Es un chico heterosexual de día, pero por la noche se convierte en el pasivo sumiso de cualquier persona que le dé algo a cambio

Mario estaba pasando un buen verano. Se iba a la playa casi todos los días, normalmente con su novia y algunos amigos. No le hacía falta tomar mucho el sol porque ya era de piel morena, pero este verano se había puesto negro. De vez en cuando se organizaban alguna excursión, sin embargo, hacía tiempo que no tenía una buena ración de polla. Su buen amigo Juan ahora estaba tonteando con una chica, y no se veían tanto.

Como seguía haciendo ejercicio, tenía un físico envidiable, a pesar de superar ya los 30 años. Como decía algún colega suyo, tenía un cuerpo de alguien de 23 años. De hecho no solo alguna chica se le acercaba, sonriente y tocándose el pelo, tonteando. También algún chico más mayor que él, en la playa, intentaba entablar conversación. Pero allí, delante de sus colegas heteros y su novia, no tenía margen para hacer nada.

Pero ese verano reapareció alguien del pasado, y sucedió algo distinto. Un hermano de su padre, Marcelo, vendría a pasar una temporada a su casa. Es un tío que veía cada mucho, y normalmente se quedaba a dormir en su habitación, porque en el resto de la casa no había sitio. Marcelo había sido fontanero. Era rudo, de carácter tajante, muy macho, pero de carácter divertido. Siempre estaba haciendo bromas. Al igual que su padre, su tío era bajito, regordete, y medio calvo. Mario recordaba que con él siempre se había portado muy bien. De hecho, placenteramente bien.

Hacía cuatro años, su tío ya había estado un verano en su casa. Aquellas calurosas noches de verano, como lo eran aquellos días, tanto Mario como su tío Marcelo dormían solo con ropa interior. Marcelo a veces con una camiseta, pero Mario solamente con unos boxers ajustados. No pasaba nada, eran solo familia. Pero Mario no tardó en darse cuenta de que Marcelo le sonreía mucho cuando Mario entraba en la habitación, con su fibrado cuerpo brillando con las luces de las lamparitas de las mesitas de noche, o cuando le pilló más de una vez viendo sus duros glúteos subiendo y bajando mientras caminaba a su cama para acostarse. Dormía solamente tapado por una delgada sábana, y su torso delgado y duro quedaba a la vista.

Mario ya por aquel entonces tenía claro que la visión de una buena polla gorda le cegaba. Ya había tenido varios encuentros con algún chico furtivamente. Aquellas noches empezó a fijarse en el paquete de su tío, aquel cuerpo de maduro peludo y con carácter. Las primeras noches empezó a imaginarse mamándosela. No pudo evitar masturbarse debajo de la sabana, en silencio.

Una noche, una conversación los dos sentados frente a frente en sus camas individuales. Las rodillas de unos y otro tocándose. Una conversación estúpida en susurros. Las peludas y gruesas manos de Marcelo empezando a apoyarse en los duros y suaves muslos de Mario como si no pasara nada. Mario haciéndose el tonto abriendo un poco las piernas. Le comentó muy bajito que tenía las piernas muy suaves, sin nada de pelito, y le preguntó si se recortaba el pelo de los huevos, que por aquel entonces estaba de moda entre los jóvenes. Que si uno le enseña, que si el otro también. Que si Marcelo le empezó a acariciar por la raíz de su pene. Por comprobar. Que si Mario se animó y empezó a hacer lo mismo con su tío. Que su tío le pregunta si le gustaba. Mario le respondió que sí. De acariciar pasó a sujetar la gruesa y venosa polla de su tío, con suavidad. La mano de su tío acabó acariciando la nuca de Mario, y a empujarle lentamente hacia abajo, e instantes después, Mario estaba mamando la polla de su tío. En silencio, sentado todavía en su cama.

Su tío le susurraba palabras cada vez mas sucias. “Qué boquita más caliente”, “Me gusta como aguantas”, “Desde ahora no me voy a pajear, solo voy a usar tu boca, ¿entendiste?”, “Tu boca ahora va a ser mi coñito, sobrinito lindo”. Solo se escuchaba eso en la habitación: susurros, y ese ligero chapoteo de unos labios resbalando por aquella polla gorda de su tío, rodeada de una densa mata de pelo. Aquellas noches Mario fue feliz porque a sus días completos de novia y colegas en la playa, se sumaba su noche alegre, de rodillas, entre las gordas y peludas piernas de su tío, mamando su polla. Con calma y de forma golosa, usando la lengua y oliendo aquellos huevos sudados de hombre. Juraría que una noche estuvo casi una hora mamando y su mandíbula terminó dolorida, pero le daba igual. Su tío le ordenaba que parara de vez en cuando para no correrse todavía. Quería seguir usando su boca un poco más, y Mario, sonreía y obedecía.

