Esa noche folle con una persona que jamás imagine, era una fiesta de disfraces, estaban todos con mascara. Y de todos los chicos tuve sexo con mi hermano mayor

Estábamos en la casona de campo de mis abuelos, donde cada año se celebraba la fiesta de máscaras a las que asistían todos los vecinos y todos los de la empresa de mi familia que ahora dirigían entre mi padre y mi tío una vez retirado el abuelo.

Decidí salir a dar una vuelta y me perdí por el enorme jardín, buscando algo de paz. Oí unas voces; me acerqué en silencio y para mi asombro, reconocí a mi novio y a la secretaria de mi hermano.

—Veámonos después de la fiesta

—Te he dicho que no, ahora estoy en otros menesteres

—Pues hace solo dos días no te quejabas, en mi cama

Salí de allí llorando, sintiéndome aún más ridícula con ese estúpido vestido que me había comprado mama. Subí a mi habitación y lloré amargamente, recordando como mi cínico hermano me había advertido, diciendo que ese era un trepa; pero entonces solo por llevarle la contra más me gustaba.

Mi hermano mayor siempre tenía razón, siempre lo hacía todo bien, era el mejor para todos y yo me sentía torpe y desgarbada a su lado. Como si él se hubiera quedado con lo mejor de la estirpe. Mis padres me mimaban y consentían por ser la pequeña y la niña, pero los honores eran para él, el macho alfa en todo lo que tocaba.

Como podéis deducir nuestra relación no era de lo más fluida.

No podía pasarme el resto de la noche llorando y no quería que todos me vieran así, hundida.

Entonces decidí que hasta que supiera lo que hacer, esa noche iba a no ser yo.

Busqué en el armario el vestido que “yo” me había comprado para deslumbrar a mi novio y colgué el que mi madre me regaló y no rechacé a pesar de no gustarme.

El vestido de color malva me quedaba como un guante, el corpiño de tirantes anchos juntaba mis pechos sin sujetador y los elevaba haciendo que estos parecieran aún más grandes, dando la sensación de querer desbordar, llevaba la espalda al aire hasta casi la rajita de mi culo, allí dos clips cerraban la falda que caía en capas hasta los pies, con una abertura lateral por la que se podía ver toda mi pierna. Me cambié los zapatos de medio tacón por unas sandalias altísimas y me recogí el pelo en un tirante moño, que escondía mis cobrizos rizos. Me puse más maquillaje y me até la tupida mascara de encaje negro y malva, me miré al espejo y ni siquiera yo podía reconocer a la sexi mujer que me miraba al otro lado del espejo.

Al bajar la escalera oí un ruido por el pasillo al final del primer piso, el ruido venia de la biblioteca, la puerta debía estar cerrada a los invitados, salí por la habitación de al lado al balcón y me asomé para ver una vez más a la ya famosa secretaria de mi hermano, esta vez con otro hombre que no era mi novio y esta vez no solo hablaban sino que se besaban y ella estaba masturbándole. Me quedé alucinada viendo su mano subir y bajar algo toscamente:

—No me hagas esto, van a pillarnos, porque no nos vemos después de la fiesta. No quiero ser el hazme reír de la fiesta si nos pillaran y además me vas a arrugar el vestido y correr el maquillaje –se quejaba ella meneándosela sin ganas.

No pude oír lo que él le decía pero de nuevo ella le dijo:

—Pues si, vuelvo a la “puta” fiesta como la llamas, nos vemos luego.

Ella abandonó la biblioteca y mi mirada se posó en el sexo erecto de ese hombre, en su glande oscuro y brillante… no podía apartar la mirada de él, pero una risotada me hizo subir la mirada para descubrir que me había cazado.

Volví a la fiesta avergonzada, esperando que ese hombre no me reconociera, pero al reconocer su corbata entre la gente y ver su socarrona sonrisa me di cuenta que sabía quién era perfectamente. Me sentí observada por él, el resto de la noche, intenté mezclarme entre la gente descubrirles aprovechando mi anonimato, pero también le busqué varias veces, encontrándome con su oscura mirada.

