Enculada por absolutamente todos, la hicieron trizas

Mi nombre es Alicia y hace tres años que recuperé la paz personal, emocional y espiritual. Le coincide a la muerte de mi marido de quien heredé una vieja casona en una estancia a 20 kilómetros de Lobos, mi lugar de residencia durante treinta años.

Mi marido no era un mal hombre para nadie, menos conmigo, y no es que me pegara o no me comprara cosas. En la cama era breve, se dormía si el momento previo se hacía extenso, era precoz y no se le paraba mucho que digamos. Además me ponía los cuernos con cualquiera de las cajeras de su cadena de super mercados. Todas pendejas bonitas, tetonas y con un culo envidiable. Siempre fue así de jovencito.

Me casé porque mi papá evaluó mi porvenir y mi interés por no trabajar en nada que con mis cuadros o retratos. Pinto desde que tengo 15 años y gané varios concursos. Incluso algunos internacionales. Pero a mi ex esposo jamás le importó.

Yo lo cagué dos veces, y no me arrepiento. Una fue con un viejo amigo suyo. Siempre que venía a casa a tomar un vermú sentía que me deshojaba con la mirada. Una de esas veces me atreví a chuparle la pija en el dormitorio de nuestra mucama de entonces, con la excusa de que me ayude a cambiar una lamparita. Me tragué su espeso líquido con entusiasmo, ya que nunca mi difunto marido me concedió esa fortuna.

La otra vez fue con un colectivero. A ese me lo cogí entre las sábanas de nuestro lecho matrimonial. Acabamos muchas veces y, me volvía loca la idea de que luego por la noche mi marido y yo nos refugiemos en esas sábanas manchadas de semen, pecado y morbo.

Yo soy gordita, tengo 52 años, ojos café, pelo largo ondulado negro y, si no fuera por mi celulitis, mi cola caída y mi malhumor por las mañanas, sería una mujer agradable.

No tuve hijos por decisión propia. Mi ex tampoco quiso. Por eso cuando me mudé a la casona de campo contraté a dos peones, Claudio y Fernando, a una mucama y a una cocinera, Gloria y Azucena. Lo bueno de la casa es que podía albergar a todos, por lo que hace tres años, después del infarto de mi marido, formé una familia necesaria.

Mi sexualidad siempre estuvo bajo preceptos morales que no me permitían fantasear. Pero, hace un año, una noche de verano después de tomarme dos botellas de frizze, me recosté en mi cama, y no podía dejar de acariciar todo mi cuerpo desnudo. Cuando palpé mi concha abierta, y luego de filtrar 3 dedos en su interior como si nada para satisfacer mi calentura, uno de mis dedos rozó mi ano y entonces, un subidón hormonal me condujo a meterme el dedo en el culo, y después 2 para entrar y salir de su estreches y acabar como una leona en celo.

Pensé que nadie me había escuchado. Pero al otro día en el desayuno Gloria me instigó al oído:

¡Ali, qué pasó anoche?, porque, por lo visto estabas caliente y te tocaste, escuché tus gemidos!

El corazón me latía con más vehemencia que por la noche al saberme descubierta, y peor cuando agregó:

¡me calentó escucharte, y me toqué un ratito pero no pude acabar!

No sé cómo fue, pero enseguida arrinconé a Gloria y la besé en los labios, sintiendo la fiebre de sus pechos en los míos y lengua con sabor a mate erizando mi piel, incluso generando un cosquilleo indescriptible en mi vientre. Ella es morocha, tiene 42 años, es rellenita y, alguna vez soñé que le desprendía el uniforme y le chupaba las tetas. Cuando usa remeras escotadas es imposible no detenerse en esos pezones hermosos.

No hablamos de esa noche, pero nos comíamos a besos a escondidas. Hasta que ella se metió sin permiso a mi habitación una noche en la que me estaba toqueteando desnuda bajo mis sábanas. No pude evitar que se lance sobre mí como una gacela, me destape y me coma las tetas, sin dejar de pajearme y decir: ¡qué lindo es tener a mi patroncita entregada así!