De aquello había pasado cuatro años, y su tío reapareció. Felices toda la familia fueron a recibirlo al aeropuerto. Mario y su tío Marcelo se intercambiaban sonrisas cómplices, pero todavía no habían podido hablarse nada en la intimidad.

Después de dar una vuelta por la ciudad y comer fuera, la noche llegó. Después de que toda la familia se acostara, cerraron la puerta de su habitación en silencio. Como hacía cuatro años, los dos terminaron en ropa interior y abrazados. El rechoncho y peludo cuerpo de su tío atrapando al delgado, lampiño y suave cuerpo de su sobrino, y por primera vez, le besó en la boca. Mario no se lo esperaba pero dejó sumiso que la lengua de su viejo tío perforara su boca y la lamiera por dentro. Al poco Mario empezó a jugar también con la lengua de su tío, y empezaron a acariciarse lengua con lengua, mientras su tío bajaba una mano y empezaba a sobar, de manera muy bruta, las redondas y duras nalgas de sus sobrino.

– Marcelo: ¿Me echabas de menos sobrinito lindo?

– Mario: Sí… jeje, claro que sí

– Marcelo: Ya echaba de menos este culito goloso…

Aquella noche fue la primera vez en mucho tiempo que a Mario le volvían a penetrar por el culo. Su tío acabó aplastando a Mario, boca a bajo en la cama. El cuerpo peludo y sudado de su tío chorreaba encima de él pero le daba igual. De hecho le gustaba sentirse dominado por aquel oso sudado y bruto que lo manejaba como un muñeco a su voluntad.

– Marcelo: Este culito es mío, ¿entendiste?, así que ábrelo bien … así te gustará más…

Mario abrió las piernas y notó como su tío ensalibaba sus dedos y empezó a urgar en su ojete con movimientos bruscos, desesperados. Marcelo jadeaba en la nuca de Mario como un oso encabritado y que había perdido el control. A Mario notar los asperos y gruesos dedos de su tío en su ojete le puso a mil. Se sentía sucio y usado. Luego, Marcelo se ensalivó su propia polla, y colocándola bien entre las suaves nalgas de su sobrino empezó a hacer fuerza. A Mario le empezó a doler y escocer, y estuvo a punto de pedirle a su tío que parara. Con su mano izquierda le agarró con fuerza el antebrazo de su tío.

– Mario: Aaah.. ufff… para… para tío.

– Marcelo: Ssssh.. tranquilito. solo tienes que relajarte… tu aguanta, te va a gustar…

– Mario: Uffffff aaaaah…

Como Mario se quejaba y Marcelo tenía miedo de que el resto de la familia lo escuchara, tapó la boca con fuerza de su sobrino con la mano izquierda. Impidiéndole decir nada. Mario estaba colorado, y mordía con fuerza sus dientes.

– Marcelo: Tssss tranquilito…. ya casi tengo tu culito… tu solo tienes que ser bueno y aguantar..

Mario obedeció, abrió más las piernas y levantó un poco el culo hacia arriba. Después de más escozor y dolor en su ano, la gruesa polla de su tío acabo completamente dentro de su culo. Aquella noche empezó con un muy lento bombear contra el suave culo de su sobrino, y terminó con embestidas muy fuertes. A Mario ya no le dolía, y notar el pollón de aquel macho llenando su culo con aquella brutalidad le hacía gozar como nunca en mucho tiempo. Marcelo se volvía loco sintiendo como ardía y palpitaba el ano de su sobrino por dentro, envolviendo su polla. Le agarró de las caderas, obligándolo a apoyarse en las rodillas, mientras con su mano derecha le aplastó la cara contra la almohada.

– Marcelo: Así perrito así…. este culito de putito es mío… ¿entendiste?, ¿te gusta putito?

-Mario: Sí….aaah…. Sí…. Todo lo que tu quieras. Jadeaba Mario, sonriendo y colorado como un tomate por la excitación.