Eran más de las doce cuando se acercó un camarero y me dio una copa de champan y una nota indicándome que eran de el:

“porque no dejamos de jugar al ratón y al gato, nos tomamos una copa a solas y me demuestras que tu si sabes divertirte, que no eres de esas que solo les gusta calentar al personal, pero luego les preocupan demasiado su aspecto y las apariencias. Solo tienes que salir por la puerta que hay detrás de mí, bordear la casa y entrar por una puerta que dejaré abierta para ti, entonces si te apetece tanto como a mí puedes subir a la azotea y tomarte esa copa conmigo.”

Le miré y vi que salía por la puerta indicada, conocía la casa, pero eso no me decía nada, cualquiera de los invitados podía saber que desde el lavadero de atrás había una escalera que subía a la azotea además de la interior, solo con haber estado en la casa alguna vez, cosa que sucedía con casi la totalidad de invitados.

Solo lo pensé un minuto, dejé la copa y salí detrás de ese desconocido, yo jamás hacia esas cosas, pero esa noche era distinto, esa noche podía camuflarme, necesitaba huir hasta de mi misma, perderme en los brazos de ese desconocido se me antojaba una buena manera.

Llegué nerviosa arriba, nada más traspasar el umbral de la puerta unas fuertes manos me aferraron de los hombros, el desconocido era bastante más alto que yo, se inclinó y literalmente tomo posesión de mi boca, nadie a mis veinte años me había besado así; dos minutos después las piernas apenas me sostenían.

Cuando se apartó unos milímetros y fue a decir algo posé dos dedos sobre sus labios y negué con la cabeza, haciéndole entender que no quería oírle, no quería saber quién era y con una sonrisa me indicó que lo comprendía.

Me cogió de la mano y me llevó al otro extremo de la azotea, donde había una especie de jardincillo artificial con una cama balinesa y unos balancines, entre estos una mesa en la que había una cubitera con una botella de champan helado.

Sirvió dos copas y me pasó una, le dimos un trago y tras dejar la suya me quitó la mía, la dejó en la mesa y volvió a besarme aun con más hambre que la primera vez. Sus dedos hábiles desabrochaban con prisas mi corpiño, liberando mis pechos llenos y excitados. Lo bajó y tras mirarlos fijamente los agarró, los juntó, los sobó y con los meniques rozó mis endurecidos pezones, antes de abalanzarse a devorarlos con la misma avidez que había devorado mi boca.

Sus dientes mordisqueaban las puntitas duras y su lengua tras unos ligeros golpecitos las lamian antes de succionarlas… sin dejar de lamerme hizo que el vestido cayera a mis pies.

El tul que colgaba a modo de cortina de la cama balinesa ondeaba con la brisa y rozaba mi cuerpo desnudo, mientras yo seguía abandonada a las caricias de su boca. Sus dedos se colaron bajo mis braguitas húmedas, buscó entre los pliegues de mis labios vaginales y recorrió con dos dedos mi rajita, encontró mi inflamado clítoris y lo friccionó, yo me arqueé y él mordisqueó uno de mis pezones dándome un tironcito, pellizcó mi carne excitada y un escalofrió recorrió mi cuerpo, estallando entre mis piernas.

Intuyendo que apenas me tenía en pie tras el orgasmo, me tumbo en la cama y agarrando el elástico de mis braguitas me las quitó mientras sus ojos oscuros recorrían mi cuerpo desnudo, encendiéndome de nuevo.

Me incorporé y mientras volvía a besarme le desabroché con torpeza los botones de su camisa, necesitaba el contacto de su piel, mientras él se desabrochaba el pantalón a toda prisa colándose entre mis piernas.

Apoyó mi culo en sus muslos, mis pies en su pecho y paseó su polla por mí encharcado coñito, disfrutando al ver cómo me retorcía con el contacto del calor de su miembro duro y caliente, mientras su respiración agitada me indicaba que estaba tan cachondo como yo.