Esa noche me lamió entera, me hizo probar su conchita cubierta de vellos finos, cosa que jamás había hecho, y me chuponeó el culo llevándome al paraíso con cada lengüetazo. Cuando se aseguró de que estaba bien lubricado, hundió dos dedos y me los hizo chupar mientras me lamía la cara sin miramientos, y pronto mi ser se coronó de excitación cuando me enculó con un chiche que traía en su uniforme. Se trataba de un consolador magnífico, de unos 14 centímetros y con cierta flexibilidad, el que gracias a su arte enamoró a mi orto con penetradas sutiles pero efectivas. Desde entonces Gloria me coge cada vez que lo necesito.

Todo hasta que una tarde me alertó: ¡Ali, vos sabés lo que hace la Azu con Romeo no?, es una chancha, y parece que le encanta!

Romeo es uno de mis ovejeros.

Luego dijo: ¡si querés vamos a su pieza… hoy que Claudio tiene libre seguro está con él!

Lo aclaró porque Claudio es el novio de Azucena.

La hice acabar lamiendo su culito pequeño, aún virgen de pija como el mío, y fuimos en calzones, curiosas y sin hacer el mínimo ruido hasta el ventanal de su cuarto. ¡ahí estaba la tipa, con sus 29 años radiantes, sus tetas turgentes y su cola perfecta en 4 patas sobre su cama, desnuda, con sus ojitos verdes entrecerrados, recibiendo los lametazos de Romeo en su cara mientras su mano izquierda lo pajeaba! Era inimaginable ver ese trozo de carne canina envuelto en la mano de esa turra, siempre bien perfumada y sexy con su uniforme rosa.

El perro ladraba jadeante cuando ella presionaba su pija. Ella también le daba chupones a su hocico, a su boca o a donde sea, jadeaba al ritmo de Romi y se palmoteaba la conchita. Le hacía oler su tanguita, acercaba sus tetas a su boca babeada para que él se las muerda y, de repente la vimos mearse en el piso con el perro detrás suyo, con la pija hinchada golpeando sus nalgas, pugnando por empomarla. Ella le hablaba como nena:

¡¿viste lo que me hiciste hacer Romi, me hice pichí, dale, oleme que no aguanto más, dale antes que venga tu mami, no seas malo!, se la oía decir cuando se abría de piernas y la cola con las manos, y pronto lo inevitable. Romeo se le subió al cuerpo y calzó tras un par de envistes fallidos su pene gordo en la entrada de la conchita de Azu para pujar con valentía. La sacudía como a un papel marcando sus garras en su piel cada vez más sacado, la cogía con movimientos cortos, la lamía insoportablemente toda y, tras unos segundos así vimos cómo sus culos quedaron enfrentados. Ninguno se movía, y la tremenda bola de la pija de Romi clausuraba la concha de Azu que gemía recibiendo los chorros de leche de mi perro.

Nosotras estábamos en llamas, cada una con la mano en la entrepierna de la otra observando cómo gruñía Romeo apenas Azu intentaba moverse, y después de permanecer como abotonados en el suelo, él retiró su pijota de Azu y se sentó a lamer sus huevos. Ella se incorporaba colmada de moretones, baba, rasguños y una incesante catarata de semen en su concha con la que regó hasta nuestro espionaje. Enseguida echó al perro y se puso a limpiar cuando nosotros nos hacíamos humo en medio de un silencio complaciente.

Pero esa misma tarde, antes de la cena, mientras las tres compartíamos una buena copa de vino, cosa que acostumbrábamos todos los viernes, Azucena se atrevió a decir:

¡che, no me lo tomen a mal, pero, esta tarde las vi atrás de la ventana de mi pieza… perdonen si les pareció una locura, pero me encanta el sexo con animales!

Gloria dijo por las dos: ¡no creo que la patrona tenga problemas, siempre y cuando no te hagas daño, y después limpies todo!