Aquella noche Mario se dejó follar por tío por más de una hora, y acabaron los dos agotados y untados en sudor. Tumbado, Marcelo estuvo acariciando el cuerpo de su sobrino y su ojete humedo y todo abierto un buen rato, mientras Mario sonreía relajado con los ojos cerrados. Sin embargo volvió a su propia cama. No quería que al día siguiente los padres de Mario entraran para avisar del desayuno y los encontraran en una posición comprometida.

Al día siguiente, cuando Marcelo abrió los ojos, vio a Mario de pie mirándose en un espejo de la habitación, aun en ropa interior y frotándose la cara. Marcelo se sentó en su cama y encendió su móvil.

– Marcelo: ¡Buenos días! ¿dormiste bien?, preguntó con una sonrisa pícara.

– Mario: Sí.. bastante bien jaja, dijo mirando a su tío a través del reflejo.

Marcelo estuvo leyendo un rato y tecleando en su móvil unos minutos. Después se levantó y se puso detrás de su sobrino. Empezó a acariciar su espalda, mirando de reojo la puerta de la habitación, y empezó a deslizar sus manos bajo los boxers de su sobrino, amasando sus nalgas.

– Marcelo: Me alegro sobrinito… Hoy es posible que te tenga que pedir un favor.

– Mario: ¿Cual favor?.

– Marcelo: Verás, tengo un amigo aquí en la ciudad que es mayor. Tiene un ordenador pero le va bastante mal. Le dije que tenía un sobrinito muy listo que es informático y que podría ir y echarle una mano.

– Mario: Bueno, no hay problema. Luego me das la dirección.

– Marcelo: Fantástico. Se bueno con él , ¿ok?, es un buen amigo… Dijo Marcelo mientras no paraba de amasar, apretar y acariciar el suave culito de su sobrino.

– Mario: De acuerdo. Respondió Mario sonriendo. Vio algo extraño en la mirada de su tío, pero no sabía exactamente qué era.

Después de darse un largo y baboso beso con lengua, mientras Marcelo acariciaba el ojete de su sobrino con los dedos, se vistieron y fueron a desayunar. Tuvieron un alegre y relajado desayuno en familia. Después de ducharse, Marcelo le dio la dirección de su amigo.

Mario se arregló su media melena en el baño, y con el calor que hacía se vistió solo con una camiseta corta, un pantalón de algodón de deporte y zapatillas deportivas. Así salió a la calle y se dirigió al domicilio que le indicó su tío. El amigo se llamaba Leandro, y al parecer se conocían hace años, pero no sabía de qué.

Al fin, encontró el bloque. El edificio era viejo. Timbró en el piso que le indicó su tío, una voz grave le contestó y le abrió el portal. Al abrirle la puerta se encontró a un señor algo más mayor que su tío, y con aspecto algo abandonado. Era un señor bastante gordo, le calculaba unos 55 o 60 años o más, con camisa de cuadros, descamisada, pantalones vaqueros algo desgastados y estaba en calcetines. De cara era más bien feo, con ojeras. Tenía barba de varios días y estaba casi calvo del todo.

– Leandro: ¡Así que tu eres Mario!, encantado, pasa, pasa.

– Mario: Muchas gracias.

– Leandro: Tu tío me ha hablado muy bien de ti. Parece que te tiene mucho cariño, dijo Leandro sonriendo mucho.

– Mario: Sí, tenemos… muy buena relación.

– Leandro: Sí, eso me dijo jajaja. Leandro sonreía mucho y miraba de vez en cuando a Mario desde los pies a la cabeza, sondeándole.

Leandro guió a Mario a su habitación. En la habitación, bastante desordenada, solo había una cama estrecha sin hacer, un viejo armario y un pequeño escritorio, con un ordenador de sobremesa.

– Leandro: Bueno, aquí está este cacharro. La verdad es que anda bastante lento, si pudieras echarle un vistazo te lo agradecía.

– Mario: Veamos a ver qué le sucede pues.

Mario se sentó en la única silla que había delante del escritorio y empezó a investigar por la configuración del equipo. Mientras, Leandro fue a buscar una silla a la cocina y se sentó a su lado.

– Mario: Es posible que tengas muchas cosas instaladas, y muchos archivos temporales por eliminar.

– Leandro: Yo de esto no tengo ni idea jajaja. Menos mal que estás tu que si no…

– Mario: Bueno, no tiene importancia jaja, lo hago con gusto. Mario miró de reojo a Leandro y siguió manejando el ordenador.

