies de opinión.

Elegimos uno azul de una percha de prendas rebajadas y nos lo llevamos sin probármelo. Al llegar a su casa apenas me dio tiempo pidiéndome que me lo pusiese cuanto antes. Me acompañó al dormitorio y avergonzado me lo coloqué.

-Este sí que te entra, jaja.

-Vale, pues ya lo llevo puesto. ¿Qué quieres ahora?

-Joder chaval, qué morbazo me da verte así. Toma la peluca.

-Anda ya. No me pienso poner eso.

-Está bien. Ven aquí, anda.

Me pidió que me acercara a la cama donde él estaba sentado, me agaché y nos besamos. Me miré de reojo en el espejo y no sentí nada especial. Lo único novedoso es que llevas el paquete al aire pero cubierto por un trozo de tela. Nada más. Pero a él sí que es verdad que parecía excitarle, pues se quitó su ropa y estaba bastante palote.

-Fran, quiero follarte -soltó sin más.

Y esa petición no sería extraña si no fuera porque a mí nunca me habían roto el culo. Javi lo había pedido en alguna ocasión, pero más en tono de broma. Una de ellas, y como siempre porque se pone muy pesado, accedí con temor, pero al ver que su polla no entraba y a mí me dolía desistimos.

-Qué va, tío. Acuérdate de cuando lo intentamos en Navidad.

-Tengo lubricante. Lo haré despacito, y si te duele paramos.

-Pero es que sé que me va a doler.

-Hombre, te molestará un poco al principio, pero no es nada insoportable. Macho, es que verte así me está poniendo muy cachondo. Mira cómo estoy -se señaló su polla dura-. Déjame probar con el lubricante y un dedo.

Algún dedo sí que me había metido alguna vez, pero por mucho que entrara no era comparable a tener un rabo en mi apretado culo. Y eso que el de Javi no es especialmente ancho, aunque sí que tiene un capullo tirando a gordo. Dispuesto a complacerle por enésima vez, se tumbó sobre la cama y me ordenó que me pusiese encima. Lo hice de cuclillas dejando caer mi cuerpo en su cara, y oculto por la falda de mi vestido comenzó a lamerme el ojete. He de admitir que eso sí que me mola, y a Javi le encanta hacérmelo, sobre todo en esa postura cuando le aprieto la cara con mi trasero o lo contoneo para que lo lengüetee. También se me puso dura, notando cómo empujaba la tela del vestido al tiempo que era incapaz de contener los gemidos por la deliciosa comida de culo que Javi me estaba infligiendo. Me apartó hacia arriba, cogió el lubricante y lo extendió por mi agujero y sus dedos. Me estremecí al sentir entrar el primero y tras darle permiso lo intentó con un segundo. Aquello ya me pareció menos agradable, si bien mi ano fue cediendo. Le vi coger el bote otra vez, llevándoselo ahora a su rabo tieso.

-Venga, intenta clavártela tú -me pidió.

Un tanto trémulo, sentí un cosquilleo cuando su capullo me rozó.

-Relájate, que así entrará más fácilmente.

Con una polla dispuesta a reventarme el culo era difícil poder relajarme, Es más, estuve a punto de desistir al ver que dolía y aquello era incapaz de recibir su rabo. Él me animaba sin hacer nada más, dejándome a mi ritmo y viendo mi cara de gilipollas como si aquella fuese la situación más lacerante de mi vida.

-¿Ves? Va entrando poco a poco.

-¡Y una mierda! Me voy a romper.

-Anda ya, marica.

-Voy a sacármela -anuncié.

-No, cabrón, que luego va a ser peor.

-¿Peor?

-Venga, si ya casi está para poder follarte.

-Joder, Javi, hazlo con cuidado -imploré.

Y un desgarrador sonido salió directamente de mi garganta cuando movió su pelvis por primera vez.

-Joooooder -grité.