Colocó el glande en la entrada y suspiré al saber que por fin iba a sentirle dentro, como tanto lo deseaba y necesitaba en ese instante.

— ¡Fóllame! –jadeé encendida

—Joder –exclamó quitándome la máscara, para corroborar lo que los dos sabíamos ya al reconocer nuestras voces

Aun jadeaba cuando se arrancó su máscara y al mirarle a los ojos tuve dos cosas claras, una es que jamás había visto esa mirada oscura, excitante, hechizante y dos es que a pesar de ser quien era, mi cuerpo seguía deseándole con la misma intensidad y a juzgar por esa mirada y por su agitada respiración él estaba igual.

— ¡Fóllame! –le pedí por segunda vez esa noche, subiendo las caderas

—No podemos –dijo suspirando

Agarró mis caderas con la decisión de apartarme, pero sus dedos se clavaron en mi carne trémula, su glande rozo mi sexo húmedo y caliente y en ese momento los dos supimos que no había marcha atrás. Sus manos me acercaron en vez de alejarme y lentamente note como se hundía en mi vagina, llenándome, abriéndome…matándome de placer mientras me poseía con pasmosa y agónica lentitud. Se quedó quieto unos segundos y dejó que sintiera su polla palpitando en mi interior, dura y caliente.

—Esto es una locura, ¿lo sabes verdad? –asentí y me relamí los labios resecos

Salió por completo y me quejé por el abandono.

—Tranquila putita, voy a darte lo que quieres –dijo dándome la vuelta

Me colocó boca abajo en la cama y tirando de mis caderas me puso a cuatro partas, se colocó en mi popa y mientras acariciaba mi espalda rozaba con su sexo mi rajita. Yo meneaba las caderas buscando su polla, entonces me agarró con fuerza y de un solo envite me la clavó hasta los huevos.

— ¿Es esto lo que querías zorrita? –pregunto arremetiendo una y otra vez

—sí, sí, si

Salía casi por completo y volvía a hundirse en las profundidades de mi coño hambriento, y yo me retorcía de placer.

Sus envistes me movían en la cama y me incorporé ligeramente agarrándome al poste, sin dejar de follarme agarró mis tetas y las amasó, pellizcó y tironeó mis pezones sin contemplaciones, mientras lamia mi cuello, mordisqueaba mi piel. Jamás había estado más excitada.

—No pares Gonzalo…

—No lo hare, pequeña. Córrete…

Hundió una vez más su falo hasta el fondo, tiró de mis pechos, clavó sus dientes y mi cuerpo estalló, todo daba vueltas a mí alrededor mientras mi hermano me follaba dándome un placer hasta entonces desconocido.

—Córrete conmigo –le grite mientras me corría

Él se puso tenso y note el calor de su semen, eso enfatizó aún más el placer de mi propio orgasmo que parecía no tener fin…

—Que rico –susurré mientras él se apartaba

Me soltó del poste y me tumbó en la cama, mientras yo aún luchaba por respirar con normalidad. Gonzalo acariciaba mis cabellos revueltos sin dejar de repetir entrecortadamente una misma frase:

“esto ha sido una locura”, “esto ha sido una locura”…

Mientras nos vestíamos sonó mi móvil y mi madre me apremiaba a aparecer en la fiesta. Al colgar sonó el suyo y aprovechando un despiste me escapé a mi habitación, me cambié a toda prisa y me mezclé entre la gente.

Noté su mirada y todo mi cuerpo reaccionó a esa mirada oscura, tan perturbadora como cautivadora. Quería más, deseaba más de lo que había sucedido en la terraza, pensé esa noche a solas en mi cama. Me daba igual que Gonzalo fuera mi hermano, le deseaba, con él había tenido el mejor sexo de mi vida, ¿porque no seguir gozando y explorando eso sin más?, tampoco teníamos que casarnos, solo quería que siguiera follándome como esa noche. Solté una carcajada al repetirme mentalmente esa última frase y darme cuenta lo distinta que me sentía, lo que había cambiado mi perspectiva con respecto al sexo y sobre todo a mi hermano mayor, al que casi aborrecía antes de anoche.

