En las vacaciones saco a la más puta de mi ser, sé que las noches comenzaran a ser especiales porque me dejo llevar entre dos

ENSÉÑAME. QUIERO APRENDER A ENTREGARME.

Esas han sido tus palabras de esta tarde. Estábamos jugando con una de nuestras fantasías y la escena tenía lugar tras una cena romántica en un restaurante con poca luz y velas en las mesas. Yo con un pantalón gris de lana fría y camisa blanca de lino; tú, vestido blanco ibicenco con escote profundo a la espalda y por encima de tus rodillas. Los dos, muy morenos de piel que resalta con el blanco, los dos con sandalias veraniegas.

Tu vestido es perfecto para llevarlo sin sujetador: un corte estratégico resalta y mantiene el pecho, un escote bajo que hace imposible esconderlo a la espalda. Hoy estás especialmente excitada. Esta mañana en la playa nos bañamos desnudos, nos amamos en el mar y en la arena conocimos a un personaje peculiar que nos contó su historia con la mujer que compartió muchos años de su vida.

Al salir del baño tras arreglarte para la cena (me gustas con poca pintura, los labios y las uñas con un discreto brillo y sólo la raya de los ojos que los hace más profundos) me sorprendiste primero por el brazalete en tu brazo izquierdo, un poco por encima del medio camino entre el hombro y el codo. Es uno de nuestros signos de complicidad desde que estamos juntos: cuando lo llevas, augura el deseo de ambos de una noche de juegos y lujuria.

La segunda sorpresa vino tras mirarte y decirte que estabas preciosa. Tras el beso en el que nos fundimos, tu mano buscó uno de los bolsillos de mi pantalón y colocó algo allí. Mientras retocabas tus labios pude comprobar que en él estaba tu tanga: ese que habías tenido puesto tras la duña y durante tu “preparación”. Sabes que notarle ligeramente húmedo me estimula especialmente.

Antes de salir de casa al coche me acerqué la prenda a mi cara y pude disfrutar de ese olor especial a ti que une el perfume del gel y tu propio perfume…

Por fin ya en el restaurante la cena fue única. Me gustan esas cenas. Llegar de la mano, acercarnos a la mesa que nos han reservado, separar primero y acercar después la silla dispuesta para ti y mirarte a los ojos, preciosos en la penumbra y brillantes con la vela que será testigo mudo de nuestro amor.

Cuando estamos de vacaciones solemos venir a cenar solos varias veces. He aprovechado hoy mi complicidad con el dueño para que el maitre junte a la carta que te ofrece una rosa roja. Tú te sorprendes y recibo una mirada especial con todo el cariño y el amor que te desborda.

La cena propia de un lugar de mar: un carpacio de pulpo en ensalada que compartimos (compartir, la palabra y la filosofía más presente en nuestra pareja) y un segundo para cada uno, también de pescado. Un vino blanco muy frío que eliges tú, y pasamos de postres, que sólo son dulces. Al final, una crema de orujo muy fría.

Charlamos de todo. De cómo están pasando el verano nuestros hijos, de cómo estará la casa después de los días fuera, de los planes de otoño, y de nosotros. Lo que más me gusta de nuestra relación es que podemos hablar de todo y en todo compartimos opinión y apoyo. Al final de la cena, con nuestro brindis (siempre lo hacemos, yo creo que para tener un motivo más para mirarnos a los ojos) tú me susurras que estás muy excitada. Yo sé que esta noche será especial.

Pagamos y salimos. Mirar al mar y besarnos. Me gustan tus besos. Me gustas tú.

Por fin propongo lo que tu estabas deseando: irnos a un chalet a unos kilómetros especial para parejas en el que también admiten gente sola. Cuando te lo digo hay una respuesta entre deseosa y de incertidumbre por tu parte: lo deseas pero como no lo conocemos hay una cierta inquietud en ti. Sin embargo, sin que tú lo sepas, yo ya he investigado en foros y en  su web y el ambiente me pareció elegante, discreto y respetuoso (si no fuera así, nunca te llevaría, pero me gusta crear esa incertidumbre en ti).

En unos minutos estamos allí. Está a la salida de un pueblo cercano pero aún dentro de él y hay pocos coches aparcados fuera. Llama la atención que la mayoría son de una gama y un cuidado muy aceptables. Eso te da algo de tranquilidad. La puerta está cerrada, por lo que llamamos y tras un momento nos abre una mujer de unos cuarenta años, bien vestida aunque discreta. Nos presentamos y le decimos que es nuestra primera vez en el local. La verdad es que está de más, bastante lo sabe ya ella. Se llama Lídia, o al menos así se presenta y nos da la bienvenida. Pasamos a una primera sala que en nadase diferencia de un pub en su estilo: una barra con taburetes altos donde a esa hora sólo hay un par de chicos más jóvenes que nosotros, y cerca unas mesas bajas con sofás en las que hay dos o tres parejas y algunas personas (en su mayoría hombres) con copas y en ocasiones animada charla. La luz es tenue y la música suave y relajante. Es la sala de primer encuentro diferentescon el local.