– Leandro: Que bueno… ya me dijo Marcelo que eras muy buen chico, muy cumplidor… ¿ves?, ya estás encontrando cosas que ni sabía que existían jaja.

Mientras Leandro decía esto posó suavemente su mano izquierda en el muslo derecho de Mario. Leandro seguía mirando la pantalla sonriendo, pero no quitaba la mano de ahí. Mario lo notaba, y tragó saliva, pero seguía intentando concentrarse en lo suyo. Sin embargo, empezó a notar algo de calor en la entrepierna. Empezaba a sospechar qué le gustaba al amigo Leandro por algunos archivos temporales que encontraba en el ordenador mientras los eliminaba. Se fijó fugazmente en algunos archivos que ponían “gay”, “maduros y jóvenes”, “incesto gay” y cosas similares.

– Leandro: Seguro que hay muchas cosas… llevo viviendo mucho tiempo solo, ¿sabes? Y me aburro bastante. Un viejo como yo, ya te imaginarás jaja.

– Mario: Ya me imagino… bueno, no es usted tan viejo jaja. Mario se puso algo colorado después de decir esto.

– Leandro: Vaya, gracias chico, eres muy bueno… Mientras decía esto Leandro empezó a mover la mano en el muslo de Mario deslizándolo hacia delante y hacia atrás, acariciándolo muy lentamente.

Mario se estaba empezando a calentar más. Se imaginaba que el señor se estaba poniendo cachondo y eso también le estaba excitando.

– Leandro: Bueno y guapo, seguro que ligarás con muchas chicas, ¿no?.

– Mario: Bueno, algo siempre hay jajaja

– Leandro: Seguro que sí jajaja

Leandro se fijó en que el paquete de Mario, a través del pantalón de algodón, se estaba inflando cada vez más. Estaba claro que el chico se estaba poniendo cachondo. Leandro también. A pesar de tener unos pantalones vaqueros su polla se estaba hinchando mucho, y se le marcaba ladeada. Mario estaba cada vez más colorado y Leandro respiraba cada vez más profundo. Al final recordó los mensajes que le había enviado Marcelo y pensó que aquello no podía ser tan complicado.

Leandro agarró suavemente la muñeca derecha de Mario y puso su mano en su entrepierna.

– Leandro: ¿Y esto?, ¿Te gusta esto chiquito?…

Mario miró de reojo su propia mano frotándose forzadamente con el paquete de Leandro. Dios, se notaba que tenía una polla considerable aquel señor.

– Leandro: Dime… te gusta, ¿a que sí?.

– Mario: Sí… Dijo muy tímidamente.

– Leandro: No seas tan tímido… toca, toca sin miedo.

Mario no pudo más y empezó a amasar aquel pollón que se marcaba debajo del pantalón vaquero. Tenía la mirada fijada en aquel punto, la boca medio abierta y ya no pensaba en nada más. Leandro ponía su mano sobre la suya y marcaba el movimiento.

– Leandro: Aasí…. Muy bien… te gusta, ¿eh?.

Mario estaba todo colorado por la excitación y asintió con la cabeza.

– Leandro: Eespera, te lo voy a poner más fácil jejeje.

Leandro se levantó de la silla, se abrió la petrina, y se bajo los pantalones a medio muslo. Debajo tenía unos boxers amarillentos, que también se bajó de golpe. Allí apareció aquella polla enorme. Era tanto o más gruesa que la de su tío Marcelo, y además muy larga. Sus venas se marcaban por toda la superficie, y detrás tenía unos huevos muy peludos. Era descomunal. Olía mucho a sudor, sudor de huevos. No tenía claro que Leandro se hubiera duchado ese día.

Leandro cogió la muñeca de nuevo de Mario y se la llevó a su polla. Estaba ardiendo y la tenía ya durísima. Mario no esperó a escuchar nada más y empezó a masturbarlo lentamente. Empezó a sonreír, feliz, de poder tener un pollón así a solo unos centímetros de su cara.

Leandro puso su mano en la nuca de Mario, masajeándolo, y presionando ligeramente hacia él. Mario tenía claro lo que quería, y ya estaba completamente bajo su control. Abrió la boca sumiso y empezó a engullir, poco a poco, lo pudo de aquel monstruo. El sabor era agrio y a sudor de hombre mayor, y Mario estaba más excitado que nunca. Leandro puso su mano en la cabeza de Mario y empezó a marcar el ritmo de la mamada. Además, le hizo girar la cabeza a Mario porque si no su frente chocaba contra la enorme panza de Leandro, y Leandro quería penetrar la garganta de Mario todo lo que pudiera, intentando que no vomitara.

