Ella es una hermosa putita obediente que se deja dominar de una u otra forma, hace caso siempre que es posible y termina con una buena polla en su boca

A Cerdita la habían maquillado como lo puta que era. Labios muy rojos, pestañas largas y colorete en tanta cantidad que parecía una muñeca pepona. Doña Olga dijo que mejor dejarle las coletas para poder agarrarla de un sitio cuando la penetraran. Habían informado a la pobre zorrita de que los zapatos de tacón rojo que había escogido tenían un significado concreto. Llevar el talón al aire quería decir que le gustaba que la penetraran por detrás, llevar los dedos de los pies sin cubrir que era una chupapollas profesional y los tacones de diez centímetros indicaban que le cabían falos de hasta veinte centímetros de largo.

Doña Milagros le comentó que en la fiesta tenía que estar dispuesta a que cualquiera se la podía meter dónde y cuando fuese necesario y que si veía algún acto de remolonería sería castigada con dureza. Se le azotarían las pequeñas gónadas con una paleta de madera hasta que se hiciera sus necesidades encima, después sería empalada por un dildo de treinta centímetros de largo que empezaba con un grosor de cinco, pero llegaba hasta los doce.

Así que cuando Doña Reme la llamó con un gesto mientras se colocaba un arnés con un consolador de quince centímetros la gorda corrió hacia ella y se arrodilló mientras preguntaba:

–Señora, por favor, puedo chuparlo ante de que me enculéis.

–Como te gustan tener algo duro dentro, guarrilla.

–Sí, señora, me encanta.

–Anda, te dejo lamerlo, pero cuando te sodomice tienes que pedir que alguien te la meta en la boca mientras te follo.

–Claro que sí, señora –respondió temblorosa por el miedo y la vergüenza la zorrona.

El consolador era tan grande que no le cabía entero, pero doña Reme la cogió por las coletas y se lo metió hasta el fondo, haciendo que tuviera arcadas sin resultado de vómito.

Al dejar de chupar el dildo Doña Reme notó las manchas de carmín en el latex y dijo que eso era de muy mal gusto y que habría que castigarla por ello.

La gorda empezó a lamer las manchas con la lengua, pero Doña Reme la quitó de un empujón y dijo que después de follarla le aplicaría un divertido correctivo. La zorrona gimió un poco, pero dos bofetones y un gesto de la mano de Doña Reme indicaron que era la hora de ser penetrada.

La zorrona se puso de rodillas en el suelo, con el culo en pompa y separando las nalgas con las manos. Nada más notar la punta del dildo recordó lo que le había dicho doña Reme y mientras notaba dilatarse su culo de forma antinatural, empezó a hablar, entre gemidos y grititos de dolor.

–Por favor, que alguien me la meta por delante, por favor, quiero chupar algo, por favor, señoras.

Doña Olga se colocó su arnés con rugosidades y se acercó sonriente a la pobre esclava.

–Tranquila, gorda, que ya voy.

El consolador le entró hasta el fondo de la garganta y entre arcadas lo lamía y chupaba con entusiasmo mientras doña Reme le daba unas terribles embestidas que golpeaban con brutalidad la próstata de la zorra y la hacían tener una simpática erección.

–Mira que bien se lo pasa –comentó Doña Milagros divertida.

–¿Cambiamos? –preguntó doña Reme después de temblar tras llegar al orgasmo.

–Claro que sí –respondió Doña Olga sacando de la boca el enorme y rugoso pene.

El culo de la esclava se relajó un instante y ella resolló como un animal con un hilo de baba cayendo de su boca.

Un zurriagazo en las gónadas y la voz de Olga le hicieron recordar que la tarde acababa de empezar.

–El culo en pompa, puerca.

Cerdita obedeció y se inclinó para que Doña Olga pudiera apuntar a su ano con el enorme falo, que le metió sin contemplaciones. La dilatación fue tan rápida que la pobre sumisa abrió la boca en un gemido lastimero que aprovechó doña Reme para introducirle el consolador manchado de heces. Las arcadas por el asco se mezclaban con los chillidos porque Doña Olga la estaba cabalgando sin contemplaciones.

La putilla miraba suplicante a su folladora bucal y entre las arcadas y la enculada algunas lágrimas empezaron a caer por sus mejillas.

–Está llorando, pobrecita –dijo doña Reme con cierta compasión.

Pero doña Olga le metió la mano por debajo de la falda y tocó el pene enjaulado que goteaba sin parar por el frotamiento de la próstata.

–Está gozando como la cerda que es, pero vamos a darle motivos para llorar con razón.

La señora hizo un gesto a dos de las criadas y dijo simplemente:

–Bastinadla. Luego tendrá que mamárosla para agradecer vuestro trabajo.

La esclava dijo algo, pero sus palabras se perdieron entre arcadas y gemidos.

Cada una de las criadas le quitó uno de los zapatos.

–La verdad es que estos mulés son comodísimos –apuntó doña Reme.

–Ahorran mucho tiempo para descalzarlas –concluyó doña Olga, que acto seguido retorció los testículos de la doblemente penetrada– ¡Y tú, gorda, pon las plantas al aire, que pareces tonta!

La esclava obedeció con los pies temblorosos y antes de que los tuviera colocados doña Olga hizo un gesto afirmativo y comenzó el tormento.

Los golpes de la caña y el vergajo se alternaban con las embestidas bucales y anales haciendo que el registro de gemidos, gritos, arcadas y súplicas inconexas se transformara en un pataleo y un chillido que obligó a las señoras a parar un momento la follada para echarse unas risas.

La noche acababa de empezar.