Lídia hace de perfecta anfitriona y se ofrece a mostrarnos todo el local  indicarnos las normas de funcionamiento. Tras la primera sala, el pub diríamos, se pasa a otra uno poco más amplia en la que solo hay mesas y sofás y en la que en ese momento hay dos parejas en una misma mesa pero en actitud ya mucho más sensual. De hecho los besos y caricias no se esconden. Lídia nos explica que es una habitación para los primeros “roces” cuando tras un primer acercamiento en el pub se quiere iniciar algo más.

Desde allí comienza un largo pasillo en el que se intuyen estancias distintas. Una grande a la derecha con taquillas, bancos corridos y torres de toallas blancas y chanclas. Cualquier acceso a los lugares siguientes implicaba dejar toda la ropa y pertenencias en una taquilla, acarrear una o dos toallas y calzarse las chanclas. El local está catalogado como spa nudista y no se permite ropa de calle en su interior.

Ya en esa situación se accede por el pasillo a varias salas. Una de ellas, la más  grande, es un cuarto oscuro. Separado del pasillo por una cortina negra, ya lo exploraremos tú y yo solos. A uno y otro lados se van abriendo habitaciones de tamaños diferentes, pero todos con una cama grande, una o dos ventanas que pueden cerrarse con cortinas y algunas con orificios redondos en una de sus paredes que en la jerga se denominan glory holes. Al final, de nuevo de abre un lugar amplio en el que el rey es un jacuzzi que casi parece una piscina y un poco as apartado una zona de duchas y sauna.

Una vez conocido el local, Lídia nos comenta las medidas de seguridad y comportamiento y las restricciones, que no cuentan para las parejas y las chicas, pero que para los chicos solos hace necesario que pasen en pareja o invitados por una pareja. Ah, y tras la segunda sala no pueden pasarse bebidas de ningún tipo. Tan sólo hay máquinas con agua y vasos de plástico.

Finalmente Lídia nos deja en la primera sala y nos desea una noche muy agradable. Nos acercamos a la barra y pedimos dos mojitos. La verdad es que dependen mucho de la preparación, pero en este caso se dejan  beber. En un primer momento nos quedamos en silencio mirándonos. Luego, a la vez, ambos preguntamos ¿qué te parece? El local nos parece elegante y discreto. La gente que hemos podido ver son más o menos de nuestro mismo nivel o parecido y, algo muy importante, todo está limpio y en cada habitación hay kleenex y preservativos: un buen seguro.

Ya estamos más relajados. Tú sonríes y nos besamos tiernamente. Tan cerca que ambos comenzamos a excitarnos.  Me gusta verte así. Me gusta sentir un sabor especial en tus besos cuando el deseo te invade.

Nuestros besos son más sensuales a cada momento. Me gustas, con tu vestido blanco y tu piel morena; con tus ojos que brillan de deseo hoy. Mis besos te recorren entera. Nuestras bocas se comen. Los dos tomamos nuestras bebidas para calmar la sed, pero al momento me acerco por detrás y beso tu cuello. Me encanta oler tu pelo y notar cómo te excita esa caricia. El taburete gira y quedas en parte mirando a la sala, lo que me permite ver cómo una de las parejas y un chico solo se fijan en ti. Aunque con disimulo, no pierden detalle de nuestros besos. Cada vez te noto más excitada, quizá favorecido porque ves cómo te observan. En nuestras fantasías siempre te ha puesto que alguien nos mire. Pero hoy quieres mucho más; llevas insinuándolo toda la noche: hoy quieres todo. Yo que te conozco te pregunto al oído si quieres mostrarte. Tu respuesta es primero un ronroneo y luego una petición: “muéstrame y entrégame, pero esta noche no te separes de mí”.

Mis besos en tu cuello, bajo tu pelo, se han intensificado ahora. Tus ojos entornados y la semipenumbra hacenque veas poco de la sala. El hombre que nos mira ya lo hace sin ningún pudor. “Hay un chico mirándonos. Abre discretamente los párpados y dime si te gusta.” Es elegante, vestido con pantalón y camisa veraniegos, con el pelo entrecano y unos pocos años mayor que tú sin llegar a mi edad. Y de nuevo tu respuesta es un sí que corrobora el que tu beso sea aún más pasional.

Ahora poco a poco voy sugiriéndote primero una mirada mantenida a sus ojos, luego el paso sensual de tu lengua por tus labios… al final sus ojos me miran y obtienen de mí el permiso para acercarse. Cuando está junto a nosotros le digo: “Es mi mujer, se llama Maria, y le gustas.” El te dedica una sonrisa y una mueca de aceptación. Yo continúo abrazándote desde tu espalda, besando tu cuello y notándote excitada. Mis palabras ahora: “cariño, ábrete para él.” Como un resorte, lentamente tus piernas se abren y uno de tus muslos toca su pierna. Al tiempo mi boca se separa de tu cuello y te dice al oído “bésale”. Tú buscas su boca y le ofreces la tuya. En un momento estáis unidos, vuestros labios se gustan y ya se abren para que vuestras lenguas se busquen y comiencen a jugar.