– Leandro: Buff … joder chiquito, que boquita más calentita tienes… tu tío tenía razón, me encanta..

Mario ahora entendía qué le había escrito su tío a Leandro desde su móvil. Casi se lo había ofrecido como presa para follárselo y seguramente le había descrito las guarradas que habían hecho. Lo cierto es que si en otro momento se podría haber avergonzado de ello, ahora la idea le excitaba. Le ponía cachondo que se lo hubieran pasado para follárselo, y hablando bien de él; lo bien que les hacía gozar y, seguramente, lo obediente que era.

Mario se giró un poco en la silla para estar frente a frente con Leandro e intentó coger de la cintura a Leandro. Se había puesto tan puta que quería ayudar en la penetración de su garganta, intentando meterse cuando pudiera de aquella polla enorme.

– Leandro: Joder qué puta eres…. Así me gustan… bien putas y obedientes..

Cuanto más insultaba a Mario, este más cachondo se ponía. Leandro empezó a acelerar el ritmo en el que le estaba follando la boca al chico. En la habitación solo se escuchaban los jadeos pesados de Leandro, y el chapoteo baboso de su enorme polla abriendo a lo bestia la boca de Mario. Algunas pequeñas arcadas empezaron a sentirse en la garganta de Mario, pero Mario quería aguantar. Quería servir bien a aquel macho enorme y no defraudarle. Así que procuró concentrarse, respirar por la nariz e intentar no vomitar.

Leandro estuvo follándose la boca de Mario más de un cuarto de hora. Un hilo de babas ya empezaba a caer entre la boca de Mario y el tronco de aquel pollón, y aunque a Mario ya le empezaba a doler otra vez la mandíbula procuraba concentrarse en dar placer, usando la lengua e intentando meterse todo lo que podía de la polla de Leandro dentro.

– Leandro: Ven, pasa para la cama. Quiero probar ese culazo que he notado cuando has entrado jajaja

Mario obedeció, sonriendo, con la cara medio babada, y se tumbó lentamente en la cama. Leandro se tumbó boca arriba a su lado y con un brazo lo atrajó para si.

– Leandro: Ven aquí chiquito…

Entonces Leandro le besó. El sabor de su boca era horrible. Mario creía que había una mezcla de vino y tabaco, y Leandro atacó directamente con la lengua. Además generaba mucha saliva, así que enseguida Mario se vio obligado a tragarla. El sabor era repugnante pero Mario se sentía tan sumiso y tan puta que se rindió al beso del señor, abriendo bien la boca y dejando que su lengua violara toda su boca y le llenara de babas.

Mientras se besaban, Mario le acariciaba el barrigón en señal de sumisión. Mientras, Leandro le acariciaba la cabeza con una mano y con la otra empezó a bajar y fue metiéndola por debajo de su pantalón de deporte y del boxer. Empezó a magrear el culo duro y suave de Mario sin ninguna contemplación.

– Leandro: Joder puta que bien culo tienes…. Me vuelve loco jajaja. Dijo Leandro separándose un poco.

– Leandro: Espera, abre la boca…

Entonces Leandro le metió varios de sus gordos dedos en la boca de Mario buscando sus babas y parte de las suyas. Mario abrió la boca obediente todo lo que pudo. Una vez que Leandro sacó los dedos bien untados en babas volvió a meter esa mano por debajo del boxer del chico y empezó a untar su ojete, e intentando meter el dedo índice. Quería sentir ese ano cuanto antes. Mario hizo un gesto de escozor, pero apretando con la mano un trozo de la camisa a cuadros de Leandro, hizo fuerza y aguantó.

– Leandro: Así me gusta, aguanta…. Ufff este culito tiene que dilatar bien…

Leandro fue metiendo lentamente el dedo índice en el ano del chico, mientras este aguantaba sumiso. Una vez ya dentro, Leandro intentó moverlo poco a poco en círculos, ayudando a dilatarse poco a poco.

– Leandro: Así, este agujerito tiene que crecer para mi… ¿te gusta mi putita?, ¿eh?, ¡contesta!.. Dijo tajante.