Azucena sonrió y agregó:

¡Igual me excitó mucho verlas, especialmente a usted Alicia… tenía las tetas muy hinchadas, y tu bombachita me volvió loca Glori!

Las tres reímos, pero yo, media confusa preferí comer algo y a la cama.

Cerca de las 2 de la mañana, gracias a una sed intensa me levanté a buscar alguna bebida fresca. Era demasiado en mis recuerdos todo lo que había visto, y no podía dormir siquiera. Me detuve a pocos pasos de la cocina al escuchar a Azu insistir:

¡Así, chúpamela bebé, te gustan mis tetas zorra?!, y a Gloria confirmar: ¡por supuesto putita, me re calientan, y quiero verte coger otra vez asquerosita!

Luego percibí dos ladridos y pronto unos gemidos. No lo soporté y aparecí frente a ellas. Azu estaba sentada en la mesa junto a Gloria con el uniforme rosa habitual y las piernas bien abiertas, entre las que ahora hurgaba la lengua de Rayo, mi otro ovejero. Gloria le chupaba las tetas con dedicación y presionaba la cabeza de Rayo para que no detenga su trabajo.

Al verme Azu exclamó: ¡Ali, qué bueno que viniste… dale, quedate en calzones y sumate!

Gloria se quedó en tetas para frotarlas contra las de Azu, y pronto se agachó para pajear a mi perrito.

¡así se lo hacés vos pendeja?, se la chupaste alguna vez ya?!, decía rozando la puntita de la pija de Rayo con sus labios, y se la mamó un rato mientras él seguía lamiéndole la concha a Azu.

¡¿cómo hacés para que te la chupe así putita?!, le pregunté entre que me desnudaba bebiendo una cidra helada.

¡es fácil, digamos que casi siempre unas horas antes de jugar con cualquier perrito me hago pis encima, algunas gotas nada más!, dijo Azucena al borde de enfermarme, y me dispuse a comerle esos pezones de afrodita perversa. ¡me gustaba el olor a pichí de la guacha!

Luego Azu y Gloria se la mamaban intercambiando besos de lengua de sincera pasión, y yo me aproveché de ellas que se me ofrecían arrodilladas para pajearlas. Azu estaba en bolas bajo su uniforme, por lo que me fue sencillo chuparle y penetrarle el culito y la vagina a mi antojo, con mi lengua envenenada y mis dedos. Sus gemiditos eran lo mejor que oí en una hembra caliente, y además me enternecía verla chuparle la verga a Rayo, que ya tenía su bulbo cada vez más hinchado.

A Gloria le bajé la bombacha y le cogí el culo con el mismo chiche que ella me obsequió alguna noche. Pero pronto el perro comenzó a ponerse nervioso.

Parado en dos patas nos ladraba, se lamía el pito y nos olía enceguecido. Jadeaba y se movía inquieto dando colazos a la heladera y a los muebles.

¡Con quién querrá coger tu perrito Ali?!, preguntó Gloria, y Azu sugirió:

¡Pónganse las dos en 4, abran las piernas y no digan nada!

Ella lo hizo al lado de Gloria que estaba a mi derecha, y Rayo volvió a olernos.

En un momento su lengua tocó mi concha, y casi me desmallo del pequeño orgasmo que me dio. Pronto Azu le dijo a Gloria que no se saque la bombacha, y Rayo, después de oler largamente a Azucena se le trepó a Gloria, la lamió entera y buscó meter su trozo en su argolla. Lo logró haciéndole un agujero a su bombacha negra y le dio matraca durante unos segundos mientras Azu se pajeaba y yo temblaba de miedo.

No era racional lo que hacíamos, pero nos atrapaba. Rayo ladraba, le baboseaba el pelo a Gloria, hacía sonar sus bolas grandes contra su cola y nos miraba con una furia inmanejable.