Sin poder evitarlo, pronto él busca tu pierna, tu rodilla. Tu la acercas a su mano y eso abre tus muslos. Bajo la falda vas desnuda. “Hoy especialmente desnuda porque me he depilado a conciencia.” Cuando notas sus dedos más próximos a tu interior los paras con tu mano y los llevas a tu boca en un gesto de lamerlos y humedecerlos. Eso aumenta vuestra intimidad y él se excita. Ya húmedos vuelven ahora derechos a tu sexo. Notas como un par de ellos entran en ti. Sé que quieres que lo haga despacio: así te gusta más. Se enreda en los labios de tu vagina y le devuelves tus secreciones como regalo. Ahora es él quien lame sus dedos.

A pesar de saber que la excitación se interrumpirá, ambos me oís un “vamos dentro”. Es una forma de decir que todos queremos más y que donde estamos nos es el mejor lugar. Tú y yo caminamos abrazados; él de tu mano. Cuando entramos a la zona de vestuarios nos separamos de él que tiene que entrar solo. Aprovecho para besarte y preguntarte si estás cómoda. Sé que sí pero nunca quiero dejar de buscar tu complicidad y preocuparme por tu placer.

Nos desnudamos. Te separo un poco para mirar tu cuerpo espléndido. Estås preciosa. Te amo.  Antes de salir con nuestras toallas envolviéndonos y en chanclas te beso con ternura primero; luego apasionadamente. Tú tocas mi sexo y compruebas la excitacion que me provocas. Salimos y allí está él, esperándonos, esperándote. Elegimos uno de los reservados suficientes en tamaño. Entramos y me ocupo de cerrar la puerta. Él te espera. Yo retiro tu toalla y te muestro desnuda a él. Te ofrezco: “quiere ser tuya”. Te mira con atención. En la penumbra se adivinan tus curvas, y tus ojos no dejan de brillar de deseo.

Aunque en la esquina hay un sillón, no te dejo ni un momento. Él comienza a besarte pero mi mano no suelta la tuya. Cuando tu excitacion aumenta la aprietas cómo acercándome más. Él se colma delante de ti. Puedes disfrutarle. Te gusta su cabello canoso, su mirada sensual, sus manos fuertes pero delicadas. Vuelve a meter sus dedos en tu vagina y aprovecho para acercar mi mano a tu clitoris y comenzar a tocarlo. Está erecto y me recreo en él. Nuestro amigo parece querer más y te lleva al colchón que hace de cama. Ya tumbada te beso. “¿Quieres estar con el?” “Sí, pero hoy no te alejes.”

Te coloco boca arriba. Quiero que él se coloque sobre ti y sientas su peso. Quiero que lo hagas como conmigo pero que el pene, el cuerpo,  el peso, los jadeos y los besos sean de otro. Su pene grande y duro se coloca la entrada de tu vagina, te mira y de un golpe entra entero en ella. A pesar de tu excitacion has notado cómo entraba. Sé que te ha molestado algo, pero mi boca se pega a la tuya y ya te noto relajada. Durante un tiempo entra y sale de ti con vigor. Te gusta y tus piernas abrazan su cintura como no queriendo que se escape. En ese momento mi pene entra en tu boca y comienzas a mamarlo con pasión. No sabes el placer que tú y situación que has creado me están provocando.

No sé cuánto tiempo estamos así. Lo que sé es que él finalmente lanza un sonido ronco y convulsiona de placer. Tú sientes que se ha corrido y sigues con tu boca en mi pene. Cuando él sale de ti acerco mi lengua a tu sexo y lo lamo. Está rojo y brillante: me gusta. Quiero correrme yo también en tu sexo. Pero esta vez dejar todo mi semen en tu interior y hacer que te corras llena de mi amor.

Nuestro sexo hoy funde pasión y amor. Cuando entro en ti me regalas el beso más tierno pero más apasionado. Y eso hace que me entregue totalmente a ti. A tu placer y a tu deseo. Eso hace que pueda amarte de una forma tan especial. Al final, somos los dos los dos los que nos corremos uno para el otro:  a pesar que alguien mira por la ventana, solo estamos tú y yo, dándonos placer y amor. Dándonos vida.

Acabamos y quedamos uno junto al otro un rato. Nuestras manos siguen acariciando la piel del otro. Nuestro amigo no está: salió discretamente. Colocas tu cabeza en mi pecho y respiras tranquila. Mi boca se acerca a tu oído para decirte “te quiero”.