—Hermanita no puede volver a suceder

— ¿Porque?

—Tengo varios motivos, el principal porque eres mi hermana pequeña con todo lo que ello conlleva y segundo, voy a volver a intentarlo con mi exmujer –me dijo un par de días después en su oficina cuando le pedí porque me rehuía.

—Ninguna de las dos cosas son un lastre para lo que quiero

— ¿Qué quieres hermanita?

—Sexo –le dije justo cuando entro mi padre en el despacho de mi hermano.

—Hola nena, siento interrumpir –dijo mi padre besando mis mejillas, sin percatarse de la cara de mi hermano.

—Alejandra ya se iba

—Piensa en mi propuesta hermanito, me harías un favor –le dije guiñándole un ojo.

Salí con una sonrisa disfrutando al ver como se removía incomodo en su enorme silla mientras me agachaba a besar a papa antes de salir, regalándome una perfecta visión de mi culo.

Pasé las siguientes semanas provocándole en cada ocasión en la que podía, ya fuera en el trabajo o en casa.

Él había vuelto con su exmujer con la que se habían dado un tiempo, según había oído antes de la fiesta su matrimonio era pura fachada, ante todos eran la pareja perfecta, pero no cuando se acababan las fiestas y reuniones y se quedaban a solas.

Ya había pasado más de un mes desde la fiesta, mis padres se iban a un crucero y Gonzalo vino a llevarlos.

— ¿Puedo ir con vosotros y luego me traes?

—Tengo muchas cosas que…

—Venga hombre, tu hermana se va a quedar sola diez días, espero que le eches un vistazo, me lo prometiste –le dijo mi padre dejándole en un callejón sin salida.

—Dos minutos –me dijo de mala gana.

Bajé en uno y medio y me subí al coche en el asiento del copiloto, dejé que la mini vaquera que llevaba se subiera aún más, para que pudiera ver bien mis muslos. Solo me había cambiado la camiseta por una más estrecha que marcaba más mis generosos pechos.

— ¿Vienes así?

—Sí, no voy a bajar del coche, además ¿qué tiene de malo? -Mi madre sonrió y mi padre torció el gesto cómplice con él

Por el camino mi padre recibió una llamada y tras colgar le explicó a Gonzalo quien era y lo que quería, total que iba a llamar en una hora a casa y mi hermano tenía que pasarle unos papeles que tenía papa en su despacho, lo cual me granjeaba un buen rato extra con mi hermano.

Llegamos a casa y él fue directo al despacho, le seguí y sin preguntarle le puse una copa y se la acerqué, luego me senté en la mesa.

—Alex, deja de jugar, no compliques más las cosas –dio un largo trago

— ¿Piensas en lo que sucedió?

—Continuamente –dijo sin pensar y arrepintiéndose al instante

Se levantó y como si fuera incapaz de alejarse se quedó mirándome fijamente antes de subir la mano y acariciar mis labios con dos dedos, yo los entreabrí y los lamí, los chupeteé… sin dejar de mirarme con esa mirada que me volvía completamente loca de deseo, llevó sus dedos húmedos de mi saliva y los paseó por mis muslos desnudos.

—Recuerdo tan nítidamente la suavidad de tu piel Alex… -dijo casi agónicamente

Suspiré cuando su mano se perdió bajo mi falda y fue subiendo entre mis muslos, hasta llegar a mis bragas. Sus dedos presionaron la tela contra mi sexo y al momento se mojó con mis jugos. Jadeé extasiada arqueándome y apoyando las manos detrás de mí.

Apartó la tela y por fin volví a sentir sus dedos en mi carne, recorriendo mi rajita otra vez encharcada, separó más mis piernas y colocándose entre ellas buscó la entrada y sin preámbulos me penetró con esos mismos dos dedos.

