El director que se aprovecha de todas sus alumnas

Soy un hombre de 53 años, soy director de un instituto y voy a hablaros de una de mis experiencias con una alumna.

He de admitir que siempre voy cachondo y que miro las tetas a la mitad de mis alumnas, pero es que no puedo evitarlo, sean como sean, vistan como vistan, mis ojos siempre se desvían a sus carnes. En general mis alumnas suelen pasar de mí y hacer como si no se diesen cuenta, a cambio yo soy agradable con ellas y les subo algo las notas. Soy consciente de que soy un profesor muy exigente, y esta es mi forma de ver qué alumnas son aplicadas y cuales no lo son. Pero en el último año he conocido a una alumna especial, muy diferente a todas las demás y mi favorita, sin duda.

Ella es muy aplicada en clase, se nota que de verdad quiere aprender, se sienta en la primera fila y siempre que le surge alguna duda pregunta, es muy educada y además siempre hace todas las tareas que mando, lo único que le falla es que no estudia lo suficiente y a la hora de hacer los exámenes siempre suspende, pero yo le ayudo aprobándole siempre. Algunas veces le subo un punto entero, otras sólo algunas décimas, pero siempre me encargo de que su esfuerzo en clase se vea reflejado en sus notas. Es cierto que podría aspirar a mucho más, que podría tener notas mucho mejores, pero ella sabrá lo que hace.

Tiene el pelo corto por los hombros, castaño oscuro, sus ojos son color miel y además varios lunares decoran su cara. Su forma de vestir no es nada a la moda, su ropa es muy clásica y muy desgastada, además tiene bastante sobrepeso, pero a pesar de todo, me encanta. Sus pechos son voluminosos pero no de manera exagerada, tiene pinta de inocente, nunca te pone mala cara, siempre te sonríe y nunca flirtea contigo. Como alumna tiene casi todo lo que cualquier profesor desearía, y como mujer lo mismo. Parece una mosquita muerta, pero realmente es una fiera fogosa.

Su último examen ha sido pésimo, la peor nota de todas las del curso, y eso que era un examen muy importante. Yo, sin embargo, he dado lo mejor de mí, he duplicado su nota sin dudarlo. Entrego los exámenes y permito que los alumnos se vayan yendo ya que es la última hora, dejo su examen para el final para poder quedarme a solas con ella hasta que finalmente lo consigo. Le entrego las hojas para que le eche un vistazo a la corrección y luego me lo devuelve.

-¿Tienes alguna duda? —pregunto.

-No, entiendo la corrección.

-Perfecto.

-Bueno, tengo una pregunta.

-Dime.

-¿Qué nota final tengo?

-¿Tú qué crees?

-La que he tenido en este examen.

-Pues eso, ya lo sabes.

-Vale.

-Y oye, más generoso no he podido ser eh —digo mirando sus pechos muy fijamente como nunca antes lo había hecho.

-Ya lo sé. Adiós —me dice temblando mientras se da la vuelta para irse.

-Espera.

-¿Qué pasa? —dice con los ojos llenos de lágrimas.

-Adiós.

En cuanto sale por la puerta oigo que llama por teléfono y comienza a llorar diciendo que no soporta mi comportamiento. La verdad es que pensaba que le gustaría, pero sus motivos tendrá para reaccionar así.

La próxima vez que vuelvo a verle observo en su plenitud como arde, sus ojos destellan una mezcla entre odio, asco, miedo y enfado. Nos quedan muy pocos días de curso y todos ellos se dedica a mirarme a los ojos fijamente. Me encanta que esté así, me encanta haber desatado eso en ella, haber encendido la llama de su fuego ardiente, me encanta ver como me reta, cómo me mira echándome un pulso para ver si me atrevo a bajar la mirada, yo no cedo nunca, sé que le encanta eso.