– Mario: Sí… me gusta.. Dijo Mario, colorado, excitado y a mil.

– Leandro: Así me gusta putita… porque ahora te vas a tener que esforzar mucho. Si quieres el premio final te lo vas a tener que ganar jajaja

Mario no sabía a qué se refería, pero Leandro empezó a moverse. Primero se desabrochó la camisa, porque estaba sudando mucho. Así Mario pudo ver toda aquella panza enorme y peluda, untada en sudor, que había debajo. Después, Leandro apartó un poco a Mario y se bajó algo más la ropa interior.

– Leandro: Ahora vas a saber lo que es cabalgar a un hombre. Súbete encima y métete mi polla.

Mario nunca había hecho esta posición, pero la idea de meterse ese pollón era un sueño. En silencio y obedeciendo al viejo, se terminó de sacar el boxer y el pantalón, y de paso, terminó de desnudarse quitándose la camiseta y los calcetines. Ante Leandro apareció aquel cuerpo marcado y fibroso, sin nada de pelo, negro del sol y aquellas piernas musculadas pero finas propias de un veinteañero.

– Leandro: Que cuerpito más lindo tienes mi puta, ven aquí, y métete mi polla anda… Quiero ver como te esfuerzas para sacarme la leche …

Mario se acercó y pasó su pierna izquierda al otro lado. Apoyándose en la panza peluda y sudada de Leandro, agarró su pollón con la mano derecha y lo apuntó a su ojete, ya babado y dispuesto. Mientras, Leandro acariciaba los pectorales del chico y le pellizcaba los pezones.

– Leandro: Venga, métetela, no pares, quiero sentir ese coñito por dentro… ¡Venga!. Ordenó.

Mario empezó a presionar para irse metiendo aquel pollón. Era difícil porque era muy grueso, y el culo aun le escocía algo de la follada que le había metido su tío, pero tenía que cumplir. Deseaba darle placer a aquel viejo con su culo y tendría que aguantar. Fue muy poco a poco, sintiendo como aquella polla le iba abriendo por dentro, ardiendo, palpitando, sintiendo cada vena con las paredes de su ano. Haciendo fuerza, resoplando, colorado y obediente… y por fin logró metérsela toda.

– Leandro: Uffff así guarra… ufff que caliente estás por dentro puta… ahora empieza a moverte…

Una vez encajado, Mario se apoyó con las dos manos en la enorme panza peluda de Leandro y empezó un bombeo… al principio muy lento, y todavía escociendo, pero decidido a no parar.

– Leandro: Así me gusta…. Aguanta…. Tienes que ganarte tu premio, venga, ¡sigue!…

Mario empezó a cabalgar aquel pollón a un ritmo constante. El sonido de su cuerpito chocando contra aquel gigante, los gemidos, los quejidos de un escozor que disminuía, dominaban la habitación. Mario poco a poco empezó a sentir solo placer de notar aquella polla enorme llenándole por dentro, y empezó a aparecer una sonrisa en su cara. Se colocó más cómodo, en cuclillas, y empezó a acariciar la enorme panza de Leandro.

– Leandro: Te gusta ehh…. Así me gusta zorra… cabalga con fuerza, usa tu culo para lo que sirve..

Mario abrió los ojos y miró fijamente a Leandro a los suyos, sonriendo. Se sentía más puta que nunca y deseaba esa polla más que ninguna otra cosa en su vida. Mario empezó a acelerar el ritmo de cabalgada y cada vez jadeaba con más fuerza. Gotas de sudor caían lentamente por su cuerpo mientras se esforzaba al máximo para darle placer a aquel macho que le tenía dominado. Leandro empezó a darle cachetadas en el culo, como quien anima a una yegua mientras la inseminan. Mario casi se sentía así, y le encantaba.

No sabía cuanto tiempo llevaba cabalgando el pollón de aquel macho pero no quería que terminara nunca. Mientras, Leandro se sentía con todo el poder del mundo sobre aquella guarra. Sentir el calor de dentro de Mario era lo máximo, y el tacto de sus suaves nalgas sobre sus caderas era una sensación increíble. Subió su mano derecha y le agarró del cuello con fuerza, como quien ata en corto a un potro desbocado con una correa.