Mi cuerpo temblaba mientras con la mano libre subió mi camiseta y con brusquedad sacó mis tetas por encima del sujetador y las sobó con rudeza mientras yo me abandonaba al placer más absoluto, apretando sus dedos, mientras gimoteaba como una posesa.

Sacó sus dedos de mi interior con delicadeza después de la rudeza con la que me había follado, me sentó bien y me quitó la camiseta, me desabrochó el sujetador y bajó la cabeza para devorar mis tetas.

—Que buena estas hermanita–decía mordisqueando mis duros pezoncitos fuera de sí.

Verle así volvió a ponerme a cien y como pude deshice su cinturón y luego el pantalón que cayó a sus pies junto con su ropa interior. Agarre su falo erecto…

—Necesito follarte cielo –jadeó sobre mis tetas

Llevé su polla a mi entrada, rodeé sus caderas con mis piernas y me penetró. Apoyé las manos en la mesa, subí el culo buscando un mayor acople y ambos nos movimos como posesos estrellando nuestros cuerpos con una necesidad imperiosa por sentirnos.

Tras unos minutos me agarró fuerte del culo y flexionando las rodillas se sentó en la silla de despacho que aun tenia detrás. Yo apoyé los pies a ambos lados de sus caderas, me agarré a ambos reposabrazos, subí y bajé con la misma intensidad que él me había follado en la mesa, como sabía que ambos necesitábamos.

—Si nena, no pares princesa, me estas volviendo loco, así cielo…

Cabalgaba clavándome, rozándome, frotando mi clítoris con su pubis, buscando mi placer dándole placer a él. De repente el calor se hizo insoportable y mi cuerpo se tensó, me agarró ayudándome a seguir moviéndome mientras me corría y entre aullidos volvió a vaciarse en mi interior.

Me abracé a su cuerpo, rendida y en ese momento sonó el teléfono, sin apartarme conmigo encima descolgó y habló con el cliente que esperaba, después de aclarar varias cosas pendientes, quedó que le mandaría los papeles en cinco minutos.

Cuando me levanté note su semen escurrir por mis muslos, las piernas me temblaban…

—Voy a darme una ducha –le dije sin mirarle

—Si me das dos minutos te acompaño –le oí decir sorprendida.

Recogí las ropas mientras él enviaba los archivos y luego subimos a mi habitación. Dejé su ropa en la butaca y entramos en el baño. Se quitó los calzoncillos y me siguió tras la pared a la ducha.

—Casi me disgusta que te limpies, porque no sabes lo que me calienta ver como mi semen te escurre por los muslos.

—Siempre puedes ponerme más –le dije abrazándome a él juguetona.

—Eres una zorrita hermanita, ¿cómo puedo luchar contra esto? –dijo agarrándome del culo

Nos besamos y acariciamos mientras nos enjabonábamos y medio mojados terminamos en mi cama, donde separó mis piernas y arrodillándose entre mis muslos, bajó la cabeza para llevarme al paraíso con sus labios, su lengua y hasta sus dientes. Me comió el coño hasta hacer que me corriera en su boca gritando exaltada como una loca, retorciéndome en mi cama.

—No te vistas, me encanta verte así –le dije

— ¿Vas a abrirle al chino así? Porque vendrá a traerte comida a diario –me pidió mirándome de arriba abajo

Me puse una camiseta para abrir y me la quite antes de volver al salón en el que aparecí desnuda y con las dos bolsas de comida.

—Joder hermanita, estas más buena que la comida –dijo de rodillas en la alfombra besando mis muslos mientras vaciaba las bolsas.

Después de la cena él estaba sentado en la alfombra con la espalda pegada al sofá y gateé hasta él, separé sus piernas y agarrando su polla la aparté para empezar lamiendo sus huevos.

Echó la cabeza hacia atrás y suspiró dejándome hacer, acariciando mi cabeza, mientras mi lengua repasaba una y otra vez sus testículos, luego los metí en mi boca y succioné mientras mi mano empezaba a tallar su polla, subiendo y bajando.

