Disfrutando de mi culo de una manera inimaginable

Hoy les traigo otra historia, un poco más excitante para mí que la experiencia que tuve con la trans, la verdad.

Era algo así como julio de 2015. Mi familia no estaba en la casa y yo estaría sola nuevamente para disfrutar mi feminidad a solas, pero esta vez le añadí la visita de un amigo a la casa.

Como en todos mis relatos hasta ahora, a excepción del que tuve con la trans, esta tampoco termina en una relación sexual copulatoria como tal. Pero para cualquier travesti de closet como yo, estos primeros pasos son grandes pasos en nuestro descubrimiento.

Era sábado e invité a mi amigo Sergio a visitarme el domingo, para almorzar y tal vez ver una película y demás. Yo ya sabía lo que quería, porque me había presentado como Brenda ya desde hacía un año. Importante notar que este mi amigo Sergio es ciego de nacimiento, lo que me permitía hacer algunas cosas adicionales que me hacían sentir deseada de una forma diferente.

Para ese tiempo, yo tenía el cabello largo y me había aplicado una queratina, lo que me daba un aspecto más femenino cuando me vestía de nena. Yo sabía que a Sergio le encantaba mi culo, ya que como he comentado, es grande y pronunciado. Entonces, si quería culo, le daría culo.

Esa noche me di una larga ducha en la que me depilé las piernas por completo, ni un solo pelo, y también toda mi zona genital, incluyendo las nalgas y mi zona perianal. Quería que Sergio me tocara por todas partes y que disfrutara de mi cuerpo.

La mañana del domingo llegó, y me decidí vestir con un brasier formador (tenía unas tetas incipientes cuando me los ponía), una faja tipo leotardo de esas que le moldean a una el cuerpo, una tanga celeste, una licra de hacer ejercicios estampada de color gris y una blusita pegada al cuerpo sencilla. Debía ir por mi amigo a la parada del bus, así que encima de toda esa ropa me puse mis jeans de hombre y una chaqueta para que nadie notara mi ropa femenina. Hasta que el celular sonó, y me dispuse a salir, nerviosa y excitada. No sabía si algo se notaba, pero ya estaba afuera y no me iba a devolver.

Me encontré con mi amigo, y bromeamos y conversamos todo el camino de regreso a mi casa. Ni se imaginaba lo que le esperaba. Él se sentó en un sillón y yo al otro lado de la sala. Platicamos, y al rato me fui al cuarto, fingiendo que iría a traer una cosa, y aproveché para quitarme la ropa de hombre y quedar como me había vestido de nena.

Al cabo de unos pocos minutos, el tema de Brenda salió, y noté a Sergio diferente. Siempre su voz cambiaba y sus gestos también cuando hablábamos del tema. Las dos primeras veces que pudimos estar juntos antes, yo con ropa de mujer y el dispuesto a disfrutar de mi cuerpo, habían sido entretenidas y ricas para ambos. Además, como estudiaba para ser masajista, ya antes había disfrutado de mi culo haciéndome masajes. Nuestros masajes de la espalda siempre terminaban en dizque masajes reductores en los glúteos, pero yo sabía que era para que el me manoseara y yo sentirme manoseada.

Me puse de pie a su lado y le pregunté que si le hubiera gustado que me vistiera de mujer hoy, a lo que contestó un poco dubitativo que sí.

“Entonces venga, póngame la mano aquí y sienta”, le animé, ya sintiéndome excitada por el calor del momento. Con esto, se incorporó y puso sus manos sobre mis caderas, y sus ojos se abrieron sorprendidos. Comenzó a manosear mis piernas, mis tetas, mi cintura y mis nalgas. Se concentraba en las nalgas, pero también pasó sus manos por encima de mi parte frontal, que con toda esa ropa se sentía plana como la de una mujer verdadera. En aquel momento yo soñaba con tener una vagina y ser mujer realmente, pero con todo esto me sentía bastante femenina y deseada.

Me solicitó que me quitara un poco de ropa, así que le pedí que fuera conmigo al cuarto y que se sentara en la cama mientras me quitaba al menos la licra y la blusa. Así hizo, y yo procedí a desvestirme, y también me quité la faja moldeadora y quedé en tanga y brasier.

Me puse de pie frente a él y le comencé a hablar.

“Te tengo una sorpresa hoy”, le dije un poco avergonzada pero decidida. “Ya podés tocarme”.

Acercó sus manos a mi piel y empezó a acariciar mis piernas. Al encontrarlas depiladas y lisas, se maravillaba y su deseo crecía. Me di la vuelta, y me tocó el culo con gran deseo. Insistió en bajarme la tanga para que mi culo quedara a su disposición, y así hice, facilitando su faena abriendo un poco mis piernas para que se resbalara más fácil.

Comencé a realizar un baile sensual, moviendo mis caderas y mi culo mientras él me tocaba y se relamía por mis atributos. Me agachaba, me incorporaba, y lo sentí quitarse su pantalón para quedar en boxer, a lo que reaccioné sentándome en su regazo. Esto le encantó. Siguió ahí, acariciando mis piernas y disfrutando de mi culo.

Lo mejor de todo esto es que él imaginaba que realmente era el culo y el cuerpo de una mujer lo que estaba tocando y sintiendo. No me veía. Eso le daba a la situación un plus de erotismo…

Se quitó el boxer y yo me agaché, y comenzó a pasar su pene en mis nalgas y mi rajita. Me morboseaba, y comenzó a masturbarse en mi culo.

En ese momento, el sentimiento de moral, culpabilidad, asco y repulsión, me capturó… yo me incorporé y le dije que ya no más.

Gente, en ese momento yo no estaba segura de que me gustaran los hombres. Es más, yo nunca sentí deseo de tocarlo o acariciarlo, ni mucho menos de sentir su pene. Es más, él nunca me tocó el mío, solo se concentró en mis piernas y mi culo.

Fue una experiencia que me fue dando algunas respuestas sobre mi orientación sexual. Soy travesti, pero el ser travesti no es sinónimo de homosexualidad. Tal vez, demuestra bisexualidad… y creo que es importante ir descubriendo estas cosas con forme pasa el tiempo.

Me encanta sentirme mujer, verme como mujer, sentirme deseada como mujer, pero si me preguntan, de todas estas experiencias que he contado, me quedo con la de mi ex.