– Leandro: Venga, dale, dale fuerte…. Aaaah….Gánate tu premio y sácame la leche yegua, ¿o no quieres que te preñe guarra? Jejeje Venga … Uffff… quiero darte un hijo…

Mario sonrió todavía más, miró fijamente a Leandro y aceleró todo lo que pudo la velocidad de cabalgada.

– Mario: Sí… Aaaaaah….préñame… por favor.. lo quiero….

– Leandro: Claro que sí guarra…. Uffff…Te lo estas ganando, venga que me falta poco…

Así fue como en minutos, Mario empezó a notar que aquel enorme pollón empezó a palpitar, y Leandro a gemir definitivamente.

– Leandro: Aquí te va…. Aaaarggggggggg…… ¡Guárdatelo todo! ¡que no caiga ni una gota me oíste!

Mario siguió cabalgando, fuera de si, y notó como un chorro de leche inmenso empezó a llenarle las entrañas. Casi le dio la sensación de que le estaba meando dentro. Para evitar que la leche se perdiera, por obedecer los deseos de su macho y porque él tampoco quería que se perdiera, se agarró a los laterales de su enorme panza y apretó su duro culo contra la base de su pollón todo lo que pudo. Como reteniendo toda su leche en lo posible, su preciado tesoro conseguido después de sudar y esforzarse como nunca.

Estaban los dos jadeando, sudando, sobre todo Mario, agotado. Después del esfuerzo de obedecer. Sin sacarse la enorme polla de Leandro de dentro de su culo, empezó a inclinarse poco a poco hacia él y ahora fue Mario quien empezó a besarlo. Leandro le rodeó con sus brazos y empezó a acariciarlo suavemente por la espalda y su culo. A Mario ya le daba igual el sabor a tabaco y alcohol, era la boca de su macho, y con ello mostraba agradecimiento.

Estuvieron un buen rato así. Mario todavía clavado en su deseada polla y los dos besándose con lengua. Hasta que separaron sus bocas y Mario se quedó sentado encima de Leandro, con toda su polla metida, mirándole fijamente.

– Mario: Me voy a tener que ir ya…

– Leandro: Ok!, pero no pierdas ni una sola gota de mi leche, ¿oíste?. Guárdala dentro de ti, y cuando tengas que sacarla en tu casa, quiero que me mandes una foto, o mejor, ¡un video!, quiero que estés preñado de mi el mayor tiempo posible.

Mario sonrió. La idea le gustaba. Así que se levantó poco a poco, y cuando sacó del todo la polla de Leandro empezó a hacer fuerza con el ojete para evitar que ni una sola gota se escapara. Se levantaron ambos de la cama. Leandro se limpió la polla con el boxer de Mario y se lo dio sonriendo. Mario también sonrío, pícaro, y se lo puso. Leandro lo acompañó a la puerta, y se dieron un último morreo, abrazados. Se intercambiaron los números, y Mario se fue.

Mario volvió a su casa feliz. Se cruzó miradas con su tío, y le lanzó una queriendo decir “luego hablamos”, sonriendo. Antes de la cena tuvo unas ganas enormes de ir al baño, y ya sabía por qué era. Entró en el baño con el móvil, se sentó en el váter, y su preciado tesoro blanco calló a chorros de su culo. De hecho le dio un poco de pena. Enfocó la cámara del móvil por detrás, para grabar el video prometido, viendo como la leche de Leandro, su macho, salía de su ojete. Luego se lo envio, se limpió y se fue a cenar.

Después de la cena, acabaron él y su tío en la habitación, y allí Mario le contó todo. Su tío se puso como una moto, y mientras Mario le mamaba la polla debajo de las sábanas, su tío se puso a ver el vídeo de como la leche de Leandro salía en un chorro interminable del precioso culo de su sobrino. Mientras Mario seguía mamando, llegó un mensaje de whatsapp al móvil.

– Marcelo: Mi niñito, tienes unos mensajes para ti jajaja

Marcelo metió el móvil bajo las sábanas y Mario pudo leer el mensaje sin sacarse la polla de su tío de la boca. El mensaje decía:

“Hola mi puta. Me ha encantado descubrirte hoy y ver como te gusta obedecer. Creo que mi ordenador todavía no funciona del todo bien, así que voy a necesitar que vengas más veces jajaja. Así, hasta que consiga que me des un hijo. Un beso de tu macho”.

Mario sonrío, le entregó su móvil a su tío para que pudiera seguir viendo el video de como le salía la leche de Leandro de su ojete, y siguió mamando feliz.