—Si nena, tu sí que sabes lo que es una mamada, joderrrr

Mi mano ahora sobaba sus pelotas y saqué la lengua golosa al ver la gotita de semen en la puntita, la relamí antes de entreabrir los labios y bajar lentamente dejando que su polla llenara mi boca al máximo, forcé un poco y el glande rozó mi garganta, jadeó y retrocedí para volver a recorrerla.

—Nena para esto, me matas –dijo unos minutos después jadeando.

Succioné el glande con ansia y me apartó al límite. Se arrodilló y me colocó ante él, me dobló sobre el sofá y me folló como un loco desde atrás. En cada envite levantaba mis rodillas del suelo, sus manos en mis omoplatos me aplastaban contra el asiento del sofá y su polla me abría, me llenaba, me enloquecía, me chiflaba… una y otra vez, dentro, dentro, fuera, dentro, dentro… su manera de perder las formas, la razón, la compostura y ser yo la causa me enardecía hasta la saciedad.

—Córrete princesa, quiero notar como tu coño aprieta mi polla mientras te corres…hazlo zorrita, córrete…

Me agarró de los hombros y me follo salvajemente un par de veces más antes de que estallara mi fabuloso orgasmo.

Dejó que me relajara quieto en mi interior, podía notar su polla palpitar dentro de mi mientras besaba mi espalda, la lamia…

—Quiero que te corras en mi culo –le dije de repente

—Hermanita eres una caja de sorpresas, ¿ya lo has hecho?

—Nunca

No se movió y siguió besándome, acariciándome, agarrando mis pechos, masajeándolos… pegando mi espalda a su pecho amaso los míos y bajo por mi vientre a mi pubis, mi vulva… separó mis húmedos labios y jugó con delicadeza con mi sexo hasta que volvió a calentarme al máximo, entonces metió dos dedos en mi cueva un par de veces, luego los sacó, me dobló y llevó uno a mi entrada trasera. Presionó sin demasiadas pretensiones, mientras con la otra mano entre mis piernas buscaba de nuevo mi sexo y sus dedos jugaban entre los pliegues de mi vulva.

El placer iba in crescendo y la presión de su dedo se intensificaba hasta que note como su dedo vencía las barreras de mi esfínter y me penetraba sin prisas aprovechándose de la humedad de haberlos mojado bien en mi coño.

El calor de nuevo invadía mi interior, mis caderas buscaban la fricción y también la penetración trasera ya que ahora dos de sus dedos entraban sin mayor problema.

—Voy a follarte zorrita, me muero por hacerlo

Se colocó detrás, me inclinó y apoyó una mano en mi espalda, con la otra llevó su polla a mi rajita y la paseó por esta, mojándola con mis juguitos, empujando el glande en mi entrada haciéndome jadear, luego lo llevó a mi ano y presionó.

—Tranquila nena, iré despacio –dijo acariciando mis caderas con la mano de mi espalda.

Me dolía, pero no quería que parara y poco a poco venció las barreras hasta llenarme.

Oírle relinchar me ponía a cien, notar su tensión, el palpitar de su polla… y sus dedos en mi coño…

—Que culito más apretadito…no puedo más cielo… -susurro moviéndose acompasadamente

Sus arremetidas eran distintas, más suaves y pausadas, pero igual de profundas… su cuerpo se tensó y gritó que se corría entre jadeos. Se quedó quieto profundamente enterrado en mi interior, jadeando tras su orgasmo mientras me masturbaba con fervor.

—ahora tú, princesa. Remátalo. –dijo entrecortadamente

Eran más de las tres de la noche cuando subíamos las escaleras

—Esto es una auténtica locura…no sé dónde va a llevarnos… ¿cómo voy a poder mirarte como su princesita (miro un retrato de nuestros padres colgado en la escalera) sabiendo que eres la mejor de las zorras?