De repente Rayo bajó de las curvas de Gloria, escaló mi cuerpo y antes de clavar su pija en mi almeja me meó sin reparo y con abundancia. No me dio asco ni nada por el estilo. Creo que me excitó aún más que lo hiciera, y mejor aún cuando en lugar de ensartarla en mi concha la hundió implacable en mi culo. Di unos alaridos de dolor que parecían estimular a Rayo, que le imprimía mayor fuerza y velocidad a su bombeo. Las chicas miraban, hasta que Azu le comió la conchita a Gloria, y yo sin saber bien cómo llegué a eso, estaba abotonada a Rayo, gateando a su merced con su pija derramando litros de leche en mi culo, con mi concha en estado de shock entre tantos orgasmos, y pronto lamiendo la vagina deliciosa de Azucena que apretaba mi cara a su pubis diciendo solloza:

¡tragate mi leche putita, dale cochina, sácamela toda, chúpame el culo y la concha así, viste que te iba a gustar ser una retorcida y asquerosa como yo, te gusta mi olor a pis?!, y me bebí gota a gota todos los jugos que su éxtasis depositaron en mi boca.

Me levanté como pude, con las rodillas hinchadas, toda pishada y chorreando semen del culo mientras Rayo se las tomaba para el patio, y ordenamos todo casi sin hablar. Les aseguro que Azucena me tenía loca, y no solo por su obsesión sexual por los perros.

Pasaron unos días hasta que la casualidad de una noche templada y gris me acercó al ventanal del cuarto de Azucena. ¡no podía creer que ella estuviese en 4 sobre su cama con Romeo encima, con su estaca entrando más y más en su colita de gata, y que la pija de Claudio entrara y saliera de su boquita como si nada! Él estaba parado y la amarraba del pelo.

Claudio era un hombre atractivo, moreno y de carácter fuerte. Además portaba una pija de unos 21 centímetros, gordita y con unos huevos en apariencia pequeños.

Lo escuché gritarle: ¡ahora se la vas a chupar al perro putona, y yo te voy a coger!

Ahora Azu estaba sentada sobre él subiendo y bajando impiadosa de ese mástil cargado de leche mientras pajeaba y le lamía la pija a Romi que yacía en la cama impaciente. Luego, Claudio la puso en 4 y azotándole la cola con un cinto le decía: ¡meate putoncita, y cogete al perro!

Romi saltó sin un permiso al cuerpo de Azu, le olfateó la conchita y se le montó para cogerla, pero esta vez por el orto mientras Claudio le pedía más pete, le pegaba con la pija en la cara y le hacía resonar la garganta con su energía de macho sediento.

Hasta que le oí decir: ¡si quiere pase patroncita, y mire lo puerca que es su sirvientita!

No me contuve y entré. Estaba como poseída. Me quedé en corpiño y bombacha, tomé la pija de Claudio y se la mamé hasta apropiarme de su leche hirviendo, mientras la piba desfilaba con el perro enculándola, bien abotonadita y babeada, en especial por mis escupidas. Azu chillaba porque el perro no lograba soltar su lechazo, hasta que en un raro movimiento Romi la sacó de su culo y comenzó a enlecharla por todas partes, fregando su verga en toda su piel. Le mordió una mano y un pie sin querer, pero ella no bajaba del columpio de su morbo, y gozaba como nunca.

Después de eso me quedé a mirar cómo Claudio se la cogía en 4 sobre el suelo. Al día siguiente se lo conté a Gloria, y tampoco podía creerlo.

Entre mate y puchos ella me confesó: ¡le juro que no puedo dejar de pajearme pensando en la Azu… hasta le robo las bombachitas usadas!

Yo le sinceré que me enloquece su vagina y el olor de su piel, las chanchadas que hace y cómo se la chupa a su novio. En breve nos devorábamos a besos como adolescentes junto a la chimenea, ella en ropa interior y yo desnuda. Pensábamos que no había nadie. Pero de repente entran Claudio y Azucena, y las pulsaciones por poco colapsan mi sentido común.