—Varios meses después.—

Estoy aburrido en mi despacho, como casi siempre, estoy leyendo algunas noticias por estar informado, pero todas me dan igual. Entomces llaman a la puerta, por fin un poco de entretenimiento, cierro la página y me siento recto frente a mi mesa. La puerta se abre, y no puedo creer lo que veo, es mi alumna favorita, jamás habría esperado que viniese a verme. La pobrecilla entra temblando y chupando un caramelo, la invito a que se siente frente a mí y así lo hace. Intenta mostrarse relajada, pero es innegable que está histérica y no puede parar de temblar mientras el caramelo pasa de un lado de su boca a otro. Decido intentar suavizar la situación empezando a hablar yo.

-Hola, ¿qué te trae por aquí? —pregunto mostrando mi sorpresa.

-Quería hablar contigo —dice sin parar de temblar.

-Ya supongo, pues dime.

-Me gustaría comentarte un tema personal —admite.

-Pues cuéntame —le pido mientras aprovecho para cerrar la ventana, estoy nervioso y así intento relajarme y disimularlo, ella me sigue con la mirada.

-¿Podrías cerrar la puerta con llave? —pide.

-Claro, si es que lo que quieres —digo dirigiéndome a la puerta.

-Sí, es que es un tema personal como te he dicho.

-De acuerdo.

Una vez he cerrado la puerta con llave me dirijo a mi silla y me siento en ella de nuevo. Entonces ella comienza a llorar.

-¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? —pregunto preocupado.

-Es que…necesitaba hablar contigo…—dice mientras se seca las lágrimas.

-Pues habla conmigo, aquí estoy para lo que necesites —digo intentando inspirar confianza.

-Me das pánico, desde lo que pasó el año pasado, y necesiro arreglarlo —dice mirándome a los ojos mientras tiembla.

-¿Y qué quieres hacer para arreglarlo? —pregunto intrigado.

-No lo sé, pero necesito sentir que todo va bien.

-Pues tú dirás.

-¿Puedes abrazarme? —pregunta muy nerviosa.

-Claro —digo levantándome de la silla y acercándome a ella.

Ella también se pone de pie y se acerca lentamente temblando hacia mí. Me abraza por la cintura apoyando su cara en mi pecho, yo la rodeo con mis brazos y en ese momento deja de temblar. Nos quedamos así unos momentos hasta que ella se separa de mí, me acaricia la mejilla y me besa en los labios. Sin duda alguna jamás habría imaginado que pasase esto.

Nos besamos unos instantes hasta que nos separamos, luego me siento en mi silla y la siento a ella sobre mis rodillas y en esa posición nos besamos de nuevo, esto fluye por fin. Cuando dejamos de besarnos me pone de pie, me desabrocha el cinturón y me baja los pantalones y los calzoncillos. Entonces me la agarra con sus suaves manos y la admira momentáneamente, luego me da un jugoso beso en el capullo que me pone a cien. Cuando ambos queremos darnos cuenta, mi pene está erecto y lleno de sus babas. La chupa de muerte, primero me ha lamido el tronco mientras masajeaba mis huevos con cuidado, luego la ha metido hasta el fondo de su garganta y me la ha llenado de babas dejándola bien lubricada, a continuación ha hecho círculos con su lengua en mi capullo para finalmente succionarlo. Sin duda alguna ha sido la mejor mamada de mi vida.

Nos quitamos la ropa y me dedico a manosear y succionar sus pechos, esos que siempre había deseado tocar. Luego me hace una cubana muy agradable. Paso mis dedos por su coño chorreante, que a pesar de todo está muy apretado, entonces se acerca a mí para susurrarme al oído.

-Soy virgen —me confiesa vergonzosa.

-Vale, entonces iré con cuidado y poco a poco, gracias por decírmelo.

-De nada.

Hago que se tumbe en la alfombra de mi despacho y hacemos la postura del misionero, se nota que ella está muy nerviosa.

-¿Te atreves a ponerte encima de mí? —pregunto.

-Vale, lo intentaré.

Entonces soy yo el que me tumbo, ella poco a poco se acomoda hasta meter mi polla en su interior, le cuesta meterla, pero finalmente lo consigue. Me cabalga hasta que le hago deterse porque voy a correrme. Me hace otra impresionante mamada hasta que me corro en su boca, como era de esperar se traga mi corrida.

Me encanta arder con ella, juntos somos fuego puro.