El vecino irresistible

Yo estaba en mi apartamento de la universidad donde estaba acababa de ducharme me puse una mini toalla de color verde cuando llaman a la puerta era mi vecino que venía a pedirme sal. En esto que fui a la cocina a buscar el sal. Aparece mi vecino por detrás me empieza a besar el cuello al mismo tiempo que me amasaba mis tetas por encima de la mini toalla que poco a poco fue cayendo hasta el suelo de la cocina.

Yo sin ver echaba una mano hacia atrás para notar su polla dura en mi mano. Él se bajó el vaquero y efectivamente, estaba empezando a ponerse dura, me giró y cuando se la vi a medio endurecer, me dijo al oído:

– Es toda tuya –

Acerqué mi mano lentamente a su polla y se la cogí delicadamente y le pajeé unos minutos y enseguida tomó el control de la situación y me cogió entre sus brazos y me llevó hasta una encimera y me abrió de piernas y se agachó y me comió el coño de manera feroz, pero en las zonas más sensibles se paraba más y eso me volvía loca. Su lengua me dominaba totalmente, cuando era salvaje yo presionaba su cara entre mis piernas con una de mis manos y mientras que con la otra acariciaba y estiraba mis tetas.

Mi vecino empezó a meterme un par de dedos en mi coño mojado y los movía muy rápido y así estuvo otro rato y yo sinceramente ya quería que me follara y sentir esa polla dentro de mi coño. Él lo vio en mi mirada y los sacó y me llevó junto a una pared de la cocina y me abrió de piernas y esta ve si que me la metió bien metida y empezó a embestir primero lentamente y después cada vez más rápido y yo hacia lo mismo con mis caderas.

Mi vecino no paraba de embestir mientras me comía y jugaba con mis pezones hasta ponerlos duros y tiesos como piedras. Cada vez estábamos más cachondos y sudados por polvo que estábamos enchando de improviso en mi cocina. Con cada gémido de él yo me ponía más caliente y cachonda y con los míos él se ponía cachondo.

Después de un rato embistiendome como un salvaje, él fue a mi nevera, la abrió y cogió un bote de nata montada y lo dirigí al salón dónde nos sentamos en mi sofá de sky rojo, dónde mi vecino me echó la nata por todo mi cuerpo y después me la fue comiendo poco a poco menos mi coño que me la volvió a mter y a embestirme como un loco. Las embestidas esta vez duraron muy poco porque ahora dominaba ahora yo y tenía ganas de comerme esa polla manchada de nata y todo.

Lo senté de un empujón en el sofá y empecé a lamersela de abajo arriba varias veces y le chupé el capullo cada vez más rápido, él me cogió de mi melena y me fue marcando el ritmo de la mamada que le estaba haciendo, él no tenía piedad ninguna con mi boca y eso me gustaba porque hacia tiempo que no echaba un polvo como Díos manda y eso me gustaba, no sabéis cuanto.

Cada vez tenía más centimetros de polla dura dentro de mi boca que yo lamía y chupaba a mi gusto. Se la dejé bien lubricada con mi espesa saliva y me senté sobre su polla y cabalgué como una autentica amazona sobre su polla que se hinchaba más cada vez hasta que se corrió en mis tetas.

Él se vistió y se dirigió hacia la puerta y con una pícara sonrisa me susurró al oído:

– Gracias, por sal, vecina- mienmtras me dabla una palmada en mi culo.

Yo me fuí a la cocina a recoger la mini toalla del suelo y me dirigí a la ducha otra vez.