¡¿cómo están las muchachas?!, dijo Claudio. ¡parece que mal no la están pasando veo!

Azucena agregó resuelta: ¡chicas, hy tengo ganas de unas lengüitas por mi vagina… no sabés cómo me hice pipí para tus perritos anoche Ali, me re cogieron los tres!, y señaló a Claudio.

En menos de lo que supuse Azu estaba en tanga sobre mi falda comiéndome los pezones y aromando mi lujuria mientras Gloria le colaba deditos en la concha y el culo, los que saboreamos juntas. Claudio se pajeaba en pelotas cuando ahora Azu en 4 me comía la argolla y Gloria le cogía el culo con la lengua y un consolador un poco más grande que el mío. Hasta que el hombre irrumpió:

¡oiga doña Alicia, ¿nunca pensó en coger con un caballo?, vamos mujeres, calienten bien a la patrona así vamos al campito!

Pensé que era otra de las bromas que solía hacer Claudio. Pero luego, las dos manipulaban mi fiebre sexual como quisieron.

Estaba recostada en el sillón con la lengua de Azu en mi cola y la de Gloria en mi concha, cuando Claudio puso despiadado su pija en mis labios, y me ordenó sin cortesía que se la coma bien. Luego en 4, Gloria trepada a mí me cogía el orto con el consolador y, Azucena embriagaba mi paladar con su flujo frutal, y Claudio se pajeaba contra el culo de Gloria. Enseguida Azu se dedicó a frotar su conchita en mis gomas, mientras la otra me re chupaba el clítoris, y pensé que mejor no era posible acabar cuando Claudio sentenció: ¡Azu, mi amor, hacete pichí en las tetas de la vieja!

Apenas lo hizo me cazaron de un brazo y fuimos corriendo desbocados al campito, donde está la granja, una piscina, la parrilla, unos juegos para niños y mis 7 caballos.

Claudio eligió a un tordillo precioso, al que mi marido adoraba. Desnudó a Gloria, nos hizo chuparles la pija a las tres juntitas y galardonó a su novia con un lechazo medio mezquino pero descomprimidor. Nos pidió que nos pongamos en 4 y masturbemos al caballo, que yacía sereno y amistoso. Era una pija mucho más temible que las demás. Azu se animó enseguida a darle unos lametazos, y Gloria a sus bolas.

Ahora las chicas gemían abajo del animal viendo como ese músculo aumentaba de adrenalina, yo temía bastante, pero poco a poco empecé a pajearlo también, y Claudio se pajeaba oliendo la bombacha de Gloria. Apenas la pija del caballo rozó mis nalgas pensé en retirar mis intenciones, pero entre los chupones de Gloria y el olor a pis de Azucena volvía a calentarme. El caballo empujó 3 veces con su pija en la puerta de mi culo mientras Azu le lamía los huevos y Gloria amasaba mis tetas pajeando a Claudio. Sentí que me había desgarrado hasta los intestinos. Pero pronto, una vez que el dolor me arrancó varias lágrimas, yo era la que me movía para meterme esa poronga más y más adentro cada vez, y me perturbaba el alma mi propia voz gritando de calentura. El animal no cesaba ni por un segundo de garcharme, y no me asusté cuando vi sangre en el suelo. Me hice pis, transpiré como una cerda y creí que no podría sentarme durante días una vez que semejante pija salió de mi culo como una sopapa, y me tumbó al suelo de una patada después de dejarme abiertísima, sangrando y derramando esos litros de leche, los que sentí arder en mi interior, justo cuando Gloria le sacaba la lechita a Claudio, y Azu intentaba seducir a Romeo pero sin éxito.

Desde aquel día Claudio dejó de ser parte de la vida de Azu, tras una discusión. Las tres comprendimos que las pijas de nuestros animales, nuestros olores y libertades nos hacen sentir más mujeres que con un hombre. Aunque, prefiero hacer el amor con mis perritos, Azu y Gloria. fin