-Hostia puta tú -jadeó-. Estoy follándote por fin. Buah tío. Dios cómo estoy. Me va a reventar la polla.

-Mi culo sí que va a reventar -traté de bromear, pero era incapaz.

Javi se movía con dulzura quedando yo inmóvil por temor a que yo mismo me provocase más daño. Placentero desde luego no era, pero de alguna forma mi ano se estaba medio acostumbrando a tener una polla dentro, si bien yo no dejaba de pensar en querer sacármela de una vez.

-Ufff, joder.

-Dios, tío, me encanta follarte.

El vestido al final fue un estorbo, pues Javi insinuó que ya que por fin había conseguido petarme el culo prefería verlo, así que me lo subió hasta la cintura y pudo observar cómo su polla entraba por primera vez en mí. Sus movimientos eran sedosos: contorneaba su cuerpo con delicadeza, acompasándolos con tenues gemidos que se perdían con mis alaridos mezcla de placer y angustia. ¡Qué coño! Placer sentía poco, aunque acepté que desagradable tampoco era.

-Mamonazo, quiero correrme dentro de ti.

-No sé si voy a aguantar tanto, cabrón.

Y en un arrebato trató de quitarme el vestido por los brazos sin importarle que al hacerlo se desgarrara, tal como le estaba ocurriendo a mi culo. Me acarició el pecho, dándome incluso un par de golpes con los puños. Tuve la sensación de que nuestros cuerpos se habían acoplado, por lo que comencé también a moverme empujando mi pelvis en forma de círculos y aquí comencé a sentir algo un poco más agradable. Pero el cabronazo sin avisar se movió incorporándose para besarme y un punzón aguijoneó mis entrañas. Pero al tenerle comiéndome la boca no pude exhalar ningún quejido.

-Voy a correrme -jadeaba cerca de mis labios notándole su penetrante aliento fundirse con el mío-. Jooooderrrr.

Su cuerpo se contrajo y al instante tuve la extraña sensación de su semen deslizándose en mis adentros. Yo sé lo placentero que resulta eso porque me he corrido en él muchas veces, así que me dejé hacer y que fuese él quien impusiese lo creyese oportuno.

-Hostia puta, tú -me decía aún agitado-. Vaya corrida, macho.

No fui capaz de decirle nada.

-Ahora ten cuidado al sacarla -me avisó-. Así, despacio.

Otra extrañísima sensación me recorrió el cuerpo cuando me deshice de su polla. Más que un efecto de vacío, sentí un intenso calambre desde mi culo hasta el vientre, y por un instante creí tener la necesidad de volverlo a llenar. Los dos caímos desfallecidos sobre el colchón y Javi se interesó en saber cómo estaba.

-¿Te ha dolido mucho?

-Joder tío. ¿Y a esto se acostumbra uno?

-Cabrón, piensa en todas las veces que me has follado tú a mí.

-Tienes razón. Bueno, ¿te ha gustado romperme el culo por fin?

-Joder, Fran. Ha sido lo más excitante en años. Ni vestidos, ni sumisos, ni hostias. Fíjate cómo estaba que he tardado poquísimo en correrme.

-Pues menos mal -maticé.

-¿Quieres correrte tú o algo?

-No, déjate, que ahora mismo estoy bien así. Necesito recuperarme.

Lo hice gracias a una improvisada siesta. Por la noche volvimos a follar, pero esta vez lo hicimos de forma más tradicional, aunque mientras se la clavaba yo a él íbamos comentando lo que él sentía en ese momento con lo que sentí yo cuando me penetró.

Después de despedimos yo no me marché pensando en que me acababan de desvirgar, sino en que esos dos días fueron realmente especiales para Javi porque disfrutó siendo mi putita y porque además según él follarme había sido lo mejor en años. Y eso me da bastante que pensar, pero tendré que posponer mis reflexiones hasta la próxima vez que nos veamos, si es que no se me adelanta con alguna otra idea disparatada.